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De vacaciones con las primas del pueblo

en Sadomaso

Fran es un joven de 21 años al que sus padres prácticamente han obligado a pasar parte de las vacaciones de verano en el racho de su tía, ya que ellos se iban de viaje romántico y no querían dejarlo solo. A él no le apetecían nada unas vacaciones rurales, pero su madre insistió en que viera a su tía y sus primas después de tantos años.

Cuando llegó al enorme caserío lo recibió su tía Luisa con alegría desbordada.

-          ¡Madre mía como has crecido, sobrino, estás hecho un hombretón! – le dijo dándole dos besos en la cara.

-          Han pasado casi diez años… - dijo él.

-          Claro, pero se te ve muy fuerte, desde que tu tío y yo nos divorciamos se echa en falta un hombre por aquí.

-          Yo te ayudo en lo que haga falta. – se ofreció él.

-          Claro, pero hoy no es día para eso. Tus primas están deseando verte. CHICAAAAASS!!! – gritó la tía dejando a Fran casi sordo.

De un largo pasillo apareció una chica caminando rápidamente, directa hacia Fran. Cuando lo abrazó, el chico confirmó lo que estaba pensando al verla venir: su prima estaba buenísima. En su pecho sintió las grandes tetas de la chica.

-          ¿Elena? – preguntó él.

-          NOO, yo soy Andrea. – respondió ella riéndose.

Andrea era la hermana menor, de 17 años, pero tenía un cuerpo tan formado que Fran la había confundido con su hermana de 19. Le pareció tan guapa que se lamentó de que fueran familia.

-          ¿Dónde está tu hermana? – preguntó Luisa.

-          Elena está con el cerdo revoltoso.

-          Ahh pues lleva a tu primo a ver si os da tiempo de ver el espectáculo, aunque no creo que le guste….

-          No, dudo mucho que lo disfrute. – respondió Andrea con una sonrisa llevándose a su primo.

Cuando llegaron, Elena estaba de espaldas a ellos, en un pequeño recinto a solas con un enorme cerdo y con un cuchillo al rojo vivo en la mano. Aunque en lo que más se fijó Fran fue en su perfecto culo, que destacaba a pesar del vaquero que llevaba y hacía intuir a Fran que se trataba de otro bellezón. Pensó que al menos tendría buenas vistas durante su estancia.

-          Hermana, ya…. – la llamó Andrea para informarla de que había llegado su primo.

-          Espera! – la interrumpió Elena.

Luego se acercó lentamente al cerdo, que, como si oliera sus intenciones, intentó huir. Pero la chica no estaba dispuesta a permitírselo y, como una fiera, se lanzó sobre el animal. Fran hizo el amago de entrar a ayudarla, pero Andrea le cogió el brazo y le negó con la cabeza.

El chico pronto comprendió que no necesitaba ayuda, ya que su prima inmovilizó con sus propias manos y piernas al cerdo e inmediatamente hizo lo que Fran había intuido: le agarró los testículos y con el ardiente cuchillo se los cortó de raíz. Fran puso cara de dolor y sin darse cuenta se agarró sus propias bolas con ambas manos, ya que no pudo evitar ponerse en el lugar del pobre animal, que gritaba ahora más que nunca.

Andrea se echó a reír viendo la reacción de su primo, que cuando la vio mirándolo apartó rápidamente las manos e intentó recuperar la compostura. Luego observó como su prima curó la herida con tranquilidad, sin querer molestar (no vaya a ser que le haga lo mismo a él).

Cuando la chica de 19 años acabó, se giró y se dio cuenta de que Fran estaba allí y por su cara supo que lo había visto todo.

¿Primo? ¡Cuánto tiempo! – dijo acercándose a él con el escroto del cerdo en la mano y dándole un abrazo.

Él también la abrazó, aunque no le hizo mucha gracia que lo manchara de sangre. Aún seguía impresionado por lo que su prima había hecho, pero aún así no pudo evitar pensar en que Elena estaba aún más buena que su hermana menor. A pesar de la ropa de trabajo y la sangre, le pareció una modelo bastida con ropa de campo, era casi tan alta como él, con una talla 100 de pecho y una cara preciosa. No las recordaba así y las esperaba totalmente distintas.

-          ¿Te ha gustado lo que he hecho, primo? – preguntó Elena.

-          Deberías haberle visto la cara, se agarró hasta los suyos. – dijo Andrea riéndose y haciendo reír a su hermana.

-          Es lo que hacemos aquí con los chicos malos. Así que pórtate bien si no quieres que te hagamos lo mismo. – bromeó Elena.

-          Conmigo no te sería tan fácil. – respondió él también bromeando intentando que no se notara lo incómoda que estaba siendo esa conversación.

-          ¿Estás seguro? – respondió ella sujetando el escroto casi por el corte y dándole vueltas a los testículos a toda velocidad como un molinillo.

-          No me arriesgaré a comprobarlo. – respondió él siguiendo con la broma sin llevarlo a una discusión.

Tras el extraño reencuentro, cansado y manchado de sangre, Fran fue a darse una ducha. Aunque el baño no pudo sorprenderle más, era enorme, con una valla de madera a través de la que se accedía a cuatro duchas en una pared sin ninguna separación, tal y como ocurre en muchos gimnasios. Era claramente una cuadra reacondicionada.

“Al menos aquí no hay tíos mirándote la polla de reojo”, se dijo entrando y metiéndose bajo una de las duchas. “Y hay agua caliente”. Para su sorpresa, antes de comenzar a enjabonarse oyó a alguien entrar, era su prima Elena, que para su sorpresa se estaba desnudando.

-          Estoy yo prima, ¿No me has visto? – dijo él dándole la espalda para que no se le viera nada.

-          Claro que te he visto. – dijo ella terminando de desnudarse

-          Pues espera a que acabe, no?

-          No seas tan cortado, estamos en la naturaleza, estoy acostumbrada a ver pollas y huevos. – dijo ella abriendo la puerta de madera y entrando a las duchas.

-          Ya pero yo no…. – dijo él totalmente avergonzado y manteniéndose de espaldas a ella, que se había colocado en la ducha de al lado.

-          No sé cómo puedes ducharte con agua caliente en verano, yo la prefiero fría. – dijo ella abriendo el grifo.

Fran tuvo que girarse, eso sí, con las manos tapando sus vergüenzas. Entonces quedó perplejo. Elena estaba de cara a él, con una mano apoyada en la pared y la imagen del agua resbalando por su cuerpo dejó a Fran boquiabierto. Se quedó embobado mirando como el agua mojaba sus pechos, en los que el frío hacía erectar sus pezones. Seguía bajando hasta mojar su coñito totalmente depilado (es evidente que se había depilado para su llegada, pensó) y bajando finalmente por sus largas piernas.

-          ¡Primo! – exclamó ella al ver que de entre sus manos se escapaba un pene totalmente erecto.- Soy tu prima. – le dijo al enmudecido chico.

-          ¿Mi prima? Tu has venido a calentarme. Y lo has conseguido. – dijo acercándose lentamente a ella, cachondo perdido.

-          ¿Quieres ensartar a tu propia prima con esto? – dijo ella agarrándole el pene con una mano.

Fran se retorció de placer. Elena lo miraba seductoramente, aunque él tenía la mirada clavada en sus preciosas tetas. El chico no perdió el tiempo y puso sus manos en la cinturita de su prima, aunque pronto la mano izquierda bajó hasta su trasero y la derecha subió hasta las tetas, con las que hizo lo que quiso.

            Ella siguió acariciando el pene y con la otra mano hizo lo propio con los testículos, demostrando que, además de cortarlos, también sabe darles placer.

-          ¿Qué pasaría si ahora entrará mi madre? – susurró Elena.

-          Me da igual. – respondió Fran.

Luego cerró los ojos y acercó su rostro lentamente al de Elena hasta que encontró sus carnosos labios. Sus lenguas se entrelazaron mientras sus manos seguían trabajando, las de ella subiendo y bajando el prepucio lentamente y amasando los testículos con delicadeza. Las de él, recorriendo despacio la totalidad del cuerpo femenino.

            Sin embargo, de un momento a otro el sueño de Fran se convirtió en pesadilla, porque su prima levantó la rodilla impactando brutalmente con los testículos que un segundo antes acariciaba. Pudo sentir el gemido de dolor dentro de su boca y cómo la lengua de su primo se paralizaba. También pudo notar como el pene empequeñecía en su mano. Los ojos de Fran la miraban perplejos, sin separar su boca de la de Elena, totalmente en shock, con la duda de si había sido intencionado o un accidente y la esperanza de que no haya sido tan fuerte como le había parecido.

            Fran permaneció dos largos segundos en shock a la espera del retardado dolor, pero cuando este comenzaba a aparecer, Elena confirmó su intencionalidad repitiendo el rodillazo con idéntica fuerza, aunque a él le pareció diez veces superior. Por fin reaccionó, aunque solo para desplomarse en el suelo encharcado con un profundo y agónico gemido.

-          Eres un degenerado, lo que ibas a hacer con tu propia prima es asqueroso. – le dijo Elena.

Él quería insultarla o pedirle explicaciones, pero de su boca solo salían quejidos por un dolor que nunca antes había sentido y que además de en los testículos, subía por el vientre.

-          Mi madre siempre diciendo que aquí hace falta un hombre, pues no sé para qué, si no he visto cosa más patética en mi vida. – dijo Elena enjabonándose con tranquilidad.

Fran la miraba fascinado por su cuerpo, pero estaba totalmente inutilizado como hombre.

-          Eso no se hace …. – dijo entre gemidos pasados unos minutos.

-          Es precisamente lo que hay que hacerles a los machitos como tú. – dijo ella aclarándose.

-          Te arrepentirás…. – amenazó Fran desde el suelo.

-          Tu inténtalo, estaré encantada de hacerte lo mismo que a los cerdos. – advirtió ella sonriente mientras se secaba.

-          ¿Necesitas ayuda? – preguntó antes de salir de la ducha.

-          Vete a la mierda. Me has destrozado las pelotas…. – le recriminó enfadado.

-          En serio, ¿Quieres que llegue alguien y te vea así? Andrea te admira, si te ve así…. No seas rencoroso, primo. Perdóname, ha sido solo una pequeña lección. Hagamos las paces, yo te curo los huevecitos si hace falta, Vale?- dijo ella cariñosamente.

-          Está bien, pero te has pasado, me duele muchísimo. – dijo el resignándose y aceptando la ayuda.

-          Lo siento, ya sabes, como nosotras no tenemos huevos no sabemos lo que duele. – se disculpó ayudándolo a levantarse.

El chico apenas podía mantenerse en pie con la ayuda de Elena, que le dio su toalla para que se secara mientras lo sujetaba. La chica no podía dejar de pensar en lo patético que veía a su primo, que le temblaban las piernas y no dejaba de quejarse. Aunque lo más patético que le parecía era que haya vuelto a picar. Cuando Fran se puso la toalla en la cabeza para secarse el pelo, Elena se echó hacia atrás y, aprovechando la apertura de piernas y la inclinación de su primo, le dio un puñetazo ascendente a los desnudos y doloridos testículos de Fran.

Sintió en la palma de su mano ambos testículos, que ascendían cediendo ante la femenina mano.

            Esta vez su primo hincó rodillas automáticamente, se agarró de nuevo su punto débil y volvió a retorcerse por el suelo gimiendo de dolor. Elena no podía parar de reír viendo su cara totalmente desencajada y casi se mea encima cuando su primo no aguantó más y rompió a llorar como una nena (o mejor dicho como un nene).

-          Cómo puedes ser tan inocente. – dijo entre risas saliendo de las duchas y comenzando a vestirse.

Finalmente, tras disfrutar de la debilidad masculina unos minutos más, se marchó dejando allí a Fran, desnudo, llorando, muerto de dolor y totalmente humillado. No sin antes dejar una clara advertencia:

-          Si mi madre se entera de esto esta misma noche te corto los huevos y esa ridícula polla. Y recuerda que aquí las habitaciones no tienes pestillo. – sentenció cerrando la puerta.

             Una vez solo, Fran se desahogó totalmente esperando que el dolor disminuyera para poder irse, pero antes de que eso pasara apareció Andrea dispuesta a ducharse. Él se quedó callado esperando que por un milagro se marchara y no lo viera así, pero ella comenzó a desnudarse y cuando estaba en ropa interior se dio cuenta de que había alguien tirado en el suelo bajo una ducha, su primo Fran!

            Entró rápidamente a ayudarlo pensando que había resbalado, pero al instante se dio cuenta de lo que le pasaba. En posición fetal, llorando y con las manos en la entrepierna solo podía significar una cosa.

-          ¿Qué te ha pasado? – preguntó arrodillándose junto a la bola de carne mojada que era su primo, que no quiso decir nada, aunque sí se fijó en las transparencias del sujetador de la chica, que dejaba poco a la imaginación.

-          Ha sido ella ¿verdad? – dijo Andrea.

-          ¿Ella?

-          Mi hermana. Le encanta golpear a los tíos en las partes blandas. El año pasado mandó al hospital al hijo del vecino de una patada ahí. Nos denunció y todo porque casi pierde un… ya sabes, un testículo. – dijo ella un poco avergonzada por la situación.

Fran no se había planteado la idea de perder uno o incluso ambos testículos, pero las palabras de Andrea unidas al insoportable dolor lo horrorizaron. Rápidamente separó las piernas y apartó las manos sin importar que su prima viera sus partes, solo le importaba el estado de sus testículos.

-          ¡Oh dios mío! Se me han hinchado – exclamó con el rostro desencajado mirando sus ahora enormes y amoratados testículos y echándose a llorar de puro miedo.

La expresión de la chica de 17 años, que no tuvo pudor en mirar los genitales de su primo, también fue de sorpresa.

-          No están tan mal, primo. Yo vi los del vecino y los tenía mucho peor. – lo consoló Andrea. En realidad ni siquiera había visto los del otro chico, pero intentaba tranquilizar a su primo.

Pero la ayuda de Andrea no se quedó en palabras, también lo ayudo a levantarse como pudo, a secarse y a vestirse. Aunque sus intenciones eran buenas, Fran mantuvo la guardia en todo momento y siempre que pudo tuvo una mano en la entrepierna, ya que tenía la duda de que Andrea fuera tan mala como Elena y se tratará de algún truco.

            Luego le sugirió decírselo a su madre para que lo llevara al médico, pero este se negó rotundamente. Andrea pensó que lo dijo por orgullo (que también) pero sobre todo fue por la amenaza de Elena.

Así pues, la menor de sus primas lo ayudó a llegar a su habitación y le llevó una bolsa de hielo para sus inflamados testículos.

-          Si mañana no estás bien tendrás que ir al médico, de acuerdo? – dijo ella antes de marcharse, conocedora de que Fran podía tener graves problemas en semejante zona de su anatomía.

-          Vale…. Gracias por todo prima, siento que hayas tenido que verme así. – dijo él tumbado en la cama manteniendo la fría bolsa en la entrepierna.

-          No te preocupes, si algo me ha enseñado mi hermana, es lo delicada que es esa parte de los chicos. Es normal que estés así. – dijo Andrea antes de marcharse.

El hielo pareció aliviar el dolor, pero cuando llegó la hora de cenar los testículos del joven seguían hinchados y aún le dolían muchísimo. Llegar a la mesa disimulando el dolor fue toda una odisea, pero por suerte su tía estaba ocupada acabando de cocinar, porque sus primas notaron fácilmente su terrible malestar, lo que hizo reír a Elena.

            Para colmo su cena fueron criadillas, concretamente las dos del cerdo que Elena había capado esa tarde. Como no, fue idea de ella.

-          Para el hombre de la casa. – dijo su tía sirviéndole el plato.

-          Eso es lo que le hace falta. – bromeó Elena.

Al fin acabó ese asqueroso día, pero la noche tampoco fue la mejor para Fran, que apenas pudo dormir por el dolor y cuando lo conseguía, al poco tiempo se despertaba agónicamente porque sus piernas lastimaban sus hinchados testículos.

            Por suerte cuando despertó se encontraba mucho mejor, aunque cualquier contacto escrotal lo hacía ver las estrellas, pero por lo menos podía caminar con normalidad para no darle a Elena la satisfacción de verlo sufrir.

            La calma duró hasta que a su tía se le ocurrió la idea de enseñarlo a montar a caballo. Fran intentó negarse, pero ante la insistencia de su tía y, como no, de Elena, no tuvo más remedio que hacerlo. Con él se subió Elena para “enseñarlo”.

-          ¿Cómo están mis colgantes amigos? – le susurró al oído desde atrás.

-          Ya estoy bien, no pienses que un golpe en los huevos dura tanto como la regla. Y que sepas que no te he dado tu merecido porque soy un caballero. – respondió Fran orgullosamente.

Sin embargo Elena sabía que mentía y, aprovechando que su primo agarraba las riendas y que su madre y su hermana se habían quedado atrás, bajó sus manos desde el estómago de Fran y las introdujo en sus pantalones.

-          Mmm esto sí parece estar bien. – le susurró acariciando el pene completamente erecto del chico, que a pesar del enorme placer, sentía muchísimo miedo.

-          A ver los huevecitos si están tan bien…. – continuó Elena bajando sus manos hasta los testículos, cogiendo uno con cada mano.

Solo con sentir los dedos el dolor aumentó. Por suerte su prima no podía verle la cara, pero al moverlos y tocarlos juguetonamente al chico se le escapó un gemido que delató su dolor.

-          Uyy eso no ha sonado a estar muy bien, además creo que ayer no los tenías tan gordos. – dijo Elena, que había notado la hinchazón.

-          Está bien, todavía me duelen un poco, lo reconozco. Así que suéltame de una vez. – pidió él reconociendo su malestar.

-          Claro primo, YO no voy a hacerte más daño en tus delicados huevos. – dijo ella sacando las manos del pantalón de su primo.

Antes de que Fran pudiera preguntar a qué se refería, su prima le cogió las manos y le hizo hacer un gesto con las riendas para que el caballo acelerada. Cuando el caballo empezó a galopar, el inexperto jinete botó varias veces, golpeando repetidamente sus maltrechos testículos contra el animal. Elena se había encargado de sujetarle las manos y de inclinarlo un poco hacia delante para asegurar que los golpes eran justo donde quería.

-          Ups! Creo que se te han hecho una tortilla. – le susurró Elena cuando el caballo se detuvo.

Fran cayó lentamente hacia un lado, totalmente destrozado, menos mal que Elena se apiadó de él y lo sujetó mientras caía para que no se hiciera más daño.

-          Hay que sentarse con el culo, sobrino, los huevos son para otra cosa. – le dijo su tía Luisa al darse cuenta de lo sucedido.

Pero pronto se dio cuenta de que el chico no estaba para bromas, ya que no podía levantarse ni articular palabra. El dolor volvió a niveles del día anterior y las lágrimas brotaban solas de sus ojos.

-          Se ha hecho mucho daño. – dijo Andrea, conocedora de que los problemas de su primo se debían a algo más que a esos botes.

La mujer se asustó viendo el malísimo estado de su sobrino, que no dejaba de llorar y ni hacía el intento de levantarse. Luisa se puso en lo peor y decidió comprobar si su sobrino seguía siendo un hombre completo. Pero Fran se negó.

-          No tengas vergüenza, no voy a ver nada que no haya visto ya, y tus primas no van a mirar… chicas, daos la vuelta. – ordenó la mujer para convencer a su sobrino.

Elena y Andrea obedecieron, pero en cuanto su madre desnudó a su primo volvieron a girarse. A Luisa le alegró ver los dos testículos en su lugar, pero le sorprendió que estuvieran amoratados y estaba casi segura de que estaban inflamados, porque el pene se veía desproporcionadamente más pequeño.

-          Uff que mala pinta…. – dijo Elena con cara de dolor.

-          Os he dicho que no miréis. Y no digas eso que lo vas a asustar más. – dijo Luisa.

-          No llevaba calzoncillos. – dijo Andrea, que sabía que su primo no se los había puesto porque le provocaban dolor.

-          Es verdad. Debiste haberte puesto, a los hombres les recomiendan ropa interior ajustada para montar. Debí habértelo dicho, pero como tus primas nunca han tenido ese problema no me he dado cuenta. – dijo su tía achacando el estado del chico a su la nula sujeción genital.

Rápidamente lo llevaron al único médico del pueblo, una mujer de unos cuarenta años que atendía en su casa con la ayuda de una chica del pueblo estudiante de enfermería.

-          ¿Qué le pasa a este hombretón? – dijo la doctora al ver a las tres mujeres cargando al chico.

-          Un problema de hombre, precisamente. – dijo Luisa.

-          Se ha aplastado los huevos montando a caballo. – intervino Elena con una sonrisa mientras lo tumbaban en la camilla.

La doctora lo desnudó y le pidió a su ayudante que le agarrara las rodillas para mantener las piernas separadas.

-          Más que montando parece que le han dado una coz. – dijo la joven enfermera mirando los destrozados testículos.

Fran se moría de vergüenza estando desnudo ante cinco mujeres, tres de las cuales pensando que sus testículos son tan frágiles que han acabado así únicamente por montar a caballo.

Y la situación empeoró aún más cuando la doctora le palpó los testículos para comprobar su estado. El chico intentó mantener el tipo, pero el dolor era insoportable y acabó suplicando que lo soltara. La enfermera se tuvo que emplear a fondo para mantener sus piernas separadas. La cara de las mujeres era de pura lástima, menos la de Elena, a la que no se le borraba la sonrisa.

            Todo ese sufrimiento y vergüenza para que le recetara un antinflamatorio y reposo. Al menos la doctora no encontró nada grave en sus testículos, aunque por su aspecto y el enorme dolor, Fran no sabía si fiarse demasiado.

            Los dos siguientes días los pasó literalmente en la cama, siendo cuidado y consolado por su tía y su prima Andrea, escuchando las burlas de Elena sobre lo patéticos que son los hombres, y llorando cuando estaba a solas por el insoportable dolor.

-          ¿Quieres que te ayude a ducharte? – le preguntó su prima Andrea al tercer día, ya que Fran llevaba varios días sin ducharse por su incapacidad

-          No, puedo hacerlo solo. – dijo él.

-          Pero si no puedes ni ponerte en pie. Solo te lo decía porque mi madre está pensando en hacerlo ella y sabes que no aceptará un no por respuesta.

Así pues, Andrea lo llevó a las duchas prácticamente a rastras y una vez allí lo ayudó a desnudarse.

-          Parece que estás mucho mejor. – dijo ella cuando le bajó los pantalones y los genitales de Fran quedaron frente a su rostro.

-          ¿Tú crees? Me sigue doliendo muchísimo.

Con su primo en bolas, ella comenzó a desnudarse también.

-          ¿Qué haces? – preguntó él muy sorprendido.

-          No voy a mojarme la ropa, además, yo te he visto en bolas varias veces, no me importa que ahora me veas tú a mí. – dijo ella terminado de desvestirse.

Fran no quería mirarla, pero se le iba la vista y, por primera vez, deseó haber quedado impotente por los golpes recibidos. Pero cuando su prima lo sujetó para ayudarlo a entrar en las duchas y sus cuerpos desnudos se tocaron, el pene del chico creció de inmediato.

-          Lo siento. – se excusó él muy avergonzado.

-          No te preocupes, para mi esta es mejor vista que la anterior. – dijo ella mirando disimuladamente la entrepierna de su primo.

Una vez mojados, la chica agarró un bote de gel y comenzó a vaciarlo sobre los hombros del chico. A continuación, Andrea lo extendió lentamente por el pecho y los brazos de Fran, que estaba deseando tocarla también, pero después de lo que le pasó cuando se insinuó con Elena, esta vez no se atreverá.

            Por suerte para él, su prima le entregó otro bote de gel y le guiño un ojo. Él no perdió el tiempo, vació el bote sobre su prima, y decidió que la primera parte que lavaría serían sus preciosas tetas. Les sacó brillo lentamente acariciando cada centímetro de ambas mamas. Andrea sonreía viendo lo cachondo que estaba.

            La chica tomó la iniciativa y echó un chorro de gel sobre el erecto pene de Fran y comenzó a acariciarlo con ambas manos, lentamente. La tocaba desde la punta a la base una y otra vez, sin subir nunca el prepucio, aumentando poco a poco la velocidad.

            Él no se quedó atrás y la complació bajando una mano hasta lo más íntimo de su ser. Introdujo el dedo corazón entre los labios exteriores de su vagina, jugueteó un poco con los internos y, finalmente, acarició su clítoris con suavidad, una y otra vez, haciéndola gemir levemente

            Andrea, sumida en el placer, se atrevió por fin a darle consuelo a los maltratados testículos. Fran sintió sus deditos cerrarse sobre su escroto y luego las yemas de sus dedos bajando de arriba a abajo. Fue un gesto delicado pero provocó dolor al joven, que gimió y se inclinó apoyando la frente sobre el hombro de Andrea.

-          ¿Quieres que pare? – preguntó preocupada.

-          No…. – se negó Fran, que a pesar del dolor no renunciaba al placer que estaba recibiendo.

Luego bajó su rostro hacia el pecho de su prima y comenzó a besarlo, lamiendo y succionando sus pezones y agitando su cara entre ambas tetas.

Con la aprobación de su primo, Andrea, siguió masajeando los colgantes órganos, pero Fran cada vez dejaba más peso sobre ella y sus piernas se iban separando. Así que decidió darle al dolorido chico una posición más cómoda: bajó su mano lentamente para ponerlo de rodillas y después, sin soltarle los huevos, lo tumbó con la espalda en el húmedo suelo.

            La chica soltó los testículos y comenzó a acariciar lentamente el pene de Fran, a continuación, bajó su rostro mientras miraba a su primo a los ojos y le besó el escroto. Ambos se sonrieron. La sonrisa del chico se esfumó cuando Andrea succionó su testículo izquierdo bruscamente. Ella notó el malestar del chico, pero esta vez lo ignoró y succionó el otro testículo.

Miró hacia arriba y vio a su primo con gesto de dolor y miedo, replanteándose las buenas intenciones de su primita. Pero Andrea volvió a convertir el dolor en placer lamiendo los testículos que tenía en su boca y aumentando la velocidad de la paja.

Al poco tiempo, la chica escupió las bolas de Fran y llevó la lengua a su falo, el cual lamió despacio hacia arriba hasta llegar a la altura del frenillo, donde permaneció unos largos segundos. Fran se retorcía de placer cuando se metió el pene entero en la boca y empezó a subir y bajar la cabeza mientras seguía lamiéndolo.

Al mismo tiempo volvió a acariciarle el escroto con una mano, algo que Fran hubiera preferido que no hiciera, ya que al estar concentrada en la mamada, estaba siendo un tanto brusca con los doloridos testículos. Aun así él no se atrevió a decirle que le estaba haciendo daño y se concentró en el placer que estaba recibiendo en el pene, aunque sabía que en cuanto el anestesiante gozo terminara, volvería a sentir un dolor terrible en las pelotas.

De todos modos, Andrea no le amasaba los huevos para darle placer a él, sino para el suyo propio, ya que estaba enganchada al tacto de los blandos y delicados órganos.

No pasó demasiado tiempo hasta que la respiración del chico se aceleró y, tal y como esperaba Andrea, los chorros de semen empezaron a brotar hacia su boca. Pero la chica no se detuvo hasta que el cálido líquido cesó de salir, alargando el orgasmo de Fran todo lo que pudo.

Cuando acabó se tragó el semen y se abrazó a su primo, que estaba totalmente exhausto, sin dejar de acariciar sus vacíos testículos mientras el agua seguía cayendo sobre ambos.

Al final, después de tanto dolor, vergüenza y humillaciones, su prima Andrea había hecho que el viaje mereciera un poco la pena, o al menos eso pensó Fran hasta que el disfrute del orgasmo desapareció y volvió el terrible dolor testicular.