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La orden

en No Consentido

Lisa, joven rubia de 30 años, soltera y feliz de tener a su cargo un club nocturno de moda en la ciudad. Hace poco inserto 300cc de silicona en cada seno y no deja de ser la principal atracción cada noche, entre los clientes y por supuesto sus empleados, la mayoría maltratados por su inescrupuloso ego, que ella oculta mintiéndose a si misma de que es la única forma de sobrevivir en ese mundo.

De ropas diminutas o semi transparentes que dejen ver su cuerpo esculpido, perfecto para humillar a aquellos que pretendan seducirla. Después de las doce en su oficina cuadra las cuentas mientras toma algún trago o absorbe alguna línea de estimulante en polvo. La ayuda con su figura, según ella.

La noche había transcurrida tranquila como una mas, en donde ella se mostraría altiva y disfrutaría de la noche, sin embargo en dos o tres oportunidades el mismo hombre había tratado de invitarla a bailar o un simple trago, a la cual ella desvió sus intenciones con insultos decorosos y casi obscenos.

Lisa había entrado a su oficina, la cual ella consideraba su fortaleza y tras cerrar la puerta se puso cómoda. Se lanzó sobre al sofá de cuero negro de tres puestos y bajo el cierre de sus botas también de cuero, para aliviar sus pies. Luego metió sus manos bajo la blusa de lycra y se quito el sostén que ya le apretaba. Aprovecho para acariciar un poco sus senos, que a veces eran torturados por el frió del local haciendo que se le hincharon los pezones mas de lo debido. Estiro la mano y apuro la copa de brandy con licor de café dejándose descansar en el sofá.

La noche se le hacia larga, cuando sintió la puerta abrirse. Increíblemente era el hombre que había rechazado ya en tres oportunidades. Este entro con toda la calma del mundo y cerro la puerta con seguro. Llevaba un pequeño bolso. Para sorpresa de Lisa, que apenas acababa de polvearse la nariz.

- Que haces aquí, sabes que no puedes entrar, SAL YA!! O llamare a Seguridad.

El hombre la miraba como si admirara una pintura o mejor dicho una presa.

Lisa se angustio, ya no parecía el hombre borracho impertinente que deseaba lucirse al conquistarla, sus ademanes eran diferentes. Se levanto del sofá y tientas se fue moviendo hacia el escritorio.

- Espera!, ordeno el hombre levantando la mano.

En su dedo anular se mostraba un singular anillo con una piedra vino tino muy bien conocida por ella. Lisa quedo helada viendo el anillo. Los recuerdos comenzaron a golpearla en la cabeza, el alcohol en su cuerpo se había disipado al instante y ahora solo quedaba el miedo. Había venido por ella, y la habían encontrado.

- Bonito nuevo nombre, Lisa, no? Dijo el hombre a modo burlón.

- Como me encon...

- Crees realmente que puedes perderte de nosotros, realmente crees que hay salida...

Ella trago amargo, sabía lo que venía o al menos lo intuía. Pensó en revelarse una vez más pero también sabía las consecuencias, y esta vez había cometido una falta grave para La Orden.

- Me vas a castigar verdad?

Ella solo la miro una vez más antes de ponerse la máscara de látex negro, ya había colocado ciertos instrumentos sobre la mesita y en un solo gesto de su mano le indico que se acercara.

Lisa se acerco a él y cuando este fue a bofetearla, ella entendió que debía arrodillarse a tiempo. El hombre esbozo una sonrisa que no se vio tras la máscara. Tenía una cuchilla en la mano y con ella de un solo movimiento rasgo la blusa de Lisa dejándola desnuda. Ella no podía hacer nada, lo sabía. Pero eso no evito que sus lágrimas comenzaran a salir.

- Por favor.... no lo hagas...

El hombre la hizo levantar y la coloco de frente a la pared para que le diera la espalda. La misma cuchilla rasgo la falda y luego el delgado hilo dejando su cuerpo a merced del aire acondicionado. Este ya erizaba su piel y brotaba sus pezones. El hombre sujeto las muñecas de la chica con unas esposas tras su espalda.

Ahora Lisa sollozaba pidiendo perdón justo antes de que una mordaza de goma tapara su boca. Nuevamente de rodillas el hombre sujeto un par de clip de sus pezones que rápidamente se hincharon de sangre. El hombre la levanto y la apoyo boca abajo en la mesita colocando algo bajo sus rodillas y levantándole el culo. Vino una nalgada, luego otra, y así pasaron algunos minutos, hasta que las lagrimas brotaban entre gemidos tratando de asimilar el escozor de sus nalgas.

El tomo hielo de una cubeta y comenzó a enfriar sus nalgas pasándolo lentamente pero luego de algunos giros abría sus nalgas con una mano y el hielo terminaba dentro de sus entrañas luego de pasar por su ano hacia adentro empujando por un dedo. Era increíble como su cuerpo no ofrecía resistencia, ya acostumbrado a vejaciones, penetraciones y sodomizaciones anteriores.

Al cabo de un buen rato y media cubeta de hielo, Lisa moría por expulsar el líquido derretido dentro de si. Sin embargo ya no lloraba, ahora sentía algo agradable. El dolor de los pezones se había convertido en una débil puntada y estos entumecidos habían comenzado su suave tortura. El mismo dedo que había introducido los hielos ahora se ocupaba de dilatarla mientras ella apretaba su esfínter para no expulsar nada. Eso hubiese sido un error.

Otro dedo comenzó a acariciar su clítoris lo cual realmente comenzó a calentarla. Esto siempre le había producido, repugnancia, el hecho de verse sometida en las más absurdas situaciones y aun así su cuerpo lograba excitarse. Era tarde, su vagina ya estaba húmeda y ahora los dedos del hombre entraban suavemente en ella y en su culo.

Lisa trataba de gritar o al menos gemir, pero solo la saliva lograba escapar por los bordes de la mordaza, ahora un pene era lo que entraba en su vagina y comenzaba a bombearla, lentamente, deliciosamente lento. Ella sentía relajarse su cuerpo justo a tiempo de evitar la expulsión de sus entrañas para volver a contraer y tensar sus músculos. Exactamente lo que el quería.

Así estuvo largos minutos. Lisa al borde del paroxismo, y el penetrándola lento muy lento, adentro y afuera en un solo ritmo mecánico, una palmada fuerte en una de sus nalgas y nuevamente el bombeo. Ella comenzó a temblar fruto de un próximo orgasmo, pero el se detuvo. Ella tambaleo en busca del alivio del orgasmo que nuevamente sería reprimido por el que yacía sin moverse detrás de ella. Nuevamente el lento bombeo.

Ya cansada comienza a sentir como algo grande se comienza a colar por su ano entrando lentamente al igual que el lento bombeo de su amo, ahora es doble la penetración pero esto no detiene la salida del agua dentro de ella. A cada embestida aumenta la excitación y el alivio al sentir como se vacían las entrañas hasta que finalmente logra expulsar un grito ahogado al mismo momento que un corrientazo lastima su clítoris, su vagina es llenada de semen de y algo le llena los intestino semejante a una eyaculación.

El hombre se levanta y deja caer el cuerpo semi-inconciente de Lisa que desliza por la mesa hasta llegar al suelo, con la mirada ida aun exhausta y en éxtasis por el orgasmo. Por su ano sale sin detenerse una mezcla de agua con los restos de su digestión.

El hombre se aparta y se limpia, volviéndose a vestir y mirándola con rareza, se acerca y comprueba sus signos vitales. Esta casi dormida, en un extraño sopor. Le retira los clip y las esposas. Se agacha y coloca en su muñeca un delgado y hermoso brazalete de oro con la inscripción "cochina". Para quitarlo tendría que romperlo, pero eso ella ya lo sabía. No era su primer brazalete.

Lo ultimo que recuerda Lisa es la puerta entre abierta y el hombre saliendo...

(continuara...)

Lynn