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Todo un sueño

en Zoofilia

Dormía de lo mas profundo...sentía mi camita mas mullida que lo normal y aunque tenía un sueño delicioso. Escuchaba murmullos y ruidos que a lo lejos distraían mi descanso. Un toqueteo rítmico atrajo mi atención, me levanté ágilmente de mi camita para encontrar la razón de aquellos sonidos desconocidos pero familiares a la vez.

En la oscuridad mis ojos veían perfectamente… -extraño-… como si alguna lámpara con luz extraña me permitiera escudriñar el rincón que me apeteciera. De repente… un bicho enorme, una cucaracha que trepaba la pared brilló ante mi sorpresa, dí un salto espantada y terminé sobre un buró. Instintivamente estiré una mano para barrer aquel bicho y aplastarlo. Todo lo que vi fue una garra con largas y filosas uñas que partió al bicho justo por mitad. Aquel animalejo cayó al suelo pataleando en actos reflejos intentando escapar ya sin vida.

Miré en derredor, todo era enorme, era mi habitación sin duda. Veía mi cama, en ella un par de cuerpos abrazados que dormían calidamente acompasados en una misma respiración. Las paredes habían crecido cinco o siete metros a lo alto y también el piso. Estaba sentada sobre el buró y este me acomodaba sin problema alguno. Miré el tocador y al siguiente momento estaba sobre el. Mi reflejo casi me tira al piso. ..Una gata.??? Yo era una gatita?, miré de nuevo, largos bigotes blancos y erizados, mi pelo negro como la noche, brillaba con ese intenso que tantas veces me causó envidia de mis amigas. Miré al piso y encontré mis cuatro patas, me vino una sensación de poder al balancear mi cola que me llevó a descubrir mi trasero. Me quería morir….

Algo, alguien; me había convertido en una gata.!!! Llevé la cabeza bajo el cuerpo para encontrarme cubierta de pelo blanco, el vientre en blanco pelo sedoso, de donde seis tetillas salían de mi cuerpo; entre mis piernas; -pelo y mas pelo-… no podía ver mi depilado pubis… era un desastre femenino!!!

Volví a buscarme nuevamente al espejo y … esa era yo. ¡una gata!, los gatunos no pueden reconocerse en el reflejo, pero sabía que aquel animalito era María!!!

Mi vista era clara a pesar de la oscuridad, teñido en tonalidades amarillas y anaranjadas, ello me permitía observar con todo detalle cualquier rincón. Caminé entre mi maquillaje sin preocuparme por tirarlo, Allí estaban mis perfumes favoritos casi de mi altura. Sus aromas confundidos eran separados hábilmente por mi cerebro gatuno, los polvos, el vilet, los barnices… a pesar de estar arrojadas en un rincón lejano, mis bragas despedían hasta mi fino olfato su propio aroma, al menos el aroma que recordaba como mío. Sorprendida me lancé sobre la alfombra, caí con gracia y seguridad, instintivamente mis uñas se clavaron a ella, dándome el soporte necesario para no resbalar. Giré sobre mi alcanzado mi cola para morderla, sentí unos colmillos largos y afilados lastimándome a mi misma. La solté de inmediato y una lengua larga y seca peinó nuevamente los negros y suaves pelos.

Tragué una bola de pelos de agradable sabor sin esfuerzo alguno.

De qué mas sería capaz?

Corrí por la habitación dando vueltas sin agitarme siquiera, pegué enormes saltos sobre los cojines, trepé sin dificultad alguna por las cortinas sujetándome hábilmente con mis garras. Desde allí salté a la cama y dando saltitos juguetones vencía la gravedad sin dificultad alguna; hasta que un manotazo me lanzó panza arriba sobre el piso nuevamente. Afortunadamente caí de pie sin daño alguno.

Qué está pasando?, quién soy?, qué hago convertida en gata?. Imaginan la cantidad de preguntas que venían a mi, en fracciones de segundos?

Unas fauces enormes me sujetaron por el cuello inmovilizándome de inmediato. Mis brazos y patas (patas?) cayeron inertes a mis costados. Giré la cabeza muerta de miedo. Un perro enorme me tenía entre sus largos y peligrosos caninos. Nada podía hacer, aquel terrible Labrador, justo había clavado sus colmillos en el nervio tensor de mi columna vertebral. Incapacitándome de todo movimiento, cerré los ojos esperando despertar en sus entrañas, -si es que despertaba, -pensé.

A su torpe paso, mi cuerpo se balanceaba como sin vida. No tenía control de mis miembros inferiores, un sueño poco a poco venía apoderándose de mi… es el camino a la muerte, -pensé-, estoy atrapada en las fauces de este enemigo natural, casi podía sentir los ríos de sangre recorriendo mi cuerpo llevándose mis siete vidas en gruesos goterones que seguro marcarían mi camino al infinito. Deseaba más que nada abrir los ojos pero esa mordedura seguía presionando mi nervio espinal y minuto a minuto perdía el conocimiento en un sueño cada vez mas profundo.

Los aromas cambiaron, me llegó el horrendo y maloliente hedor de una covacha perruna. Sería devorada en su propia casa, imaginé mi cuerpo desmembrarse lentamente.

Con el recuerdo de aquellos objetos que habían crecido inimaginariamente, vi un hocico que duplicaba mi tamaño arrancarme las entrañas, sacudirme para desgarrar mi cuerpecito y me quedé quieta, paciente a una muerte lenta y dolorosa.

Un tibio lengüetazo me atrajo de aquella tragedia.

-qué te pasa Mimí?, - porqué tiemblas?, El labrador me miraba con sus ojotes abiertos en sorpresa.

-que estás a punto de devorarme, no te parece suficiente para morirse de miedo?, - le pregunté.

-no negaré que eres una gatita apetitosa, pero no superas el rico sabor de mis croquetas. – contestó al tiempo que me daba un nuevo, baboso y largo lengüetazo. Este me tiró de lado quedando patas arriba. Y vino uno más y otro y otro más.

-déjame Argos, no estoy para juegos, además estoy recién bañadita y me estás embarrando de babas. – le dije erizando el lomo y zarpeándolo amenazadora.

Aquel perrazo retrocedió sumiso hasta poner su cabezota entre las patas y esperar que me tranquilizara para continuar la conversación.

-vaya, parece que anocheciste de mal humor, acaso no resulto tan buen gato el Mefisto ese?. –me preguntó con mirada morbosa.

Una rica humedad corrió entre mis piernas al recuerdo de los retozones por la noche anterior.

-fue bueno, fue bueno. –contesté mojándome intensamente con los recuerdos. –ahora déjame salir… necesito pensar.

-ja ja, las gatitas no piensan. –se burló de mi. –tú menos que nadie… una gata arrabalera, caliente y cojelona como ninguna en el barrio… jamás.!!! Acaso estás preparándote para navidad y deseas mejorar tu comportamiento?. –eres la mas puta de las gatas y ahora me vienes con que… ja, ja. –siguió riendo a mandíbula batiente.

-que se callen ya.!!!, con un carajo.!!! Hay gente intentando dormir.!!!. –un grito humano cortó la conversación y desde lo alto vino a rozarnos una pantufla. Era el amo que nos pedía silencio. Y el estúpido Argos se arreculó en su covacha aplastándome entre su grueso cuerpo y las paredes. Instintivamente le tiré un zarpazo que lo hizo aullar por lo callado.

-bruta.! Pero que me haces?,-guauuuuu, se quejo nuevamente.

-es que me aplastas animal.!!!- le dije abriéndome paso saltando por su lomo.

-vuelve a tirarme las garras y tendrás que lamerme el pito hasta que dejen de arderme tus rasguños.- me amenazó.

Lo hice de nuevo y de nuevo otro mas.

-guauuuuu, guauu, detente estúpida, mira lo que haces.!!!

Por entre su vientre peludo venía asomándose un vergajo de rojo intenso y viscosos fluidos que me atraían con ese fuerte olor a sexo perruno. Me le tiré al vientre y patas arriba me sujeté a su piel encarnándole profundamente las garras. Sosteniendo mi peso con las garras le coloqué la vulva para rozarme con aquel pene picudo y jugoso. Arreculé un poco el cuerpo intentando penetrarme con aquella barra de carne. Logrando algo de dilatación pero lastimándome un poco.

No me podía penetrar. Mi cuerpo no era hecho para perrunos. Podrían penetrarme los anzuelados penes felinos, pero jamás aquel colgajo que ya medía sus buenos diez centímetros; casi la tercera parte de mi cuerpo.

Un poco de fuerza en mis garras y el pene le salió más. Otro retroceso de mi cuerpo y un nuevo dolor impidió mis deseos.

-te quieres morir esta noche, verdad? –preguntó Argos empujándome con el hocico llevándome sobre su pene. Quieres que te abra las carnes a vergazos?... eso quieres?

-si, si… -contesté, mirándole justamente a las pupilas intentando dilatarme para ser penetrada.

-eres la mas puta de las putas, como me gustaría fueses una perra y no una diminuta gatíca calenturienta. –Argos se tiraba de espaldas para mostrarme aquel miembro que bien duplicaba el grosor de mis patas. Penetrada por aquello?: Sueño imposible que jamás viviría…

Me le tiré sobre el vientre y lamí la punta.

Guauuu, uauu, auu…-Argos se quejó con justa razón. No piensas que tu lengua tiene lancetas que lastiman mi delicada piel?, -estúpida mil veces.!!! Ya sabes que tienes que hacerlo con suavidad.

Escondí las garras y con mis patitas unidas tomé aquel tronco pajeándole con placer. Le cosquilleaba la piel con mis largos bigotes, con cuidado lamía ricas gotas de liquido pre-seminal. La perfección de mi olfato mejoraba la penetración de aquel olor a perro depravado que rompía toda barrera y limitante interracial. Gata-perro, perro-gata. Nuestra Madre Naturaleza debería haber pensado que el sexo es sexo, aún entre animales.

Mis lamidas eran animadas por la esponjosa suavidad de mis patitas, estas se venían embarrando de los líquidos de Argos lo que nos proporcionaba de placer indescriptible. ¡Mira que ser una gata con tantas cualidades olfativas y de gusto!… me estaba llevando a cientos de pequeños pero intensos orgasmos. Alguna vez fui María, pero bendito sea el monje hechicero que me convirtió en felina, ahora podré hacer de todas mis fantasías una verdadera realidad.

-deja de distraerte "porquería de gata", estas perdiendo la concentración y no te dejaré ir hasta que te lleves tu rico "baño" de lechita perruna. –me gruñó Argos con justa razón.

Sus patotas me empujaron sobre la mole de carne y poco faltó para romperme las quijadas, al tiempo que una buena parte de su verga se incrustó mas allá de mi garganta. ¡sorpresa!, no me dan arcadas. Metí de nuevo su miembro en mi garganta y nada de ascos… ¡no lo puedo creer!.

Abrí lo mas que pude el hocico y tragué una buena parte de su caliente y chorreante ser vivo en mi interior.

-eso es amor, eso es… uauuu, auu, asi, asi. -el puto de Argos adivinó mis placeres y se incrustó engrosándome peligrosamente la garganta. Pero nada molestaba, no había reflejos guturales, ese pene no tenía glande, era un pico suculento que chorreaba placer y sabor. Lo llevé casi al estómago. Mi cuerpo se convirtió en una vagina animal que podía engullirlo todo!!!

Mi recompensa fue mayúscula; imaginen una lengua que es casi la mitad de su cuerpo, lamiéndoles la vagina. Levantándoles el cuerpo a cada lamida. Mojándoles la entrepierna sin mesura alguna.

Su lengua me llevaba para incrustarme aquel enorme miembro, sin reflujo alguno, podía respirar sin suspender la mamada, pasaban jugos y jugos a mi interior y al mismo tiempo mi vagina, culo y piernas eran recompuestos por una lengua enorme, babosa y caliente que saciaba toda necesidad por ser mamada.

Mi cuerpo entero se contraía apretando inconscientemente la verga invasora y el culo y vagina se apretaban con tal fuerza que me hacía doler el vientre, dolor delicioso que me hacía cerrar los ojos y maullar con desesperación y mas placer a cada acometida.

El instinto me hizo quitarme de ahí, justo en el momento en que venían chorros enormes de leche caliente y deliciosa, como pude me tiré a su paso para recibirlo todo. Me bañó la cara, el vientre, algunos chorros saltaban al vacío sin poderlos atrapar. Argos se estaba viniendo copiosamente.

-guauuu, guauu, auuu.- cómela putísima Mimí. No desperdicies nada. –el perrazo se contraía y balanceaba víctima de sus eyaculaciones.

Lamía los pelos que cubrían sus huevos, mi lengua como peine atraía sus pelos en ella y yo tragaba sin dificultad semen aquel conjunto sexual. Lamidas aquí, lamidas allá… con placer mis orificios bombeaban, se dilataban y contraían con fuerza haciéndome girar la cabeza a mil.

Terminé echada sobre su costado, bañada como siempre lo quise en sueños. Chorreante de leche que por las proporciones de nuestros cuerpos y la diferencia de géneros me cubrían en exceso.

Pocos minutos después, terminé por bañarme y limpiar goloza cada gota de mi cuerpo. Argos se lamía y me pasaba la lengua de vez en vez.

-déjame!, quita tu babosa lengua de mi, ahora saldré a buscar un pene que de verdad me dé y llene. Dejarás tu olor en mi y no se acercarán los gatitos por tu culpa.

De un salto ágil me alejé de mi amante, pronto estuve sobre la ventana, ronronee en son de despedida, me pasee coqueta sobre el rellano y salté a la calle.

Iría en busca de las aventuras nocturnas dignas de mi género y mis ganas