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Tutoría IV

en No Consentido

-(Joaquín) Hola Lucía, pase. 

 

Pasé a la habitación sin decir nada. Era una habitación bastante grande  y espaciosa. No había muchas cosas, solo lo necesario y el escritorio estaba bastante desordenado. Vi que en una esquina de la habitación había algo bastante grande tapado con una sábana, pero no le di mucha importancia, ya que cuando llevé mi vista hacia el techo vi que había un gancho en el centro y anillas sobre la cama...

 

-(Joaquín) Bien putita. Le explico; como todo esto ha sido muy rápido su habitación todavía no está lista, así que dormirá aquí hasta que lo esté. No se preocupe, lo vamos a pasar muy bien. 

Para empezar solo podrá salir de la habitación para ir a clase y mientras esté en la habitación debe ir desnuda y a cuatro patas. Ah... Y, sobre todo, no puede hablar si no le doy permiso. ¿Entendido? 

-(Yo) Sí...

-(Joaquín) Ya puede empezar, Lucía. 

 

Sin más preámbulos empecé a desnudarme. Empecé quitándome la camisa, desabrochando uno a uno sus botones hasta que brotaron de ella mis dos enormes tetas.... Seguí con la falda y finalmente me quité los zapatos, los calcetines y me puse a cuatro patas. 

 

-(Joaquín) Muy bien... Acérquese. 

 

Así lo hice y puso al rededor de mi cuello un collar negro para perras que iba atado a una correa metálica. 

 

-(Joaquín) Perfecto. Sígame. 

Dijo a la vez que estiraba de la correa. 

 

Lo seguí hasta el lavabo donde al lado del retrete vi una cama de perro con dos cuencos.. Uno lleno de agua y otro de comida para perros. 

 

-(Joaquín) Aquí está su cama, perrita. 

¡Vamos!

 

Salió del cuarto de baño, se puso al lado de la cama y volvió a tirar de la correa como señal para que subiera a ella y así lo hice. 

 

-(Joaquín) Pongase boca arriba y abra bien las piernas perra. 

 

Así lo hice. Joaquín se quedó mirándome, estaba como dubitativo. 

 

-(Joaquín) Bien... Tengo que prepararle para esta noche, pero creo que antes le voy a follar un poquito ese chochito de puta que tan cerrado debe estar ahora. Mmmm cómo me pone tener una perra para mí solo aunque pensándolo bien va a ser usted quien me folle para que sienta cada centímetro de mi polla hundiéndose en su interior. 

 

Joaquín se desnudó rápidamente y se tiró sobre la cama. Tenía la polla totalmente dura. Cogió la correa y me indicó que empezara. Me coloqué sobre él cogí su polla con la mano y busque la entrada de mi coño. 

 

-(Lucía) ¡Ay!

-(Joaquín) Shhh perra. 

 

Dijo mientras tiraba de la correa. La punta ya estaba dentro de mí. Poco a poco me la iba mentiendo un poco más. 

 

-(Joaquín) Va muy despacio, puta. 

 

Acto seguido Joaquín me agarró de las caderas y tiró de ellas para abajo mentiendome así toda su polla de golpe en mi coño cerrado. No me dejó asimilar el dolor, pues inmediatamente levantó sus piernas y empezó a follarme sin parar mientras mordía mis pezones. 

 

-(Yo) Me hace daño, profesor. 

-(Joaquín) Cállese, zorra!!!!!

 

Dijo mientras me abofeteaba la cara y no paraba de reventarme el coño. Me estaba haciendo mucho daño y como no podía ser de otra manera mis ojos se llenaron de lágrimas. 

 

-(Joaquín) ¿Ya está llorando, putita? Mmmmm sí. 

¿Le duele mucho?

¿Eh, puta? ¿Le duele mucho? ¡Cómo me pone!

 

Me quedé callada. Mientras, poco a poco, mi coño ya se iba haciendo a la polla de Joaquín, quien me había echado sobre él y no paraba de metérmela mientras me clavada las uñas en las nalgas. De repente, me volteó con violencia y me siguió follando muy rápido mientras me lamía toda la cara. 

 

-(Joaquín) Putita... ¿Dónde me corro? ¿En su coñito? Mmmm

-(Lucía) No, por favor...

-(Joaquín) ¿Por qué? ¿No quiere que la preñe como a una perrita? ¿Eh? 

-(Lucía) No...

 

Joaquín soltó una carcajada, me cogío por el cuello y empezó a follarme todavía más rápido mientras me miraba fijamente a los ojos. Parecía un loco y yo intentaba evitar que mi mirada se cruzará con la suya. 

 

-¡Míreme zorra!

 

Tras eso, sentí su corrida en mi coñito...

 

-(Joaquín) ¡Pfff, qué gusto da follarse a una puta, joder! 

 

Exclamó mientras la sacaba. 

 

-(Joaquín) ¡Limpiamela, perra! 

 

Me incorporé y empecé a pasar mi lengua por su polla llena de mis flujos y su corrida. La lamí entera y me la metí en la boca hasta que estuvo bien limpia. 

 

-(Joaquín) Muy bien, perra. Ahora estírese boca arriba en la cama. 

 

Así lo hice. Joaquín me cogió las piernas y empezó a estirar de mí hasta dejar mi culo al borde de la cama. Separó bien mis piernas y las ató a las anillas del techo. Hizo lo mismo con mis brazos, atándolos a la cabecera de la cama, y, finalmente, me puso una mordaza. Se dirigió hacia el rincón de la habitación donde había algo bastante grande tapado con una sabana y lo trajo hasta el centro, poniéndolo justamente enfrente mío. Lo destapó y una sonrisa se dibujó en su cara. Era una especie de máquina, que tenía una barra de metal y esta en uno de sus extremos tenía una polla a la que Joaquín le colocó un anillo. Acercó la máquina hacia mí, hasta que la polla rozó mi vagina y entonces la accionó. ¡Joder! La máquina me penetró de un solo golpe y no paraba de entrar y salir. Iba muy rápido y no podía evitar estremecerme cada vez que el anillo que le había colocado Joaquín me tocaba el clítoris. 

 

-(Joaquín) Debe estar bien abierta para esta noche, putita. Ahora la dejo sola. ¡Qué disfrute! 

 

Joaquín me dejo sola en esa habitación, atada, amordazada y follada por una máquina y cada vez estaba más cachonda por culpa de ese maldito anillo. Era inevitable que me acabara corriendo.

 

Parecía todo un detalle de Joaquín, pero pronto descubrí que no era así. Tuve un orgasmo brutal, me tembló todo el cuerpo, pero que yo me corriera no significaba que eso se parara. La máquina siguió follandome al mismo ritmo y el anillo dándome en mi clítoris, lo que se convirtió en una tortura, pues al acabarme de correr lo tenía muy sensible. 

 

El roce del anillo era insoportable, intentaba moverme y chillar pero no podía. Era un dolor terrible. 

 

Pasó un rato y mi clítoris se calmó, volviendo así a sentir placer. Me volví a correr y otra vez se repitió el mismo dolor. 

 

Intentaba no correrme, pero era imposible. No sé cuántas veces me corrí, pero fueron muchas. 

 

De repente, se abrió la puerta y entró una mujer. Era Cecilia, la directora. 

Me miró sorprendida y negó con la cabeza. 

 

-(Cecilia)Estos hombres son un desastre. ¿Verdad, cariño? 

 

Dijo mientras paraba la máquina y la apartaba de mí. 

 

-(Cecilia) Les he dicho mil veces que no me gustan estas prácticas. 

 

Acto seguido me desató, me quitó la correa y me dio mi ropa. 

 

-(Cecilia) Anda, vámonos. 

 

 

 

 

 

 

 

***Siento haber tardado tanto en publicar la continuación, pero por falta de motivación con esta historia me ha costado mucho escribirlo y, por eso, con este relato doy por finalizadas las tutorías de Lucía. Espero que las hayáis disfrutado tanto o más que yo.