miprimita.com

Las chicas dominan en la facultad. Parte III

en Sadomaso

Tras la destrucción total de los testículos de Tom por parte de Susan, los chicos de la facultad tenían un doble sentimiento de rabia y miedo. Por un lado querían vengar a su compañero castrado, pero este curso mandan las chicas por lo que ni siquiera pueden tocarlas. Aunque habían sido ellas las que se habían saltado una de las dos únicas reglas que imponía la peculiar universidad. “¿Nosotros no podemos violar, pero ellas pueden castrarnos?”, pensaban muchos.

Por otro lado, los chicos estaban muy preocupados por la situación, más que preocupados, sentían auténtico miedo por su integridad física. Las chicas habían sobrepasado los límites y la respuesta de la dirección de la facultad no fue la esperada por ellos. Expulsaron a Susan sí, pero no hubo ningún comunicado y llamamiento a la cordura para el resto de chicas. La castración de Tom aparte, este año las chicas estaban abusando más que nunca de sus derechos sobre el cuerpo masculino, con ataques constantes al punto más débil de su anatomía: los testículos. Muchos chicos abandonaron sus estudios por esta situación, muchos más tras lo sucedido con Tom.

Con todo esto, Paul, líder y representante de los chicos, se dirige en este momento al despacho de la decana, oficialmente para hablar sobre la situación actual, aunque básicamente iba para pedir ayuda.

  • Adelante.- dijo la mujer de 38 años desde su escritorio.

  • Buenas, disculpe el retraso, en el camino he tenido un pequeño percance con una chica.- dijo Paul con voz adolorida mientras se acercaba lentamente, caminando un poco inclinado y con las piernas separadas.

  • Estas chicas, que malas son.- respondió la mujer esbozando una media sonrisa.- ¿Te encuentras bien? Si quieres lo dejamos para otro momento, parece que se te han inflamado los testículos.- continuó la decana mirando los genitales del chico, que colgaban pesadamente con un tamaño excesivo. El chico estaba bien dotado, pero ese tamaño era claramente antinatural.

  • No se preocupe, la hinchazón es de antes de la patada, llevo un par de días así....- respondió Paul llegando por fin a la enorme mesa tras la que se sentaba la decana.

  • Entiendo, toma asiento pues.

El chico rechazó la invitación, ya que el dolor de sus testículos sería peor si se sentaba.

  • Sé por lo que estás aquí. Pero te diré que ya hemos tomado las medidas oportunas y, por si no lo sabes, Tom atacó primero a las chicas.- se adelantó la decana yendo al grano.

  • Pero... no solo es por eso, estamos en una situación límite. Ahora mismo es imposible encontrar a un chico que no tenga los testículos dañados. Además ¿Sabe que la chica que me ha pateado antes de entrar era de primero? Ya ni siquiera respetan al líder de los chicos, están fuera de control.- expuso Paul con visible preocupación.

  • Con eso las chicas no hacen nada que no puedan hacer. Este es el funcionamiento de esta facultad y no veo que te quejaras los años que dominabais los chicos. ¿Qué quieres que haga?

  • No se.... podría prohibir los ataques a los testículos durante un tiempo, unos días al menos.- pidió el chico un poco molesto con las palabras de la mujer.

  • Eso nunca se ha hecho y no se hará.- respondió tajante la mujer.

  • Pero si ellas se han saltado su prohibición más importante, puede que nosotros nos saltemos la nuestra...- dijo el chico insinuando posibles violaciones.

    En ese momento la mujer se levantó de su silla de ejecutivo, sin decir una palabra, y con paso tranquilo pero firme rodeó la mesa hasta situarse frente a Paul, que la miraba intentando mantener el tipo. El rostro de la mujer, con expresión amenazadora, quedó a escasos centímetros del de Paul, que mantenía el pulso de miradas consciente de que sus palabras no le habían sentado bien a la decana. El chico, sin saber que decir, se dijo a sí mismo que la mujer se conservaba realmente bien, toda una belleza digna de haber conocido unos años antes.

Cuando el chico decidió disculparse y retirar su insinuación, la mujer se adelantó y atrapó los testículos de Paul con una mano. Él jamás esperaba algo así por parte de la decana, pensaba que su despacho era el lugar más seguro de todo el campus, donde no temer por su integridad física por un rato. Pero acababa de comprobar lo mucho que se equivocaba.

  • Por favor no lo haga, siento mucho lo que he dicho, no lo decía en serio, por favor, ya me duele mucho, no tiene porque hacerlo...- el chico encadenaba una frase tras otra a gran velocidad, sujetando con ambas manos el antebrazo de la mujer, muerto de miedo. Pero la mujer permanecía en silencio.

No estaba apretando, únicamente mantenía un agarre firme sobre los genitales del varón. Pero si antes caminaba con las piernas separadas porque el contacto con sus propios muslos aumentaba el dolor, la leve presión de la mano de la mujer hacía que el dolor empezara a subir hacia su vientre.

Paul siguió suplicando hasta que la mujer lo silenció con un severo apretón a la parte más blanda de su anatomía.

  • Espero que no hayas insinuado lo que creo, porque si creyera que hablas en serio ya te hubiera cortado estas dos endebles pelotas.- rompió la decana su silencio sin dejar de exprimir el punto débil del líder de los varones.

Paul gimió agonicamente y no pudo evitar inclinarse hacia delante, quedando con la cara sobre el hombro y el pecho de la mujer.

  • Si tú o cualquier otro chico toca a una chica, te aseguro que lo que haré con tus huevos hará que lo que le pasó a Tom quede en una anécdota. ¿Entendido?- continuó, al mismo tiempo que giraba bruscamente la muñeca, retorciendo las gónadas de Paul.

Paul no podía pensar, por su cabeza solo pasaba el temor por la posibilidad de que esta vez fuera la definitiva, la vez en que sus testículos no aguantaran más y los perdiera definitivamente.

Tras un segundo giro de muñeca, el chico se echó a llorar como un bebé sobre el pecho de la decana y tuvo que agarrarse a su cuerpo para mantener el equilibrio. El dolor era insoportable, de sus testículos emanaban oleadas de dolor que se extendían por todo su cuerpo. Le dolía el estómago, las piernas le flaqueaban, le costaba respirar, se sentía mareado y con nauseas.... era una larga lista de terribles síntomas a la que por desgracia cada vez estaba más acostumbrado. Estaba harto, harto de que su condición de hombre sea un lastre constante.

  • ¿Entendido!- repitió ella agitando la mano como si fuera a lanzar dos dados.

Paul respondió por fin para evitar que lo despojara de su virilidad en uno de esos giros, aunque su respuesta apenas se apreció entre los llantos y gemidos.

- Lo mismo pasará si cuentas algo de lo sucedido aquí.- sentenció

La decana consideró que el escarmiento ya era suficiente, por lo que apartó la mano de los reblandecidos genitales de Paul, que los agarró con sus manos y cayó al suelo a los pies de la mujer, pasando la cara por todo su cuerpo mientras descendía. Quedó en posición fetal a los pies de la mujer, llorando y retorciéndose patéticamente.

La decana llevaba años sin atacar a un hombre en los testículos y en ese momento se preguntaba por qué había dejado de hacerlo, ya que es una de las sensaciones más gratificantes que una mujer puede sentir. Ahora entendía por que las chicas no paraban de hacerlo.

- Los testículos son las bolas antiestrés de la naturaleza ¿No crees?- preguntó sin esperar respuesta de la hedionda masa de carne que se retorcía a sus pies.

  • Si no fuera tan ridículamente fácil y divertido dejaros K.O. con cualquier golpecito en los huevos tal vez las chicas dejarían de hacerlo.- le dijo dando un paso atrás para apoyarse sobre la mesa y encender un cigarrillo.

La mujer fumaba mientras miraba al destrozado chico agonizar en el suelo de su despacho, suplicando para que llamara a las enfermeras, pero esta ignoró su petición.

 

 

 

Mientras tanto, Chloe se dirigía a la enfermería para visitar a John, un antiguo amigo con el que se reencontró en la facultad y con el que ha empezado una relación.

Sus compañeros de habitación me dijeron que unas chicas lo atacaron y le hicieron bastante daño en sus partes. Espero que se recupere pronto porque estoy cachondísima.” pensó la chica.

Para su sorpresa, antes de llegar a la enfermería se encontró con John.

  • ¿Ya estás bien?- le preguntó Chloe.

  • Más o menos. Aún tengo algunas molestias pero al haber tantos chicos ingresados me han dicho que termine la recuperación en mi habitación.

Tras unos segundos caminando juntos en dirección a la habitación de John, Chloe no aguantó más y tuvo que sacar el tema de la castración de Tom, que era compañero de habitación de John.

  • Supongo que te has enterado de lo de tu amigo....

  • Claro, todo el mundo lo sabe. Esa puta de Susan se pasó tres pueblos.- respondió John visiblemente afectado.

A Chloe no le gustó el insulto, pero prefirió dejarlo pasar, ya que comprendía su enfado.

  • Él la atacó primero incumpliendo una norma principal. Le dio una patada en sus partes.- respondió Chloe excusando a su antigua líder.

  • ¿Y eso es excusa para apretarle los huevos hasta reventar y arruinarle la vida? ¿Sabes cuantas patadas en la entrepierna me han dado ya a mí?- replicó John.

    Chloe permaneció en silencio pensando una respuesta.

  • Esa furcia ha tenido suerte de que la expulsaran, si no iba a enseñarle yo lo que es bueno.- continuó el chico.

Chloe esbozó una sonrisa al oír el comentario del chico.

  • ¿De qué te ríes?- preguntó John al percatarse.

Entonces Chloe, que seguía caminando a su lado, alzó un poco el brazo y rápidamente lo echó hacia atrás con mucha fuerza, golpeando bruscamente los relajados testículos de John. El chico se detuvo a la vez que daba un quejido ahogado y se inclinaba para agarrar una vez más su maltratada entrepierna.

  • Primero, Susan es más fuerte que tú y segundo, no tiene dos pelotas hipersensibles colgando entre las piernas. Así que deja la prepotencia de macho para un lugar donde no estemos hartas de ver a tíos lloriqueando por los suelos. Es más, tu no serías capaz de vencerme ni a mí- le dijo Chloe con mucha seguridad.

John sentía la necesidad de demostrarle que se equivocaba, ya que no soportaba la idea de que su chica se crea superior a él. Pero en ese momento todos sus esfuerzos se centraban en mantenerse en pie, muy a duras penas.

  • Vamos, tírate ya al suelo a retorcerte, lo estás deseando.- le dijo Chloe con cara de satisfacción viendo sus piernas temblar y su cara de dolor.

Pero John tiró de orgullo y en un esfuerzo hercúleo apartó las manos de sus genitales y se enderezó.

  • ¿Crees que es tan fácil derrotarme? Ha sido un golpecito de nada.- dijo John haciéndose el duro.

Pero solo con escuchar su voz forzada Chloe sabía que mentía y que en realidad tenía mucho dolor. Pero la voz no era la única prueba de su triste engaño. El leve temblor de sus piernas, el abundante sudor en la frente y sobre todo su cara de esfuerzo eran indicativos de sobra.

Pero Chloe prefirió seguirle la corriente y ver si podía más su orgullo o el dolor, así que le dijo que lo acompañaría a su habitación para que pudiera descansar.

Chloe comenzó a caminar, pero cuando John dio el primer paso para seguirla, el contacto de su pierna con sus genitales aumentó bastante el dolor. Perdió el aliento y no pudo evitar inclinarse un poco hacia delante. “Solo te ha dado un puñetazo, no puede dolerte tanto”, se dijo a sí mismo mientras daba un segundo paso. Pero la realidad es que sus testículos no estaban del todo recuperados ni al salir de la enfermería, por lo que el dolor iba en aumento.

Chloe miraba de reojo hacia atrás con una sonrisa de oreja a oreja al ver el estéril esfuerzo del chico por disimular. Aceleró el paso intencionadamente, haciendo que fuera casi imposible para John seguirla. El dolor era insoportable, parecía que sus muslos estuvieran jugando una partida de pin-pon con sus pelotas, cada paso era un raquetazo.

Solo hay una cosa más patética que un hombre llorando por una patada en los huevos: un hombre aguantando inútilmente el dolor”, pensó Chloe viendo la rídicula escena.

John se sentía mareado y se le estaba nublando la vista, pero su enorme orgullo masculino le impedía reconocer que no aguantaba más.

Su andadura acabó cuando, ante el mareo y la vista nublada, no vio a una chica que pasaba por su lado y se tropezó con ella.

  • ¡Mira por donde vas, estúpido!- fue lo que oyó mientras aún intentaba enfocar la mirada.

Pero antes de conseguirlo, sintió la rodilla de la chica impactar con sus genitales. Los testículos de John ascendieron rápidamente hasta toparse con su hueso púbico, donde quedaron aplastados entre éste y la rodilla de la atacante. Antes de que la chica retirara la rodilla, él ya estaba cayendo al suelo.

De todos los golpes recibidos durante el tiempo que llevaba en la facultad, este es sin duda el de mejor ejecución. Y ni siquiera le había visto la cara a la chica, solo oía su risa y la de las que la acompañaban a la vez que caía al suelo.

En su cabeza solo había un pensamiento mientras sus manos se dirigieron instintivamente hacia la zona afectada: que no le haya reventado los huevos. El rodillazo perfecto unido al conocimiento de la castración de Tom, le hacían temer más que nunca por la integridad de sus partes nobles. Sentía verdadero pánico ante la posibilidad de acabar como su amigo.

Cuando por fin sus manos palparon su blando escroto y comprobó que ambos testículos seguían en su sitio, pudo respirar con relativa tranquilidad. Aunque el dolor era descomunal, por lo que se preguntó cuánto debe doler que te los rompan realmente.

  • Si no fueras tan orgulloso y te hubieras rendido antes ahora no estarías así.- le dijo Chloe con cara de decepción viendo la patética escena, sin imaginarse lo que estaba sufriendo John.

  • Ayuda....- le suplicó John al notar que su cuerpo estaba al límite.

  • John... siempre estás en la enfermería con los huevos destrozados y estoy cansada de cuidar de ti. Ni siquiera puedes darme placer. Creo que lo mejor será que lo dejemos. Lo siento.- se sinceró Chloe.

Él no tuvo oportunidad de responder, ya que el dolor iba en aumento y el mareo y las nauseas lo abordaron. Su cuerpo dijo basta y finalmente su vista se volvió negra, perdiendo completamente el conocimiento.

Con su líder en la enfermería, los chicos no sabían qué hacer. Muchos clamaban al cielo y exigían venganza contra las chicas, pero a la hora de la verdad ninguno se atrevía a hacer nada, pues Susan había dejado bien claro lo que pasa cuando se ataca a una chica en el año que ellas son las dominantes. Y ninguno quería correr la misma suerte que Tom.

Finalmente, uno de los chicos de último curso se decidió a actuar, Robert, que, como todos, estaba muy disgustado por la discriminación a la que las chicas los tenían sometidos. Por suerte llevaba varios días sin ser atacado, por lo que, estando al cien por cien físicamente, era el momento perfecto para actuar.

Su intención es atacar a una chica de primer curso que no suponga un gran problema y que tampoco lo identificara. Paseando un rato por los pasillos con la esperanza de que a ninguna fémina se le ocurriera divertirse a su costa, por fin localizó a su presa. Una chica rubia de aspecto inocente aunque de muy buen ver, era Chloe, que volvía a su habitación después de dejar a John en manos de las enfermeras. La persiguió durante unos minutos esperando que entrara al baño o algún lugar donde poder actuar.

Llevaba en la mochila (la única “prenda” que los chicos podían llevar) una máscara para ocultarse y una camiseta con la que amordazar a su víctima. Su intención era encerrarla y violarla hasta que perdiera el conocimiento. De esta forma devolvería a las chicas a la realidad demostrándoles lo que sucede cuando se agrede a un hombre y, por tanto, demostrando que no son tan invulnerables como se creen.

Pero de un momento a otro su plan se desmoronó. Lo adelantó una chica que se puso a hablar con Chloe. Era su prima Haley. Pero Robert no iba a rendirse tan fácilmente, por lo que aumentó un poco la distancia y continuó su observación, confiando en que las chicas se separaran tarde o temprano.

  • No te pares, he visto que hay un tipo detrás tuya desde hace un rato.- dijo Haley sin siquiera saludar.

  • ¿Qué?- dijo Chloe sin dar crédito a lo que oía.

La chica hizo intención de girarse para mirar, pero Haley lo impidió.

  • Escúchame, vamos a girar y a pararnos en esa esquina y en cuanto pase el chico le das una buena patada en los huevos.- explicó Haley.

  • ¿Estás segura? A ver si te vas a equivocar y voy a dañarlo sin motivo.- le respondió Chloe indecisa.

  • Créeme, conozco a ese tipo, si te está persiguiendo no es por nada bueno. Además, si lo pateas y estoy equivocada no pasa nada, tienes derecho a patearlo.- la convenció Haley – dale con todas tus fuerzas.- concluyó.

Dicho y hecho, las chicas giraron a la derecha en la siguiente esquina del pasillo y esperaron a que el chico apareciese. En cuanto Robert giró sintió el potente pie de Chloe aplastar sus testículos, apenas lo vio venir, ya que jamás hubiera esperado una trampa así. Dio un profundo quejido y acto seguido cayó de rodillas, agarrándose la entrepierna.

  • ¡Qué coño hacías persiguiendo a mi prima?- gritó Haley dándole un puñetazo en la cara.

Entre el dolor y la sorpresa por ser descubierto, Robert prefirió permanecer en silencio. Solo podía pensar en el enorme dolor testicular. Lejos de hacerse más resistentes con cada golpe, sentía que sus testículos se volvían cada vez más frágiles.

  • Está bien, tú lo has querido.- dijo Haley antes de patearlo en el pecho para tumbarlo bocarriba.

Robert apoyó las manos en el suelo para no golpearse la cabeza, pero inmediatamente las volvió a llevar a donde más le dolía. Pero Haley le agarró los brazos intentando llevárselos a la espalda.

  • Si te resistes pediré ayuda y será peor. Venga, separa las piernas.

Tras unos segundos de forcejeo, el chico aceptó la derrota, dejó que Haley lo inmovilizara y luego separó las piernas, temblorosas por el dolor de la patada. “Mierda, otra vez a la enfermería” pensó Robert.

  • Todo tuyo Chloe, era a ti a quien perseguía.

Esta vez Chloe no vaciló. Se agachó entre las piernas del chico, se fijó en la blanda masa de carne que le colgaba entre las piernas y sin previo aviso le dio un potente puñetazo. Y luego otro, y otro, hasta un cuarto. El chico gritaba de dolor con cada golpe y cerraba las piernas instintivamente, pero estas se topaban con el cuepo de Chloe, que se lo impedía.

A continuación, Chloe se levantó y se dio la vuelta. Pero cuando Robert pensaba que ya había acabado, Chloe alzó la pierna hacia delante y dio una coz hacia atrás con todas sus fuerzas. Con precisión milimétrica, su talón impactó con violencia en los testículos del varón.

Haley lo soltó, dejando que el pobre chico se desahogara por un momento sujetando sus maltrechos genitales, que ya acusaban la inflamación. Se retorcía en el suelo luchando por no echarse a llorar y perder la poca dignidad que le quedaba. Pero Haley no podía irse sin participar en el castigo.

  • Ahora me toca a mi, sujétalo, prima.

  • Por favor... ya es suficiente...- suplicó Robert.

  • Cállate! Será suficiente cuando nosotras digamos.- le dijo Haley intercambiando la posición con Chloe.

  • Pero tranquilo, yo soy más buena que Chloe, solo quieroayudarte.- continuó la chica hablando ahora con dulzura, mientras separaba las piernas del chico y le pedía que apartara las manos.

Cuando tuvo los testículos de Robert en su poder, los acarició y manoseó con gracia.

  • ¿Has pensado alguna vez en los problemas que te ha dado tener genitales externos? Seguro que sí. Estas bolas tan blanditas aquí colgando se te pueden agarrar y apretar, retorcer y hasta tirar de ellas.- dijo en tono dulce mientras apretaba, retorcía y tiraba de los testículos del chico, que no lo soportó más y se echó a llorar pidiendo clemencia.

  • No te pongas así hombre, si tengo aquí algo que acabará con estos problemas sin necesidad de cortarte los huevos.

Entonces Haley sujetó firmemente los testículos de Robert y tiró un poco de ellos, separándolos del cuerpo. Luego, con la otra mano sacó un pequeño bote de su estuche. Tanto Robert como Chloe se preguntaban qué era.

Cuando el chico se dio cuenta de que era un fuerte pegamento de contacto, le preguntó cuál eran sus intenciones e inmediatamente le pidió que no lo hiciera.

  • Créeme, me lo agradecerás.- le respondió Haley con una sonrisa.

Haley apartó el tapón con la boca, vació medio bote en el interior del muslo izquierdo del chico y rápidamente apretó los testículos contra el muslo. Unos segundos después apartó su mano, dejando los huevos del chico totalmente pegados a sí mismo. El potente pegamento provocaba ardores en la sensible piel del escroto de Rober, que contemplaba horrorizado lo que le había hecho.

  • Perfecto, eres el tío con los huevos más protegidos del campus.- dijo Haley entre risas.

Pero la generosidad de Haley no tenía límites y gastó el resto del bote de pegamento sobre el flácido pene de Robert, que suplicó impotente mientras la chica lo levantaba y pegaba a su pelvis.

  • No te recomiendo que te empalmes, no vaya a ser que te quedes sin pellejito. - volvió a bromear Haley.

Para poner fin a su obra, le dio un puñetazo a los testículos del chico, aplastándolos contra su propia pierna. Cuando las chicas se apartaron, Robert se dobló queriendo agarrar sus testículos, hinchados y muy doloridos, pero solo podía palparlos sobre su pierna. Intentó despegarlos, pero pronto se dio cuenta de que era imposible.

Las chicas no podían parar de reir viendo al impotente y humillado chico.