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El Diario de Laura 4

en Dominación

El Diario de Laura 4

17 de Octubre

Hoy he recibido una nueva llamada suya. Me ha hecho que fuera inmediatamente a verle. Menos mal que ayer me había depilado de nuevo. Sé que no necesita que haga nada para “castigarme”, pero prefiero no darle motivos reales.

Me ha obligado a recogerle toda la cocina y hacerle la colada. Por supuesto desnuda “para que no me manchara”. JA, maldito cabrón. Lo has hecho para disfrutar violentando mi pudor. Al menos no me ha puesto ni el dilatador con la cola de caballo ni las pinzas en los pezones.

Ha sido muy duro cuando he tenido que tender la ropa desnuda. Tiene las cuerdas en una ventana que da a un patio interior bastante grande. Las ventanas de la pared de enfrente están a unos ocho metros de distancia. Al ser una ventana, solo se me veía de cintura para arriba y mi sexo quedaba a salvo, pero no mis pechos. He tenido que mostrarlos totalmente al asomarme a tender la ropa. No he querido mirar si alguien estaba en las ventanas, para disminuir en lo posible mi vergüenza, pero sí que he notado con el rabillo del ojo movimiento en varios lugares. Si han sido mujeres, habrán pensado que qué guarra que soy…y si han sido hombres, habrán disfrutado del espectáculo de mis pechos bamboleantes una y otra vez. Qué vergüenza, seguro que hasta se habrán tocado mientras me miraban.

Poco a poco voy sabiendo más sobre su enorme poder a través de cómo lo utiliza en mí. Ya pude comprobar que no necesita tocarme y que puede mantenerme bloqueada pero dejar que mueva los ojos. Hoy se ha superado…

Cuando terminé de hacer las tareas que me encomendó, me hizo sentar en un sillón del salón, casi en el borde y bien recostada. Sin notar nada más que un pequeño roce de su mano en mi cuello, me encontré que mi cuerpo ya no me obedecía de cintura para abajo. Podía mover la cabeza, el cuello y también hablar, pero el resto del cuerpo lo notaba todo pero no me obedecía. La sensación era muy extraña. Me acababa de demostrar que podía bloquear la parte de mi cuerpo que él quisiera sin el menor esfuerzo.

Colocó mis piernas sobre los brazos del sillón y entonces se sentó en una pequeña banqueta frente a mí y comenzó a hacerme preguntas mientras me manoseaba. Empezó jugando con mis pechos, los pezones, las aureolas… amasándolos, apretándolos, jugando pero sin hacer daño. Luego sus manos recorrieron mi cintura, mis muslos, para acabar jugando con mi sexo. Acariciaba los labios menores… rozaba mi clítoris… lo apretaba suavemente… metía uno…dos dedos en mi interior. Reconozco que me estaba calentando.

Mientras jugaba con mi cuerpo inerte, me preguntaba sobre mi familia, Paco, Marta, lo que hacían, horarios, aficiones… todo ese tipo de preguntas que se pueden hacer sin mala intención, pero que preocupaban viniendo de él. Me preguntó por mi familia, si vivían mis padres y dónde, mis hermanas… Me preguntó por mi infancia, por cómo conocí a Paco, la boda, todo. Me hizo una ficha completa. Intenté que estuviera satisfecho, pero por otro lado sin darle más información de la necesaria dentro de lo posible, pues no estaba hablando con un amigo precisamente sino con mi violador.

Las últimas preguntas me costó contestarlas pues estaba sintiendo un pequeño y audible orgasmo (espero no haber hablado demasiado), cosa que me avergonzó. En ese momento, se incorporó, se quitó los pantalones y la ropa interior y me penetró. El placer del orgasmo que aún sentía se intensificó con el paso de los minutos y fue subiendo hasta estallar en un nuevo orgasmo más intenso que el anterior, así como mis gemidos. Quedé atontada, abrumada por las oleadas de placer que seguía sintiendo. Poco después Damián se corrió en mi vagina con audibles gruñidos de placer.

Quedé despatarrada tal como estaba con el semen saliendo de mi sexo. Creo que me hizo algunas fotos, pero no estoy segura. Dijo algo de limpiarme y volvió en menos de un minuto con un paquete de toallitas húmedas. Se arrodilló entre mis piernas y comenzó a limpiarme. Tomó una nueva toallita y empezó a introducirla en mi vagina “para limpiarme bien”. Metió tres dedos todo lo que pudo junto con la toallita. Entonces sin decir nada se levantó.

Volvió un minuto después con un tarro. No veía el nombre y supuse que sería crema hidratante. Cogió una buena cantidad y se la extendió por la mano derecha, untándose a base de bien. Cogió un poco más y me lo untó en la entrada de la vagina. Damián no decía nada, y tampoco me miraba. No tenía ni idea de qué estaba haciendo.

Cuando terminó, comenzó a meter dos, luego tres y a continuación los cuatro dedos en mi vagina. Entre su penetración, el orgasmo, la limpieza a la que me había sometido y la crema (por el olor era vaselina), mi vagina aceptó con un poco de dolor la intrusión de toda la palma en su interior.

Damián metía la mano hasta que el dedo pulgar hacía tope con mi clítoris. La sacaba y la metía a pesar de mis ruegos de que lo dejara, que me dolía, que me hacía daño, que parara, que… Pero todo era inútil. Damián me miraba y sonreía de manera malévola y me ordenó callarme.

Lo intenté. De verdad que lo intenté, pero no pude evitarlo cuando el dedo pulgar decidió acompañar a los otros cuatro a mi interior.

A pesar de que introducía la mano girando la muñeca de forma que facilitaba la entrada, mi vagina es flexible, pero no tanto como para permitir la entrada de la mano de un hombre sin sentir un gran dolor. Un grito comenzó a salir de mi garganta… pero se quedó sin terminar de salir cuando me tocó la garganta con la punta de su dedo índice de la mano izquierda. ¡Estaba afónica! Ningún sonido salía de mi garganta. Mis ojos y mi boca estaban completamente abiertos en un vano esfuerzo por permitir salir la expresión del terrible dolor que sentía… pero nada salía.

Damián siguió con sus esfuerzos y de repente noté que su mano se coló en mi interior. Me quedé sorprendida de su logro y de que el dolor disminuyera en gran parte. Me sentía llena y miré atónita hacia abajo.

No lo podía creer. Muchas veces he visto el pene de Paco entrar y salir de mí. Incluso he tenido que ver el de Damián haciendo lo mismo, pero el ver que es la muñeca y no el pene lo que asoma de mi sexo… Me quedé atónita. Aunque hubiera podido, ningún sonido habría salido de mi garganta. Simplemente no lo podía creer.

Aquello era real, pues el dolor que provenía de mi maltratada vagina así lo indicaba, pero me era muy difícil de creer que una mano humana pudiera caber ahí dentro. Después he visto páginas porno especializadas en “fisting”, lo llaman así, en las que hombres y mujeres se meten la mano, el pie y toda clase de objetos, tanto en la vagina como en el ano. Lo creo porque lo he visto, pero aún sigo sin comprender cómo esas personas (porque también los hombres son penetrados así) pueden sentir placer a juzgar por sus caras.

Desde luego yo placer no lo sentía. Me dolía menos, sí, pero dolía. Damián comenzó a mover su mano dentro de mí. Notaba que movía sus dedos dentro y cómo la giraba. Hacía movimiento como de intentar sacarla y volverla a meter. Me cuesta decirlo, pero es mi diario y si no soy sincera conmigo misma mal voy, pero el dolor se redujo a escozor y una sensación placentera comenzó a llegarme. Mi respiración se moderó y mi mirada se sosegó.

Damián lo advirtió, miró fijamente mi garganta y volví a poder hablar. Le dije que lo que me hacía estaba mal, que no tenía derecho, que me iba a provocar desgarros y daños permanentes, que mi marido se daría cuenta, que… Se llevó el dedo índice cruzando los labios ordenándome callar, y así lo hice.

-          Lo hago porque puedo y porque quiero –dijo con tono de enfado-. Las vaginas son flexibles y en un par de día no notarás nada. Tu marido no se dará cuenta porque me has dicho que solo lo hacéis un par de sábados al mes… ¿o es mentira? Hoy es lunes por lo que no te toca. Y ya basta de explicaciones. Hago lo que quiero y punto. Tú eres mi muñeca y yo juego como me da la gana ¿está claro? No quiero ni una palabra más o te dejo muda para siempre y los médicos se volverán locos intentando curarte sin éxito.

Ahora calla y disfruta con la sensación de sentirte llena porque la vas a sentir más veces. Si me enfadas te lo haré en el culo, ¡y eso sí que te dolería!

No me atreví ni a rechistar. Su tono no dejaba lugar para la duda. Estaba segura que si le enfadaba conseguiría meter su mano en mi ano aunque tuviera que desgarrarme. Además ya no sentía dolor y tan solo una sensación extraña, de estar llena. Notaba sus dedos estirándose y encogiéndose en mi interior y su puño haciendo como que lo sacaba. Reconozco que, tras el dolor inicial, la experiencia no estuvo mal. Sí que me preocupaba y me preocupa si mi vagina realmente va a volver a su tamaño y forma o habrá quedado deformada. Pero lo más probable es que no. Si por ahí pasó mi hija Marta al nacer y recuperó su forma… Lo malo es que si me lo hace con frecuencia tal vez sí que se quede más ancho. No sé, ya veremos lo que pasa.

Una vez más he sido un juguete en sus manos y una vez más me ha violado. Incluso de una forma que desconocía que existiera. Ni en mis más locos sueños se me habría ocurrido que alguien pudiera meter su mano en la vagina o en el ano. Me alegro muchísimo de que haya elegido mi vagina porque, teniendo en cuenta que la vagina es más flexible y el dolor que he sentido, estoy segura que me habría destrozado si lo hubiera intentado en mi ano.

No le vale con violarme como cualquier violador haría, quiero decir follándome sin más. No, tiene que llevarme más allá. Tiene que hacerme cosas que solo caben en una mente enferma. Meter toda la mano…¡en mi vagina! Dios mío, ¿cómo puede haber alguien tan enfermo? Y pensar que es alguien que enseña y educa a nuestra juventud. Tengo que pararle, pero no sé cómo.

Hoy me ha demostrado que tiene un control absoluto y fácil sobre cada parte de mi cuerpo. Puede bloquear a voluntad una parte y hacer que el resto siga moviéndose. ¿De dónde le vendrá este poder? ¿Cómo lo habrá conseguido? ¿Cuánto le durará?

Es agotadora esta sensación de estar en sus manos, de no controlar mis actos, de ser su juguete, que en cualquier momento puede romper si se cansa de jugar. Iré al médico a que me recete tranquilizantes pues esta tensión permanente me agota.

20 de Octubre

Hoy ha venido a casa. Me avisó de que vendría a primera hora de la tarde y que se iría antes de que viniera Marta, y así lo hizo.

Llegó y le rogué con voz temblorosa que no me inmovilizara. Me miró un instante mientras lo pensaba y me dijo que haríamos una prueba pero que me estuviera totalmente quieta y que hiciera todo lo que me mandara. Se lo agradecí sinceramente, y lo notó. Es muy duro que violente tu voluntad y que te folle o lo que se le ocurra, pero es aún peor si no tienes ni siquiera el control de tu cuerpo. Al menos para mí lo es.

Me ordenó separar un poco las piernas y quedarme quieta, e inmediatamente lo hice. Comenzó, mientras lo hacía, a decirme lo que le gustaba tocar mi cuerpo vestida. Se puso detrás de mí y me acariciaba desde detrás. Sobaba mis pechos, mi cintura, mis muslos… Acariciaba mi monte de Venus sobre las bragas de encaje blanco que me había puesto, y de vez en cuando su mano se introducía brevemente en mi interior. Notaba su cálido aliento en mi cuello…

Damián es un malnacido que me viola y abusa de mí, pero reconozco que a veces no es demasiado desagradable y que se suele preocupar por mi disfrute… como en ese momento.

Su boca besando mi cuello, su mano derecha introducida en mis bragas acariciando mi sexo y su mano izquierda bajo mi blusa y sujetador recorriendo mis pechos y yo con la orden de no mover ni un pelo… uf, era excitante y morboso.

Sus manos me despojaron de la falda y de la blusa, quedando en ropa interior y zapatos de tacón. Entonces movió un sillón colocándolo frente al pasillo de acceso a las habitaciones y se sentó, no sin antes colocar su teléfono en un pequeño soporte para poderlo grabar todo.

Me ordenó ir hasta el final y volver caminando como hacen las modelos. Cuando llegara hasta el sillón, me tenía de girar para darle la espalda, abrir las piernas y tocarme los pies sin doblar las rodillas. Mentalmente calculé que mi culo quedaría más o menos a la altura de sus ojos. Iba a tener una excepcional vista “panorámica”.

Así lo hice. Caminé, volví, me giré, me agaché y me quedé esperando órdenes. Noté como mi sexo era acariciado suavemente a través del encaje semitransparente de mis bragas.

Me ordenó repetirlo todo, pero esta vez totalmente desnuda. Uf… eso me costó. Sé que ya me visto varias veces en todas las formas posibles y que no es nada nuevo para ninguno de los dos, pero soy excesivamente pudorosa y me cuesta mucho. No me dejó ni pedírselo… su mirada lo decía todo, lo tenía que hacer sin rechistar, ni siquiera dudar. Una vez más no tenía elección. Tomé aire, me desnudé y lo hice.

Volví a notar sus dedos, esta vez sobre mi sexo desnudo e introduciéndose ligeramente en mi interior. Hasta el ano recibió una caricia, lo que me hizo dar un respingo. Una fuerte palmada en mi trasero y la orden de no moverme me mantuvieron quieta, sin respirar.

Me dijo que quería que hiciera lo mismo con todos los conjuntos de ropa interior que tuviera. Me incorporé, le miré para confirmar que no había oído mal y me encaminé a mi armario. Saqué de los cajones y coloqué sobre la cama los conjuntos que tengo y me puse el primero.

Repetí el mismo recorrido que las dos primeras veces quedando siempre en la misma y difícil posición (para una pudorosa como yo) Invariablemente todas las veces sus dedos acariciaron mi sexo sobre los diferentes tejidos de mis braguitas hasta que un toque en el muslo me indicaba sin palabras que debía ir a por el siguiente conjunto. Lo hacía ya como una autómata.

Cuando le informé que todos los conjuntos ya los había visto, pero que quedaban más bragas y tangas, se incorporó y me acompañó a la habitación. Cogió unas bragas de cintura alta, otras brasileñas, un culote y dos tangas diferentes, volviendo al salón.

Me dijo que me pusiera la falda y unas de las bragas. Mientras, él se tumbó sobre la alfombra. Hizo que me situara sobre él con un pie a cada lado de su cara. Este hombre nunca tiene bastante y su mente es una fuente inagotable de locuras obscenas. Lo que quería era mirar a placer bajo mi falda. En estos encuentros, me había costado y me seguía costando el hacerme a la idea de pasearme desnuda y el pasearme en ropa interior. ¿Y ahora quería mirar bajo mi falda? ¿No había tenido suficiente? Está enfermo.

Se lo pedí por favor, le rogué, pero se mantuvo inflexible. Me dijo que o lo hacía por las buenas o me bloquearía de nuevo, por lo que accedí. Me coloqué sobre su cara con los pies a ambos lados. Me ordenó que me agachara hasta quedar a escasos centímetros de su cara. Noté sus manos en mi trasero. Me indicaban que bajara un poco más y así lo hice, despacio, hasta que noté su cara. Me mantuve unos instantes hasta que sus manos me indicaron que me incorporara. Damián me ordenó cambiar de bragas y dejar los tangas para el final. Así lo hice.

Repitió todo más o menos igual con cada prenda, y también con los tangas. Cuando tenía puesto el segundo y último, me ordenó que me girara mirando hacia sus pies y que me arrodillara. Nada más hacerlo, noté que sus manos corrían la pequeña tira del tanga y su voz me ordenaba hacerle una mamada. Claro, era un 69, como no.

Me introduje su pene en la boca y comencé a chupar. Lo mismo hizo Damián, comenzando un intenso repaso de todo mi sexo. Era bastante agradable, se le da bien. Al poco, quise repetir la experiencia del despacho y meterme todo su pene en la boca, hasta la garganta, pero por más que lo intentaba me resultaba imposible.

Se lo dije. Sin quitar su cara de mi sexo ni su lengua de mi clítoris, las manos de Damián lograron llegar a mi garganta, la rodearon un instante. Me pareció notar un ligero calor, pero apenas. Y entonces volvió a suceder. Mi garganta volvía a acoger sin esfuerzo el largo pene de Damián. Estaba sorprendida, era increíble,  Notaba mi garganta relajada, el pene entraba y salía con facilidad y no había ni asomo de arcadas. Yo lo estaba disfrutando.

Entonces Damián paró un momento de lamer mi sexo y me habló. Me fastidió un poco pues me estaba gustando lo que me hacía y ya casi estaba para llegar al orgasmo. (Sí, ya sé que es una vergüenza disfrutar cuando te lo están haciendo contra tu voluntad, pero no puedo evitarlo) Sus dedos reemplazaron a su boca, que en esos instantes me ordenaba que tomara aire y mantuviera mi cara apretada contra su cuerpo y su pene totalmente dentro de mi garganta. Así lo hice, para escuchar a continuación cómo me ordenaba hacer el movimiento de tragar saliva. Conseguí hacerlo, es como si estuvieras bebiendo de una bota de vino. Con la voz un poco rara me ordenó que siguiera haciéndolo… y como instantes después noté los estertores de su pene que eyaculaba directo a mi esófago y estómago.

Fue una sensación rara, de triunfo. De un triunfo extraño, inexplicable. Por un lado no deseaba que mi violador se lo pasara bien con mi cuerpo, pero por otro lado y en ese exacto instante no lo consideré mi violador, sino mi macho, al que había logrado satisfacer. Me sentía hembra, no mujer violada, y fruto de esa sensación me corrí intensamente.

Quedé totalmente desmadejada, acostada sobre el cuerpo de Damián, con su pene aún en mi boca y respirando con mucha dificultad. Ambos nos tomamos unos minutos antes de incorporarnos.

Damián se mostró contento y hasta orgulloso de que yo hubiera alcanzado un buen orgasmo y me obligó a reconocerle que se preocupaba por mí. No era cierto porque, si bien es cierto que me lo estaba comiendo muy bien y que había logrado excitarme mucho, el orgasmo en realidad había llegado como culminación a cómo había logrado que se corriera en mi garganta.

Bueno, si le hacía feliz el pensar que mi orgasmo era exclusivamente gracias a él, yo no se lo iba a discutir, ¿para qué? Mejor que siguiera contento.

Pero dice el refrán que dura poco la alegría en casa del pobre. Me dijo que, aprovechando que Paco estaba de viaje y no regresaba hasta media mañana del sábado, mañana viernes tengo que acudir a su casa a las diez de la noche porque tiene partida de cartas con sus amigos y quiere que me conozcan.

Le he dicho que no puedo, que está Marta y que tengo que estar en casa con ella. Me ha dicho que le diga que esa noche puede irse a dormir a casa de su amiga y que así estaré libre, sin marido ni hija. Entonces me he puesto de rodillas e incluso me he agarrado a sus piernas rogándole con lágrimas en los ojos que no me hiciera eso, que yo era suya y que aceptaba hacer lo que quisiera sin tenerme que bloquear siempre que quisiera, pero que por favor esto quedara entre nosotros. Le dije que iría a su despacho y se la chuparía bajo su mesa durante horas, que le limpiaría su casa todos los días con el dilatador de la cola de caballo que yo misma me pondría, Le dije que le llevaría yo misma las braguitas sucias de Marta, si eso le gustaba, pero que por favor no me entregara a otros.

Me sentí vencida cuando me dijo que todo eso ya lo tenía, que podía hacer cada una de esas cosas en el instante que lo deseara pues yo no podía evitarlo… y se rió a carcajadas en mi cara surcada de lágrimas. Me dijo que si yo no quería hacerlo, la única forma de evitarlo era que enviara a Marta en mi lugar, y volvió a reírse ante mi horrorizada reacción.

¡Es un maldito cabrón! Juega conmigo y no tiene la mínima decencia ni piedad. Me he entregado a él, le he hecho disfrutar e incluso sentirse orgulloso de haber logrado mi orgasmo, pero no le es suficiente y Dios sabe lo que quiere que haga con sus amigotes. Y lo peor es que se atreve de sugerir que sea Marta la que acuda en mi lugar. ¡Será malnacido! ¿Cómo puede decirme eso cuando la principal razón de que me entregue mansamente es evitar que se lo haga a mi amada hija? ¡¿Cómo se atreve?!

Es un demonio, un ser malvado que quiere destruirme solo para su placer. Está bien, iré pues no tengo otra salida. Prefiero ser su juguete aunque me rompa por dentro y así evitar que piense en sojuzgar a mi niña. Le diré a Marta que se vaya a casa de su amiga e iré a la cita con Damián y sus amigos. Le pido a Dios que me dé fuerzas, pues no sé lo que me espera.

 (Continuará)

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