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Así empecé a cogerme a mi cuñada (1).

en Amor filial

Cómo empezó todo esto??

No lo sé… bueno, si sé cuándo y cómo empezamos, eso lo recuerdo perfectamente. Es sólo que han pasado ya tantas cosas que no sé por dónde empezar. 

Tal vez deba empezar por el concierto… Si, el concierto es la llave.  Ahí perdí, ahí perdimos.  Déjame recordar…

Si… Bere se apunta para ir con nosotros casi de último momento.  No hay ningún problema por incluirla, los lugares no estan asignados, el concierto es en una explanada.  En total vamos seis personas: dos amigos míos, Bere, su hermana, el novio de la hermana y yo…  Es un concierto que, mis amigos y yo, hemos esperado años, y al parecer no somos los únicos.  Se esperan 20 mil personas en una explanada en el centro de la ciudad.   El sistema de transporte  colapsa.  Hay que caminar muchas cuadras y hay que llegar, para apartar lugar, muchas horas antes.  

Todo tranquilo. A mis 25 años, he ido a muchos conciertos así.  Vamos bien preparados. Convivencia rica pre-concierto, algunas chelas y nada que contar.  Pero cuando sale el grupo al escenario todo se va al carajo.  La masa humana se avienta hacia el escenario.  Mis amigos desaparecen de mi vista y se instalan quince cabezas adelante.  La hermana de Bere y su novio terminan diez o doce metros a nuestra derecha lanzados por la marea. Y por pura casualidad, casi por la inercia, Bere y yo quedamos juntos y muy pegaditos.   Recuerdo haber pensado, “Así está mejor”, porque realmente disfruto la compañía de Bere. Somos grandes amigos desde hace muchos años.  Es la madre de mi sobrina. Es la esposa de mi hermano.

Pronto comprendo, si quiero protegerla de los gañanes de atrás (unos 15mil cabrones que llenan la explanada) tengo por fuerza que colocarme, durante todo el concierto, detrás de ella.  Pero hasta ahí todo normal, todo sigue siendo por el preciado bien de mi hermano.   Entre los empujones y los bailes raros que se dan en esas circunstancias pienso: Prefiero ser yo el que le arrime el camarón a mi cuñada que cualquier cualquiera… y estoy seguro que también ella lo prefiere. Aún así hago todo por evitarlo.  Ante todo el respeto.

Las gargantas se van acabando. Las rodillas y tobillos empiezan sus reclamos, la espalda duele.  Han pasado 6 horas desde que llegamos.  En algún momento me pide que la sostenga un poco porque está cansada.  Así que dejo que se recargue en mi pecho (sentarnos es imposible).  La abrazo sosteniéndola de los codos.  Así estamos un buen rato.  Sé que no me vas a creer, porque eres un morboso, pero hasta este momento no hay ninguna intención sexual de mi parte. Realmente pienso que estoy cumpliendo con mi rol de amigo y buen hermano.  Después de un rato le pido lo mismo, que me deje recargarme un poco para descansar los pies.   

Y realmente ahí empieza todo. 

Estoy cansado, llevamos más de 2 horas de concierto.  Nuestros cuerpos están pegados y sudorosos.  Yo parado atrás de ella para evitar que le arrimen el camarón cualquiera de los individuos que nos rodean.  Me duelen los pies y paso los brazos sobre sus hombros.  Ella, de espaldas a mí, toma mis brazos y pronto la postura se convierte en un abrazo, ambos viendo al escenario. En algún momento, mis manos, que cuelgan delante de ella, rozan sus senos.  No trae sostén. Me doy cuenta enseguida porque la delgada tela me permite sentir sus pezones.  Sus grandes nalgas me tocan.  Me excito.  Me muevo nervioso para alejar mi cuerpo. No quiero que note mi repentina erección. Pero parece no importarle.  Toma mis brazos para que no deje de abrazarla y aún  se pega un poquito más.

Pruebo una vez más: palma abierta, rozo su pezón.  Ya no es un movimiento ingenuo, ya no es un accidente. Es curiosidad, lo juro.  Sólo quiero asegurarme que Bere lo sabe y no dice nada.  No se mueve de lugar y no reacciona (no parece reaccionar, por lo menos no brinca del susto, no se voltea y me da una bofetada por tentón, no me dice nada). Vuelve a pegarse un poquito más, pero casi por descuido, casi por inercia, casi por los empujones.  Yo trato de alejar mi erección de su culo (¿ya dije que es enorme? – su culo, mi erección es normal) pero si paro la nalga un poquito más hacia atrás, corro el riesgo de ser malinterpretado por alguno de los 20mil pendejos que están atrás de mí.  Me rindo, pego mi pantalon a sus nalgas y dejo que sienta mi erección.  Diez, quince segundos.  Casi un suspiro.  Un poco después dejo de abrazarla, porque no está bien lo que está pasando. Aunque aquí no ha pasado nada.  Ni miradas cómplices ni sonrisas nerviosas.  Todo fue un mal movimiento.  La locura de mi cerebro, mi calentura y el cansancio. 

Debo aclarar algo. Debo decirles quién es y qué es Bere.  Bere fue mi mejor amiga durante casi toda mi adolescencia. Y lo fue porque así pasó, porque así se dieron las cosas. Fue la novia de mi mejor amigo desde sus 16 hasta los 19. Luego ella y él dejaron de quererse y yo me quedé limpiándole las lágrimas. Poco después le presenté a mi hermano. Y una semana después me dijo que cogía rico. Yo la miré asombrado, porque no creía que fueran compatibles. En meses  anunciaron una boda precipitada, con un anillo que ya no le cabía en la mano y un bulto en la panza que pronto le diría mamá.   A mí me nombran padrino de bautizo y la niña me empezó a querer justo después de su tercer cumpleaños.  Yo la quise desde siempre.

Debo decir algo más. Mi familia.  Somos 4 hermanos. Una hermana dos años mayor que yo. Casada desde los 23 con un adinerado empresario adicto al trabajo.  Y una hermana 8 años menor que yo y 7 más chica que mi hermano. Hoy es un adolescente insoportable que sin embargo nos quiere mucho.  Pero mi hermano ¿quién es mi hermano?  Nace apenas un año después de que yo pueda saber lo que es la exclusividad de mis padres.  Y justo en seguida de nacer se retira a ese mundo raro que circula entre sus orejas y del que sólo sale para comer, pedir que le compren más libros y ver Robotech.  A los 14 entra al seminario episcopal de los hermanos del espíritu redentor (o algo así) y yo al bachillerato de la ciudad. Durante 5 años lo veo sólo tres veces. Ninguna de ellas memorable.   Enterarme que dejaba el seminario y que viviría en la capital para estudiar antropología me interesó tanto como los resultados del futbol de ese fin de semana. Se fue a vivir con la hermana soltera de mi padre. Fue el paso natural con el que ella obtuvo un hijo post-adolescente que soportaba a sus siete gatos y cuidaba de su impresionante biblioteca, y él obtuvo una mansión en Lomas, libros a perpetuidad y vacaciones pagadas en Valle.  En casa comenzó a ser tratado como tal, una visita. Y entonces nos hicimos amigos. Descubrí que mi hermano era, por mucho, el mejor amigo que tendría jamás.  Mi hermano y Bere se conocieron y casaron hace 5 años.

El concierto termina, por fin termina.  La masa comienza a dispersarse.  Localizamos a mis amigos y a su hermana y empezamos el largo trayecto a mi depa donde se han quedado los coches.  Ríos de gente nos empujan por las calles. Los micros van con sobrecupo, conseguir un taxi parece imposible. Caminamos. Estamos cansados.  Entre toda esa gente perdemos de vista a los demás.  Me estoy haciendo del baño, estoy hasta la madre.  Tomamos una pequeña calle porque creemos que los demás se han ido por ahí. Nada. Los hemos perdido. Pasa un milagroso taxi, quiere cobrar una fortuna por sacarnos de ahí.  Bere y yo entramos en él. Los demás ya están grandecitos, que nos encuentren en casa. 

Llegamos a mi depa.  Los demás tardarán más de media hora en llegar, nadie pagaría lo que le hemos pagado al taxi.  Entro al baño, después entra ella. Sale y nos acostamos a esperar.  Mi casa es sólo un cuarto; una cama, un tocador, una mesa, una silla, una micro lámpara, cuatro paredes verde horrible, closet con espejo y un baño completo. Es todo lo que puedo pagar por ahora.  La cama es el único lugar para descansar.

Bere está acostada muy cerca de mí.  No puedo resistirlo y le empiezo a acariciar la espalda.  Con cariño todavía, no soy consciente de lo que va a pasar. Su pequeña playera me permite meter la mano por debajo y tocar su piel.  Siento que se le enchina.  Me voltéa a ver, me acaricia la cara. Sonrie, y sin decir agua va, me besa.  Me acerco a ella.  Quedamos de frente.  Meto mi mano en debajo de su playera y le acaricio la espalda apasionadamente.  Me excita.  Me excita estar con la prohibida. La más prohibida para mí.  La última mujer con la que debiera estar nunca.  La esposa de mi hermano.  La mujer que me pidió, con una sonrisa clara y honesta, que apadrinara su boda y a su hija.  Mi cuñada, mi comadre.  La esposa-de-mi-hemano-madre-de-mi-sobrina-mi cuñada-la comadre. La sabrosa Bere. 

El movimiento de su pelvis me indica que puedo continuar. Le toco con más fuerza, me pongo encima de ella tomando sus grandes nalgas entre mis manos.  Le quito la playera y me arranca la camisa.  Sus senos tocan mi pecho y no puedo detenerme.  Ahora los beso, ella gime.  Ella gime.  No me detiene.  No sé porqué no me detiene.  Ella debería detenerme.  No lo hace.  Eso me excita más. Meto mis manos bajo su pantalón de tela, es fácil.  Toco sus nalgas.  Jalo el pantalón para abajo y se lo quito.  Ella me deja.  Ya no puedo más.  Me quito el pantalón desesperado. Debo penetrarla. No pienso en nada. Le beso entre las piernas.  Toco su sexo. Meto mis dedos dentro de ella.  Está muy mojada. La penetro con los dedos y mi pene tiene ganas de romperme el boxer. Pero ella no permite que le quite los calzones.  Está completamente entregada a mí, semidesnuda, pero no me deja llegar a más. Me siento confundido, no entiendo lo que pasa.  No la entiendo. Me abraza y de inmediato se baja la euforia animal que nos empujaba. 

Tal vez por eso, empiezo a preocuparme por la llegada de los demás.  Será en cualquier momento. La beso. No quiero que se acabe, pero llegarán, no hay duda.  Se lo digo.  Nos besamos una vez más.  Le vuelvo a acariciar todo el cuerpo.  Meto mis dedos en su sexo otra vez. Sigue mojada.  Sigue esperando recibirme.  Pero no me deja, no deja que pase nada más.

Nos separamos y sonriendo buscamos nuestra ropa.

Nos vestimos de espaldas. A cada lado de la cama.  Haciendo bromas. Sonriendo con nervios. Me paro y me abraza.  Me da miedo. Ahora no sé qué hacer. Quiero correr. Quedarme sólo.  Decirle que se valla.   

Por sobre todas las cosas quiero sentirme dentro de ella. 

Nos sentamos, ella en la cama y yo en la silla. Se amarra el pelo con una liga. Yo voy al baño de nervios prendiendo un cigarro.  Termino mojándome el cigarro, la cara y el pelo.  Al salir del baño tocan a la puerta, son ellos.  Bere me mira con ojos de asustada. Le sonrío.  Le pregunto si está lista.  Ella me mira y con su sonrisa irónica pregunta, “¿Cómo me veo?”. Sin esperar respuesta camina al baño y yo abro la puerta.  La hermana de Bere está tan de malas que no observa más allá de sus narices. Los demás están cansados y al parecer hartos de escuchar sus lamentos. Nadie nota nada, nadie parece notar nada.   Ella sigue blasfemando. No escucho nada, no me interesa. Creo que Bere, desde el baño, responde algo siguiendo la plática.  Pero sé que estamos en otro lado, estamos en la cama, sintiendo nuestros cuerpos desnudos, todavía besándonos.

Enciendo otro cigarro y lo fumo con ansia.

Sólo quiero que se vayan.

Al día siguiente me despierta el celular con un mensaje de Bere.  Quiere que nos veamos. 

Nunca nunca nunca he estado tan asustado.