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Con el Psicólogo

en Fantasías Eróticas

Es la última de la tarde. Su timidez es enfermiza. Camina con la cabeza mirando el suelo. El hablar con la gente por las cosas más triviales es causa de angustia, el estar en clase una tortura, dialogar con otros alumnos o profesores fuera de las clases es una pesadilla día tras día…

Llama al timbre y cuando la abro me encuentro que hoy se ha disfrazado de colegiala japonesa aunque sin borrar su maquillaje gótico. Tiene 22 años pero aun conserva un aire de niña buena en su rostro. Es alta (1,75 m.), muy delgada (ha confesado pesar 45 kg.), su pelo es castaño color miel y lo lleva recogido en dos coletas una a cada lado de su cabeza. Su piel es de una palidez inusual, casi marmórea, realzada con una sombra de de ojos y un pintalabios de un negro como ala de cuervo. Sus ojos son de un azul opalino que dan intensidad a su mirada. Sus pechos son del tamaño de un puño, levemente caídos y con unos pezones que a veces se insinúan bajo la tela de las camisas.

Hoy aparece vestida con camisa blanca con el adorno azul marinero sobre los hombros. Una falda de tablas del mismo azul que apenas le llega por la mitad de sus muslos. Calcetines blancos casi hasta la rodilla y zapatos negros sin apenas tacón.

Hoy sí que me mira a los ojos antes de pedir permiso para pasar. Al preguntarlo se sonroja aunque con menos intensidad… Va mejorando. La invito a pasar; ella agacha la cabeza y se dirige directamente a la habitación donde se celebrará la sesión de terapia. Se sienta y espera a que llegue.

Los brazos en el regazo sobre las piernas y éstas con respecto a la silla están doblados en ángulos rectos. Su espalda derecha y la cabeza erguida. A su diestra, apoyada en un lateral de la silla estaba su mochila.

Me siento frente a ella en mi silla. Apena metro y medio de vacío nos separa. Puedo leer sin problemas la tensión en su cuerpo.

- ¿Cuéntame? ¿Cómo te ha ido?

Me mira a los ojos con su flequillo como barrera protectora.

- Mejor.

Su voz sale temblorosa. Aprieta los dedos formando un puño y puedo notar como los pezones empiezan a asomarse con más descaro que nunca bajo la tela. Por un momento me parece que no lleva sujetador, pero aparto esa idea e intento centrarme en mi tarea.

- Ayer lo hice.

La miro sorprendido. No creí que fuera a romper su aislamiento tan pronto.

- Sí… - Se pone en pie y se dirige hacia el espejo de cuerpo entero que había utilizado otros días  para romper su timidez.- Estuvimos chateando todo el día. Insistió mucho, se puso muy pesado y al final, cansada le ordené que me comprara ese modelo que ya le conté, y que me esperara en su chalet. Cuando me abrió la puerta siguió mis instrucciones. Me dejó el modelo aun sin sacar de la caja en la entrada. Él me tenía que esperar desnudo y de rodillas, con los ojos vendados en el dormitorio principal. Íbamos a estar solos por unas horas. Su mujer se había ido a ver a sus padres al pueblo con los niños y no vendría hasta pasadas las diez.

La expresión de su cara ha cambiado. Empieza a sentirse cómoda, quizás porque no está en el presente. Está rememorando la tarde noche pasada y está saboreando el recuerdo. Su cuerpo está relajado frente al espejo, desliza el índice derecho cerca del cristal como si le acariciase.

- ¿Qué modelo?

- ¿No se acuerda? Las botas negras con ese tacón de quince centímetros y plataforma que me llegan hasta las rodillas; las medias de látex ajustadas como una segunda piel sujetas con cinchas al corsé del mismo material que las botas. Bien ceñido, sintiendo como me muerde la piel, con todas sus brillantes hebillas… y las ligas que lo adornan y que me ayudan a ceñírmelo.

Su mirada parece perdida en el pasado. Su mano izquierda acaricia por debajo el pecho contrario mientras la otra se hunde con la tela entre las piernas abiertas. Esta vez sí está claro que no lleva sujetador. Los pezones casi puedo ver los pezones bajo la tela. Incluso el Arete que cuelga de cada uno de ellos se intuye perfectamente. Noto la excitación que se agita en mi cuerpo y como mi polla crece lentamente…

- Y ese corsé está abierto para dejar al descubierto mis pechos, y me llega al cuello donde me he colocado un grueso collar de cuero lleno de remaches plateados… Cuando me vi así vestida frente al espejo de la entrada fue algo… ¡¡Increíble!! Podía sentir el calor aquí dentro – sus dos manos se clavan entre las piernas donde se empieza a ver una mancha húmeda.- Me ardía, y eso me daba fuerzas. El cuerpo empezó a pensar por mí. Cogí la fusta y la saboreé antes de deslizarla por mi sexo…

Entreabre la boca como si le faltase aire y desliza la lengua por los labios. Mi verga salta impaciente aprisionada por la ropa. Siento que una gota de sudor se desliza de mis sienes hacia abajo.

- Me esperaba tal y como le ordené. Desnudo, con su miembro duro y tieso, desafiante allí donde su amo era un sumiso que se humillaba ante mí. Se la acaricié con la fusta comenzando por sus testículos hasta la punta. Él gimió sorprendido. Le mandé callar y le azoté allí donde las piernas y el culo se funden. Su miembro se agitó y por un momento creí que se correría, pues aparecieron unas gotas en la punta de su capullo.

Las manos han perdido la discreción. La izquierda se ha introducido bajo la camisa y pellizca de manera torpe y algo salvaje los pezones. La derecha se ha hundido bajo la cintura de la falda arrastrando en parte a ésta, mostrando que no lleva nada de ropa interior. Puedo intuir la grieta de su sexo rasurado entre los dedos que le rodean y acarician.

- Me coloqué frente a él e hice que me chupara hasta hacerme gozar… Si acertaba con su lengua le acariciaba con la fusta en las nalgas, si fallaba le azotaba con un golpe seco. Aprendió rápido. Al final me olvidé de la fusta y le apreté la cabeza contra mi sexo con todas mis fuerzas hasta que exploté…

Un delgado hilo líquido se desliza por el muslo interior de una de sus piernas. Me desabotono parte de la camisa e intento no rozar mi súper excitado sexo que me duele por sus anisas de sexo.

- Le hice que me limpiara hasta dejarme como recién salida de la ducha. Luego le até las manos u los pies a la cama. Fue algo muy excitante contemplar ese cuerpo desnudo con su sexo erecto y desafiante. Le acariciaba con la fusta mientras el suplicaba que le permitiera correrse. Pero yo quería verle sufrir. Deslicé uno de mis dedos por el agujerito de su culo y a punto estuvo de irse sin mi permiso, pero logró contenerse en el último segundo. Estaba empapado de sudor, tenso como la soga de un ahorcado, apretaba los dientes y gemía enloquecido. Sólo de verle así creí que era yo la que me corría.

Sus dedos chapoteaban en la grieta de su sexo, con la falda casi por las rodillas y la camisa casi levantada podía ver su vientre plano y su ombligo… Un pequeño punto negro coronado por un brillante piercing. Si aquello continuaba mucho tiempo no sabía como reaccionaría. Estaba logrando sacar mi parte animal y no estaba seguro de poderla controlar.

- Le dejé descansar unos minutos para que se enfriara antes de continuar. No quería que se acabara demasiado pronto. Luego le coloqué el condón mientras acariciaba su sexo, rodeado de oscuro pelo negro con ese olor tan fuerte a sexo… a animal. Estaba empapada, muy caliente. Deslizaba su sexo contra el mío excitándonos los dos y cuando me senté de golpe sobre él… Ambos alcanzamos el orgasmo. Pude sentir como latía su sexo dentro del mío mientras se descargaba.

Se apoya en el espejo par no caerse. Por sus piernas se derraman hilos de fluidos, su sexo irradia calor y un olor incitante, su mirada parece retornar a la realidad lentamente. Jadea como si acabara de correrse. Se deja caer de rodillas, las fuerzas parecen fallarle.

- Por favor. Necesito sexo para continuar…

Se arrastra hasta la mochila y saca un preservativo. Luego me abre los pantalones con poca delicadeza para sacar mi verga. Embelesada la contempla unos segundos, la acaricia como si fuera algo delicado, desliza la lengua cubriéndola de saliva mientras continua la narración a trompicones.

- Comencé a moverme como he visto en las películas… Le mordía los pezones, le metía uno…dos… Y tres dedos en su culo y de nuevo le sentí explotar. Su manera de hincharse me ayudó a que tuviera el tercer orgasmo… Podía notar como el traje me hacía sudar, mi pelo estaba empapado… Mi sexo… Me ardía.

Coloca el condón y yo termino de quitarme la ropa. Ella  se sienta con cuidado sobre la verga dejando que se penetre sin prisa hasta tenerla toda dentro de ella. Tengo su cara frente a la mía. Los aretes de sus pezones son toda una tentación. Con los dientes la tiro de uno de ellos; ella gime y se arquea… La presión de su sexo contra el mío es increíble. Se que no podré aguantar mucho.

- Aun estuvimos una hora más… ¡Aaaah!... Le hice hacer… ¡Oh Dios! Yo… Yo… No puedo más… No puedo… Noooooo.

Su cuerpo explota, las contracciones contra mi verga me llevan a rendirme y correrme como nunca recuerdo haber conocido. Su cuerpo se derrumba sin fuerzas contra mí. Sentir su calor, el sudor, su piel es un afrodisíaco potente que me impide perder la erección.

Me levanto y la hago que se apoye contra el respaldo de la silla. Desde detrás contemplo su tentador culo, la carne desnuda… De nuevo penetro su sexo que se abre con una pasmosa facilidad. Ella gime, siento el chapoteo del encuentro de los dos cuerpos. Mientras la acometo acaricio su clítoris. Ella gime, se retuerce, aprieta con fuerza las manos contra la silla, todo su cuerpo parece presa de una locura que la lleva a correrse de nuevo.

No me detengo. Sé que ha gozado pero yo aun tengo el animal poseyéndome y continúo con el mete-saca sin dejar de acariciar su botón mágico. Ella intenta seguirme pero las fuerzas le van fallando, su cuerpo parece perder vigor con cada gota que mana de su sexo y cuando por fin soy yo el que estalla dentro de ella… Su cuerpo alcanza un nuevo orgasmo y casi se desploma en el suelo si no la hubiera sujetado. La dejo con cuidado en la moqueta. Abrazado a ella, con mi verga dentro de su sexo la hablo al oído:

- ¿Le volverás a ver?

- Sí. Ya hemos quedado… Para el jueves.

Apenas parece tener fuerzas para contestar.

- ¿Quieres continuar con la terapia?

Soy sincero si digo que me duele hacer esta pregunta…

- Sí. La necesito… Me sienta bien… Como tú ya sabes.

Sonríe y me relajo. Me hubiera sentido decepcionado en caso de negativa.

- ¿Quedamos para el viernes?

- ¡Oh, sí! Por favor.