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El descubrimiento

en Gays

Juanjo insistió de nuevo susurrando al oído una nueva proposición.

- Venga, tío. Por favor. No sabes lo que deseo hacer contigo, pero te aseguro que te lo ibas a pasar de puta madre.

A Ismael no le importaba que Juanjo fuera homosexual y que estuviera colgado por él. Lo que le agotaba era su constante acoso suplicándole un encuentro más íntimo entre ambos. Pero también sabía que era quien más le había ayudado a sobrevivir en esos primeros días de su primer año en la Universidad.

- Está bien. Detente.

Ismael se había parado y apoyado contra la pared. Aunque el sol brillaba en el cielo, aquel día de noviembre era realmente frío. Había tenido un mal día en la Facultad y como era mi primer año a veces se sentía ahogado por la tarea de estudiar los apuntes  y buscar lo que los profesores recomendaban. Y para colmo, Juanjo le había descubierto nada más salir del edificio y se había pegado a él recitando su monótona petición.

- Si acepto… ¿Qué consigo a cambio?

Juanjo le miró sonriente. Si Ismael era un chico de aspecto aniñado, flaco y desgarbado; no muy alto pero fuerte y con la piel oscurecida por el sol y el aire además de un cabello negro liso que lo llevaba muy corto… Juanjo era lo contrario. Primero era dos años mayor, su cuerpo estaba trabajado en gimnasio pero sin ser exagerado, era de piel blanca y el cabello de color miel. Éste se había quedado totalmente prendado del anterior desde el primer día que le vio.

- ¿Sabes en cuantas cosas te he echado una mano? ¿Acaso no te he sacado de apuros multitud de veces? ¿No eres capaz de agradecérmelo con ese pequeño detalle?

A Juanjo le encantaba utilizar un lenguaje melodramático para dar un aire de tragedia épica en todo lo que decía. Eso en general divertía pero al final también acababa cansando.

- Juanjo. Yo no soy gay. Te respeto pero no comparto tus gustos sexuales.

- No te pido nada del otro mundo. Sólo que me dejes verte desnudo y que te la pueda chupar. No tengo intención de hacerte nada que pueda poner en peligro tus gustos heterosexuales. Tú disfrutarás. Yo disfrutaré. Y nadie tiene que darse por entrado.

Puso una mirada tierna y suplicante que hizo temblar la poca fuerza de voluntad que le quedaba a Ismael. Éste resopló y huyendo de sus ojos bajo la vista al suelo confuso y agotado. Por un lado no quería saber nada de lo que le proponía, pero por otro lado era verdad que le había ayudado mucho y que su acoso le estaba desquiciando.

- Si acepto, una vez cumplido el trato ¿Se acabó? ¿Me dejarás en paz?

Juanjo asiente con la cabeza.

- Te lo juro.

Por un momento teme salir perdiendo con el trato… Pero el acoso al que ha sido sometido había sido duro y ansiaba librarse de esa persecución.

- Está bien. Tú dirás cuándo y dónde.

Satisfecho una vez conseguido su logro ya empieza a soñar despierto con lo que hacer con él.

- ¿Te vas a ir este fin de semana?

- No. Ya sabes que no puedo permitirme el lujo de irme al pueblo todos los fines de semana.- responde molesto Ismael.

-  El sábado por la mañana. Después del partido subimos a tu piso… ¿Vale?

- Bueno- Se encoge de hombros respondiendo sin mucha convicción. El caso es acabar con aquello de una vez.

- Entonces hasta el sábado en el campo de fútbol. Chao.

Y sale al trote en dirección a su casa dejando a Ismael pensativo. Aun piensa que ha salido perdiendo pero no es capaz de descubrir en qué le ha engañado su amigo. Eso le pone nervioso… Pero al menos se acabará el acoso. Podrá hablar con él sin tener que soportar sus indirectas y sus proposiciones a cada minuto.

Al final resopla y con un “¡Qué demonios!” continua el camino de vuelta a su piso de alquiler. Mañana es viernes y por lo menos dispone de un día para pensarlo y si no está de acuerdo dar marcha atrás.     

- 2 –

El partido había sido intenso. Aunque habían acabado en empate cualquiera de los dos equipos podría haber ganado. Parecía mentira que estuviera totalmente empapado en sudor a pesar del frío que hacía. Antes de ponerse el chándal se acercó a la fuente para lavarse un poco los rozones de las piernas. Es difícil jugar en un campo de tierra y no acabar con media docena de ellos después de noventa minutos de juego.

- Bonito partido.

Al instante reconoció la voz. Juanjo. Y en ese momento le vino a la memoria el acuerdo al que habían llegado. Un escalofrío recorrió su espalda pero lo disimuló como mejor pudo. Se giró para encontrarse de cara a cara con él.

- Ya veo que tus piernas están hechas un cuadro.

Siguiendo el comentario miró a sus extremidades pero con más detenimiento. Tenía las dos rodillas despellejadas, un par de extensas rozaduras con un poco de sangre en su muslo derecho además de tener los gemelos cubiertos de pequeños descarnamientos nada importantes pero que le empezaban a escocer al quedarse frío.

Como respuesta se encogió de hombros, abrió el grifo y se lavó someramente las heridas antes de beber unos buenos tragos de agua.

- Eres un defensa poco elegante pero muy efectivo. No hay jugador que sobreviva a tu marcaje. Y esa manera de correr como un poseso…

Ismael le miró con una mezcla de asombro cargada de cinismo. Le encantaban los elogios pero sabía que era uno más entre la afición. Asintió con la cabeza y se dispuso a ir en busca de su chándal cuando la mano de Juanjo se lo mostró frente a él.

- Gracias.

- Vístete. No vayas a quedarte frío. – Sonrió viéndole obedecer.- He traído la moto para  que no tardemos tanto en llegar.

Ismael asintió sin darle importancia. Terminó de colocarse el chándal y siguió a su amigo hasta el exterior del campo. Había bastante gente. Unos como él que habían terminado y otros que llegaban para jugar. Además también se amontonaban amigos y curiosos. Cuando consiguió salir y despedirse de todos los amigos ya empezaba a notar el frío en el cuerpo.

- Toma. Ponte el casco. Ya verás como en diez minutos estamos en tu piso.

Y así fue. En diez minutos, merced a la manera de esquivar los coches, de saltarse semáforos en ámbar y de ir a velocidades poco apropiadas para ciudad llegaron al portal de su piso. Una vez estacionada la moto y puesto el seguro ambos entraron el portal.

El chándal no le había conseguido resguardar del aire y aunque aterrido todavía no tiritaba pero poco le faltaba. Temía que si le veía su amigo tuviera la amabilidad de “frotarle” el cuerpo para hacerle entrar en calor. Entraron el ascensor sonde él guardó un silencio tenso mientras observaba de reojo la sonrisa de felicidad en el rostro de su amigo.

Entraron en el piso y lo primero que hizo Juanjo nada más cerrar la puerta fue coger por los hombros a Ismael y advertirle de sus intenciones.

- Mira. Mis intenciones son éstas. Quiero verte mientras te duchas. Desnudo. Y si me dejas, me gustaría bañarte… Luego te haré una mamada que la recordarás hasta el día que te mueras… Y luego se acabó. ¿Vale? ¿Te parece bien?

- Vale.

Le sorprendió la aparente indiferencia de su amigo. En los dos meses desde que lo conoció había logrado descubrir que una vez que Ismael aceptaba una cosa como irremediable ya no oponía resistencia alguna. Se dejaba hacer. Y él estaba dispuesto a demostrar a ese pobre diablillo de pueblo lo que era capaz de hacer con una buena polla en su boca.

Le siguió hasta su habitación, estaba ordenada y limpia para ser un piso de alquiler de estudiantes, y había conocido muchos. Le observó quitarse la ropa de deporte hasta quedarse con sólo un viejo calzoncillo todavía húmedo y caliente que insinuaba transparencias de lo que más tarde iba a ver.

Luego entraron en el baño. Dejaron la puerta abierta. No había nadie más que ellos en el piso. El resto de los que allí vivían se habían ido a sus casas aprovechando el fin de semana. Le vio quitarse la prenda y quedarse totalmente desnudo.

Estaba realmente delgado. Aun conservaba color en el torso y el resto de brazos y piernas del verano pero una mancha blanca mostraba la única zona que no había probado el solo el verano.

Juanjo se quedó con la camiseta de manga corta que se ajustaba a su cuerpo. Vio como abría el agua, cogía una esponja donde echaba el jabón líquido y comenzaba a frotarse.

- ¿Me dejas?

Ismael pareció pensarlo unos segundos. Luego se encogió de hombros y le ofreció la esponja llena de espuma.

Con ella en la mano lo primero que hizo fue recorrer su espalda desde los hombros hasta el culo. Con suavidad y lentitud. Quería memorizar ese cuerpo por si su plan no surtía efecto. Y lo estaba haciendo disfrutando al máximo de ello.

No sentía ninguna resistencia por parte de su amigo a sus caricias. Sus manos colgaban lacias al final de sus brazos. Inertes. No ocultaban sus partes como él creía que iban a hacer, y eso le gustaba. Tal vez pudiera convertirle en algo interesante.

Sus manos continuaron con las piernas. De arriba a abajo… Y cuando comenzó a frotar la cara interior de los muslos pudo ver delante de los ojos como su rabo se iba hinchando lentamente a la par que sus caricias. Sonrió y a la vez deslizó la esponja con lentitud exasperante por la raja de su culo. Luego le recorrió la cintura recorrió su polla y los huevos observando el oscuro vello que les rodeaba. Luego subió y empezó a  acariciar con la esponja el pecho mientras con la otra mano comenzaba a tantear ese miembro hinchado que se levantaba torpemente del cuerpo.

Ismael tenía los ojos cerrados. Podía sentir cada centímetro de su cuerpo con una claridad tan excitante que no podía controlar su erección. Si hasta le dolía de lo dura que se le había puesto. Cuando sintió la esponja atravesar por medio de su culo no pudo evitar que su polla saltara nerviosa e impaciente. Por un momento creyó que se correría… Luego le acarició con la esponja tanto la base de ella como sus huevos poniéndole más caliente aún. Cuando por fin una de sus manos le cogió la polla estuvo a punto de resoplar aliviado pero aguantó. La cubrió con jabón líquido y empezó a deslizar su mano a lo largo de toda la extensión y por todas partes. Desde la base hasta la punta… Deslizando la yema del dedo sobre la boca del rabo logrando que se agitara todo su cuerpo. Estaba siendo torturado, pero por un oscuro y ardiente placer que ahogaba sus suspicacias hacia lo que le proponía con esas caricias su amigo.

Juanjo calculaba cada movimiento de su mano sobre el miembro de su amigo para encelarle más y más. Quería convencerle de que él podía darle placeres que nunca había conocido ni imaginado.

Cuando en un descuido tiró hacia atrás del prepucio, su amigo no pudo más y se corrió apretando los dientes y guardando silencio pero gozando al máximo. Las gotas que brotaron de su polla chocaron contra la mampara y comenzaron a deslizarse hacia abajo impulsadas por las gotas de agua.

Pero aquello sólo era el principio. Su mano no abandonó el miembro ni éste perdió su rigidez. Podía notar en sus caricias como le estaba llevando a un extremo de ansiedad que hacía que a su amigo le fuera difícil contenerse.

Empapado toda la camisa y buena parte de sus pantalones, recorría ya no sólo con las manos el cuerpo aquel, sino que no podía impedir que su boca se deslizara fugazmente de vez en cuando por esa piel… Él quería hacer enloquecer a su amigo y éste, sin quererlo, le estaba haciendo enloquecer a él. No sabía si sería capaz de aguantar todo lo que su plan había previsto.

Para acelerar la rendición de su amigo bajó la boca hasta ese miembro y utilizando solamente la punta de la lengua, descapulló el miembro y lo recorrió con delicadeza. Arrancando chorros de fuego que se adentraron en el cuerpo de Ismael. Sus manos temblaron y se posaron en sus hombros de Juanjo con timidez. Para cuando hundió toda la polla dentro de la boca y la rodeó con su lengua… Las manos corrieron a posarse en su cabeza. De  la boca de su amigo se escapan furtivos quejidos de deleite…

Disfrutaba viendo como iban cayendo sus defensas tal y como había previsto. Disfrutaba teniéndolo sujeto y dominado por  aquel trozo de carne palpitante que tenía en su boca. Podía notar cada cambio que experimentaba a las caricias que él ofrecía. Cuando deslizaba casi sin tocar los dientes; o cuando la lengua la abrazaba intentando estrangularla…

Notando como estaba de nuevo a punto abandonó el miembro sin dejar de encelarle, recorrió aquel vientre cubierto por una pequeña pelusa oscura, luego el pecho sintiendo los huesos que se intuían bajo la piel  hasta llegar a su boca y besarle como siempre lo había deseado… Y esta vez, su amigo no opuso resistencia.

Abrió los labios y dejó que la lengua de Juanjo penetrara en su boca y le hiciera enloquecer sin que pudiera hacer nada para impedirlo. Sabía que ya no podía hacer nada, se había rendido. Sus manos acariciaban con torpeza y lentitud el pecho de su amigo cubierto por la tela mojada y cuando por fin volvió a correrse, creyó desmayarse por un momento pero sin abandonar el profundo beso que les unía.

Ismael se apretó contra el cuerpo de su amigo que lo recibió con un mar de caricias sin dejar de saborear la boca. Moviendo sus caderas para que el roce mantuviera la erección y mantenerle en un estado de excitación cercano a la locura. Sólo así, haciéndole que abandonara la razón le conseguiría llevar a donde él quería.

Dejó que aquellas manos tímidas y torpes le quitaran la camisa y cuando liberó su boca para poder desprenderse de la prenda, muy sutilmente consiguió que su compañero devorase la piel de su pecho haciéndole descender lentamente hacia el corazón de fuego que latía entre sus piernas.

Al principio se hizo el escrupuloso y con sus manos sobre la tela le acarició el bulto que tanto ansiaba salir. Juanjo tuvo que dirigir aquellas manos aturdidas por la novedad para animarlas a abrir el pantalón que estaba tan empapado que era como una molesta segunda piel.

Ismael contempló el nervudo y grueso miembro como se contempla una cosa que no por conocida resulta menos maravillosa. Deslizó las yemas de sus dedos con una delicadeza que él no creía conocer y al alcanzar el pico acercó sus labios y depositó un tierno beso que a su amigo le resultó tan salvajemente erótico como inmensamente tierno, casi romántico.

Mientras sus labios  y su lengua exploraban aquel terreno totalmente nuevo, apenas si percibió como su amigo colocaba el tapón para llenar la bañera. Su mente estaba enloquecida poseída por la avalancha de nuevas sensaciones. Sentía como le ardía el cuerpo. Su boca parecía disfrutar de una vida independiente mientras su miembro se agitaba ansioso de ser de nuevo el protagonista.

Juanjo le hizo levantarse. Le besó con ansiedad apenas reprimida y luego se encogió para dedicarle una nueva mamada con más pasión. Esta vez sin ternura ni delicadeza. Era sexo en estado bruto. Sentía como le arañaba con los dientes. Las manos de su amigo parecían clavarse en su culo y recorrerle con descaro. No le importó que le tanteara el ano, al contrario, le excitó de sobremanera hasta el punto de creer que no podría contenerse un minuto más. Pero su amigo parecía conocer al detalle el funcionamiento de aquel cuerpo y una y otra vez le llevaba a cimas cada vez más altas de pasión donde ya nada parecía importarle.

Cuando por fin pudo correrse apena si lograba mantenerse en pie. Cerró los ojos y creyó derretirse por dentro. Fluir a través de su polla a la boca de su amigo.

- Ponte de rodillas.

Aquella frase pareció romper por un momento aquel instante perfecto. Pero era tal la borrachera de atrevimiento que a Ismael no le importó. Su amigó continuó masajeando la polla mientras con la otra mano le recorría el culo. Una y otra vez deslizaba Juanjo la verga entre aquellas pálidas nalgas dejando caer el jabón líquido por aquel valle. Luego su mano libre fue acorralando el jabón sobre el punto elegido. Con delicadeza hundió un dedo y con su izquierda sintió como latía con una inusitada fuerza la polla que por fin había saboreado.

Su compañero movía el cuerpo al ritmo que se adentra más o menos aquel dedo. Incluso no pareció darse cuenta cuando consiguió introducir un segundo. Todo ese cuerpo se agitaba tenso ansioso de nuevo por correrse. Incansable, como si nunca fuera a agotarse podía sentir una vibración fácil de identificar: Hambre de sexo. Un hambre tan salvaje y poderosa que no le hacía olvidar cualquier reticencia o reserva hacia cualquier cosa. Quería más y no le importaba el como.

Cuando por fin Juanjo se sintió confiado colocó su verga en aquel ano hambriento y con finura fue entrando dentro de su amigo. El jabón cumplió su parte haciendo que aquella maniobra fuera suave y entrara sin problemas a pesar de lo apretado de aquel agujero virgen.

Ismael se estremeció sintiendo como era penetrado. Más que dolor era una molestia. Como sentir algo nuevo dentro de uno mismo. Pero otra parte de su cuerpo reaccionó irguiéndose al máximo pareciendo que fuera a explotar. Su polla parecía incapaz de aguantar tanta excitación y aunque la mano de su amigo le había abandonado, se agitaba saltando enloquecida.

Juanjo apenas si pudo contenerse. Desde la primera vez que le vio quiso poseerle y ahora por fin lo conseguía. Había luchado desde que le vio desnudo esperando que se rindiera para conquistarle con el sexo. Había sido un esfuerzo casi sobrehumano y con apenas una decena de enculadas se apretó contra Ismael y explotó como siempre había querido y nunca conseguido. Llevado por el agotamiento del éxtasis se dejó caer hacia atrás y arrastró al cuerpo de su amigo que acabó sentándose bruscamente sobre él. Aquello le hizo recuperarse nuevamente; cuando le sintió como se empaló contra su polla y aquel pálido  culo chocó contra su cuerpo sucedió un milagro. Se volvió a correr con igual intensidad que la primera haciendo que todo su cuerpo fuera partícipe de aquella embriaguez.

Su amigo, al sentir la primera corrida apretó los dientes y utilizando toda su fuerza de voluntad sin saber muy bien porqué buscó contenerse. Quizá para saborear aquella borrachera de fruición. Aquella cresta de locura que deseaba no se acabara nunca. Pero cuando fue arrastrado por Juanjo y su cuerpo fue penetrado hasta el fondo con brusquedad hasta quedar totalmente fundido con su amigo… Aquello fue demasiado. Su polla estalló en un surtidor de blancos chorros de esperma que como fuegos ratifícales mostraban el punto final a la fiesta.

- 3 –

Ismael podía sentir el aliento de Juanjo sobre su cuello. Las caricias de su amigo parecían despreocupadas como sin fuerzas. Él se sentía confuso. Se sentía humillado al notar como aun se mantenía dura la verga de su amigo dentro de su culo. Al haber cedido al sexo con su compañero y haberse comportado como un poseso… pero a la vez, ansiaba de nuevo el repetir algo así. El sentirse un animal, el gozar salvajemente…

Agotado llora sin saber muy bien porqué. Puede que de felicidad o puede que de lo contrario… Pero apenas le importa. El agotamiento le puede y su realidad se desvanece hasta convertirse en sueño.

Juanjo frota su rostro contra la piel de su amigo. Sus manos se mueven libremente por el torso que tanto ha deseado. Prueba el sudor mezclado con el agua de la ducha y una vez saboreado decide que puede que sea mejor sin mezclas.  Cierra el grifo y su lengua recorre la piel disponible frente a él. La respiración de su amigo es lenta y rítmica… Posiblemente el cansancio del partido y el sexo le haya agotado, pero él aun se siente con fuerzas. Siente su verga dura y ardiente todavía dentro de Ismael y sonríe.

Sonríe de su locura. De haberse dejado llevar por su deseo… De haberse olvidado de “protegerse” pero su cerebro pronto le recuerda la “Virginal” vida de su amigo. No sabe si reír o llorar. Se siente pleno por haber conseguido poseer a su compañero pero a su vez se siente sucio por haberle llevado casi con engaños a esta situación.

Con cuidado se retiró de dentro de Ismael y se arropó con aquel cuerpo. Le abrazó a la vez que le arrullaba como si fuera un niño pequeño. Su derecha, inconscientemente se dejaba caer sobre la ya encogida polla de su amigo y la tanteó devolviéndole la suficiente vida como para crecer y que desbordase su palma.

- Ansioso.

Se dijo a sí mismo en voz baja apartando la mano juguetona. Luego cierra los ojos con la intención de relajarse y saborear el momento pero sin darse cuenta, también cae rendido ante las dulces caricias del sueño.

Autor: Jorge R. Quinto