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Anhelo

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ANHELO

Sus embates se intensificaron, penetrándome más profundamente, como si quisiera fusionar su pubis contra el mío. Jadeaba ligeramente. Su boca se acercó a mis labios y me besó con furia, lascivo, mientras sentía como su pecho se aplastaba contra el mío, adheridos por nuestro mutuo sudor. El calor que nuestros cuerpos generaban parecía convertir la pequeña habitación en un horno. Me imaginé inundando mi boca con un enorme batido lleno de cubitos de hielo. Su espalda se tensó, clavó las rodillas contra el colchón y sus manos sujetaron mis caderas. Bombeó con fuerza desesperada su eyaculación en mi interior, elevando el volumen de sus profundos gemidos.

Cuando acabó quedó tendido sobre mi cuerpo, agitado por la fuerte respiración que hinchaba sus pulmones. Después se levantó y se vistió en silencio, de espaldas a mí, evitando mirarme. Dejó el sobre en la mesita y salió murmurando una despedida. Me pregunto en qué momento me reconoció, cuándo cayó en la cuenta de que yo era su hija.