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De turismo rural con amigos

en Hetero: Infidelidad

Por fin habían llegado las vacaciones, y este año sí podría disfrutar de ellas más tranquilamente en familia. Mi mujer Lía y yo, podríamos hacer un viaje o irnos de apartamento u hotel.

Tras varios días pensando que hacer, optamos por pasar las vacaciones en otra Isla, sacamos los billetes y buscamos una estancia que fuera muy íntima. La elección fue un caserío rural, de unas tres viviendas, en las montañas de La Palma (Islas Canarias).

Teníamos mucha ilusión por poder disfrutar de esas vacaciones, y decidimos tomarlo como una segunda luna de miel, donde pudiéramos tener algo de intimidad y poder recuperar esos momentos íntimos que las parejas van dejando de lado cuando en medio aparece el estrés del trabajo, los horarios opuestos y se pierde la intimidad por las estancias de la casa al deambular los hijos ya mayores. Lo teníamos decido, sería un fin de semana con sus dos noches, sin hijos, por lo que recurrimos a los abuelos para que esos días los cuidaran.

Dos semanas antes de las vacaciones, vinieron a casa a cenar una pareja amiga, Dulce y Noa. Le contamos nuestros planes y se quedaron muy desconsolados con la idea de poder hacer ellos, lo mismo.

-¿Y si se animan y vienen con nosotros?, dijo Lía. Podríamos pasar un fin de semana en pareja y montarnos unas noches locas, añadió.

Todos reímos, mientras Dulce y Noa, se lo pensaban mirándose uno al otro.

La verdad que no era mala idea, pero mis pensamientos ya estaban puestos en poder deambular desnudos por la casa, e incluso poder probar todos los rincones de la misma para follar sin miedo a ser visto.

  • Si les parece bien, podríamos ver la posibilidad de organizarlo. Dijo Noa.

La idea de pasar tiempo con ellos, no me disgustaba, y Dulce siempre me había parecido una chica muy sexi. Físicamente tenía muchas cualidades que compartía con Lía, buenos pechos, un culo grande y bien puesto, unos ojos llamativos, y una boca de labios carnosos y tentadores.

  • Mire para Lía, y pensé, ¡Qué carajo!, podríamos pasarlo bien y me despedí de aquellos paseos desnudos y folleteos por todos los rincones.

Los días fueron pasando, y organizamos todo de tal forma que simplemente pidiendo una casa con un dormitorio más podríamos ahorrarnos unos euros y convivir las dos parejas juntas.

Ya era lunes y sólo faltaban tres días para coger tal ansiado avión y poder ir a nuestro fin de semana de relax y convivencia, cuando recibimos la llamada de Dulce:

  • Hola chicos, dijo como siempre tan simpática. Les llamaba para proponerles algo, no sé si les apetece, pero en caso de que no les guste, no lo llevábamos a cabo, añadió.

  • ¿Qué es? Dijo mi mujer que fue la que descolgó el teléfono.

  • Pues he estado hablando con una muy buena amiga de Noa, una pareja que somos amigos hace tiempo, se llaman Robert y Mar, y esos días van a estar por La Palma, ya que él tiene una reunión de negocios el viernes. La idea, era que se quedaran con nosotros en el caserío a partir del viernes, hasta el lunes que regresemos. Así en vez de ser dos parejas, seríamos tres y podríamos pasarlo aún mejor.

Mi mujer, tapo el auricular y me comentó el plan de Dulce, y la verdad como de perdidos al río, y ya había dado por perdida mis noches de lujuria y comodidad, pues aceptamos, ya que sería buena idea conocer a más gente.

  • Sí claro, dijo Lía. Lo único es que habría que ver la disponibilidad de otra de las casas, ya que nosotros ya hemos cogido la mayor y es de dos dormitorios. Pero seguro que la otra que teníamos reservada antes aún está libre. Yo llamo, terminó diciendo mi esposa.

Ambas se despidieron y quedaron en llamarse cuando se supiera la disponibilidad. La idea era que la otra pareja que viajaban el jueves, se quedaban en un hotel y el resto del fin de semana fueran al caserío.

Mi mujer, es muy persistente y no le costó mucho hacerse con la otra vivienda que estaba a tan sólo unos metros de la nuestra, así que ya estábamos todos preparados para aquella nueva experiencia.

Esa misma noche, recibí un WhatsApp de Dulce,

  • Hebert, ¿ya duermes?, dijo.

  • No, estoy aún viendo la tele, conteste.

  • TE noté algo raro, como que te habíamos chafado tus planes con Lía, si quieres nosotros buscamos otra estancia y les dejamos solos, propuso Dulce.

  • No, tranquila. A ver es cierto que tenía otros planes más…  pero bueno no pasa nada nos apetece ir con ustedes y lo pasaremos bien.

  • Y ¿por qué no lo dijeron? Ahora me sabe mal ir. La idea nos gustó pero podríamos haber ido en otra ocasión con ustedes, dijo algo desilusionada Dulce.

  • A ver que no pasa, nada. Y a Lía y a mí nos hace mucha ilusión ir con ustedes, no seas boba y vamos a pasarlo bien.

  • Bueno, vale. Pero te recompensaré, para que no te lleves un mal recuerdo del viaje. Buenas noches, dijo.

  • ¿Me recompensarás?... ¿Hola?...

No tuve respuesta alguna esa noche y la verdad no sabía que quería decirme con aquel “te recompensare”, así que me quedé dándole vueltas a aquello, pensando no obstante que sería una respuesta para mostrar intriga y jugar simplemente conmigo.

Al día siguiente, volví a mandarle un WhatsApp, a Dulce. Seguía dándole vueltas a aquella contestación, pero  ella no paró de darme largas y quitarle importancia aquella propuesta. Sí me contó que la pareja que nos acompañaría, era muy amiga suya y que al igual que con nosotros, hablaban y vacilaban de muchas cosas. Incluso se guardaban algún secreto que otro, ya que la chica a escondidas de su marido tenía un amante que solía ver esporádicamente y trabajaba con su esposo.

Además me contó que en una ocasión estando ambas parejas cenando en casa, la conversación había girado en torno a un posible juego entre las parejas y no había cuajado porque su marido Noa era muy tradicional y no le gustaban esas cosas, pero que ella se había quedado muy húmeda de pensar esa posibilidad ya que Robert el marido de Mar, le resultaba muy atractivo.

-¡Uy!, le dije, ¿No estarás buscando algún encuentro sexual entre las parejas? A ver si se va a convertir esto en fin de semana de orgias y desenfreno, añadí.

- ¡Que bobo!, dijo ella riéndose. Sabes que eso es imposible y la verdad no es algo que pudiera pasar.

Aproveché la ocasión para volver a preguntar por aquella propuesta.

  • ¿Y mi sorpresa cuál será? Dije a ver si esta vez obtenía respuesta.

  • Jajja, no cuela, dijo Dulce, me voy a la cama, mañana tengo que preparar el equipaje para el último día ocuparme de las cosas de los niños y llevarlos con sus abuelos, y tú deberías hacer lo mismo.

Se despidió y me dejó una vez más tan confundido como al principio.

Llegó el jueves, y aun en la cama, mi mujer Lía recibió una llamada de teléfono. Era del trabajo, dos compañeras habían caído muy enfermas de un virus y no tenían personal para poder abrir las tiendas. Su cara de enfado eran muy visible, y yo escuchaba expectante desde la cocina lo poco que podía vislumbrar de aquella conversación que se fue tornando hostil y dura.

Al parecer, le habían pedido anular sus vacaciones y posponerlas una semana, ya que si no se verían obligados a cerrar, y mi mujer aunque no quería ceder a la presión, no le quedó más remedio que hacerlo puesto que le habían dicho que o colaboraba o perdería su puesto de trabajo. A cambio, se plantearían renovarla y dejarla fija, en vez de seguirla manteniendo a contratos sueltos.

En el último momento todo se nos había chafado, billetes, estancia, disfrute,… La única solución era avisar a Noa y Dulce y comunicarles que nosotros no cogeríamos aquel vuelo.

Lía que era muy terca, me dijo que fuera con los chicos, a fin de cuentas, ya estaba todo pagado y nosotros tendríamos una semana más tarde la recompensa de irnos solos esta vez a un hotel en nuestra propia isla, pero a mí la idea de ir con dos parejas y yo solo no me llamaba nada la atención.

Una hora más tarde, Dulce me llamó:

  • ¿Enserio no vas a venir?, He hablado con Lía y me ha dado luz verde para hacerte lo más grato posible tu estancia con nosotros. Además la idea de irnos a una aldea rural fue tuya y yo quedé en que recompensaría tus sacrificios al compartir con nosotros tu escapada de lujuria. Sonrió pícaramente.

  • Enserio, vayan ustedes. Ya otra vez iremos todos.

    Fueron tan insistentes que Lía y Dulce me enredaron para que al final aceptara ir con ellos.

  • Lía, ¿qué hago yo ahora con dos parejas allí besándose, jugando, follando… y yo a secas?

  • No seas bobo, ellos tampoco estarán todo el día de fiestas, además yendo otra pareja ni tiempo. Tú pásalo bien y ya le dije a Dulce que te cuidara mucho.

  • ¿Me cuidara?, dije muy desconfiado.

  • Siempre igual, no te pienses nada raro que no me refiero a eso. Simplemente que te lo pases bien.

El fin de semana había llegado, todos viajamos a La Palma y nos encontramos allí con Robert y Mar. Parecían muy simpáticos, y verdaderamente Mar tenía también una buena planta, aunque no tenía mucho que hacer con Lía, ni Dulce, ya que ellas eran mucho más atractivas. Sólo ver el tamaño de sus pechos, y sus labios finos y pálidos, me quitaron toda visión atractiva de ella. Robert, era casi de mi altura, algo más musculado, pero más o menos de la misma planta, moreno y pelo corto.

Al llegar a la Aldea, comprobamos que era un entorno magnífico y se respiraba mucha tranquilidad. Las viviendas estaban separadas por un sendero muy estrecho, por lo que casi estaban juntas. Y para nuestra sorpresa de las tres viviendas, sólo las nuestras estaban ocupadas ese día. La otra se ocuparía a partir del sábado.

Pensamos hacer una barbacoa y así romper el hielo para conocernos mejor. Al estar solos podríamos hacer todo el ruido que querríamos.

Noa, Robert y Mar, decidieron bajar al pueblo más cercano a por comida y bebida, mientras Dulce y yo, prepararíamos las cosas para esa gran noche.

Todos se habían ido, cuando Dulce me dijo que iba a cambiarse de ropa para estar más cómoda. Hacía bastante calor, y apetecía otra vestimenta. Al ir a los dormitorios, me percaté que el de los chicos estaría justamente al lado del mío. Encima escucharé todas las noches sus juegos de cama, pensé.

Ya más cómodo, baje a la terraza y mi sorpresa fue encontrarme a Dulce, con unos pantalones muy apretados, dejando ver un tanga fino y de color negro, además de una camiseta muy escotada. La pillé justamente colocando una toalla sobre una tumbona de la terraza, por lo que su culo quedó en pompa y a disfrute mis ojos que casi se salían de las órbitas.

  • ¿Te gustan las vistas?, dijo Dulce sonriente.

  • ¿Cuál las de La Palma o la de la “Empalmera”?, dije bromeando.

  • Jajja, me refería a las vistas que se ven de la terraza, pero vamos no sabía que te empalmabas tan rápido, añadió.  Aunque…

  • ¿Aunque qué?, dije riéndome.

  • No que está bien saber que estás en forma, ya Lía me ha hablado alguna vez de que estas siempre alerta.

Cambie de tema, ya que no era cuestión de enredar el rizo, y me puse a preparar el fuego, y a colocar platos y mesa, para cuando llegaran los chicos. Dulce, me ayudó a colocar y hablamos de temas varios, que no tenían relación con lo de la tumbona.

No tardaron mucho en regresar los chicos, así que una vez lo hicieron montamos una fiesta con música, bebidas y comida. Jugamos a las cartas, contamos historias, y lo pasamos verdaderamente bien.

A eso de la una de la mañana, sonó mi teléfono. Lía había terminado su turno de trabajo y llamaba para ver como lo estábamos pasando. La conversación se prolongó una hora, por lo que me aparté del grupo para poder hablar sin el ruido de la música. Nos despedimos y regresé a la fiesta.

Para mi sorpresa, al llegar encontré a Robert y a Mar, follando bastante bebidos sobre la tumbona. Ella estaba en la típica postura del misionero, con las tangas colgando de un pie y el con los pantalones a medio bajar envistiéndola tan fuerte que a cada empujón la tumbona chirriaba y se desplazaba del lugar. Entré dentro para que no me vieran, además de que aunque morbosa la situación, no me llamaba nada ver aquel culo de Robert, zumbando a su chica, y yo sin poder desahogarme.

Dentro de la casa, no se oía nada más que la música a todo trapo, por lo que supuse que Dulce y Noa, ya se habían ido a dormir, o lo que era más probable, estaban también follando como descocidos.

  • ¡Una noche de condena a mi habitación!, me dije a mi mismo.

Apague la música y subí las escaleras, entré en mi habitación y me tumbé sobre la cama. Cuando mis oídos dejaron de pitar del sonido de la música, pude comprobar que efectivamente Dulce y Noa, lo estaban pasando muy bien. Los suspiros de Noa y el chirrío de la cama, junto con algunas palabras y gemidos que se oían de Dulce, delataban a la pareja.

Se me vino a la cabeza, la figura de Dulce, colocada sobre Noa, follando con esos grandes pechos que se movían libremente al enterrarse la polla. Luego me acordé del momento en el que la encontré en la tumbona con su culito en pompa y mi polla se empalmo duramente.

Total, ya todos disfrutaban de su raro de lujuría, al menos yo no pensaba irme a la cama como el que no había disfrutado de esa noche, así que aparte mi bóxer y saqué mi polla muy erecta. La humedecí y me masturbe pensando en el escote que tenía Dulce, como se veían sus grandes pechos, y aquel culo tan rico.

De fondo oía los gemidos de ella, y pensé que en aquella tumbona me la follaba viendo como sus pechos se movían descontrolados por mis envestidas. No tarde, en oír como Dulce gritaba porque había llegado al orgasmo y la escuchaba decir algunas frases que no distinguía a entender. Fue eso, sus gritos y gemidos, lo que me llevó a mí a correrme.

Tras limpiar el rastro que mi semen había dejado en el bóxer que fue lo más a mano que tenía para evacuar, me acosté y me dejé dormir.

A la mañana siguiente, la casa estaba prácticamente en silencio. Baje a la cocina a preparar el desayuno y me encontré que Dulce y Mar, hablaban cuchicheando en voz baja. No lograba saber de qué hablaban pero sus risitas no deparaban algo bueno; al entrar por la puerta se callaron.

Los chicos no tardaron en bajar, desayunamos y partimos todos a dar una vuelta por los senderos de la zona. Era un lugar precioso y tenía muy buenas vistas, por lo que el día paso bastante ameno y divertido. Las parejas por fin se habían despegado y no era tan incómodo estar allí con ellos, aunque se echaba mucho de menos a Lía, sus bromas y poder vacilar con ella.

Al caer la tarde regresamos, ya que llevábamos el día por fuera.

Dulce y Mar, se quedaron algo más rezagadas hablando y los chicos entraron en nuestra casa. Yo aproveche para llamar a Lía y ver como estaban todos.

Cuando me dispuse a entrar, Dulce me llamó. Mar se fue a su casa, a ducharse diciendo volver en un rato.

  • ¿Qué se tendrían entre manos esas dos que llevaban el día cuchicheando?, me pregunté.

Llegue a la altura de Dulce,

  • Hebert, no me he olvidado de ti ¡eh!, dijo sonriente. Pero me gustaría pedirte un favor.

  • ¿Un favor?, dije intrigado.

  • Si bueno, en realidad no es para mí. Es para Mar. Te acuerdas que te comenté que ella tenía una aventura con un compañero de trabajo de Robert, ¿no?.

  • Si, ¿y?, dije sorprendido.

  • Pues el chico también vino de viaje de negocios, y como su familia es de aquí, pues ayer no regreso. Mar quedó con él esta noche y me ha pedido que entretenga a Robert unas horas. El chico vendrá la recoge en el coche y no se irán muy lejos, por lo que no serán más que un par de horas.

  • Dulce, ¿y qué quieres que haga yo?, a mí eso de meterme en líos de pareja…

  • ¡No seas bobo!, será poco tiempo y con simplemente entretenerlo jugando a las cartas o viendo el partido de futbol, no se algo así. Propuso ella muy segura de que sus planes saldrían bien.

Una vez, más terminé cediendo a los enredos que me proponía, total en el peor de los casos yo me desmarcaría sin tener culpa alguna.

Entramos en casa, y Dulce le comentó a Robert que Mar estaba algo indispuesta, porque debido a que le había bajado la regla y esa noche no cenaría con nosotros.

Mi asombro fue que su propio marido se creyera tal mentira y lo peor que ni siquiera sabía cuándo su mujer menstruaba. Pero como buen hombre despreocupado, ni se interesó por ir a ver el estado de su mujer, probablemente porque las palabras de Dulce le tranquilizaran o por el interés de ver el partido de futbol que emitían por la tele. El caso, es que asumió que esa noche su mujer se había ido a la cama antes de tiempo, y él tendría su noche de futbol. Una cosa si era cierta en toda la historia, y era que Mar compartiría cama o sillón del coche con su amigo, mientras él veía como otro marcaba goles en su propia portería.

Dulce y yo cruzamos las miradas, y ella demostró ser muy buena actuando, demostrando una vez más que las mujeres lo que se proponen lo consiguen.

Cenamos, y nos pusimos a ver aquel encuentro de futbol. Dulce no paraba de mirar el teléfono esperando quizás el aviso de Mar de que el peligro había pasado y había regresado de su encuentro lujurioso.

A punto de finalizar el partido, Noa, se levantó y nos dijo que estaba ya agotado, por lo que Dulce le siguió al dormitorio, no sin antes echarme una mirada para recordarme que no podía dejar ir a Robert, al menos hasta su señal.

Diez minutos después finalizó el partido, y antes de que Robert pensara en abandonar el barco, le propuse echarnos una partida a las cartas mientras nos tomábamos la última copa, y comíamos algo, a lo que accedió gustosamente.

Apagamos la tele, y empezamos a jugar a las cartas, nos servimos dos rones y cual fue nuestra sorpresa que de fondo se oían los gemidos desenfrenados de Dulce que una vez más le estaba dando a Noa su postre.

Robert, me miró y sonrió.

  • ¿Qué bien se lo están pasando no?, dije tomando un sorbo de ron.

  • ¡Uff! Hasta yo me lo pasaría así, dijo. ¿Has visto lo buena que esta Dulce?, preguntó Robert, con una cara desconsolada.

  • Si la verdad que es una chica muy bonita, pero me vuelve loco sus juegos y sus miradas.

  • ¿Juegos?, se sorprendió.

  • Bueno, llevamos mucho tiempo hablando por WhatsApp y en una chica muy fogosa, añadí.

Ambos quedamos un rato en silencio hasta que oímos gritar a Noa tras correrse, o al menos lo supusimos.

Pasó un cuarto de hora más y ya terminando el juego, Dulce hizo acto de presencia.

  • ¿Aún siguen aquí chicos?, les hacía ya durmiendo. Dijo sabiendo perfectamente que no eran aún la hora de que Robert partiera.

  • ¿Te apetece jugar?, dijo Robert. ¿O estas muy agotada?, añadió irónicamente con una sonrisa que me contagió.

  • ¿Agotada?, dijo Dulce intentando disimular algo. ¿Porque me dicen eso?

  •  Venga juegas entonces, dije yo riéndome. Tampoco tienes que dar explicaciones, reímos todos.

Nos servimos otra copa y continuamos jugando. Dulce se animó y también le servimos una copa.

No me había fijado mucho, pero al sentarse a mi lado, ví como había salido de su habitación con un albornoz muy sexi. Robert y yo nos miramos y sonreímos, ambos estábamos preguntándonos si bajo aquella prenda había algo de ropa o sólo estaba su piel como protección.

Las partidas fueron desarrollándose con normalidad, entre vacilones y conversaciones que se fueron tornando calientes. Dulce trataba de sacarnos información de nuestras parejas, de las cosas que nos gustaba hacer en la cama y fuera de ella, e incluso de fantasías que nos gustaría hacer.

El alcohol, no fue exageradamente ingerido, pero la alegría y la risa fácil, fue apareciendo, alimentando por aquellas preguntas y confesiones que iban tiñendo el ambiente de desenfreno. A cada pregunta, había más interés por saber la respuesta por lo que a medida que se nos preguntaba, íbamos intentando sonsacarle algo a Dulce, esquivando en muchos de los casos las mismas con tal sutileza que poco nos importaba su confirmación ya que dábamos por hecho que su silencio era síntoma de que teníamos razón.

Dulce, se había puesto muy cariñosa conmigo, entre partida y partida pasaba sus pies por los míos, acariciando mis canillas con las punta de sus dedos. No tardó en subir los pies y apoyarlos en mis muslos.

  • Me  duelen de caminar hoy por el monte, dijo. ¿Los puedo poner aquí para descansarlos?, añadió sonriendo.

  • Sí, claro.

Su mano se deslizó por mi muslo y no pude evitar empalmarme. Ella me miró pícaramente dándome a entender que se había percatado de mi estado. Deslizó más sus pies para tocar mi polla dura y palpitante.

Robert, que para ese entonces se había dado cuenta que estábamos encendidos, se levantó y fue al baño.

Dulce aprovecho ese instante, para darme las gracias por el favor que le estaba haciendo a su amiga, y me susurró al oído que esa sería la noche que me daría mi recompensa por haberme quedado sin vacaciones de lujuria. Se incorporó y bajó sus pies de mis muslos, me cogió de la mano, se levantó de la silla haciendo que yo también me incorporara con ella, y me llevó al sillón.

Me sentó en el sillón individual, era un tresillo. Me tiró sobre él, y abrió mis pies para arrodillarse frente a mí. Llevó sus manos a mi polla y tras masajearla, la liberó de mi pantalón y mi bóxer.

  • Me gusta tu polla, dijo llevándosela a la boca.

  • ¡Mnnn!, no pude articular palabra al contacto de sus labios y lengua en mi polla.

Durante un rato, la succionó despacio, recorriendo su lengua por mi glande, y masajeándola con su mano derecha al compás de su boca. Me encantó la forma en la que la chupaba.

No sé exactamente si pasó uno, cinco o diez minutos, ya que perdí la noción del tiempo, pero un ruido en la puerta del baño, me sacó de aquella placentera vivencia. Robert ya salía, así que rápidamente metí mi polla en el pantalón, mientras ella se colocaba en el sofá.

  • ¿Interrumpo algo?, dijo Robert sabiendo que algo sucedía.

  • ¡Qué vas a interrumpir!, contesto Dulce, con sus labios enrojecidos de la fricción con mi polla.

Robert se sentó junto a Dulce, y empezamos a hablar de lo que podríamos hacer el último día en aquella isla. Yo la verdad que era en lo menos que pensaba. Y trataba de disimular no solo el empalme que tenía sino los cruces de miradas con Dulce.

Quería que se fuera Robert ya, pero Mar no daba el aviso esperado. No aguantaba más.

Quizás fue el ron, quizás la cantidad de cervezas que Robert tomó durante el partido, pero una vez más se levantó al baño, pasado unos veinte minutos.

Esta vez, no quise perder tiempo. Me levanté e incorporé a Dulce del sofá. La liberé parcialmente  de su albornoz, y la recosté después de admirar su desnudez por primera vez. No le dejé articular palabra, abrí sus pies, ya que no había tiempo que perder y me lance a comer su depilado y jugoso coño. Se notaba que estaba excitada ya que chorreaba de placer, y aún estaba enrojecido de la follada que había tenido horas antes con Noa. Normalmente eso me hubiera cohibido, pero mi polla se empalmo de nuevo y el morbo de comer aquel coño tan rico apartó de mi mente cualquier rechazo.

Ella se masajeaba los pechos y gemía de placer, mientras mi lengua se hacía dueña de su coño, y se entrelazaba con sus labios.

Nuevamente perdí la noción del tiempo, y esta vez no escuchamos la puerta del baño, por lo que un garraspeo interrumpió aquella escena.

  • Pensé, ¿será Noa que me ha pillado con su mujer?

  • Chicos mejor me voy ya marchando que es tarde, dijo Robert.

  • ¡Uff! Suspiré nervioso. Al menos no había sido Noa.

Dulce antes que taparse, miró la hora del reloj que colgaba de la pared. Y tras mirarme, dijo:

  • Bueno… Robert ya que nos has cogido infraganti, podrías quedarte un rato más y disfrutar de las vistas.

Robert se frenó, y miró atrás. Dudo un instante pero su morbo y excitación eran ya tan evidentes que decidió quedarse. Se desabrochó el pantalón que tenía puesto y saco su polla erecta y gruesa, para sentarse frente a nosotros.

Mire a Dulce, como sus ojos se le salían de las orbitas y continué comiendo su coño. Un instante más tarde, Robert se levantó y se arrodilló sobre el sofá junto a Dulce, colocó su polla junto a su boca y cuando dulce la sujetó y empezó a chuparle la polla, él masajeo las tetas con fuerza y tesón.

Dulce se retorcía de placer, con el placer que mi lengua le daba, mientras succionaba la polla de Robert. La verdad poca importancia puse aquella situación, así que seguí a mis quehaceres hasta que pasado un instante Dulce se corrió con la succión de mi boca, y las caricias de mi lengua, apretando fuertemente mi cara contra su húmedo y chorreante coño. Sólo se oían sus gemidos apagados por tener la boca ocupada con la polla de Robert.

Terminado mi trabajo, me levanté y me senté en el sillón individual, tratando de recupérame de aquella comida de coño.

Robert aprovechó para levantar a Dulce, y ponerla a cuatro patas. Se masturbó un rato acariciando sus nalgas, y la penetró por su coño. Los bufidos de Robert se entrelazaban con los de Dulce, que notaba aquella gruesa polla abriéndola en canal. Las embestidas eran fuertes, por lo que se me pasó por la cabeza que Noa pudiera despertar y ver aquella escena, en la que su mujer nos deleitaba con sus mejores joyas y cualidades.

Se escuchó el pitido de un WhatsApp, y después como sonaba una sola vez el tono de llamada del móvil de Dulce. Era la señal. Dulce torció su cabeza en busca de mi posición, y me miró cómplice de que ya Mar había llegado a su casa. Me sonrió y disfrutando de aquella escena, abría la boca sintiendo tremenda polla dentro de sí.

Yo saqué mi polla palpitante de la prisión del bóxer, y empecé a tocarme viendo aquella actuación. Por un lado, sentía celos de que Robert me usurpara aquella mujer tan guapa y excitante, pero por otro lado me ponía cachondo ver como otro se la follaba ante mí. Siempre había fantaseado con pillar a Lía fallándose a otro ante mí, y luego jugar ambos pensando en aquella vivencia, pero era algo que para un matrimonio quizás pudiera convertirse en un juego muy peligroso.

Dulce miraba como me tocaba la polla, y disfrutaba de sus embestidas. Yo miraba como abría la boca y sus pechos chocaban fruto de las embestidas.

  • No te corras dentro, advirtió Dulce a Robert. No queremos que un desliz pueda romper este momento.

Robert no tardó en aumentar sus  bufidos, y cuando estaba ya apunto de venirse, sacó su polla y la agitó sobre la espalda de Dulce. Toda su leche, cayó sobre ella, chorreándole por los lados. Se hizo con un paño de cocina que por allí andaba y limpió todo rastro de su semen. Robert se retiró y se fue nuevamente al baño.

Aprovechando que ella se había apoyado sobre el respaldo del sillón, sin mover su postura de perrito, agotada de su encuentro con Robert y aún sin fuerzas por haber estado con Noa. Me acerqué por detrás y le di una nalgada.

  • ¿Ya no puedes más?, Hoy cumpliste tu sueño de follarte al marido de tu amiga, añadí. Ahora me toca a mí cumplir el mío y cobrar mi recompensa que tanto me has anunciado.

  • Ella levantó su culo y lo puso a mi disposición, añadiendo, ¿Quién te ha dicho que he cumplido todos mis sueños? También deseaba follarte a ti, más incluso que a Robert.

    Por eso he dejado lo mejor para ti, sonrió.

Cuando me dispuse a meter mi polla en su coño, me bajo su culo levemente.

 

  • No, no, tienes que dejar que descanse un poco, ya está bastante rojito. Esta gatita mala quiere que pruebes otras cosas de mí.

    Llevo su mano a la boca, la humedeció con saliva y mojó su culo. Se recolocó y lo puso a mi disposición.

  • Pero despacito ¿vale?, confió en ti y sé que serás muy cuidadoso conmigo.

Apoye mi glande a su culo, y después de pasar mis manos por su espalda y sus costados acariciándola, ella se fue relajando y dejando a mi polla entrar en su culo, prieto y calentito. Poco a poco se fue lubricando, y ella fue permitiendo que mi polla explorara más centímetros de su cueva. Llevo sus manos a su coño y relajándose fue haciendo que sus suspiros de leve dolor, fueran tornándose a gemidos de placer. Mi polla ya se enterraba por completo en su culo, y disfrutaba de aquella situación que sólo Noa había disfrutado hasta el momento.

Las penetraciones no eran bruscas, sino suaves y al compás del baile que ella mismo me brindaba cuando se tocaba su coño.

Oímos la puerta de la casa, cerrar. Robert ya nos había dejado solos, una vez cobrada su recompensa. La verdad, ya no nos preocupaba puesto que Mar había enviado su señal.

Saqué mi polla de su culo, y la guie al baño. La senté en el bidé y lave su coñito enrojecido con agua fría, luego me lave la polla, que estaba llena de la mucosidad de su culo.

Le puse el albornoz y la lleve a la terraza, en un sillón que estaba bajo el porche. Me senté y la coloque sobre mí de rodillas.  Ella se humedeció el coño y colocó mi polla a su entrada, dejándose caer suavemente hasta meter toda mi polla sobre ella. Abrí ligeramente el albornoz, y pude ver sus pechos con los pezones erizados ante mis ojos. Subía y bajaba, cabalgando mi polla.

Levanté ligeramente el albornoz por detrás para poder sujetar sus nalgas y las apreté fuertemente, alternando alguna nalgada que otra para que no perdiera el ritmo.

  • Como juega mi gatita, dije.

  • Ronroneo del placer que me das, ¡miauuu!, a ti si te dejaré correrte dentro de mí. Quiero que te corras conmigo y que lo hagas dentro de mí.

  • Asentí con la cabeza.

En ese momento me acordé que ya la otra casa estaría ocupada, pero poco me importó, la verdad que estábamos a oscuras, y total, era nuestra última noche allí.

Dulce continuó cabalgando mi polla, mientras me susurraba al oído que era mi gatita y maullaba pícara y sensualmente.

  • Me gusta tu polla, dijo. Se siente muy rica dentro de mí. Ya la probé y sabe rico, tu lengua me hizo antes gozar como una gatita en celo, y ahora quiero que sea tu polla la que me de ese placer, decía entre gemidos.

Me limité a seguir sus deseos, una vez noté que ella estaba a punto de caramelo, apreté aún más sus nalgas y la envestí con más ritmo, llevando mi cara a sus pechos que rozaban juguetones con mi nariz, boca y frente.

Ambos llegamos al orgasmo juntos, echando toda mi corrida en su coño ya reventado de aquella noche de placer.

Durante un instante nos quedamos abrazados ajenos a nuestros alrededores, ni siquiera sentíamos el frío de la noche, o nos acordábamos de quienes podrían pillarnos.

Cuando recuperamos el aliento, nos besamos y nos dimos las buenas noches, cada uno fue a su habitación, ya eran cerca de las cinco de la mañana.

La verdad no pegué ojo las pocas horas que duró la noche. Se hizo de día, y yo seguía teniendo su olor entre mi piel. Excitado de aquella recompensa que me había dado.

Esa misma mañana, al llegar todos a desayunar, Mar, Dulce y yo, disimulábamos lo vivido aquella noche, pero Robert, tenía un tono algo burlesco y desenfrenado. No sé si porque seguía teniendo los efectos del alcohol, o porque había perdido todo respeto a Dulce por lo sucedido.

Dulce algo molesta, y temiendo que Noa descubriera lo sucedido, habló con Mar, contándole todo lo que había pasado aquella noche, y su “sacrificio” (que no fue tal ya que ella llevaba tiempo deseando follarse a Robert, o al menos fantaseaba con ello). Mar agradecida por su acción y lejos de sentir celo alguno, le llamo la atención a Robert, enterándome más tarde que había dicho a Robert que se había enterado de su desliz y que le perdonaría siempre que no volviera a hablar de aquello. Al menos así Dulce se libraba de ser descubierta por Noa.

El día transcurrió, quizás demasiado rápido. Ya no me molestaba encontrarme solo con aquellas parejas, en aquel lugar, pero sí tenía ganas de regresar con Lía y de pasada la experiencia tener una conversación con Dulce de lo sucedido.

Ya en el avión de vuelta, todos íbamos callados, cada uno pensando en sus cosas. Al aterrizar y llegar a la terminal para recoger las maletas, Dulce se acercó por mi derecha y me dio en la mano un tejido, que no logré saber que era.

Simplemente dijo:

  • Mi suvenir de La Palma, dijo en tono muy bajo.

Lo metí en el bolsillo del pantalón, y recogí mi maleta. Cuando todos estaban ya dirigiéndose a la puerta de salida, me quedé rezagado y echando mano a mi bolsillo pude comprobar que aquel suvenir era uno de sus tangas. Aquel que el primer día había visto con su culito en pompa colocando la toalla en la tumbona.

Disimuladamente lo lleve a mi nariz y sentí el olor de su coñito fresco y rico. Guarde de nuevo aquel trofeo en mi bolsillo, y nos cruzamos en unas miradas cómplices y juguetonas.

Al abrirse la puerta de la terminal vi a Lía que me esperaba junto a la cinta de seguridad.

Nos unimos en un gran beso apasionante y fuerte. Quizás muchos penséis que había actuado egoístamente con mi mujer, pero si una cosa tengo clara es que pronto le devolveré el regalo y pagaré por mis pecados, que pienso seguir cometiendo.