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Nunca más sola

en Zoofilia

Siempre pensé que me pasaría la vida sola y que nunca tendría a nadie con la que compartirla. Es una sensación muy extraña el sentirse poco unida a la gente y que esta te mire como un bicho raro.

Nunca tuve mucha suerte con los hombres siempre me dejaron por otras y me fueron infieles mientras estuvimos juntos.

Es por ello que mi madre me recomendó que me comprase a Kichy para que me hiciese compañía.

La verdad es que desde que tengo a este encantador perro de mirada adormilada y gran porte me siento una persona nueva. Pensarán que estoy loca, que un perro nunca puede suplantar a una persona pero es tanto el afecto y cariño que me brinda siempre sin esperar nada a cambio que lo prefiero a él que a muchas personas.

No sé muy bien como llegué a ese grado de intimidad para mantener relaciones sexuales con mi perro, siempre he pensado que eran guarrerías pero una vez lo disfrutas es como una droga, una gran adicción, no puedes dejarlo.

Ya he comentado que mi perro es bastante grande, un delicioso San Bernardo de mirada bobalicona y bonachona. Me gustan los perros grandes, tal vez debido a que yo sea una chica un poco más alta de lo normal y un perro tipo chiguagua me quedaría un poco ridículo.

El caso es que es muy mimoso y le gusta mucho lamerme los dedos de los pies con su larga lengua rugosa. Al principio me lo tomé como un juego y muestra de cariño pero poco a poco lo fui disfrutando más y más, me daban escalofríos de placer cuando me chupaba los dedos de los pies. ¡ Era tan erótico!.

Una vez estaba comiendo una tostada con mermelada y se me cayó un poco al suelo, enseguida vino Kichy y se puso a lamerla, no sé qué fue lo que me impulsó a hacerlo tal vez el que llevaba mucho tiempo sin "guerra" como suelo decir, el caso es que me lleve a mi perro al cuarto del baño, me senté en la taza y me unté la mermelada por mi sexo. Insté a Kichy a que me lo lamiera, se acercó lentamente y empezó a olisquearlo, acto seguido empezó a darme lametadas despacito, saboreándolo, me humedecí en el acto, mi sexo se puso hinchado de placer mientras Kichy seguía y seguía lamiendo. Nadie jamás me lo había comido de aquella manera y con aquél énfasis, era incansable, no se quejaba y no paraba.

Me corrí como nunca en mi vida me había corrido con un cunilingus . A partir de ese momento casi a diario probaba a untarme en mi sexo cualquier cosa que Kichy pudiera lamer, ya era adicta a sus lametones.

¿De ahí a cómo pasé a que mi perro me ensartara con su miembro?. Muy fácil. Un día estaba en el sofá viendo una película de esas aburridas que ponen para que te eches la siesta el fin de semana. Como no tenía ningún plan, obviamente no tenía ni amigos ni pareja ni nada, estaba sola como la una, me decidí a pasar una velada interesante con Kichy.

Le subí a mi dormitorio, me desnudé delante de él, me quité el sujetador, los vaqueros, la camiseta y mi tanguita. Kichy me miraba sentado en la alfombra con su larga lengua rosa fuera jadeando. Con sólo verle así ya me puse a cien.

Me empecé a untar chocolate por mi sexo, Kichy se me acercó y como otras tantas veces me lo lamió incansablemente, me corrí inmediatamente, mi perro era un profesional en el sexo oral, había que reconocerlo.

Me senté en el suelo frente a el y empecé a darle caricias, le acaricié el lomo, la panza y me detuve en su miembro, comencé a darle palmaditas, a masajearlo, le hice que me lamiese los pechos y cuando me quise dar cuenta una cosa rosa asomó. Me quedé mirándolo extasiada, lo había visto en más perros pero no le daba importancia pero ahí delante mía, mi perro tumbado boca arriba con las patas abiertas me lo estaba pidiendo a gritos. Era tanto el placer que me había dado que yo no podía ser menos para con él y empecé a darle pequeños lametones en su miembro. ¿Cómo lo describiría? No es como lamer un pene de un hombre, este es algo más viscoso, no tiene tantas venas, ni pelos, se desliza rápidamente por tu boca, un delicioso caramelo.

Cuando noté que mi perro jadeaba más rápido dejé de lamérsela no quería que se corriera de esa manera. Me incorporé un momento para camibar de posición y mi perro se abalanzó sobre mi pierna y empezó a restregar su verga contra mi muslo. Entonces lo vi todo claro.

Me dirigí al armario y rebusqué en el cajón hasta sacar unos calcetines bastante gorditos, me acerqué a mi perro y le puse en las pezuñas delanteras los calcetines.

(Hago un pequeño paréntesis para aquellas que van a probar por primera vez lo de montárselo con su can, si es bastante grande como el mío os aconsejo que le pongáis calcetines o unos trapos enrollados en las patas delanteras para evitar los arañazos que ocasiona).

Me puse a cuatro patas delante de mi perro y le planté mi sexo en su cara, el animal empezó a lamerlo pero yo no quería sólo eso, necesitaba que me la metiera tan caliente como estaba.

Entonces Kichy leyéndome la mente se puso a dos patas encima de mí y su miembro empezó a buscar un lugar donde meterla. Aguantando el peso encima mía con una mano logré alcanzar entre mis piernas su sexo y le guié hasta el mío. Un placer indescriptible me recorrió entera, ¡mi perro era una máquina de follar! No paraba, no se cansaba de follar, me enganchaba en mi interior y me taladraba con su sexo, sin darme cuartel, sin darme descanso, me corrí. Mi perro continuó hasta que una gran tromba de semen me inundó y cayó a la alfombra manchándola. Jadeante y sudorosa me acuerdo que pensé que ese había sido el mejor polvo que había echado en mi vida.

Obviamente hoy por hoy he tenido un montón de experiencias nuevas con mi perro, mi Kichy, mi amor. Nada como el mejor amigo del hombre para tenerlo como amante. Sin duda recomiendo esta experiencia porque chicas no quedaréis insatisfechas.

Siempre pensé que iba a estar sola en la vida, pero ahora sé que nunca más lo estaré.