miprimita.com

HOFF MI AMANTE CANINO 2da parte

en Zoofilia

HOFF, MI AMANTE CANINO – 2DA. PARTE

A partir de aquella tarde en que vi el espectáculo, que mi hija sin saberlo me había ofrecido, traté de mantener un alejamiento con Hoff, y por otro lado aumentar mi vigilancia sobre Laura. Sabía que tarde o temprano se produciría ese contacto sexual. Mi primera intención fue de no dejar  a Laura sola con el perro, pero note que después de unos días  se ponía agresiva, fundamentalmente conmigo, parecía entender que yo lo sabía, o más bien que no se quedaba sola para disfrutar con Hoff.

No sabía hasta que punto había llegado esa promiscua relación, pero evite mi contacto físico con nuestra mascota, como si de esa forma podría evitar lo previsible.   No sabía cómo encarar a Laura, si ir directamente al problema o tratar de que me lo comentara, cosa esta ultima que veía prácticamente imposible.

No niego que no me excitaba, imaginármela con su  diminuto cuerpo siendo poseída por Hoff, que se había desarrollado bastante en este último tiempo, me atraía la idea, tendría que encontrar alguna manera de verla cuando lo hiciese, por otro lado desconocía, si sabía que yo también lo practicaba. Traté de ir acercándome a ella, aunque si bien nuestra relación era muy buena, llegar a tocar ese tema era tabú. No me era nada fácil mi situación, mis alternativas eran hablar con ella y explicarle los problemas que podría acarrear esa relación o dejar que lo hiciese y tratar de no enterarme.

Como consecuencia de esa especie de veda en la que me había propuesto con mi perro, esa abstinencia lo ponía algo nervioso,  al punto de saltarme y tratar de entablar un contacto físico. No niego que me atraía su acosamiento, hasta llegue a masturbarme para aplacar el deseo de ser poseída por Hoff.

Más de un par de veces actué de la misma manera, estaba por llegar al orgasmo cuando vi a mi perro observarme, mi vagina estaba bastante mojada, me detuve con mis fricciones, y miré a Hoff, este con su   lengua afuera, y una leve agitación, parecía esperar mi  orden, termine de quitar mi trusa, y separando bien mis piernas le ofrecí mi sexo, apenas golpee sobre mi muslo, su lengua su lengua comenzó a rozar mis labios vaginales con algunas leves penetraciones en mi excitada raja.

Acabe como hacía rato que no lo disfrutaba, ese perro era mi vicio, estuve a punto de desnudarme y disfrutar de su feroz acoplamiento, al notar que su punta roja estaba aflorando, toque su bulto y hasta intente besárselo, pero me contuve, pues sabía que no podría contenerme.

Había acabado de bañarme, envuelta con la toalla salí al parque, la tarde estaba calurosa, aprovechando que estaba sola y sin obligaciones, me recosté sobre la reposera, me desaté lo único que me cubría, tapándome el cuerpo, por el efecto del calor había empezado a transpirar. Me sentía algo alterada, toqué mi vagina hasta sentir la emanación de mi flujo,  sentí mi clítoris erecto, lo fui friccionando hasta llegar a aumentar mi estado de éxtasis, mis dedos estaban bastante humedecidos. Hoff que estaba echado sobre el pasto, se levantó y se acercó, acaricie su cabeza, pero debe haber captado el olor en mis dedos, por que comenzó a lamerlos. No tardó en dirigirse a mis piernas. Al percibir su contacto entre mi ingle, no pude mas y abrí mis piernas, tentada por su cautivadora y perniciosa lengua, le dispuse mí cavidad  sexual. El hocico de Hoff prácticamente desplazo la toalla, levanté mis piernas para entregar ampliamente mi sexo, un escalofrió barría mi cuerpo ante su tenaces lengüetazos. Me giré levantando mi cola para sentir su roce entre mis dos cavidades, mis gemidos entrecortados por mi nerviosismo brotaban de mi boca, levante  más  mi cola a la espera de ser servida por mi mascota. Hacia un tiempo que no teníamos relaciones, pero apenas coloque en esa posición, me montó súbitamente.

Me sentía su perra en celo a la espera de ser  bien penetrada, cuando una sombra opacó ese momento,  abrí mis ojos y vi a mi hija mirando sorprendida y a su vez sonriente lo que estaba haciendo. Sin pérdida de tiempo me cubrí y eche a Hoff,  pero no tenia forma de excusarme, ante ella, que continuaba mirándome de una manera muy socarrona. Me levante rápidamente tapándome con la toalla, totalmente avergonzada, a pesar de saber que ella también lo practicaba.

Durante unos días ni se tocó el tema, pero Laura sin decirme palabra abrazaba a Hoff, mientras relamía su lengua entre sus labios mirándome de manera desafiante, a lo que hacía caso omiso ante esa insinuación, pero era evidente que estaba tratando de incitarme a realizarlo.

Una tarde en que estábamos solas con Laura, nuestra mascota estaba bastante inquieto, nos saltaba y efectuaba movimientos como intentando aparearnos, fundamentalmente era conmigo. Al sospechar de su intensión pretendí  sacarlo al jardín, mientras mi hija miraba la escena.

Y me dice “Déjalo, sabemos que desea y nosotras también”

“Estás loca” le contesté”

“Ambas lo hemos practicado, porque no lo hacemos juntas?”

Si bien me paralizaron sus palabras, una especie de escalofrió arrolló mi cuerpo, me quedé unos instantes mirándola, con el perro para sacarlo, y sin prácticamente pensarlo, cerré la puerta sin sacar a Hoff.

“Quieres que sea la primera, mami?”

Algo turbada pero a su vez intrigada por lo que sucedería, asentí con la cabeza, no hubo demasiado juego previo, me senté en el suelo mientras mi hija apoyaba su cabeza en mi regazo, se quito su tanga, y apenas abrió sus piernas, Hoff la estaba lamiendo, me excitaba de sobremanera sentir los gemidos de mi hija. Levante su pollera hasta su cintura, arrollé  su camisola, y saque su sostén, sus pequeños, suaves y duros senos, con esa aureola rosa rodeando sus pezones. Estaban apetecibles, comencé a masajearlos, Laura parecía disfrutar intensamente esa combinación erótica, sus tetillas se habían endurecido. Tentada por su estado, comencé a mamárselos, mordisqueando sus extremos.  Entre ambos le llegamos a producir una serie de espasmos.

Un súbito timbrazo nos trajo a la realidad, ella corrió al baño y yo fui a ver quién era el inoportuno, por supuesto que no era nada menos que mi suegra.

A partir de ese día quedó como  algo implícito, además como una asignatura pendiente con la que debía efectuar en algún momento. Habíamos mantenido una cierta privacidad, si bien continuábamos con nuestro sexo oral con Hoff, pero era prácticamente cada una individualmente, durante un buen tiempo mantuve mi abstinencia con nuestra mascota, creía que de esa forma Laura se mantendría intacta, aunque nunca habíamos tocado ese tema. Nuestra vida familiar continuo diría, que normal, si bien no se había cortado la relación con el perro, no era demasiado continua.

Un fin de semana los integrantes de mi familia tenían cada uno sus compromisos, hasta Laura tenía una fiesta,  no me disgustaba quedarme sola, al contrario requería de esa libertad cada tanto, para hacer lo que se me antojase. Me había puesto un camisón, preparado algo para comer y previendo ver televisión.  Cerca de las 9 de la noche oí la puerta, me extraño que alguien estuviese tan temprano, los menores estaban en casa de su abuela, mi esposo en una reunión de amigos y Laura en una fiesta. Cuando miré vi que era mi hija.

“Que paso, tan temprano”? le digo

“No sé, quería regresar a casa” me dice, mientras se acurrucaba  a mi lado, quitándose sus zapatos. Algo me palpitaba, no dejo de agradarme la idea de lo que posiblemente podría suceder, así que opté por dejar que mi hija diese el primer paso.

Después de unos 10 minutos, Laura entró al perro, quien no tardó en demostrar su alegría, me saltó, y hasta olio, Laura comenzó a jugar con él, como estaba con u vestido nuevo, le sugerí que se lo cambiara, obediente se lo quitó quedando con su opa interior. Con esas prendas continuó jugueteando con Hoff hasta convertirse en algo muy sensual, observaba sin decir palabra, aunque comenzó a excitarme ese contacto físico.

En un momento me hizo un ademan con la cabeza, para que participase a retozar con ambos, no me hice rogar y me acerque, para completar el trió. No era demasiado frecuente que estuviésemos solas, pero aquella noche fue algo especial. En ese alocado toqueteo el hocico de Hoff no tardó en buscar nuestros sexos, tratando de introducirlo entre nuestras piernas, me senté en el sofá como para dilatar la situación,  Hoff se adelanto, apoyando sus patas sobre mis hombros impidiéndome levantarme, se quedo un rato sobre mí, mientras mi hija se reía de la situación. Al estar en esa posición el bulto de su miembro estaba bastante cerca de mi rostro. Hice un ademan como para mordérselo, a lo que Laura le debió atraer mi provocación, pues sus ojos me miraron de una manera como de complicidad. El perro permaneció en esa posición, mientras Laura comenzó a friccionar su órgano, su punta roja se hizo presente. Me quedé estática en espera de lo que Laura seguiría haciendo, su mano manoseaba su bulto, apareciendo cada vez más su verga, me sentía bastante  mojada, pero a pesar que era tentador, me parecía algo grosero ante mi hija.

No tardó en decirme, “Sé que te agrada, no te contengas, haz lo que sientes”, algo sonrojado, le contesto

“Sabes que me propones?”

“Me encantaría verte, además sé que ya lo has realizado

“Me has visto?” pregunté sorprendida

“No importa ahora eso, haz lo que sientas Eva”, por primera vez me llamaba por mi nombre, lo tomé, como que no éramos madre e hija, sino dos mujeres con deseos de sexo, en este caso canino.

La verga de Hoff estaba bien crecida, y seductora, mis lamidas fueron prolongadas contactando todo su perímetro, seguí un rato, besando su extremo, hasta que la fui tomando con mis labios, mantenía mis ojos cerrados, aunque sabía que Laura no se perdería detalle, fue una mamada lenta, hasta que la introduje todo lo que podía en mi boca. Sentí que algunos chorritos de su esperma se inyectaban en mi boca, dejé de hacerlo y Laura de una manera fogosa, comenzó a lamerla, noté que sentía algo de rechazo pero poco a poco, su boca se apropió de esa verga.

No sé si lo que estábamos haciendo era prohibido, pero lo gozaba, la relación con mi hija se iba acrecentando, no había tapujos ni tabúes, éramos dos hembras en procura de nuestro macho.

En medio de nuestra “orgia canina”, me dice “Desnúdate Eva, quiero ver la totalidad de tu piel, y tu sexo” como cuando era pequeña”. Recordé que era habitual de hacer los quehaceres domésticos sin ropa, cuando Laura tenía 5 o 6 añitos. Algo titubeante lo hice, su mirada era bastante lasciva,  al quedar desnuda ante ella, se acerco y me besó en los labios, de una manera muy sensual. Acaricio mis senos, y me hizo sentar  sobre la alfombra. Abrió mis piernas, y con sus delgados dedos friccionó mi vagina, sentía que no era su madre, sino su mujer, a pesar que me agradaba, me sorprendí al suponer que tendría tendencia lésbica.

Tirada sobre la alfombra, Hoff comenzó a propinarme una serie de fervientes lengüetazos en mi sexo, mientras Laura se había prendido a una de mis tetas, succionándome de una forma demasiado vehemente, entre ambos me llevaron a un estado eufórico de exaltación. Ya no razonaba, me entregué a esa  esquizofrénica y incontrolable pasión. Las mamadas de Laura me encantaban al igual que las ásperas y agiles lamidas de Hoff.

Me entregue de una manera relajada, mis gemidos y exclamaciones  denunciaba el goce que estaba disfrutando. Me giré un poco, mientras Laura me hacia colocar en cuatro, levanté mi cola, y mi cabeza la apoyé sobre la alfombra, sabía que ocurriría, lo deseaba, como una hembra en celo,  ofrecía mi abertura al miembro viril de nuestra mascota. Por vez primera mi hija introdujo  la totalidad de sus dedos en mis aberturas, para palpar con sus yemas las paredes de mis conductos.

Apenas se alejó, Hoff sin esperar demasiado me montó, iniciando el característico bombeo para introducirme su falo, mis labios inferiores comenzaron a sentir friccionar las paredes. Su verga ya permanecía en mi interior,  entrando y saliendo alocadamente, sentía como su volumen iba dominando mi interior. Sus patas se aferraban fuertemente a mi cintura, y su jadeo se acoplaba a mis gemidos de hembra apareada.

En breves minutos su falo estaba totalmente dilatado, mientras su bola clausuraba mi abertura, me daba la sensación de que el perro estaba como en un estado de dominación, me encantaba imaginarlo, el era mi  macho. Al sentirme penetrada por su miembro, una serie de cortos pero continuos espasmos, llenaron mi cuerpo.

Cuando a cabo de unos minutos, no tardé en sentir regar mi seno, su eyaculación fue bastante intensa y copiosa, a pesar de tener su bola trabando la salida de su miembro, sentía gotear la esperma. Laura a mi lado no perdiendo detalle, llegó a levantar la cola de Hoff, para ver solo los testículos pegados a mis glúteos. Se quitó su tanga, y abriéndose de piernas las puso sobre mi cara, no me era fácil lamerla, un fuerte  orgasmo erizo mi cuerpo, cuando Hoff de un fuerte empellón, sacó su verga de  mi vagina. Laura viendo aun el miembro aun crecido, se volcó para mamárselo, apenas me repuse, separé las piernas de mi hija, succionando, lamiendo, mordiendo su erecto clítoris, e introduciendo simultáneamente mi dedo en su delicioso orificio anal, hasta llevarla a un estado de enajenación total.

Quedamos ambas, desparramadas en la alfombra, satisfechas y dichosas, por lo que habíamos experimentado. Ya era tarde, nos levantamos, arreglamos la sala, sacamos al perro, y rato después llegó mi esposo, mientras veíamos televisión en la sala.

Mi hija no fue apareada por Hoff, me parecía que era lo que correspondía, mi temor mayor era que la dañase, la verga de Hoff, podría traer consecuencias ante una vagina estrecha e intacta.

 

A partir de aquella tarde en que vi el espectáculo, que mi hija sin saberlo me había ofrecido, traté de mantener un alejamiento con Hoff, y por otro lado aumentar mi vigilancia sobre Laura. Sabía que tarde o temprano se produciría ese contacto sexual. Mi primera intención fue de no dejar  a Laura sola con el perro, pero note que después de unos días  se ponía agresiva, fundamentalmente conmigo, parecía entender que yo lo sabía, o más bien que no se quedaba sola para disfrutar con Hoff.

No sabía hasta que punto había llegado esa promiscua relación, pero evite mi relación con nuestra mascota, como si de esa forma iba a solucionar lo previsible.   No sabía cómo encarar a Laura, si ir directamente al problema o tratar de que me lo comentara, cosa esta ultima que veía prácticamente imposible.

No niego que no me excitaba, imaginármela con su  diminuto cuerpo siendo poseída por Hoff, que se había desarrollado bastante en este último tiempo, con el perro, me atraía la idea, tendría que encontrar alguna manera de verla cuando lo hiciese, por otro lado desconocía que yo también lo practicaba. Traté de acercarme a ella, aunque si bien nuestra relación era muy buena, llegar a tocar ese tema era tabú. No me era nada fácil mi situación, mis alternativas eran hablar con ella y explicarle los problemas que podría acarrear esa relación o dejar que lo hiciese y tratar de no enterarme.

Como consecuencia de esa especie de veda en la que me había propuesto con mi perro, esa abstinencia lo ponía algo nervioso,  al punto de saltarme y tratar de entablar un contacto físico. No niego que me atraía su acosamiento, hasta llegue a masturbarme para aplacar el deseo de ser poseída por Hoff.

Más de un par de veces actué de la misma manera, estaba por llegar al orgasmo cuando vi a mi perro observarme, mi vagina estaba bastante mojada, me detuve con mis fricciones, y miré a Hoff, este con su   lengua afuera, y una leve agitación, parecía esperar mi  orden, termine de quitar mi trusa, y separando bien mis piernas le ofrecí mi sexo, apenas golpee sobre mi muslo, su lengua su lengua comenzó a rozar mis labios vaginales con algunas leves penetraciones en mi excitada raja.

Acabe como hacía rato que no lo disfrutaba, ese perro era mi vicio, estuve a punto de desnudarme y disfrutar de su feroz acoplamiento, note que su punta roja apenas asomaba de su funda, la toque un poco, pero hasta ahí llegué.

Había acabado de bañarme, envuelta con la toalla salí al parque, la tarde estaba calurosa, aprovechando que estaba sola y sin obligaciones, me recosté sobre la reposera, me desaté lo único que me cubría, tapándome el cuerpo, por el efecto del calor había empezado a transpirar. Me sentía algo alterada, toqué mi vagina hasta sentir la emanación de mi flujo,  sentí mi clítoris erecto, lo fui friccionando hasta llegar a aumentar mi estado de éxtasis, mis dedos estaban bastante humedecidos. Hoff que estaba echado sobre el pasto, se levantó y se acercó, acaricie su cabeza, pero debe haber captado mi olor en mis dedos, por que comenzó a lamerlos. Al percibir su contacto entre mi ingle, no pude mas y abrí mis piernas, tentada por su cautivadora y perniciosa lengua, ofreciéndole  mí cavidad  sexual. El hocico de Hoff prácticamente desplazo la toalla, levante mis piernas para entregar ampliamente mi sexo, un escalofrió barría mi cuerpo ante su tenaces lengüetazos. Me giré levantando mi cola para sentir su roce entre mis dos cavidades, mis gemidos entrecortados por mi nerviosismo brotaban de mi boca, levante  más mi cola a la espera de ser servida por mi mascota.

Me sentía su perra en celo a la espera de ser  bien penetrada, cuando una sombra opaco ese momento,  abrí mis ojos y vi a mi hija mirando sorprendida y a su vez sonriente lo que estaba haciendo. Sin pérdida de tiempo me cubrí y eche a Hoff,  pero no tenia forma de excusarme, ante mi hija, que continuaba mirándome de una manera muy socarrona.

Me levante rápidamente tapándome con la toalla, totalmente avergonzada, a pesar de saber que ella también lo practicaba. Durante unos días ni se tocó el tema, pero Laura sin decirme palabra abrazaba a Hoff, mientras relamía su lengua entre sus labios, hacia casi omiso ante esa insinuación, pero era evidente que estaba tratando de incitarme a realizarlo.

Una tarde en que estábamos solas con Laura, nuestra mascota estaba bastante inquieto, nos saltaba y efectuaba movimientos como intentando aparearnos, fundamentalmente era conmigo. Al sospechar de su intensión intente sacarlo al jardín, mientras mi hija miraba la escena.

Y me dice “Déjalo, sabemos que desea y nosotras también”

“Estás loca” le contesté”

“Ambas lo hemos practicado, porque no lo hacemos juntas?”

Si bien me paralizaron sus palabras, una especie de escalofrió arrolló mi cuerpo, me quedé unos instantes mirándola, con el perro para sacarlo, y sin prácticamente pensarlo, lo deje a dentro y cerré la puerta.

“Quieres que sea la primera, mami?”

Asentí con la cabeza, no hubo demasiado juego previo, me senté en el suelo mientras mi hija apoyaba su cabeza en mi regazo, se quito su tanga, y apenas abrió sus piernas, Hoff la estaba lamiendo, me excitaba de sobremanera sentir los gemidos de mi hija. Levante su pollera hasta su cintura, levanté su camisola, y saque su sostén, sus pequeños y sus suaves y duros senos estaban apetecibles, comencé a masajearlos, Laura parecía disfrutar intensamente esa combinación erótica, sus pezones se habían endurecido. Tentada por su estado, comencé a mamárselos, mordisqueando sus extremos.  Entre ambos le llegamos a producir una serie de espasmos.

Un súbito timbrazo nos trajo a la realidad, ella corrió al baño y yo fui a ver quién era el inoportuno, por supuesto que no era nada menos que mi suegra.

A partir de ese día quedó como  algo implícito, además como una asignatura pendiente con la que debía efectuar en algún momento. Habíamos mantenido una cierta privacidad, si bien continuábamos con nuestro sexo oral con Hoff, pero era prácticamente sola, durante un buen tiempo mantuve mi abstinencia con nuestra mascota, creía que de esa forma Laura se mantendría intacta, aunque nunca habíamos tocado ese tema. Nuestra vida familiar continuo diría que normal, si bien no se había cortado la relación con el perro, esta era un poco más distante.

Un fin de semana los integrantes de mi familia tenían cada uno sus compromisos, hasta Laura tenía un fiesta,  no me disgustaba quedarme sola, al contrario requería de esa libertad cada tanto, para hacer lo que se me antojase. Cerca de las 9 de la noche oí la puerta, me extraño que alguien estuviese tan temprano, los menores estaban en casa de su abuela, mi esposo en una reunión de amigos y Laura en una fiesta. Cuando miré vi que era mi hija.

“Que paso, tan temprano” le digo

“No sé, quería regresar a casa” me dice, mientras se acurrucaba  a mi lado, quitándose sus zapatos. Algo me palpitaba, no dejo de agradarme la idea de lo que posiblemente podría suceder, así que opté por dejar que mi hija diese el primer paso.

Después de unos 10 minutos, Laura entró al perro, quien no tardó en demostrar su alegría, me saltó, y hasta olio, Laura comenzó a jugar con él, como estaba con u vestido nuevo, le sugerí que se lo cambiara, obediente se lo quitó quedando con su opa interior. Con esas prendas continuó jugueteando con Hoff hasta convertirse en algo muy sensual, observaba sin decir palabra, aunque comenzó a excitarme ese contacto físico.

En un momento me hizo un ademan con la cabeza, para que participase a retozar con ambos, no me hice rogar y me acerque, para completar el trió. No era demasiado frecuente que estuviésemos solas, pero aquella noche fue algo especial. En ese alocado toqueteo el hocico de Hoff no tardó en buscar nuestros sexos, tratando de introducirlo entre nuestras piernas, me senté en el sofá como para dilatar la situación,  Hoff se adelanto, apoyando sus patas sobre mis hombros impidiéndome levantarme, se quedo un rato sobre mí, mientras mi hija se reía de la situación. Al estar en esa posición el bulto de su miembro estaba bastante cerca de mi rostro. Hice un ademan como para mordérselo, a lo que Laura le debió atraer mi provocación, pues sus ojos me miraron de una manera como de complicidad. El perro permaneció en esa posición, mientras Laura comenzó a friccionar su órgano, su punta roja se hizo presente. Me quedé estática en espera de lo que Laura seguiría haciendo, su mano manoseaba su bulto, apareciendo cada vez más su verga, me sentía bastante  mojada, pero a pesar que era tentador, me parecía algo grosero ante mi hija.

No tardó en decirme, “Sé que te agrada, no te contengas, haz lo que sientes”, algo sonrojado, le contesto

“Sabes que me propones?”

“Me encantaría verte, además sé que ya lo has realizado

“Me has visto?” pregunté sorprendida

“No importa ahora eso, haz lo que sientas Eva”, por primera vez me llamaba por mi nombre, lo tomé como que no éramos madre e hija, sino dos mujeres con deseos de sexo, en este caso canino.

La verga de Hoff estaba bien crecida, y seductora, mis lamidas fueron prolongadas contactando todo su perímetro, seguí un rato, besando su extremo, hasta que la fui tomando con mis labios, mantenía mis ojos cerrados, aunque sabía que Laura no se perdería detalle, fue una mamada lenta, hasta que la introduje todo lo que podía en mi boca. Sentí que algunos chorritos de su esperma se inyectaban en mi boca, dejé de hacerlo y Laura de una manera fogosa, comenzó a lamerla, noté que sentía algo de rechazo pero poco a poco, su boca se apropió de esa verga.

No sé si lo que estábamos haciendo era prohibido, pero lo gozaba, la relación con mi hija se iba acrecentando, no había tapujos ni tabúes, éramos dos hembras en procura de nuestro macho.

En medio de nuestra “orgia canina”, me dice “Desnúdate Eva, quiero ver tu cuerpo desnudo, como cuando era pequeña”. Recordó que era habitual de hacer los quehaceres domésticos sin ropa, cuando Laura tenía 5 o 6 añitos. Algo titubeante lo hice, su mirada era bastante lasciva,  al quedar desnuda ante ella, se acerco y me besó en los labios, de una manera muy sensual. Acaricio mis senos, y me hizo sentar  sobre la alfombra. Abrió mis piernas, y con sus delgados dedos friccionó mi vagina, sentía que no era su madre, sino su mujer, a pesar que me agradaba, me desilusioné al suponer que tendría tendencia lésbica.

Tirada sobre la alfombra, Hoff comenzó a propinarme una serie de fervientes lengüetazos en mi sexo, mientras Laura se había prendido a una de mis tetas, succionándome de una forma demasiado vehemente, entre ambos me llevaron a un estado eufórico de exaltación. Ya no razonaba, me entregué a esa  esquizofrénica y incontrolable pasión. Las mamadas de Laura me encantaban al igual que las ásperas y agiles lamidas de Hoff.

Me entregue de una manera relajada, mis gemidos y exclamaciones  denunciaba el goce que estaba disfrutando. Me giré un poco, mientras Laura me hacia colocar en cuatro, levanté mi cola, y mi cabeza la apoyé sobre la alfombra, sabía que ocurriría, lo deseaba, como una hembra en celo,  ofrecía mi abertura al miembro viril de nuestra mascota.

Hoff sin esperar demasiado me montó, iniciando el característico bombeo para introducirme su falo, mis labios inferiores comenzaron a sentir friccionar las paredes. Su verga ya permanecía en mi interior,  entrando y saliendo alocadamente, sentía como su volumen iba dominando mi interior. Sus patas se aferraban fuertemente a mi cintura, y su jadeo se acoplaba a mis gemidos de hembra apareada.

En breves minutos su falo estaba totalmente dilatado, mientras su bola clausuraba mi abertura, me daba la sensación de que el perro estaba como en un estado de dominación, me encantaba imaginarlo, el era mi  macho, sintiendo el interior de mi vagina oprimida por semejante verga. Su baba caía sobe mi espalda, y sus patas se aferraban más intensamente como para impedir escapar a su botín.

No tardé en sentir regado mi seno, su eyaculación fue bastante intensa, a pesar de su bola trabando la salida de su miembro, sentía gotear la esperma. Laura a mi lado no perdiendo detalle, hasta levanto la cola de Hoff, para ver solo los testículos pegados a mis glúteos. Se quitó su tanga, y abriéndose de piernas las puso sobre mi cara, no me era fácil lamerla, un fuerte  orgasmo erizo mi cuerpo, cuando Hoff de un fuerte empellón, sacó su verga de  mi vagina. Laura viendo aun el miembro aun crecido, se volcó para mamárselo, apenas me repuse, separé las piernas de mi hija, succionando, lamiendo, mordiendo su erecto clítoris, e introduciendo simultáneamente mi dedo en su delicioso orificio anal, hasta llevarla a un estado de enajenación total.

Quedamos ambas, desparramadas en la alfombra, satisfechas y dichosas, por lo que habíamos experimentado. Ya era tarde, nos levantamos, arreglamos la sala, sacamos al perro, y rato después llegó mi esposo, mientras veíamos televisión en la sala. No sé si en el  caso de habernos quedado solas, Laura habría sido apareada por nuestro perro, confieso que me encantaría verla montada por Hoff, pero tenía temor por ella, el tamaño del órgano de Hoff podría desgarrar la virginal y estrecha vagina de Laura.