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Excitando a las mujeres

en Voyerismo

 

                                                                                       EXCITANDO A LAS MUJERES.

 

 

 Desde hace unos años y motivado por algunas circunstancias que ahora explicaré me gusta exhibirme ante las mujeres, que de alguna forma me demuestran que en esos momentos tienen deseos sexuales.

 La primera circunstancia que me llevó a esta práctica fue comprobar cómo había mujeres que se exhibían sin ningún tipo de pudor en lugares públicos: han sido bastantes las mujeres a las que he tenido la suerte de ver mostrando sus intimidades en el autobús, en parques, en la playa…

 Se me vienen varios casos a la cabeza (todos ellos reales): una chica que paseaba en bicicleta por un parque vestida con una minifalda y sin braguita debajo, a la que pude verle todo su coño depilado y además se dio cuenta de que se lo estaba mirando y no le importó en absoluto; paseando por la playa al atardecer me encontré con una mujer sentada en la arena, leyendo un libro y que llevaba puesto un vestido corto: tenía las piernas separadas y se le podía ver a la perfección su sexo, pues no llevaba bragas debajo; una joven de unos 20 años se sentó frente a mí en el autobús: llevaba una minifalda vaquera con unas medias negras, separó las piernas y estuvo todo el trayecto mostrándome sus braguitas blancas y lo único que hacía era sonreírme al ver que no dejaba de mirar su entrepierna.

 

La otra circunstancia fue el hecho de comprobar que algunas mujeres miran mi entrepierna cuando practico deporte. Me explico: cuando salgo a correr uso ropa especial de atletismo (camiseta técnica y mallas) y cuando salgo a rodar kilómetros con la bicicleta utilizo también las prendas apropiadas para este deporte (maillot y culotte). Pues bien, muchas mujeres de distintas edades y condiciones, yendo solas o incluso acompañadas por sus parejas, no dudan en clavar su mirada en mi entrepierna cuando se cruzan conmigo, aprovechando lo ceñidas que son esas prendas deportivas. Me llama la atención también el gran número de turistas extranjeras que le lanzan alguna miradita a mis atributos: un día dos turistas jóvenes me pararon para que les indicara cómo podían llegar a uno de los monumentos históricos de la ciudad y ,mientras se lo explicaba sobre el mapa, una de ellas, en lugar de atender a lo que les estaba diciendo, no dejó de mirarme todo el rato el “paquete”.

Teniendo en cuenta todo esto pensé: si hay mujeres que se interesan por mis atributos y se fijan en mi entrepierna, ¿por qué no darles el placer de ver algo más a aquellas que me miren? Finalmente me decidí a hacerlo.

 

En este breve relato voy a contar la primera vez que le mostré mi sexo a una mujer. Sucedió un día de verano en la playa. Estaba pasando varios días de descanso en la costa y una mañana, tras dar un paseo, bajé un rato a la playa para tomar el sol y darme un baño. A esa hora la playa ya estaba bastante concurrida y la marea alta, por lo que no quedaba mucho espacio donde extender la toalla. Encontré un pequeño hueco, me detuve y comencé a sacar de la mochila la toalla y la crema protectora.

Extendí la toalla en la arena, me quité la camiseta y me senté en la toalla para ponerme la crema. Delante de mí tomando el sol había una mujer de unos 40 o 45 años, morena, con el pelo rizado y con un bikini azul. La mujer comenzó a mirarme y yo al principio no le di importancia, pues pensaba que era algo normal: yo acababa de llegar, me había situado allí y era lógico que mirase para ver quién era.

Pero con el paso de los minutos aquella mujer seguía mirándome de vez en cuando. Tras tomar un rato el sol, me levanté para darme un baño. Al salir del agua y pasar por delante de la mujer, ésta se me observó ya de forma descarada y empecé a notar que ella tenía deseos sexuales. Llegué a mi toalla y me quedé un rato de pie para secarme con la brisa marina. Entonces ella se giró y se tumbó bocabajo en su toalla con la intención de seguir viéndome.

Cuando ya estaba más seco me senté sobre la toalla para seguir tomando el sol. A continuación ella se llevó su mano a la parte de atrás de la braguita del bikini y se la fue hundiendo en la rajita del culo, para tomar el sol por detrás como si llevara un tanga. Con esta acción dejó al descubierto sus glúteos ya con algo de celulitis, pero no por ello menos excitantes y sexys. Fue entonces cuando decidí actuar: observando cómo la mujer me seguía dedicando de vez en cuando miraditas, aproveché un momento en el que no se fijaba en mí para meter la mano dentro de mi bañador, apartar esa especie de forro blanco que llevan los bañadores masculinos y liberar de él mi polla y mis testículos. Separé un poco las piernas, de manera que parte de mi pene asomaba por la entrepierna del bañador.

Cuando la mujer volvió a mirarme, lo hizo primero a mi cara, pero después bajo su mirada y abrió los ojos como platos: acababa de verme parte de mi verga. Para facilitarle las cosas y que no se sintiera observada por mí, me tumbé sobre la toalla, manteniendo las piernas separadas con mi polla asomando por fuera del bañador.

Yo notaba que debido a mi progresiva excitación el tamaño de mi pene iba creciendo, al igual que aumentaba su dureza. Me quedé en esa postura varios minutos, hasta que me incorporé sentándome de nuevo en la toalla. Entonces me miré la entrepierna y, fingiendo que aquello había sido un descuido, me recoloqué el bañador, ocultando mi polla dura y palpitante, todo bajo la atenta mirada de aquella mujer. Ésta se estaba tocando claramente su coño, pues tenía su mano izquierda oculta entre la toalla y la parte delantera de la braga del bikini y estaba haciendo movimientos con ella.

Estuvo así unos instantes más hasta que paró y se puso de pie: producto de su masturbación tenía la parte delantera de la braguita del bikini algo descolocada y asomaba vello púbico y parte de uno de sus labios vaginales. Se recolocó la prenda y se sacó del culo la parte de la braga que había hundido en él.

Me fijé en la entrepierna de su bikini y la tenía mojada. Ella, al ver que yo observaba esa zona, se miró y al comprobar que la mancha delataba que se había corrido, se metió en el agua del mar para mojarse entera y disimular aquello.

Yo di por terminada mi primera experiencia, recogí mis cosas y me dirigí a casa, donde nada más llegar me bajé el bañador y me masturbé corriéndome dos veces, pensando en aquella mujer, en la excitación que le había causado y en la mancha de sus flujos en su braguita de la que yo había sido el causante.

 

 

En próximos relatos contaré otras experiencias. Espero como siempre vuestros comentarios o e-mails, especialmente los de mujeres, para saber si os gusta mirar y ser miradas.