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Eloísa

en Dominación

Los ruidos de la carretera comienzan a entrar en su mente, poco a poco se abren hueco en su sueño. No quiere despertar, se resiste a volver a la realidad cotidiana, a salir del refugio que le supone cada noche evadirse, desaparecer de la vida. Es como morir, se dice al apagar la lamparita de la litera del camión.

Pero no sucede, no muere y cada mañana regresa al mundo de los vivos, pegada a la tremenda erección de Paco que se aferra a su cuerpo en esa estrecha litera que comparten en la cabina del camión con el que recorren España y cuando el negocio funciona, Europa.

Lo peor dura veinte minutos, media hora a lo sumo. Es el terror cotidiano de no reconocerse. No se acostumbra a ese pánico diario al despertar sin saber quién es, tan solo su nombre: Eloísa, Eloísa, repetido una y otra vez sin que pueda saber nada más de ella, solo la historia que Paco le cuenta, una vida anterior al accidente que no consigue recordar por más que se esfuerza.

Todos los días igual. Cada mañana se despierta con el mismo vacío y el mismo pánico, Eloísa y nada más se refugia en los brazos de Paco y sólo consigue calmarla una cosa. Desciende bajo la sábana y se aferra a esa barra candente y dura que cada mañana amanece erguida como una roca, y comienza a lamerla despacio, hundiéndola profundamente en su boca. Es lo único que consigue serenar esa ansiedad que la consume, es la única medicina que le devuelve un atisbo de su identidad. Y su mente le repite su nombre, Eloísa. Intuye que está a punto de saber algo más de si misma, que un día encontrará la clave, por eso se esmera, chupa, lame, se traga la verga hasta lo más hondo de su garganta y cuando nota brotar la carga cálida y espesa, siente como un choque en su mente que no alcanza a comprender y se queda tranquila al menos hasta la noche.

…..

Un año antes Gonzalo y Marisa abandonaban el pub Placeres en la A-5 en compañía de Nacho y Nerea. Se habían conocido en las vacaciones, en el hotel de la playa y llevaban tonteando desde entonces; algunos roces en la piscina, algunos juegos… Gonzalo le había recordado a Marisa la fantasía que llevaban años usando para excitarse sobre intercambio de parejas y bastó una insinuación una tarde en que los cuatro estaban algo bebidos para que la idea cuajara.

Aquella noche probaron a ver el ambiente de Placeres como un juego y el morbo se disparó. Nacho besó a Marisa y Gonzalo se excitó más de lo que se imaginaba al verlo, Por su parte Marisa no dudó en dejarse acariciar.

Salieron del pub ya de madrugada, decididos a llegar hasta el final en el hotel. Cuando subieron al coche el cambio de parejas surgió de manera espontánea; Nacho conducía y Marisa vio como su marido se sentaba atrás con la mujer de Nacho, ella no quiso quedarse corta y se sentó delante con Nacho decidida a darle el espectáculo a su marido.

Cuando vio el morreo que se estaban dando, cuando vio como Nerea le desabrochaba la bragueta a su marido, ella le abrió el pantalón a Nacho sin dejar de mirar a su marido, se agachó y comenzó una mamada. Estaba ebria si no jamás se le habría ocurrido. Tino Casal cantaba Eloise a todo volumen en la radio. ¡Dios, nunca había hecho algo así en un deportivo a toda velocidad por una autopista. Nacho gemía, Gonzalo y Nerea cantaban a gritos con Tino Casal y ella mamaba como una posesa.

Y cuando sintió que se corría oyó un estruendo y todo se oscureció.

Paco se iba a meter el bocadillo de chorizo en la boca cuando vio como el deportivo se salía de la autovía  y se empotraba como una bala debajo de uno de los contenedores que había en el área de descanso. Se acercó con precaución, había humo, lo mismo salía ardiendo y eso era peligroso. ¡Joder, el coche casi había salido por el otro lado! Aquello era un desastre, el conductor sin cabeza, sin hombros, los pasajeros de atrás decapitados también, tan solo una mujer, el copiloto, parecía viva, aunque estaba empapada en sangre. Como pudo la sacó del auto.

Y se la llevó.