miprimita.com

Lara: La Cascanueces II

en Sadomaso

Resumen de la primera parte: Lara, una joven dispuesta a acabar con las agresiones sexuales en su cuidad, sale por las noches a detener a los agresores en pleno ataque y darles una buena paliza. Luego invita a las mujeres a clases de defensa personal para enseñarles los puntos débiles de los hombres y cómo atacarlos.

            Para la primera clase obligó a Nacho (25 años también), uno de los agresores, a ser el sparring de sus alumnas. Tuvo que estar desnudo y dejar que las trece mujeres practicaran las técnicas aprendidas, que solían tener los testículos como objetivo principal. Al terminar la clase, Nacho no podía ni levantarse del suelo y tenía los testículos en un estado lamentable.

 

Segunda parte:

Cuando las chicas se fueron, Lara felicitó a Nacho por su aguante y comenzó a desnudarse delante de él. Primero se quitó el sujetador deportivo, dejando a la vista unas preciosas y bronceadas tetas, tan firmes que el sujetador era claramente innecesario. A continuación, se bajó las cortas mallas y el tanga que llevaba. Su trasero, firme y respingón, también estaba bronceado, al igual que su pubis, totalmente depilado.

Sin duda era la mujer más bella que se había desnudado ante Nacho, por lo que no le quitaba ojo, pero en ese momento estaba lejos de poder corresponderla. Por un momento separó las piernas y apartó las manos de sus genitales para ver el estado de sus testículos.

–Eso tiene mala pinta.-dijo Lara totalmente desnuda junto a él, con las manos sobre sus caderas y las piernas separadas. Su firme postura contrastaba con la de Nacho, que estaba tan doblado que sus rodillas casi le tocaban el pecho.

–Por favor, no me hagas volver a pasar por esto, no quiero perder los huevos...- dijo volviendo a agarrarse sin poder evitar que varias lágrimas salgan de sus ojos.

–Tranquilo, no creo que para la semana que viene estés recuperado. El fin de semana encontraré otro ayudante, tú puedes irte cuando quieras.

–No... no puedo... ayúdame, te lo suplico.- dijo Nacho incapaz de ponerse en pie.

–Si quieres que te lleve al hospital tendrás que dejar que palpe ahí abajo para ver si estás tan mal. – dijo Lara arrodillándose junto a él.

Pero Nacho se quedó petrificado, principalmente por el miedo que le daba Lara pero también porque estaba embobado mirando el precioso cuerpo de la chica.

-          No necesito pedirte que apartes las manos para acerté daño, pero si quieres quedarte aquí por mi no hay problema. – le dijo haciendo el amago de levantarse.

-          No, espera. Te dejaré hacerlo pero por favor llévame al hospital, creo que me han roto los huevos. – dijo sin dejar de llorar y apartando las manos de su entrepierna.

Lara le agarró los testículos rápidamente. Nacho temblaba de miedo, pero no podía dejar de mirarle las tetas y, en cuanto Lara comenzó a tocar sus huevos, su pene reaccionó con una media erección.

-          Parece que no estás tan mal, por lo menos sigues funcionando. – dijo ella agarrando el pene con la otra mano, el cual completó la erección al instante.

Luego comenzó a subir y bajar la mano mientras con la otra seguía tocándole los testículos. A Nacho le seguía doliendo muchísimo, pero ahora también sentía placer.

-          Voy a llevarte al hospital, pero si me entero que vuelves a acosar a una chica o que le cuentas a alguien donde está este lugar, iré a tu casa y te castraré, te lo aseguro. Y recuerda que vi tu DNI y sé dónde vives. – lo amenazó aumentando la velocidad de la paja y el vigor de sus caricias escrotales.

Al poco tiempo la respiración del chico se aceleró, pero Lara continuó con todavía más velocidad.

-          Te llevaré al hospital, pero no dije cómo. – le dijo Lara justo cuando Nacho estaba a punto de correrse, por lo que él ni le prestó atención.

Tampoco se dio cuenta de que le había soltado los testículos y, acto seguido, con esa mano les dio un puñetazo con todas sus fuerzas. Nacho gimió de dolor y fue a agarrarse, pero se detuvo cuando su polla comenzó a chorrear semen, su cerebro estaba absolutamente confundido por el dolor y el placer, por lo que su cuerpo estaba bloqueado.

Lara siguió masturbándolo hasta que empezó a expulsar menos semen, entonces volvió a darle un puñetazo en los huevos. Con el fin del orgasmo, el anestesiante placer se fue y solo quedó el dolor, un dolor insoportable después de tantos golpes, tanto que su cuerpo colapso llevándolo a la inconsciencia.

Finalmente, Lara se vistió y lo arrastró a la calle, dejándolo a un par de manzanas, desnudo e inconsciente. Cuando estuvo lejos llamó a emergencias y les dijo dónde estaba Nacho.

 

Mientras se recuperaba, Nacho conoció a varios hombres que también estaban en el hospital por culpa de Lara. En cuanto les contó lo que le había hecho, insistieron en que les dijera la dirección exacta donde se reúnen las mujeres. Nacho lo hizo, con la esperanza que el grupo de hombres le dieran a Lara la lección que se merece. Aunque él se negó a acompañarlos con una mala excusa para no reconocer que le tenía pavor a Lara.

Los hombres estaban dispuestos a asaltar a Lara en una de sus clases, delante de sus alumnas para que todas vieran que Lara no es invencible. Sin embargo, su venganza tuvo que esperar un par de semanas hasta que estuvieron totalmente recuperados.

Así pues, un grupo de catorce hombres irrumpió en una clase de defensa personal de Lara. Además de ella estaban sus once alumnas y un nuevo sparring, que estaba en el suelo, desnudo y agarrando su entrepierna en posición fetal.

–¿Quiénes sois y que coño hacéis aquí? - preguntó Lara al ver al grupo de hombres irrumpir de repente.

–Es hora de bajarte los humos, maldita puta. -dijo uno de los hombres.

Las alumnas, al ver sus intenciones, se posicionaron para defender a Lara, algo que hizo gracia a los hombres.

Pero estos no sabían que esas mujeres ya no eran las asustadas crías que habían intentado agredir. Cuando dio comienzo la pelea, prácticamente fue un uno contra uno entre agresores y víctimas, enfrentándose los sobrantes a Lara.

Las mujeres pusieron en práctica las enseñanzas de Lara y dejaron en evidencia a los machos, que demostraron que sus intimidantes palabras no se correspondían con sus habilidades de lucha. Varias mujeres redujeron a sus adversarios doblando sus muñecas hasta llevar su brazo a la propia espalda y allí retorcerlo hasta que se rindieron.

Otras fueron un poco más expeditivas, como alumna más joven, de 13 años, que realizó la misma técnica que aprendió con Nacho haciendo de sparring, pero esta vez contra su agresor: un chico de 16 años. Al igual que con Nacho, la chica se anticipó a su ataque y palmeó sus orejas y, cuando este se tambaleó aturdido, le pateó los testículos con todas sus fuerzas. El machito se desplomó como un tronco recién talado, con los huevos en la garganta.

La chica miró a un lado y observó orgullosa como una mujer tenía a un hombre contra la pared, apretándole las pelotas hasta hacerlo llorar como un bebé. Siguió mirando buscando una compañera que necesitara ayuda, pero todas tenían la situación bajo control.

Incluso Lara, que se enfrentó a 4 hombres (3 que sobraban y su nuevo sparring, que se levantó sediento de venganza). Uno de los cuatro se abalanzó rápidamente esperando que sus compañeros lo siguieran, pero estos dudaron un segundo y lo dejaron a merced de Lara, que lo tumbó de un puñetazo en la nariz y una patada en el pecho.

Viendo el resultado, los tres hombres pensaron en huir, pero finalmente atacaron juntos. Lara quiso reducir a uno rápidamente lanzando una potente patada frontal a sus genitales, pero el hombre consiguió moverse y el golpe acabó en la cadera, apenas inmovilizándolo unos segundos.

Mientras tanto el desnudo sparring aprovechó para atacarla por la espalda, pero ella se percató y le dio un codazo en el rostro. Rápidamente se giró y aprovechó su desnudez para, en un segundo, agarrar sus testículos, apretar ferozmente, girar y tirar sin compasión. Ambos notaron un chasquido, que Lara identificó enseguida, pero que a él le costó un poco más asumir. Se desmayó al darse cuenta de que Lara lo había castrado en un suspiro. Fue demasiado fácil ante un tipo desnudo.

Sin tiempo para celebrarlo, el tercer hombre la atrapo por detrás en un abrazo de oso, pero Lara le dio un fuerte pisotón y cabeceó hacia atrás antes de que al que pateó en la cadera consiguiera atacarla. Este vio como la mujer iba a patearlo de nuevo y rápidamente se cubrió la entrepierna, pero su intuición le falló y el pie de Lara lo pateó en la barbilla, noqueándolo al instante.

Finalmente se dirigió al que pisó y cabeceó, que en un acto desesperado lanzó una patada a la entrepierna de la chica, pero esta no solo la esquivó, sino que le sujetó la pierna. Él no se rindió y quiso golpear con los puños, pero debió usarlos para subsanar la enorme separación de sus piernas, ya que Lara le pateó los testículos a placer. No fue una patada ascendente sino frontal, por lo que aplastó los colgantes órganos contra la pierna de apoyo.

Después comprobó que sus alumnas habían aprendido bien sus lecciones y habían derrotado a sus contrincantes.

-          Muy bien, le habéis demostrado a estos cerdos y a vosotras mismas que si no tenéis miedo podéis con cualquier hombre. Ahora vamos a enseñárselo al resto de la ciudad. Comencemos por desnudarlos y, chicos, al que se resista le haré lo mismo que a este. – Dijo Lara agachándose junto su sparring, que estaba tumbado mirando al techo, desnudo e inconsciente.

Su escroto no tenía buena pinta, pero Lara se encargó de aclarar a lo que se refería cogiéndolo e intercambiando varias veces la posición de los testículos, demostrando que ya no estaban sujetos al interior su cuerpo. Los hombres se asustaron tanto que dejaron que Lara realizara su plan sin oponer resistencia.

            Los quince hombres fueron desnudados y atados de pies y manos a los árboles y farolas de la calle, con la palabra violador con letras grandes escrita en el pecho. Finalmente las alumnas se marcharon a casa y Lara se fue a saldar cuentas con cierta persona.

            Los primeros en pasar por la calle fueron una madre de 30 años y su hija de 6, que se sorprendió al ver a todos esos hombres desnudos y atados. Rápidamente la madre decidió darse la vuelta y sacar a su hija de allí, pero una pregunta de esta la detuvo:

-          Mami, ¿Qué significa violador? – preguntó la niña pronunciando la palabra lentamente.

Entonces la mujer recapacitó y decidió enseñarle algo a su pequeña. Como no quería que su hija viera sangre, la llevó frente a un joven veinteañero al que habían derrotado inmovilizándolo del brazo, por lo que su cuerpo estaba intacto. Él pidió ayuda, pero la mujer lo ignoró y le dedicó una mirada que indicaba que esa no era su intención. La curiosa niña no le quitaba ojo a los genitales del joven.

-          ¿Recuerdas cuando la prima Noelia le pegó a tu hermano en la barriga y él se quedó un rato en el suelo sin poder moverse? – preguntó la mujer.

-          Sí, lloraba mucho, me dio mucha pena. – respondió la inocente niña.

-          Pues en realidad no le dio en la barriga, le dio en los huevecitos.

La niña se quedó unos segundos pensativa, sin comprender bien lo que su madre quería decirle.

-          ¿Y por qué lloraba tanto, se le rompieron los huevecitos, mami? – preguntó un poco confusa haciendo reír a su madre.

-          No hija, no. No hace falta que se rompan, lo que pasa es que son muy muy delicados y cualquier golpe deja a los chicos igual que tu hermanito ese día. – explicó la mujer.

El chico escuchaba la conversación totalmente hundido, asumiendo cada palabra de la madre.

La pequeña no daba crédito a lo que escuchaba. A pesar de su corta edad ya se iba dando cuenta de que vivía en un mundo de hombres, donde ellos mandan y son los fuertes. Así que de repente descubrir que precisamente algo exclusivo de los hombres es una gran debilidad fue una sorpresa para ella, una grata sorpresa.

-          ¿Quieres probar? – le preguntó su madre.

-          No sé, mami. No quiero hacerle daño a este señor, y si duele tanto como dices….

-          Este es un hombre malo, “violador” significa que le hace daño a las mujeres, por eso está aquí castigado, para que las niñas aprendan. – explicó la joven madre.

-          Vale, lo haré. – dijo con entusiasmo.

El chico tomó aire y aguantó la respiración esperando el golpe, pero la pequeña lo sorprendió agarrando sus pesados huevos y, a los pocos segundos, le hizo exhalar todo el aire apretando con su manita, en la que apenas cabían ambos testículos. Intentaba juntar las piernas, pero Lara se había encargado de que las ataduras estuvieran bien tensas. La niña lo miraba a los ojos mientras variaba la presión para comprobar si realmente le dolía.

-          ¡Mira que caras pone, mami!

-          Claro hija, le está doliendo mucho.

-          Ayuda… - intentó gritar él, pero apenas se escuchó.

Finalmente la niña soltó, para alivio de su víctima, que entre gemidos y jadeos soltó un “gracias” a la pequeña por no cebarse.

-          ¿Por qué no le das tú, mami? – dijo la niña acabando con el alivio del chico.

“¿Por qué no?” se dijo la mujer. Luego, ante la mirada de su hija echó una pierna atrás

-          Esto es lo mejor cuando están vestidos y no puedes cogerle los huevos. – dijo la mujer ignorando una vez más las súplicas del varón.

A continuación, pateó los genitales del hombre lo más fuerte que pudo, aplastando con la punta de su bota los desnudos y delicados testículos del chico. La pequeña miraba con la boca abierta como su madre había dejado hecho trizas a ese tipo, que colgaba literalmente de las ataduras de sus brazos, retorciéndose sobre sí mismo.

Finalmente, madre e hija se marcharon con la misma tranquilidad que habían llegado, eso sí, con una lección que la pequeña nunca olvidará.

En la otra punta de la ciudad, Lara visitó a un amigo con el que tenía una cuenta pendiente. Nacho oyó el timbre de la puerta de su casa y se dirigió a abrir, sin saber lo que le esperaba. Nada más abrir, antes de que sus ojos se acostumbraran a la luz exterior, el pie de Lara le había golpeado los genitales con una brutal patada. Antes de que Lara entrara, el chico ya estaba en el suelo agarrando sus testículos en posición fetal.

Sin decir nada, Lara entró tranquilamente y cerró la puerta. El derrotado chico la miró desde el suelo, con cara de dolor y temor, pero antes de que ella hablara apareció una chica de 18 años por el pasillo.

-          ¿Qué ocurre? – preguntó, ya que había oído el desgarrador gemido de su hermano al ser pateado.

-          Mierda, ojalá no estuviera Sofía en casa. – pensó Nacho lamentando que su hermana lo vea en tan humillante situación.

-          ¿Qué te ocurre, hermano? – preguntó Sofía arrodillándose ante su agonizante hermano. - ¿Por qué le has pegado en los huevos? Hace poco ha estado en el hospital por problemas justo ahí… - le recriminó a Lara.

-          Lo sé, créeme que lo sé. – respondió Lara con una sonrisa.

-          ¿Esta es la chica que te atacó? Si es una chica normal…. – le preguntó a su hermano al darse cuenta que tenía ante ella a la mujer que le destrozó los testículos hace unas semanas. Le sorprendió su aspecto, ya que se había imaginado una mujer más mayor, muy alta y de aspecto rudo, probablemente gorda, y no una chica de la edad de su hermano, delgada y de aspecto para nada agresivo, más bien bastante atractiva.

Nacho quería explicarle a su hermana que Lara no es lo que parece, pero de su boca solo salían gemidos de dolor. Se conformó con contener las ganas de revolverse por el suelo y sobre todo de echarse a llorar, ya que el dolor testicular era enorme y se estaba extendiendo al resto de su cuerpo.

-          ¿A que tu querido hermano no te ha contado porque le hice eso? En una discoteca no aceptó un no de una chica de más o menos tu edad e intentó violarla en el baño. – informó Lara a la sorprendida chica.

-          ¿Eso es verdad, intentaste violar a una chica? – recriminó Sofía con gesto de ira y decepción.

Nacho no contestó, pero con su mirada lo dijo todo.

-          Bueno, aunque eso sea cierto, ya le diste su merecido. Se ha llevado dos semanas con los huevos destrozados, casi no podía andar y se llevaba todo el día llorando. Te aseguro que ha aprendido la lección. ¿Por qué has vuelto a pegarle? Vete y déjalo en paz. – dijo Sofía intentando ayudar a su hermano.

-          No estoy aquí por eso, he vuelto porque le ha contado a otros pervertidos dónde doy mis clases de defensa femenina. Ha puesto en peligro a mis alumnas y eso tiene consecuencias. Le dije que si lo hacía vendría aquí y lo castraría yo misma, pero aún así el muy estúpido lo ha hecho. ¡Así que vamos, desnúdate!

-          ¡Castrarlo? – dijo Sofía totalmente incrédula. No sabía si reírse o preocuparse.

-          Él se lo ha buscado.

-          No permitas que te haga esto, no tiene derecho. Nosotros somos dos, podemos echarla. – le dijo a Nacho, que seguía junto a ella hecho un ovillo.

-          Es demasiado fuerte…. – logró decir el chico sin apenas voz.

-          ¿Qué? Pero si es una chica normal y tú eres más grande y fuerte, deberías tumbarla como si nada. – recriminó Sofía muy decepcionada con su hermano mayor, ya que desconocía de lo que Lara es capaz.

Las palabras de su hermana golpeaban su orgullo casi tan fuerte como el pie de Lara lo había hecho entre sus piernas.

-          Eres patético, tendré que hacerlo yo sola. – dijo Sofía levantándose.

Fue directa a por Lara y le lanzó un puñetazo directo a la cara, pero Lara le agarró la muñeca con facilidad y la empujó tirándola al suelo. Entonces la chica sacó su teléfono móvil para pedir ayuda, por lo que Lara se vio obligada a sacar su arma, una pistola de gran calibre que por suerte nunca había utilizado, pero que siempre llevaba por si le sacaban un arma a ella. Sofía tuvo que soltar el teléfono y se asustó muchísimo al ver la pistola, al igual que Nacho.

-          Ponte en pie y desnúdate o le pego un tiro a tu hermana. – amenazó Lara apuntándole a la chica, que se puso a llorar muerta de miedo.

-          Espera…. Lo haré pero no le hagas nada a ella. – dijo Nacho intentando levantarse.

Al final Lara tuvo que pedirle a Sofía que lo ayudara porque estaba harta de ver como era incapaz de levantarse patéticamente. Las piernas no le respondían, cada movimiento que hacía aumentaba el dolor y volvía a tumbarlo. Sofía también tuvo que bajarle los pantalones mientras él se apoyaba en la pared y se mantenía en pie a duras penas.

Se puso en cuclillas frente a él, le desabrochó el botón del pantalón y lo bajó, luego hizo lo mismo con la ropa interior. A pesar de las dos semanas que Nacho había estado con los testículos fatal, no llegó a verlo desnudo, ya que él procuró que no lo atendieran en su presencia, decidió que ya lo habían visto demasiadas mujeres desnudo. Cuando Sofía bajó la prenda, los genitales de su hermano quedaron a escasos centímetros de su rostro.

Estaba acostumbrada a encontrarse una polla empalmada y unos huevos apretados, pero esta vez tenía frente a ella un flácido pene y unos colgantes testículos que se meneaban con los movimientos del chico. No quería ser cruel, pero no pudo evitar recordar cuando de pequeña lo veía desnudo y le parecía que su pene era enorme, por lo que el reencuentro fue bastante decepcionante.

Como mujer siempre le había gustado que los chicos tengan en sus genitales semejante punto débil, pero esta vez se trataba de los genitales de su hermano, por lo que intentaba ponerse en su lugar y comprender el dolor y la vergüenza que estaba pasando. Aunque en realidad ni se acercaba a imaginarlo, ni el dolor ni el sentimiento de humillación. Como no sabía qué decir, se levantó y se colocó junto a él sujetándolo para que no cayera y colocando uno de los brazos de Nacho sobre sus hombros.

-          Tanto drama por algo tan ridículo, ¿No te parece? – bromeó Lara.

-          ¿Ya estás contenta, me has pateado los huevos y estoy desnudo delante de mi hermana, satisfecha? -  dijo Nacho, que a pesar del dolor ni siquiera se cubría, ya que tenía un brazo sobre su hermana y otro en la pared para no caer de nuevo.

Pero Lara se echó a reír ante los sorprendidos hermanos.

-          Ya te he dicho a qué he venido. – les dijo apuntando con su arma justo entre las piernas del varón.

Inmediatamente la tez de Nacho se volvió tan blanca como la pared, enmudecido. Sofía se echó a llorar de nuevo suplicándole que no lo hiciera, pero la ignoró y se acercó hasta estar a un palmo del joven. Lo miró a los ojos y acercó la pistola los genitales masculinos, colocándola lateralmente junto a uno de sus testículos, de forma que al disparar la bala atraviese ambas gónadas. Nacho pensó que al menos su pene se salvará, aunque desconocía si sobrevivirá después de que le desintegren los testículos.

            Sofía seguía llorando desconsolada sin poder hacer nada, solo abrazar con fuerza a su hermano, intentando consolarlo. Él también lloraba y suplicaba, pero Lara seguía impasible.

-          Tranquilo, a partir de ahora podrás cruzar las piernas sin problema, no todo es malo. – bromeó la mujer, divirtiéndose como nunca.

Finalmente, Nacho aceptó su destino, incluso echó su pelvis hacia delante para adelantar sus testículos y que el disparo no le alcance la pierna.

-          Tres, dos… - contaba Lara.

Nacho cerró los ojos, esperando que fuera rápido, sin saber lo que iba a sentir. Solo notaba el cañón de la pistola en el lateral de su escroto. Cuando Lara llegó a uno, el chico dejó de sentir el arma, sentía un tremendo dolor en la entrepierna, pero no oyó el disparó ¿Llevaba un silenciador? Se preguntó abriendo los ojos para darse cuenta de que lo que hizo Lara fue darle un rodillazo con todas sus fuerzas.

Sofía suspiró aliviada y sonreía, Nacho también quería sonreír, pero aunque siguiera teniendo testículos, ese rodillazo, desnudo y con la pelvis adelantada, pudo perfectamente hacer el trabajo de la pistola. O al menos eso es lo que sentía mientras volvía a caer al suelo agarrándose.

-          He cambiado de opinión, haremos algo más productivo. Voy a enseñarte una técnica que te vendrá de perlas cuando un cretino intente pasarse de listo. – le dijo Lara a la incrédula Sofía, que no sabía si felicitar a su hermano o consolarlo por el brutal rodillazo.

-          Cógele los huevos. – ordenó Lara.

-          ¡Qué? NO. – se negó Sofía ante la rara orden. – tenemos que llevarlo al hospital, mira como lo has dejado, se los has reventado. – le dijo la chica aún sorprendida por la fuerza que tiene Lara en las piernas, señalando a su hermano, que lloraba y se retorcía por el suelo como si no hubiera un mañana.

-          Hazlo o le meto un tiro y acabo con su patético sufrimiento.

Nacho tuvo que apartar sus manos para darle acceso a su hermana, que se sorprendió al ver que los testículos de su hermano colgaban muchísimo, como si el rodillazo hubiera dejado a su escroto sin la capacidad de contraerse.. La asustada chica no sabía cómo cogerlos y Nacho no dejaba de gemir y llorar deseando volver a agarrarlos, así que los sujetó con ambas manos intentando hacerlo como lo hacen los chicos. Aunque no se notara, Nacho sintió alivio dentro del terrible sufrimiento. Entonces Sofía, sin saber que decir en esa situación, hizo una de esas preguntas que no se debe hacer:

-          ¿Te duele mucho?

Nacho no podía ni mirarla a los ojos, miró a Lara, que se reía al oír la pregunta.

-          La técnica es sencilla, pero hay que practicarla para hacerla bien, el primer paso es apretar. – dijo Lara indicando a la chica que lo haga. Luego se arrodillo a la altura de la cabeza del chico y le colocó el arma en la sien.

La chica miro a su hermano esperando su aprobación, que finalmente asintió al no tener otra opción. A continuación apartó el pene y agarró los testículos con una sola mano, donde parecieron más grandes de lo que pensaba. Con la mirada se disculpó con su hermano por lo que estaba haciendo y sin avisar aumentó un poco la presión, haciendo que Nacho gimiera aún más.

-          Tienes que hacerlo fuerte, aprieta bien. – dijo Lara, que veía que apenas estaba presionando.

-          Lo hago con todas mis fuerzas.

-          Mentira, hazlo bien o lo mato. – ordenó Lara apretando la pistola contra la cabeza de Nacho.

-          Está bien, lo haré….

-          Así sí. – dijo Lara al ver que el chico apenas podía respirar y se ponía rojo como un tomate.

Sofía no estaba apretando con todas sus fuerzas, pero Lara se dio por satisfecha y a Nacho le parecía que si lo estaba haciendo.

-          Ahora gira, gira con fuerza o ya sabes lo que pasará.

Sofía no titubeó, ya que esta vez Lara vería perfectamente cómo lo hacía. Así que giró su muñeca bruscamente, provocando un tremendo alarido de su hermano.

-          Muy bien. Practícalo para aprenderlo bien. – dijo Lara.

-          Ya sé cómo se ha….

-          HAZLO, y no dejes de apretar.

La chica empezó a girar los colgantes genitales de un lado a otro. Nacho no podía soportarlo y tuvo que agarrar el antebrazo de su hermana para pedirle que parara, aunque apenas podía hablar. Pero Lara ordenó que no lo hiciera.

-          Lo siento… lo siento mucho. – le decía Sofía a su hermano mientras seguía retorciéndole lo más íntimo.

Cómo deseaba haber nacido mujer y no tener nada entre las piernas que le pudieran agarrarle. Lo deseaba con toda su alma.

-          El último paso creo que ya te lo imaginas, un buen tirón sin dejar de apretar y retorcer. – explicó Lara expectante.

-          Por favor no…. – suplicó Nacho con un agudo hilo de voz.

-          Tengo que hacerlo, si no lo hago te matará. Perdóname.

Sofía tiró sin demasiada fuerza, aunque fue suficiente para hacer a su hermano cantar como una soprano.

-          Así no, tienes que hacerlo con fuerza. Un tirón seco y rápido. – exigió Lara.

-          No puedo, ¿Quieres que le arranque los huevos? – dijo Sofía llorando.

-          Veo que lo estás pillando. Hazlo o si prefieres volvemos al plan inicial de hacerlo con la pistola. Tranquila, no vas a arrancarle el pellejo, solo le cortarás las cuerdecitas que los sujetan.

-          No… - pidió el chico que no lo hiciera llorando desconsoladamente.

-          Tengo que hacerlo, si te dispara será peor…. – intentaba convencer Sofía a su hermano de que era lo mejor.

Él suplicaba clemencia a Lara, pero está ordenó a Sofía que lo hiciera de una vez. La chica volvió a disculparse y acto seguido tiró con todas sus fuerzas. Nacho quedó prácticamente en shock, sintió como si le tiraran de todas sus entrañas hacia abajo.

-          ¿Ya? – preguntó Sofía sin saber si lo había hecho.

-          Si me lo estás preguntando es que no lo has hecho bien. Cuando se corten lo sabrás, créeme. – le dijo Lara.

Nacho no podía creerlo, si lo que había sentido no era que lo castraban no quería ni pensar en lo que sentirá cuando pase de verdad. Sofía volvió a intentarlo, pero de nuevo no lo consiguió. Lloraba ella casi tanto como él.

-          No pararemos hasta que lo consigas. Solo estás alargando la tortura. Aprieta y retuerce bien…. Piensa cuando en una cena de navidad cuentes cómo lo hiciste, será una historia divertida que compartiréis.

Sofía se decidió a acabar con la agonía de su hermano y tiró con el alma. Lara tenía razón cuando le dijo que cuando pasara lo sabría, la chica no oyó nada, pero en su mano sintió un extraño chasquido que no parecía nada bueno. Inmediatamente soltó a su hermano y se llevó las manos al rostro para lamentar lo que había hecho.

            Al mismo tiempo Nacho dejó de sentir su testículo derecho mientras un dolor aún más grande subía por la parte derecha de su vientre. Rápidamente llevó las manos a su entrepierna aprovechando que su hermana lo había soltado. Entonces pudo confirmar sus predicciones: su testículo derecho se movía libremente dentro del escroto sin ninguna sensibilidad. Era la sensación más extraña de su vida. Al menos conservaba la otra gónada.

-          Buen trabajo, estoy segura de que si has sido capaz de hacerlo con tu propio hermano, si alguna vez tienes que hacérselo a un desconocido no dudarás y sabrás perfectamente cómo hacerlo. – felicitó Lara a Sofía, que lloraba junto a su hermano disculpándose una y otra vez.

-          A ver, déjame palpar el trabajo de tu hermanita. – dijo Lara apartando las manos de Nacho, que en ese momento apenas tenía fuerzas para mantenerse consciente, y cogió su escroto sin miramientos.

Apenas le hicieron falta unos segundos de palpamiento para darse cuenta de lo que pasaba.

-          Te has quedado a la mitad. – dijo Lara.

-          ¿Qué? – respondió Sofía extrañada.

-          Que solo le has desprendido un huevo, el izquierdo sigue en su sitio. Tendré que acabar el trabajo yo mismo….

-          ¡Espera! Perdónale un huevo por favor, así por lo menos podrá tener hijos. Te lo suplico.

-          Ese no es mi estilo, querida. Los que nos dejan a medias son los hombres, las mujeres acaban el trabajo.

Luego, sin esperar una nueva respuesta, agarró el testículo izquierdo de Nacho, lo apretó, lo giró sobre sí mismo haciendo que su cordón espermático se retorciera y, finalmente, tiró con fuerza.

            Las esperanzas del chico de conservar al menos un testículo se esfumaron al dejar de sentir también su testículo izquierdo y sentir el tremendo dolor subiendo ahora por todo su vientre.

            Lara se marchó dejando allí a ambos hermanos llorando, aunque poco después Nacho perdió el conocimiento. Sofía se quedó minutos enteros en shock, con la mirada clavada en las destruidas joyas de la familia, que ya solo eran un trozo de carne colgandera. Bueno, en realidad eso lo son siempre, pero ahora lo son sin ninguna simetría ni funcionalidad.