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El Diario de Laura 2

en Dominación

El Diario de Laura 2

8 de Octubre

Marta me ha traído una nota de Damián. Quiere verme el lunes 10 a las 11 en su despacho.

¿Qué puedo hacer? Si voy estaré de nuevo en sus manos… y me violará… otra vez.

NO, no iré. No volveré al instituto de Marta. No me pondré otra vez en sus manos.

10 de Octubre

Ha vuelto a pasar.

Como había decidido, no acudí a la cita que me había dado. Me quedé en casa haciendo las tareas domésticas. Pero no eran aún las 11 y media cuando tocaron a la puerta. Acudí a abrir y allí estaba él. Damián me sonreía con cara de satisfacción.

-         Buenos días, Laura. Como no venías he decidido venir yo. ¿Qué tal estás? ¿Tal vez algo de náuseas? –preguntó. En ese momento volví a sentir la misma repugnante sensación de mareo y náuseas que experimenté en el despacho-. Pero ven, siéntate, que tienes mala cara –y diciendo eso me cogió del brazo llevándome al salón tras cerrar la puerta-.

-         Por favor, Damián, no…-supliqué ya sentada en el sofá- No quiero, no me obligues…no.

Estuve a punto de desmayarme. No había servido de nada el ignorarle. Se había presentado en mi casa (claro, tiene los datos de la ficha escolar de Marta) y ya me tenía dominada de nuevo. Otra vez abusaría de mí, haría lo que quisiera, volvería a ser una muñeca en sus manos… Y además seguro que estaría enfadado. Dios mío, noooo.

-         Mira Laura, si creías que con no venir estaba todo arreglado es que eres más tonta de lo que piensas. Tengo dos formas de conseguirlo, viniendo como he hecho, o haciendo que te llame Marta desde mi despacho. Seguro que vendrías corriendo ¿a que sí? –afirmé levemente con la cabeza- Pues claro, eres una buena madre y no puede ser de otra forma.

Me tiene bien pillada, no cabe la menor duda. Mi punto débil siempre será Marta y lo sabe. No haré nada que la pueda poner en riesgo. Buscaré la forma de librarme de su dominio pero tendrá que ser sin ponerla en peligro.

-         Y volvemos al punto de partida, te has portado de una manera estúpida y ahora tengo que enseñarte a obedecer. Ya has visto que no necesito tocarte ¿verdad? –Era cierto. En el umbral de la puerta había sentido los vértigos sin que me tocara y los había hecho desaparecer de la misma manera. Todavía mantenía el control de mi cuerpo ¿pero por cuánto tiempo?-´Como todavía no puedo confiar en ti voy a tener que dominarte de nuevo…

-         No, por favor, no es necesario. Haré lo que quieras –dije resignada bajando la cabeza. Era inútil resistirse-

-         Eso estaría bien… pero no te creo, no me fio de ti. Intentarás escapar. Si hubieras venido al instituto tal vez, pero no ha sido así. Así que vas a aprender por las malas.

Nada más decir eso y sin que Damián moviera ni un solo músculo, comencé a sentirme mal unos instantes y perdí otra vez el control de mi cuerpo.

Damián se acercó a mí, levantándome fácilmente y dejándome mirando a la pared de enfrente, como congelada. Desató el cinturón de la bata y la abrió. Observó con satisfacción mi cuerpo casi desnudo cubierto tan solo por un pequeño conjunto de ropa interior de encaje azul cielo.

Me dijo “Laura, estás buenísima. Dan ganas de comerte”  sobándome a conciencia por todas partes. Quitó la bata de mis hombros y la dejó caer al suelo a mis pies- “Realmente deliciosa”, sus manos recorrían mis muslos y mi culo. Era repugnante-.

Sacó su teléfono móvil y me hizo una foto, pero no le gustó porque decía que le faltaba alma y la borró. Sopló en mis ojos y volví a tener su control. Además con sus manos movió mis labios para que aparentaran una leve sonrisa.

Afirmó que así estaba más guapa y me hizo varias fotos. También me quitó el sujetador haciendo nuevas fotos incluidos varios primeros planos de mis pechos y pezones.

-         Y ahora es el turno del tesoro –dijo mirando a mis bragas- Pero lo vamos a hacer mejor…que parezca que eres tú quien se está desnudando para mí, jajaja -y colocó miss manos en mis caderas, como si fuera yo quien las estuviera bajando.

Enseguida me colocó en una postura muy reveladora. Me inclinó hacia adelante dejando mi espalda casi horizontal. Le costó un poco conseguir que me mantuviera así sin caerme. Giró mi cara haciendo que mirara hacia atrás y volvió a colocar mis manos sujetando las bragas que estaban a punto de dejar mi sexo a la vista.

-         Estás muy tentadora… hummm, perfecta –dijo mientras me hacía fotos con mis manos sujetando las bragas ya a la altura de mis rodillas-

Me las quitó del todo y me hizo varias nuevas fotos con las piernas más separadas mostrando completamente mi sexo. Se mostró satisfecho de las fotos y me ordenó que me depilara. No quería ver todo ese pelo ahí. Me dijo que me dejara un pequeño mechón en la parte delantera pero que toda la zona de la vulva la quería sin un pelo.

Y ahora volvemos al comienzo –dijo-… a tu castigo por haber sido mala ¿te acuerdas? A las niñas malas se les dan azotes… Tú has sido mala, por lo tanto te daré unos azotes…

Quería decirle que eso no era necesario, que ya me había castigado de manera muy dolorosa haciéndome todas esas fotos desnuda, que por favor no siguiera haciéndome todo esto, que yo no le había hecho nada, que me dejara en paz, que… Tantas cosas que decirle, que pedirle, que rogarle… y no poder hacerlo por estar ahí, quieta, bloqueada, muda… y teniendo que ser testigo impotente de mi degradación en sus manos.

Me colocó de nuevo agachada con los brazos estirados sobre el respaldo del sofá, las piernas separadas y el culo hacia afuera. No podía ver nada porque había colocado mi cabeza mirando al frente mientras él se movía por detrás de mí.

La incertidumbre me mataba. Sabía que me iba a hacer daño. Lo había dicho y además la postura estaba clara… pero ¿por qué no empezaba de una maldita vez? Saber que te van a golpear, que no lo puedes evitar mientras esperas que caigan los golpes es una tortura terrible.

Pasaron unos minutos y nada sucedía, cuando de repente noté un fuerte trallazo en mi culo. Quise aullar de dolor pero ningún sonido salió de mi bloqueada garganta. Ni siquiera noté que mi expresión cambiara. Mi cuerpo no me obedecía.  Un nuevo golpe… y otro… y otro más. Así hasta diez terribles golpes noté, impotente, en mi inerte culo.

Damián se acercó y se puso delante de mí mientras desliaba su cinturón de cuero de su mano derecha y lo dejaba sobre el respaldo del sofá junto a mis manos.

Bromeó sobre lo bien que me había portado, sobre que no había perdido mi sonrisa (que él había puesto en mis labios) mientras recibía el castigo… y se reía… en mi cara. Quise abofetearle con todas mis fuerzas… pero no me moví y le seguí mirando con mi estúpida sonrisa. Maldito cabrón…

Mi culo me ardía como fuego. Acarició mi trasero pero más como señal de triunfo que como intento de suavizar mi dolor. Siguió bromeando sobre lo bien que me quedaban las líneas rojas y los días que pasarían hasta que pudiera volver a sentarme sin sentir dolor.

-         Ahora voy a follarte –afirmó mientras metía sus asquerosos dedos dentro de mi vagina- La postura que tienes es muy tentadora… pero no. Te voy a follar a lo perrito. Además no te voy a follar aquí, en el salón. Quiero un sitio más íntimo, más acogedor. Ya verás, te va a gustar, jajaja.

Sin ninguna dificultad me cargó sobre su hombro como si fuera un maniquí sin vida y me llevó por el pasillo hacia las habitaciones.

Mi cabeza estaba confusa, me costaba pensar… El dolor de mis nalgas todavía era muy fuerte y notaba un intenso calor en la zona afectada por los correazos. La cabeza a merced de los vaivenes de sus pasos tampoco ayudaba a aclararme. Me llevaba al dormitorio… Estaba segura que quería follarme en la cama en que lo hago con mi marido. Qué forma tan retorcida de ser –pensé. Es un hombre odioso, horrible.

Llegamos al dormitorio principal, al que comparto con Paco. Damián se asomó, echó un vistazo y dijo que no estaría mal para nuestra primera vez pero que buscaba otra cosa.

¿Otra cosa? ¿Qué estúpidas ideas llenaban su mente enferma? –pensé en ese momento. No se me ocurría un lugar mejor, pero… Avanzó un poco más y llegamos al cuarto de baño. Lo revisó sin mucho interés y volvió a caminar. ¿Tampoco? ¿Pero a dónde quería llevarme? Y entonces me di cuenta… solo quedaba una puerta… ¡Me llevaba a la habitación de Marta! ¡Maldito, maldito y mil veces maldito!

Entramos y me arrojó sobre la cama de mi hija. Se estiró y me cogió de nuevo para ponerme sentada en el borde de la cama mirando hacia el armario.

-         La habitación de tu hija es un sitio inmejorable! Te voy a follar en su cama, para que pienses todo el tiempo en que será a Marta a quien me follaré si vuelves a ser desobediente –dijo frente a mi cara con una malévola sonrisa-

-         Pero primero vamos a ver lo que hay aquí –dijo mientras abría el armario donde Marta guarda su ropa.

Miró sus vestidos… blusas… faldas…y pantalones con cierto detenimiento. Pasó por alto los estantes que guardaban las prendas de punto y comenzó a abrir los cajones con su ropa interior. Rebuscó entre sus cosas y empezó a sacar y desdoblar todas sus braguitas y sujetadores. A todos hizo comentarios sobres si eran bonitos, o infantiles, o sexys.

Verle sobar y oler la ropa interior de mi hija resultaba odioso pero nada podía hacer más que enviarle miradas de odio, aunque los músculos de mi cara no lo expresaran. Le habría matado si hubiera podido.

Tras sacar y dejar esparcido todo el contenido de los cajones, se percató de que en un rincón está el cesto de la ropa sucia… y allí que se fue. Volcó todo el contenido en el suelo y se puso a rebuscar en el pequeño montón. Apartó sin mucho interés los pantalones y blusas y recogió con cuidado la ropa interior que contenía llevándola junto a mí a la cama.

Giró mi cara para que le pudiera observar mientras la sobaba y olía, esta vez con auténtico deleite.  Me maldije mentalmente por no haberme dado prisa esa mañana. Quería haber puesto una lavadora pero me entretuve ordenando un armario. Si no lo hubiera hecho, ahora este maldito cabrón no estaría oliendo las bragas de mi pobre niña. ¡Qué ser más odioso!

-         Tu hija huele muy bien, incluso mejor que tú, jajaja. Me gustará olérselo “directamente” en cuanto me des motivos, Laurita –afirmó mientras olía una y otra vez unas preciosas bragas azules de algodón con los bordes de puntilla que mi hija se ponía con frecuencia- Vamos a comprobarlo –dijo. Metió sus dedos en mi vagina y los movió un poco en mi interior. Cuando los hubo humedecido bien se los llevó a su nariz y luego los sustituyó por las bragas. Con sonrisa de triunfo repitió la operación bajo mi nariz-

-         ¿Lo notas? Oléis de maravilla las dos. No sé cuál me gusta más, jajaja –dijo mientras rozaba con la punta de su lengua la parte interior de las braguitas. Su intención, que claramente logró, era que me imaginara a su repugnante lengua lamiendo el sexo de mi hija. Me pareció notar una arcada de repugnancia.

Me dijo que ya era hora de follarme. Me puso a cuatro patas sobre la cama mirando directamente al espejo que pusimos en su habitación para que Marta pudiera verse. Estaba claro que no iba a poder evitar que me follara…y frente al espejo para que lo viera bien. Decidí que no le daría ese placer y cerré inmediatamente los ojos.

-         No, Laurita, no. Te vas a perder el espectáculo y eso no está bien. Niña maaala –dijo soplando nuevamente en mi cara. Entonces noté como sus dedos abrían mis párpados sobre los que yo ya no tenía control.

Me aseguró que él no era tan malo como yo pensaba y que me gustaría. Yo estaba segura de que no sería así. Una cosa es que me excitara el sentirme a su merced y otra muy distinta que fuera a tener un orgasmo con este sucio hijo-de-puta. Imposible.

Se tumbó en la cama debajo de mis piernas y bajó mis caderas hasta que mi sexo quedó a la altura de su boca y mi torso más erguido. Pensé que me moría de asco cuando sentí su lengua dar el primer lametón a mi clítoris.

Parecía que le estaba gustando a juzgar por los ruidos que hacía y el interés que ponía en lamerme una y otra vez toda la zona, con especial atención a los labios menores y al clítoris. Reconozco que empezaba a gustarme, pues no lo hacía nada mal. Notaba calor en mi cuerpo y veía cómo mis mejillas se iban coloreando, señal inequívoca que me estaba excitando. En ese momento fue cuando introdujo dos dedos en mi vagina. La sensación de sus dedos estimulando mi punto G hizo que por unos instantes me olvidara de la visión de su cara hundida entre mis muslos y dejara de pensar que era este malnacido el que disfrutaba de mi sexo.

Así permaneció unos minutos más hasta que decidió que ya había tenido bastante y me quitó por fin de encima suyo.

Tengo que reconocer que sentí placer. No creo que llegara a tener un orgasmo, pero sí que estuvo muy cerca. Si hubiera sido Paco el que lo realizaba, seguro que habría tenido un buen orgasmo, pero con este asqueroso es imposible. ¿Cómo olvidar que estaba siendo violada de nuevo? Nadie en su sano juicio puede abstraerse de la dura y repugnante realidad de que alguien que te da asco está llenando tu vagina con sus babas en contra de tu voluntad.

Me colocó de nuevo a cuatro patas sobre la cama y con mi cara apuntando al espejo del armario. No me podría perder detalle de mi violación. Me colocó las bragas azules de mi hija sobre la cabeza. Parecía que llevara una cofia como las de las sirvientas. Se colocó detrás de mí y me penetró sin contemplaciones. Estaba muy lubricada por sus babas.

Sacó su cámara y me hizo algunas fotos mientras me follaba. Entonces se percató del bamboleo de mis pechos, que no son pequeños precisamente, a causa de la follada. Sin decir nada se salió de mi interior y salió de la habitación. Volvió unos minutos después y tuve que ver(y sentir) como me colocaba sendas pinzas de la ropa en mis pezones en las que colgó pulseras de mi hija que había visto en el armario.

Uff, que dolor. Me dolían mucho por la presión y además por el peso, pues a Marta le gustan las pulseras que pesan. Y a todo esto yo seguía viendo mi cara con una expresión estúpida en mi rostro que contrastaba terriblemente con el asco y el odio por la violación y con el dolor de mis pezones. Era una tortura suplementaria insufrible.

Volvió a penetrarme orgulloso de lo que acababa de hacer. Nuevas fotos con mis pechos bamboleándose por sus embestidas. Me di cuenta que su identidad quedaría oculta pues el teléfono con el que tomaba las fotos era bastante grande y ocultaba su cara. ¡Maldito cabrón! Espero que no se le ocurra publicarlas. Sería el final de mi matrimonio. Y un golpe terrible para mi hija ver a su madre follando como una puta.

Mientras me follaba colocó su mano derecha sobre mi clítoris y comenzó a masajearlo. Reconozco que lo hacía muy bien pues se lo había humedecido con saliva y lo acariciaba suavemente. Me estaba violando pero al menos era considerado y se preocupaba por mi placer.

En eso estábamos cuando sentí que algo se introducía en mi ano. Acababa de meter el dedo gordo de su mano izquierda en mi ano. Me dolió pues nunca le había permitido a mi Paco que me sodomizara. Me parece una práctica asquerosa, sucia y anti-natural. Pero no podía hacer nada por evitar que este malnacido introdujera su dedo en mi virgen agujero. ¡Y todo esto sin variar la estúpida expresión de mi cara, Dios mío, que tortura!

Metía y sacaba el dedo, lo movía en el interior… mientras seguía acariciando mi clítoris. Al poco dejé de notar como molestia la intromisión en mi ano y empezó a gustarme… Y en ese momento con sus dos manos al mismo tiempo quitó las pinzas de mis pezones al tiempo que los masajeaba. La mezcla de dolor al quitar las pinzas unida a la sensación de volver a notar la sangre acudir a mis pezones me provocó una excitación que elevó el placer que me había estado proporcionando en el ano y clítoris llegando a un pequeño orgasmo. Orgasmo que él notó y que provocó que se corriera dentro de mi vagina. ¡Joder! ¡No tomo la píldora! Y este cabrón no se ha puesto preservativo. Dios no permita que me quede embarazada de este indeseable. ¡Y como odio ver mi estúpida expresión en el espejo, joder!

Damián se quedó resoplando a causa del esfuerzo todavía dentro de mí. Antes de salirse, cogió otras bragas de mi hija y me las metió en la vagina “porque quiero verle la cara a mi hijo”, dijo riéndose en mi cara. Sí, parece que quiere preñarme. Tendré que ir al ginecólogo a que me recete la píldora. No puedo tener un hijo suyo, jamás.

-         Me ha gustado muchísimo –dijo-. Tenemos que repetirlo, jajaja. Por hoy ha sido suficiente. Ambos hemos disfrutado mucho, ¿verdad Laura? Te has corrido como una perra, jajaja. Ya te dije que tenía mucho placer para ti.

Maldito cabrón. Tiene razón, ha conseguido que me corra a pesar de que me estaba violando. ¿Cómo lo ha conseguido? Con Paco algunas veces tengo orgasmos, pero no con mucha frecuencia. Me gusta hacerlo con mi marido, pero no suelo llegar al orgasmo. Paco se esfuerza, pero algo falla, no sé. Tal vez tenga razón el cabrón este y “me ponga” el estar sometida… No sé, tengo que pensarlo.

-         Acabo de apuntar tu número de móvil. Te llamaré o te enviaré mensajes. Ni se te ocurra desobedecerme, ya sabes –dijo cogiendo las bragas azules de Marta, oliéndolas y guardándoselas en el bolsillo de la camisa, pues ya se había vestido-.

-         Una última foto así, a cuatro patas, con las bragas saliendo de tu coño, con el fondo del armario revuelto de tu hijaaa… Perfecto. Va a quedar genial en el álbum de recuerdos, jajajajaja.

-         Me voy –afirmó un instante después-. Enseguida podrás moverte y arreglar todo este desorden. Recuerda que te puedo llamar en cualquier momento y que quiero ese coño depiladito con tan solo un mechón arriba. Los labios sin un pelo. Hazlo cada día, ¿está claro? Una cosa más: siempre quiero verte con falda o vestido, jamás pantalones. ¿Está claro? Ahora me voy, preciosa. Ha sido un placer…- y dándome una palmada en el culo salió de la habitación-.

Pasados unos minutos volví a sentir las náuseas y a recobrar la movilidad. Me quité las bragas de mi sexo y las eché al cesto de la ropa sucia que lavaría en cuanto recogiera todo. Pero primero recorrí la casa comprobando que mi violador se había marchado.

Me ha violado otra vez y esta vez en mi casa y en la habitación de mi hija. Me siento sucia, tremendamente sucia. El muy cabrón además quiere preñarme. Eso sería lo último. ¡Ni por encima de mi vida lo logrará! Maldito cabrón. Ojalá se pudra en el infierno mil veces.

Sigo sin poder hacer nada para evitar que me domine, tampoco tengo más datos de dónde le viene este extraño poder, ni tampoco he conseguido eliminar el riesgo sobre Marta. Estoy muy asustada. Pienso constantemente en ir a la policía para denunciar los hechos. Le detendrían (si consigo convencerles de que tiene este poder, lo que no es seguro) y Marta estaría libre… Pero dejó entrever que o alguien más tiene el mismo poder o es que se lo puede pasar a otros a voluntad, no está claro. En ese caso Marta estaría perdida pues se vengarían en ella, y eso sí que no. Tendré que seguir soportando sus abusos y violaciones, no hay otro remedio.

He conseguido una cita para mañana con el ginecólogo. Al menos no voy a permitir que me deje embarazada. Si no he querido tener más hijos con mi marido, mucho menos los voy a querer de un malnacido violador como Damián.

Me preocupa el hecho de haber llegado al orgasmo. No quiero disfrutar, no con él. A pesar del orgasmo sigue siendo una violación, pero me hace sentir como que le estoy siendo infiel, y eso no es así. Le quiero muchísimo y no quiero hacerlo con nadie más… otra cosa es que no pueda evitarlo.

¿Qué haré si me llama? ¿Bueno, qué haré cuando me llame? Porque llamarme seguro que me llamará ya que se lo está pasando en grande el muy cabrón. Si acudo, Dios sabrá las retorcidas cosas que me hará hacer, y eso me da miedo y mucho asco. Pero si no voy volverá a venir a casas y seguro que será peor. ¿Dios mío, qué puedo hacer? Ayúdame.

Me siento sola y en sus manos. No puedo contárselo a nadie, ni a la policía, ni a Paco, ni a mis amigas… a nadie. Estoy sola, terriblemente sola y desamparada. Tengo que ser fuerte… ¡tengo que ser fuerteeee! Tengo que ser más fuerte y más lista que él. Solo así conseguiré vencerle.

(Continuará)

Gracias por vuestros mensajes de ánimo, soy muy reconfortantes. i[email protected]