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Sueños de verano

en Fantasías Eróticas

Por fin llego el verano. El cielo, estaba despejado y el mar brillaba como nunca.

Era uno de esos días, perfectos para ir a la playa, y pasar un día fabuloso, así que sin pensarlo más decidimos, mi mujer y yo, llamar a algunos amigos.

Después de varias llamadas, tan soló su amiga Rosa, quiso acompañarnos, y como se suele decir cuanto menos bulto más claridad. Así que acordamos la hora, y el lugar donde vernos para pasar a recogerla.

 

Ya en la playa, confirmamos que el día era inmejorable. Elegimos el lugar donde poner las toallas, y sin demorarnos más, nos desvestimos.

 

Rosa era una compañera reciente de mi esposa, María, aunque ya habíamos coincidido en alguna fiesta, y con la que habíamos compartido alguna que otra cena en casa. Era una chica, de estatura normal, morena, pelo lacio y no muy largo. Era álgunos años más joven que nosotros, pero muy simpática, y siempre estaba riéndo y haciendo payasadas que nos divertian. Nunca antes, la había visto en bikini, pero cuando se empezó a quitar su ropa, pude observar que tenía otras cualidades muy interesantes. Lucía una piel no muy tostada pero brillante, sus pechos eran normales, quizás una talla D, y su trasero, resaltaba por la forma de su bikini. Vamos una chica muy guapa, e inteligente.

 

María, mi esposa, es una chica, también de estatura normal, inteligente, graciosa, y en ocasiones algo payasa, pero de esas chicas, con las que nunca te aburres. Su cuerpo, era espectacular, algo rellenita pero bien puesto, que marcaba muy bien su contorno. Su piel algo más blanca, por ser esos primeros días de verano, pero brillante. Sus pechos, algo mayores que los de Rosa, una talla E, y por ello no tan redonditos, pero igualmente apetecibles. Y su culo... que decir de su culo, espectacular, muy sensual y apretadito. Lucía un bikini rojo que le sentaba muy bien.

 

Yo en cambio, soy un chico normal, bastante moreno, alto y pelo corto. Más payoso quizás que las dos juntas, y aunque bastante delgado, sin complejo alguno. No soy de esos chicos, que se afeitan el pecho y las piernas, pero sin tener una cantidad de pelo exagerada. Normalmente uso bermudas para bañarme, y menos mal que ese día llevaba unas.

 

El sol, apretaba mucho, por lo que Rosa le pidió a mi esposa que le untara la crema solar. Ésta se recostó boca abajo, así empezó a esparcirla. Cuando terminó le toco el turno a mi esposa, que normalmente, me pedía amí hacer dicha labor, pero hoy no me dejó aprovechar. Por ello, les dige que me parecía injusto y que me habían quitado mi pasatiempo  favorito, que si les parecia bonito.

 

Ambas rieron y me digeron que me fastidiara que me quedaría con las ganas. Entonces pregunté: "Y ahora quien me esparce ami la crema", mi esposa sin pensarlo ni un momento, me contestó: "quien te la va a esparcir, yo quien más?" una sonrisa se me escapó a lo que mi esposa, añadió:" no sabes tu nada, eres muy listo".

 

Las chicas decidieron tomar el sol un rato, por lo que aproveché para ir a bañarme. El agua estaba muy rica, el viento no corría pero no hacía un calor muy excesivo, y allí estuve un buen rato, disfrutando como un niño. De vez, en cuando, miraba hacia las toallas, y veía que las chicas estaban hablando y riendose. Seguramente, miraban para algún chico de la playa y hacían algún comentario, ya que la playa era una antigua playa nudista, y algunos aún la utilizaban como tal.

 

Pasado un tiempo, las chicas se levantaron y se dirigieron al mar, yo las invitaba a entrar, pero por el calor de estar cogiendo el sol, les pareció que estaba muy fría. Me fui acercando a ellas, para converserlas, y me fijé que los pechos de mi esposa, sus pezones se erizaron por el frío del agua. Me reía, de la imagen, pero sin pensarlo, y con mucho disimulo, observé la reacción de Rosa, que aún estaba en la orilla. Mi esposa, que ya había llegado a mi lado, se agarró ami, y me abrazó. Acercó su boca ami oído y me susurró, "cariño veo que te alegras de verme... ... o quizás te has emocionado por ver el paisaje en la playa en mi ausencia?" Una sonrisa volvió a mi cara y le contesté: "Nunca dudes que tu tengas tu parte de culpa, jejej, pero....." En ese momento, Rosa se dispuso a entrar en el agua. Yo me mantenía abrazado a mi esposa, ella de espaldas a Rosa y yo sin perderme detalle de su entrada. Era curioso observar, como a medida que se introducía en el mar, sus pezones se quedaban duros como piedras y se marcaban en su bikini. Claro está, que miraba lo más disimulado que podía.

 

Ya en el agua, empezamos a jugar tirándonos agua, hundiéndonos de vez en cuando. Los típicos juegos acuáticos. María, se me acercó por detrás y me pidió que la montara de pié sobre mis hombros para poder lanzarse al agua, y así lo hice, me sumergí agarrándola por las manos y de espalda a ella, y tras poner ella, sus pies sobre mis hombros, la levanté. Estuvo así, unos segundos hasta que se tiró de cabeza. Rosa, al ver la escena, exclamó: "Jooo yo no tengo quien me haga eso..., yo quiero intentarlo". Miré a María y asintió con la cabeza, entonces, me dirigí a ella, pero se hechó a reir y me dijo que si estaba loco, que conmigo no lo haría. Insistí hasta que ella acepto, y le expliqué como hacerlo. Me sumergí y todo salió a la perfección. Durante un rato, ambas se intercalaban para utilizarme de lanzadera espacial, pero ya las fuerzas mermaban y cuando me dispuse para lanzar a Rosa por última vez, está no aguantó la risa, se resvaló y quedó sentada sobre mis hombros. Al principio, no le puse asunto, pero sin querer, un pensamiento recorrió mi cabeza, ya que sentía su rajita en mi cuello. La bajé lo antes posible y traté actuar de manera normal, para que no se dieran cuenta.

 

Ya en la arena, el día transcurrió normal. Cogimos un rato el sol, jugamos a las cartas, contamos chistes, comimos, etc.

 

A las 18:00horas, y cansado de estar en la playa, decidimos irnos. Mi esposa, le propuso a Rosa que fuera por casa, y se enjuagara el cuerpo allí, con agua salada, y así después podríamos cenar y ver una peli. Y aceptó.

 

Yo al principio, no estaba muy contento, ya que mi idea era otra. Y ese día había sido muy intenso y me apetecía quizás, jugar de otra manera más sugerente. Pero al final, me dejé llevar. Total, sino era por la tarde, esa noche tendría mi recompensa.

 

Llegamos a casa y Rosa, pasó la primera al baño. Mientras, en nuestro cuarto, desnudé a mi esposa, y nos besamos y jugueteamos un poco, mientras oíamos el agua correr. Ella se resistía porque nos podía oir, pero eso era lo que más me llamaba la idea. Cuando el agua dejó de caer, me retiré y me fui a la cocina a preparar la cena. La siguiente en bañarse fue María.

 

Preparando la cena, Rosa, se acercó y me preguntó que plato les brindaría. Luego me preguntó que si me lo había pasado bien, a lo que le contesté que por supuesto, que había sido un día muy divertido. Sin poder decir, más añadio: "me alegro mucho que te hayas divertido, de hecho hoy te has puesto las botas" .

 

¿Las botas?,  pregunte yo. ¿Aqué te refieres?.

 

No seas bobo, tu sabes a lo que me refiero, ¿o acaso te crees que no me di cuenta como me mirabas  cuando entré al agua? y ¿como me soltaste cuando me senté sobre tus hombros?.

 

El calor, y no del fuego de la comida, me subió desde los pies a la cabeza, y sin saber que decir, susurré: "bueno eso también ha estado bien, siento haberte incomodado".

 

Se rió y me dijo que en absoluto se sintió incomodada, pero que no me preocupara.

 

María salió de la ducha, ambos cambiamos de tema y me metí en el baño. Mientras, ellas preparaban la mesa, y terminaban de hacer la comida. El agua resvalaba fría por mi cuerpo, pero parecía evaporarse del calor que mi cuerpo emanaba. No sabía que pensar, y en ese momento me quedé bloqueado.

 

Tras la ducha, las chicas me esperaban en la mesa. La cena transcurrió con tranquilidad. Hablamos de como se habían conocido Rosa y María, y de cosas normales, hasta que Rosa dijo: "María ¿sabes que el pasatiempo de tu marido es el observar a las chicas en la playa?"

 

Uy no sabes tu que golfo esta hecho, pero porque lo dices, "¿lo has pillado mirándote?".

 

Mi cara, se volvía roja por instantes, no sabía donde meter la cabeza.

 

Y asintió con la cabeza.

 

No supe que decir, hasta que se me acordé de manera fugaz sus risitas en la arena. ¿Y ustedes, no se han alegrado hoy la vista? ¿Que yo recuerde, no se cansaron de mirar y reir?.

 

Ambas rieron y se quedaron calladas.

 

Al terminar la cena, muy ligerita, por las horas que eran. Recogimos los platos y nos sentamos un buen rato a charlar. De nuevo salió la conversación de lo sucedido en la playa. Rosa bacilaba con lo bien que lo tenía que haber pasado yo en el agua, rozándome con dos chicas preciosas. Mi mujer, asentía y riéndose, le insinuaba que ya se había dado cuenta, puesto que estaba muy contento y que en más de una ocasión tocó el fruto de mi emoción. Las dos me bombardeaban con insinuaciones, y reproches, ya que según ellas, no había disfrutado como yo.

 

De nuevo, les recordé que al menos se habían dado una alegría para la vista, viendo al resto de los chicos en pelota picada. Pero seguían diciendo que no era lo mismo, a lo que les contesté que si yo me lo había pasado bien que no pensaba arrepentirme y que no tenía culpa que a ellas no les gustara rozarse entre ellas. A lo que añadí: "como ustedes no se atreven a hacer nada, nunca entre dos chicas".

 

¿Cómo que no nos atrevemos a hacer nada? ¿que te piensas que nos ruboriza darnos un pico, o hacer otra cosa?

 

Y asentí con la cabeza.

 

Si esperarlo, Rosa se levantó de su sitio, se dirigió a mi esposa, y le plantó un beso en sus labios durante unos segundos. Tras apartarse añadí.

 

Un beso no significa nada.

 

María, muy nerviosa, exclamó: "ya te vale, yo no soy lesbiana y no me gustan las chicas".

 

Rosa no tardó en corroborar también su postura.

 

Aunque no le gusten la chicas, no sois capaces de dejarse llevar y hacer algo más fuerte, eso no quiere decir que sean lesbianas, sino que es un juego. Dije yo, además hay que probar las cosas para saber si gustan y si no dan el paso, nunca lo sabrán, no tiene nada de malo.

 

Ellas, se miraron y me digeron, ¿que listo a ver si ati te gustaría hacertelo con un chico?.

 

Creo que yo no me he quejado de lo sucedido en la playa, que fueron ustedes, pero vamos si no queréis no les voy a obligar. Me levanté y me fui a la habitación a preparar la película.

 

De regreso a la cocina, me percaté que la casa estaba en silencio. Y cuando llegué, no me lo podía creer. Mi esposa, estaba sentada sobre la encimera, y Rosa le estaba practicando un cunilingus espectacular. Ella apretaba la cabeza con sus manos, hacia su rajita, y sólo se oía el chapoteo de la lengua de Rosa, mientras se deleitaba. Mi polla, sin poder contenerse en el pantalón pedía a gritos salir a explorar, pero no sabía que hacer. Me quedé un rato observando la escena. María levantó la vista y sin mayores explicaciones, me dijo: "¿tanto quejarte y ahora te quedas ahí observando?".

 

Liberé a mi polla de sus ataduras, y comencé a masturbarme viendo la escena. Mientras ellas seguían jugando entre las dos. Ya pasado un rato, Maria le pidió a Rosa que parara, se bajó de la encimera, y cogiendola de la mano, la guió al dormitorio. Yo las seguí, y me senté en un sillón que tenemos para cambiarno. Rosa se tumbó boca arriba y ahora era María quien sobaba sus pechos y succionaba su rajita. Ambas jadeaban sin reparo alguno. Y yo no dejaba de tocarme viendo aquella escena. Poco a poco se iban desprendiendo de la ropa, hasta que no hubo nada más que quitar. Entonces, me levanté me coloqué detrás de Maria y tras lubricar su rajita, se la fui introduciendo lentamente al principio, hasta que mis embestidas aumentaron. Ella paró, un segundo para coger aire y dar un gemido fuerte, y volvió a su labor.

Rosa no paraba de jadear de placer, y en un momento, se extremeció y se deito con un orgasmo provocado por la boca de mi querida esposa. 

Cambiamos la postura, y mi esposa, se recostó boca arriba, y de nuevo la penetré. ROsa aún reponiéndose de su orgasmo, se colocó a su lado, y comenzó a tocarle sus grandes pechos y a intercalar algún beso con ella, y algún otro conmigo. No podía parar de embestirla y sentía que ya no podría aguantar más, así que le pregunté a mi mujer si quería que la llenara toda o si por el contrario quería ser bañada por mi semen. Rosa, sin dudarlo, le susrró al oído algo a María y sin poder creerlo, María empezó a jadear de una manera descomunal. Su orgasmo fue bastante ruidoso e intenso, lo que provocó que ya no pudiera soportar ni un minuto más y les advertí que me iba. Entonces, Maria me sugirió que ROsa quería toda mi leche, y que la brindara, ya que era una invitada. Y sin poder aguantar más, así lo hice, saqué mi polla de su rajita y ROsa ya junto a la barriga de mi mujer con la boca abierta, recibió tada mi corrida. No paraba de relamerse mis jugos, y esparcir los resto que a sus pechos llegaban. Exahusto, me recosté en la cama y ambas fueron a la ducha.

Mi mente se quedó en blanco unos segundos, quizá minutos. No podía creerme lo que había pasado, y no me quedaban fuerzas para levantarme, asi que cerré los ojos y me relajé, para recuperar el aliento.

EL tiempo, pasaba y las chicas no regresaban del baño, pero el agua no paraba de caer. Pensé que sería normal, que estarían limpiándose bien y al ser dos chicas, y entrando por turnos, se tardaría más. No obstante, el tiempo siguió pasando y extrañado me levanté y me acerqué al baño. La puerta estaba cerrada, la abrí y del plato de ducha solo se oían suspiros apagados que se camuflaban con el ruido del agua al caer. Mi pene, sin hacerme caso, volvió a la batalla.

 

No me lo podía creer, ¿estaban en la ducha jugando entre ellas?. LAs dejé un rato a solas, y me fui al baño de invitados, donde me limpié los restos del juego en la cama. Ya limpio, me volví a dirigir al baño, y comprobé que los gemidos era ya más fuertes y ritmicos, hasta que en un momento determinado, pude oir a mi esposa venirse de nuevo.

Asombrado, y callado, observando la escena tras la mampara. Pude observar como la silueta de Rosa, se depegó de la de mi mujer, y abrió la puerta. Mirando a mi polla erecta, me preguntó: ¿te ha gustado la escena? ¿Hoy has tenido un dia completito?. Pues ahora me toca ami digo yo, que también quiero mi ración de chico.

 

Salió de la ducha y se secó y cogiéndome de la mano, regresamos al dormitorio. Me besó efusivamente, y se sentó en el borde de la cama, me acercó a su boca y comenzó a mamarme la polla, ya enrojecida por haber practicado sexo, minutos antes. No dejaba de succionar y lamerla, parecía que se la iba a engullir. Le sujetaba la cabeza, mientras le pedía que no parara. Mi mujer, entró al dormitorio y sonriendo se sentó a observar la escena.

¿No querías polla, Rosa?, le susurré.

Un si follame, se escuchó entre succión y succión.

La aparté y la puse en posición de perrito. Ella se lubricó la rajita y apoye mi polla en su entrada. La cogi por las caderas y apreté suavemente para introducírsela. Una vez dentro, comenzé de nuevo un movimiento ritmico pero constante. De vez, en cuando cambia una de mis manos de su cadera a sus hombros, pero sin dejar de penetrarla. Ella jadeaba de placer, mientras se tocaba con una de sus manos. Notaba sus dedos llegar a mis huevos, y acariciarlos y nuevamente volvía a su raja. Mis manos abandonaron su cadera y hombro, y se dirigieron a sus pechos, que se movían de alante a atrás, por el empuje de mis embistes. Jugué cuanto quise con sus pezones, mientras mi esposa observaba la escena agotada por el juego en la bañera.

 

DE repente, mi esposa se levantó y me dijo al oido: "Cariño ¿porque no aprovechas y la culeas un poco?". Se puso las manos en su boca, sacó parte de su saliva, y la dirigió al ano de ROsa. Jugó un poco con él y poco a poco le fue introduciendo un dedo. YO ya había abandonado sus pechos y sin parar de penetrarla me fui a los de mi esposa.

 

Cuando ya mi esposa, metía dos de sus dedos, en el culito de ROsa, apartó sus manos y cogiendo mi polla, la guió a su ano. "Todo tuyo" me susurró. Sin dudarlo empujé suavemente mientras mi chica, sugetaba mi polla, y poco a poco se fué introduciendo. Rosa no paraba de chillár, supongo que al principio por algo de dolor, y luego de placer. Una vez dentro mi esposa, abandonó su posición y se dirigió hacia rosa, se sentó a su lado y mientras jugaba con los pechos de ésta, la besó en repetidas ocasiones.

 

Yo poco podía ya aguantar, y sin poder avisar descargué toda mi leche, dentro de su culo. Rosa al notar, que me iba dentro de ella, y escuchar mis gemidos, aceleró e incrementó la fricción de sus dedos, teniendo un orgasmo largo, pero apagado. 

 

Al terminar, Rosa, se levantó y fue al baño a refrescarse. María y yo, nos quedamos en el cuarto, besándonos y abrazados. Cuando Rosa llegó del baño, fui yo a limpiarme y al regresar, las dos se habían vestido, por lo que me vestí yo también. Ella, ya estaban recostadas en la cama y me senté junto a MAría, que dijo: "¿Vemos la peli ahora?".