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El diario secreto de mi esposa – (I)

en Hetero: Infidelidad

EL DIARIO SECRETO DE MI ESPOSA – (I) SESION DE MASAJE

Hace años que estoy casado con Yolanda, una mujer interesante, agradable y muy atractiva. Siempre que salimos noto como atrae las miradas de los hombres y hasta las mujeres, pues ella tiene una forma de desenvolverse resuelta y sensual, además de un cuerpo que invita al deseo. Debido a su actividad laboral, está acostumbrada a interactuar con gente y sabe como hacerlo para caer bien.

Nunca me he considerado un hombre celoso, e intento no pensar demasiado en que ella es una mujer que despierta la tentación, pero tal vez el paso del tiempo y el hecho de que mi esposa pasa muchas horas fuera de casa, me fue comiendo la cabeza y poco a poco comencé a sentir que algo no funcionaba bien y despertó mi necesidad por saber más sobre mi esposa. Ella suele pasar mucho tiempo en su computadora, parte por trabajo y parte por mantener sus redes sociales, entonces se me ocurrió que si podía entrar en su computadora y revisar sus notas tal vez descubriría algo que resolviese mi inquietud.

Así, una tarde que ella se disponía a pasar un rato en su computadora, me acerqué con sigilo para espiarla en el momento que encendía su equipo. Sabía que usa una clave de acceso y por primera vez en mi vida, dispuse todos mis sentidos para obtener la información que deseaba. A la distancia y desde una posición que me permitía ver el teclado, obtuve cuatro números que definían parte de su clave. Sabia que necesitaba tres letras más que había tecleado al principio pero no pude verlas; de modo que esa misma noche comencé a combinar juegos de letras con los números que había obtenido y no tardé mucho tiempo en descubrir que parte de su nombre, más aquellos números eran la llave para abrir su pantalla.

Así en pleno desborde emocional y con el corazón latiendo a mil, comencé a navegar por las distintas carpetas y archivos que tenía. Despues de un rato de abrir y cerrar fotos de vacaciones, paisajes familiares y diversos archivos de trabajo, encontré una carpeta que se titulaba “Diario”.

Lo que había dentro era un número de archivos de texto, cada uno con un nombre diferente y solo con leer el primero, mi asombro fue total. Allí estaban descriptas con detalle, situaciones, momentos y pasajes clandestinos relatados por mi esposa a modo de vivencias privadas. Yo estaba desconcertado y mi sorpresa iba en aumento a medida que avanzaba en la lectura, conociendo a mi mujer desde otro lado, mucho más morboso y a decir verdad…aun no sé como reaccionar.

El primero de ellos aludía a su sesión habitual de fisioterapia…aquí dejo su descripción…

 ***

Vaya día que tenía por delante!!! A primera hora debía atender a un grupo de adolescentes, salida por la ciudad con museo incluido, lo cual siempre resultaba un coñazo por el poco interés que suelen prestar. Al mediodía un break con mi amiga a tomar algo, luego había quedado con el contable para revisar el estado de cuentas y de allí directo a la reunión con un cliente importante para el cual tenía que armarme de mucha paciencia y buena predisposición si quería obtener algún resultado positivo.

Menos  mal que tenía una sesión de masaje al final de la jornada que me haría aliviar algunas tensiones que inevitablemente acumularía en el cuerpo.

Me vestí como cada día, prestando atención a los detalles, mi exposición y mi imagen necesitan que dedique buena parte del tiempo a esos matices y como me siento bien conmigo misma, resulta fácil encontrar el tipo adecuado. Así salgo cada día dispuesta a dar lo mejor en mi trabajo. Pero a veces las cosas salen peor de lo que uno había planificado y el agotamiento al final del día era mayúsculo.

Por eso, después de tanto trajín en una jornada donde coseché más penas que glorias, tenía ganas de regresar a casa y no desviarme hasta la sala de mi masajista, pero finalmente y por eso de aprovechar un momento en el que puedo dedicarme a mí misma, decidí acudir.

Llegué puntual a mi cita, me gusta llegar a tiempo y que me atienda de igual manera. Ese día necesitaba particularmente un buen trato porque tenía contracturas hasta en el último pelo de la cabeza.  Afortunadamente, Susana, la masajista que me trataba desde hacía un par de años, era estupenda y muy profesional. Siempre detectaba los puntos más comprometidos de mi cuerpo, sus manos los revitalizaban y me dejaba como nueva.

Toqué el timbre y el sonido del portero eléctrico respondió de inmediato, permitiéndome el paso al interior. Entré a la sala de espera, cálida y acogedora; agradecí el calor apenas pasé la puerta, porque afuera la temperatura había descendido considerablemente y es algo que no lo llevo muy bien.

Para mi sorpresa no era Susana quien acudió a recibirme.

-Buenas tardes!!- dijo con una voz suave y una sonrisa amplia aquel hombre que veía por primera vez.

-Buenas tardes, tenía cita con Susana para una sesión-

-Sí, tú eres Yolanda verdad?…encantado, mi nombre es David- dijo extendiendo su mano firme.

-Veras, Susana tuvo un compromiso y me llamó para que la reemplace, dado que fue un imprevisto de último momento no llegaba con tiempo suficiente de avisarte y le pareció mejor que no perdieras el servicio-

Ciertamente estaba tan conforme con el trato de Susana que no estaba del todo convencida. Debió notar mi cara de desconcierto momentáneo.

-Si prefieres dejarlo para otro día te puedo dar cita con ella sin problemas-

-No…no, está bien, aprovecho que he venido hasta aquí, y la verdad es que necesito el masaje- Dije después de vacilar un instante.

-Perfecto, intentaré dejarte una buena impresión y que no eches de menos a Susana, aunque ella es excelente-

La verdad es que era atento y cordial en el trato, inspiraba confianza y eso es importante para sentirse a gusto.

Pasé al cuarto de tratamiento, con esa agradable luz tenue blanco - azulada y la música suave de fondo, mezcla de armonías y sonidos ligeros de agua…provocaba una inmediata atmósfera confortable  y hacia olvidar todo el estrés que uno trae consigo.

-Bueno, puedes cambiarte allí mismo, ya sabes…- La tranquila voz de David me indicaba el camino siguiente.

Tendría unos treinta y pocos años, era alto, corpulento y se notaba el marcado físico debajo del conjunto de pantalón y camisa blancos que vestía. Pelo corto, sonrisa fresca y un encantador brillo en los ojos.

-No sé cómo trabaja Susana, cada profesional tiene su técnica, yo necesito que te quites toda la ropa y te pongas la bata-

-Ah, normalmente me dejo la ropa interior, pero como tú lo veas- dije.

-Ya, por eso lo aclaro, es que necesito que nada de lo que traes de fuera se quede durante la sesión, es importante que este espacio se conserve para el cuerpo de la persona sin más ataduras-.

-Entiendo, no hay inconveniente-

La verdad es que me hacía sentir a gusto y no había razones para que cambiara su forma de trabajar.

Una cortina interior conducía a un pequeño cuarto, similar a los probadores de ropa de las tiendas, donde se dejaba la ropa para ponerse la bata de costumbre. Me desnudé frente al pequeño espejo, me puse la única prenda que tenía disponible, enlazando el cinturón al frente y antes de salir acomodé el pelo en un gesto natural de coquetería.

Salí con ganas de empezar la sesión aunque con alguna incertidumbre del resultado que tendría.

David estaba extendiendo una fina tela color blanco sobre la camilla; la colocaba cuidadosamente alisando la superficie hasta dejarla de manera prolija.

-Acércate por favor, ponte de frente a la camilla y desabróchate la bata-.

 Solté el cinturón mientras David se colocaba detrás de mí. Sujetó la bata de los hombros y suavemente me libró de ella. En un instante estaba de pie, completamente desnuda.

-Acuéstate boca abajo y extiende los brazos  a cada lado-

Me coloqué como lo hacía de costumbre apoyando mi cara en el soporte acolchado que estaba en el extremo de la camilla. Aun no me sentía del todo relajada, principalmente porque no estaba con mi masajista de costumbre, la desnudez no me molestaba en absoluto, hasta me agradaba en cierto modo.

David colocó una ligera tela sobre mis glúteos, tan suave como pequeña, que no alcanzaba a cubrir esa parte de mi anatomía.

-Quisiera que te pudieras aflojarte…- Comenzó a decirme mientras sus manos se frotaban en aceite. -…Dejarte llevar y permitir que fluyan los sentidos naturalmente, llenando el espacio que te rodea. El silencio es una buena compañía para el masaje y ayuda a que los músculos y la piel se distiendan…cierra los ojos y que los pensamientos sean tenues…lejanos…-

Me llegaba un agradable perfume fresco y ligero; no sé si del mismo ambiente o propio de David.  Su voz era dulce, medida, casi terapéutica, y de algún modo preparaba la disposición de mi mente y mi cuerpo.   

Sus dedos tibios, tomaron contacto con la piel de mi espalda, al principio con suavidad y poco a poco fueron tomando posesión sin perder sutileza.

Las manos recorrieron desde mi cintura hasta los hombros, cambiando la presión, los movimientos, la intensidad…y así comenzó desatando mis nudos, mis contracturas, para luego dejar solo una sensación placentera.

Mis brazos se relajaron en sus manos y mis palmas se perdieron en las suyas cuando las alcanzó lubricadas y cálidas.

Fui entregando mi cuerpo a los estímulos que generaban aquellas manos completamente dedicadas a mí y para aquel momento ya me parecía una sesión tan buena como la de Susana.

Mis piernas sintieron como las recorrían aquellas manos sin duda expertas; sentí el masaje en la planta de mis pies, los tobillos y lentamente ascendiendo a la parte interna de mis muslos, apretando los músculos, resbalando en la superficie ya cubierta de aceite.

Casi sin darme cuenta por la embriaguez que sentía con tanto masaje, las manos de David subieron hasta mis glúteos, se aferraron a ellos, haciendo círculos sin pausa, apretando con la misma dedicación que lo había hecho en otras partes. Lejos de sentir perturbación alguna, era absolutamente placentero ser recorrida de aquella forma. A veces ambas manos separaban ligeramente mis hemisferios traseros, y parecían ir más lejos aun…

Yo me sentía muy a gusto y no pensaba renunciar a tanto placer.

El movimiento se interrumpió solo para decirme que me diera la vuelta lentamente. Me giré con cuidado y observé a David concentrado en mi cuerpo.

Volvió a colocar la tela, ahora sobre mi pelvis y se colocó detrás de mi cabeza. Desde allí comenzó a tocar mi cuello y mis hombros. El aroma, el sonido, la luz tenue, resultaban fantásticos.

Las manos acudieron a mis pechos, los masajearon con sabios movimientos y no pude evitar cierta erección en los pezones, pero quien habría podido en aquellas circunstancias. Nada me preocupaba solo deseaba sentirme a gusto. Sus dedos, la palma de sus manos, estaban allí una y otra vez, mi vientre, mi pecho, mis senos…era tan intenso!!!

Luego fueron mis piernas otra vez, las que se vieron favorecidas por el trabajo de David. Yo le miraba de vez en cuando, me agradaba ver como trabajaba y también su mirada se cruzaba de vez en cuando, sin decir una palabra.

Mis muslos estaban lubricados, sus manos ascendían y se movían a prisa, casi rozando la zona más erógena de mi cuerpo. El calor comenzó a invadirme…cerré los ojos…mi respiración se aceleró…quizás lo estaba deseando...creo que mis piernas se abrieron…no fui demasiado consciente de ello.

Entonces, lo que en un principio me pareció un roce casual…lo que de algún modo estaba deseando…de pronto se hizo evidente…

Los dedos de David, alcanzaron los pliegues de mi sexo…inspiré profundo dejando que mis pulmones se llenaran de aquel aire aromático…

El placer dejaba paso al deseo…mi cuerpo casi temblaba solo con imaginarlo. Sus manos volvieron a mi sexo, tocando, masajeando…acariciando…se movían sabiamente, una y otra vez…arriba y abajo. A veces estirando mis pliegues, a veces apretando las zonas cercanas. De pronto, los dedos de David se introdujeron en mi vulva…

-Ohhhh…hummm…!!!- Mi gemido suave y contenido fue la respuesta.

David sabía cómo tratar el exterior de la piel y las articulaciones, pero también era un experto acariciando el interior de mi sexo.

Una mano se dedicaba a mis pezones, mientras la otra daba placer…y mucho!!!...dentro de mi vulva mojada por completo. Sus caricias no cesaban y no hacían más que alimentar mi deseo. Yo contraía mi cadera y tenía las piernas abiertas librando mi sexo a sus movimientos y deseando que no terminara.

Entonces mi mano se dirigió al bulto que resaltaba en su pantalón. Acaricié su miembro endurecido por encima de la tela, pero a esas alturas quería tener más que eso.

David se desabrochó el pantalón, que cayó de inmediato…no tenía ropa interior y su pene se soltó como un resorte.

Madre mía que pedazo de polla!!! Pensé al verla. Mi mano bañada de aceite corporal, comenzó a acariciarla, desde los testículos hasta la punta del pene que estaba muy mojado…igual que mi coño. No dejaba de mirarla mientras hacía brillar su potente erección.

Él se acercó hacia mi rostro con la evidente intención de que se la chupara…y cómo podía rehusarme con el placer que me estaba dando. Me puse de costado y metí aquel pene en mi boca…comencé a hacerle una mamada con toda dedicación. Sentí el calor del miembro duro que apenas me cabía...mi lengua se prodigó a lamerlo una y otra vez…Realmente disfrutaba chupándosela, su polla era tremenda y yo estaba más que chorreando…

David me apartó con suavidad, se quitó la camisa dejando al descubierto su buen físico, depilado y musculoso.

Me hizo sentar en la camilla, con las piernas hacia afuera y allí mismo comenzó a jugar con su polla en las puertas de mi sexo.

Era como si quisiera seguir masajeándome pero utilizando nada menos que su pene y justo en ese sitio. Me besó profundamente, su lengua caliente inundó mi boca…Yo tenía desesperación por sentir más…sentirlo dentro de mi…

Me recostó nuevamente y se subió a la camilla…mis piernas abiertas y preparada para recibirlo…me sujetó los muslos y sentí aquel miembro poderoso que se introducía en un solo movimiento hasta el fondo de mi coño caliente.

-Ahhhhhhhh!!!!- Exclamé extasiada.

Su pene era colosal y sentirlo de aquella manera!!! Ufff!!!

Comenzó a embestirme levantando mis piernas hasta sus hombros, me clavaba una y otra vez con fuerza…tanto que sentía sus testículos golpeando contra mi cuerpo. Nuestros sexos lubricados de aceite y fluidos corporales se entendían a la perfección.

Así me estuvo follando un buen rato…yo quería aguantar sin correrme pero no pude resistir y solté un largo grito de orgasmo.

David no se detuvo, seguía taladrándome con su polla durísima, cada vez más rápido…

-Sigue…sigue…sigue…- Le suplicaba con desesperación mientras mis manos se aferraban a su culo.

-Dios mio!!!...ahhhhhhh- volví a correrme con fuerza.

Sin dejar un instante de pausa, me hizo dar vuelta y ponerme a cuatro patas. Separó mis piernas y metió su lengua dentro de mi vulva. Uffff…sentía placeres de todos colores!!! Qué bien hacía todo!!!

-Mmmmm…asiii…- gemía entregada…quería más y más.

Alternaba dedos y lengua, variando las caricias, la intensidad, el juego sexual…hasta que volvió a montarme…como si supiera cuanto deseaba volver a tener ese pollón dentro!!!

Me sujeté al extremo de la camilla, que se movía ante cada empuje de su pene en mi coño que seguía por demás mojado.

Me dio duro, me sometió con fuerza mientras sus manos asían mis caderas para hacerme suya con cada una de sus embestidas.

No podía sentir su enorme polla más adentro, parecía que me saldría por la garganta!!! Madre mía que placer tan intenso!!! Que manera de abrir mi sexo!!!

-Dame…hasta el fondo!!!...hummmm…ahhhh!!!!

Tanto cabalgó sobre mí, que volví a correrme dos veces más…

-Asiiiiiiii toda…ahhhhhhhh- Fueron orgasmos como hacía tiempo no tenía.

David me soltó y se puso a un costado donde apenas con unos masajes en su polla, logró eyacular copiosamente sobre la camilla; la verdad es que hasta verlo fue un placer.

Yo estaba exhausta, pero desde luego me sentía como una rosa.

Después de recuperar el aliento, me alcanzó la bata, me la puse y regresé al cuarto para vestirme.

Al salir, me esperaba una la misma sonrisa cálida con la que me había recibido. Me saludó cortésmente y fue entonces cuando me di cuenta que apenas había hablado en toda la…sesión de masaje?...había hecho un culto del silencio que solo se rompió por mis exclamaciones.

Salí a la calle renovada en más de un sentido. Casi sin pensar cómo había sucedido lo que pasó en la última hora, aquel día que no había sido de los mejores, había terminado como si lo fuera.