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Top less en la playa (9)

en Hetero: Infidelidad

Capítulo 9

Dejé los trastos de la playa en la terraza del apartamento y entré en el baño. Apenas terminé de orinar me masturbé compulsivamente hasta que me doblé sobre la taza mientras el orgasmo me sacudía. De nuevo estábamos allí, como si no hubiese pasado un año, nada había cambiado salvo mi ansiedad por volver a ver a Silvia sometida a Alex.

Me di una ducha rápida y salí al supermercado. Caminaba aturdido, ensimismado en mis pensamientos cuando…

-      ¡Coño! Pablo ¿No saludas a las amigas? ¿Tan vieja estoy?

Levanté la vista. Frente a mí, una pelirroja explosiva, alta, de cuerpo firme y bien torneado me miraba fijamente con cara de interrogación dando por hecho que yo tenía que saber quién era. Una leona intensamente atractiva, devoradora de hombres sin duda, enfundada en una ajustada camiseta que oprimía un imponente par de tetas y que amenazaba con estallar en cualquier momento. Sus piernas parecían no acabar nunca.

-      Perdona, me confundes con alguien – dije siguiendo mi camino.

-      ¡Pablo, soy Tony, la Tony! ¿no te acuerdas? ¡del instituto!

No podía ser, ¿aquella hembra era Tony?

Pero no. No era el momento adecuado para dedicarme a recordar viejos tiempos. Dentro de media hora llegarían a casa Alex y Silvia, y yo debía tener preparada la paella. Barajé la posibilidad de invitar a Tony pero se me cayó la cara de vergüenza de solo imaginar la escena.

-      Tony, si, ya me acuerdo, ¿qué tal? Me vas disculpar pero tengo mucha prisa, me alegro de haberte visto – le dije y, tras darnos un par de besos, salí dejándola con la palabra en la boca.

Había sido grosero, pensé,  me acababa de comportar como un  maleducado pero tenía tal sensación de urgencia que no fui capaz de plantearme otra opción.

Cuando regresé inicié los preparativos de la paella. A las tres y cuarto la comida estaba casi lista y la aguanté al fuego un poco más para que no se estropeara hasta que ellos llegasen, entremedias me había masturbado un par de veces más. A las cuatro menos veinte aparté la paellera del fuego. Media hora más tarde di por perdida la comida y me volví a masturbar imaginando lo que podrían estar haciendo.

Eran casi las seis cuando escuché voces en el descansillo, poco después sonó el timbre. Silvia lucía una camiseta blanca de tirantes muy ajustada que marcaba sus pechos con claridad y dejaba traslucir el color de sus pezones, el bikini que llevaba tampoco era el mismo y sus labios se dibujaban indecentemente. Un dibujo blanquecino en la tela marcaba el perímetro de la mancha ocasionada por la humedad que había brotado de su sexo  y que posiblemente  se había secado mientras venían de camino. Mi polla comenzó a resucitar.

-      ¡Coño Pablo, qué bien huele! Lástima que nos hayamos entretenido – dijo Alex al entrar.

Un “Lo siento” mudo en la boca de Silvia me llenó de alegría: pensaba en mí.

…..

-      Cuando te recuperes entra y cierra la puerta.

¡Qué cabrón! – pensó intentando levantarse del suelo, era como si estuviese ebria. Recogió la camiseta y al intentar caminar se sintió atada por la braga que anudaba sus tobillos y por poco perdió el equilibrio. Apoyada en la pared se la subió hasta donde pudo y entró en la casa.

Lo primero que llamó su atención fue el desorden. Platos sucios sobre la mesa baja cercana al sofá, una taza de café sobre el televisor, latas de cerveza arrugadas por el suelo, periódicos y revistas por todas partes…  Alex buscaba en la nevera hasta que encontró una lata de Mahou, la abrió y se la llevó a la boca, luego eructó y se volvió hacia ella haciéndole un gesto para que se acercase. Silvia dudó al ver que la ventana de la cocina estaba abierta de par en par pero reaccionó al ver el gesto de impaciencia de Alex. Bebió un trago de la lata que le ofrecía. Él la cogió por los hombros y recorrió su cuerpo con la mirada, luego deslizó sus manos por su espalda hasta alcanzar su culo, la atrajo hacia él y la besó.

-      Baja – le dijo con voz ronca por el deseo.

Silvia supo lo que quería. Se arrodilló ante él y le  bajó el bañador. Su verga saltó ante su rostro. Aspiró y el aroma a sexo llenó sus fosas nasales haciéndola perder la razón. Miró de reojo hacia la ventana. Desde los pisos superiores les podían ver perfectamente si se asomaban. Cogió la polla en su mano y la dirigió a su boca. La deseaba, si, deseaba esa verga, lo notó en su coño que se contrajo de gozo. Rodeó el glande con sus labios, lo acarició con la lengua y lo apretó contra el paladar.

-      ¡Siii, qué buena eres!

Los dedos de Alex se enredaron en su cabello y se sintió protegida. Se dejó guiar por esa mano que tomó el control y supo cuando profundizar y hasta donde para no provocarle arcadas. Silvia buscó sus testículos, los acarició con una mano mientras con la otra recorría sus nalgas.

Cuando presintió que estaba a punto de correrse se preparó para recibirlo en su garganta. Alex apretó la mano en su cráneo. No hacía falta, pensó Silvia, no pensaba desperdiciar ni una gota.

Escuchó los gemidos de Alex como si fuera un premio y cada palpitar de la polla en su garganta fue un deleite para ella.

Mientras le limpiaba el glande miró de nuevo a la ventana. Deseaba encontrarse a alguien mirándoles pero no tuvo suerte.

-      Vamos a la ducha zorrita, me pica la arena

El cuarto de baño mostraba la misma ruina que el resto de la casa. El alicatado se caía aquí y allá, la bañera estaba llena de desconchados y la grifería tenía un tono oscuro que denunciaba la falta de limpieza a fondo. Una ventana con el marco metálico pintado en blanco llena de churretes de óxido situada en la pared de la ducha inundaba de luz el baño y delataba la suciedad de las viejas cortinas de plástico decoradas con peces y estrellas de mar.

Alex descorrió las cortinas y una vez dentro, se dedicó a graduar los grifos hasta que consiguió la temperatura adecuada, luego abrió la ventana de par en par.

-      Vamos, métete, está estupenda.

Su voz potente se escuchó por todo el silencioso patio. Silvia entró en la bañera y se arrimó a la zona de los grifos para ocultarse de la ventana. Alex accionó el mando y el agua comenzó a salir por la ducha situada en la parte superior.

-      ¡Ven! –dijo moviéndola hacia atrás para que el agua les cayera encima. Ambos quedaron ante la ventana abierta. Alex, detrás de Silvia, le frotaba los pechos y el estómago mientras ella intentaba evitar que el agua le cegara.

Alex cogió el gel y comenzó a enjabonarla. Se escucharon risas en el patio.

-      ¿Por qué no vais a tocarle los cojones a vuestro padre? – gritó Alex,

Silvia vio a unos chavales asomados a la ventana del piso superior  que hicieron caso omiso de la amenaza de Alex.

-      Jodidos niños, se van a matar a pajas a tu costa – dijo Alex sin dejar de enjabonarla. Volvió a mirar hacia los críos y soltó una risotada.

-      ¿Qué, está buena? – gritó cogiéndole las tetas como si se las ofreciese.

Silvia llevó su mano a la empuñadura de la ventana con intención de cerrarla pero Alex lo evitó.

-      Déjalos que disfruten –  Le plantó un beso en la boca al tiempo que le hundía la mano entre sus muslos.

-      Vamos a enseñarles lo que es una hembra de verdad.

Su lengua se introdujo en su boca buscándola, sus dedos  recorrieron el camino entre sus labios hasta hundirse en su coño. Silvia gimió, con la espalda apoyada en el pecho de Alex, éste la giró para mostrarla por completo a la ventana lo que provocó los aplausos de los chicos.

-      Abre los ojos, vamos, abre los ojos.

Silvia les miró. Alex la estaba masturbando y aquellos chicos no podían creer lo que estaban viendo.

-      ¿Te gusta, verdad? Eres una zorra, echabas de menos esto, ¿a que si?

Si, lo echaba de menos. Todo el año lo había echado de menos y ahora estaba a punto de correrse, miraba a los chavales jadeando, con la mirada turbia por el placer que la dominaba.

-      Date la vuelta.

Silvia obedeció, apoyó las manos en la bañera como le indicaba Alex y sintió como éste la cogía por las caderas.

-      ¡Chicos, aprended! – dijo. Entonces sintió como la polla intentaba hacerse hueco en su culo e instintivamente separó las piernas, Alex frotó la verga por sus húmedos labios una y otra vez, empapándose en su flujo, luego se quedó quieto, Silvia sintió una presión y… ¡Dios, por fin, ya la tenía otra vez dentro! ¡Cuánto la había añorado! Su quejido se tuvo que escuchar por todo el patio pero no le importó.

Alex comenzó a bombear agarrado a sus caderas. Silvia miró a la ventana y les vio abortos en ella y se sintió orgullosa, importante, poderosa.

-      Joder, que apretadita estás, ya no me acordaba. ¿has follado poco este año eh?

Si, era cierto, había follado poco y nada parecido a esto. Mucho amor sí, pero nada tan salvaje, tan potente como esto.

Silvia no podía dejar de mirar a los chavales que se estaban masturbando mirándola. No podía dejar de gemir cada vez que aquella enorme verga se hundía en su estrecho coño. Si en algún momento se le pasó por la cabeza que algún otro vecino podía asomarse y denunciarles lo olvidó. El orgasmo fue tan violento que Alex la tuvo que sujetar para que no resbalase.

Diez minutos después descansaban acostados en la cama de matrimonio del único dormitorio del apartamento.

-      Te he echado de menos cabrona, me dejaste colgado.

-      Lo siento.

-      Mira que te pude joder bien jodida, eh? con los vídeos que hizo el tonto de tu marido te podía haber jodido la vida. Pero soy buena gente Silvita, no como tu.- Silvia se volvió hacia él refugiándose en su hombro y puso la mano en su pecho.

-      Perdóname, no sé lo que me pasó.

-      Te pasó que en el fondo no eres más que una mojigata, podrías ser una tía de bandera pero te acojonas a la primera de cambio, ese es tu problema.

Silvia bajó los ojos, se sentía avergonzada.

-      Y luego está el calzonazos de Pablo, otro que parece dispuesto a todo y que en cuanto te descuidas se achanta, joder, vaya mierda de tío!

Silvia notó que se estaba enfadando y se puso nerviosa. No podía soportar que todo se pudiera estropear ahora.

-      Lo siento, de verdad, no te enfades. – le suplicó.

-      Me jode que no seas capaz de librarte de tanta vergüenza y tanta tontería coño, y que no seas la tía cojonuda que podrías llegar a ser. ¡Joder Silvia!, si tú me dejases, yo podría convertirte…

-      ¡Si, si, claro que te dejo! – no estaba dispuesta a perderle otra vez.

-      ¡Qué va, eso dices pero enseguida te rajas! – la voz de Alex había tomado un tono como si la hubiera dado por perdida y eso la asustó.

-      ¡Qué no Alex, de verdad, haré lo que me pidas!

Silvia estaba ebria del erotismo que le provocaba Alex. Como una drogadicta que necesita su dosis, sentía que había recuperado la intensa excitación que por primera vez experimentó el año pasado, que había necesitado tanto durante todos aquellos meses  y ahora temía perder. Una especie de pánico le invadió ante el riesgo de que Alex desapareciera de su vida.

Se quedó mirándola como si la estuviese evaluando. Se sentó en la cama.

-      ¿Estás segura de lo que dices?

-      Si

-      ¿Segura? – Silvia se incorporó para mirarle de frente.

-      Alex, estoy segura, por ti hago lo que sea.

Alex se levantó, dio un par de vueltas por la habitación y encendió  un cigarrillo, parecía estar cavilando algo. Ella se quedó sentada en la cama mirándole, esperando un veredicto.

-      Silvia, esta vez no me falles, no me gusta que me dejen en ridículo.

-      Confía en mí, no te voy a volver a fallar.

Alex salió del dormitorio. Silvia le escuchó hacer una llamada.

-      Sebas… ¿sigue en pie lo de antes? Si?… ¿zanjamos pues la deuda con la chica? Si… lo vale, te lo aseguro… no es una tía cualquiera… no, Sebas no es una puta, es la chica del vídeo del año pasado… si esa, … porque se asustó pero ha vuelto… ¡joder, porque quiere más! … no, con el marido …   ¿de acuerdo entonces? … en mi casa… si, ahora… un polvo o dos o los que quieras… no, por atrás no… ¡porque no quiero que la destroces! Vale… claro, mamada también, si, joder! Venga pero vente ya que no tenemos toda la tarde.

A medida que Silvia escuchaba la conversación se fue encogiendo en la cama hasta acabar en postura fetal. La estaba vendiendo. Y encima los vídeos habían corrido entre sus amigos, esos vídeos en los que ella decía quién era, dónde vivía, esos vídeos en los que follaba con Alex, con aquel vecino gordo y sudoroso… ¡Qué vergüenza Dios, qué vergüenza!

No pudo seguir lamentándose, Alex entró en la habitación y se quedó mirándola. Silvia sintió su presencia y dirigió sus ojos hacia la puerta. Allí, bajo el dintel le vio desnudo. Sus ojos recorrieron sus pectorales, su estómago, sus ojos saltaron a sus bíceps, su vientre, su ancho cuello, sus labios, luego se dirigieron a su polla que estando en reposo se le antojó hermosa, potente, apetecible. Después se enamoró de sus caderas y de sus anchos muslos.

Su cuerpo se había ido estirando gradualmente, ahora estaba boca arriba, esperándole, deseándole, con las piernas dobladas mostrándole su sexo, ofreciéndose. Con el deseo escrito en la mirada.

-      Ahora no, putita, ahora tienes que trabajar y te vas a tener que esmerar, Sebas es muy exigente y el trabajito que le vas a hacer vale un pastón así que no me falles – su voz se volvió amenazadora y Silvia llegó a sentir miedo – No basta con que te abras de piernas, esta vez tienes que ser una auténtica profesional o la habremos cagado ¿lo has entendido? – Silvia movió la cabeza nerviosamente - ¿seguro?

-      Si Alex, ya lo verás. – Alex meneó la cabeza.

-      No sé, me parece que no ha sido una buena idea.

-      Alex, te lo juro, lo voy a hacer bien – dijo poniéndose de rodillas en la cama y sujetándole del brazo para detenerle. Él la miró.

-      Eso espero, me estoy jugando mucho fiándome de ti y no se aun por qué lo hago después de la espantada que diste.

-      No, no, ya lo verás.

-      Venga, ponte la camiseta y el tanga, y péinate un poco.

El sonido del timbre de la puerta sobresaltó a Silvia que se encontraba en el baño peinándose, un temblor recorrió su cuerpo y se miró por última vez al espejo antes de salir de baño. Le hubiera gustado tener sus pinturas.

Respiró hondo y caminó al salón.

-      Así que tú eres la famosa Silvia – dijo Sebas comiéndosela con los ojos.

-      Silvana – corrigió ella. Su voz sonó firme y segura, tanto que Alex la miró sorprendido. Silvia avanzó hacia el invitado mirándole a los ojos – Y tú debes ser Sebas ¿no es cierto?

De pronto todos los nervios y la inseguridad que un momento antes la consumían se transformaron en un aplomo y una serenidad que no pasaron desapercibidos para Alex que sonrió satisfecho. Silvia la líder, la proactiva, la mujer acostumbrada a dirigir,  tomaba el mando de la situación. Esta vez como Silvana.