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Algo de verdad, algo de fantasía.

en Hetero: Infidelidad

Durante algunos años, mataba el tiempo muerto entrando en uno de esos tan conocidos chats, en los que entra gente de la zona a conocerse bien para buscar pareja, o algún roce que otro; bien para simplemente charlar.

Al principio no voy a negarlo, fue un juego de cama entre mi mujer y yo en el que entrabamos para calentarnos un poco antes de jugar los dos. Solíamos decir que buscábamos nuestro consolador humano, ya que nos daba mucho morbo hablar con otras parejas, o personas y en alguna ocasión poder ver sin ser vistos. Mi pareja además de ser muy guapa es muy fogosa y eso daba pié a muchas cosas.

El tiempo pasó y dicha práctica perdió su gracia, ya que cada vez más costaba encontrar gente afín. No obstante yo seguía entrando ya muy de vez en cuando, simplemente por hablar con otras personas. El fin había cambiado ya que prefería hablar de todo un poco, y con quien fuera, aunque me gustaba más si era con alguna chica casada que luego no me presionara a hacer cosas o que no actuara como una psicópata o una reprimida.

Después de varios meses sin entrar al chat, y en vistas de que los turnos de trabajo de mi mujer no coincidían con los míos y me aburría mucho, recordé la página y me dio por entrar.

Tras abrir varios privados con alguna chica, me llamó la atención un nick que no pedía nada en concreto, salvo un nombre y un número que se suponía que era al año de nacimiento de la persona que lo portaba. Mi nick para alejar a aquellos que no tenían ganas sino de incordiar, era Cs2_32 (Casados 32).

Normalmente, las conversaciones suelen ir fluyendo poco a poco, pero cansado de monólogos absurdos en el que la gente solo sabe contestar con monosílabos y risas forzadas, no fluyendo la conversación y pasando de una charla a un proyecto de investigación en el que sólo preguntaba yo, decidí abordar a esta nueva persona desde otro enfoque.

- Hola charlas?

- Si, dime. Contestó ella, casi sin esperármelo.

- Sólo por curiosidad.. ¿cuántos años tienes y de dónde eres?.

- Del sur, y ¿Cuántos tienes tú?, dijo ella muy misteriosa.

Yo para el momento ya había hecho mis suposiciones y sabía que unos años mayor que yo sería, cosa que no me importaba puesto que no veo problema alguno en eso de las edades, siempre que exista respeto y buena conversación.

Le dije mi nombre (Noa) y su contestación quedó un poco en la incógnita, simplemente me hizo saber que quizás era muy pequeño para ella, pero si me dijo su nombre, Dulce.

- Yo tengo algunos más, contestó.

- Bueno si tu nick se refiere a eso.. si algunos más. Por mi parte no hay problema, salvo que tu lo veas mal claro. Total ¿que son 6-7 años?, me atreví a decir.

Ella se rió y tras un rato contestó diciendo que tampoco tendría problema...

La conversación giró un poco en ese sentido, hablando de que las mujeres suelen tener un pacto con el diablo y que por el contrario los hombres siempre aparentamos más edad que ellas, hasta que decidí sacar esa conversación típica de cualquier chat y ser más sincero.

- ¿Te podría hacer una pregunta?, dije esperando su respuesta.

- A ver sorpréndeme, dijo ella, con que me saldrás....

- Es que no entiendo cómo la gente entra a un chat, y luego no se comunican entre sí. Los chicos siempre solemos bombardearlas con preguntas y proposiciones, vale que a veces nos pasamos con ellas, pero es que ustedes ni suelen abrir privados y mucho menos nos sorprende con burradas o preguntas que nos desconcierten y rompan la monotonía de ser siempre nosotros los que buscamos y tenemos curiosidades. Se sabe que todos entramos a un chat en busca de algo y la verdad el que diga que lo hace por amistad, o que no busca nada miente como un bellaco.

- Bueno, ustedes suelen ser muy burros, la verdad. Dijo ella, y continuó diciendo que a veces no les dejábamos tampoco preguntar porque las atosigábamos, y que en otros casos.. ni caso nos ponían por lo burros que éramos.

- Paré su conversación, diciendo. Yo no me creo que ustedes no entren con las mismas inquietudes que nosotros, vale que no se busque nada real, pero sí pueden vacilarnos y tirarnos los trastos aunque sea por vacilar. Lejos quedó eso en que las mujeres no se masturban, que no les hace falta, que no ven porno o que no piensan en sexo, tanto o más que los hombres. Ya eso no se lo cree nadie, añadí.

Ella se rió mucho, y sin poder negarlo confirmó mi alegación.

- Si pero si una chica dice o pregunta algo, queda como una puta y si no, peca de ser una monja. Ustedes sueltan por esa boquita y no pasa nada, dijo.

- Ah eso si que no... para mí es un placer oír o saber, que una mujer tiene sus iniciativas, sus gustos y sus placeres. Vale que no los vaya desperdigando por ahí con cualquiera, pero ¿jugar?, ¿vacilar?, ... no hay nada como una mujer que sea una señorita en la calle y una puta en la cama, dije aventurándome a ser apaleado.

El tiempo corría a mi contra y la hora de irme al trabajo estaba próxima. Así que tras una hora y poco de conversación, le comuniqué mi pesar por tener que abandonar el puesto y marchar, no sin antes pedirle algún medio para poder comunicarnos y que ella aceptó después de sopesar algunas cosas como que medio sería, y con qué fin.

-Bueno, si me gustaría, para evitar cualquier duda decirte que tengo pareja, ya que muchas veces pasa que tras una buena conversación luego se enfadan por no haber leído o entendido el nick.

Ella se rió y simplemente añadió que si mi mujer no tenía problemas ella tampoco, por lo que yo sospechaba ella también tenía pareja y no tardo en confirmármelo.

Tras varios días hablando por Skype, y mutuamente tirándonos los trastos, las conversaciones fueron siendo cada vez mas acaloradas, cada uno preguntaba y decía lo que le llamaba la atención, y jugábamos diciéndonos cosas. Me contó que era una chica de pelo largo, morena, con un buen pecho y pezones pequeños pero muy sexis. También me contó lo típico de toda mujer, que si los pechos eran grandes pero ya caían, que si estaba rellenita pero tiposa, y que era algo bajita. Justamente las cosas que para mí eran imprescindibles en una mujer, ya que me gustaban con ese perfil, y no el típico de chicas delgadas o planas, o con pechos grandes como globos que parece que van a explotar, de hecho coincidía mucho con la descripción de mi mujer por lo que mejor me lo ponía.

Ambos teníamos muy claro, que nos gustaba vacilar y jugar de esa manera, y que nuestra fantasía sería siempre con el consentimiento de nuestras parejas, tener experiencias matrimoniales con otras personas. Evidentemente, ella quería más estar con su pareja y otro chico, y yo al contrario, pero nos reíamos o calentábamos pensando en la posibilidad de lo bien que estaría llevar a cabo tal acción y de hecho, le decía que yo era bígamo y que qué ya me gustaría poder hacer realidad esa forma de vida, a lo que ella me contestó que también lo era, pero que su marido era muy tradicional y  esas cosas no le gustaban, o al menos las permitiría. Mi mujer en cambio, fantaseaba con algún encuentro de esa índole, pero era simplemente eso, una fantasía de cama que nos aportaba un mayor calentamiento en determinadas ocasiones y que no se haría realidad, aunque hubieron algunas oportunidades en el pasado.

Los meses pasaron y la relación fue fluyendo y tornándose más amistosa, siendo siempre respetuosa pero juguetona. Ambas parejas nos conocimos, y compartimos buenos ratos de conversaciones, cenas y fiestas, hasta el punto de que un día Dulce me comentó que su hija estaba muy atareada con un examen y que lo llevaba muy mal.

Me pidió que si le hacía el favor de ayudarla, y me acerqué a su casa un sábado a medio día para ver si podía hacer algo al respecto.

Al llegar estuvimos hablando un rato su marido, y yo. Hasta que su hija llegó de casa de una amiga. Por lo visto, había estudiado allí toda la mañana y tenía la intensión de continuar cuando yo me fuera.

Sin perder tiempo, nos pusimos a repasar la materia y la tarde transcurrió sin mayor novedad, salvo que de vez en cuando Dulce se acercaba a traernos algo para beber o algún picoteo que nos facilitara el estudio.

Al principio, no puse asunto concentrado en la materia, pero la segunda vez que apareció por allí, me percaté que se había cambiado de ropa, y su anterior vestimenta que era muy de andar por casa, se había tornado en un vestido muy corto y fresco que tenía un muy buen escote que permitía dejar ver sus grandes y preciosos senos.

Cada cierto tiempo, pasaba por la habitación y no sé si adrede o por casualidad, siempre tenía algo que recoger del suelo, o colocar en alguna estantería más alta de lo normal. El caso es que disimuladamente no podía dejar de mirarla, aún sabiendo que su marido estaba en la habitación contigua viendo el partido de fútbol.

En una ocasión, incluso pasó por detrás de mí, y se inclinó sobre la mesa para recoger la bandeja de la merienda, rozando sus pechos por mi espalda de una manera fugaz, y al salir de la habitación se giró para comprobar que efectivamente le miraba el culo, por lo que me sonrió y se marchó.

El repaso terminó, ya era casi de noche, y después de un rato su hija, se despidió de sus padres y se fue a seguir la noche estudiando a casa de su amiga, que no vivía lejos de allí por lo que me ofrecí a alcanzarla ya que yo también me iba.

-No te quedas a cenar, dijo Dulce algo decepcionada. Ya tenía hecha la cena.

-Uf que va, me queda aún un largo camino a casa, y mañana tengo que alcanzar a mi mujer al trabajo, necesita el coche.

- Que pena, dijo Dulce.

Me despedí de la pareja, que estaba en el sillón, acurrucada uno al lado del otro y me fui.

Durante el camino a casa de la amiga de su hija, íbamos hablando de las cosas que tendría que repasar, pero al dejarla y proseguir yo la vuelta a casa, no podía parar de pensar en las insinuaciones que Dulce me había hecho y aquella mirada en el sofá cuando vio que no me quedaba y que sabía que estaba buscando en su marido guerra del calentón que tenía. Imaginaba el polvazo que se echarían los dos y lo que disfrutaría su marido de aquella situación de juego.

No había pasado más de diez minutos que había emprendido la marcha, y mi coche hizo un ruido bastante preocupante, hasta que se quedó parado. No me lo podía creer pero algo se había estropeado y me había dejado tirado. Ya era de noche, y estaba muy lejos de casa, así que llame a la grúa. El chico, me comentó que por motivos de seguridad no se permitía que los pasajeros de los vehículos pudieran ir de acompañantes en la grúa, así que no me quedaba otra que recurrir a un taxi, ya que el transporte en guagua era muy engorroso.

Llame a Dulce para comentarle lo ocurrido y para que me proporcionara la línea de taxi, pero se negaron los dos a dármela. Me recogieron en el lugar, y volvimos a su casa.

- Lo primero es que llames a tu mujer para que no se preocupe, dijo muy seria ella. Lo segundo es que no vamos a dejar que te vayas en un taxi. Te quedas a cenar y a dormir,  y mañana Heber te alcanza a casa y lleva a tu mujer al trabajo, que no es molestia alguna, ya lo hemos hablado.

- No, chicos yo prefiero ir ya que es muy tarde y sería una molestia, añadí.

- De eso nada, te debemos un favor y no es molestia alguna.

Tras llamar a mi mujer a casa, le comenté lo que los chicos me habían dicho, y que el coche iba de camino al taller, total al día siguiente era domingo y no estaría abierto. A mi mujer no le gustó mucho la idea de quedarme a dormir allí, ya que aunque había muy buen rollo, sabía que ambas parejas (sobre todo Dulce y yo) éramos muy juguetones, pero la situación tampoco permitía otra opción y en cualquier caso su marido estaba allí y no le gustaban ciertas cosas.

Dulce acondicionó la habitación de su hija para poder dormir allí, ya que ella estaría fuera y me dejó algo de ropa de su marido para dormir más cómodo.

- Cámbiate y baja a cenar que se te enfría la cena, dijo con una sonrisita en la comisura de sus labios, dejando ver su alegría por aquel percance sufrido.

Al bajar al comedor, ambos estaban esperando por mí. Tanto Heber como ella, se habían puesto más cómodos, y la verdad, me quedé alucinando de ver a Dulce con aquel, pijama de asillas tan corto, pero me senté en la mesa frente a ellos y disimule.

La cena estaba muy rica, pero más las vistas que tenía frente a mí. Cada vez que se levantaba a coger algo en la cocina, tenía que ingeniármelas para que su marido no se percatara de que miraba como su tanguita asomaba bajo aquel pijama tan corto.

Ella sonreía cuando pasaba detrás de su marido, y me miraba comprobando si me gustaban las vistas que veía. Se le notaba muy cachonda y deseosa de ir a la cama con su marido y follar toda la noche.

Ya habíamos terminado de cenar, cuando su marido se levantó a apagar la tele e ir al aseo. Ella aprovecho la ocasión para subir su pié ya descalzo y colocarlo entre mis pies, rozando sus dedos con mi ya erecto paquete. No paraba de reírse con esa sonrisita picarona y humedeciendo sus labios con su lengua.

Se escuchó la cadena del váter y ella sacó su pie de mi polla a punto de reventar, y se levantó, inclinándose sobre la mesa y dejando que su escote dejara de ser tal y permitiera ver sus senos al desnudo. Se puso erguida y se dio la vuelta para ir a la cocina. Justo antes de entrar en la misma, subió su pijama por detrás dejándome al descubierto aquel culito mínimamente adornado con las tiras de su tanga.

Yo no podía más, y me quedé en la mesa sentado. Su marido apareció tras de mí y se sentó un rato a hablar de los estudios de su hija, cosa que agradecí ya que me hicieron apartar los pensamientos de las vistas a su mujer y me permitieron bajar la erección para poder irme luego al dormitorio.

Ya en la cama, Dulce tocó en la puerta.

- ¿Se puede?.

- Sí pasa ya estaba acostado, dije.

- Sólo quería comprobar que estabas cómodo y si necesitabas algo, nosotros ya nos vamos a dormir, y ya Heber ha puesto el despertador para mañana salir temprano, dijo en voz alta. Se acercó y me susurró al oído. Mi dormitorio es el de al lado, y esta noche soñare contigo añadió.

Se despidió y se fue cerrando la puerta al salir, y volviéndome a enseñar aquellas vistas del culo desnudo al salir.

No daba crédito a aquella situación, pero no era ni lugar ni manera para aliviarme de aquella tensión, así que decidí cerrar los ojos e intentar dormir algo.

Habían pasado unos minutos, cuando un leve ruido llamó mi atención. Al principio pensé que eran cosas mías, o algún ruido típico de la cocina como el motor de la nevera o el viento en la ventana, pero al concentrarme un poco, pude distinguir que venían de la habitación de los chicos, y que eran gemidos. Me concentré  un poco más y no quedó duda alguna, lo estaban haciendo y sin cortarse un pelo, sobre todo ella, al chillar y gemir.

Pensé, en parte es normal, el calentón que lleva y el disfrutando del juego y por otro lado su hija no estaba y sus otros hijos de marcha, por lo que aprovecharían a no tener que reprimirse al expresar su placer.

Cuando me quise dar cuenta ya estaba de nuevo empalmado y no podía dejar de escucharles follar como locos. Imaginar cómo lo harían en que postura estarían y sobre todo que me estaba perdiendo aquello. No aguantaba más así que me levanté para ir al baño y de paso comprobar si podría oír  mejor de otro lado.

Para ir al baño tenía que pasar por delante de su habitación, así que me pare un instante a la altura de la puerta de la misma. Ahora sí se oían claramente sus gemidos, y pronto me di cuenta que la puerta estaba ligeramente abierta, como preparada para que si alguien pasara, pudiera deleitarse. La habitación estaba ligeramente iluminada con una pequeña lámpara de mesa de noche, y podía ver como Dulce estaba a cuatro patas mirando hacia el cabecero de hierro forjado y Heber se la metía bruscamente por detrás sujetándola de las caderas.

Mi empalme era descomunal, y por aquella rendija podía ver como la pareja follaba, así que bajé un poco mi pantalón y dejé libre mi polla, para poderla acariciar. Volví a mirar dentro de la habitación y comprobé que las tetas de Dulce colgaban y se movía, con cada una de las envestidas que le daba su marido.

Perdí la atención a si me veían o no, ya que me tocaba al verles, y cuando me quise dar cuenta, vi que Dulce miraba hacia la puerta y pudo verme mirándoles, incluso pudo ver cómo me tocaba viéndola en aquella situación, ya que aunque el pasillo estaba oscuro, se podía ver algo.

Fue eso, junto con las envestidas de su marido, las que le hicieran correrse no sin gemir de manera descomunal, y sin apartar la vista de la puerta de su habitación donde yo estaba. Su marido, al oírla como se corría saco su polla y le lanzó los chorros de su leche por todo su culo, quedando este brillante y húmedo a la luz de la lamparita.

Yo no sabía seguro si Dulce me había visto, pero regrese apresurado a la habitación para que no me vieran, o al menos no me viera el marido de ella.

No tardé en oír salir a alguien de la habitación con dirección al baño, y por sus pasos intuí que era Dulce que iría a limpiarse los restos de aquella follada brutal.

Pasados unos instantes, oí como los pasos ya mas toscos salían de la habitación, y Dulce entraba de nuevo. Ahora era el turno de Heber pensé.

Yo tenía un empalme y un dolor  ya desproporcionado. Me había gustado aquella situación, pero me hubiera gustado poder haber terminado también.

Paso el tiempo, y Heber no regresaba a la habitación. Lo que me sorprendió. Yo necesitaba ir al baño a terminar mi faena, así que me armé de valor y salí al baño. Al pasar por la habitación de Dulce, la puerta estaba completamente abierta y el dormitorio oscuro, seguí mi camino, y escuche la televisión mire en la sala al pasar por ella y vi que Heber estaba en el sillón tumbado y durmiendo con la televisión encendida. Fui al baño, y me cortó que estuviera allí, pero al menos podía continuar mi trabajo y tocarme, liberé mi polla y un pensamiento me vino a la mente; él duerme, y ella está en su cama.

Es una locura pensé. Eché agua fría en mi polla palpitante, y logré bajar mi erección, suspiré y salí del baño convencido de que no era momento ni lugar, así que regresaría al dormitorio a terminar de pasar la noche como pudiera.

Volví a pasar por la sala y Heber roncaba ligeramente. Continué y al pasar por delante de la habitación de Dulce la escuche suspirar como si ya estuviera cogiendo el sueño. Mi siguiente paso era quizás continuar al dormitorio donde dormiría, pero no sé porqué algo hizo que lejos de seguir, entrara en su habitación a oscuras. Me acerqué a la cama y tras estar un rato allí dentro mis ojos se acostumbraron a la poca luz que entraba del pasillo, y pude ver como estaba desnuda acostada boca abajo.

Me despojé de mi ropa y me coloque, otra vez empalmado  sobre ella, me fui recostando sobre su espalda sin apoyar todo mi cuerpo, sino dejando que mi polla rozara sus nalgas y mis manos soportaran mi cuerpo hasta permitirme llevar mi boca a su cuello, el cual besé suavemente. Su olor era muy fresco y su piel estaba desprendiendo ese olor jabonoso tras haberse dado una ducha.

Ella reacciono pronto a mis besos, y trato de darse la vuelta, pero no le permití hacerlo.

- Schhh.

- Mmnn ¿Heber otra vez?, me encanta que esta noche estés tan fogoso, dijo.

Humedeció su mano derecha y la llevo a su coño, tocando con la punta de sus dedos mi glande. Lo humedeció y siguió su masajeo personal mientras mi polla se abría camino y restregaba con sus nalgas y la entrada de su coño aún calentito.

Pare un instante para pensar que estaba haciendo.

- No pares me gusta, dijo ella ya muy cachonda.

Así que me abrí mis pies un poco y me coloqué mejor para poder meterle la polla en su chorreante y calentito coñito. Sólo le metía la puntita, pero ella movía su culo a compás de mis pequeñas y suaves envestidas. Su mano masajeaba su coño y rozaba de vez en cuando mis huevos.

- ¡Que rico Fran!, hasta parece que eres otro. Mnnn no pares decía ella.

La situación era muy caliente, pero quería que supiera que era yo el que la follaba, así que por primera vez articulé palabra:

- ¿Te gusta Dulce?, ya no aguantaba más viéndote follar con tu marido desde la puerta, dije susurrándole al oído.

Ella se quedó fría, paró su mano e intentó girarse.

- ¡Estás loco!, mi marido... dijo.

- Tranquila está en la sala roncando, como un angelito después del polvazo que le has dado. Lo has dejado sequito y yo también quiero algo de eso tan rico que tienes.

- ¡Seguro! dijo ella algo desconfiada.

- Schh escucha...  dije y nos quedamos en silencio.

Se escuchaban sus ronquidos apagados a lo lejos.. ella suspiró y le dejé voltearse, dejándome por primera vez poder ver ante mí aquellos grandes y preciosos pechos, con sus pezones erectos.

- ¿Y si se despierta?, dijo ella.

- Bueno, seamos precavidos y vayamos al grano. O tú no quieres follarme, que llevas el día picándome y haciéndome sufrir. Tendrás que acabar la faena digo yo.

Sin articular palabra, llevó su mano a mi polla y comprobó que estaba ya muy palpitante.

Se humedeció su coño y me coloqué sobre ella. Poco a poco mi polla fue entrando en su coño y esta vez sí se perdió en su interior entrando completamente. Los movimientos fueron pasando de ser suaves y profundos a algo más bruscos y rítmicos. Con mi mano sujetaba su cabeza y dejaba como me chupaba uno de mis dedos, y mientras con la otra me sujetaba para poder envestirla mejor. Podía ver sus pechos moverse con cada envestida y notaba como su culo se balanceaba también.

No tardamos en parar para comprobar si Heber aún dormía. Al ver que así era yo me coloqué boca arriba y ella se colocó sobre mí enterrando mi polla en su coño. Sus pechos caían sobre mi cara y no podía dejar de lamerlos y besarlos, mientras ella me cabalgaba. Sujetaba con mis manos sus nalgas y la acompañaba en sus movimientos.

- Oh si Noa, no pares dijo ella susurrándome al oído una de las veces que mi cara se pegaba a sus preciosos pechos. No podemos tardar mucho, el no creo que aguante mucho en el sillón.

Humedecí mi mano derecha y sujete su culo firmemente mientras mis dedos masajeaban su culito, con cada envestida se abría su culito y dejaba entrar la punta de mi dedo cada vez más profundo, mientras ella no paraba de suspirar ahogadamente para no despertar a su marido.

- ¿Y si viniera Heber ahora y se uniera?, le susurré.

- ¡Calla y fóllame!, que sabes que no será posible eso, al menos de momento.

- Mmmnn que coño tienes pero tu culo no se queda atrás, le dije.

- ¿Quieres follarme el culo, Noa?, dijo ella, paró de enterrarse mi polla y se reclinó sobre la mesa de noche para coger algo del cajón.

- ¡Espera!, así no le dije.

La coloqué de nuevo boca arriba y le levanté los pies para colocarme  yo de lado bajo ella. Humedecí bien mi polla y la coloqué en su ano algo dilatado.

- ¡Tócate!, quiero que te corras conmigo, le dije.

Empecé a moverme y ella a tocarse.. con mi mano derecha le masajeaba los pechos y con la izquierda sujetaba mi polla para que no se fuera del camino encomendando. No tardó en dilatarse más su culo y mi polla en hacerse paso para poder conquistar aquel durito y rico ano. Ella tenía libertad de movimiento para mover su pelvis, y masturbarse, controlando en todo momento la profundidad de la penetración. Mientras yo podía acariciar su cara, pasar mis dedos por sus labios, o sujetar sus pechos.

El movimiento fue cogiendo ritmo y mi polla ya había conquistado su culo completamente. Ella gemía de placer y se le notaba que no tardaría mucho en irse, así que humedecí dos de mis dedos y los llevé a la entrada de su coñito, no molestando a sus masajes. Apoyé los dedos en su entrada, y pronto fueron entrando al mismo ritmo que mi polla en su culo. Ella incrementó sus gemidos, y no tardo en avisarme:

- Me voy a ir, dijo muy cachonda, llena mi culo, así no quedarán pruebas visibles dijo. ¡Lléname con tu leche, Noa!

No tardamos nada en corrernos los dos, notaba como su culo se llenaba de mi leche, y ella se retorcía de placer.

Mi polla fue perdiendo tamaño en su culo, mientras levemente palpitaba y su culo iba cerrándose. Me aparté a un lado. Ambos quedamos sobre la cama, boca a arriba. Logré reclinarme, me puse sobre ella y le di un beso largo y placentero.

- Gracias Dulce, eres muy buena.

- ¡Qué follada, Noa!, quiero repetir otro día.

Ambos sonreímos, y me percaté que los ronquidos habían amainado.

Me incorporé de la cama y recogí la ropa y sin ponérmela salí de la habitación, hacia la mía, me vestí apresurado y me acosté bajo las sábanas.

No pasaron más de dos minutos, que Dulce se levantó de la cama al ver que su marido ya estaba despierto, se apresuró a salir de la habitación haciendo ver que iba en su busca.

- Nene, ¿Porqué duermes ahí? vete a la cama anda.

Ella entro al baño, seguramente a eliminar todo rastro de sudor y pruebas de lo sucedido, y él se metió en el cuarto.

Dulce tardó unos minutos en acompañarlo, y yo caí en un profundo sueño.

El despertador, sonó. Ya era la hora de ir a buscar a mi mujer. Aún era de noche, puesto que madrugábamos para ir a recogerla. Me vestí saque las sábanas de la cama, para ponerlas a lavar y tras comprobar que Heberya estaba preparado partimos a por mi mujer.

Dulce aún dormía cuando salimos, pero aquella noche fue muy especial y no todo quedó ahí.