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La era de las mujeres II

en Sadomaso

Han pasado unos años desde que Karla, junto a Diana y el resto de su pequeño batallón, eliminaron al ejercito de Thor. La nueva sociedad feminista es una realidad, donde los únicos hombres que habitan con las mujeres son niños, eunucos o sementales para el disfrute único de las mujeres, aunque la mayoría acaban convertidos en eunucos cuando se cansan de ellos.

Iris, la hija que Karla tuvo con Thor, ya tiene casi diez años, mientras que Hoden, el niño al que Karla adoptó tiene catorce. Los trató a ambos con amor y en igualdad, aunque por supuesto con las diferencias que supone ser de un sexo u otro en estos tiempos.

Por ejemplo, la escuela era muy diferente para niñas y niños.  Karla tenía una educación plena, con múltiples conocimientos y diferentes materias, entre las que destaca la educación física, ya que querían mujeres agiles y fuertes para mantener su estatus de superioridad. Por otro lado, la escuela para los chicos era más bien una guardería donde perder el tiempo en compañía de otros chicos.

Iris respetaba mucho a Hoden por ser su hermano mayor, por lo que la relación entre ellos era normal, pues así lo había querido Karla. Incluso nunca le negó a su hijo su masculinidad y, a la típica pregunta de para qué sirven los testículos, la madre le explicó que hacen a los hombres lo que son y les otorgan una fuerza mayor que a las mujeres. Esto solo pudo hacer a Hoden sentirse orgulloso de su género.

Pero las cosas no podían ser así para siempre, ya que, a partir de los diez años, en el colegio empezaban a enseñar a las niñas a defenderse de un hombre y a inculparles los valores de la nueva sociedad. Hasta entonces apenas se les hablaba del otro sexo, pero a partir de entonces se les enseñaba la historia de la revolución femenina y cómo destrozar el cuerpo masculino Karla quería que su hija Iris fuera una alumna aventajada, por lo que, en la mañana de su décimo cumpleaños tuvo una pequeña charla con ella.

-          Iris, ven querida, tengo que explicarte algo.

-          ¿Pasa algo mamá?

-          Nada malo, todo lo contrario… ¿Alguien te ha hablado alguna vez de los testículos de los chicos? – preguntó Karla, que no sabía si su hija había descubierto la debilidad genital masculina en alguna discusión con su hermano.

-          Le pregunté a Hoden y me dijo que era una parte muy importante de los chicos, porque los hacía más grandes y fuertes que nosotras…. Dice que se lo dijiste tú. – dijo la niña un poco apenada.

-          Y es cierto, pero hay otra cosa que no le conté y que no sé si sabrás. Y es que los huevos son también el punto débil de los hombres, cualquier golpe les duele más que nada y los deja paralizados en el suelo.

Iris miraba a su madre con cara de incredulidad.

-          Si no me crees, te doy permiso para comprobarlo con tu hermano mayor. Ya verás como tengo razón.

-          Va-vale. – respondió una confusa Iris.

La niña estaba deseando comprobar si es cierto que su hermano no es tan invencible como se cree y dice, pero tampoco quería golpearlo sin motivo, ya que tenía miedo a sus represalias.

Esa tarde era su fiesta de cumpleaños, estaban allí todas sus amigas del colegio, pero Iris solo podía pensar en las palabras de su madre, esperando que Hoden le diera un motivo para golpearlo. Y esto no tardaría demasiado en llegar.

Como era habitual en la nueva sociedad, todo el mundo iba desnudo, pues ya no era necesario taparse para no “provocar” a los machos.

Hoden, aburrido por estar rodeado de niñas pequeñas, no se le ocurrió otra cosa que hacerle una pequeña broma a su hermana: hundirle la cara en la tarta de cumpleaños. Iris lo insultó y empujó, a lo que él respondió con risas que contagiaron a las amigas de Iris. La niña no dejaba de empujarlo, pero a Hoden le bastó con un solo empujón para hacerla caer al suelo.

-          Ha sido solo una broma, hermanita. – le dijo ofreciéndole la mano para levantarse

-          ¡Eres un estúpido! – gritó ella.

-          Vamos, no te pongas así. Y ahora coge mi mano antes de que me enfade. – dijo él en tono más serio, ya que era consciente de que absolutamente todas las invitadas estaban mirando y no quería que pensaran que su hermana pequeña no lo respeta.

Iris sabía que este era el momento esperado, tenía las pelotas de Hoden colgando a su alcance. También lo sabía Karla, que observaba atentamente junto a su mano derecha, Diana.

La chica se irguió con el brazo extendido pero, para decepción de su madre, agarró la mano de su hermano. “¿Acaso no cree lo que le dije… o tiene miedo?” pensaba Karla. Sin embargo, cuando Hoden la levantaba, Iris aprovechó el impulso para enterrar su pequeño puño en los testículos del adolescente.

-          ¡Oooohhh…! – exclamó Hoden, sorprendido y paralizado por un momento. Inconscientemente soltó la mano de su hermana, que cayó de culo.

-          ¿Qué haces? Te voy a… ooOOHhh OOOHHH. – fue su reacción antes de que el retardado dolor lo invadiera.

Se agarró la entrepierna y permaneció de pie, inclinado. “¿Qué ocurre? ¿Qué me ha hecho?” se preguntaba, pues a los chicos tampoco se les informaba sobre su debilidad y, al estar educados para que no les interesara el deporte, la mayoría lo descubría a edades avanzadas. Y Si algún chico lo descubría por sí mismo, no lo comentaba a los demás por vergüenza.

Hoden miró a Iris, que se levantaba del suelo con gesto de sorpresa, pero sobre todo de alegría. Detrás de ella estaban sus amigas, tan sorprendidas como él viendo la reacción del chico, aunque en sus caras pronto aparecieron sonrisas por ver el rostro desencajado de Hoden.

El resto de invitadas, madres de esas niñas o amigas de Karla, también parecían estar contentas por el acto de Iris. Hoden entendía que era porque estaba siendo vencido por su hermana pequeña, lo que no comprendía era cómo podía ser posible, como pudo hacerle tanto daño con un puñetazo.

-          Ups! Creo que te he dado en los huevos. ¿Estás bien? – le preguntó Iris ofreciéndole la mano al chico con una sonrisa de oreja a oreja. Por primera vez en su vida sentía el poder de ser mujer, y veía a su hermano y a los hombres como lo que son: el sexo débil.

Aunque para Hoden parecía haber pasado un mundo desde el golpe, apenas habían sido unos segundos, segundos en los que el dolor testicular iba en aumento y ascendía por su vientre. La única solución para dejar de ser el centro de todas las miradas y burlas era devolverle el golpe a Iris, pero incomprensiblemente le era imposible. Sus piernas perdieron fuerza y cayó de rodillas.

-          ¿Qué me has hecho? – dijo haciendo un gran esfuerzo por no caer del todo.

-          Te ha dado en los huevos, querido. – intervino Karla acercándose a sus hijos.

-          Pero… me duele mucho, mamá. No sé que pasa…. – Decía el confuso chico, que palpaba sus desnudos testículos buscando algo que explicara las sensaciones que sentía.

-          Te lo voy a explicar, pero antes, Iris, ayuda a tu hermano a levantarse. – ordenó Karla a su hija.

La chica asintió y ofreció ambas manos a su hermano, que pensó en pedir un poco más de tiempo para recuperarse, pero quería escuchar esa explicación cuanto antes y, sobre todo, quería que dejaran de verlo en esa situación tan humillante.

Así que agarró las manos de Iris y esta lo ayudó a levantarse con bastante esfuerzo, ya que el chico apenas podía hacerlo solo. Una vez en pie, Hoden estaba abrazado a su hermana para mantener el equilibrio, con la cabeza sobre su hombro.

-          No sé lo que me has hecho, pero cuando lo descubra te juro que te haré lo mismo. – la amenazó Hoden susurrándole al oído.

-          Veo que todavía no lo entiendes, hermanito. – respondió Iris mirándolo a los ojos, sorprendida porque su hermano tampoco fuera consciente hasta ahora de su debilidad.

Acto seguido levantó su rodilla derecha, aplastando de nuevo los testículos de Hoden, aunque esta vez con mucha más fuerza. La cara del chico se descompuso a escasos centímetros de la de Iris, que le guiñó un ojo mientras caía a sus pies, retorciéndose y llorando desconsoladamente.

Las mujeres rompieron en aplausos hacia la chica por el gratificante espectáculo.

-          Muy bien, hija, me gusta que tengas iniciativa. – felicitó Karla a su pequeña.

Hoden oía los aplausos y las palabras de su madre y no podía entender la reacción de las mujeres, al igual que seguía sin comprender el desproporcionado dolor.

-          Verás, hijo, no te pasa nada raro ni tu hermana te ha hecho nada extraordinario. Simplemente los huevos son muy delicados y es normal que te duelan tanto después de un golpe tan fuerte. Gracias a eso los hombres sois inferiores a las mujeres a pesar de vuestra fuerza. – explicaba Karla a su destrozado hijo, que a pesar del dolor, escuchaba con atención.

A Hoden no le gustaba lo que oía y no quería creer las palabras de su madre, pero los hechos estaban ahí y no podía negarlos. Ante su incapacidad para responder, Karla continuó con sus palabras, esta vez dirigiéndose a Iris.

-          Hija, a partir de ahora puedes hacer lo que quieras con Hoden y sus pelotillas, quiero que aprendas a dominarlo y a vencerlo con tus propias manos.

-          ¡Qué! – interrumpió Hoden desde el suelo con una voz aguda al escuchar las palabras de su madre.

-          Tranquilo, hijo. Tú puedes defenderte cuanto quieras, aunque no sé si serás capaz…. Iris, cuando quieras puedes cortarle los huevos y convertirlo en tu eunuco, pero si quieres que siga teniéndolos debes saber cuando parar, porque se le pueden romper. Por ejemplo, mira lo mal que está, seguramente se le hayan hinchado, así que si sigues golpeándoselos se le romperán. Si alguna vez te pasas de la ralla, deberás solucionarlo tú sola – explicaba Karla con un todo maternal.

-          Seré responsable, lo prometo. – dijo Iris.

-          Muy bien, que os divirtáis. – finalizó Karla volviendo con las demás mujeres y dejando allí a sus hijos con la nueva información.

“¿Cortarme los huevos cuando quiera?” pensó Hoden horrorizado. Su madre debía estar de broma, pero parecía hablar muy en serio y para colmo la fiesta seguía y a nadie parecía importarle el tremendo dolor de huevos que padecía.

-          Tranquilo hermano, si me haces caso seré buena con tus partes blandas. – le dijo Iris.

-          Déjame. – respondió él todavía agarrándose y con los ojos llenos de lágrimas, sin querer aceptar su nueva situación, pues al fin y al cabo seguía siendo el hermano mayor, y seguía teniendo mayor fuerza por ser hombre.

Pronto se vio rodeado de las amigas de Iris, que la felicitaban por el fantástico regalo de su madre y comentaban sorprendidas lo que, al igual que Iris y Hoden, acababan de descubrir, sin desaprovechar la oportunidad de burlarse de él.

A pesar de sus intentos por defenderse, Iris quería ver sus hinchados testículos y con la ayuda de sus amigas no le supuso ningún problema apartarle las manos y dejar sus genitales al descubierto. Lo que aprovechó la niña para hacerse con los huevos de su hermano.

-          Te han crecido… ¿Duelen mucho? – le preguntó moviendo los ovalados órganos entre sus dedos.

-          ¡Soltadme, soltadme ya si no queréis… - Hoden cayó de repente cuando Iris apretó levemente sus testículos, lo que le hizo sentir un nudo en la garganta.

-          Apenas estoy apretando, ¿Si lo hago fuerte qué pasará? – preguntó Iris, quien tenía el respeto total de sus amigas.

Hoden no quería que lo hiciera, pero tampoco quería suplicarle a su hermana y sus amigas, y mucho menos reconocer abiertamente tanto dolor, por lo que prefirió intentar zafarse de esas chicas sin decir una palabra. Tenía la esperanza de que los testículos soportaran mejor la presión que los golpes, pero la realidad es que un apretón es incluso más doloroso.

-          ¡Qué pasada, mirad que cara pone! – dijo una amiga de Iris viendo a Hoden morirse de dolor cuando la chica apretó su manita.

-          Si me prometéis tener cuidado os dejo probar. – sugirió Iris a sus amigas, que aceptaron de inmediato.

Al oír el ofrecimiento de su hermana, Hoden renunció momentáneamente a su orgullo y le pidió que no dejara a sus amigas tocarlo, pues sabía que las diez niñas no tendrían miramientos con su masculinidad. Pero de nada le sirvió y tuvo que ver, y sentir, como las chicas se turnaban para tocarle lo más íntimo y hacer con ello todo lo que sus manitas podían.

La fiesta acabó y Hoden quedó tirado sin poder levantarse, ya que sus testículos estaban inflamados después de tanto amor femenino. Pero nadie lo ayudó ni lo llevó al médico, a pesar de que pasó días sin mejorar y suplicaba desesperadamente ayuda a su madre, que se limitó a decirle:

-          Ese dolor es parte de ser hombre, debes aprender a convivir con él.

CONTINUARÁ....