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El Diario de Laura 5

en Dominación

  • CAPITULO 5

21 de Octubre

Acudí a las nueve a su casa pues me llamó para adelantar la cita, pues quería que todo estuviera preparado antes que vinieran sus amigos. Marta se mostró sorprendida por el hecho de que fuera yo, quien habitualmente le pone pegas, la que le sugiriera que se fuera a casa de su amiga a pasar todo el fin de semana, pero lo aceptó sin hacer preguntas. Supongo que temería que me echara atrás y no quiso preguntar. Llenó una pequeña mochila con sus cosas y se fue nada más llamar a su amiga.

Pasé toda la tarde nerviosa y sin poder concentrarme en nada. Temía mucho las ideas que salen de su enferma mente, y no me equivocaba. Me tomé varios calmantes para los nervios y me depilé el sexo, tal como quería que hiciera. A las nueve en punto llamé a su puerta.

Me hizo pasar al salón y, sin preguntarme nada, me preparó un gin-tonic. Reconozco que lo necesitaba. Tal vez si me hubiera tomado un par de estos no habría pasado la mala tarde que pasé.

Me dijo que no me preocupara que no pasaba nada. Por supuesto que no le creí. Estaba en su casa, en sus manos y vendrían “amigos”… mala cosa, seguro. Afirmó que son cinco amigos que suelen reunirse de vez en cuando a beber y jugar a las cartas, que esas reuniones duran tres o cuatro horas y que después me podría ir a mi casa o quedarme e irme por la mañana, lo que quisiera. Normalmente, me explicó, se limitaban a beber, bromear y jugar, pero que alguna vez (pocas) habían traído a alguna chica para mantener relaciones sexuales todos con ella. En ocasiones habían contratado a profesionales, pero también habían tenido a novias de ellos que, más o menos engañadas/emborrachadas, habían aceptado.

El vaso temblaba ostensiblemente en mi mano, por lo que lo dejé en la mesa a riesgo de tirarlo con los temblores que no podía evitar. ¿Quería que yo mantuviera relaciones con cinco hombres? ¿Estaba loco? Antes del matrimonio solo tuve dos novios con los que me he acostado, y tras el matrimonio solo lo he hecho con Ernesto… y ahora con Damián que me fuerza a ello. Solo me había acostado con cuatro hombres en mi vida…¿y quería que hoy me acostara con cinco a la vez? No. No, lo haría y así se lo dije, claramente.

Sonrió con una gran sonrisa mientras bebía de su copa recostado en su sillón.

-          ¿Entonces prefieres que vaya a casa de Lucía, la amiga de Marta, y me traiga a las dos junto a la madre de Lucía, es eso lo que quieres? –me dijo con su sonrisa insolente-

No, claro que no, ¿cómo podía pensarlo? No quería que le hiciera esto a nadie, por amor de Dios. Pero… ¿qué podía hacer entonces? Me quedé callada, con la cabeza gacha mirándome a las manos… ¿Qué podía hacer, Dios mío, qué debía hacer? Ninguna solución me parecía aceptable pues él dominaba totalmente la situación… por lo que rompí a llorar y me abracé a sus rodillas implorándole piedad, mientras mis lágrimas empapaban sus pantalones.

Me ordenó levantarme y sentarme de nuevo. Aseguró que no sería para tanto, que sus amigos son gente civilizada y respetable y que no permitiría que me pasara nada. Me aseguró que sería tan solo una sesión de sexo sin más y que todo acabaría pronto.

Le dije que yo no podía, que no soportaría la situación, que era superior a mis fuerzas…todo mientras un mar de lágrimas inundaba mis ojos. Me acompañó al cuarto de baño a que recompusiera mi maquillaje y me calmara.

Cuando terminé me dijo que me desnudara que tenía que prepararme. Lo fui haciendo como si me encaminara al patíbulo, por lo que me dio un fuerte azote en el culo y me ordenó terminar. Ya desnuda hizo que me sujetara a la mesa del salón, me inclinara y separara las piernas.

-          Te voy a ir dilatando el ano pues a algunos les gusta mucho y no quiero que te hagan daño. ¡Ni una palabra! –ordenó mirándome con gesto autoritario al ver mi expresión de miedo-

Con cuidado introdujo uno, dos y luego tres dedos untados en lubricante, metiéndolos y sacándolos para que mi ano aceptara la intrusión del dilatador (esta vez sin cola de caballo) que a continuación me puso. Molestaba pero no dolía. Si, como parecía, me iban a dar-por-culo mejor si lo tenía bien dilatado.

Con el dilatador firmemente asentado en mi culo, fuimos hasta su dormitorio. Allí me ordenó tumbarme y me preguntó si estaba dispuesta a “atender” a sus amigos. Le dije que no, que no podía, que yo soy una mujer casada, que amo a mi marido y que no puedo serle infiel voluntariamente. Le dije que, además, nunca había estado con más de un hombre a la vez y… no pude continuar porque mi voz se agotó en ese instante. Me toqué la garganta, pero todo estaba bien salvo que no podía emitir ningún sonido.

Me dijo que sabía que esa iba a ser mi respuesta pero que todo estaba previsto. Sus amigos no podían verme bloqueada pues “la mayoría” desconocen su poder. Así que había decidido dejarme tan solo sin fuerzas. Me explicó que mi cuerpo estaría flácido, como si estuviera desmayada, y no podría moverme. Me dejaría los ojos entreabiertos y así parecería que estaba borracha o drogada, además de que así podría disfrutar del “espectáculo” que daríamos. Continuó informándome que mi garganta estaría muy relajada para que todos disfrutáramos de sus penes en mi garganta. Tan solo podría hacer el gesto de tragar para que no me asfixiara con las corridas que depositarían en ella.

Me horroricé. Sería una muñeca de trapo en sus manos. Cinco hombres iban a poseerme de todas las formas posibles ¡y yo no podría hacer más que presenciarlo! Eso es inhumano, no tiene derecho.

Me pidió que me tranquilizara, que nada malo me pasaría y que iba a disfrutar de muchísimos orgasmos, tantos que perdería la cuenta pero que nadie lo notaría salvo yo. En ese momento sonó el timbre de la puerta y Damián, tras colocarme atravesada en el centro de la cama, ponerme una expresión como de borracha y tocar algo en una estantería, se fue a abrir la puerta.

¡Dios mío! Me iban a follar cinco hombres… Se correrían dentro de mí. Menos mal que ya estaba tomando la píldora y no podía quedarme embarazada, al menos. ¿Pero y si tienen enfermedades contagiosas? Ernesto a veces me folla sin condón cuando falta poco o acaba de pasar el período… Podría contagiarse… Oh, Dios no lo quiera. ¿Cómo se lo explicaría?...

En eso entró Damián con otro hombre en la habitación. No sé qué más había hecho Damián pero apenas les oía. Era como si estuviera bajo el agua, pues los sonidos me llegaban muy apagados y apenas les entendía. Me pareció que Damián me presentaba como “una amiga” y le dijo algo de una pastilla. El otro hombre decía algo de que estaba muy buena y le preguntaba algo, a lo que Damián le contestaba negando vehementemente.

Seguí oyendo sus voces hasta que noté una boca y una lengua que humedecían mi sexo. No sé quién era el que me lo hacía ya que ambos estaban fuera de mi ángulo de visión. Tras unos minutos, un pene ocupó su lugar. Mi violador levantaba mis piernas, creo que sobre sus hombros, y me follaba con violencia. Creo que no era Damián pues no es ese su estilo.

Apenas habían pasado unos minutos cuando se corrió con grandes bufidos dentro de mi vagina. Me pareció que había sonado de nuevo el timbre, pero no estaba segura. Lo que sí sé es que mi primer violador limpió su pene en mi boca, pues un pene semi-flácido con sabor a semen se introdujo en ella y al poco la abandonó. Me quedó el sabor agrio/salado tradicional del semen…y no me lo podía quitar.

Noté que algo húmedo se introducía en mi vagina, como limpiándola y rápidamente otro pene se introdujo en ella. Oía voces, pero apenas les entendía. Debían de ser tres los que se encontraban a mi alrededor pues sus tonos eran distintos.

Cuando llevaba unos minutos cabalgándome, paró y noté que intentaban que el dilatador abandonara su sitio en mi ano. En cuanto lo lograron, un pene ocupó su lugar rápidamente. No solo no me hacía daño sino que me estaba proporcionando mucho placer. Claro que no tengo forma de calcular el tiempo que pasaba, pero estuvo un buen rato disfrutando de mi ano y yo de su fantástico pene.

Reconozco que no deja de sorprenderme lo fácil que me excito con la sensación de estar en las manos de un hombre. Es enfermizo o, al menos, yo no lo entiendo, pero me sucede. Esta vez era mucho peor pues sabía que estaba en las manos de todo un grupo, y los grupos pueden ser mucho peores. Eso me excitaba mucho más y, unido a la placentera sensación del pene en mi ano, me corrí como una perra. ¡Dios mío, qué vergüenza! Menos mal que Damián tenía razón y nadie lo notó.

Antes de que terminara de correrse en mi ano, otro pene se introdujo profundamente en mi garganta. Lo hizo con facilidad y sin molestias para mí. Yo solo veía su peludo vientre acercándose y alejándose de mis ojos, mientras mi ano seguía siendo perforado sin pausa e, incluso, aumentando el ritmo. Creo que era Damián el que me follaba la garganta o al menos su olor era muy parecido.

El que follaba mi ano terminó corriéndose y volví a notar algo húmedo que me limpiaba. Mientras, mi garganta se llenaba con una corrida abundante, que rápidamente tragaba. Estuve a punto de asfixiarme porque se había quedado tumbado sobre mí y su cuerpo tapaba mi nariz impidiéndome respirar.

Otro nuevo pene se metió en mi vagina y comenzó a follarme con gran ritmo. Era muy grueso. Ere un pene nuevo que hasta ahora no me había follado. Al mismo tiempo que me follaba dándome un gran placer, pues debía de tocar algún punto especialmente placentero de mi vagina, oía sus voces y sus risotadas.

Confieso que estaba disfrutando de la experiencia mucho más de lo que pensaba y de lo que nunca reconoceré.  Entre que oía las voces muy apagadas, múltiples manos acariciando mi cuerpo y el placer que me provocaban los penes es su constante movimiento en mi interior, estaba como en una nube, como si realmente estuviera drogada. Era tanto el placer que sentía que la vergüenza de ser el juguete de cinco hombres (pues supongo que a esas alturas ya todos estaban allí) y el pudor de estar desnuda frente a ellos no me importaban lo más mínimo. Ya nada veía pues en las manipulaciones a las que me sometían, alguno debió de cerrar mis ojos y yo no los podía abrir por mí misma.

Y además una mano comenzó a acariciar mi clítoris… y un pene se introducía en mi boca… profundamente… sin descanso… y otro orgasmo. Me duele mucho, pero me gustaba. Soy una perra y me doy vergüenza.

Entonces alguien se tumbó a mi lado en la cama. Varias manos me tomaron, levantaron, dieron la vuelta y me colocaron boca abajo sobre el hombre acostado. Terminaron de moverme para que su pene se introdujera en mi vagina. Manos me tocaban y me movían… piernas que rozaban las mías… y otro pene que rozaba mi ano e intentaba introducirse. ¡¡Me iban a follar dos hombres al mismo tiempo!! Nooo, me van a romper, pensé llena de miedo.

Noté que me ponían lubricante y con cuidado el segundo pene se introdujo en mi ano. Me sentía repleta, totalmente llena. Notaba mis orificios muy dilatados, pero no notaba dolor. Molestia sí, pero no dolor. Poco a poco ambos penes comenzaron a moverse en mi interior, hasta que lograron sincronizarse y colaborar en la follada. Más voces y cuatro manos que me tomaron por las axilas y levantaron mi cuerpo, con cuidado de que ningún pene se saliera de mi interior.

Mi cabeza quedó colgando hasta que unas manos abrieron mi boca y, sujetándome, introdujeron un pene en mi garganta. Tras esta operación eran tres los penes que entraban y salían al mismo tiempo de mi cuerpo. Tras la sorpresa inicial, empecé a darme cuenta de que no era nada doloroso sino todo lo contrario. Tal vez fuera por las varias folladas que había recibido mi vagina, por lo dilatado y lubricado de mi ano y la relajada garganta que permitía un fácil acceso a su interior, pero el resultado era que todos estábamos disfrutándolo. Oía sus comentarios asombrados. Dos voces discutían si (supongo que otra chica, pues no entendía su nombre) había logrado aguantar una doble penetración, mientras que el otro decía que yo era mucho mejor pues eran tres los penes que me follaban al mismo tiempo. Esos comentarios por un lado me avergonzaban pues me comparaban con putas profesionales a las que superaba, lo que significaba que yo era una súper-puta, pero por otro me daban igual pues el placer que sentía era enorme y ya había disfrutado de al menos tres orgasmos en esta triple postura.

El que me follaba la boca se corrió, pero no en la garganta sino en la boca. No podía tragarlo así que ahí se quedó, hasta que al soltar mi cabeza, quedó colgando y el semen escurrió por mi boca abierta. El que estaba tumbado gritó y se escucharon risas.

Los dos hombres que me follaban también se corrieron. Repitieron la operación y volvieron a moverme y colocarme sobre otro y un nuevo pene penetró mi ano. El mismo baile de antes, pero sin nada en mi boca.

Me gustaba más, mucho más. No sé si es que se movían mejor que los primeros o qué era, pero llegué a un gran orgasmo en pocos minutos y permanecí disfrutando de una cadena de suaves orgasmos uno tras otro, casi era como si fuera un largo orgasmo. Maravilloso.

Creo que me desmayé de placer, porque de repente me di cuenta que el pene que penetraba mi ano era muy grueso y me hacía un poco de daño. Pero nada podía hacer para indicarles lo que me pasaba ni para pedirles que intercambiaran posiciones, pues seguro que en mi vagina lo disfrutaría mucho más.

Gracias a Dios que terminó pronto y mi ano pudo descansar. Oía sonido de vasos entrechocando y risas, estaban muy contentos. Parecía que hacían bromas y comentaban la situación mientras bebían. Siguieron follándome mucho rato más, pero solo uno cada vez. Parecía que ya estaban satisfechos y que ahora solo querían terminar de saciarse con mi cuerpo.

Mi cabeza estaba echa un lío. Por un lado estaba feliz pues había tenido más orgasmos en esa sesión que en varios años. Me sentía flotar en una piscina de placer, pues los que me follaban me seguían manteniendo en un estado placentero. Tenía algo de escozor en mi ano y mal sabor en mi boca, pero eso tendría fácil solución.

Esa era la parte positiva, pero la negativa era que yo no había elegido estar allí, ni follar, y mucho menos voluntariamente. Estaba siendo violada. ¿Disfrutaba? Sí, pero estaba allí en contra de mi voluntad. ¿Me gustaba? Sí, pero no quería que me gustase. Amo profundamente a mi marido. Ni quiero ni se merece que le haga daño… pero en el fondo esto me gusta…y eso me preocupa.  

Ya he tenido orgasmos las otras veces con Damián, eso no es nuevo, pero esta vez ha sido increíble. He perdido la cuenta y creo que he llegado a desmayarme de placer. Me preocupa mucho el sentir que deseo que esta situación vuelva a repetirse. Eso no es bueno, pues quiere decir que estoy cambiando y eso afectará a mi matrimonio con Ernesto, seguro.

Me excito al sentirme forzada. Así ha sido cada vez con Damián. Eso no es malo, pues puedo jugar a eso con Ernesto. Lo peor es que me ha encantado ser el juguete de cinco hombres al mismo tiempo. A eso no puedo jugar con Ernesto. ¿Por qué me excita tanto? ¿Qué haré? No lo sé. Espero que Damián y sus amigos hayan tenido bastante con esta sesión y no vuelva a repetirse. Será solo un recuerdo, un placentero recuerdo de algo prohibido.

Todo eso lo pensé mientras seguía siendo follada una y otra vez, hombre tras hombre, pene tras pene, por todos mis agujeros. Notaba como los huevos del que follaba mi garganta golpeaban en mi nariz… Notaba como otro sostenía mis piernas en alto para tener mejor acceso a mi vagina… Así siguieron largo rato, pero no sé cuánto pues creo que me dormí.

Cuando desperté, estaba sola, desnuda en la cama de Damián, tapada con una colcha y podía moverme con normalidad. Me incorporé y caminé hasta el cuarto de baño, donde oriné y me lavé un poco la cara y me enjuagué la boca que notaba pastosa.

Aún desnuda me dirigí a la cocina. Damián estaba preparando el desayuno. Me dijo que todavía no estaba y que mientras me diera una ducha. La ducha fue muy agradable. Limpié mi cuerpo del semen reseco que muchas zonas tenían. Mi vagina también necesitó una profunda limpieza. Mi ano me escocía mucho. Cuando salí de la ducha encontré una gran toalla limpia y un bote de crema balsámica. Mi ano lo agradeció.

Volví a la cocina envuelta en la toalla. Le pedí permiso para vestirme (Dios mío, ¿tan bajo he caído?) y me señaló el salón. Allí estaban mis ropas dobladas sobre una silla, como las dejé.

Comenzamos a desayunar. Estaba hambrienta. Damián me contó que había estado fantástica. Sus amigos se lo habían pasado tan bien que ni siquiera habían jugado a las cartas. Estuvieron bebiendo y follándome unas cinco horas hasta que ninguno quería más. Le habían felicitado por la “amiga” que les había proporcionado y todos querían repetir.

Me preguntó que cómo había sido la experiencia para mí. Quise hacerme la digna y comencé reprochándole que eran unos violadores, que yo no lo había hecho voluntariamente, que yo soy una mujer decente, que quiero a mi marido… Yo seguía diciéndole cosas y él sonreía socarronamente tras su taza de café.

Levantó su mano para que me callara.

-          Mírame a los ojos y dime que no has tenido ni un solo orgasmo.

Dudé. Había tenido muchos orgasmos. Si le decía que no se daría cuenta pues se notaría, pero si le decía que sí no podría mantener mi digna postura de mujer violada. Las violadas no tienen orgasmos… Damián prosiguió.

-          Claro que has disfrutado, y mucho. Controlo tu sistema nervioso. No puedo saber lo que piensas, pero sí que noto como fluye la energía. Noto tus orgasmos y sé que hasta te desmayaste de tanto placer. ¿Te quieres hacer la digna conmigo? No cuela. Desde el primer día noté que te excita sentirte forzada y ser forzada por cinco hombres te excita mucho más. Te has corrido como una perra, ¿cierto?

Bajé los ojos. Me tenía calada. Podía saber mi grado de excitación en cada momento, y eso le daba aún mayor poder sobre mí.

-          Ya sé que quieres mucho a tu marido y a tu hija. Eso te honra, pero no niegues que la experiencia te ha gustado. Vamos, reconócelo –me dijo-.

-          Ssí… me ha gustado, es verdad. Pero no tienes ningún derecho a… -me interrumpí pues había vuelto a levantar su mano para que me callara-.

-          Tengo el derecho a hacer lo que me dé la gana contigo. Puedo hacer hasta que te folle el perro de mi vecino, ¿te queda claro?  Así que no vuelvas a decir tonterías. Guárdate tu postura de mujer ofendida para quien le interese y contesta a lo que te pregunto. ¿Cómo ha sido la experiencia?

-          Me ha gustado y, sí, me he corrido muchas veces. Me duelen tanto la vagina como el ano, más el ano, pero solo un poco – respondí-.

-          Eso está mejor. Ya te dije que me preocuparía de que disfrutaras y ya ves que es así. Mis amigos se han limitado a follarte y nada más. No te han golpeado, ni se han orinado encima de ti, ni nada parecido. Te han tratado con respeto. Tanto es así que me han dicho que me traerían un regalo para ti, como agradecimiento. ¿Qué opinas?

-          No sé –comencé dubitativa-. Por un lado, no quiero nada porque no estoy contenta con lo que he hecho. Por otro, les agradezco que tengan un detalle así. Parece que no son mala gente. Y por otro tampoco creo merecerlo pues es cierto que yo también disfruté con ellos. No sé qué decir, la verdad.

-          ¿Ves como hablar sinceramente es lo mejor? –aseveró Damián-. Así nos entendemos mejor. Te voy a ayudar a decidir, pero tienes que ser absolutamente sincera contigo misma. Tómate tu tiempo para responder pero dime la verdad. Sé totalmente sincera, por favor… ahora que sabes cómo ha sido… ¿lo harías otra vez?

Me quedé de parada. ¿Me estaba planteando tener otra sesión con ellos? Era normal si se lo habían pasado tan bien, claro. ¿Pero qué le digo? Realmente me he sentido en el cielo… pero debo pensar en mi marido y mi hija… no debo caer en la tentación… ¿se dará cuenta si le miento? Porque querer sí que querría, pero no debo…

-          Damián, -comencé- reconozco que me lo he pasado muy bien y que no me importaría repetir. Pero tengo que pensar en mi familia. No está bien que les haga esto, no se lo merecen. Creo que la respuesta es no. Lo siento.

-          Sabía que dirías eso –respondió con una leve sonrisa-. Ha quedado claro hasta la saciedad que les quieres mucho y no quieres hacerles daño, pero no se trata de eso. No se trata de hacer orgías a todas horas, se trata de si quieres sentir placer o no voluntariamente. El cuándo y el cómo lo decido yo. Tu familia no tiene por qué enterarse si yo no quiero, y yo no quiero. Me gusta disponer de tu cuerpo sin dar explicaciones y lo voy a seguir haciendo, pero lo que quiero saber es si vas a relajarte y aceptar el placer que te ofrezca o vas a seguir martirizándote haciendo el papel de mujer forzada.

Damián calló dejando la pregunta en el aire. Pretendía que aceptara el poder del placer sobre mí, que me abandonara a la excitación que sin duda me proporcionaba el hecho de estar en sus manos. Mi cuerpo ya lo tenía, estaba claro, y ahora quería mi espíritu. Quería que dejara de ampararme en mi familia y reconociera que era una “perra-salida”.

¿Lo soy, soy realmente una perra? –me pregunté-. ¿Si no estuviera mi familia, me entregaría a él en cuerpo y alma? Y tuve que admitir que así era.

-          Sí, Damián. Reconozco que si no temiera hacer daño a mi familia ahora estaría a tus pies implorándote que me follaras de nuevo. Me excita el sentirme sometida y me encantan los orgasmos que me proporcionas. Si supiera que mi familia no se enterará nunca de lo que soy, sería tu esclava, pero les quiero demasiado –acabé, con lágrimas en los ojos-.

-          Eso es lo que quería que reconocieras –afirmó-. La garantía absoluta no existe, pero tomaré todas las medidas necesarias para que no se enteren. Luis, uno de los amigos que anoche “conociste”, es un jefe intermedio de la empresa que compró hace dos meses la de tu marido. Él se encargará de que esté ocupado en el trabajo cuando estés conmigo. Y tampoco te preocupes por Marta. Otro de mis amigos es el padre de Lucía, la amiga de tu hija. Paula, su madre, ha participado voluntariamente en sesiones como la de anoche y se encargaré de que Marta esté cuidada y no sospeche nada. El riesgo de que haya un imprevisto y se enteren siempre existe, pero es muy pequeño. Además eso le da más emoción ¿no?

Seguimos conversando un rato más, tomando una segunda taza de café. Así que la madre de Lucía también era una perra-salida como yo ¿eh? Interesante. Habíamos charlado un par de veces en el instituto y me había caído muy bien. Parece que además tenemos más cosas en común.

(Continuará)

Gracias por los comentarios y sugerencias.