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Atada 2

en Dominación

Pasó un rato y mi Amo volvió a venir.

Se quedó en la puerta, mirándome. Yo estaba con el culo dolorido de la brutal follada a la que me había sometido y lleno de semen. Pensaba que volvía para castigarme otra vez, pero no. Se acercó a mí y empezó a comerme el coño como solo él sabe hacerlo.

Mordía mis muslos y mis labios suavemente, con sus manos acariciaba mi barriga, me cogía de las caderas o apretaba sus manos contra mi culo. Pasaba su lengua por todo mi coño, la metía en mi vagina... Me lamia los alrededores del clitoris y luego hacia presión con su lengua en él, haciendo movimientos circulares. Me volvía loca y siempre reservaba lo mejor para el final. Esperaba a que yo estuviera muy excitada para meterse mi clitoris en su boca y succionarlo, una y otra vez hasta que tenía un orgasmo brutal.
-Gracias Amo, no me lo merezco después de lo que hice.
Siempre le doy las gracias a mi Amo cuando decide regalarme cosas como esta. No dijo nada, se incorporó y me desató, me acercó a él y me ordenó que fuera a ducharme.
Cundo salí de la ducha él estaba tumbado en la cama, me puse delante de ella, baje la cabeza y esperé ordenes.
Cinco minutos después mi Amo se levantó de la cama y se dirigió a mí. Cogió mi correa. -Este gesto significa que me tengo que poner a cuatro patas, como la perrita que soy.- Y me llevó hacia el rincón.
-No, Amo, no. Al rincón no.
-¡Shhhhhhhhhh perra!
Lo odiaba, odiaba el rincón. Significaba que se iba, que me abandonaba.
Ya había llevado al rincón mi camita de perra, la manta y el cuenco con comida y agua.
Enganchó mi correa al gancho que hay en la pared y la dejó lo suficientemente larga para que pudiera tumbarme y ya está.
Me esposó las manos y seguidamente hizo que me abriera de piernas, ya sabía lo que tocaba.
-Ya sabes que no te lo puedes sacar hasta que yo vuelva zorra.
Abrí las piernas y me metió un consolador.
-Perrita, ya sabes que no te puedes correr. Volveré mañana por la noche. Se buena.
Esto último lo dijo mientras señalaba la cámara.
 
Normalmente siempre incumplo la norma de no poder correrme, ya que me follo con el consolador como una perra en celo. Pero esta vez se iba solo un día, quizá podía aguantar.
 
Me dio un beso, me repitió que me portara bien y se fue.
Me tumbe en mi cama, una cama típica de perros, y me quedé dormida.
Había oscurecido cuando me desperté. Cada vez que me movía el consolador también lo hacia, me estaba empezando a mojar.
 
 -En este punto del relato me estoy masturbando. -
 
Así que me estiré y me quedé inmóvil, tenía que portarme bien. De repente escuché un ruido, mi amo había vuelto. Cuál fue muy sorpresa cuando segundos después vi a dos hombres encapuchados frente a mí.
 
-Mira lo que tenemos aquí.

 

 

Dijo uno sorprendido. Me quedé inmóvil, no sabía que decir. Había dos hombres que no conocía de nada frente a mí y yo estaba completamente desnuda, esposada y atada por el cuello. Totalmente indefensa, así que me puse en lo peor.
Uno de ellos se acercó a mí y me cogió de la cara.
- ¿Eres una perrita?
No dije nada y me dio una bofetada.
- ¡Contesta! ¿Eres una perrita? ¿Eh?
Otra, pero seguía sin poder articular palabra.
-Vaya, eres una perra muda por lo que se ve. Peor para ti.
Empezó a devorarme con la mirada.
-Abre las piernas, puta.
No lo hice y me gané otra bofetada.
-¿Aparte de muda también eres sorda? ¡Que abras las piernas, cerda!
-¿Qué quieres?
-¿Que qué quiero? Será qué queremos jajaja. Mírate puta, estás a nuestra merced y te vamos a follar todos los agujeros. Ahora, abre las piernas antes de que nos enfademos.
No lo hice y me volvió a pegar, cada vez lo hacia más fuerte.
-Ven, vamos abrirle las piernas a esta zorrita.
Se acercó el otro hombre y por más que me resistí, al final me abrieron las piernas.
-Bueno, bueno, bueno. ¿Pero qué es esto? Hoy nos vamos a divertir.
Dijo al ver el consolador en mi coño y empezó a meterlo y sacarlo.
¿Te gusta, puta?
Me encantaba, pero no podía reconocerlo.
¿No piensas hablar, perrita?
Seguidamente me escupió en la cara y empezó a lamerme los pezones sin para de mover el otro. Levanté la vista y vi al otro pajeándose mirando fijamente como el consolador entraba y salia de mi coño. Deseaba que se quedara mirando, pero no. Se acercó a mi cara y empezó a restregarme toda su polla por ella.
 
 -Me vuelvo a masturbar-
 
Me la quiso meter en la boca, pero la cerré. Así que me tapó la nariz con su dedos y cuando abrí la boca me la metió entera.
-Traga puta.
Me agarró del cuello, me empujó hacia la pared y empezó una brutal follada de boca mientras el otro me follaba brutalmente el coño con el consolador y me manoseaba bruscamente.
Sacó el consolador de mi coño y lo metió en mi culo. Enseguida noté su polla dentro de mi coño, me estaba follando.
- ¿Te gusta, zorra?
Mientras me follaba, el otro se corrió en mi boca.
Intentaba no gemir, ni hacer ningún gesto, pero mis contracciones delataron mi placer.
- ¿Te estás corriendo, puta?
Dijo el que me follaba mientras me retorcía los pezones.
- ¡Qué guarra!
-Pontela encima.
Dijo el que estaba mirando y el que me follaba así lo hizo, se puso debajo mío y el otro sacó el consolador de mi culo, escupió en él y me la metió de un solo golpe. Empezaron a follarme fuertemente y yo solo podía gritar.
Pasaron unos minutos cuando empecé a notar en mi coño la leche caliente del que me lo follaba, era asqueroso para mí. Se quedó un con su polla en mi coño hasta que el que me estaba follando el culo descargó dentro de él. Entonces los dos se separaron de mí y se sentaron en una silla mientras me observaban. Yo pensaba que se irían, pero no, solo estaban pensando qué hacerme.
Uno de ellos se levantó y empezó a darme bofetadas, cada vez más fuertes, mientras me insultaba. Yo no sabía por qué hacia eso.
El otro se levantó y me hizo ponerme a cuatro patas y me dio un azote.
-¡Cuenta, puta!
Me gritó, mientras me daba otro doloroso azote.
-Uno...
Dije con la voz cortada y empecé a contarlos.
Cuando ya llevaba una docena de azotes, el que me estaba abofeteando me hizo pinza con sus dedos en la nariz y empezó a mearse sobre mí.
-No has contado, zorra. Empezamos de nuevo.
Dijo que el que me azotaba.
Llegamos hasta 100 azotes cuando se les ocurrió algo más divertido que hacer conmigo. El que me azotaba me abrió las nalgas y metió un poco su polla, el otro se dirigió hacia mi culo e hizo lo mismo. Me estaban follando el culo los dos a la vez. Cada vez la metían más.
Uno de ellos me cogió del pelo y me tiró hacia atrás mientras el otro me mordía la espalda. Mi ano cada vez se dilataba más y cada vez entraban más a dentro esas dos pollas hasta que cogieron un ritmo frenético. 
Se corrieron casi a la vez en mi culo.
Me quedé tirada en el suelo, ya no podía más. Era de día.
-Esto no ha terminado puta, todavía no te he follado el coño.
-Ni yo la boca.
Uno de ellos se acercó y me hizo ponerme a cuatro patas para volver a azotarme, esta vez también me tiraba del pelo.
El otro me la metió en la boca.
-No te oigo contar puta.
No podía contar, tenía una polla follandome la boca. Pero hice lo que pude mientras ellos dos se reían. Paró de azotarme y se dirigió a mi coño.
-Mmmm sí, que rico coño de puta.
Los dos sacaron sus pollas casi al mismo tiempo y empezaron a correrse por todo mi cuerpo.
Luego uno de ellos me dio una patada y se fueron.
Me quedé ahí tirada, sin fuerzas.
Pasaron las horas y se abrió la puerta. Era mi Amo. Por suerte esos cabrones no se dieron cuenta de a cámara y quizá podríamos identificarlos.
Miré a mi Amo delante mío y me dijo:
¿Te ha gustado mi regalo?
 
 
 
 
 
Gracias a todxs los que me habéis escrito, ya sea para bien o para mal. Seguir haciéndolo. 
Lametones para esas pollas erectas y esos coños mojados.