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Día de playa

en Hetero: General

Hoy es sábado, y la mañana se ha levantado encantadora. EL sol brilla y dan ganas de pasar el día por fuera. Es por ello, que decidimos ponernos ropa de baño  e ir a la playa a tomar un poco el sol y darnos un baño.

En principio no sabíamos a qué lugar ir, aunque si teníamos claro que no nos apetecía ir a ninguna playa donde hubiera mucha gente, y menos conocida. Sin pensarlo más nos dirigimos a una pequeña cala, algo lejos de la ciudad y donde normalmente se hace nudismo, aunque ninguno de los dos lo practicábamos. Bromeando le dije a mi mujer, que al menos se sentara cerca de alguna pareja o chica guapa, ya que normalmente se nos suelen sentar al lado personas mayores o algún que otro amante del cigarrito. Ella, se sonrió y me contestó que no sabía nada.

Al llegar al lugar, pudimos percatarnos de que no había mucha gente, las olas acariciaban la arena negra y la brisa era perfecta.

Elegimos el lugar adecuado, colocamos las toallas y nos despojamos del exceso de ropa. No dude en observar cómo se quitaba la ropa y dejaba libre parte de su cuerpo. Aproveché para decirle que si quería hacer topless pero no le gustó la idea. Nos recostamos y tras echar un vistazo, me dijo al oído: “¿ves algo que te guste?”.  La verdad que salvo ella, no había nadie que llamara mi atención, por lo que mi respuesta fue negativa. Le pregunté lo mismo y me contestó de igual manera.

Visto que no se podía uno recrear la vista, decidimos darnos un baño.

Al llegar al agua, que por cierto estaba fría, nos pusimos a jugar el uno con el otro para entrar en calor. Poco a poco, íbamos entrando más en el mar hasta que sin darnos cuenta, ya estábamos nadando y saltando el uno sobre el otro. Cansados por el esfuerzo, y aún tullidos de frío, mi mujer se acercó a mí y se abrazó como una lapa, enrollando sus pies en mi cadera. Mi cara quedó a la altura de sus pechos, y aproveché para hundirla en ellos.

No paraba de reírse, y nos besamos.

Aprovechando la situación, dejé deslizar una de mis manos que se hicieron hueco en la tanga de su bikini, y tras acariciar todo su trasero, se abrió camino hacia su chochito. Estaba caliente y rasurado. Ella dio un suspiro y me dijo que me estuviera quieto, pero no era esa mi intención.

Yo ya tenía mi verga bien dura y sacándola del pantalón de baño, la pasé por sus labios. Ella me miraba sonrojada pero no ofrecía resistencia alguna.

Tras mirar a nuestro alrededor, y ver que nadie nadaba cerca, le retiré su parte de arriba del bikini, y lamí sus pezones duros, mientras con mi verga frotaba su raja.

Sin darnos cuenta, la playa se fue llenando y pronto tuvimos compañía, lo que propició a que ella parara el juego y saliera hacia las toallas. Yo tuve que espera un rato más dentro del agua, ya que mi empalme era evidente.

Ya en las toallas, pudimos comprobar que la playa tenía más bañistas que antes, y que a nuestro lado, estaban tendidas tres toallas vacías. Le puse crema a mi mujer, y se tumbó a coger sol. Mientras, yo miraba como la gente jugaba a las palas y como se bañaban.

A los 10 minutos, dos chicas y un chico que salieron del mar, se acercaron a las toallas vacías y se sentaron en ellas. Parecía ser una pareja y alguna hermana o amiga. Una de ellas, era más o menos guapilla, pero la estaba muy bien, nada delgada, ni muy rellenita, y el novio de ella, un chico normal algo atlético.

Sin darme cuenta, mi mujer se levantó y me dijo al oído que era un zorro, que si ya estaba recreándome la vista. Me sonreí y le contesté que no estaba nada mal la chica. ¿La flaquita, no?, mi cara se arrugó y le contesté que prefería la otra, aunque no me gustaba sino que era guapilla. Ella me dijo, pos el chico no está nada mal, para hacer me rabiar, pero mi respuesta fue rápida y contundente: ¿Sí, pues nada recréate la vista tú también?, eso generó que se enfadara, en vistas a mis pocos celos, se levantó y se fue al agua de nuevo. La seguí y tras resistirse un poco, por los celos reinantes, volvimos a la carga en nuestro juego interrumpido.

Tras pasar un largo rato, sinceramente perdimos la noción del tiempo, y después de acariciar su rajita con mis manos y mi verga, ella no aguantó más y se vino en el agua. Sus gemidos fueron algo apagados, pero duraron unos instantes. De repente, unas risas se oyeron a sus espaldas, y al girar, pudimos ver como la pareja que estaba a nuestro lado, jugueteaba abrazados, y se habían percatado de nuestro juego, y su final. Mi mujer algo avergonzada salió del agua, y me llevó de la mano.

La otra pareja tardó un buen rato en salir, y mi mujer no hacía más que repetirme la vergüenza que le dio el verlo. Yo sin cortarme le contesté: “pues ellos parecen contentos que no han parado tampoco, y a que visto de otro punto te dio algo de morbo”, sonrió y cuando nos quisimos dar cuenta, la pareja ya estaba llegando a sus toallas. Nos miraron con una sonrisa pícara y se sentaron junto con su acompañante.

El resto de la tarde fue, más tranquila, salvo que yo aún no había tenido mi recompensa, lo que se hacía notar de vez en cuando. Al poner la crema a mi mujer, cuando se sentaba entre mis piernas y se apoyaba, cuando se ponía boca abajo y me miraba con sonrisa pícara,…

Cuando ya no pude aguantar más, le dije que quería irme ya, y así en casa poder  jugar yo. Ella se sonrió y recogimos los bártulos. Al llegar al coche, me dijo que si por lo menos la dejaba cambiarse ya que su bikini seguía húmedo, y sin más remedio tuve que ceder. Abrió el lateral de la puerta y me pidió que con una toalla, la tapara para poder retirar el bikini, pero cuando ya estaba fuera, note como mi verga subía de nuevo al ver aquel espectáculo tan apetecible y la rodee con la toalla que le tapaba, y la apoye en el sillón trasero para besarla. Ella en un gesto rápido se sentó en el sillón y abrió la toalla para que la viera desnuda, y cuando me fui a acercar se tapó rápidamente y me dijo: “si quieres más te vas con la chica de la playa”, yo me reí y seguí en mi empeño por hacerme con ella, ya no aguantaba más.

Ella miró alrededor y me dijo que en casa, que allí nos podían ver, pero mi insistencia y mis manos que ya invadían su cuerpo, le hicieron cambiar de parecer.

“Sólo un rato y paras eh, que en casa ya lo hacemos”, o eso quiso pensar, porque ya para ese instante mi verga se abría paso en su raja humedecida. Sin pensar en que podíamos ser vistos, continué mi hazaña, bombeando su rajita, con un movimiento rítmico y constante. Ella sentada en el sillón trasero del coche y yo de pié por fuera, dándome un festín, viendo sus pechos brincar y su cara de placer y con un matiz de nerviosismo. En mi postura, podía observar la gente que salía de la playa y si se acercaban a nosotros, pero la verdad poco me importó, ya que mi mente estaba en otro lado. La sensación de hacerlo en un lugar público, a la vista de cualquier persona, y la sensación de poder ser pillados, me puso tanto que prácticamente me olvidé de vigilar a la gente que se acercaba.

Tras un rato, jugando, ella se animó a bajar de su trono y se recolocó dándome la espalda y poniéndome su coñito en pompa para ser de nuevo invadido. La humedecí un poco y continué mi trabajo, observando cómo era ella ahora la vigía. La verdad, el ver su cara de placer y su prisa por terminar, me animaron a aguantar un poco más y retrasar mi explosión. Ella no aguató más y se vino de nuevo, en un orgasmo más sonado que el del agua.

 Mi cuerpo quería terminar ya, pero mi mente lo impedía, quería disfrutar de aquella situación un rato más, pero  mi mujer observó que tres siluetas salían de la playa y no parecían estar por la labor de introducirse en algún coche lejano, sino que se dirigían a nosotros. Así que con cara de preocupada, me pidió que terminara o que lo dejara ya, pero que por favor no dejara que nos pillaran así. Pospuse mi orgasmo unos segundos más, pero mi mujer intentó desengancharse de mí, esa reacción hizo que la sujetara con fuerza y me fuera en su interior por completo, sin dejar de impedirle su escapatoria.

Ya finalizado, mi orgasmo, ella se dio la vuelta se enrolló con la toalla apresuradamente y me besó, brindándome con una sonrisa y susurrándome que estaba loco. Nos giramos y pudimos ver que las siluetas pertenecían a la pareja y la acompañante que estaban en  la playa y su coche era el que estaba al otro lado de nuestro lugar de recreo. Gracias al cristal ahumado de mi coche, no pudieron vernos, y ajenos a lo ocurrido, se subieron arrancaron y se fueron. Ya más tranquilos, me acerqué a la orilla del mar, cogí agua limpia  y nos limpiamos. Nos vestimos y nos dispusimos a irnos. De camino a casa, mi mujer, me miró y me dijo que le había encantado, pero que la próxima vez no fuera tan arriesgado, que le daba vergüenza ser pillada, más que nada por si la persona que nos sorprendiera era conocida. No obstante esa noche, lejos de acostarnos temprano se volvió a la carga, recordando nuestro día de playa.