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Llenándome de placer

en Zoofilia

La primera vez que lo vi media poco más de un palmo y medio,  ¿a ver qué nombre le pones Clau? -me dijo mi madre- mientras yo gritaba y saltaba de alegría, llevaba tiempo deseando tener un perro y por fin mis padres decidieron regalármelo, hacía poco que había cumplido los catorce años, pero llevaba unos treinta suplicándolo, siempre me ha encantado los perros pero nunca habría sido capaz de imaginar hasta qué punto me gustan.

Era un hermoso cachorro de labrador, encantador y juguetón, propio para anuncios. No tardamos en hacernos inseparables, era mi fiel amigo y a pesar de que mi hermana, poco mayor que yo, también para ella sería su peluche favorito, pero  él siempre tuvo claro  cuál de las dos seria su favorita, igual el sí que fue capaz de intuir algo.

Los años fueron pasando y el ya no tan pequeño Curro seguía siendo mi sombra, no tenía prohibiciones, no era raro el vernos en el sofá del salón tumbados juntos en inviernos y algo más separado en verano, a pesar de unos años su cama seguía estando en mi habitación a pesar de que solo serían unas semanas hasta que Curro se acostumbrara a la casa, mi madre dio por perdida la batalla de verlo en su caseta en el jardín con su nombre puesto, que creo que nunca llego a mirar, sin embargo a mí sí que me miraba, y ya había sido testigos de mi mayores secretos, había visto como ventilaba mi habitación después de fumar algunos de mis primero cigarrillos a escondidas, también de perder mis vergüenzas con algún amigo a los dieciséis, o como agarraba mis sabanas con la mano que me quedaba libre mientras con la otra hacia arder mi cuerpo.

Por el trabajo de mis padres no era difícil el verme sola en más de una tarde, para ser más exacta martes y jueves, que era cuando mi hermana Ana tenía baile. El apellido era lo único que teníamos en común, nada tenía que ver su larga y espesa melena morena con mis finos cabellos rubios cortados a trasquilones a la altura de mis hombros y peinado alocado, sus ojos verdes de los míos color caramelo, tampoco sus grandes pechos de los cuales no me habría importado si hubiese dejado algo para mí, no envidiaba sus senos que había visto en algunas ocasiones y me parecían demasiado grandes, prefería los míos pequeños y rosados con pezones algo protuberantes, algo incómodo para el verano y las camisetas finas, mi blanca piel contrastaba con su tez morena, como decía mis pechos eran firmes pero algo pequeños, pero no encajaban mal con mis finas caderas y mi delgado cuerpo,  Ana por el contrario lucia sus caderas más acentuadas y sus muslos firmes por suerte para ella, a pesar de que cada año se volvía mas estúpida nunca nos llevamos mal.

Todavía no había cumplido diecisiete cuando de la forma más casual empezó todo, ya había echo mis pinitos en el arte del placer, y Curro como dije antes había sido testigos de todos, me había visto gozar con alguien que me supo enseñar dulce y firme, también me había visto gemir conmigo misma, o con la ayuda de algún utensilio diseñado para otros propósitos pero que cumplían la función a la perfección, tal vez con alguna verduras que también me hacía retorcerme, el caso es que hasta ese día Curro se limitaba a mirar, y sí que intentaba acercarse y olisquear, pero era en el único momento en el que se lo impedía, no por reparo, simplemente no existían reparos con él, me encantaba que me lamiera pero no pensaba que podía lamer todos los rincones, hasta entonces sus besos se limitaban a cara, piernas y brazos. Unicamente lo apartaba por estar ocupada y ni imaginar que él podría ayudarme más que distraerme, hasta aquella mañana, era fin de semana, causa justificada para dormir hasta que la cama me echara, me levante y Curro estaba en el pasillo, mi madre lo había sacado al jardín por la mañana pero él ya me echaba de menos, abrí la puerta y la volví a cerrar tras él, era verano, con lo cual mi pijama se limitaba a una fina camiseta larga que marcaba mis pezones desnudos bajo el, y unas finas braguitas que abrigaban lo más caliente de mi cuerpo, me despoje de ellas quedando solo  la camiseta, me dirigía al baño de mi habitación cuando una llamada al móvil me hizo volverme, era lucia, mi mejor amiga, lo que significaba que la conversación seria larga y persistente, me senté en el filo de la cama apoyando un talón en el mismo filo quedando la rodilla a la altura de mi cara, mientras la otra pierna flotaba delante de la cama y mi pie apoyaba en el suelo, refrescándolo ya que también estaba desnudo. La conversación era de lo más tonta cuando deje de oír a lucia, mire el móvil buscando una explicación cuando note  como Curro se acercaba a mí, mi mano libre se posó sobre su cabeza, acariciándolo, mientras él seguía acercándose, yo no desvié la mirada del teléfono hasta que note su aliento lo suficiente cerca como para no darme tiempo a mirar antes de sentir dos lamidas en lo que no hacia tanto tiempo cubrían una fina prenda, mi salto fue inmediato, igual que la reacción de Curro, que se volvía acercar para probar otra vez aquel rincón, yo le regañe, pero sintiendo aun esa legua tan áspera, me quede expectante, como sin saber qué hacer, me senté otra vez en la cama esta vez con las piernas cerradas, pero con el corazón latiéndome a mil, sabía que me había gustado pero ¿era posible? el teléfono volvió a sonar, y respondí, Silvia seguía con su historia como si nada, pero yo ya no escuchaba miraba a Curro sentado delante de mí, y moviendo el rabo barriendo el suelo, esperando que le brindara otra vez mis aromas de joven mujer.

 Silvia seguía y seguía… mientras yo me limitaba a afirmar cada cierto tiempo sin escuchar, casi por si solo mis nalgas se arrimaron al borde de la cama, y mis piernas por si sola se separaron lentamente, Curro al momento se levantó y acepto la invitación, una vez más me dio otra lamida que abarcaba toda mi vagina, me hizo de cerrar las piernas bruscamente y camuflar en un suspiro un leve gemido que Silvia no aprecio.

Todo acabo ahí me levante y me metí en el baño, dejando esta vez a Curro en la habitación cosa que nunca hacía, me despedí de Silvia y me di un baño con final feliz ,con suspiros reprimidos  y música fuerte para camuflar el canto de una sirena, recordando esas escasa tres lamidas pero que tanto habían acelerado mi corazón.

Tardó mucho en pasar el fin de semana y llegar el marte, y no sé cuánto años parecieron en lo que eran horas hasta que Ana se fuera, por fin se fue, y yo me dispuse  a lo que ya estaba más que dispuesta a probar, subí casi a la carrera las escaleras que subían a mi habitación, cerré la puerta con Curro dentro e igual de agitado que yo, pero supongo que no sabría lo que le iba a dar, me desnude de cintura para abajo y con el corazón a mil, y la respiración a dos mil y ya cansada me senté en la cama esta vez con las dos piernas también subida pegado mis talones con mis nalgas, mi cabeza asomaba entre mis rodillas, y Curro no tardo en dejare guiar por el rastro que lo guiaba hasta la entrada de mi cuerpo, no fui capaza de mantener esa postura más de dos lamidas, mi espalda se derrumbó sobre la cama arqueándose y dejando la parte más baja al aire, una mano se fue hacia mi cara no sé si quitándome mis cabellos de ella o intentando ocultar mi rostro del mundo, mi otra mano estaba en mis pechos, apretándolos con fuerzas  a través de la fina camiseta de colores chillones,  mi aliento embriagaba la habitación, saliendo a bocanadas de mi boca abierta, y Curro no paraba de pasera su lengua por mí ya rosada vagina y depilada a conciencia,  y al igual que mi boca emanaba aliento que quemaban, mi otra apertura liberaba jugos que ardían, incluso antes de que Curro paseara su lengua por mí, en cada lamida notaba como incluso parte de ella entraba dentro de mí, de echo el hacia hincapié en la parte que entraba, la notaba áspera con fuerza, como se adaptaba a cada rincón, no tardó en hacerme estallar de una forma que nadie había conseguido antes, ni si quiera yo misma, tuve que cerrar las piernas y doblar mi cuerpo para recuperarme, no podía seguir sintiendo eso, tanto placer, el corazón me iba a estallar notaba las palpitaciones en todo mi cuerpo, en cada extremidad. Me senté en el suelo buscando el frio del mármol en mis nalgas, volví a separar mis piernas y a levantar las rodillas aproximando nuevamente mis tobillos a mis muslos, con mi mano separe mis pequeños y tímidos labios para que Curro llegara aún más a dentro, una vez más, Curro se acomodó tumbado a lo largo entre mis piernas y empezó a lamer, y otra vez mas, no tardo demasiado en hacerme estallar de nuevo.

Una ducha con un sentimiento de culpa terminaron el marte, la semanas fueron pensando y yo no dejaba de repetir cada vez que tenía ocasión, siempre terminaba con el mismo sentimiento de culpa, y con la misma falsa promesa de que sería la última vez que lo haría, pero en cuanto pasaban unas horas y lo pensaba no podía evitar que mi cuerpo temblar y que un hormigueo intenso recorriera todo mi interior, solo de pensarlo el corazón se me aceleraba, y aunque Curro perdía las formas y me olisqueaba cuando no debía de hacerlo yo lo apartaba con naturalidad y nadie sospechaba nada.

Ya tenía diecisiete años, y había investigado lo suficiente por internet como para saber que eso era solo el comienzo, me negaba a seguir más adelante, el miedo, la sensación de sentirme anormal frenaban a ir a más, pero cada vez ese freno estaba más flojo, en muchas ocasiones entre lamidas Curro se abrazaba a mi pierna montándola, y yo le devolvía el favor agarrándole su pene con mi mano para que el bailara dentro de ella hasta que empezaba a emanar chorros y chorros de su interior, eso me excitaba mucho el imaginar eso dentro de mi descargando toda su esencia en mí, pero también me asustaba, enfermedades y dolor entre otras cosas, me hacían de no cruzar la barrera, hasta que la barrera se quedó atrás.

Esta vez fue un jueves, y no tenía nada de especial, nada diferente de otros jueves de placer secreto, el martes anterior fui a casa de mis tíos, y no pude tener mis besos especiales, pero aparte de eso, no tenía nada de especial, la rutina comenzó como cualquier día, volvía a ser verano y  vacaciones, no tenía otra cosa que el pijama pues ese día no había planes, Ana como se fue al conservatorio, apurando las ultimas clases antes de que también comenzara las vacaciones musicales, una vez más cogió su violín, y se fue dejándonos en la intimidad de aquella casa, yo subí apresurada la escalera despojándome de mi culote antes casi de entrar en la habitación, cerré la puerta, como cerrando mi secreto en mi habitación, me senté en lo que ya era mi trono, aquel borde de la cama, casi desnuda, solo una camisa larga tapaba mi cuerpo, y unos calcetines bajos mis pies, y una toalla doblada prevenia mi trono de posibles manchas, notaba ya mis pezones excitados acariciando la camiseta y  mi cuerpo a mil por horas, ardía en aquel dormitorio, disfrutaba agarrando con fuerza las sabana con mis manos cuando casi como la primera vez que le brinde por segunda vez mi parte más cálida, disfrutaba una vez más de su lengua, gemía y mi espalda volaba sobre la cama arqueándose con cada lamida, hasta sin saber muy bien como mi cuerpo volvió a tomar vida propia, me gire en la cama quedando boca abajo y poco a poco me fui deslizando hasta que mis rodillas acariciaron el suelo, mis pechos dejaron también de sostenerse en la cama se deslizaron hasta salir de ella, arrastrando consigo la toalla, para finalmente mi cabeza quedar a pocos centímetros de mi trono, no sabía que estaba haciendo, solo sabía que el cuerpo me iba a mil, y había adoptado la postura en la que en más de una ocasión me había imaginado, Curro entre tanto no paraba de lamer, mis nalgas, mi culo, y lo que a él tanto le gustaba y que el sabia sacar toda su esencia, parecía que no le había importado el cambio de postura.

No tarde en notar sus patas abrazar mi cintura, la fina camiseta no fue capar de camuflar sus uñas que las note en mi suave y blanca piel, note como se arrimaba y como algo puntiagudo dio muy cerca de donde debía entrar, en el segundo intento fue más certero, un quejido robusto pero femenino salió de mi boca, solo cerré un poco las piernas, cuando note lo que tendría el grosor de un dedo y de igual dureza entrando en mí, las uñas de Curro se clavaron aún más en mi delgada cintura y sus patas delanteras tiraban hacia él, la vez que sus embestidas me hacían de moverme bruscamente en un va y ven, mis gemidos llenaban mi habitación, gemía como nunca, de forma brusca y ronca, notaba como lo que parecía un dedo me iba llenando cada vez más y ya se notaba como más de uno,  como su pequeño nudo que entraba y salía de mi me estaba matando, creció lo suficiente como para después de un par de dudas decidio no salir de mí, mis manos se aferraban a la toalla que nos veía desde el suelo a las que tantas veces me había agarrado esta vez con más fuerza que nunca, mi cara a pocos centímetros del suelo con mi boca soltando bocanadas de aire que barrían hasta la última mota de polvo, mientras  Curro se movía a un ritmo frenético hasta que finalmente se detuvo estando dentro de mí, ahora notaba palpitaciones en lo más profundo de mí, no sabía si era el pene de Curro el que latía descargando en mí, o mi vagina queriendo exprimir hasta la última gota canina, o tal vez las dos cosas, Curro empezó a moverse queriéndome abandonar yo me limite a un susurro que le ordenaba a que se quedara quiero, pero yo seguía en el más profundo placer, una de sus patas traseras se subió a mi espalda haciendo fuerza para liberarse mientras que las dos delanteras habían liberado mi arañada cintura y ahora apoyaban las dos en el suelo junto a mi costado, de nuevo trato de liberarse haciendo fuerza con su pata trasera, pero solo consiguió arrancar otro gemido, y de nuevo en al tercer intento lo logro, ahora fue un “pof” lo que lleno la habitación acompañado a la vez nuevamente de otro quejido mío, había salido de mí, quedamos liberados uno del otro, mire  entre mis piernas a través de mis firmes pechos y mi vientre plano, y vi como manaba de mi un tsunami de sus fluidos, no tarde en dalear mi cadera para apoyarla en el refrescante suelo, quede tumbada de costado, retomando la vida, y contemplando como Curro se lamia aquello limpiándola de mí, aquello que me había llenado tanto, era increíble, no sabía cómo había podido tener todo dentro, mi mano fue directa a mi entrepierna y sentía como aun salía de mi restos de Curro, como palpitaba y retomaba su forma, mientras yacía tumbada en un charco de color blanquecino.

Tarde lo menos que pude en ir al baño, quería limpiar mis muslos pegajosos, mi sufrida vagina que al ponerme en pie, note una vez más como brotaba vida de el, después de la ducha y aun reponiéndome, vi lo que había sido el campo de batalla, el charco aun permanecía fresco y un olor embriagador que cualquier católico lo llamaría pecado, una habitación cerrada a que emanaba lujuria por cada rincón que se respirara, Curro tumbado y acalorado salió a recibirme y yo nuevamente con mis sentimientos de culpa le di el saludo justo, pero los dos sabíamos la culpabilidad duraría poco, y que no tardaríamos en repetir.