miprimita.com

¿Quien la lleva? Parte II

en Intercambios

 

Presos nuevamente de la vida cotidiana, los días fueron pasando. Laura y yo, manteníamos las conversaciones que se prolongaban algunas veces hasta altas horas de la madrugada.

Mi mujer y yo solíamos en determinadas épocas primaverales o veraniegas, jugar sacándonos fotos en los lugares a los que solíamos ir de paseo o aventura. Pero últimamente, esas fotos tenían un grado mayor de picardía y erotismo. Antes no solía dejarse hacer fotos muy escandalosas o provocativas, pero de repente algo había cambiado. Era ella la que incluso me daba directrices de cómo la quería, e incluso de la postura o posición de algunas partes de su cuerpo. Siempre acababa preguntando si la foto era buena y si me ponía al verla. Todo eso me hizo pensar que su habitual intercambio de fotos con Pedro, había llegado ya a un punto en el que ella no sólo había cedido a enviarle fotos, sino que las fotos ya tenían un matiz aún más provocador y sensual, quizás rozando lo pornográfico.

  • ¿He quedado bien en esta foto?, ¿Te pune al verme?, decía intrigada en mi contestación. ¿Crees que si alguien viera alguna vez mis fotos, se pondría o le atraería?, recalcaba.

  • ¡Claro mi amor!, le decía yo haciéndome el que no sabía el fin de aquellas fotos.

  • ¿Soy guapa?, ¿No me hace mucha barriga o culo?, continuaba con su investigación personal.

  • No, cariño estas muy bien le gustarás, dije yo en un tono algo más bajo a fin de que no me oyera.

  • ¿Qué dijiste que no te oí?, dijo ella algo interesada con mi contestación.

  • Nada mujer que me gustas mucho, contesté yo evadiendo la respuesta.

Y así pasaron los días sin poder quedar de nuevo con nuestros amigos, ya que las circunstancias, no sé si los planetas y astros no se alineaban para que se diera el caso. No obstante, cada uno mantenía su juego con su opuesto y se alimentaban las relaciones que se tenía con su pareja.

Por otro lado, Laura se había abierto a mí como si de su mejor amiga se tratase. Me contaba sus gustos, sus fantasías y me dejaba caer esos días en los que su cuerpo le pedía jugar y necesitaba desfogarse, pero lo hacía con una sutileza que no rozaba el descaro.

  •  ¿Sabes que hoy me he comprado un juego de tanguitas nuevos?, dijo Laura después de dos horas de conversación.

  • ¿Enserio?, yo mi premio lo tengo a buen recaudo. He de admitir que ya no tienen ese aroma tan especial que tenía, pero aunque el olor a ti se ha desvanecido, no deja de ser mi tesoro, añadí.

  • ¿Aún las tienes?, ¡Qué loco!, tu mujer te las va a pillar y luego a ver que le dirás.

  • ¿Mi mujer?, sonreí. María últimamente parece la modelo de la revista INTERVIÚ, PLAY BOY, o me atrevería a decir que de cualquier otra revista de contenido más clasificado, comenté.

  • ¿Y eso?, dijo intrigada Laura.

  • No sé por qué me da a mí que tu marido, últimamente está algo más surtido en obras de arte, sonreí.

  • ¿No te da celos?, ¿Tú crees que le envía esas fotos?, añadió sorprendida.

  • ¿Celos?, No es su juego y mientras sea sólo eso y no que queden a nuestras espaldas. Tú no deberías tampoco tener celos, si mal no recuerdo nos confesamos muchas cosas, y no creo que esté del todo bien visto que dos casados compartan esas intimidades, sonreí.

  • Bueno… tienes razón, aunque no deja de ser mi marido y el hecho de que otra mujer se excesiva para él, me da un no sé qué…. Reflexionó ella.

  • No seas boba, al igual que tu disfrutas con nuestro juego morboso, y no hacemos daño a nadie, ellos harán lo mismo a la par. ¿O acaso tu marido no ha mejorado o aumentado la actividad en la cama?, pregunté.

  • ¡Uff! La verdad es que últimamente me recuerda mucho al Pedro de 22 años que conocí, incluso se atreve a pedirme posturas y susurra cosas al oído que jamás antes se había atrevido a decirme y me pone mucho, concluyó Laura.

  • No sé porque me da a mí que en eso ha tenido que ver mi María. Para narrar en la cama y contar cosas al oído mientras lo hacemos es única. ¡Y cómo pone la señorita!.

  • ¿Sabes una cosa Juan?, todo esto me está poniendo bastante bobita, no sé si me entiendes, sonrió nerviosamente.

  • Bueno, creo que sé a qué te refieres, ¿dejamos la conversación para otro día y te dejo que vayas a violar a Pedro entonces?.

  • Pedro está ahora durmiendo mañana madruga, y me da pena despertarle.

    En ese momento me di cuenta que nuestra confianza había pasado ya a un nivel superior, y sus ganas de saciarse le habían hecho olvidarse de los tabúes y recelos que tenía a contar a otro hombre sus intimidades y perversiones.

  • ¿sigues ahí?, preguntó algo avergonzada, ya que colocó una carita a sonrojada.

  • Sí, sí, aquí sigo, como me iba a ir en este preciso momento, añadí.

  • ¿No te habré asustando o hecho tener una visión mala de mí?, preguntó preocupada.

  • ¿Mala?, que va, todo lo contrario si ahora mismo el que se ha puesto malo soy yo.

  • ¿Sabes que llevo puesto?, ¿Sabes dónde tengo mi mano?, dijo muy atrevida y tentadora.

  • ¡Emmm!, la verdad me lo podría imaginar, puesto que no me he olvidado ni mucho menos de las siluetas y curvas de tu cuerpo.

  • Me da mucha vergüenza decírtelo, pero estoy muy muy mojadita y en estos mismos momentos alterno mi manito del teclado de mi móvil a acariciar suavemente mi coñito.

  • Laura, no seas cruel, Pedro está ahora durmiendo y escapas a ser pillada, pero María está en la ducha y no tardará en salir, añadí.

  • ¡Mnnn!,  ¿te podrían pillar tocándote por mi culpa?, preguntó ella muy interesada demostrando que aquella situación le ponía aún más a tono. ¡Uy ya tengo uno dentro!, exclamó.

  • Estoy muy empalmado, Laura. Eres muy traviesa y sí podrían pillarme.

  • ¡Ya van dos!, dijo entrecortada, ya que el ritmo de la conversación se apaciguó por la acción de sus dedos.

  • Yo no aguanto mucho más, le dije. He tenido que liberarla de su prisión y la tengo palpitando en mi mano. Sólo de imaginarte jugando ante mí y no poder verte me está matando. El agua de la ducha, ya no se oye Laura, añadí con una mezcla de nervios debido a lo excitado que estaba y el riesgo que corría al ser pillado por María.

  • ¡Tranquilo, no me falta mucho!, te imagino sentado en mi sillón y yo de rodillas sobre ti, metiéndome esa polla que tienes, mientras tus manos no paran de sujetar mis nalgas con fuerza, y tu mujer aún en la ducha, pudiendo salir en cualquier momento.

  • Me encanta lo traviesa que eres, añadí.

  • ¡Uff me corro!, un segundo Juan ya vuelvo.

    Durante un instante no supe más de ella, supuse que continuaría jugando con su coñito y sus hermosos pechos, pensando aquel malvado pero sensual plan que su mente había tramado.

    María salió del baño, solté mí teléfono, y sin poder dilatarme más me acerqué a ella por detrás y la abrasé acercando mi polla erecta.

  • ¿No hablabas con Laura?, preguntó.

  • Se ha ido a la cama creo, dije disimulando.

  • Pues a mí me da que te ha dejado muy contento, ¿de qué estarías hablando que ahora me toca a mí apagar el fuego?, sonrió. A mí me avisas que yo no soy tu vibrador humano, añadió bromeando.

  • No seas boba y vamos a la cama, le dije mientras la cogía por el brazo sin hacer mucho ruido para que los niños no se despertaran y tuviéramos que posponer aquel encuentro fortuito.

Aquella noche fue aún más agitada que las anteriores. Por un lado el recuerdo de las palabras de Laura, por otro, la visión y el placer que María y su cuerpo me brindaba y como añadido, el saber que ella estaba últimamente jugando con Pedro y ambos disfrutábamos del juego que teníamos sin reproches ni discusiones, hizo que fuera muy especial.

  • Te pone Laura, ¿no?, me susurró al oído mientras no parábamos de movernos.

  • ¡Schh!, no seas boba, ahora no, dije casi sin aliento.

  • Me pone ver que estas contento de hablar marranadas con ella, y sé que te gusta la chica, ¿te gusta no?.

  • Sí, me da morbo hablar con ella y hablamos de todo un poco pero ¿no es el momento de hablarlo no?

  • ¿Ah no?, pues estoy muy cachonda sólo de oírtelo decir, añadió.

Cuando terminamos exhaustos por el ejercicio realizado, permanecimos tumbado uno abrazado al otro, intentado recuperar el aliento. Me sentía por un lado, encantado con la situación pero por otro tenía un sentimiento de traición hacia María.

María se dejó dormir sobre mi pecho y estiré la mano para ver la hora que era en mi móvil. Vi que Laura, me había hablado y leí:

  • Me ha encantado nuestro encuentro de hoy, ha sido muy excitante, espero que esto no salga de aquí, aunque me dará vergüenza mirarte a la cara cuando nos veamos, pero tenía muchas ganas y no podía esperar más, un beso descansa.

    Liberando mi mano del culo de María que dormía plácidamente, contesté:

  • A mí también me ha encantado, y sabes que lo que por aquí se habla de aquí no sale o al menos si no decidimos ambos que salga, añadí.

  • Me alegra saberlo, dijo Laura.

  • ¿Ah estabas ahí aún?, dije sin esperar que allí anduviera.

  • Sí, no quería irme a la cama sin confesarte una cosa.

  • ¿Qué ocurre?, pregunté intrigado.

  • Pues después de que me dijiste que María supuestamente le estaba enviando fotos a Pedro, y supongo que fotos muy sensuales, explica algo que no había puesto importancia antes, añadió.

  • ¿ Y qué es? No me dejes con la intriga.

  • Hace unos días, llegue del trabajo un poco antes de lo habitual ya que me debían unas horas, pero no avisé a Pedro para darle una sorpresa. El caso es que al llegar a casa, entré despacito para darle un susto y al no verlo en la sala o por la parte baja de la casa, subí a nuestra habitación sigilosamente para ver que hacía. Al llegar a nuestro cuarto el señorito estaba sentado en la cama muy cómodamente con una mano en su polla erguida y en la otra su móvil. La verdad es que la situación me pareció muy normal, más cuando me comentó que miraba la hora para ver cuánto le quedaba de su tiempo de juego íntimo. Me encantó pillarlo, ya que no se lo esperaba y pensé que su nerviosismo era por haberlo pillado, pero ahora que enlazo lo que me contaste me he dado cuenta que lo más probable es que estuviera masturbándose mirando alguna de las fotos guarras que le ha mandado María.

  • Entiendo, la verdad es que tuvo que ser bastante embarazoso, ¿no?

  • No si me encantó, mi reacción al pillarlo fue acercarme a él sin decir nada y acabar el trabajo empezado por él que ya estaba muy avanzado, pero alternando mi mano y mi boca, ¡Vamos que le hice una sabrosa mamada con un final que no viene al caso!, sonrió.

  • ¿Y ahora estas enfadada por saber o estar casi segura que lo hacía mirando a mi mujer? No pretendía aguarte la fiesta, añadí.

  • Que va, cierto es que cuando lo relacioné de primeras me sentí rara, pero luego me he puesto muy cachonda de pensarlo y más aún por haberlo pillado. ¿Qué pena no haberle pillado la foto puesta en el móvil y haber sido ingenua pensando que realmente miraba la hora? ¿Sabes qué?

  • Dime, conteste sin más.

  • Le hubiera hecho mirar esas fotos cuantas veces quisiera mientras me chupaba su hermosa polla, para que pensara ambas estábamos allí peleándonos por un trocito de su carne dura y palpitante. Bueno, hecha la confesión me voy a la cama, ¡Buenas noches!, terminó diciendo.

  • Me reí y me despedí hasta otro día.

    Ahora si es verdad que mi sentimiento de traición había desaparecido, y se había intercambiado por un sentimiento de intriga. ¿Habría ella jugado también pensando o viendo sus fotos? ¿Habrían dado ellos el paso de jugar ambos como hicimos Laura y yo?, era pronto para saber las respuestas pero mi polla había despertado nuevamente sólo de pensar esa posibilidad y no la pensaba dejar así, así que termine la noche yendo al sofá y disfrutando con mi mano de los recuerdos narrados por Laura y la visión del día en el que habíamos ido a bailar.

    Después de esa noche, continuamos hablando varias veces, hasta que un día María me comentó que había quedado con Laura para ir a tomar un café. Ya que no coincidíamos todos juntos, y ellas en esta ocasión sí, aprovecharon para hacer su deporte favorito, ir a mirar tiendas.

    La verdad es que me encantó que salieran juntas, pero a saber de qué temas hablarían y como se desarrollaría la tarde.

    Respuesta que no obtuve nunca, ya que cuando llegaron de su paseo, ni María dio detalle alguno ni Laura por el móvil desveló nada fuera de lo que ya sabíamos todos, café y tiendas. Incluso pequé de curioso y no tardaron en decirme que las tardes de chicas no se comentaban.

    Lo único que sí saqué de aquel encuentro es una invitación formal a una cena en casa de Laura y Pedro, aprovechando que sus hijos tenían campamento ese fin de semana próximo a las fechas.

    Los días pasaron y el día en cuestión, fui a dejar a los niños en casa de los abuelos, mientras María se acicalaba y planchaba el pelo. Tras dejarlos, y asegurarme que tenían lo necesario, que se portarían bien y ponerme de acuerdo a la hora que tendría que ir a recogerlos el siguiente día, regresé a casa para hacer lo propio y prepararme para ir a casa de los chicos.

  • ¡Uff, María que buena estas!, dije impresionado al entrar por la puerta y verla con ese vestido tan ceñido que me encantaba por tener además un gran escote. Su pelo estaba planchado y brillante, y ya estaba en la fase maquillaje. ¡Estás preciosa! Añadi muy ensimismado.

No es que al natural no sea un bellesón pero siempre cuando una mujer se arregla y maquilla cambia considerablemente la percepción que a diario vemos de ellas, y aunque al natural está muy bien, arreglada es impresionante.

  • ¡Que bobo!, sonrió lanzándome una mirada muy sensual y provocadora.

  • Me acerqué a ella y la abrasé por detrás dándole un beso en su hombro derecho.

  • ¡Quita!, no ves que estoy ocupada ahora, ya luego tendrás tiempo de besuquearme o a saber qué cosas pasaran por tu mente cuando regresemos a casa de la cena, dijo haciendo el aspaviento para que me apartara de ella.

Acabamos de vestirnos y fuimos a casa de Laura y Pedro. Al tocar el timbre, nos abrió la puerta Pedro, ya que Laura estaba en la cocina terminando los últimos retoques. Como detalle le habíamos llevado una botella de vino blanco de mi cosecha propia que enseguida le alcancé a Laura, mientras Pedro se quedó recogiéndole gentilmente a María el abrigo.

  • ¿Se puede pasar?, dije desde el salón.

  • Sí claro, pasa. Dijo Laura algo ajetreada en la cocina.

  • ¿Te ayudo?, Les he traído una botellita de vino blanco que con ese pescado que veo que estás haciendo estará de vicio, pero habría que ponerla un ratito en la nevera para que se enfríe bien.

  • Si, puedes meterla tú mismo, dijo después de darme dos besos.

  • ¿Aquí?, ¿Ahora?, dije en tono picaresco.

  • No bobo la botella en la nevera, tu siempre tan dispuesto sonrió Laura. Y no hace falta que me ayudes, ya Pedro me estuvo ayudando y ustedes pónganse cómodos que sois nuestros invitados.

Regresé a la sala y Pedro y María, estaban sentado en el cheslong hablando de la casa y de cómo la habían adquirido. La verdad que estaba muy bien y al tener dos pisos era muy espaciosa. Laura no tardó en salir de la cocina, y haciendo referencia a que la comida debía reposar un poco, aprovecharía para hacer la visita turística habitual por la vivienda que nunca entendí por qué era necesario hacer, pero sí me intrigaba ver donde dormía Laura. Ya nada más entrar me la imaginé aquella noche pasada en el cheslong jugando mientras hablaba conmigo, pero al llegar al dormitorio, lejos de acordarme de ella retozando en su cama, se me vino la imagen de Pedro con una mano en el móvil y la otra pensando en mi mujer. No es que fuera la escena que quería recordar, ni siquiera me resultaba cómoda viéndolo allí, pero sí me despertó el morbo de pensar que ambas parejas jugábamos con las mismas reglas del juego y sin hacer daño a nadie dejábamos volar nuestras fantasías.

De vuelta en el comedor, nos sentamos en la mesa y se sirvió la cena. Cena que por cierto estaba muy rica y el vinito fresquito acompañaba exitosamente. Incluso María que no solía beber y que el vino no era fruto de su devoción, probó algunos sorbitos durante la velada.

Llegaron los postres y nos habíamos reído mucho, así que pasamos al cheslong a terminar de comer aquel dulce y fresco postre casero, mientras hablábamos de los chicos, del trabajo y poco más.

Al terminar, me ofrecí para fregar los platos, cosa que Pedro me negó rotundamente, se levantó y fue el a hacer dicha labor. María que no aceptó un no por respuesta acordó ser ella la que recogía la mesa mientras yo ayudaba a colocar la sala. Al terminar, Laura y yo nos sentamos y empezamos a hablar de muchos temas. Hablamos un poco de nuestro pasado y de vivencias de juventud que eran fruto de nuestra inmadurez pero que habían dejado huella e historias curiosas.

Pasado un rato nos dimos cuenta que María ya había terminado de dar viajes del comedor a la cocina y que no nos había acompañado en nuestra conversación sino que permanecía en la cocina.

  • ¿Qué estarán haciendo? Dijo Laura, sonriendo pícaramente.

  • Charlar supongo, dije yo añadiendo que luego era yo el mal pensando.

  • ¿Tú crees? ¿Y si Pedro termino de enjabonar los platos y ahora está enjabonando a María?

  • Lo dudo, pero quien sabe, añadí.

  • Laura se levantó, sigilosamente y se acercó a la puerta de la cocina. ¡Ven rápido!, me dijo en voz baja y haciendo un gesto con su mano para que no demorara mi presencia a lo que estaba viendo.

  • ¡Que cotilla, Laura!, dije casi susurrando.

Me levanté y me acerqué a ella, por una pequeña rendija de la puerta, pude ver a María reclinada sobre la encimera con su culo en pompa y su escote a merced de la vista de Pedro.

Laura tenía una respiración agitada y nerviosa, se notaba que estaba intrigada, nerviosa por hacer de espía, pero al mismo tiempo la situación le estaba poniendo a tono. El perfume de su cuello me llegaba como si de un manantial brotaba. Su dulzor y fragancia eran atrayentes, más aún con ese cuello que había dejado a la vista al colocar su pelo hacia un solo hombro. Cuando me quise dar cuenta me había pegado tanto a ella, que mi polla casi rozaba con su culo, quise besarla pero me aparté a la tentación y tras echar un nuevo vistazo a su cuerpo y lo bien que le quedaba su vestido rojo, regresé al cheslong.

Ella no tardó en girarse y al ver que ya no estaba tras de ella, regresó a mi lado.

  • ¡Qué pena, sólo hablan!, dijo desanimada de no saciar su postura de voyeur.

  • Que morbosa eres, María no es de esas chicas que se lanzan sin más, menos sin antes haberme dicho nada, añadí.

  • ¿Tú crees?, dijo intrigada. Y a mí ¿me ves de esas chicas? Preguntó mirándome seriamente.

  • Sabes que no te veo con malos ojos, y sé que aunque tus ojos desean algo, respetas mucho a Pedro y eso lo admiro mucho. María es igual, y yo aunque no lo creas también. Ya puedo estarme muriendo de ganas que no haría nada que María antes no haya consentido.

  • Tienes razón y me alegra que me respetes y hagas lo propio por María, es por eso por lo que me he sincerado tanto contigo, dijo.

Justo en ese momento se abrió la puerta de la cocina y aparecieron Pedro y María, con una bandeja en la mano con algunos dulces y chupitos.

  • ¡Es la hora de la arrancadilla!, dijo Pedro.

  • ¿Qué calladitos estaban? ¿de qué hablarían que se les veía azorrados en ese cheslong?, dijo María.

  • Amiga, te lo he cuidado muy bien, y créeme cuando te digo que tu marido es un caballero que no ha intentado propasarse en tu ausencia aun llevando yo este despampanante vestido, dijo coquetamente Laura.

  • Lo sé, yo confió mucho en él, y he de decir que Pedro también se ha portado como un caballero y ha demostrado sus dotes de amo de casa, sonrió mientras le picaba el ojo sensualmente.

Nos sentamos en el sofá y retomamos la conversación, contamos de nuevo vivencias de cuando nos conocimos cada pareja, como éramos en nuestros inicios y recordamos aquel memorable día del cine en el que nuestras vidas se habían cruzado. Fue entonces cuando María que estaba sentada entre Pedro y yo, se levantó y se sentó al lado de Laura.

  • ¿A dónde vas cariño? ¿No te gustaba estar entre dos hombres o te hemos puesto nerviosa?, dije bromeando.

  • No precisamente, sólo que recordando la parte en la que nos fuimos de fiesta… Me he acordado que ustedes con su juego abrieron la caja de pandora.

  • ¿Aún nos lo reprochas?, preguntó Pedro sonriendo.

  • No, no es un reproche, pero Laura y yo no nos hemos olvidado lo bien que nos lo hicisteis pasar, al mismo tiempo que hayan jugado con nosotras sin saberlo, dijo con cara primero de viciosa y luego de un enfado muy fingido. ¿Verdad amiga?, pregunto a Laura.

  • Cierto querida amiga, cierto. Por esa misma razón te dejo aquí con nuestros amigos, y voy a buscar una cosa que compramos el otro día cuando fuimos de shopping.

Laura se levantó y salió de la sala, María nos miraba con una sonrisa muy traviesa en los labios.

No fue mucha la espera, y Laura apareció con un paquete de lo que parecía ser una prenda o algo de tela. Se sentó ante nosotros y al lado de María.

  • Haz los honores amiga, dijo sonriente.

  • Será un placer, dijo María.

Pedro y yo nos miramos, algo nervioso y aún perdidos a aquella situación no esperada. María rasgó el paquete y de su interior aparecieron dos pañuelos oscuros y dos antifaces de los que se usan para dormir y no poder ver nada.  Nos reímos ambos, supongo pensando que harían con nosotros aquellas dos chicas tan ofendidas por nuestro juego en la discoteca. María dio a Laura un antifaz y un pañuelo, y se quedó con su respectiva parte. Se levantaron y pasaron por detrás de nosotros. María se colocó detrás de Pedro y Laura detrás de mí. Ambas a la par, nos colocaron el antifaz.

  • No podréis ver, dijo María.

Al momento sentí como Laura cogía mis manos y las llevaba detrás de mi espalda atándolas una a la otra.

  • No podréis tocar, dijo Laura.

Sé que a Pedro, María le hacía lo mismo, puesto que entre risas pude oírlo.

  • ¡Cuidado con lo que tocas!, dijo sonriendo. Que las manos van al pan y yo las tenía cerquita la masa, añadió.

  • ¡Tranquilo!, dijo María sarcásticamente, sé muy bien manejarme y que y cuando tocar el pan, además tengo las manos limpias puedo manipular alimentos, añadió mientras ambas sonreían como dos niñas en un parque.

Las reglas son las siguientes, dijeron ellas muy serias. Como ninguno ahora sabe quién la lleva, nosotras vamos a jugar con ustedes. Si acertáis, tendréis premio. Sino castigo. Así sabremos nosotras si nos reconocen o bien cualquier guarrita[jc1]  de la calle podría hacer con nuestros maridos lo que quisiera. Sólo debéis contestar a nuestras preguntas y no podéis decir nada más. Iremos pasando el turno de uno a otro, y evidentemente no vale quitarse el antifaz, aunque ya les aviso que con las manos atadas poco podréis hacer. Ah y cuando nosotras decidamos parar, pararemos, no antes. De igual modo si paramos, no podréis continuar.

  • ¿Entendido?, dijeron las dos al mismo tiempo.

  • Si, conteste yo.

  • De acuerdo, dijo Pedro.

  • No vale sino si, dijo María. ¿Sí o No?, repitió.

  • Si, dijimos los dos al unísono.

El primer turno le tocó a Pedro.

  • ¿Qué ropa llevaba puesta María la noche de la discoteca?, dijo Laura.

  • ¡Em…! pues si mal no recuerdo un vestido bastante escotado, dijo Pedro.

  • ¡Correcto!, un chupito para el nene, dijo María.

Me tocó.

  • Bueno, ¿cómo llevaba Laura el pelo el día que nos conocimos?, me preguntó María.

  • Recogido con una traba con forma de mariposa, respondí yo.

  • Cierto, cierto, dijo Laura, un chupito para el señorito.

  • La verdad nos tenéis impresionadas, dijeron las dos. Se han fijado en algo más que nuestros culos o tetas. Siguiente ronda, el premio será aún mejor, pero ojo como falléis. Y ya les aviso, no se lleven por el olor de los perfumes porque nos hemos puesto el mismo adrede, dijo María sonriendo.

  • No des pistas boba, que así es más difícil para ellos.

La verdad es que esa pista probablemente nos salvaría de muchas meteduras de pata, ya que en juego había algo más que quedarme sin un chupito.

Turno de los dos.

  • Tenéis que adivinar dos cosas; ¿Qué comieron? ¿Quién fue la que les dio la comida? ¿Y cómo se las dio? Para ello tienen que ponerse reclinados en el cheslong, sentarse pegado al borde y abrir los pies, permanecer con la cara levantada y el resto ya lo hacemos nosotras, señaló María.

La verdad es que yo ya estaba muy empalmado, y al ponernos ambos hacia delante y abrir los pies, supongo que ambas se habrían dado cuenta porque reían por lo bajo y se susurraban cosas al oído. Supongo que mi compañero de fatiga Pedro, estaría en mi situación comprometida.

Ellas se colocaron frente a nosotros y se acercaron poco a poco. Nosotros no podíamos tocar, solo teníamos que llevarnos de nuestro instinto y el poco tacto que nuestros labios o nariz tendrían con ellas. Pronto, noté el calo del cuerpo en mi cara, el olor del perfume que llevaban y suponíamos por lo que nos habían contado, que era el mismo. Mis labios hicieron contacto primero con la textura de lo que entendí pronto que era uno de los dulces que habían puesto en el plato de los chupitos, y pensé que tras el vendría la dureza o calor de los dedos de algunas de ellas, pero mi sorpresa fue comprobar que era algo muy blando, y que al llegar mi boca a abrir u coger el dulce notaba a ambos lados de mis mejillas, mi nariz había entrado en lo que se apreciaba que era el canalillo de los pechos de alguna de ellas. Pero ¿de cuál?, ahí estaba la duda.

Me intenté centrar más, pero oí a Pedro, reír. Ambas se apartaron y alejaron de nosotros.

  • ¡Silencio, a la próxima castigo!. No podréis decir nada hasta que preguntemos, dijo Laura con un tono serio hacia Pedro.

Nuevamente se acercaron. Pude coger el resto de dulce que no había logrado aún comerme y tras retirarlo, se apartó de mí. Tenía mis dudas pero al menos si me confundía sabía que acertaría de donde lo había cogido y mi castigo no sería tan malo.

  • A ver, dijo Laura. Pedro, dime que comiste, de donde lo cogiste y quién te lo dio.

  • Pues, comí un dulce del plato de los chupitos que aún intento tragar, dijo. Sé que me lo dio María y, perdona amigo Juan, pero lo cogí de sus pechotes que tiene, añadió riéndose.

  • ¿Seguró?, dijo Laura mientras reían ambas. ¿Mira que te damos la oportunidad de cambiar la respuesta?, insistió.

  • Seguro, dijo rotundamente Pedro.

  • A ver Juan, dijo María. Los mismo, que comiste, donde lo cogiste y quien te lo dio.

  • Tengo mis dudas, la verdad es que fuera de quien fuera, el dulce es aún más dulce y rico acompañado de esos ingredientes. Mi respuesta es coincido con aquí mi amigo Pedro, y era un dulce de la bandeja, el cual trague sin problema para poder disfrutar un rato más del acompañamiento, ya que lo cogí de unos hermosos pechos con un escote impresionante, y en lo que dudo, y porque sé que ambas tenéis unos hermosos pechos con escotes impresionantes es quien fue la que me lo dio, pero me declino aunque le rompa el deseo a Pedro, y porque me resultaron familiares, me inclino por los de María. María fue la que me dio el dulce, concluí.

  • ¿Seguro?, dijo María, si fuera tú no sé si pondría la mano en el fuego ¿eh?

  • Estoy bastante seguro, reiteré.

    Las chicas meditaron un rato, no muy largo y decidieron dar el resultado.

  • Amigo Pedro, amigo Juan, uno de ustedes ha fallado como es obvio, dijo Laura riendo. El ganador se llevará Premio el perdedor, se quedará con las ganas no sólo de ver, sino de disfrutar del premio.

  • Y el ganador fue…. ¡Juan!, dijeron ellas sonriendo.

  • Luego hablamos, Pedrito, dijo Laura sonriendo en broma.

Ambas se acercaron a mí. Esta vez noté como se acercaba una y de nuevo ponía sus pechos en mi cara, pero ahora no llevaba un dulce sino un chupito que pude beber a trompicones ya que ni podía concentrarme en quien era. Luego se retiró, y se acercó la otra. Esta vez me centré más a la hora de beber el dulce licor de entre aquellos senos y comprobé que María fue la primera en brindarme y Laura la segunda. No quedaba duda, las dos tenían un precioso y delicioso escote que había disfrutado con mi imaginación y sentidos.

  • Amigo Pedro, siento decirle que beber de los senos de su esposa, es verdaderamente excitante, y que se quedará con las ganas de hacer lo propio de los riquísimos senos de mi mujer, dije orgulloso de ser ganador de aquella prueba.

  • ¡Eiii!, dijo María, no se puede revelar el premio, que hubiera ganado la prueba. La próxima que se aplique más que es la última y tu calladito o tendrás castigo, dijo seria.

Última prueba. Esta vez que nos harían las chicas, yo ya no podía contener mi polla en el pantalón, y tenía muchas ganas de arrancar aquel pañuelo que me impedía tocar y desprenderme del antifaz.

Las chicas fueron a la bandeja y cogieron la botella de licor, sirvieron varios chupitos entre risas, y bebieron. La última prueba es individual no en grupo, pero no podréis decir el resultado hasta que digamos nosotras.

Se acercaron esta vez a mí. Primero noté como el pelo de alguna rozaba mi cara y sentí la respiración cerca, notaba su calor en mi piel. Cuando me quise dar cuenta, sus labios rozaron con los míos y su lengua se abrió paso en mi boca. Jugué por un instante con ella, ambas bailaban rítmicamente, y aunque sabía al licor, intentaba pensar quien era la que me besaba. No sé si duró mucho o poco, para mí fue un instante que terminó rápido por lo que disfrutaba. Luego se acercó la otra e hizo lo propio. Nuevamente mis labios rozaron los suyos, estos un poco más carnosos, y su lengua se entrelazo con lo mía. El gusto a licor nuevamente escondía el aroma de la participante. Fue un beso espectacular, pero no me podían engañar, ya que había recibido muchos besos similares y era un fan de aquella lengua y su movimiento.

No dije nada, había disfrutado de aquel manjar como un niño con un caramelo, y mi polla estaba ya a punto de reventar. Lo tenía claro, y ambos eran maravillosos.

Fue el turno de Pedro, y durante un instante se volvió a hacer el silencio. En ese momento, me di cuenta de lo cruel y  desesperante que era la espera de no tener más esos labios o pechos, fuera de quien fuera, ante mí y para mí.

Al terminar, ambas se separaron y nos preguntaron:

  • Una vez más chicos, ¿Quién les besó primero y quién después? Tú primero Juan.

  • Pues esta vez siento decirles que no he tenido duda alguna, ambas tenéis unos labios y unas lenguas impresionantes, y que decir de vuestros besos, son las mejores, añadí.

  • ¡Déjate de sermones Juan, contesta!, dijo María impaciente por mi respuesta.

  • Vale, vale, dije. Mi respuesta es que la primera fue Laura y la segunda María.

  • Y tú repuesta, Pedro. Dijo María.

  • Pues yo coincido con mi amigo Juan, Laura fue la primera y María la segunda, aunque no estaría mal que me permitieran repetir por eso de aclararme, añadió a ver si colaba y podía repetir.

  • No, de momento no se aceptan más pruebas, y los dos son GANADORES, dijeron ambas riéndose.

  • Más les valía, dijo María.

  • Nos podemos quitar ya el antifaz, dije yo con unas ganas tremendas de verlas.

Las dos meditaron la respuesta y recordaron que el día del juguete en la discoteca, ambas habían tenido un final feliz, así que nos dijeron que habían llegado al acuerdo, y después de percatarse que algo entre nuestros pies quería hacerse camino, de darnos un final similar a aquel día.

Nosotros nos quedamos nerviosos pensando que iba a pasar en aquel momento, y sólo pude oírlas susurrar, pero sin entender que pretendían.

No pasó sino un instante, cuando oí que alguien cogía a Pedro de la mano y se alejaba caminando. El silencio se hizo, para mí fue eterno, y pronto sentí como las manos de alguna de ellas rozaban mi muslo, y tras subir hacia mi cadera, la otra me empujó hacia atrás y me hizo recostar en el cheslong. Tras acariciar mi pecho y volver a mis muslo, sus manos se fueron a mi bragueta, que no tardó en abrirse y soltar el botón. Un tirón fuerte de las mangas de mis pantalones hizo que bajaran más debajo de mis rodillas. Luego las manos subieron hacia mi bóxer donde mi polla estaba erecta y mis testículos, duros como piedras. Los acarició. ¿Cuál de las dos sería me pregunte?

No tardé mucho en sentir su respiración en mi polla, sus labios y un mordisco que proporcionó de manera suave a lo que marcaba mi glande en el bóxer. Nuevamente sus manos buscaron el elástico del bóxer y tiraron hasta desprenderlo de mi cuerpo. Mi polla había quedado al aire, y palpitaba.

Ella, porque no sé quién era, humedeció su mano y me acaricio mi polla, masturbándola de arriba abajo, con movimientos sensuales pero continuos. ¡Qué bien lo hacía!. Por momento pensaba y juraría que era María, por otros dudaba si era Laura la que disfrutaba de mi polla, jugando con ella. Al mismo tiempo, pensaba si Pedro disfrutaba de las bondades de María o estaba con Laura, en cualquier caso me daba mucho morbo.

Su boca entró en contacto con mi polla. Su lengua acariciaba y jugaba con mi glande. Sus manos oscilaban de arriba abajo, mientras mi polla entraba en su boca. Ya no podría aguantar mucho más, era mucha la espera entre que había comenzado el juego y habíamos llegado a aquella situación. Dudaba si avisar de mi orgasmo o no, pero cuando no pude más noté como ella supongo que al ver mi polla ya bastante morada o enrojecida, a punto de estallar se reclinó algo sobre mí.

  • ¡Me voy a correr!, logre decir aguantando un poco por si quisiera apartarse.

Nuevamente, metió mi polla en su boca, se reclinó aún más y la sacó rápidamente para masajearla mientras viendo que me corría de placer, la dirigió a sus pechos.

Al terminar, caí exhausto, sentí como se incorporaba y sin mediar palabra, soltaba mis manos de las ataduras, que ya habían dejado marca. Cogió una de mis manos y la llevo a sus pechos, que estaba libres de las ataduras del sujetador y el vestido. Con el antifaz puesto, noté como mi mano esparcía mi esperma, aún caliente, por sus senos. Esta vez pude darme cuenta que me recordaban mucho a los pechos de mi mujer, sus pezones duros y grandes, pero tenía mis dudas, ya que nunca antes había tocado los de Laura.

Se levantó y se alejó hacia el baño, supongo que a eliminar todo resto de aquel encuentro.

Aproveché para quitarme el antifaz y tras acostumbrar mi vista a la luz, me senté bien, me limpié y eché un vistazo alrededor. Allí no había nadie. Estaba yo solo con los pantalones bajados. Escuché una cisterna en la planta alta, y supuse que eran los chicos. Me incorporé y fui al baño de abajo, aún con los pantalones bajados. AL llegar mi sorpresa fue ver que no había nadie dentro, quien había ido a limpiarse ya había salido y como desde el cheslong no se veía, seguro que salió a la terraza trasera. Me asee, y me vestí adecuadamente, al salir del baño, María estaba en la puerta, me dio un beso y me cogió de la mano y me llevo a la puerta, cogió su abrigo, le ayudé a colocárselo y nos fuimos.

  • ¿No nos despedimos? Dije, intrigado.

  • Ya lo hemos hecho, antes de la sorpresa final acordamos hacer cada una nuestras cosas y cada mochuelo a su ciruelo, o como se diga, dijo exhausta por la acción realizada.

Ya de camino a casa, me quedé pensando quien era la persona que me había dado aquel rico final feliz, pero no tardaría en saberlo, y a fin de cuenta, estaba casi seguro al cien por cien que había sido obra de mi fantástica María.

Al llegar a casa, nos metimos en la ducha, nos besamos y no tocamos más el tema, pero si algo puedo asegurar que María esa noche no se fue de vació a la cama, ya que al llegar a la cocina para calentar algo de leche antes de irnos a la cama, ella con su pijama de asillas cortito. La levante la puse sobre la mesa la cocina y tras abrir sus piernas, disfruté del único dulce que me había quedado con ganas de comer aquella noche. Sólo cuando vi que ya había conseguido mi propósito la ayudé a bajarse de la mesa, le acerqué su vaso de leche caliente, y fuimos a la cama a dormir las pocas horas que nos quedaban antes de ir a por los niños.

Bueno quien dice horas….