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Historias de sexo (2). Turistas y putas.

en Hetero: Infidelidad

                                                                 

HISTORIAS DE SEXO (2): TURISTAS Y PUTAS.

 

La siguiente historia es el resultado del segundo encargo que recibí para que redactase un relato a través de lo que la persona en cuestión había vivido. El hombre que protagonizó los hechos se puso en contacto conmigo dándome los detalles básicos para que yo compusiera con ellos el relato completo. Si alguien está interesado en leer el primero, puede encontrarlo bajo el título “Historias de sexo 1: La dependienta”, en la categoría de voyeurismo.

 

 

TURISTAS Y PUTAS.

Me llamo Luis y hace unas semanas, en el mes de diciembre, tuve que desplazarme a Lloret de Mar por motivos laborales. A mis 45 años estoy casado y soy padre de dos hijos de mediana edad. Aparento algunos años menos de los que tengo y mi físico se conserva aún bastante bien, más por genética que por otra cosa, pues nunca he pisado un gimnasio en mi vida. Sinceramente, creía haber visto y vivido ya absolutamente de todo, pero estaba equivocado: cuando menos te lo esperas, salta la sorpresa.

Hasta esa fecha siempre le había sido fiel a mi mujer y, pese a que se me habían presentado varias oportunidades para cometer una infidelidad, siempre había sabido controlarme. Sin embargo, en esta ocasión no tuve la fuerza de voluntad necesaria para contenerme e hice algo de lo que ahora, ya en frío, estoy totalmente arrepentido. Por supuesto que no le he dicho nada a mi mujer, ella no me perdonaría una infidelidad, pero la culpa que llevo por dentro es un castigo que no le deseo a nadie.

 

Todo comenzó durante la segunda noche en la que estuve alojado en el hotel. Tras resolver los asuntos laborales programados para ese día, cené en un restaurante cercano al establecimiento hotelero y después me dirigí hacia él para pasar la noche, descansar y afrontar al día siguiente mi última jornada en tierras catalanas.

Ya en el hotel subí a la cuarta planta, donde estaba mi habitación, y, al salir del ascensor, me topé con un grupo de chicos jóvenes de apariencia extranjera que se disponía a tomar el ascensor para bajar. Entre risas y bromas los jóvenes (4 chicos y 4 chicas) se metieron en el ascensor antes de que la puerta se cerrara.

Me encaminé hacia mi habitación y justo cuando estaba a punto de abrir la puerta, dos chicas salieron de la habitación de al lado. Eran también extranjeras y supuse que pertenecían al mismo grupo que los jóvenes con los que me había cruzado anteriormente. Las dos jóvenes me miraron y en un gesto de educación me desearon “buenas noches“ en un español medianamente correcto.

 

- Buenas noches- les deseé yo también antes de entrar en mi habitación.

 

Pensé que seria el típico grupo de estudiantes universitarios extranjeros que vienen a España a divertirse buscando ocio y alcohol.

Tras darme una ducha relajante me acosté y no tardé en quedarme dormido. Pero en mitad de la noche me desperté sobresaltado: unas fuertes voces en inglés y carcajadas sonoras se oían en el pasillo de la planta, cerca de la puerta de mi habitación. Sin duda eran los chicos extranjeros que regresaban de haber estado de fiesta. Miré el reloj y marcaba las 4.45 de la madrugada. Por fortuna pronto se hizo el silencio en el pasillo, si bien continué escuchando durante unos minutos más las voces de las dos jóvenes extranjeras de la habitación contigua. Volví a quedarme dormido y cuando me desperté era ya la hora de levantarme para encarar mi último día de trabajo fuera de casa.

 

Esa jornada fue un calco del día anterior: mucho trabajo y ajetreo hasta que por fin terminé de hacer todo lo previsto y pude dirigirme, ya de noche, al hotel.

Una vez en la habitación, dejé todo mi pequeño equipaje preparado para emprender el viaje de regreso al día siguiente, por la mañana. Pero antes de acostarme decidí bajar al bar del hotel a tomar una copa y relajarme un poco. Mientras estaba en la barra, sentado esperando a que me sirviesen la consumición, escuché:

 

- ¡Hola!

 

Giré mi cabeza hacia la izquierda y comprobé que junto a mí se encontraban las dos chicas extranjeras vecinas de habitación.

 

- ¡Hola!- les respondí.

 

- ¿Tú eres el de la habitación de al lado, no?- me preguntó una de ellas.

 

- Sí, ese soy yo. Al que por cierto la otra noche despertasteis con vuestras voces- comenté de forma algo irónica.

- Lo sentimos, de verdad. Es que veníamos un poco bebidas después de estar toda la noche de fiesta. No queríamos molestar- dijo la otra chica.

 

- No pasa nada, no tiene importancia. Pero, ¿esta noche se va a repetir? Lo digo básicamente para no despertarme sobresaltado y estar prevenido- les indiqué.

 

- Mmmmmm, probablemente sí se repita. Nos vamos a tomar una copa aquí y después nos iremos por ahí de fiesta, igual que ayer. De todas formas, trataremos de no hacer tanto ruido. No queremos molestarte hoy también. Yo me llamo Caroline y ella es Jennifer.

 

- Yo soy David- les dije y le estreché la mano primero a Caroline. Sin embargo la joven, mientras me daba la mano, me besó en cada mejilla. Después Jennifer hizo lo mismo.

 

Estuvimos un rato dialogando mientras tomábamos nuestras consumiciones. Las dos chicas hablaban el castellano de forma correcta, aunque con un marcado acento británico. Estudiaban español en la universidad de Londres y habían venido a España junto a un grupo de compañeros a pasar unos días. Me confesaron abiertamente que no venían a visitar museos ni monumentos, sino a pasárselo bien y a disfrutar de la noche española. Además querían conocer a personas y aprovechar para perfeccionar el español hablándolo con ellas.

 

Ambas tenían veinte años y, la verdad, eran bastante agraciadas físicamente: Caroline era rubia, de pelo rizado, mediría 1,72 m aproximadamente y era esbelta. Sus ojos azules resaltaban especialmente en su angelical rostro. Llevaba puesta una cazadora negra y debajo una blusa blanca. Además lucía una minifalda roja, medias negras finas y transparentes y unos zapatos de tacón rojos a juego con la minifalda.

 

Por su parte Jennifer vestía una chaqueta blanca sobre una camiseta azul, unas mallas negras muy ceñidas y unas botas marrones oscuras y cortas que le llegaban hasta los tobillos. Era una chica pelirroja, con el pelo largo y liso, unos centímetros más alta que su amiga y de similar complexión física.

 

Pasamos un rato agradable charlando hasta que llegaron los compañeros de las chicas para irse todos juntos a disfrutar de una noche de fiesta fuera del hotel. Invité a las dos británicas a su consumición y las jóvenes se despidieron de mí dándome las gracias y prometiéndome que serían algo más silenciosas cuando regresasen a su habitación. Cuando Caroline descruzó las piernas para bajarse del alto taburete en el que estaba sentada, pude verle de forma fugaz sus braguitas blancas bajo la minifalda. En ese momento no me imaginaba que no sería eso lo único íntimo que les vería a las chicas aquella noche.

 

Cuando las británicas se marcharon, yo subí a mi habitación con la intención de descansar. Me desnudé y me dejé puesto el bóxer como única prenda para dormir, tal y como es mi costumbre. No tardé nada en quedarme dormido. Pero de nuevo, bien entrada la madrugada, mi sueño se vio interrumpido. En esta ocasión fueron varios golpes en la puerta de mi habitación los que me despertaron. Miré el reloj y eran casi las 5.30. Permanecí unos segundos en la cama sin moverme, pero dos nuevos golpes secos resonaron desde la puerta acompañados por risas femeninas. Salí de la cama vestido sólo con mi bóxer blanco y abrí la puerta unos centímetros: allí no había nadie. Abrí un poco más la puerta y asomé la cabeza, pero seguía sin ver a ninguna persona. Sin embargo sí escuché cómo se cerraba la puerta de la habitación de al lado. En ese momento supe que quienes habían llamado eran las dos chicas inglesas.

 

Algo enfadado por la broma me dispuse a cerrar la puerta de mi habitación, cuando de repente observé sobre el suelo del pasillo, delante de la puerta, un sujetador rojo. Dudé unos instantes, pero finalmente me agaché y lo cogí. Estaba convencido de que lo habían dejado allí mis vecinitas con la intención de provocar.

 

- ¿Queréis jugar? Pues juguemos- pensé.

 

Ya con la prenda íntima en la mano cerré la puerta y me quedé esperando de pie tras ella por si volvían a llamar. Pasaron unos segundos y no se produjo ninguna llamada. Me dediqué entonces a observar el sujetador: era de color rojo pasión y las copas, semitransparentes. El maldito jueguecito de las chicas me estaba excitando.

Cuando estaba a punto de volver a la cama, tres nuevos golpes sonaron en la puerta. Reaccioné rápido y la abrí sin que transcurriera mucho tiempo, sorprendiendo por fin a las dos chicas británicas fuera: Caroline estaba delante de la puerta de su habitación completamente desnuda de cintura para arriba. Sus dos grandes tetas atrajeron de inmediato mi atención: eran dos pechos voluptuosos, muy blancos (como toda la piel de la chica) y estaban coronados por unos pezones rosados. En la mano derecha llevaba la blusa blanca. Al sentirse sorprendida trató de taparse sus tetas con los brazos y se quedó quieta, sin entrar en la habitación.

Por su parte a Jennifer la había sorprendido justo en el momento en que se encontraba agachada delante de mi puerta y dejando en el suelo su sujetador negro. También estaba con los senos desnudos al aire, pero vestida de cintura para abajo. Se llevó un buen susto cuando abrí la puerta. Se levantó rápida y, sin preocuparse siquiera por cubrirse sus tetas de tamaño mediano, se dirigió hacia la puerta de su habitación.

 

Antes de que las jóvenes entrasen en su estancia, les dije:

 

- ¡Un momento, esperad un momento! ¿Se puede saber a qué viene este juego y a estas horas?

 

- Perdón. Sólo queríamos divertirnos un rato. Antes nos caíste simpático- me confesó Caroline, mientras se tapaba a duras penas los pechos con los brazos. Su tono de voz y su cara denotaban claramente que se encontraba bajo los efectos del alcohol.

 

En un primer momento no respondí y me quedé pensando unos instantes. Tenía delante a dos chicas semidesnudas, borrachas y que habían iniciado un provocativo juego conmigo. En lugar de meterme en mi habitación y dejar pasar el asunto, no pude resistirme: esta vez mi fuerza de voluntad y el amor que siento por mi esposa me fallaron y decidí seguirles el juego a las dos jóvenes. Simulando un tremendo enfado, les dije:

 

- ¡Estáis borrachas y además no tenéis educación!

 

Y cerré la puerta no sin antes coger del suelo el sujetador negro de Jennifer. No sabía cómo iban a reaccionar las chicas: a lo mejor se metían en su habitación y me dejaban tranquilo, o tal vez volvían a llamar a mi puerta para seguir con el juego.

Me quedé tras la puerta aguardando acontecimientos. Empecé a escuchar cómo ambas chicas hablaban algo entre risas y poco después volvieron a golpear mi puerta. Al abrir me encontré a las dos delante de mí: Caroline ya no se tapaba los pechos y los mostraba ahora sin ningún pudor y en todo su esplendor. Jennifer tampoco hacía absolutamente nada por cubrir su desnudez. Me deleité unos segundos viendo esos dos pares de tetas, firmes, bien puestas, y los pezones marrones de Jennifer, que se encontraban tiesos y desafiantes.

 

Fue la propia Jennifer la que volvió a romper el silencio:

 

- No sólo te queríamos gastar una broma: buscábamos algo más.

- ¿Qué, si se puede saber?- le pregunté haciéndome el interesado.

 

- Buscábamos sexo contigo. Ayer conocimos a dos chicos españoles jóvenes, más o menos de nuestra edad y acabamos teniendo sexo con ellos. Pero después de hablar contigo hace unas horas, hemos estado imaginando cómo sería practicar sexo con un hombre experimentado, como seguro que lo eres tú. Hasta ahora siempre hemos tenido relaciones con jóvenes, pero no estaría mal probar algo diferente antes de volver a Londres. Además veo que debajo del bóxer escondes algo grande. Anda, no seas malo y déjanos pasar a tu habitación. Seguro que tú también disfrutarás. Te advierto de que somos muy fogosas- dijo con una sonrisa pícara y también en evidente estado de embriaguez.

 

Antes de que yo pudiese decir nada, la joven puso su mano derecha en mi entrepierna y me tocó todo mi paquete sobre el bóxer blanco. Mi polla, que ya estaba algo dura por toda la situación, se empalmó todavía más en cuanto sintió los tocamientos de la joven.

Jennifer abrió con la otra mano la puerta de mi habitación de par en par y yo no hice nada por impedírselo. Entró primero ella, después Caroline y por último yo, que cerré la puerta.

 

Mientras Jennifer se sentaba en el sofá, Caroline me miró la entrepierna y no dudó en acercar y posar su mano sobre mi bulto. Me palpó con ganas sobre el bóxer, restregando su mano sobre mi pene y mis testículos, que aún permanecían ocultos bajo la prenda. En ese instante noté que la punta de mi verga comenzaba a humedecerse de líquido preseminal. Mi bóxer blanco se manchó por delante, cosa que no pasó inadvertida para la inglesa.

 

- ¡Ohhhh….!- exclamó al ver la mancha que ella misma había provocado con sus tocamientos.

 

Con las yemas de los dedos rozó la superficie mojada y luego se las acercó a la nariz para oler mis flujos.

Jennifer había aprovechado para quitarse las botas y las medias negras tipo calcetín que llevaba debajo. Conservaba todavía puestas las mallas que no hacían más que resaltar unos muslos firmes y esbeltos y un hermoso y rotundo culo respingón. Bajo la ajustadísima prenda se le transparentaba el minúsculo triángulo de un tanga rosa.

 

Me había hecho ya a la idea de que le sería infiel por primera vez a mi mujer y, aunque sabía que estaba cometiendo una estupidez, ya que la iba a cometer, tenía la intención de aprovechar al máximo la situación que se me estaba presentando. Pese a que por mi cabeza comenzó a pasar una infinidad de juegos sexuales que podía poner en práctica con los dos “bomboncitos” británicos que tenía en mi estancia, preferí cederles la iniciativa a las chicas.

 

Las dos me pidieron que me tumbase en la cama deshecha y yo obedecí. Caroline me vendó entonces los ojos con la blusa blanca que aún llevaba en la mano. En esos momentos quedé a merced de las dos jóvenes, sin ver lo que hacían ni lo que sucedía. Pasaron unos instantes hasta que empecé a sentir sobre mi cuerpo el roce de un fino y suave tejido. El contacto con la piel me producía un excitante cosquilleo.

 

- ¿Te gusta?- escuché a Caroline preguntarme.

 

- Uffff, me da mucho morbo. ¿Con qué me estáis acariciando?- quise saber.

 

- Me he quitado una de mis medias negras y te la estoy pasando por tu cuerpo- me contestó Caroline.

 

Yo sentía que mi polla estaba cada vez más dura y su punta muy húmeda. Con seguridad la mancha de líquido preseminal se había agrandado sobre mi bóxer. Mientras continuaba sintiendo cómo la media de la joven recorría mi piel, noté que una mano aprisionaba otra prenda contra mi nariz y mi boca.

 

- ¡Huélela bien y disfruta!- me pidió Jennifer.

 

No tardé en percibir un fuerte e intenso olor, mezcla de sudor y de orín, e incluso algo de humedad sobre la prenda. Estaba seguro de que se trataba de las bragas o el tanga de una de las chicas.

 

- Es mi tanga rosita- confesó Jennifer.

 

El fuerte olor y el imaginarme a la chica ya completamente desnuda hicieron que el grado de excitación aumentase hasta límites insospechados.

 

No pude contenerme y grité desesperado:

 

-¡Joder, no aguanto más. No me hagáis esto! ¡Quitadme de una vez el bóxer y aliviadme la polla!

- Psst, tranquilo, eso puede esperar un poco. ¿Te ha gustado entonces cómo olía el tanga de Jennifer? Pues ahora vas a probar mis braguitas- dijo Caroline.

 

Sentí cómo me apartaban de la nariz el tanga para acto seguido ponerme las bragas. Creo que la parte de la prenda que está en contacto directo con la vagina quedó situada justo sobre mis fosas nasales, ya que inmediatamente la punta de mi nariz se humedeció con un líquido que, por el intenso olor, supuse que sería flujo vaginal de la chica. El olor que desprendía la prenda era más fuerte si cabe que el del tanga.

 

- ¡Dinos! ¿Cuál huele mejor?- me preguntó Caroline.

 

- Tengo que reconocer que el tuyo huele mejor o a más sucio, según se mire- respondí.

 

- ¡Jajajajaaaa…!- rió Caroline.

 

¿Qué te pasa ahora?- pregunté.

 

- Pues nada, que te hemos mentido y primero oliste mis braguitas y ahora lo que has olfateado ha sido el tanga de Jennifer. Como es la prenda íntima de ella la que has elegido, será con ella con quien tengas sexo primero- contestó Caroline.

 

Lo siguiente que sentí fue cómo una de las chicas empezaba a quitarme el bóxer. Por fin noté mi verga ya totalmente tiesa y empalmada libre de la prenda. Escuché a las jóvenes murmurar algo entre ellas en inglés mientras reían. A continuación una mano se posó sobre mi pene y comenzó a acariciarlo suavemente. Sentí cómo mi polla era cubierta por una prenda fina y suave: era una sensación similar a la que había experimentado minutos antes cuando mi cuerpo fue acariciado por la media. Estaba casi seguro de que las británicas me había cubierto el pene con la media.

Unos segundos más tarde esa mano que estaba jugando con mi polla empezó a agitarla. Mi glande seguía segregando líquido preseminal que manchaba la media que lo envolvía conforme la joven me masturbaba.

 

- ¿Te gusta lo que te hago?- me preguntó Jennifer.

 

- Mucho. No pares por favor, sigue así- contesté.

 

- Saca la lengua- me pidió Caroline.

Obedecí e inmediatamente sentí la piel de la joven rozando con mi lengua. Empecé a moverla ligeramente, tocando algo húmedo y carnoso.

 

- ¡Ummmm, qué bien lames mi coño!- exclamó la chica.

 

Con esas palabras la extranjera no hizo más que confirmar lo que me presuponía: estaba chupándole la vagina. Poco a poco fui metiéndole la lengua en la rajita del coño, penetrando así a la chica.

 

Mientras tanto, Jennifer ya había acelerado sus movimientos manuales. En pleno desenfreno noté que me quitaba la media del pene y que su boca engullía mi dura verga. Con los labios recorría una y otra vez mi miembro empapándolo de saliva. A medida en que la joven intensificaba su acción, yo también aceleraba y daba más ímpetu a mis movimientos con la lengua.

Los primeros gemidos de Caroline no se hicieron esperar, mientras yo sentía cómo mis testículos cada vez se endurecían más anunciando una inminente e inevitable eyaculación.

 

- ¡Ahhh, Jennifer, no sigas o me voy a correr pronto y en tu boca!- grité.

 

La inglesa debió de pensárselo mejor, pues rápidamente dejó escapar mi polla de su boca. Pero no tardó en coger mi verga con la mano y acomodársela dentro de su húmedo coño. Lentamente comenzó a cabalgar sobre mi miembro mientras con sus manos mi torso desnudo y sudoroso.

Caroline me cogió las manos y se las llevó a sus tetas. Aproveché para palpar y manosear aquellos senos voluminosos que había tenido la suerte de ver desnudos hacía un rato y eso aumentaba mucho más mi calentura. Los pezones de la británica estaban duros por la excitación y no dejé de friccionarlos durante unos segundos con las yemas de mis dedos.

 

Jennifer había ido incrementando el ritmo de sus movimientos y botaba sobre mí a una velocidad frenética. Yo sabía que iba a correr en cuestión de segundos, pues en mi bajo vientre comenzaron a producirse pequeños espasmos y mis testículos estaban a punto de reventar.

 

-¡Vamos, quiero probar tu semen, todo el que tengas! ¡Vamos, córrete, córrete!- exclamó una ansiosa Jennifer.

 

Cabalgó enérgicamente varias veces más sobre mi polla hasta que no aguanté más: varios chorros de esperma salieron disparados de la punta de mi pene inundando el coño de la chica.

 

- ¡Síííí…ahhhhh…..!- gritó la británica.

 

Se quedó parada, con mi verga aún enterrada dentro, aprovechando hasta la última gota de mi leche. Yo seguí lamiendo unos instantes más el sexo de Caroline, pues no quería para hasta que ella no llegase al orgasmo. Tuve que emplearme a fondo un minuto más para hacer que la joven alcanzase el clímax. Inmediatamente mi boca comenzó a recibir una buena cantidad de flujos de la chica que yo tragué gustosamente.

 

Durante unos segundos se hizo el silencio en la habitación. Jennifer se apartó de mí, dejando salir mi polla de su vagina. Caroline también se había alejado de mi cara, pues ya no alcanzaba a lamer su coño con mi lengua, ni a tocarle los pechos.

 

- Te vamos a quitar la blusa de los ojos para que puedas disfrutar también visualmente a partir de ahora- comentó Jennifer.

 

Rápidamente noté cómo me desataban la blusa y mis ojos quedaron libres. Junto a mí, en la cabecera de la cama, estaba Jennifer de pie. Tenía su sexo completamente depilado y restos de mi semen le chorreaban desde su coño por la cara interna de los muslos. Sus tetas lucían con los pezones tiesos y apuntando hacia el frente.

 

A los pies de la cama se encontraba Caroline, también de pie. Antes la había visto semidesnuda, pero ahora, ya sin nada de ropa, estaba espectacular: tenía un auténtico cuerpazo, con las dos tetas grandes y sugerentes y su coño con una depilación cuidada, pero no integral.

 

- ¡Menuda cara se te ha quedado! ¿Qué pasa, no habías visto antes unos cuerpos como los nuestros?- preguntó Caroline.

 

Yo no respondí. Entonces la joven prosiguió:

 

- ¡Y después protestáis los españoles porque los universitarios extranjeros venimos a España de fiesta, a formar escándalo y a causar problemas! Pero de lo bueno no habláis.

 

-¿Tienes un cigarro?- me pidió Jennifer.

 

Me levanté de la cama y cogí el paquete de cigarrillos que tenía sobre la mesita de noche y el encendedor y se los ofrecí a la chica. Ella abrió la pequeña puerta que daba a la terraza de la habitación y, pese al frío que debería hacer fuera a esa hora, salió completamente desnuda a fumar a la terraza. Se fumó tranquilamente el cigarro sin importarle poder ser vista desde la calle. Cuando volvió a entrar a la habitación, se encontró a Caroline con mi polla entre su mano. Yo me había vuelto a tumbar sobre la cama y Caroline estaba arrodillada en el suelo masturbándome.

Jennifer se quedó unos instantes de pie, contemplando la escena y sonriendo. Pero en seguida se arrodilló también y recorría con las palmas de su mano mi torso. Mi glande rosado estaba de nuevo al descubierto, humedecido y chorreando las primeras gotas de líquido preseminal, que mojaban la mano de Caroline. Ella aceleró un poco los movimientos manuales, provocando que mi polla adquiriese toda su dureza. Las venas se marcaban de forma exagerada en mi pene ya erecto.

 

- ¡Ummmm…Quiero sentir eso dentro de mí!- exclamó Caroline.

 

La inglesa se incorporó, se lubricó el coño de forma generosa con su propia saliva e hizo que me levantase de la cama para tumbarse ella. Se abrió por completo de piernas, ofreciéndome todo su sexo abierto y su vulva. Con mis manos le levanté las piernas, me acoplé en la cama y lentamente empecé a introducirle mi miembro en la vagina. Cuando se lo encajé por completo dentro, la chica emitió un leve gemido de placer.

 

Jennifer se acercó a su amiga por la cabecera de la cama y se puso a sobarle y a acariciarle las tetas a Caroline. Yo ya había iniciado mi mete y saca y contemplaba las ganas con las que Jennifer magreaba los enormes senos de su compatriota. Fui acelerando mis movimientos y no tardé en volver a sudar. A Caroline, presa de la excitación, se le encendieron las dos mejillas con un rojo intenso y también sudaba de manera copiosa. Sus gemidos iban a más conforme mi ritmo seguía creciendo.

 

Jennifer dejó de tocar a su amiga, se puso de pie, se giró y se inclinó, dejando su culo en pompa y abierto cerca del rostro de Caroline. Ésta aproximó su mano a los glúteos de Jennifer, les dio un par de cachetes y a continuación introdujo un dedo en el ano de su amiga. Mientras yo continuaba con mi imparable y enérgico bombeo, Caroline penetraba analmente a su compañera de estudios, que se dejaba hacer.

 

¡Ahhhhh. Oh my gooooood!- gritó Jennifer al tiempo que soportaba la penetración de su amiga. Caroline sacó por un momento el dedo del culo, se lo llevó primero a su nariz, lo olió y después se lo metió en la boca para chuparlo. Lleno de saliva lo volvió a meter en el ano de Jennifer, pero esta vez introdujo también un segundo dedo para intensificar los efectos de la penetración.

 

Ahora Jennifer no podía parar de gemir, al igual que la propia Caroline, que soportaba mis violentas acometidas. Con mi lengua aproveché para lamerle primero la planta del pie a Caroline y después le chupé cada uno de sus dedos, cuyas uñas estaban pintadas de color rojo pasión.

Volví a sentir las punzadas en el abdomen y en los testículos, anunciando que la eyaculación no tardaría en llegar.

 

- No voy a aguantar mucho más. Me corro ya mismo- avisé a Caroline.

 

- ¡Córrete, córrete, mójame por dentro, quiero que me llenes de semen!- gritó la chica.

 

Me impulsé un par de veces más metiendo mi polla hasta lo más profundo del cuerpo de la joven y ya no pude más: mis chorros de leche empezaron a salir regando por completo el interior de la británica.

 

- ¡Sííííí….!- exclamó ella complacida, sin dejar de penetrar con sus dedos a su amiga. Sólo cuando acabé de soltar todo mi esperma, paró la joven también de follara a Jennifer. Le propicié unas últimas caricias a los senos de Caroline antes de sacarle mi verga de su coño y de tumbarme, exhausto, en la cama.

 

Lo último que recuerdo de aquella noche es a Jennifer dirigiéndose hacia el baño de la habitación. Debí quedarme dormido por el agotamiento y cuando volví a abrir los ojos, las dos chicas ya no estaban. Por el suelo habían dejado tiradas algunas de sus prendas: las dos medias-calcetines de Jennifer, su tanga, las medias negras de Caroline y sus braguitas.

 

En la mesita de noche había una nota firmada por ambas, en la que ponía “Gracias” y en la que estaban las marcas de la pintura de los labios de las dos chicas simulando un beso.

 

Esa misma noche, ya en casa y tras varios días sin vernos, mi mujer y yo hicimos el amor. Pero no era en mi esposa en la que pensaba mientras practicaba sexo, sino en las dos turistas británicas.

 

 

Gracias por leer el relato. Espero que os haya gustado. Para cualquier comentario u opinión podéis dejar vuestras impresiones bien a través de la página o bien mediante un mensaje a mi correo.

Seguiré publicando el resto de historias que conforman la serie. Un saludo a todos.