Hola soy Brenda con una historia de mis experiencias en este; "mi primer intercambio autorizado".
Después de mi boda con José Carlos, mi marido; nos establecimos en una linda
colonia de Guadalajara, México, y todo ha sido felicidad desde entonces.
Mis relaciones sexuales eran plenas. Más aún, mi esposo me recordaba su fantasía
por verme con otros hombres, así que decidí complacerlo.
Me propuso ser él quien buscara y escogiera a los hombres para estas relaciones. Así que sería para mi algo sorpresivo y mejor aún; que tendría su permiso para hacer cuanto yo quisiera. Aunque después resultó lo contrario, por lo sumisa e inexperta que era en aquellos tiempos. Él insistió mucho para convencerme. Por supuesto ganó mi amor por él, y mis deseos por entregarme a otros hombres vinieron apareciendo en mis sueños. Le amaba de verdad y por complacerlo, le dije que me parecía bien y que lo hiciera. Pensando que las primeras veces demoraría en buscar un miembro candidato (como él los nombra).
Pero para mi sorpresa, a la semana de haber aceptado su propuesta ya tenía al primero que gozaría de mi juventud; de mi hermoso cuerpo. Mi cuerpo se desarrolló plenamente: mi cola era la envidia de todos los amigos de mi esposo que le decían que tenía una suerte increíble por haber encontrado un monumento de mujer como yo (al tener apenas 18 años y después de mi embarazo, era claro que me había convertido de niña-a-mujer).
Fueron aquellos "amigos" los que hicieron de mí lo que soy actualmente: "una puta" en toda la extensión de la palabra. Pero sigamos con mi relato:
Era en época de verano, lo recuerdo muy bien porque hacía mucho calor, cuando mi esposo me sugirió ir de paseo a un río. Me vestí con un diminuto short de mezclilla, blusa blanca de tirantes y sandalias. José Carlos me dijo que así me veía increíble, que Don Pedro se quedaría fascinado conmigo. Le dije: -¿quién?
-sí, en el paseo conocerás a tu primer miembro honorario, amor. -Ya lo preparé todo: hay una parte escondida cerca del río por donde él vive allí serás iniciada.
Dejamos a la niña con mi mamá y nos fuimos al paseo. - Mis nervios estaban a flor de piel, mientras mi esposo me miraba y sonreía con malicia, conducía el auto rumbo a mi iniciación. Hasta que entramos en una brecha muy escondida con una casa a lo lejos.
Mi marido me dijo que ahí vivía Don Pedro, quien era muy amigo de su padre y una persona muy agradable.
-pero mi amor, me dará vergüenza si es amigo de tu papá y le cuenta -¿que haré?.
-no te preocupes, es muy discreto y sé que no hará tal cosa.
-Tú, solo disfrútalo.
Nos dirigimos a una parte muy escondida del río y bajamos. Él colocó unas
toallas en la orilla y nos sentamos a esperar. Me quité las sandalias, metiendo
los pies en el agua mientras para disminuir mis nervios bromeaba con mi marido
relajándome con ello.
Al poco rato apareció un hombre alto, moreno, muy velludo, con una barba medio crecida y sombrero quemado por el sol. Su ropa daba a entender que era un hombre de campo. Apreté las piernas pensando que sólo pasaba por ahí, pero con un calorcito que manó de ellas, me anticipó que aquel sería "él". Estaba muy sudado por el calor y se secaba con un paliacate rojo.
Mi esposo se incorporó y fue a saludarlo:
- ¿cómo está Don Pedro? me da gusto verlo. Él respondió lo mismo y yo abrí los ojos asustada - ¿cómo puede ser que José Carlos haya pensado en ese hombre para esto?...
Me presentó al miembro honorario, él me miraba descarado de una manera muy morbosa. Abrió la nevera y nos ofreció que tomamos unas cervezas que llevamos mas con el calor. Aquel "campesino", seguía revisándome con mirada lasciva. Yo me incomodaba cada vez mas imaginando mi pequeño cuerpo bajo aquel "hombrón", peor aún; justo frente a la lujuria misma de mi marido, sin embargo estos pensamientos, solo lograban mojarme mas.
Mi marido me dijo que debería darme un baño en el río. - Allá por aquella roca está estupendo, dijo Don Pedro. Estaba retirado de la camioneta como a unos 50 pasos donde el remanso se distinguía muy bien. Le recordé a mi marido que no llevaba ropa adecuada y me dijo:
-no importa, quítate tu ropa, déjamela aquí y ve allá amor,
no te preocupes. Don Pedro te acompañará, de aquí los veré. - la aventura recién
comienza, - pensé para mi.
-anda niña, no seas tímida. - me dijo Don Pedro
Temerosa; me aflojé la blusa, abriendo los "shorts" con miedo; al tiempo que una extraña excitación ya recorría veloz mi espalda. Fui quitándome poco a poco la ropa bajo la mirada de aprobación de ambos. Mi blanca piel resaltaba contra la curtida piel de Don Pedro y me apareció un rubor en el rostro al ver como se sonreía al quedarme solo con mis diminutas tangas blancas.
Me las quité por último, pero ahora empinándome descaradamente. Les puse la cola casi en sus narices, (algo venía despertándose en mi y me sorprendí de aquella acción), pero mi vulva venía mojándose sin tener control en ello. Me erguí levantando orgullosa los senos; hice un nudo con mi tanguita y se la di a mi esposo. Luego me alejé cadenciosa dándoles la espalda.
Mientras me alejaba sorteando las piedritas del camino; les escuché lanzando silbiditos de aprobación escuchando el comentario que le hizo Don Pedro a mi marido:
-Carlitos, te sacaste un 10 con esta niña.
Entonces, me dirigí completamente desnuda hacia el río. Don Pedro me seguía muy de cerca, mi esposo seguía sentado, mirándonos. Don Pedro llevaba una toalla cruzada al hombro, traía mis tangas en la mano oliéndolas ruidosamente mientras me instaba para que siguiera hacia el río. Unos pasos mas y llegamos al remanso que habíamos acordado, entré al agua y jugué un poco haciendo círculos en el agua como la niñita que era. Don Pedro reía viéndome jugar al tiempo que colocaba mis bragas en su nariz aspirando con toda su fuerza. Estuve chapoteando como unos veinte minutos en el agua. Al rato, llegó mi marido dándole a Don Pedro un bloqueador solar para que me lo pusiera
-a ver niña. -Ven acá, deja ponerte esto para que tu linda piel se conserve bien.
Me daba mucha vergüenza pero me dirigí hacia él para que así lo hiciera; ahí de pie frente a él, Don Pedro comenzó a colocármelo por todo el cuerpo; era más alto que yo y sus enormes manos abarcaban completamente mis pequeños senos. Mis hombros y nalgas eran masajeados constantemente y sus manos ásperas me provocaban escalofríos.
-¡Póngaselo bien Don Pedro! le dijo mi esposo. - Muy bien, niña. - Ven a ésta roca,- me indicó el campesino.
Era una piedra bastante grande con forma de banca. Colocó la toalla que había llevado y me dijo que me recostara ahí boca abajo. Nerviosamente y casi temblando, me recosté mientras comenzaba a ponerme el bloqueador por toda la espalda y a esas nalgas que sé le encantaban, estas fueron más que untadas y maceadas por aquellas manos pervertidas que transmitían sus deseos a mi delicada piel. - Yo ya estaba excitada pero muy nerviosa; miraba a mi marido como pidiéndole ayuda. - ¿Cómo vendría a ser que ese hombre me iba a poseer?. Carlos me decía con su mano que me tranquilizara; escuché que Don Pedro tiraba el bote de bloqueador y se quitaba su sudada camisa.
Yo quise salir corriendo, pero me detuvo con una mano en mi nuca y me dijo: -cálmate niña, aún no comenzamos. -Carlos, por favor!!!. Le dije a mi marido. -relájate mi amor, - dijo. - solo disfrútalo, y sonriente se acomodó el bulto de su entrepierna.
Don Pedro ya estaba encima de mí, besando mi espalda y nuca, respirando agitadamente en mi oído diciéndome: - ¡qué linda eres niña!, - eres lo más bonito que he visto en mi vida. - Te voy a hacer gozar como nunca has sentido, -sus resoplidos se confundían con el respirar ahogado de su grasa y la excitación de estar a punto de poseer una niña de poco más de 18 años.
Olía mucho a sudor, que se mezclaba con el bloqueador que llevaba puesto; sentía gotas de sudor cayéndome encima. Estaba besando mis blancas nalgas y mordiéndolas al tiempo. Su barba raspaba mi delicada piel. Comencé a llorar, pero mi llanto se apagó cuando su lengua se apoderó de mi vagina y mi ano, que simultáneamente eran besados, mamados y lengüeteados por Don Pedro.
Su lengua saboreaba ambos conductos como si fuera el más rico manjar que nunca hubiera probado. Se quedó en mi ano más rato y, sin pensarlo, comencé levemente a gemir. Sus caricias, ahora me tenían completamente excitada, mis manos sujetaban firmemente la toalla mientras mordía mis labios para no gritar.
Ya no intentaba salirme de ahí, ¡estaba dominada! Su boca se incrustaba más y más entre mis nalgas, una mano ya levantaba mis caderas hacia ella buscando por el frente mi entrada vaginal.
Se retiró y escuché como se quitaba el resto de ropa. Volteé para verlo y viendo su barriga peluda brillando con el sudor y un pene fláccido que le colgaba bamboleando hacia los lados cuando comenzó a caminar hacia mí.
Quise incorporarme, con la poca conciencia que me quedaba. Don Pedro aprovechando que estaba de pié, me giró con rudeza lanzándome de espaldas de nuevo sobre la roca. Se fue acercando a mi vientre deteniéndome por el pecho, metiendo una mano entre las piernas para separar mis muslos. Mientras mis manos intentaban ocultar mis senos desnudos, veía con susto como su rostro venía bajándose a mi vagina con una lengua roja, brillante en saliva. Y se acercó más y más a mi vagina saboreándola.
Me tomaba fácilmente por mi estrecha cintura para que parara la cola más arriba mientras él seguía en esa tarea que le encantaba. Sin mas remedio, levanté las piernas hasta descansarlas sobre sus hombros, exponiéndome sin pudor alguno. Terminé con un potente orgasmo que nunca imaginé tener. Tal vez la situación me había calentado de una forma inusual, miré a Carlos que con su miembro de fuera ya se pajeaba sonriente.
Don Pedro me levantó por la espalda, se colocó muy cerca y me besó la boca: sentí mis propios fluidos en su lengua que ya jugueteaba con la mía. Su saliva casi me ahogaba pero siguió besándome. Me mordía el cuello, sentí su barriga peluda en mi vientre haciéndome unas cosquillas increíbles. Sentía su pene tomando forma, cada vez más duro recargándolo en mi pierna. Aquel sudor me excitaba, ya no me disgustaba y comencé a besarlo.
Como pude me le monté siguiendo de espaldas a la piedra me abracé de él con brazos y piernas, al tiempo que pasaba mi lengua por toda su peluda barriga gozando con mi pequeña lengua de su vientre, de sus tetillas, del apestoso sudor y sus resoplidos ahogados en la excitación de verse atrapado por mí.
Hasta que me detuvo y me colocó de nuevo sobre la piedra y metió sin esfuerzo alguno dos dedos en mi vagina, mientras seguía besándome deliciosamente el vientre y que me hizo venir nuevamente. Mis alaridos de éxtasis se deben haber escuchado a mil metros mientras Don Pedro exclamaba: -Dios, ¡¡qué mujer!! - Está deliciosa
Me descansó en la piedra y colocándose un poco mejor, con su miembro ahora sí completamente erecto lo apuntó a mi encharcada conchita: Era enorme. Ahí supe por qué mi marido lo había escogido. Le miré asustada por aquella sorpresa, aún aturdida por mi segundo orgasmo. Él fijó la mirada en mí y me dijo: -anda niña, chúpame la verga. - Y yo habría de hacerlo: - Carlos pocas veces me lo pedía.
Así que me jaló hacia él y me lo metió en la boca. Emití un balido de ovejita virgen al sentir su potente miembro en mi boca; no me cabía su enorme cabeza pero ya se lo chupaba inexpertamente. A Don Pedro; esto le fascinaba me lo metía muy adentro y yo lloraba porque me estaba ahogando por la tremenda mamada que me obligaba a darle. Sólo se escuchaban los sonidos del río y los fuertes chupetotes que le estaba propinando a Don Pedro: -¡qué delicioso lo mama, esta niña nació para esto Carlos!
Alguna vez se la mamé a Carlos, y muchas veces a mi profesor de la escuela, pero ahora tenía en mi boca la verga de un hombre rudo de campo, que emanaba jugos con otro salado sabor, sabor de ajenjo, de verga que ha visitado cuevas de lo mas negras. Sentía como me ahogaba un buen pedazo de carne que a cada momento avanzaba mas allá de mi garganta provocándome arcadas. Pero no me detuve, seguía sintiendo en mi vagina las contracciones del tercer orgasmo más intenso de mi vida. No le dejaría escapar así como así me incrusté más su herramienta abriendo cuanto pude la boca, mordiéndole, lamiendo y saciando unas ganas de mujer que no había sentido antes.
Era una mamadera que ajustaba a mis deseos, estaba en lo más
delicioso del momento, cuando Don Pedro me la arrancó de mí. eres mejor que
mis becerras, -dijo. harás que me termine si sigues. Me empujó sobre mi espalda
lanzándome de nuevo a la piedra. - Ahora mi niña, recuéstate y relájate.- dijo.
La niña había nacido en una "puta de rancho"; por lo que abrí mis piernas todo
lo que pude. Sabía que era bastante ancho aquel miembro y me preparé para sufrir
una acometida devastadora. Encontró la entrada de mi vagina y me penetró su
ardiente cabeza, abriéndome mis carnes más allá del límite. Se apuntó mejor y de
un solo golpe, se incrustó hasta los huevos. Mi grito fue desgarrador, volvía la
cabeza de un lado a otro diciendo "no", -por favor Don Pedro, -deténgase, -me
mata, -me parte, me mataaaaggghhh. Mi Carlos se puso de pie asustado por mi
reacción.
Pero al acercarse fue solo para meterme su parada verga en la boca y callar mis gritos metiéndomelo todo hasta ahogarme con su carne.
Don Pedro seguía arreculando, su peso cayó sobre mí, mis gritos brotaban como un animal en el matadero. Don Pedro y su potente garrote me bombeaban rápidamente. Con sus manazas, me hacía girar las caderas de manera que su miembro ensanchara más mi vagina.
-está muy estrecha todavía ahhh, qué puta ahhh está deliciosa ¡qué linda la siento!...
Yo gritaba y gritaba mientras el seguía penetrándome; solté el pene de mi marido mientras me volvía loca de placer y dolor lo comencé a besar en la boca y el cuello mientras le decía que lo amaba. Mi locura me extrañaba, sabía que era por ese miembro que me clavaba a la roca abriéndome de par en par.
Mis blancos pies eran besados ahora por José Carlos, cosa que me excitó más aún, y alcancé un nuevo orgasmo, el hombre seguía bombeando rabioso y sin pausa. Media hora de penetración y mi cuarto orgasmo llegó. Él aún no se venía, seguía en lo mismo, clavando su potente miembro en mi vagina abierta, que era un mar de fluidos. Sus bolas peludas rebotaban constantemente en mi ano cuando me dijo: -¿quieres mi leche puta?... ¡¡contéstame!!!... ¡¡dime que eres una puta y quieres mi leche!!.
Y así lo hice, le dije: -Don Pedro, déle su leche a esta puta que lo ama.
Justo en ese momento, se vació dentro de mí en interminable descarga. Sentí su semen inundándome y saliendo por las paredes de mi vagina aún firmemente clavada. Me convulsioné por la tremenda venida, más aún, sacó su miembro de mi y lo exprimió sobre vientre y senos. Al tiempo que José Carlos terminaba bañándome también de semen por el rostro y cuello.
Don Pedro se incorporó y yo me di la vuelta exhausta tirándome de panza sobre la roca dispuesta a dormir envuelta en aquel éxtasis. Vi su miembro triunfante aún erecto goteando esperma, y un poco de sangre; mi mirada se nublaba, me tomó por las caderas y de golpe mi vagina fue atacada otra vez por su increíblemente dura estaca.
Unos segundos pasaron para que nuevos orgasmos, nuevas sensaciones me llegaran; era suya, era su puta y se lo decía: me tenía empalada como a una perra. Mi ano fue perforado por su grueso pulgar, mientras me seguía bombeando incansable. Bufando me dijo: -te voy a dejar un recuerdito putita. Me mordió la espalda varias veces; el dolor se mezcló con otro potente orgasmo que me hizo desmayar.
Entre los sueños del éxtasis y el dolor, escuchaba lejos su
voz charlando amistosamente con mi marido, yo seguía ahí, boca abajo mientras de
mi vagina escurrían sin cesar borbotones de semen de mi iniciador. Dormí al fin.
Desperté al anochecer; Carlos platicaba con él y yo estaba increíblemente
relajada. Había sido penetrada por un potente miembro y mi cuerpo lo soportó;
brotó mi verdadero yo al ser poseída por aquel desconocido.
Pasamos la noche en casa de Don Pedro; dormí con él en su cama y fui la más fiel puta tomándome su leche y besándole los pies, además me premió penetrándome el ano
Mi marido sólo nos observó. Don Pedro, bastante borracho, cada vez tardaba más en venirse. Mi marido estaba dormido y mi amo Don Pedro me hablaba al oído y me confesó que mi suegro le había hablado de mí y le dijo lo riquísima que era. -Deberías dejar que te meta la verga mi compadre, pinche puta. - después de todo tiene derecho de cogerse a su nuera, ¿verdad que lo harás? Y le dije: -Sí, Don Pedro. Dejaré que mi suegro me meta la verga como a una puta
En mi éxtasis y cansada le decía: -ya mi amor, ya no puedo y él me contestaba: -las putas como tú siempre quieren verga. -Yo sabía lo que eras al momento de verte; nunca me equivoco. -tú eres una puta, la más hermosa que he poseído y siempre lo serás: Brendita
Esa fue mi iniciación:
Apartada en el campo; entregué mi cuerpo a un desconocido que
me dio mucho placer y era apenas el comienzo. Carlos me tenía preparadas más
sorpresas con más miembros honorarios.
Amados lectores:
Agradezco esta aportación de mi amada Brendita.
Amor espero tu segundo relato para ofrecerte a nuestros lectores,
Tuya siempre
Rommy.