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Obsesión perturbadora (3)

en Dominación

Obsesión perturbadora ( 3 )

Soy Cindy, no sé si me recuerdan, y deseo continuar contando lo que me ocurrió tiempo después de haber publicado los relatos anteriores.

Recordaran que había tenido relaciones con un tipo, que me extorsionaba, ese negro cabrón, llamado José, me presionó, con contarle a mi esposo Javier, lo que había visto que yo hacía con mi perro, debiendo darle mi cuerpo para mantener su boca sellada. Por suerte tuvo un cambio de palabras con mi marido, decidiendo por fin echarlo, por un lado sentí un alivio, aunque a veces lo recordaba por la relación que habíamos tenido.

Mi relación con Khan, la continuaba, por supuesto sin llegárselo a contar a Javier, era algo qué me fascinaba. Mi vida continúo igual, aprovechando a tener relaciones con mi mascota, durante las ausencias por trabajo de mi esposo.

Una tarde, estaba por salir cuando sonó el timbre de casa, no esperaba a nadie y fui a atender la puerta. Al abrir, vi a un hombre, que no reconocí en el primer momento, bien vestido y un cuerpo apuesto, apenas me saludo, reconocí quien era, había adelgazado bastante, mejorando notablemente su porte. Si, era él, el muy cabrón, el tipo que me había usurpado. Quedé paralizada al reconocerlo, sin atinar a decir nada, después de unos segundos, le pregunté a que venía a mi casa, en un tono bastante agresivo.

Pues a saludarte y a dialogar un rato contigo, "Estás loco" le contesté, mientras intentaba cerrar la puerta, aunque su pie lo impidió. Le grité que llamaría a la policía si no se iba, aunque ni se inmuto ante esa amenaza. Para evitar que algún vecino curioso, fuese testigo de la discusión, opté por hacerlo pasar. "Estoy por salir, así que no tengo demasiado tiempo, que quieres?".

Sin demasiado preámbulo, me dice que quiere pasar la noche conmigo, que le parecía que para seguir callando, necesitaba una mayor compensación, por supuesto que reiterando la extorsión, con lo de mi perro, agregando de mencionar un lunar que está muy cerca de mis genitales. Sabía que lo del perro podría llegar a aceptar mi esposo, pero saber que estuve con él, directamente podría llegar a ser una tragedia. No sé que me pasaba por la cabeza en ese momento, por un lado lo odiaba y por otro recordaba lo que habíamos tenido. El maldito me había hecho disfrutar, quiera o no reconocerlo.

Por otra parte le dije, cuando terminaría con este hostigo, a lo que contestó que yo sería la que lo establecería. No entendí bien en ese momento, que quería decir con eso, pero al poco tiempo lo comprendí.

En conclusión quedamos que lo llamaría, en cuanto mi esposo se fuera de viaje.

Me quedé con rabia con lo sucedido, pensando mil cosas, desde matarlo, hasta dejar que se lo dijese a mí esposo, la pesadilla volvía a surgir nuevamente.

Después de unos días de reflexión, decidí entablar un encuentro, ya lo había hecho una vez, repetirlo parecía ser lo más acertado. Lo llamé un día para concretar la cita, quedamos para el día lunes a las 11 pm. Llegó el día, mi esposo se fue por la mañana, salí, y prácticamente estuve ausente hasta cerca de las 8 pm, que regresé, estaba mas que nerviosa, al punto de que cada vez que sonaba el teléfono o el timbre, saltaba como un resorte. Habían pasado más de veinte minutos de las once, y no había llegado, por un lado me sentía contenta que no aparecía, pero por otro no. Cuando oí el sonido del timbre, sin prisa fui a recibirlo, y con un corto "Hola", lo hice pasar.

Trató de iniciar una conversación, a lo que fui bastante tajante, diciéndole que fuésemos directamente al grano. Lo llevé a la habitación de huéspedes, me senté al borde de la cama, y comencé a sacarme los zapatos, y las medias lentamente. Cuando me giré para ver que hacía, ya se había quitado toda su ropa. Al verlo desnudo ante mis ojos, mi mirada se dirigió a su verga, estaba totalmente erguida, y la falta del vello, aparentaba ser mas grande. No me podía negar, que su sexualidad me atraía muchísimo, pero mi condición de estar timada, me obligaba a contener mis impulsos carnales.

Procedí como la primera vez, me volqué sobre la cama, quitándome la tanga, sin sacarme el resto de mis prendas, como demostrando poco interés. Sus grandes manos comenzaron a manosear mi cuerpo a través de mi ropa, llegando hasta mis senos, que sentía que se estaban activando. Me levantó la falda, dejándomela a la altura de la cintura, quedando mi sexo al descubierto, sus dedos buscaron mi raja, rozaban los labios de mi húmeda vagina. Me estremecí, de sobremanera al percibir el acercamiento de sus yemas. Mi cuerpo se conmovió al sentir ese contacto, mientras sus ojos parecían decirme "Veo que te gusta, puta".

Sus dedos continuaron explorando la zona, penetrándolos con cierta violencia, con los ojos cerrados disfrutaba ese contacto, que alteraba paulatinamente mi respiración, ya comenzando a estremecerme, por ese acoso prolongado e inquisidor.

"Estas suficientemente lubricada, para ser penetrada, cariño", fueron sus palabras en un momento. Era evidente que mi flujo delataba mi estado de exaltación, sin decir palabra separé mis piernas, como para dar mi consentimiento a su ofrecimiento.

Tomo con su mano, su rígida verga, para introducirla en mi intimidad, involuntariamente levante mi culo para permitir una mayor penetración. Y ahí penetró con fuerza, para iniciar un loco bombeo, chocando contra las paredes de mi interior, ese roce continuo me llevó a tener un violento orgasmo, y sin poder contenerme comencé a gemir, con desesperación. No pude dominar mi orgasmo, aferrándome a su cuerpo y acompañando su penetrante bombeo. Cada empellón parecía partirme, no duró demasiado tiempo, porque su eyaculación, no tardó en bañar mi interior llevándome a completar un nuevo orgasmo. Su cuerpo inerte, por el agitado acto, hizo que se desplomase sobre el mío, permaneciendo así durante varios minutos.

No sé que me sucedía en ese momento, una especie de culpa, por lo que había hecho, tampoco sabía cómo tratarlo, me había gustado la manera que me cogió, no podía negar eso, pero no deseaba compatibilizar con él. Opté por dejar las cosas que se desarrollaran por si solas. Permanecimos un buen rato tirados en la cama, callados, fumamos un cigarrillo, en el momento que traté de levantarme, me tomó de un abrazo e intentó besarme, me negué, me giró, volvió a levantar mi falda, y mandando mi blusa para arriba, desplazó mi sostén, mientras la punta de su miembro, intentaba encontrar mi abertura anal, le dije que por favor por ahí no, la vez anterior también lo había intentado. Respetó mi ruego, arremetiendo en mi vagina, su erecto instrumento, mientras sus manos se aferraban a mis senos. Consideraba que me estaba cogiendo con bronca, posiblemente por negarme a besarlo, pero me atraía ese tratamiento bestial, era similar a mi mascota, ese salvajismo feroz a la que somete a la hembra. Gemía ante la intensidad de cada envión, a lo que parecía estimularlo más y mas, por que se aferraba, con más fuerza a mis pobres tetas, hasta que llegó su eyaculación.

Me levante para ir al baño e higienizarme, al mirarme al espejo vi a mis pecho algo amoratado, "Espero que desaparezca antes que llegue mi esposo", me dije para mis adentros, me lavé y cambié de ropa, me puse una camisola larga y mi tanga, al regresar a la alcoba, se estaba vistiendo, no sé si me alegro o me puso desconforme, al ver que se estaba por ir. Debo haber puesto una cara extraña, porque me preguntó "Qué pasa, no quieres que me vaya? ", no le contesté, solo lo invité a tomar algo. Bebimos un par de copas, y tuvimos una conversación sin mayor importancia.

Solo me preguntó si había tenido relaciones con mi perro, en realidad me dijo: "Te ha gustado la verga de tu perro" no fue muy delicado con su vocabulario, pero creo que me delaté al sonrojarme, pues se sonrió como asentando que lo había realizado. "Me encantaría verlos en acción", me corrió como un sudor frío, al imaginarme viéndome con mi perro. No contesté nada, y apoyé el vaso en la mesa, cuando su mano no tardó en meterse bajo mi camisola, apretujando mis senos, me tendí sobre la cama aceptando su intensión, me levanto la prenda, descubriendo mis pechos, sus dedos apretaron mis pezones, que comenzaron a erizarse. Me dolía pero me agradaba, mientras oprimía uno su boca succionaba el otro, hasta morderlo intensamente, que parecía que me lo seccionaría con sus dientes.

Me quitó la prenda y arrancó mi tanga, para sentir ser penetrada por sus grandes dedos. Mi excitación no tardó en aparecer, entregándome sin condicionamientos. Sus dedos oprimían mi clítoris, con fuerza, mientras su índice avasallaba por mi ano, introduciéndose cada vez más profundo. Mientras su boca succionaba mis pezones rígidos por ese hostigado sometimiento.

Consideraba que me estaba convirtiendo en su cautiva, al descubrir cosas que nunca había experimentado, era como si le entregaba mi cuerpo para gozar, permitiéndole todo. En ese aturdimiento, a partir de ese instante, comencé a aceptarlo, y hasta empezar a asumir el papel de su cautiva, era un juguete sexual ante ese casi desconocido. En el momento de mayor excitación en que me encontraba, me giro y me hizo colocar boca abajo, no quería imaginar que deseaba hacerme, pero se lo consentía. La manera implacable y totalitaria que me trataba, hicieron que me fuese entregando a su juego desenfrenado, transformándose en el corruptor de mi cuerpo y de mi mente.

Me ató fuertemente de pies y manos, con mis prendas, a la cabecera de la cama, y antes de vendar mis ojos, se desnudo, viendo su verga erguida preparada para un nuevo encuentro, terminando colocando mi tanga como mordaza. Así, prácticamente imposibilitada, comenzó a abrir los cachetes de mis glúteos, para pasar su lengua por mis cavidades, una convulsión invadió mi cuerpo, nuevamente su dedo hurgo en mi, esa sensación me estremecía totalmente. Mis líquidos mezclados con su saliva habían lubricado copiosamente mis hendiduras, si bien no sabía que pasaría, me dejé llevar por la desenfrenada fogosidad que me embargaba.

El roce de su dedo en mi recto, me sacaba de quicio, gimiendo como poseída ante cada entrada y salida, colocó un cojín, bajo mi vientre, elevando la posición de mi culo, e introducirme su dedo por mi ano, hasta que paso lo inesperado, quito su índice para reemplazarlo por su ardiente verga, que sin ningún tipo de reparo, ni miramiento comenzó a introducirla, a pesar de la mordaza, y mis ataduras, traté de impedirlo, eso pareció incitarlo a no renunciar esta vez, en su tentativa. Imposibilitada de movimientos, comprendí que estaba a su merced.

Sentía como la punta de su miembro, buscaba mi aro, su glande se oprimía contra él, tratando de acceder. Tenía miedo en ese momento, era doloroso, sentía como que me estaba castigando, era una mezcla, entre sacrificio y goce, lo sentía entrar punzantemente centímetro a centímetro, a través de mi orificio. Supongo que cada vez más enrojecido por el elemento penetrador, hasta que el esfínter parecía palpitar para tolerar mejor esa incitada incursión. Una vez que penetró su totalidad, se quedo quieto, como disfrutando de su objetivo, y a su vez permitiendo que mi recto se fuese amoldando a ese intruso. Juzgaba que me había crucificado con su erecta verga, como ofrendándome, imponiendo su virilidad en mi pobre recto, demostrando su superioridad en mi cuerpo indefenso.

Con un fuerte empellón, y tirando con sus manos que abrazaban a mi cintura, me atrajo hacia su pelvis, su instrumento se hizo dueño total de mi conducto renal. Trataba de gritar por el dolor, y hasta unas lágrimas emergieron de mis ojos. Comenzó a bombearme sin ningún tipo de consideración, si bien me sentía vejada, me excitaba esa situación, a medida que aumentaba su dominio sobre mi cuerpo, me iba sometiendo a sus deseos, siendo cada vez mas sumisa y dispuesta a permitirle todo lo que se propusiera. Tomándome de la cabellera, e impulsando cada vez más vigorosamente su verga en mi culo, era una clara descripción, del crecimiento de su dominio en mí.

No concluía de gemir como sacada, ese roce en las paredes de mi conducto, era alucinante. Me sentía totalmente ultrajada, al encontrarme imposibilitada de movimientos y además de ser transgredida por ese lugar. Ese agravio me excitaba, sentía la misma sensación cuando Khan, mi perro me penetró por primera vez, eso era algo morboso, en cambio esto era una transgresión. Exhale, gemidos de placer hasta mi último aliento, cuando un portentoso orgasmo inundo mí ser. No tarde en tener un segundo, al percibir el esperma inundar mi recto.

Estaba extenuada, mi respiración entrecortada, intentando recuperarme, me desató, me quité la mordaza y las vendas, tomó mi rostro, introduciendo su verga en mi boca, pude ver algo de sangre en ella, aunque rápidamente, capté un, sabor algo amargo, evidentemente en la fusión de su esperma y parte de mis heces internos, sorbiéndola fervientemente, complaciendo los deseos de mi amo.

Cuando quedo satisfecho por lo que le hacía, se levanto se vistió y se fue, estuve a punto de decirle que se quedara, y que podría llegar a darle un lindo espectáculo con mi mascota. Por suerte lo callé, ya me había sometido y rebajado demasiado esa noche.

Cuando se fue, me quedó un fuerte vacio, me sentía sucia y dominada, hasta me puse a llorar, si bien había gozado ampliamente, no podía comprender como había llegado a permitir lo que me imponía. Complací a un desconocido, en lo que me demandaba, mientras que a mi esposo siempre le negué. El dolor de mi culo y el ardor en mis pezones hicieron que por unos días me trajera a la memoria esa noche. Sobre la mesa había un papel con su número telefónico, que instintivamente lo guarde.

 

Ante mi sorpresa, mi esposo regreso antes de lo previsto, no sé si me alegré o no, de esa llegada repentina, necesitaba aclarar mis pensamientos, había sido una noche muy movida y hasta bastante violenta. Traté de disimular mi estado y tratar a mi esposo como corresponde.

Esa noche quiso tener sexo, a pesar de no estar muy dispuesta, lo complací, apague las luces para evitar que me viese, los moretones alrededor de mis pezones, producto de la noche anterior .Lamentablemente no fue lo mismo, que lo que había hecho unas 24 hs atrás, fingí tener un orgasmo, apenas se vino en mi, se giró, para que en pocos minutos ya estaba durmiendo. Mis pensamientos me llevaron a lo de aquella noche, hasta que el sueño se hizo dueño de mí.