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Sandra Erótica (7) La llamada de Nohemí

en Confesiones

7.

-¿Bueno?

-¿Nohemi?...

-Si…  ¿Qué pasó? ¿Cómo estás?

-Nohemí, necesito que me digas algo…

-¿Estas fumando?

-Si… pero te vale madre… necesito que me respondas…

-¿Estas fumando?...  ¿Cómo que me vale madre? ¡Qué te pasa!

-Nohemí… ¿Estas embarazada?

-… (silencio) – Incluso escucho que deja de respirar y no sé porqué también sé que ha dejado de caminar – Luego de un largo silencio escucho - ¿Qué?...

-Nohemí… Contestame… ¿Estas embarazada?

-Quién te lo dijo – Y su respuesta hace que una oleada de calor me suba desde las rodillas hasta la cabeza. Por primera vez entiendo el concepto “un hoyo en el estómago”. No es la respuesta que esperaba. Yo quería escuchar un NO rotundo y convincente.

-Nohemí… ¡Estás embarazada!

-Ahorita no puedo hablar – responde después de otro largo silencio – estoy con mi mamá comprando y no puedo…

-¡Déjate de pendejadas chingada madre! ¡Responde Si o No!

-… Si

-¿Y no es mío verdad?

-No… bueno… No lo sé… ahorita no puedo hablar… te marco al rato…

-¡Como que no lo sabes pendeja! ¡Te estás acostando con otro ¿Verdad pendeja?! ¡Te has estado tirando a otro y ahora estás embarazada! ¡Y me dices no lo sé!... ¡Chinga tu madre puta! ¡Eres una hija de la verga pinche puta!!! … ¡Dime el nombre de su papá! Dime el nombre del que te estás tirando pinche pendeja!!!!...

El celular responde con el tono de línea ocupada. Estoy hablando solo. Todo mi ser tiembla y por primera vez en la vida tengo ganas de aventar el celular con todas mis fuerzas hacia la pared. Estalla haciéndose añicos.  Un segundo después me arrepiento… Puto celular me costó carísimo.

Tocan a la puerta. Es Sandra que quiere saber qué pasa, quiere que le abra.  No quiero, no quiero ver a nadie, no quiero saber de nada ni de nadie. Quiero llorar sólo y quiero borrarlo todo.  Termino en posición fetal en el piso recargado en la puerta. Algo se muere dentro de mí y no puedo hacer nada por evitarlo.  Todo se muere, todo se acaba.

Cuatro horas después reacciono porque escucho el roce de la ropa de Sandra contra la puerta.  Me he perdido en pensamientos miles y me he quedado exhausto.  Del otro lado de la puerta está Sandra, imagino igual que yo, con sus propios demonios y condenas.  Ha estado todo este tiempo detrás de la puerta, la he sentido, he oído su respiración y su llanto.  Ha sido compañía ajena, lejana pero presente.  He dormitado por ratos pero sueño que caigo en un abismo y me despierto asustado.  Entonces siento de nuevo el dolor en el estómago y en el pecho y vuelvo a lloriquear hasta que caigo noqueado. Luego vuelvo a soñar y todo vuelve a empezar.

Estoy exhausto.  Muevo mis articulaciones que crujen como si nunca las hubiera usado.  Estoy verdaderamente cansado.  Me arrodillo y giro el pomo de la puerta quitándole el seguro. Jalo la puerta un poco y Sandra casi cae de espaldas. También se había quedado dormida. Se despierta y me mira – Vámonos a dormir – le digo y sin ponerme del todo de pié me arrastro como puedo hasta la cama.  No la miro pero ella al instante se desliza al lado mío. Me abraza. Nos abrazamos y lloramos juntos el resto de la noche.   

Nota del Autor:  La continuación del relato, el capítulo 8 está aquí, en la otra página de todorelatos. 

http://www.megarelatos.com/relato/81/