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Mi primera polla.

en Hetero: Primera vez

Recuerdo aquel verano del 96 como especialmente corto. Volvía de pasar unos meses en no se sabe qué país, mejorando no sé qué idioma, y volví a casa cuando el verano agotaba sus últimos días. Los aproveché bajando a la playa con las amigas, como cualquier quinceañera en ciernes. Uno de esos días, volví a casa justo después de comer, con la idea de ducharme y hacer algunas compras antes de empezar el instituto la semana siguiente. Me sorprendió que el coche de mi madre no estuviera en el garaje, ya que me había asegurado que estaría en casa pronto para acompañarme. La puerta del garaje se abría de nuevo, y mi tendencia natural a esquivar tanto como sea posible a los vecinos, me hizo darme demasiada prisa en aparcar la moto y correr al ascensor, con tan mala suerte que me estaba siendo imposible encontrar la llave del mismo.

El coche que entraba era el de mis vecinos de enfrente, una anodina pero agradable familia de gente invisible, inaudible y juraría que incluso insípida, compuesta por un matrimonio de cuarenta y pocos y un par de hijos pequeños. Las llaves me rehuían en algun recoveco de la mochila, y anoté mentalmente la buena idea que parecía poner esa dichosa llave junto con la de la moto y la puerta de entrada al garaje. Mi vecino me alcanzó. B era un hombre sin nada destacable. El adjetivo que mejor le iba era el de "normal". Estatura normal, complexión normal, comportamiento normal... De esa clase de personas que te agradan, pero que si dejaras de ver súbitamente tampoco echarías de menos. B me saludó sin mucho entusiasmo, sacó sus llaves y la usó para llamar al ascensor, que me abrió de manera casi teatral. Sonreí y le dí las gracias.

Parecía cansado dentro de su traje, aunque no entiendo muy bien de qué, ya que trabajaba en algun puesto medianamente importante en una sucursal de banco en el centro de la ciudad, y personalmente no me parecía especialmente cansado tener un trabajo de lunes a viernes por la mañana. Y menos, en un banco. Me preguntó por mi estancia fuera, aludiendo a que mi madre se lo había comentado a su mujer de pasada, y comenté sin mucho afán y a grandes rasgos la experiencia. Luego me comentó que tenía en su casa una documentación para darme, algo relacionado con un presupuesto para arreglar una humedad que había aparecido en su trastero y en el nuestro, para que mi padre le echara un ojo. Me dijo que me lo llevaría en un rato si iba a estar alguien en casa esa misma tarde, pero le comenté que no me importaba esperarle unos minutos en la puerta de su casa mientras intentaba dar con las llaves de la mía.

Así que al salir del ascensor le seguí por el descansillo hasta su puerta, justo delante de la mía, y le pregunté por su familia. "En el pueblo de mi mujer" dijo, sin más especificación sobre lo que llevaban allí o cuando iban a volver. Abrió la puerta y, de nuevo, con un gesto exageradamente cortés me invitó a pasar. Insistí en esperarle fuera, pero con un lógico "No te quedes tirada en el felpudo anda, tardo dos minutos" me convenció de que no. Pasé y no pude evitar hacer un comentario estúpido sobre lo curioso que resultaba entrar en una casa que es como la propia pero al revés... Me instó a que me paseara por la casa para curiosear sin ningun pudor, y agradecí la invitación. Era como pasar al otro lado del espejo, donde tu cocina está a la izquierda en vez de a la derecha, el baño la derecha en vez de a la izquierda...

B estaba en una habitación con aspecto de despacho buscando los papeles que había de darme, y me preguntó si me gustaba la casa. "Si claro... ¿Sabes? Esto en mi casa es la habitación de mi hermano" Se rió y me dijo que al tener solo dos hijos aquella habitación le sobraba y le había venido muy bien como "espacio de trabajo". Le comenté que en su casa aquel cuarto parecía más grande, y B lo achacó a la ausencia de cama. Me apoyé sin llegar a sentarme en el escritorio, y le expliqué un poco por encima la colocación aproximada de los muebles en aquel mismo cuarto de mi casa, pero B me miraba con la mente lejos de aquella explicación. Se acercó a mí y apoyó los brazos en la mesa, rodeándome, y sin dudarlo un momento me besó.

No pude ni quise rechazar el beso, supongo que las hormonas adolescentes te hacen tirarte de cabeza a lo que sea, y B, animado por la acogida, siguió besándome suave pero firmemente. Me sorprendió que una persona de aspecto tan anodino consiguiera excitarme tanto con unos besos y unas leves caricias a lo largo de mis brazos. "Si quieres paro" me dijo, pero le contesté que no, que no quería que parara. Me cogió de la cintura y me sentó en el escritorio, colocándose entre mis piernas, vergonzosamente llenas de arena de playa, para seguir besándome y acariciando, eso sí, mas allá de los brazos. Me besaba más fuertemente ahora, sobádome enérgicamente las tetas sobre la camiseta, descolocando bajo la misma un bikini que ofrecía muy poca resistencia. Podía notar una brutal erección bajo el pantalón del traje, que él arrimaba con intención a mi entrepierna. 

Me quitó la camiseta, quedando una de mis tetas directamente expuesta gracias al dichoso bikini, B resopló y con un cuidado extremo, como si algo se fuera a romper, sacó la otra teta del triángulo de tela, las cogió en sus manos y las acarició, contemplándolas como si no hubiera visto nunca unas tetas. Pero en un segundo su semblante cambió de color. "¿Cúantos años tienes?" me preguntó, y cuando dije "catorce" la respuesta pareció no valerle del todo. "Joder" volvió a resoplar, me guardó las tetas con el mismo cuidado extremo con el que las sacó a relucir, "pareces mayor".

"No quiero que pares" le espeté, reprochándole que hubiera empezado algo que no pensaba acabar, aunque claro, para mí, en aquella época, aquello ya era prácticamente el final de lo que habíamos empezado, y supongo que no entendía que para B el final estaba mucho más allá de acariciarme las tetas. "No se lo contaré a nadie" prometí, como si con eso firmáramos tácitamente un contrato por el que, lo que ocurriera allí, al otro lado del espejo, no existiera. B no necesitó más que aquello para entrar de nuevo en materia. Volvió a sacar las tetas y se agachó para chuparlas. Lo hacía por turnos, ordenadamente, pasando la lengua lentamente por mis pezones como si éstos fueran de caramelo, intentando descifrar el sabor que tan feliz le estaba haciendo.

Yo estaba echada hacia atrás, disfrutando de sus gemidos pero totalmente ajena al hecho de tenerle metido entre mis tetas... En mi cabeza retumbaba el hecho de que, en efecto, era la primera vez que me chupaban las tetas, y como siempre en estos casos, cuando se estrena experiencia, atendemos más a la propia afirmación que a la verdad que la sustenta. Su polla iba a reventar el pantalón en cualquier momento, y la apretaba contra mí como queriendo follarme sin tener que sacarla. "¿Has visto alguna vez una polla?" me preguntó sin salir de entre mis tetas. Que B usara la palabra "polla" ya era bastante sorprendente teniendo en cuenta su correción habitual, y me pareció extraño y excitante a la vez. Respondí que no, sin saber que con aquello respondía a varias preguntas que no se habían formulado. Supongo que B se sintió abrumado por la respuesta, por tenerme prácticamente a estrenar sobre su escritorio, y se alejó un palmo de mi para desabrocharse el pantalón. Se lo bajó hasta los tobillos, e hizo lo propio con los calzoncillos que quedaron a medio muslo.

Su polla apuntaba en mi dirección, desafiante, rojísima, brillante, y de un tamaño (como comprobé con lo años y la experiencia) espectacular. Se la agarró orgulloso, y me miraba buscando una expresión de admiración que, con esa edad, me temo que solo era de sincera expectación. "¿Quieres tocarla?" preguntó, sin mucha esperanza, y sin responder, alargué la mano hasta cogerla, torpemente. Estaba ardiendo. Me gustaba la sensación de tenerla en la mano, me excitaba, aunque las esporádicas gotas de líquido preseminal que me manchaban la muñeca no acababan de gustarme. B gemía y empujaba el culo hacia delante, forzando una paja que yo no le estaba haciendo, ocupada como estaba en explorar aquel nuevo elemento de placer que tenía entre manos. De nuevo me perdí en mis propios pensamientos en los que analizaba el hecho de estar cogiendo una polla por primera vez en lugar de estar disfrutando de esa polla.

B me cogió la mano entre las suyas y me guió hacia los movimientos adecuados. Me puso la mano en la posición correcta, y al principio la usó junto con la suya para pajearse lentamente, pero tras un par de minutos de "cursillo", me soltó y con un suave "sigue tú", me defendí como pude en pajearle satisfactoriamente. Su polla parecía moverse sola dentro de mi mano. Aparecía y desaparecía a voluntad, sin que pareciera que yo hacía gran cosa. B miraba su polla, que movía con un suave movimiento de cadera, y me amasaba las tetas mientras gemía y se aceleraba entre suspiros y resoplidos. "No pares", decía, dejando que las gotas de su polla me salpicaran sin reparar en ello. De pronto cerró los ojos, arqueó la espalda y me anunció que se corría, y yo, sin saber muy bien que hacer, seguí con mi deber como si tal cosa, hasta que B exclamó un ronco "oh... joder", y de su polla emanaba lo que parecían varios litro de un semen fluído y caliente, que era mucho menos blanco de lo que esperaba.

Su lefa salió bombeada en varias tandas, manchándome la falda y la parte de abajo del bikini, el vientre, los muslos, la mano... B, de un salto, salió disparado por el pasillo (su pasillo del revés claro) y trajo varios trozos de papel de cocina con los que me limpió. Cuando consideró que ya estaba bastante limpia me volvió a vestir, formal y callado, y me besó en la frente. "Esto es un secreto" me dijo, asegurándose que la pequeña hazaña quedaba entre los dos. "Es un secreto" repetí, tranquilizándolo.