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Nyotaimori/Nantaimori. Parte II.

en Intercambios

Tras aquella maravillosa noche, tuvimos varios encuentros durante la semana previa a la reserva del restaurante japonés. No es que fuera una obsesión, pero nos había dado cuerda para jugar durante unos días.

Ana estaba bastante impaciente en que llegara aquel día, y algo me decía que mis sospechas de que había reservado a Javier como plato, eran ya bastante evidentes.

Llegó la noche esperada, y esta vez, Ana optó por ponerse un traje aún más escotado que el que había llevado la vez anterior. De hecho, su traje era tan corto que sólo con verlo me puso bastante caliente, por lo que me tuvo que apartar de ella para poder terminar de maquillarse, ya que no paraba de buscarla.

El camino esta vez se nos hizo muy corto, bien porque ya lo conocíamos bien porque se notaba que Ana estaba desesperada por llegar, al igual que yo intrigado por ver que reserva había hecho.

Esperando por fuera del restaurante, le comenté que al vernos iban a pensar que nos habíamos vuelto unos adictos a cenar, porque no habíamos dejado pasar ni una semana. Ambos reímos pícaramente y fue cuando me confesó que le intrigaba conocer a Javi, pero que no era esa la única sorpresa de la noche.

Al pasar a la salita donde nos recibían, la señorita nos saludó como si no nos conociera de nada. Quedaba claro, que la discreción era bastante cuidada en aquel lugar. No era de extrañar cuando había gente que usaría aquel lugar para hacer cenas de negocios, o encuentros extramatrimoniales, o porque no de parejas como nosotros que buscaban un poquito de acción, morbo y diversión.

Nos sirvieron una copa para abrir boca, y esperamos nuestro turno. Nuevamente, la señorita nos invitó a seguirla y pasamos al patio donde se encontraba la fuente. Esta vez, no nos condujo a la misma estancia de la semana pasada, sino que nos invitó a entrar en otra que estaba al final del patio y que parecía ser algo mayor, o al menos se adivinaba por la estructura de las puertas de papel y bambú.

Al llegar abrió la puerta y ante nosotros pudimos ver a Javi y a Laura colocados en sus respectivos sitios y portando nuestra cena. La señorita nos dio la bienvenida, nos deseó una cena agradable y se despidió cerrando la puerta tras ella.

La cara de Ana era un poema, no disimulaba que tenía hambre y no era precisamente ni el sushi, ni el sashimi, ni el nigiri, ni el maki lo que le abría el apetito.

Nos sentamos cada uno al lado de su plato y saludamos a los chicos.

Evidentemente no respondieron verbalmente al mismo, sino únicamente asintiendo levemente con su cabeza.

  • ¡Jooo yo quiero que me hablen!, dijo Ana insistiendo.

Laura dejó esbozar una de sus sensuales sonrisas. Pude ver como sus ojos buscaban los míos.

  • No debemos hablar, ¿recuerdas Ana?, dijo Laura en voz baja.

  • Ya pero yo quería tener unos platos parlanchines. En casa tengo alguno que otro que me canta mientras como, dijo burlona.

Todos reímos por su gracia.

  • Intentaremos hablar en voz baja, no sea que no oigan porque nos jugamos el puesto, añadió Laura. Ana te presento a mi novio Javier.

  • Javi, dijo él en voz baja, ¡encantado!

Ana miró el Sushi de salmón de su entrepierna y con una mirada hacia mí muy pícara, dijo,

  • El gusto es mío, Javi. Encantadísima de conocerte.

  • Ana, podrías ser un poquito menos sincera ¿no?, aquí nuestro amigo Javi puede sentirse un hombre objeto, añadí.

  • ¿Objeto? Dijo Laura riéndose. No tardaréis mucho en conocerle. Es igual de gracioso que ustedes y creo que se llevarán muy bien.

  • Laura me vas  aponer rojo, dijo entre dientes.

Aquello más que una cena parecía un circo, Laura y Javier más que ser nuestros platos (como los llamábamos cariñosamente) parecían nuestros muñecos y nosotros los ventrílocuos. Era una escena bastante irreal, pero graciosa a la par que con su punto de morbo.

  • ¿Cenamos? Dijo Ana. Se me va a caer el Sushi como sigamos calentando el ambiente, sonrió pícaramente. Aunque, Laura no sé yo si mejor dejar que se caiga por ver el detalle del plato.

  • Como todos los comensales sean como nosotros… van a terminar en el paro o hartos del trabajo, dije sonriente.

  • No, la verdad que sois los únicos que han pasado por aquí esta semana y nos han caído bien. Normalmente solo pasan babosos, algunos que solo quieren tocarte o sobrepasarse y muchos que han perdido la educación. Ustedes al menos nos hacen pasar un rato divertido. Le conté a Javi mi experiencia la semana pasada y llevamos la semana deseando que llegara el día, añadió.

  • ¿De verdad?, yo también Laura, tus referencias de mi plato eran bastante tentadoras y por lo que veo… tenías mucha razón. Espero que no seas celosa ¡eh!

  • Tranquila Ana, cumpla las normas y disfrute de su cena, añadió Laura.

  • Yo quisiera saber que pintamos aquí Javi, por lo que veo nuestras opiniones están de más, sonreí.

  • ¡Calla y come!, dijo Ana echando mano a uno de sus trozos de sashimi.

La cena transcurrió entre preguntas y respuestas de cada uno de los allí presentes. Disimuladamente hablamos con ellos, y nos tirábamos puntas. La verdad es que las dos parejas empezábamos a tener un buen trato, y a pesar de que nuestros amigos estaba cumpliendo su trabajo, nosotros lo pasábamos muy bien disfrutando de la cena.

Ana no tardó en dejar de usar sus manos y coger la comida con la boca. Y Javi aunque no debería moverse de la posición, giraba en alguna ocasión la cabeza para ver a mi mujer, y su pedazo de vestido. Incluso cuando se reclinaba sobre él, no ocultaba que sumergía su mirada en su espectacular escote.

La verdad es que yo también me reía mucho con Laura, y no dejaba de disfrutar de su presencia en aquella sala japonesa.

Poco a poco los trozos de comida fueron terminando, hasta que a Ana solo le quedó el nigiri que estaba sobre el paquete de Javi. Cosas del destino, y la situación del momento, supongo, cuando Ana se predispuso a cogerlo con la boca, éste se entusiasmó tanto que hoja y nigiri se fueron al suelo, justo en el momento en el que su boca se acercaba, debido a la erección que había experimentado el muchacho. Si tiempo a echarse atrás la boca de Ana tocó la polla de Javi.

Ana al sentirla, se echó atrás y se sonrojó. Javi pidió disculpas, y Laura no pudo aguantar la risa.

  • ¡Lo siento, es la primera vez que me sucede!, dijo Javi avergonzado.

  • Tranquilo, el sushi de Javi estaba rico, añadió Ana, sólo que no me lo esperaba. Por la experiencia de la otra vez pensaba que los postres los servían en otra sala.

  • ¿A que sabe bien?, dijo Laura quitándole hierro al asunto.

  • La verdad es que sí, respondió Ana mirándome.

Cuando yo me disponía a comerme mi último pedazo de maki que por supuesto estaba sobre el pubis de Laura, se incorporó Ana y se lanzó sobre él.

  • Pues yo me quedé con hambre, dijo.

Agarró mi maki, con su boca y tras morderlo se acercó a mí, puso su boca pegada a la mía y le arrebaté la mitad.

  • Cariño tu maki tiene un puntito rico de alguna especia que no sé cuál será, pero le ha dado un sabor delicioso.

Terminada la cena, nuestros platos se levantaron y se despidieron de nosotros; Javi, nuevamente se disculpó y Laura se acercó a darme un beso. Aprovechando ese gesto, sacó un papel de no sé qué lugar porque ni me había percatado que lo tenía (supongo que de su moño de geisha) y me lo puso en la mano.

Al salir del restaurante, no parábamos de reír por aquella situación. Ana me preguntó si me había enfadado por aquel incidente, y le dije que no, aunque yo me había quedado con las ganas de degustar mi sushi de Laura.

Me acordé del papel que Laura me había dado, y al abrirlo vimos como los chicos, nos habían facilitado los teléfonos.

Durante algunas semanas estuvimos escribiéndonos por WhatsApp. Poco a poco fuimos conociéndonos hasta el punto que decidimos quedar algunas veces para ir a tomar algo o ver una peli.

  • ¿Hace tiempo que no van a cenar al restaurante?, preguntó Javi intentando animarnos para volver.

  • La verdad es que nos hemos abandonado, como nos hablamos por WhatsApp y quedamos para tomar algo, no nos ha dado por volver, contestó Ana.

  • Cariño, ya no nos echan de menos como plato, bromeó Laura.

  • No es eso, dijo Ana. Sólo que tampoco nos podemos permitir todos los fines de semana comer fuera. Pero si nos echan de menos, podríamos organizar una cenita en casa, añadió.

  • No estaría mal, dijo Laura.

La verdad es que yo estaba encantadísimo de tener a Laura en casa, y visto cómo iban sucediendo los acontecimientos algo me decía que la cena no sería una cena normal y corriente.

El caso es que acordamos vernos el fin de semana que libraban los chicos. Y como eso sólo sucedía una vez cada tres meses tendríamos que esperar tres semanas para poder llevar a cabo nuestro encuentro. Pero los días pasaron muy rápidos, y poco a poco fuimos alimentando el morbo de vernos para cenar, mientras nos hablábamos por el móvil.

Llegado el día de la cena, Ana aprovechó para ir a la peluquería, y se pasó media tarde arreglándose y poniéndose sus mejores galas, ya que aunque no pensábamos salir de casa, se notaba que se ponía muy guapa para Javier.

Yo hice lo propio, y tras preparar la cena y dar los últimos retoques al postre, me puse manos a la obra para afeitarme y vestirme para la ocasión.

Nosotros vivimos en un chalet a las afueras de la ciudad, y como queríamos aprovechar la noche tan espléndida que hacía, decidimos colocar una mesa junto a la piscina y encender las luces de los jardines que tenían una luz cálida y acogedora.

Ya eran las 20:00 horas, cuando sonó el timbre de la puerta. Ana abrió la puerta y recibió a nuestros amigos, que tras pasar por el ritual de toda mujer cuando llega visita a casa, y enseñarles la vivienda por completo, llegaron por fin a la zona del jardín.

Al ver a Laura, me quedé boquiabierto, ya que aunque la había conocido desnuda y tapada únicamente por algunas hojas de ornamento, nunca la había visto arreglada de aquella manera tan espectacular.

Su vestido era de color blanco con unos estampados de colores, y tenía un escote impresionante. Era ceñido al cuerpo y resaltaba su culo respingón que tanto me había causado intriga. Vestida estaba igual de encantadora que desnuda. El estampado de su vestido resaltaba el color azul de sus ojos.

Se acercó a mí y me dio dos besos, ¡Cómo olía! Por un instante me quedé ensimismado y flotando en una nube.

Javier se acercó a mí y me saludó.

  • ¡Me encanta tu casa, y que decir de este jardín! ¡Hasta tienes piscina! ¿Es climatizada? ¿te ven los vecinos?, me interrogó Javier.

  • La verdad es que cuando decidimos comprar la casa, fue precisamente la intimidad de la piscina y que era climatizada, lo que nos hizo dar el paso, le contesté.

  • Y Ana está preciosa, perdona que sea tan directo pero me ha dejado encandilado, añadió.

  • Anda que Laura esta también espectacular, contesté entre risas.

Realizado los halagos y enseñado el lugar, decidimos sentarnos a tomar algo de entremeses para dar luego paso a la cena. Los chicos estaban encantados con el recibimiento, y se les notaba algo juguetones.

  • Bueno la temática no es como la del restaurante, pero no cabe duda que es impresionante, dijo Ana. Se me hace raro estar aquí cenando con ustedes sin formar parte de la vajilla, bromeó.

  • Oiga que si quiere por mi parte no hay problema. Pero sería una pena destrozar ese vestido tan bonito que llevas, dije.

  • Oye bien podrían ustedes hacer de platos para nosotros, dijo sonriendo.

  • ¿Tú crees que este cuerpo sirve de plato?, dijo Ana bromeando.

  • ¿Tengo que contestar a esa pregunta? Dijo Javier.

  • Tranquilo Javi, ya le contesto yo. Cariño estás para hacer cualquier cosa contigo.

  • Eso lo dices tu porque eres mi pareja, amor.

  • Yo ya lo confirmo Ana, la verdad es que Charlie tiene toda la razón del mundo, ratificó Javi mi postura.

  • Pues no estaría mal que esta noche fuerais nuestros platos, dijo Laura.

Dicho esto, Laura cogió uno de los entremeses, y se levantó. Se dirigió a Ana y tras colocar su pelo y apartarlo de su cuello, dejó caer su cabeza hacia atrás y colocó el entremés para luego cogerlo con la boca.

Los pezones de Ana, se pusieron duros como piedras y su vestido le delataba.

  • Pues están ricos los entremeses, dijo Laura mientras regresaba a su sitio.

  • Yo quiero probar, dijo Javi.

Javi se levantó y cogió otro de los entremeses, lo colocó en la palma de la mano derecha de Ana y tras sujetarla como si fuera a besarla, se inclinó y lo cogió con la boca. El suspiro de Ana fue bastante profundo, por lo que todos pudimos oírlo.

  • La verdad es que su trabajo es bastante sensual, dijo Ana.

  • No creas Ana, salvo ustedes pocos son los comensales que son de nuestro agrado, añadió Laura. Este trabajo lo cogimos porque en un viaje a Japón fuimos comensales de un restaurante similar, y nos llamó la atención, pero es un trabajo como otro cualquiera y no solemos disfrutar de esos momentos como a veces parece.

  • A veces si lo pasamos bien cariño, rectificó Javi. Sin ir más lejos, mira donde nos encontramos hoy.

  • Cierto cariño, cierto. Toda regla tiene su excepción.

  • ¿Pero no seguimos cenando?, dijo Ana, bastante contenta con su experiencia de plato.

Laura que estaba también muy juguetona, se levantó de la mesa cogió un plato y colocó en él varios entremeses. Seguidamente me cogió de la mano, y me hizo levantarme para que la siguiera hasta una zona donde tenía un sillón de jardín tipo Chill Out. Colocó el plato sobre la mesita, me abrió la camisa y me recostó sobre él. Luego colocó algunos entremeses por mi pecho, cuello y labios y se puso a comer muy sensualmente. Notaba el calor de su pecho y su aliento cálido cada vez que se acercaba. El dulzor de su perfume.

No podía ver que hacía Ana y Javi, pero suponía que algo estarían haciendo mientras nosotros estábamos apartados de la mesa.

Cuando Laura acabó sus entremeses se incorporó y me cogió de la mano para regresar a la mesa. Al llegar a ella, Ana estaba acostada en el césped y Javi chupaba la crema de uno de los entremeses de sus pezones duros y erectos.

Al vernos, se incorporaron y nos acompañaron a la mesa.

Entre risas y bromas, nos acondicionamos y servimos la cena. Mi polla estaba empalmadísima y las miradas entre las parejas no cesaron durante la cena.  

Los chicos nos dijeron que llevaban semanas pensando cómo decirnos de hacer la cena algo más erótica, pero que tenían miedo a nuestra reacción. No querían que por ir más allá se rompiera ya que habíamos fraguado una bonita amistad.

La verdad es que a nosotros nos daban mucho morbo, pero no nos habíamos planteado hacer nada fuera de lo común, aunque reconocíamos que nos gustaba el morbo y un poco de juego no nos molestaría. Ana y yo nos miramos, dándonos el consentimiento para jugar, y supongo que ambos sabíamos cuál era nuestro límite, y que más allá de ese límite no pasaríamos, pero decidimos dejarnos llevar.

Cuando finalizó la cena, fue la hora del postre. Y como buen anfitrión fui a la cocina a por las Panna Cotta con frambuesa y menta, que había preparado.

  • Te ayudo, dijo la voz de Laura tras de mí en la cocina.

  • Bueno no hacía falta, pero se agradece el ofrecimiento, le dije. En ese armario, en la parte inferior hay una bandeja, ¿me la podrías alcanzar?, pregunté.

  • Sí claro, dijo Laura.

Se agachó a abrir las puertas y al girar la cabeza, pude ver como su precioso trasero se quedaba en pompa a mi merced. El vestido era tan corto y quejaba ver un pequeño hilo del tanga que llevaba y asomar sus nalgas por debajo de él.

  • ¿Te gusta lo que ves?, dijo Laura sonriente al comprobar que me había percatado de su postura.

  • ¡Uff! a la vista está, dije resoplando por el calor que me había entrado.

Ana se incorporó me dio la bandeja. Mientras yo colocaba las Panna Cotta de Frambuesa, introdujo uno de sus dedos de la mano derecha en la salsa de frambuesa de una de las que sobraban y acercándose a mí, me untó los labios con ella. Me miró con esos ojos azules tan bonitos y cautivadores que tenía, y paso su lengua por mis labios para saborear la salsa.

  • ¡Mmmm está riquísima!, mi planto le da un toque distinguido, dijo guiñándome un ojo.

No pude ni articular palabra, cogí la bandeja y fuimos fuera. Al llegar al jardín, Ana y Javi, estaban hablando de sus cosas. Ni asunto pude ponerle, ya que seguía alucinando con la actuación de Laura en la cocina.

Servimos los postres y para mi sorpresa, Ana se levantó de la mesa, cogió dos copas de postre y sujetando a Javi de la mano se lo llevó a la zona Chill Out. Se soltó el vestido dejó sus pechos al descubierto y tras untarse con la Panna Cotta, se reclinó para que Javi pudiera lamerla toda. Mire a Laura, y sonriéndome me pidió que le sirviera su postre.

Hice lo propio como buen plato, cogí mis provisiones y fui a por Laura, para conducirla a la tumbona que estaba junto a la piscina. Me desprendí de la camisa y me acosté en la tumbona.

Laura colocó el postre por mi cuerpo y comenzó a degustarlo de una manera muy sensual. Soltó la parte superior de su vestido y tras untar sus pechos con la Panna Cotta, los paso por mi cara para que yo también pudiera probarla.

No sabía que estaba más rico, si el postre o el sabor de sus pechos. Su roce era muy agradable y una de sus manos bajo a mi entrepierna palpando mi polla ya muy dura.

Sus ojos se clavaban en los míos, y su sonrisa picarona me cautivaba. Antes de que me pudiera dar cuenta, Laura me había soltado el pantalón. Se incorporó y se desprendió de su vestido quedándose únicamente con las tangas de color lila puestas. Eran minúsculas.

Levanté la mirada para ver que hacía Ana a lo lejos y me sorprendió ver como se encontraba con los pies abiertos sobre el sillón y Javi le comía su coño. Ella no dejaba de mirarnos a Laura y a mí.

Por un instante, pensé en levantarme y parar aquella fiesta improvisada que se había salido de madres, pero la verdad es que mi cuerpo no respondía a la coherencia de mi mente. Cuando me quise dar cuenta, Laura ya había sacado mi polla de su prisión y me estaba mamando ricamente.

Su culo en pompa y la visión de su cabeza bajando y subiendo, me hicieron olvidar que mi esposa, estaba siendo degustada por Javi.

Tras un instante del que perdí la noción del tiempo, Laura se puso sobre mí y retirando el tanga hacia un lado, se fue sentando y metiendo mi polla en su coñito ya chorreante. Al principio lo hizo lentamente, hasta que mi polla se lubricó por completo y comenzó a cabalgar sobre mí. Mis manos sujetaban su culo, y sus pechos golpeaban mi cara.

Humedecí uno de mis dedos y mientras ella se enterraba mi polla en su chorreante coñito, mi dedo jugaba con su culo, lubricándolo hasta notar como poco a poco se iba dilatando y dejando que mi dedo se introdujera leventemente.

Volví a girar mi cabeza hacia mi esposa, que se encontraba a cuatro patas, siendo envestida por Javi. Gozaba como una perra en celo y sólo con verla disfrutar a lo lejos mi polla pareció endurecerse aún más.

Laura no paraba de cabalgar sobre mí, y no parecía querer cambiar de postura, por lo que supuse que disfrutaba de mi polla y mi dedo al mismo tiempo.

  • ¡Qué bien lo haces!, me susurró al oído. Nunca antes habían jugado con mi culito mientras me follaban, añadió entre suspiros.

  • ¡Que coñito y que culo tienes! ¡Me encantan tus pechos!, respondí.

Volvió a poner sus pechos en mi cara y abrió aún más su culo, dejando pasa a mi dedo que se introdujo aún más en el interior de su ano. Unos instantes más tardes, lanzó un grito de placer, teniendo un orgasmo largo que acabó en una serie de movimientos pélvicos.

Al terminar me dio un largo beso en los labios y se levantó. Me incorporé y vi cómo Ana y Javi estaba sentados en el sillón. Ellos también habían terminado su postre.

Laura me puso de pie y volvió a chuparme la polla, hasta lograr que me corriera, pero justo antes de correrme me pidió que me corriera en sus pechos que tanto me habían gustado y del que había usado como plato anteriormente en el restaurante.

Lance todo mi semen en ellos, y al terminar nos recostamos en el césped para recuperar el aliento. Durante un rato Laura, mantuvo mi semen sobre su cuerpo, como si lo tuviera de sujetador. Hablamos un instante, ambos giramos nuestras cabezas nos dimos un beso en la boca y nos incorporamos para luego lanzarnos al agua cálida de la piscina.

Nos abrazamos en el agua, y Laura invitó a Javi a que cogiera a Ana y nos acompañara. No tardaron en estar a nuestro lado.

Al llegar Ana a la piscina, pude comprobar que su culo brillaba, por lo que comprendí enseguida que Javi se había ido sobre él. Ambos entraron en el agua y Laura, tras besarme por última vez y darme las gracias por aquella cena tan rica, se soltó de mí y se fue en busca de su pareja. Yo nade hacia Ana y nos abrazamos.

  • ¿Te ha gustado?, me dijo mirándome a los ojos.

  • ¿Y a ti?, conteste con otra pregunta.

  • La verdad es que sí, aunque me siento rara. Como si te hubiera sido infiel, añadió.

  • No seas boba, ambos hemos permitido que esto haya pasado, y hemos disfrutado mucho, añadí.

Sin dejarle tiempo para pensar, nos fundimos en un beso largo y apasionado.

Después de un rato, salimos de la piscina y nos secamos. Invitamos a los chicos a que se quedaran esa noche en casa, pero prefirieron regresar a su casa.

Al día siguiente, Laura me contó que era su primera vez al igual que nosotros y la verdad fue una primera vez que jamás olvidaremos.

Lo que sí tenemos claro es que podemos considerarnos sitofílicos y aún hoy por hoy seguimos viéndonos con nuestros platos.