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Topless en la playa - La experiencia de Pablo (1)

en Hetero: Infidelidad

Si tuviera que definirme con un solo adjetivo y, si tuviera que ser sincero, no podría elegir otro que “calzonazos”.

No es que me agrade la palabra pero me temo que es una realidad.

Me crie entre hermanas que me mimaron y cuidaron como un muñeco y crecí ajeno a los juegos violentos de mis compañeros de colegio, ajeno a los tacos y palabras soeces, ajeno en fin al mundo real en el que se debe desenvolver un crio. Evitaba toda situación en la que pudiera sufrir algún daño y la violencia, tanto física como verbal, me asustaban.

Esto no me convirtió en marica, ni mucho menos. A los doce años comencé a masturbarme y no he parado hasta el día de hoy, sin embargo mi carácter carece de la fuerza y determinación necesaria para desenvolverme con éxito en un mundo cada vez más competitivo. Sigo evitando las discusiones y las confrontaciones, tanto en mi vida personal como en lo laboral.

Cuando conocí a Silvia supuse que sucedería lo de siempre: otro de mis amigos se quedaría con ella. Sin embargo una tarde nos pusimos a hablar de música y coincidimos en gustos, de ahí pasamos a hablar de literatura, de fotografía, de política… y la similitud de opiniones y gustos generó una cercanía entre nosotros que yo hubiera sido incapaz de provocar. He de reconocer que tengo labia, siempre he leído mucho y me considero una persona con muchos temas de conversación.

Desde el comienzo de nuestra relación Silvia asumió de una manera implícita las riendas de la pareja. Ella es mucho mas decidida que yo, tiene mas carácter y ahí donde yo no llego ella siempre me ha suplido, sin una queja, sin un reproche, sin menospreciarme. Si hay que protestar en un restaurante por un mal plato es Silvia quien se encarga, si hay que reclamar una factura incorrecta es ella quien consigue en una sola llamada lo que yo ya daba por perdido tras dejarme embaucar por los argumentos de la empresa.

De una manera u otra, todos nuestros amigos piensan que soy un calzonazos, entre otras cosas porque Silvia deja muy claro siempre quien manda, y no lo hace por humillarme, ni mucho menos, es su carácter, su forma de ser, me acepta como soy y bromea con su posición de liderazgo.

-       Quédate aquí a tomar el sol si quieres, cielo, pero yo me voy a dar un baño, que me estoy asando.

 No me gusta el sol en exceso, en realidad prefiero la montaña a la playa pero Silvia es una adicta al sol y eso hace que inevitablemente acabemos año tras año veraneando en la costa.

Además, me aburría allí sentado mientras ella se iba tostando vuelta y vuelta como un pollo. Me acerqué hasta la orilla y dejé que las olas murieran en mis pies. No se nadar y mis incursiones en el mar no pasan de la cintura.

Desde la orilla miré a Silvia, la blancura de su piel resaltaba en contraste con el broncerado de las personas que paseaban o tomaban el sol cerca de ellas. Tiene un cuerpo para mí perfecto, aunque siempre se está quejando del tamaño de sus pechos y por mucho que intento convencerla de que a mi me resultan preciosos no consigo que se sienta a gusto con su talla 85. Bien podría usar blusas sin sujetador con ese pedazo de cuerpo que tiene pero en ese sentido es bastante tradicional y no luce su figura como podría. Tan solo en casa cuando se pone el chándal puedo disfrutar de su perfecto culo e imaginarme cómo le quedarían unos vaqueros ajustados.

El calor del sol comenzó a hacerse notar en mi espalda y decidí darme un chapuzón, el mar estaba en calma y me aventuré hasta que el agua me cubrió hasta los hombros, eso si: agachado. 

Cuando me di cuenta de que ya no estaba tan agachado y que el mar me estaba arrastrando un poco hacia lo hondo caminé hacia la orilla lo suficiente como para quedar de pie y cubierto hasta medio pecho, mucho mas seguro. Fue entonces cuando observé a un hombre parado cerca de Silvia que se había incorporado un poco en la toalla y parecía hablar con él. Desde la distancia no logré reconocer a aquel hombre, ¿sería algún compañero de trabajo que también veraneaba allí?

Silvia se levantó y continuó hablando con él, había algo extraño, algo que no encajaba. La forma de gesticular y la distancia que se interponia entre ambos no era la de dos conocidos. Entonces cambié mi teoría y supuse que era alguien que buscaba una dirección.

Pero la conversación ya duraba más de lo que una simple consulta podía llevar. Entonces Silvia me miró mientras le decía algo y él se volvió y me observó. Hablaban de mi sin duda, ¿era el momento de acercarme y comprobar si había estado en lo cierto y era un conocido?

La charla me tenía intrigado, Silvia por dos veces pareció mirarse los pechos y me pareció que él se los había señalado. Seguro que era una tontería pero juraría…

Al ver que me ignoraban, abandoné  toda precaución, salí del agua y les observé desde la orilla. De nuevo sus miradas se dirigieron hacia sus pechos, se tocó el bikini y él siguió con los ojos sus gestos.

Silvia me miró de nuevo sin dejar de hablar con aquel tipo que se volvió en mi dirección y pareció decir algo sobre mi, el  se volvió a mirarme tambien pero ella no hizo ningún gesto para animarme a acercarme, al contrario, ambos volvieron a hablar sin prestarme atención. Yo hice como que no me había dado cuenta y me puse  a mirar hacia otro lado aunque por el rabillo del ojo seguía observando la escena.

Parecía que el hombre se despedía cuando Silvia, con un gesto nervioso, le dijo algo que le detuvo, posó sus ojos en mi fugazmente y…

Un escalofrío recorrió mi espalda cuando vi como Silvia llevaba sus brazos hacia atrás y dejaba colgando los laterales del sujetador, luego subió las manos a su nuca y se deshizo de la prenda dejando sus pechos desnudos ante aquel hombre que no dejaba de mirárselos.

Dije escalofrío, si, pero al mismo tiempo noté como me empalmaba irremediablemente. Ahí estaba mi mujer, de pie en medio de la playa rodeada de gente quitándose el sujetador y quedándose en top less por primera vez en su vida ¡Y mira que se lo había pedido veces!

Silvia me miró fugazmente y continuó hablando con él, cada vez era mas descarada la forma en que le miraba las tetas mientras seguían hablando. Mantenía el sujetador apretado en su puño mientras conversaba como aquel hombre como si estuviera acostumbrada a mostrar sus tetas. Algo que dijo él la hizo sonreír con esa coquetería tan suya al tiempo que negaba con la cabeza.

Ël se acercó mas y Silvia le escuchó en silencio, muy atenta a sus palabras, al final le respondió algo mientras asentía con la cabeza. Durante unos segundos que me parecieron eternos ambos se mantuvieron en silencio, él mirándola fijamente a los pechos y ella quieta callada, dejándose mirar. Algunos de los chicos que había alrededor en las tumbonas y que habían sido testigos de la escena la miraban también.

De pronto se acercó hasta casi rozar sus cuerpos y la besó en la cara, luego comenzó a caminar hacia el paseo marítimo.

No salía de mi asombro. Comencé a caminar por la arena hacia ella que permanecía de pie en medio de la playa sin moverse… ¡y con las tetas al aire!