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El karate no es cosa de hombres

en Sadomaso

El karate no es cosa de chicos:

Jose era un chico de 18 años recién apuntado a clases de karate, le gustaban las artes marciales pero el motivo por el que se apunto a ese club fue porque le dijeron que las clases las daba una profesora que estaba buenísima y que casi todos los alumnos eran chicas. Y asi era, una vez en su primera clase se encontró frente a un grupo de chicas bellísimas de entre 15 y 17 años, además de Marisol, la profesora, una mujer de 32 años, pelo castaño y un cuerpo espectacular.

-          Marisol: Bueno chicas démosle la bienvenida a Jose, vuestro nuevo compañero. Es el único varón que tenemos ahora mismo así que tratadlo bien.

Después de un agradable saludo y un buen calentamiento comenzó la clase.

-          Marisol: Por ser su primer día, Jose tendrá un pequeño combate para que veamos de lo que es capaz, para ello peleara compra Ana, que le enseñara nuestra ‘técnica especial’.

El chico estaba un poco nervioso, pero se autotranquilizó diciéndose así mismo que era su primer combate, prácticamente para sacar sensaciones. Miro a su contrincante de arriba abajo, Ana era una chica rubia de aspecto inocente, cara de buena y piel clara, un poco más baja que él, pero sin duda lo que más llamó su atención fueron unas grandes y firmes tetas que dejaban ver un gran escote gracias al kimono, no podía dejar de mirarlas. Cuando empezó el combate la hermosa chica se abalanzo sobre Jose, por suerte solo marco varios golpes sin tocarlo, ya que él seguía a lo suyo y más después de darse cuenta de que Ana no llevaba sujetador. Solo pensaba en como revotaban con cada movimiento y en que en cualquier momento se le saliera una teta, sus piernas flaquearon cuando ella giro el cuerpo para dar una patada alta y le vio la aureola del pezón derecho. Pero cuando Jose estaba que le caía la baba, no vio venir un rapidísimo pie ascendente que se estrellaba contra sus testículos. Por un momento se hizo el silencio en la sala, solo se hoyó un gemido de dolor y el cuerpo de jose cayendo al tatami.

-          ¡Fantástico! Lo has hecho perfecto.- felicito Marisol a Ana.

Todas las chicas reían y felicitaban a Ana por hacer algo que Jose consideraba ilegal en artes marciales, pero estaba muy ocupado retorciéndose en el suelo y agarrándose sus aplastados huevos, de los que emanaba un insoportable dolor que subía por el vientre y le daban unas ganas irremediables de echarse a llorar.

-          Marisol: Deberías estar más atento, una zona tan delicada como los genitales no se puede tener tan expuesta, espero que te sirva de lección. Pero tranquilo es algo normal, ese es la ‘técnica especial’  de la que hablaba antes, si, la simple y popular patada en los huevos, es lo primero que enseño ya que es sencilla y eficaz.

Jose solo podía mirarla y tragar saliva, sabía que si intentaba hablar acabaría llorando y perdería la poca dignidad que le quedaba ante todas esas chicas.

-          Marisol: No podemos perder más tiempo de clase contigo, quédate a un lado y observa mientras te recuperas. No te preocupes ningún otro alumno a continuado con la clase después de esa patada.- le dijo al pobre chico mientras dos chicas lo arrastraban  a un lado de la clase, una de ellas Ana, que le dijo al oído que se echara a llorar, que ellas estaban acostumbradas.

Y así permaneció el resto de la clase, retorciéndose en una esquina rezando porque el dolor se fuera mientras las chicas entrenaban. Finalizo la clase y Marisol le pregunto si era capaz de levantarse, Jose no respondió pero ante todas esas chicas sonrientes se saco su orgullo de macho y se levanto a duras penas apoyándose en la pared, aunque aun así las chicas se marcharon a las duchas riéndose.

El entro al vestuario de los chicos, se metió en la ducha y sintió un gran alivio al ver que sus pelotas estaban en buen estado, pero no puso aguantar más y cayó de rodillas agarrándoselos y llorando desconsoladamente bajo el agua de la ducha para que no se oyeran sus lamentos. Una vez se marcharon todas las chicas y al ver que Jose no salía, Marisol entro en los vestuarios a comprobar cómo estaba.

-          Marisol: ¿Jose, te encuentras bien?

-          Jose: No.- se oyó levemente desde la ducha.

-          Marisol: A ver guapo, déjame ver que como estas.- dijo entrando en la ducha y cerrando el grifo.

Jose sentía muchísima vergüenza, pero ella lo tranquilizo.

-          Marisol: Tranquilo, he visto muchos testículos, no veré nada nuevo, déjame comprobar el efecto de esa patada.

-          Jose: Me duele mucho…- lloriqueo mientras separaba las piernas y apartaba sus manos.

-          Marisol: Mmm parece que no es nada grave, vamos, te ayudare.

Marisol lo ayudo a levantarse, secarse y vestirse, ya que Jose casi no se mantenía en pie y sabía que no podía.

-          Marisol: No te sientas mal, tienes unos huevos bonitos, me gustan los que cuelgan y están muy blandos, de verdad. Ahora vete a casa, descansa esta noche y mañana y vuelve el miércoles (solo había clases lunes, martes y miércoles), lo peor a pasado.- le dijo acompañándolo a la puerta.

Esa noche le costó muchísimo poder dormir por el dolor, pero al día siguiente estaba mucho mejor, aunque aun le dolían los testículos y estaban muy sensibles al tacto podía andar con normalidad. No sabía si volver a las clases o darse por vencido, al final pensando las palabras de ánimo de Marisol decidió que iba a volver, pero antes debía conseguir protección para su punto débil.

Así que se dirigió una tienda de deportes para comprar un suspensorio, entro muy decidido pero cuando empezó a pensar en lo que iba hacer le entro la vergüenza. Iba a pedir protección para la parte que lo hace hombre, sus huevos que le daban la fuerza y lo hacía superior a las mujeres, ellas no necesitan protección ¿Por qué él sí? Era como admitir la superioridad femenina. Esa vergüenza se multiplico al ver que la dependienta era una chica, y además una chica guapísima, pelirroja de unos 25 años y un pearcing en la nariz. Pero se dijo a si mismo para tener el valor de preguntarle:

-          Estamos en el siglo XXI donde existe igualdad y esa chica seguro que comprenderá que un hombre debe cuidar sus genitales.

-          Jose: Pe-perdona, me podría decir donde están los suspensorios.- le dijo a la dependienta muy avergonzado y en voz baja para que no se enteraran dos chicas que había comprando muy cerca.

-          Dependienta: ¡El que?- ella sabía de lo que hablaba pero al verle tan avergonzado quiso reírse un poco de él.

-          Jose: Un suspensorio.- repitió.

-          Dependienta: ¿Te refieres a un sujetador?- dijo en tono alto captando la atención de esas dos chicas.

-          Jose: No… protección… ya sabe.

-          Dependienta: No te entiendo.- lo interrumpió.

-          Jose: Protección para ahí abajo… los testículos.- dijo finalmente rojo como un tomate.

-          Dependienta: AHHHH!!! Haberlo dicho antes. No quieres que te dañen tus partes de machote, ¿O ya lo han hecho?- le dijo con una sonrisa pícara.

La cara y el silencio de cosa respondieron por él, que jamás esperaba esa pregunta.

-          Dependienta: Uhhh… creo que he acertado, debe haber sido duro admitir que necesitas protección. Acompáñame.- dijo llevándoselo de allí y guiñándole un ojo a las sorprendidas chicas, que no podían creer como lo podía humillar de esa manera.

-          Dependienta: Toma, pruébatelo en ese probador, me quedare fuera por si tienes algún problema. Ah y un consejo, se usa sin ropa interior para que la zona de acomode bien.- le indicó muy educadamente mientras le daba un suspensorio de talla infantil.

Jose entro muy avergonzado dispuesto a marcharse cuanto antes, se desnudo y se lo colocó rápidamente, pero pronto notó que algo no iba bien, las gomas elásticas que sujetaban aquel suspensorio le apretaban mucho y los genitales casi no le cabían en la concha. Le provocaba incluso dolor, pero él no sabía si realmente le estaba pequeño o era porque sus testículos aun no estaban bien del todo.

-          Jose: Perdona, creo que me está chico.- le dijo a la dependienta asomando tímidamente la cabeza por las cortinas del probador.

-          Dependienta: No puede ser, ¿Estás seguro?

-          Jose: No se, creo….

-          Dependienta: Déjame comprobarlo!- exclamó mientras apartaba la cortina.

Jose estaba muy avergonzado, sus partes estaban bien escondidas en el apretado protector, pero por detrás solo tenía un par de gomas sujetándolo, por lo que en el espejo que tenia detrás se le veía el culo.

-          Dependienta: Creo que te está bien, haber, flexiona las piernas.

Jose obedeció pero con forme descendía notaba como la presión aumentaba, provocándole dolor y la sensación de que sus testículos iban a salir por el lateral de la concha por culpa de la presión. Tuvo que parar y enderezarse, no le apetecía que una mujer le volviera a ver los huevos por segundo día consecutivo.

-          Jose: No puedo bajar más, me aprieta muchísimo.

-          Dependienta: Ya me he dado cuenta, esa cara era claramente de dolor testicular.- dijo disfrutando al máximo la situación.

Entonces le dio otro suspensorio, esta vez de su talla y le dijo que probara. Esta vez el chico noto una gran diferencia, no le apretaba y tenía total movilidad, pudo hacer lo que ella le pidió antes como si nada y no le causaba ningún dolor.

-          Jose: Este está perfecto, me lo llevo! Ahora podre luchar sin temor.- dijo eufórico.

 A la dependienta le dio pena y decidió ser un poco sincera:

-          No te confíes demasiado porque aunque eso te proteja te va seguir doliendo bastante.

-          Jose: ¡Qué? ¿Entonces para qué sirve?- dijo muy desilusionado.

-          Dependienta: Pues para que no te puedan agarrar ahí, para que quien te patee se dañe el pie pero sobre todo para que no te revienten los cataplines ¿Te parece poco?

Jose no tuvo más remedio que darle la razón y comprar el dichoso suspensorio.

-          Dependienta: ¡Adiós, espero que tus testículos se recuperen!- dijo bastante fuerte para que todo el mundo se enterara y haciendo que Jose se marchara muy colorado.

Al día siguiente sus testículos estaban prácticamente bien, solo le dolían un poco cuando se tocaba, pero se puso el suspensorio y se dirijo a las clases de karate, para sorpresa de todas. Marisol lo felicito por volver, él estaba deseando volver a pelear con Ana para darle un buen puñetazo en uno de sus grandes senos, pero la profesora lo puso a luchar contra otra chica. Esta vez se lo tomo más en serio, incluso consiguió acertar algún golpe, pero evidentemente ella era mejor y acabo dominando la pelea, Jose ya estaba un poco desorientado esa chica aprovecho para volver a patear a Jose en la entrepierna. Pero, aunque él volvió a caer al suelo retorciéndose, a todas sorprendió que su aullido de dolor no fuera tan fuerte como el de la primera vez y sobre todo ver a la chica caer al suelo agarrándose el pie y gritando de dolor.

-          Marisol: ¡Que ocurre aquí?- ella sabía perfectamente lo que pasaba, pero se acerco al joven para comprobarlo.

Aparto sus mano y rápidamente noto el protector que llevaba.

-          Marisol: ¡Muy mal Jose, esto está prohibido en mis clases y menos sin avisar, así nunca aprenderás a defender tus genitales, que se a la última vez que vienes con esto!- dijo visiblemente enfadada.

El pobre dicho no sabía que decir y para excusarse un poco dijo que lo hizo porque aun le dolían los testículos de la patada del primer día y no quería que se los reventaran. Al oír eso, todas las chicas se giraron y miraron a Ana con una sonrisa que decía ‘te lo cargaste’.

-          Mmm no sabía que aun tenias problemas, en ese caso se puede perdonar, pero deberías haberlo dicho antes y evitar que una compañera de lesionase. Venga continuemos.

Al acabar la clase, ya en el vestuario, Jose se mostro satisfecho con su segunda clase, aunque había vuelto a acabar retorciéndose en el suelo y todavía le dolían un poco los testículos, esta vez se pudo recuperar en unos minutos y continuar. Lo único que le preocupaba un poco era no poder volver a usar el suspensorio…. Continuaba desvistiéndose y pensando cuando se abrió la puerta del vestuario. Él se sobresalto un poco pero estaba tranquilo porque aun llevaba los pantalones y el suspensorio puesto.

-          Jose: ¿Qu-que haces aquí?- pregunto inquieto.

-          Ana: Sshhhh no te pongas nervioso solo vengo a disculparme. No sabía que todavía te duele la patada que te di.

-          Jose: Pues sí, te pasaste un poco.

-          Ana: Tal vez, pero fue una simple novatada, aun así quiero recompensarte.- le dijo sonriéndole y acercándose un poco.

-          Ana: el otro día me fije en que mi mirabas mucho los pechos ¿Acaso te gustan?- pregunto a la vez que abría la parte derecha de su kimono dejando ver su rosado pezón.

Jose estaba boquiabierto, no podía dejar de mirar y estaba notando como su pene reaccionaba. Entonces ella se quito por completo la parte superior de kimono, dejando unas grandes y perfectas tetas frente al cachondisimo chico.

-          Ana: Para que veas lo que siento haberte dañado.- dijo mientras se acercaba lentamente.

-          Ana: Creo que aquí hay algo que quiere salir.

Era cierto, el cada vez mas erecto pene de Jose se estaba aplastando dentro del suspensorio. Ella bajo le bajo los pantalones hasta los tobillos dejándolo únicamente con el protector, el cual agarro con la mano izquierda y tiro hacia ella para poder ver lo que escondió. Quedo entre sus ojos un pene semierecto que agradeció la libertad y bajo él dos colgantes pelotas. Tiro un poco mas de los elásticos para poder introducir su mano derecha y agarrar con mucha delicadeza sus suaves bolas.

-          Ana: Pobrecitos, ¿Aun te duelen?- pregunto mientras los palpaba.

-          Jose: Un poco, la verdad.

-          Ana: Lo siento de nuevo, toca tu también si quieres.

Jose no tardo un segundo en poner sus manos sobre las tetas de Ana y empezar a acariciarlas, su pene no podía estar más erecto. Entonces ella dijo un comentario que no esperaba:

-          ¿Sabes que ahora mismo podría castrarte?

Jose se puso muy nervioso y no sabía qué hacer.

-          Ana: tranquilo, tranquilo, solo era una broma.

Jose se tranquilizo y quiso devolvérsela:

-          Estoy tranquilo, te tengo cogida por las tetas, no puedes hacerme nada.

-          Ana: ¿Quieres comprobarlo?- dijo ella sonriendo y haciendo un pequeño movimiento con la mano como si fuera a apretar.

-          Jose: No por favor!! Exclamo el asustado chico, al que le temblaron un poco las piernas y no supo reaccionar como esperaba, ya que no fue capaz de apretar mínimamente las tetas de Ana, se quedo paralizado.

-          Ana: Jajajaja menos mal que era solo una broma porque si llego a apretar de verdad no sales vivo.- bromeó.

Le soltó los huevos y poco a poco hacerlo su boca a la de Jose, su pene estaba súper erecto y sus lenguas a punto de enredarse. Un milisegundo antes, la mano izquierda de Ana, que tiraba hacia abajo del suspensorio estirando bastante las gomas elásticas que lo sostenían, lo soltó de repente y la concha volvió a su lugar con una fuerza extrema. Los ojos de Jose se abrieron de par en par, su pene se había salvado del impacto por estar tieso, pero en cambio sus huevos recibieron todo el impacto.

Jose: ¿Por qué?- es lo único que atinó a decir Jose mientras aun tenia la preciosa cara de Ana a milímetros de la suya.

A los pocos segundos un sudor frio le subió por la espalda y bajo por la frente, empezaron a temblarle la piernas, y sus manos, que aun sujetaban esos perfectos senos, se deslizaron poco a poco hacia abajo a la vez que su cuerpo entero se derrumbaba de rodillas ante la poderosa chica y se posaban sobre el protector, que le impedía agarrar con fuerza sus aplastados huevos, tal y como le pedia el impulso de la naturaleza. No tuvo más remedio que quitarse el dañino suspensorio para poder agarrarse sin barreras sus adoloridos huevos.

-          Ahora chicas entrad!!!- dijo Ana dando paso a unas 10 chicas que aguardaban tras la puerta oyéndolo todo.

Todas se reían y hacían comentarios al ver a Jose revolcándose de dolor.

-          Ana: No debiste venir con protector, le has dañado el pie a una amiga. Ahora es hora de entrenar, levántate y lucha contra mí, te daré la oportunidad de vengarte.

Pero ni siquiera aunque Jose quisiera, sus testículos le permitirían levantarse.

-          Ana: Si no te levantas será peor.

-          Jose: ¡Por favor piedad me duele mucho ayuda!- suplico Jose rompiendo a llorar sin compasión provocando las carcajadas de las féminas.

Lo levantaron entre varias chicas y lo ataron las manos a la espalda con un cinturón para que no pudiera agarrarse y estuviera obligado a pelear. Pero cerraba las piernas y volvía a caer inmediatamente. Estaba K.O. y se le estaban hinchando los huevos.

-          Ana: ¿Cómo se puede ser tan patético?- dijo frustrada por no poder tener esa pelea.

Lo volvieron a levantar pero esta vez Ana se acerco, le agarro los huevos y apretándole le dijo que si se volvía a caer le atarían otro cinturón a los huevos y te arrastraremos por todo el vestuario. Lo dijo tan en serio que el adolorido varón hizo todo lo posible por mantenerse en pie, pero en la vida podría luchar, ni aunque le desataran las manos, solo podía mantenerse en pie inclinado hacia adelante y con las piernas separadas para mantener el equilibrio. Ana le dio uno segundos, pero ni siquiera podía girarse para estar frente a Ana en cuanto esta se giraba un poco, le temblaban demasiado las piernas.

-          Es imposible, te lo has cargado ya Ana.- le dijo una de las chicas.

-          Ana: parece que tienes razón, acabemos con esto.

Ella se encontraba detrás suya mientras él luchaba por no caer al suelo para que no lo arrastraran amarrado de los testículos. Al tener las piernas separadas veía sus hinchados huevos colgar entre sus temblantes muslos. Se acerco un poco y lo pateo con toda su rabia en el mismo lugar, ella no lo vio porque lo golpeo desde atrás, pero las chicas que estaban frente a él vieron como quedaba en estado de shock, ya no lloraba ni gemía, estaba consciente pero no reaccionaba, cayó al suelo inmóvil.

-          Ana: dejemos que se recupere un poco y ahora lo tocara a ustedes. No quiero que se desmaye y se lo pierda.- dijo con una sonrisa malvada.

Lo desataron para que pudiera agarrarse, pero permanecía tumbado bocarriba con un pene flácido sobre unos inflamados y vapuleados testículos que todas miraban. Cuando parecía que Jose se recuperaba un poco y volvía a retorcerse se abría la puerta del vestuario.

-          ¿¡Pero que habéis hecho animales!? – grito Marisol al ver el panorama.

Se acerco a Jose y le pregunto como estaba, pero al ver que tenia la mirada perdida se dirigió a sus testículos y los sostuvo sobre su mano, algo que provoco mucho dolor a Jose y que hizo que tuviera que soltárselos. Marisol miro a sus alumnas haber que decían.

-          Parece que le han crecido un poco los bolindres, es todo un macho.- dijo una de las chicas casi sin aguantar la risa.

-          Marisol: ¿¡Un poco!? No sé que le habéis hecho pero estos testículos están al límite de la rotura.- Marisol se mostraba enfadada con sus alumnas, pero en realidad estaba orgullosa y disfrutaba la situación. Les echaba la bronca porque se habían pasado y temía algún tipo de demanda hacia ella, por eso decidió atender al patético varón.

La nerviosa maestra sentó a Jose en el suelo para realizarle un ejercicio que sabía que aliviaba el dolor testicular. Lo cogió de las axilar y empezó a levantar el cuerpo del chico y a dejarlo caer una y otra vez, para que el movimiento de arriba y abajo bajara el dolor, es el típico ejercicio que le hacen a los futbolistas cuando reciben un pelotazo ahí, además lo había visto varias veces en artes marciales, aunque no sabía si tendría efecto con unos testículos tan dañados. Pero hubo algo con lo que Marisol no contaba, ese ejercicio siempre lo había visto en hombres vestidos, pero Jose al estar desnudo le colgaban mucho y en cada bajada se los golpeaba contra el suelo.

Él gemía de dolor con cada golpe pero Marisol lo sujetaba por detrás y no lo veía, pensaba que los lamentos eran por los golpes anteriores. Hasta que vio que las chicas cada vez se reían mas y se dio cuenta de la atrocidad que había cometido, al menos 6 golpes contra el suelo había recibido. Las chicas no paraban de reír, Jose no paraba de llorar, sus testículos de crecer, y Marisol no sabía que hacer. Tenía que salir fuera para coger su móvil y llamar a una ambulancia, pero si lo dejaba solo otra vez con sus castradoras alumnas puede que le reventasen un huevo con cualquier mínimo golpe. Al final se arriesgo y salió a por el teléfono, no le quedaba otra, solo tardo un minuto, pero fue suficiente para que Ana cumpliera su última fantasía testicular.

-          Ana: Es hora de sacar el perro a pasear….- dijo mientras cogía un cinturón y se lo ataba a los testículos tal y como antes le había amenazado.

Tiraba de la cuerda pero el cuerpo de Jose permanecía quieto, era demasiado peso para sus huevos, que cada vez se estiraban. Al final consiguió arrastrarlo un poco, Jose chichaba con una voz aguda que oyó Marisol y la hizo correr aun mas, pero cuando llego era demasiado tarde, entrando por la puerta se oyó un ‘clack’, los cordones espermáticos que sujetan los testículos no aguantaron mas y se rompieron. Se hizo un silencio que solo se rompió con el gemido sordo de Jose intentando respirar, levanto un poco la cabeza para ver sus ‘testículos’ y vio como Marisol se acercaba para desatarle el cinturón y comprobar si sus sospechas eran ciertas. Y así fueron, le movió un poco las bolas y vio como no tenían una posición fija a la que volver como normalmente hacen, los de Jose incluso intercambiaban su posición al estar totalmente libres en la bolsa escrotal. Por desgracia el pobre Jose no quedaba inconsciente para ahorrarse tanto sufrimiento. Oyó incluso el comentario que hizo Marisol a sus pupilas con sus testículos aun en la mano:

Definitivamente, lo habéis castrado chicas.