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Esther 1

en Zoofilia

Canela y blanco, Thor dormía junto a la puerta de la terraza mientras yo trabajaba en una estantería para macetas que me había pedido hace semanas Esther.

Esther es mi mujer, llevamos casados diez años.

Thor es nuestro perro, un animal de gran alzada, cruce de Mastín y Dios sabe qué, muy noble y, a sus casi cuatro años todavía muy juguetón, como si fuera un cachorro.

Siempre he vivido rodeado de perros, el mío, el de mis primos, los de mis abuelos...

A los doce años descubrí la masturbación pero no me sucedió como a los demás niños, en mi caso fue Laika quien me inició, una hembra de tekel de unos seis kilos de peso fue la que con su lengua consiguió provocarme mi primera eyaculación que lamió golosamente y a la que se aficionó enseguida; A partir de aquella calurosa tarde de Agosto Laika recibió su diaria ración de semen a cambio de proporcionarme el placer que ninguna boca humana ha sido capaz de igualar.

A Laika le sucedió un huskie que jamás aceptó chupar mi polla, aquello me convenció de que en adelante debería tener siempre alguna hembra entre mis mascotas.

Cuando murió atropellado, elegí de nuevo una hembra de tekel, como mi iniciadora, también se daba las mismas buenas artes a la hora de arrancarme los mejores orgasmos.

Un perro más tarde, apareció Esther en mi vida, nos enamoramos como dos críos, aun seguimos así aunque no lo tuvimos fácil para congeniar en un punto: Esther sentía una profunda aversión por los perros, en realidad por cualquier cosa que se moviera, tuviera pelo y no fuera humana, en sus odios incluye algunas formas humanas de vida, pero esa es otra historia.

Se acostumbró y acabó tolerando con mucho esfuerzo a mi perra Kira, poco a poco conseguí que apreciara el lado emocional de los animales, yo creo que es como con los chinos, todos parecen iguales hasta que los conoces, aunque supongo que eso mismo dirán los chinos de nosotros.

Esther acabó entendiendo las expresiones de tristeza y alegría de Kira, sus engaños, sus juegos.

Un día la vi leyendo en el porche del jardín de nuestra casa con Kira a un lado lamiéndole una mano que Esther mantenía colgando para que la alcanzara, ese día supe que mi esposa se había convertido, había vencido su irracional repugnancia, ya era amiga de Kira.

Desde que inicié mis relaciones con Laika siendo aún un crío supe que debía mantenerlo oculto, intuí que cualquier descuido por mi parte me pondría en una situación muy complicada. Esther no fue una excepción y durante seis años ignoró que su marido tenía una amante en casa, temía que me considerase un pervertido y se fuera al traste la mejor relación de mi vida.

Hace cuatro años, una mañana de Agosto, en plenas vacaciones, le llevé el desayuno a la cama, estábamos ambos desnudos por el calor sofocante del verano y porque además nos gusta estar así, un alto seto nos protege de las miradas indiscretas y nos permite estar descuidados en pelota picada.

Me senté en el borde de la cama a desayunar a su lado, jamás me ha gustado comer en la cama, cada lugar tiene su función y en la cama solo como… otras cosas.

Poco después escuché los pasos tranquilos de Kira entrando en la habitación buscando un trocito de tostada, se acercó a mí y comenzó a lamer mi polla que colgaba fláccida entre mis piernas, supongo que la costumbre me hizo ser descuidado y no hice ningún gesto para apartarla. De pronto observé a Esther paralizada, con los ojos abiertos como platos.

  • "¡¡¡Te está chupando la polla!!!" – casi gritaba.

  • "Ah sí…" – dije descuidadamente, entonces reaccioné ante la posibilidad de ser descubierto – "¡déjame, anda vete!" – pero Kira, acostumbrada a lamerme la polla al menos un par de veces por semana, se resistió y no hizo intención de abandonar tal manjar.

  • "¿Pero no vas a hacer nada?" – exclamó entre sorprendida e indignada.

Comprendí que estaba a punto de delatarme y empujé a mi pobre perra hacia la puerta gritándole. Con toda su parsimonia salió de la habitación con aire de estar ofendida.

  • "Ya te puedes lavar bien ¡qué asco! ¡a mí no te acerques!" – dijo con evidente gesto de repugnancia.

Salí hacia el cuarto de baño y me duché evitando más preguntas.

Esther pareció olvidar pronto el incidente y yo procuré extremar las precauciones.

Unos días más tarde, Esther tomaba el sol en una hamaca cerca de la piscina mientras yo recogía del agua algunos insectos que por la noche habían perecido ahogados, Kira pululaba por el jardín persiguiendo gorriones y vigilando al gato de los vecinos; en uno de sus paseos se cruzó con la hamaca donde Esther tomaba el sol en pelotas, se detuvo a la altura de sus pies y comenzó a lamer la planta de su pie derecho, Esther pegó un salto.

  • "¡Qué cosquillas me hace, vete!"

Kira seguía lamiendo con fruición, su lengua se colaba entre los dedos de Esther y ésta parecía estar sometida a una tortura con electricidad pues cada vez que la rápida lengua se metía entre sus dedos pegaba pequeños botes en la hamaca.

  • "Dile que se esté quieta" – Si, si, pero yo no veía que retirase el pie.

Kira, siguió con el otro pie y luego avanzó por el tobillo y ahí debió descubrir el sabor salado del sudor que corría por su cuerpo al sol porque sus lametones se hicieron mucho más intensos y rápidos. Esther seguía protestando y riendo, decía no poder aguantarlo pero la vi dejar el libro en el césped. Con los ojos cerrados, siguió tomando el sol, de vez en cuando pequeños espasmos producidos por las cosquillas sacudían su cuerpo, clavaba las nalgas y los hombros y curvaba la espalda.

En ese momento imaginé a Kira sobre la tumbona, entre las piernas de Esther lamiendo su coño hasta el orgasmo.

Si dijera que me sentí mal por ese pensamiento mentiría, sabía bien las maravillas que su lengua hacia en mi polla y en mi ano, ¿Por qué privar a mi esposa de semejante placer?

Aquel día lo dediqué a tejer un plan para conseguir ver a Esther corriéndose con la lengua de Kira.

Decidí volver a ser "descuidado" y dejar que Kira me lamiera delante de Esther; el mejor lugar, el mismo que la vez anterior, un desayuno en la cama sería el momento adecuado.

Pero al día siguiente Kira parecía estar desganada; Sentado al lado de Esther me impacientaba al ver que Kira no venía, me levanté con la excusa de traer más zumo de naranja y al pasar por su cesta donde dormitaba en la cocina me arrodillé poniéndole delante su objeto de deseo: mi polla. Descubrí el glande y Kira reaccionó inmediatamente a la invitación, cuando llevaba cinco o seis maravillosos lametones me levanté y volví al dormitorio seguido de Kira.

Esther estaba sentada en la cama con la almohada doblada en su espalda, me senté a su lado y comencé a beber el zumo, enseguida noté la agradable sensación de su lengua lamiendo mi polla que comenzó a engordar. Siempre me ha sorprendido la facilidad que han tenido mis perras para descapullar, al poco de comenzar a lamerme ya tenía medio glande fuera.

Esther miraba por la ventana recordándome la pintura del porche; cuando se volvió a beber café vio a Kira sentada en el suelo con la cabeza levantada dedicada a mi polla medio erecta, como si fuera el anuncio de la Deustche Gramophon pero en versión porno.

  • "¿Pero ya está otra vez?, ¿es que no te das cuenta?" – exclamó con aire de fastidio.

  • "Joder, si, que cosquillas" – dije aventurándome.

  • "¡No me digas que la estás dejando a posta!" – parecía escandalizada pero menos que la primera vez

  • "Que va, pero… vaya gustito"

  • "¡Vas a coger cualquier infección a mi no te arrimes!"

La amenaza de no "arrimarme" a mi mujer surtió el efecto deseado, aparté a Kira y me lavé en el lavabo del baño del dormitorio mientras le decía

  • "No te preocupes, la saliva de los perros es un desinfectante natural, además la tenemos a tope de vacunas"

  • "Quita, quita, yo no me meto eso en la boca en un año"

Entré en pánico, ¡Qué iba a hacer yo sin la segunda mejor lengua de la casa!

  • "¡Boba! No te preocupes que no pasa nada si por eso fuera le habría contagiado algo a mi sobrina que la deja que le lama en la cara"

  • "Pues a mí eso me parece una guarrada"

  • "Ya, pero bien que disfrutaste ayer cuando te lamia los dedos de los pies"

  • "Es diferente"

No veía fácil mi proyecto, tuvieron que pasar cinco días antes de que me atreviera a lanzar una nueva ofensiva, esta vez imprevista.

Eran las cuatro de la tarde, tras una barbacoa en el jardín nos habíamos echado una siesta en la cama y al despertar, una cosa nos llevó a la otra y acabamos follando como dos salvajes.

Estaba sobre ella, bombeando con fuerza y a punto de arrancarle el segundo orgasmo, cuando oí a Kira entrar, enseguida vi la situación propicia, Esther estaba muerta, deslavazada en la cama aguantando mis arremetidas y a punto de estallar, su mano izquierda colgaba de la cama, si la telepatía existiera este podría ser un ejemplo; Kira pareció adivinar mis pensamientos o simplemente la atrajo el olor a semen que impregnaba su mano, se acercó y comenzó a lamerle los dedos, Esther abrió los ojos y retiró la mano pero al poco la volvió a dejar caer y Kira que no se había apartado volvió a saborear el manjar en sus dedos

  • "¡Déjame!" – protestó débilmente

  • "Déjala, te hará cosquillas mientras te corres"

No dijo nada, su mano quedó a merced de Kira, Esther movía la mano facilitándole el acceso a sus dedos, cuando Kira alcanzó la parte interior de su muñeca creí que se correría antes de lo previsto.

Kira lamió todo su brazo hasta el codo antes de que nos corriéramos, esa tarde se ganó a Esther.

Al final de septiembre Kira fue atropellada por un camión de reparto y murió en el veterinario. Fue un duro golpe para mí. Aquel día me sorprendió cuánto había cambiado Esther; sentada a mi lado lloraba sinceramente por nuestra querida compañera que, más allá del placer que nos daba, formaba parte de nuestra familia como una más.

En Marzo, superado el golpe que supuso la muerte de Kira, me planteé la entrada de un nuevo perro en casa, pero esta vez tenía mis planes, elegí un cachorro que apenas tenía un mes, una bolita de pelo preciosa que enseguida se ganó el instinto maternal de Esther; En el veterinario pude comprobar la gran alzada de los padres y supe que sería un perro robusto y grande, como convenía a mis planes.

Tres meses más tarde llegó a casa "Pizca", una hembra tekel como Kira y que pensaba educar en los placeres del sexo oral ya que no esperaba grandes favores de Thor, el pequeño cachorro

Pronto comencé a entrenar a Thor para que nos lamiera las manos y los pies a Esther y a mí, le premiaba cuando nos lamía y de esa manera conseguí reforzar su conducta, algo que con el tiempo se volvería muy útil. Cuando cumplió tres años comencé a darle a oler las bragas usadas de Esther, pronto me di cuenta de que Thor se mostraba especialmente interesado en oler las bragas unos días antes de la menstruación, me propuse investigar si había otros aromas que le excitaban, así fue como comprobé que las bragas que hubiera usado Esther antes de hacer el amor le excitaban más de lo normal, estaba claro que el olor de una hembra "en celo" tiene unos componentes universales. El resultado de mi entrenamiento fue que Thor buscaba cualquier ocasión para arrimar su nariz al pubis de mi esposa, conducta que al principio generó protestas por parte de ella pero a la que se acabó resignando, las protestas desaparecieron y terminaba siempre por separarle con una mano, Thor entendía que no debía seguir y no se mostraba demasiado insistente, alguna vez intentó meter su hocico por debajo de su falda y Esther se limitó a apartarle sin darle más importancia. ¡Cómo cambian las personas! Pensaba yo, si esto hubiera sucedido un par de años antes hubiera puesto el grito en el cielo.

El verano siguiente fue decisivo para mis planes, Thor se había convertido en un robusto animal lleno de energía; una tarde mientras leíamos en el jardín, observé como Thor se lamía la hinchada verga que sobresalía totalmente de su funda, era la ocasión para comprobar la reacción de Esther.

  • "¿Has visto? El pobrecillo está salido"

Mi mujer levantó la vista del libro y se quedó mirando la escena unos segundos, a mi me pareció que mas de los necesarios, por fin contestó.

  • "¡Joder, cómo está!"

  • "Está claro que necesita un desahogo"

  • "¿No estarás pensando en cruzarle?, no quiero más perros en casa"

  • "Yo tampoco pero el pobre está más salido que…"

  • "A mí me lo vas a decir, ayer si me descuido se me sube encima… tuve que echarlo al jardín"

El corazón me dio un vuelco, ¿cuándo había sucedido, cómo? Por la forma de contarlo pensé que a Esther no le había resultado tan asqueroso como yo suponía.

  • "¿Sí? No me digas que te quiso montar"

  • "Algo así, me tuve que levantar de la hamaca porque no me dejaba en paz" – me estaba excitando por momentos, me incorporé y le pregunté

  • "¿Qué te hizo?"

  • "¡Nada! ¿Qué te has pensado?" – entonces vio mi erección – "¿es posible? ¡te estás poniendo cachondo pensando en…! ¡guarro!"

Thor pareció adivinar por nuestras miradas que hablábamos de él y se acercó moviendo la cola con alegría, dejó que acariciara su cabezota y luego se dirigió hacia Esther buscando un mimo, ella le acarició mientras fingía regañarle.

  • "¿Verdad que si Thor, verdad que quisiste subirte encima de mí?" – su tono no denotaba enfado ni malestar, continuaba acariciándole mientras el perro lamia su pierna y avanzaba por su muslo.

  • "Te ve como la hembra de la manada" – Esther me miró

  • "¿Tú crees? ¿Y tú quién eres, el macho jefe?"

Yo seguí el avance de los lametones que recorrían su muslo por la parte exterior, Esther mantenía las piernas cruzadas sobre la tumbona y pronto Thor comenzó a lamer ambas piernas, yo no perdía detalle de los avances de Thor y también de la tolerancia de Esther.

  • "¿Qué miras?" – me había centrado tanto en lo que veía que no me di cuenta de que Esther me observaba entre divertida y sorprendida.

  • "Parece que te gusta" – le dije sonriendo, sentía que me había pillado observándola y que podía leer mis pensamientos en base a la expresión de mi cara.

  • "Al que parece que le gusta es a ti, pervertido" – bromeaba, eso me tranquilizó

  • "Es morboso"

  • "¿El qué, ver cómo me lame las piernas?"

  • "Si, y también ver lo que quiere lamer"

  • "Pues se va a quedar con las ganas" – dijo apartando con la mano la cabezota de Thor y levantándose de la tumbona.

Esther dobló la cintura para recoger el libro del suelo y en ese momento Thor metió su hocico entre sus nalgas abiertas y lanzó su musculosa lengua que se perdió entre sus muslos lanzando un par de rápidos lengüetazos, Esther pegó un brinco y se volvió hacia el perro, iba a decir algo pero no pudo articular palabra. Paralizada en medio del jardín estaba preciosa , desnuda y con el rubor enrojeciendo sus mejillas su rostro expresaba sorpresa, incredulidad y vergüenza, pero también mucho placer.

Reconocí la misma expresión que pone cuando mis caricias la tienen cachonda perdida, vi aparecer en su cara la incertidumbre de no saber qué hacer ni cómo reaccionar, sus ojos me miraban, volvían al perro y regresaban a mirarme.

Fue cuestión de unos pocos segundos pero fueron tan intensos que me parecieron eternos.

  • "Voy a lavarme" – dijo con voz apagada, me miró de nuevo y supe que sus ojos habían captado la erección que me había brotado en un instante.

Esther tardó en volver a la terraza, tiempo que dediqué a decidir cuál sería la mejor manera de afrontar este tema sin provocar su rechazo, sabía que se debía sentir violenta pero también había visto que no era inmune al placer que aquella inmensa lengua le había proporcionado.

La vi venir desde el fondo del salón, se había puesto una braga de bikini, se volvió a tumbar en la hamaca y fingió leer.

El viernes siguiente nos acostamos temprano, teníamos la intención de ir a Segovia con unos amigos, nos pusimos a leer como de costumbre pero al cabo de un rato los libros cayeron al suelo y nos enredamos entre caricias y besos, tras perderme un buen rato en sus pechos comencé a bajar por su estómago hasta que llegué a su coño, Esther me recibió abriendo las piernas y cobijándome entre ellas, con la boca ya ocupada en encontrar su clítoris comencé a tararear la melodía de la canción de Raimundo Amador: "Ay que gustito pa mis orejas, tan calentitas entre tus piernas…" Esther comenzó a reír pero un toque certero de mi lengua interrumpió su risa y la obligó a curvar su espalda, como si la hubiese alcanzado un rayo.

En ese instante tuve una inspiración, era el momento adecuado; tras preparar el terreno con mi lengua dejé que mis dedos siguieran haciendo el trabajo y así pude comenzar a hablar con ella.

  • "En fin, mi lengua no da el mismo rendimiento que la de Thor, ya lo sé, pero haré lo que pueda"

  • "¡Idiota!" – se sentía violenta recordando lo sucedido.

  • "Dirás que no te acertó de lleno" – mis dedos seguían deslizándose por su erguido clítoris, aprovechando su humedad para deslizarse suavemente.

Se quedó callada un momento. Yo pensé que quizás estaba censurando sus pensamientos.

  • "¡Joder, si, parecía una anguila!" – dijo al fin.

  • "¿Y cuándo has tenido tu una anguila en el coño?"

  • "No seas tonto, sabes lo que quiero decir"

  • "Si, lo sé muy bien, esa fuerza, esa velocidad… son incansables"

Esther se incorporó ligeramente sobre los codos y me miro, yo seguí frotando su clítoris.

  • "Lo sabes bien eh? guarro ¿cuántas veces te dejas chupar la polla por Pizca? – estaba resultando, Esther quería seguir hablando de aquello, estaba excitada, pero debía ser cauto.

  • "Dos o tres"

  • "¿dos o tres veces al mes?"

  • "A la semana" – Esther me miró con expresión de asombro

  • "¡Nooo me lo puedo creer!"

Seguí mirando su coño mientras lo acariciaba y dejé que una sonrisa maliciosa cruzara mi rostro, luego la miré.

  • "¿Y por qué no? A ella le encanta y a mí también"

  • "¿Tan buena es?" – Esther cambiaba de rumbo con cada frase, a veces parecía escandalizada y otras mostraba una morbosa expresión en su cara, me limité a afirmar con la cabeza.

  • "Mejor que yo?" – la miré asombrado ¡estaba celosa!

  • "No me digas que vas a tener celos de un perro" – se revolvió azorada.

  • "No digas tonterías" – volvió a tumbarse para disfrutar del trabajo de mis dedos en su coño.

  • "Entonces yo tendría que estar mucho más celoso, la lengua de Thor es, con diferencia, mucho más potente e incansable que la mía"

  • "Parecía tener vida propia" – dijo

  • "Si, como una anguila ¿no?"

  • "¡Bobo!"

Durante unos minutos se hizo el silencio tan solo interrumpido por el suave jadeo de Esther

  • "¿Sabes una cosa? Me gustó ver cómo te lamía el coño"

  • "Ya me di cuenta, se te puso la polla como una roca" – dijo riendo, decidí arriesgar.

  • "Me gustaría volver a verlo" – Esther levantó la cabeza.

  • "¿Estás tonto? ¡ni lo sueñes!" – su voz no me convencía, había algo en su actitud que desmentía lo que expresaba con palabras.

  • "Y además, estoy seguro de que a ti también te gustaría repetir"

Esther se sentó en la cama mirándome con la boca y los ojos muy abiertos, durante unos interminables segundos me preparé para la mayor bronca de nuestra vida, luego Esther comenzó a negar con la cabeza sin ser capaz de articular una palabra, me volvió a mirar, una risa nerviosa escapó de su garganta.

  • "¡No!… o sea… ¡pero bueno, es que!…"

Las mejillas arreboladas terminaron de delatarla, contuve la risa que pugnaba por salir y la convertí en una amplia sonrisa.

  • "Tranquila cielo, no pasa nada, es lógico que te gustara…"

Esther seguía negando con la cabeza pero no conseguía producir una sola frase coherente.

  • "¡No!, ¿tú te crees…? ¡vamos, que barbaridad!" – me arrodillé en la cama y me acerqué a ella, bajé el tono de voz hasta convertirla en un susurro.

  • "Nunca, jamás has probado algo igual" – se quedó quieta, mirándome – "es lo más fuerte que jamás sentirás, si es que puedes soportarlo"

La hice tumbar y la follé como un loco, la follé como si me fuera la vida en ello, como si estuviese violándola, sin esperar ni buscar su placer, la usé para desahogar la intensa excitación que había acumulado desde que vi el hocico de Thor entre sus nalgas. Esther me miraba, casi asustada, mientras todo su cuerpo era zarandeado sin misericordia por mis potentes golpes de cintura; me corrí gritando, aullando, golpeando contra su pubis sin piedad.

No hicimos ningún comentario sobre lo sucedido pero yo sabía que Esther había quedado conmocionada.

Dos semanas más tarde, en la mañana del domingo remoloneábamos en la cama esperando que fuera el otro quien se levantara a por el zumo de naranja.

  • "¿Qué sientes?" – no tenía ni idea de lo que hablaba.

  • "Si, qué es lo que sientes cuando pizca te la chupa? – no esperaba en aquel momento que Esther estuviera pensando en eso y me costó reaccionar, al fin contesté.

  • "Es… sexo en estado puro, no hay nada racional, ni pasional, no hay amor, ni cariño… solo sexo animal, es… la experiencia más fuerte, más primitiva, mas…"

  • "¿Cómo has podido ocultarme eso durante todos estos años?" – me asusté, si aquella frase era la antesala de una bronca estaba convencido que sería la mayor bronca que jamás hubiéramos tenido.

  • "¿Crees que lo hubieras entendido?"

  • "Tampoco lo entiendo ahora, no te vayas a creer"

  • "Lo sé, pero sabes cómo soy, me conoces bien, ¿Crees que soy un degenerado? ¿un enfermo?" – Esther negó con la cabeza – "… si te hubiera contado esto al comienzo de conocernos, cariño, ahora no estaríamos casados" – Esther seguía pensando y yo me alarmaba por momentos

  • "No sé, es como si de pronto no te conociese" – me miró a los ojos – "¿Qué más cosas hay que yo no sepa?"

Aquello se me iba de las manos, estábamos a punto de pasar al terreno de los reproches y podía descontrolarse, exageré una expresión de seriedad.

  • "Cielo, tengo que confesarte una cosa" – me miró asustada – "Tengo una aventura con una gorila del zoo, tenemos dos pequeños gorilitas y le estoy pagando un pisito en un árbol de la Casa de Campo"

La broma, por inesperada, hizo el efecto que yo buscaba, Esther rió con ganas, había logrado romper la tensión. Tras la descarga se quedó callada, pensativa, y luego comenzó a exponer sus temores y sus dudas, me preguntó por posibles infecciones, por enfermedades… sacó todos sus prejuicios y sus miedos, sobre todo el asco, un inmenso asco que contrastaba con el morbo que veía en sus ojos.

  • "Cielo, ¿me has visto alguna vez granitos o pus…" – puso un gesto de asco – "… alguna vez he tenido una infección, me has visto rascarme compulsivamente la bragueta?" – negó con la cabeza sonriendo y entonces fue cuando, para derrotar todas sus reticencias, mentí.

  • "Además, tu tampoco has enfermado nunca y te aseguro que hemos hecho muchas veces el amor después de que me dieran una buena lamida"

Esther me miró asustada, luego sus ojos se volvieron inocentes, casi infantiles.

  • "¿Es cierto, hemos hecho el amor después de que...?" – no terminó la frase y yo afirmé; Era falso, siempre me he lavado inmediatamente después de una comida de polla pero en aquel momento pensé que aquel era el mejor argumento para convencerla.

Esther seguía interesada, intentaba dominar su curiosidad pero no podía.

  • "¿Y qué haces mientras ella te la chupa?"

  • "¿Quieres verlo?" – Dudó, quería negarse, creía que debía negarse pero era evidente que el morbo la hacía desear verlo, cuando vi que no contestaba me levanté.

  • "Voy a por ella" – no dijo nada, desde la puerta de la habitación volví a mirarla para darle una nueva oportunidad de negarse pero se mantuvo el silencio.

Salí al pasillo con el corazón latiendo a mil por hora, al entrar en el salón busqué a Pizca, estaba en su cesta dormitando, levantó la cabeza al verme pero no se movió, di dos golpes en mi muslo para animarla a venir pero estaba vaga y no intención de levantarse, por fin me acerqué a ella y me agaché, tenía que darle un anticipo, le acaricié la cabeza y luego descapullé mi polla; como siempre, aquella fue una señal irresistible, se incorporó y vino a mi moviendo el rabo, comenzó a lamerme el glande y cuando llevaba cuatro o cinco lametones me levanté y ella me siguió a la alcoba.

Estaba nervioso, no sabía cómo iba a reaccionar Esther, aun así deseaba hacerlo, deseaba que me viera disfrutar de mi perra; me tumbé en la cama y Pizca no tardó nada en subirse de un salto y situarse entre mis piernas, comenzó a lamer con fruición mi polla que iba recuperando gradualmente su potencia, colocó sus patas anteriores alrededor de la base sujetándola como si fuera uno de esos bastoncillos de galleta que tanto le gustan y siguió lamiendo, poco a poco consiguió que la piel se retirara hacia atrás hasta descubrir el glande, miré a Esther de reojo, no apartaba la vista de la escena, estaba absorta, con los ojos muy abiertos, no parecía molesta, no mostraba signos de apuro o de asco, tan solo observaba con curiosidad, unas veces miraba a la perra otras volvía los ojos y buscaba mis emociones en mi rostro.

El efecto de aquella rápida e incansable lengua no se hizo esperar, pronto me sentí sacudido por inevitables espasmos, tenía la polla como una roca y la sujetaba recta con mi mano para que Pizca, que se había incorporado, pudiese alcanzarla sin problemas, pronto comenzó a ampliar el radio de acción de su lengua y trabajó concienzudamente mis testículos, cuando comenzó a lamer mis ingles abrí las piernas para dejarle mejor acceso,

  • "Así… eso es… buena chica…" – le iba diciendo mientras acariciaba su cabeza, quería darle a la escena toda la naturalidad que tenía para mí, disimuladamente no quitaba ojo de Esther, su presencia a mi lado aumentaba la excitación que me provocaba mi pequeña amante peluda.

Bajó el hocico y supe lo que quería, me tumbe y elevé el culo, inmediatamente sentí su poderosa lengua en mi ano, - "¡Joder!" – exclamé sin poder evitarlo.

Así seguimos durante unos cinco minutos, Pizca es incasable y podría seguir horas lamiéndome pero yo ya estaba al borde del orgasmo y lo aceleré masturbándome suavemente sin estorbarla; comencé a gemir y un potente chorro acabó aterrizando en mi estómago, dirigí los disparos a la misma zona sujetando a Pizca para que no se abalanzara golosa antes de haber acabado, no era la primera vez que la ponía perdida de semen.

Descansé viendo como Esther estaba concentrada mirando a Pizca limpiarme el vientre y la polla hasta dejarla sin rastro de semen, luego descansó entre mis piernas, con la cabeza apoyada en mi pubis lanzando esporádicos lametones.

Mi mujer seguía sentada a mi lado en silencio, sin dejar de mirar la escena.

  • "Bueno, ¿qué te ha parecido? – me aventuré, ella no contestó, me miró a los ojos pero no debía encontrar las palabras, por fin rompió el silencio.

  • "¿Es… tan fuerte? – parecía aturdida, yo resoplé antes de contestar

  • "Es tremendo, no se cansa nunca, podríamos haber seguido media hora más, además su lengua no es como la nuestra, es rugosa y eso hace que…" – la vi afirmar con la cabeza, era cierto, ya había probado el tacto de la lengua de Thor, recogí su afirmación – "… es verdad, olvidaba que ya lo probaste"

  • "Apenas me enteré, fue más la sorpresa, el susto…" – creí percibir algo de decepción en su voz.

  • "Pues eso que te perdiste, de todas formas imagino que sentiste la fuerza que tiene en la lengua"

  • "Si, que rápida…" – su mirada me preparó para algo nuevo, algo diferente – "dime una cosa, ¿es mejor que hacer el amor con una mujer?" - no dijo ‘conmigo’, prefirió generalizar para facilitarme una respuesta sincera; no hacía falta, no tenía nada que ocultar, siempre he preferido unos labios de mujer a un hocico de perro.

  • "En absoluto, es diferente, tiene sus momentos, pero no sustituye a tus labios, me gusta tu forma de chupármela"

Nos quedamos en silencio unos segundos, Pizca seguía tumbada entre mis piernas con su hocico pegado a mi ingle, a veces lanzaba un breve lametón y luego seguía quieta, Esther parecía pensativa.

  • "¿Te gustaría probarlo?" – mi apuesta era arriesgada, ella no se movió, pensé que iba a ignorar mi pregunta.

  • "Me da miedo, además, se que no está bien, es una… desviación, es aberrante"

  • "¿Te parezco un degenerado?"

  • "No, no lo sé… bueno no, ya sé que tu no… ¡estoy hecha un lío! Esto me supera" – dijo levantándose de la cama; huía de allí, intentaba evitar tomar una decisión.

La dejé ir y por un momento pensé en quitar a Pizca, pero eso hubiera sido casi como reconocer que aquello estaba mal y yo pretendía todo lo contrario, darle carácter de normalidad a lo que para mí era normal.

Esther volvió unos minutos después, tras lavarse. En ese momento Pizca había recuperado las ganas y me lamía la punta de la polla sin moverse de su cómoda postura, la miré temiendo un arranque de moral que censurase mi conducta pero solo vi de nuevo en ella el morbo retenido, la lucha interior entre sus prejuicios y su deseo.

  • "¡Vaya, parece que es cierto, es incansable!" – dijo tratando de ocultar su excitación en un tono jocoso.

Aparté a Pizca que se resistió a abandonar su golosina, ahora quería a Esther, deseaba hacerle el amor.

  • "Ven aquí" – le dije, se tumbó a mi lado y nos abrazamos, tras unos besos interminables, cuando el deseo ya era urgente, me incorporé.

  • "Voy a lavarme" – Para mi sorpresa, me sujetó la mano, estaba cachonda perdida.

  • "¿Ya me has hecho el amor alguna vez después de dejarte chupar no? No me dejes ahora"