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Tutoría

en No Consentido

Hola, me llamo Lucía y les contaré algo que me pasó cuando tenía 18 años y estudiaba segundo de bachillerato. 

 

Estudié en un colegio privado por lo que llevaba uniforme. El uniforme consistía en una camisa blanca, una falda a cuadros, unos calcetines blancos altos y unos zapatos negros. Vamos, el típico uniforme de colegiala y la verdad es que lo odiaba. Además, siempre tenía que llevar mi larga melena recogida. 

 

Por aquel entonces yo ya había mantenido algunas relaciones sexuales y fue una época en la que estaba cachonda todo el día. Por eso me gustaba ir siempre sin bragas porque me sentía muy putita así y esto me ponía todavía más cachonda. 

 

La historia que les voy a contar empezó cuando una tarde recibí un correo de mi tutor. En él me decía que tenía que ir a hablar con él inmediatamente, ya que tenía que hablar conmigo con urgencia. 

 

Estábamos en el segundo trimestre y, la verdad, el curso no me estaba yendo bien. Demasiados despistes... Bueno, a decir verdad prefería chupar pollas en los lavabos y follar en el descampado de al lado que estudiar. Así que el correo no me sorprendió. 

 

Mi tutor era un hombre de unos 45 años, moreno, con el pelo castaño aunque con algunos mechones canos, alto y fuerte. No estaba mal. 

 

Fui a verle al día siguiente. 

-Adelante. 

-Hola profesor. 

-Siéntese señorita. 

-¿Ocurre algo profesor? 

Dije haciéndome la tonta. 

-La verdad es que sí, Lucía. Ayer tuvimos junta y la verdad es que sus profesores no me han dicho nada bueno sobre usted; falta a clase, cuando está molesta, está continuamente despistada y todo esto sin hablar de sus notas... Que, por cierto, son nefastas. 

-Lo sé profesor y lo siento, pero es que últimamente... 

-Da igual, no ponga excusas. Menos mal que aquí tenemos un método infalible para cuando pasan estas cosas. 

-¿Ah sí? ¿Y qué método es ese? 

-Propinarle 20 azotes, 10 en cada nalga. 

-¿Cómooooo????!!!!!! Jajajajaja 

-No se ría, va totalmente en serio. Póngase sobre mis rodillas. 

-Usted está loco e iré a hablar con sus superiores. 

-Lucía, mis superiores están al corriente de esto, son normas del colegio y si usted se lo dice a cualquier persona externa a esta institución será la palabra de una malcriada chupapollas que saca malas notas contra la de todo el centro. Así que si quiere tener la mínima posibilidad de sacarse el curso póngase sobre mis rodillas y levántese la falda. No se lo repetiré. 

 

Así lo hice. 

Me acerqué dubitativamente hacia donde estaba sentado y me puse sobre sus rodillas levantándome la falda lentamente. 

-Va usted sin ropa interior. Le tendré que propinar diez azotes más, ya que está totalmente prohibido. 

 

Empezó a azorarme. Me dio 10 seguidos en la nalga derecha. Me pegaba muy fuerte y, de verdad, me estaba haciendo mucho daño. Reprimía mis quejidos cómo podía, pero extrañamente esa situación me estaba excitando. Siguió con los azotes hasta que llegó a los 30. 

-Y 30. 

Tenía el culo dolorido. Fui a incorporarme, pues ya había acabado, pero él me detuvo. 

-¡Quieta! No he terminado con usted. 

-¿Cómo que no? Me ha dicho 30 azotes y ya me los ha dado. 

-Ya... Pero no creo que esto sea suficiente para usted. Además, ha venido sin bragas. 

-¡Y usted ya me ha castigado por ello! 

-Pero no lo suficiente Lucía. Además, yo no soy de piedra y usted es muy puta. 

 

Dijo eso mientras pasaba sus dedos por mi coño. 

-¡Qué mojada! Es usted toda una perrita en celo. 

-¡Basta! Me voy. 

-Usted no va a ningún lado. Se va a quedar aquí y se va a portar muy bien si quiere aprobar. Y, por favor, no me obligue a ponerle una mordaza. 

 

Siguió pasando su dedo por mi coño. Lo pasaba desde mi clitoris hasta mi agujero. Hizo este camino varias veces hasta que metió un dedo en él e inmediatamente di un respingo. 

-Le gusta, putita. 

 

Sí, me excitaba, pero la situación me producía nauseas. No sabía por qué me estaba poniendo cachonda que ese tío me tocara. 

Siguió mentiendome dedos y follandome con ellos. Yo intentaba no gemir, ya que me daba muchísima vergüenza y coraje admitir que me estaba gustado que abusaran de mí. 

 

-Lucía, llegó su turno. Pongase ante mí a cuatro patas. 

-No. 

Me tiró al suelo y me levanto rápidamente tirando de mi pelo. Sin poder evitarlo me puse a llorar. 

-No llore, es lo que una puta como usted se merece. Ahora chupemela. 

Negué con mi cabeza y él me propinó un doloroso bofetón. Puso su polla en mi boca, pero yo no la abrí. 

-Abre la boca, zorra. 

Me seguía negando, así que mi tutor me tapó la nariz obligándome así a abrir la boca. Cuando la abrí aprovechó para meterme toda la polla en la boca. Me iba a ahogar. Empezó a follarme con ella mientras las lágrimas caían de mi boca. 

-¡Míreme, pedazo de puta, míreme! 

No lo hice, así que me cogió del pelo y tirando de él levantó mi cabeza. Acto seguida sentí un escupitajo en la cara y tras ese vino otro, otro y otro. Era humillante, totalmente humillante y yo no podía parara de llorar. 

-¡Me encanta cuando hago llorar a las zorras! 

Decía mientras se reía. Siguió follandome y escupiéndome. Sacaba su polla y me deba con ella en la cara, la volvía a meter y me ahogaba con ella hasta que finalmente la sacó. 

Yo tenía toda la cara llena de lágrimas, de sus babas y de las mías. Era asqueroso y me sentía muy usada. Me levantó con fuerza y me tiro sobre su escritorio. Empezó a manosearme bruscamente y se tiró sobre mí. Me tocaba las tetas y me mordía el cuello mientras al odio me decía que era realmente una puta. 

-Pare, por favor. No siga. 

Dije entre sollozos mientas él únicamente se carcajeaba. 

Empezó a pasar su capullo por la entrada de mi coño. 

-No, no, no. Pare, pare, por favor. 

No quería por nada del mundo que me follara, pero por rogarle que parara me gané me gané un buen tortazo y que me pusiera la mordaza. Ahora sí que era totalmente una puta. 

-Calladita está más guapa, puta. 

Me dio la vuelta y puso la punta de su polla esta vez sobre mi virginal culo. No me lo podía creer, no podía creer que esto me estuviera pasando a mí. Me iba a violar. Iba a romper mi culo sin haberlo estimulado antes. Me mataría de dolor. Empecé a moverme intentando que no me penetrara. Fue inútil, me clavó toda su polla rompiéndome por dentro y empezó a follarme el culo fuertemente. 

-Ummmm qué cerradito está. ¿Es que nunca le habían roto el culo a una puta como usted? Jajajaja 

Empecé a llorar de rabia y de dolor mientras mi tutor seguía torturándome. Porque sí, era una tortura. Sentía su polla en mi culo como una espada y el culo me ardía. Era realmente doloroso. Empezó a darme más azotes en mi culo todavía dolorido mientras me follaba más y más rápido. Cada vez era más violento, más intenso. 

-¡Por puta! ¡Por zorra! ¡Por guarra! 

Decía a cada envestida. Me estaba matando y ya no tenía fuerzas para nada. Así que dejé de resistirme, pues era totalmente inútil. Seguía follándome el culo mientras me insultaba y me tiraba del pelo. 

De golpe me cogió del cuello y empezó a ahogarme. Pensaba que me iba a matar. Se volvió completamente loco, subió el ritmo de la follada y con eso el dolor hasta que finalmente sentí su leche caliente en mi culo. 

Sacó su polla de mi culo y me quito la mordaza. 

-Límpiemela, puta. 

Así lo hice, pues no quería que me pegara más, ya había tenido suficiente. Cuando terminé, metió sus dedos sin ningún cuidado en mi culo dolorido, sacó su corrida y los metió en mi boca. 

-Vístase, váyase y mantenga la boca cerrada. 

Salí del despacho temblorosa, con lágrimas en los ojos y con la cabeza gacha. Iba deprisa para no cruzarme con nadie, pero me crucé con Joaquín, el profesor de lengua. 

-Hola, Lucía. 

-Hola. 

 

Dije sin levantar la cabeza y siguiendo mi camino. 

 

-¿Le ocurre algo, Lucía?

-No, profesor. 

 

Seguí mi camino, pero Joaquín fue tras de mí y me paró poniendo su mano en mi hombro. 

 

-¿De veras que no le ocurre nada?

-No. 

 

Dije con la voz temblorosa y sin levantar la cabeza. 

 

-Míreme mientras le hablo, por favor. 

 

Levanté mi cabeza y le miré, pero siempre intentando huir de su mirada. 

 

-¿Entonces por qué llora?

 

Dijo mientras me acariciaba cariñosamente.  

 

-Vamos a mi despacho. Allí estaremos más a gusto. 

-No. 

 

Me horrizaba la idea de que me pudiera hacer lo mismo que mi tutor. 

 

Joaquín era un hombre joven, de unos 30 años y me llevaba muy bien con él. Era muy alto, tenía media melena castaña, barba, los ojos verdes y era muy moreno. 

 

-Lucía, por favor. Yo le puedo ayudar. 

 

Le seguí a su despacho. Entramos y cerró la puerta con llave. Eso no me hizo ninguna gracia. 

 

-¿Por qué cierra? 

-Así estaremos más tranquilos, Lucía. 

Siéntese. 

-No, gracias. 

 

No quería sentarme pues el culo le ardía.  

 

-¿Va a quedarse ahí de pie? 

-Sí, profesor. 

-Como quiera. Cuénteme que le ocurre. 

-Nada profesor. 

-Lucía... 

-Simplemente recibí una reprimenda de mi tutor, Lorenzo. 

-Ah. ¿Por eso no se quiere sentar? Jajaja 

-¿Cómo? 

-Los azotes, Lucía. ¿Le ha hecho mucho daño Lorenzo? 

 

Me ruboricé. Ese cabrón no me había mentido. Los azotes era una práctica común. Si hasta el más nuevo lo sabía... 

 

-Sí. 

-Bueno... Vamos a curarlo. 

-¿Qué? 

-Enséñeme el culito, Lucía. 

 

No dije ni hice nada. 

 

-¡Lucía! ¿Está sorda? 

-...

-Es la última vez que se lo pido. No me andaré con tonterías. 

 

Me di la vuelta y me levanté la falda. 

 

-Uffffff. Cómo te lo ha dejado el muy cabrón. Acérquese. 

 

Me acerqué y empezó a acariciarme las nalgas. 

 

-¿Le duele? 

-Sí. 

 

Empezó a besarlas. 

 

-¿Qué, qué, qué hace? 

 

Me puse nerviosísimas y me aparté. 

 

-¡Lucía! Venga aquí, solo las quiero curar. 

-Nooooo. 

 

Dije muerta de miedo mientras mis lágrimas empezaron a brotar otra vez de mis ojos. 

 

-Lucía... No llore, por favor. 

 

Dijo mientras se acercaba a mí. 

Me empezó a acariciar suave y cariñosamente el pelo. 

 

-Hay que curar esas nalgas. 

 

Decía mientras su mano se deslizaba por mi cuello hasta llegar a mis pechos. Los tocaba suavemente. 

Yo estaba inmóvil y no podía articular palabra. 

Me levantó la falda y pasó su mano por mis nalgas. 

 

-¡Ay! 

 

Me escocía. 

 

-Vamos, Lucía. No sea tonta. 

Túmbese sobre mi escritorio

 

Dijo mientras retiraba las cosas de él. 

Me tumbé boca abajo y levanté mi falda a cuadros. 

Él observaba. Empezó a acariciarlas y me abrió las nalgas. 

 

-Shhhhh. Tranquilícese. 

 

Metió suavemente un dedo en mi ojete y de él sacó un poco de semen. 

 

-¿Han tenido sexo, Lucía? 

-...

-Contésteme. 

-Sí...

-¿Y usted quería? 

-No. 

 

Siguió manoseandome hasta llegar a mi coño, abriéndome las piernas. 

 

-¿Se la ha metido por el coñito, Lucía? 

-No. 

-Mmmm bien. Solo por el culito? 

-Sí. 

-Lo tiene muy abierto. ¿Le ha gustado? 

-No. 

-De acuerdo. 

 

Dejó de tocarme y se retiró. Buscó algo en los estantes y volvió. 

Era un bote de crema. Empezó a echármelo por las nalgas. 

 

-Quieta, Lucía. 

 

Decía mientras seguía echándome la crema. 

Empecé a sentir como también me echaba crema por mi coñito mientras aprovechaba para pasar sus dedos lentamente por él. 

 

-¿Es usted virgen? 

-No. 

-Bien. 

 

Seguí echándome la crema y recreándose en mi coño. 

 

-Lucía, sintiéndolo mucho yo también voy a tener que castigarla. Va usted sin bragas y ya sabe que esto son 10 azotes. 

-No, por favor...

-Lo siento, Lucía. Es mi obligación. Seré bueno y no se los daré en el culo. Siéntese en el escritorio y abra bien las piernas, por favor. 

 

Así lo hice. 

 

-Pffff. 

 

Exclamó Joaquín nada más verme en esa posición. 

Pasó sus dedos por mi coño y rápidamente me dio el primer azote en él. 

 

-¡Ahjhhh! 

-Tranquila, pequeña. 

 

Dijo mientras me cogía por el cuello y me besaba. Sin esperármelo me dio el segundo azote en el coño y yo me volví a quejar. 

 

-¿Le duele mucho? 

-Sí. 

-¿Si? 

 

Antes de que me dejara decir nada ya estaba recibiendo el tercero. 

 

-Tranquila. Tengo la solución. 

 

Me dio el cuarto y rápidamente empezó a besarme el coño, pasando la punta de su lengua por mi clitoris. 

 

-¿Así mejor? 

-Sí. 

 

Y recibí el quinto y me volvió a besar el coño y así hasta llegar a 10. 

Cuando acabó me tocó el coño. 

 

-Ummmm Lucía. 

 

Me quedé callada mientras él no paraba de tocarme el coño superficialmente. 

 

-Está usted muy mojadita. 

 

De repente sonó el teléfono. Joaquín mantuvo una conversación corta y monosílaba a la que no presté mucha atención. Yo seguía sentada en su escritorio y bien abierta de piernas. 

Colgó el teléfono y se sentó en su sillón. 

 

-Mire lo que ha hecho, cachorra. 

 

Dijo mientras se desabrochaba el pantalón y dejaba al descubierto su pene erecto. Lo tenía enorme. 

 

Empezó a meterme sus dedos en mi coñito mientras con su pulgar tocaba mi clitoris. Yo gemía. 

 

-¿Le gusta?

-Sí...

-Ven, siéntense encima mío. 

-Preferiría irme a mi casa, profesor. 

-¿Prefiere irse a su casa disgustada? No sea tonta y siéntese encima mío. Le haré olvidar al bruto de Lorenzo. 

 

Me levanté del escritorio y me dirigí hacia su sillón. Me puse encima suyo y empecé a meterme su enorme polla en mi mojado coño mientras me iba sentando sobre él. 

 

-Eso es, pequeña. Muy bien. 

 

Le follaba lentamente mientras él me lamía mis enormes tetas. 

 

-Muy bien, Lucía. Lo está haciendo muy bien. 

 

Iba aumentando el ritmo y cada vez sintiendo más placer. De verdad estaba olvidando lo que me había hecho ese cabrón hasta que Joaquín me empezó a azotar. 

 

-¡Pare! Me hace daño. 

-Calle, zorrita. Le tengo donde quería. No puede ir todos los días provocando y esperar que no pase nada. 

 

Me abrazó muy fuerte para evitar que me separara de él y empezó a follarme muy rápido. Esto no duro mucho, ya que mis gemidos subieron al igual que su follada. Así que se levantó cogiendome en brazos y sin sacar la polla de mi coño me tiro sobre el escritorio otra vez. Él se puso encima de mí y empezó a follarme brutalmente mientras tapaba mi boca con una mano. 

 

-Mmmm sí. ¡Cómo me gusta, zorrita!!!!! 

¿Le gusta? ¿Se lo hago yo mejor que Lorenzo?

-Sí. 

 

Decía cómo podía, ya que tenía su mano en mi boca porque, la verdad, es que lo estaba disfrutando. 

 

-¡Qué puta es!!!!!

 

Estaba apunto de correrme cuando llamaron a la puerta y en la cara de Joaquín se dibujó una sonrisa maliciosa. 

Abrió la puerta y no. ¡Era Lorenzo! 

 

-(Joaquín) ¡La tengo a punto de caramelo! 

-(Lorenzo) Así me gusta. 

¿Está muy putita, Lucía? 

 

No dije nada y veía cómo se iba acercando a mí e inmediatamente cerré las piernas. 

 

-(Lorenzo) Jajajaaja 

 

Joaquín me cogió en brazos y se sentó en el borde  del escritorio poniéndome a mí encima de su polla y dejando todo mi culo expuesto a Lorenzo. 

Joaquín me abrazaba muy fuerte sin dejar de follarme. Y me mordía el cuello. 

 

-(Joaquín) Tranquila, putita. 

 

Lorenzo empezó azotarme el culo. El dolor era insoportable y esta vez empecé a llorar en el pecho de Joaquín mientras me destrozaba el coño. 

 

-(Lorenzo) Este culo de puta ya es mío. Yo lo he desvirgado y yo me lo quedo. 

 

Decía mientras no paraba de azotarlo. 

 

-(Lorenzo) ¿Joaquín, compraste lo que te dije? 

-(Joaquín) Sí, está todo en ese cajón. 

-(Lorenzo) Bien. 

 

Abrió el cajón y yo miraba antentamente a ver qué sacaba mientras Joaquín no dejaba de follarme fuertemente. 

Lorenzo sacó del cajón otra mordaza, un plug y una fusta. 

 

-Nooooo!!!!

 

Grité y acto seguido Lorenzo me propinó un guantazo y mientras Joaquín me la metía y me la sacaba me colocó la mordaza. 

 

-(Lorenzo) Ya te dije que calladita estaba más guapa, puta. A ver si te enteras que ahora eres nuestra. 

 

Metió el plug en mi culo y empezó a azotarme con la fusta mientras Joaquín aumentaba el ritmo de su follada y me escupía en la cara mientras yo no paraba de llorar. Lorenzo cada vez me azotaba más rápido con la fusta. 

 

-(Lorenzo) ¡Así aprenderá, Lucía! 

-(Joaquín) ¿Lucía, nos la va a mamar también a nosotros en los lavabos? Jajajaja 

 

El dolor y la humillación era insoportable así que me rendí. Dejé de moverme y de intentar gritar, pese a que tenía la mordaza puesta. Lorenzo seguía y seguía dándome con la fusta. Horroso. 

 

-(Joaquín) Mmmm sí, puta. Estoy apunto de correrme. ¡Qué coñito! 

 

Al decir eso Joaquín, Lorenzo sacó el plug de mi culo e inmediatamente me metió toda su polla dentro. 

¡Me estaban follando los dos a la vez! ¡Estaban destrizando mis agujeros! El culo me dolía muchísimo y Lorenzo me follaba muy rápido. 

 

-(Lorenzo) Échale toda tu leche en su coñito de zorra. 

 

Hice que no con la cabeza y empecé a moverme mientras Lorenzo aumentaba su follada y me manoseaba las tetas. Cuando empezó a pellizcarme los pezones sentí algo en mi coño. 

 

-(Joaquín) Mmmm sí, putita. 

 

Joaquín se acababa de correr en mi coño. ¡Qué asco! Me sentía muy sucia. Esto no me podía estar pasando a mí. 

Joaquín dejó su polla dentro mientras Lorenzo seguía follandome y pellizcándome los pezones. 

Joaquín me miraba, se tiro para atrás y empezó a tocarme el clitoris mientras se reía. 

 

-(Joaquín) ¿Te gusta, putita? 

-...

-(Joaquín)¿Putita...? ¿Te gusta? 

...

-(Joaquín) Prefieres esto...

 

Dijo mientras me pellizcaba el clitoris haciendo que diera un respingo y dijera no con la cabeza. Joaquín volvió a mi clitoris. Mientras Lorenzo no dejaba de follarme el culo mientras me tiraba del pelo y pellizcaba mis pezones. Pero yo me centraba en el placer que me estaba regalando Joaquín, solo en eso. Parecía que lo hiciese como si sintiera lástima de mí, pero me daba igual. Me estaba matando de placer y hacía que me olvidara de que Joaquín me tenía sodomizada. Pero no todo podía ser bueno... Cuando estaba apunto de correrme sentí que me ardía el coño y empecé a dar saltos. Me ardía porque Joaquín se estaba meando dentro de mí. Lorenzo me agarro para que aguantara toda la meada de su compañero y empezó a follarme muy rápido hasta que de corrió en mi culo. 

Los dos salieron de mí y me tiraron al suelo mientras se reían. 

 

-(Lorenzo) ¡Váyase! 

-(Joaquín) Recuerde siempre a quién pertenece, Lucía.

 

Me levanté del suelo, sequé mis lágrimas y salí del despacho de Joaquín sin mirar atrás. Caminé deprisa y con la cabeza agachada hasta que llegué a casa. 

 

-¿Hola?

-...

 

No había nadie, menos mal. Me quedé en el recibidor donde había un enorme espejo, me puse de espaldas a él y lentamente, como si tuviera miedo, me levanté la falda. No pude evitar llorar al ver cómo me había dejado el culo... Tenía sangre y estaba empezando a coger un color morado. Yo seguía mirándomelo, pero sin atreverme a pasar mi mano por él cuando de repente sonó el timbre. 

 

-¿Quién es?

-Hola, Lucía. Soy Daniel. 

 

¡Mierda! Pensé, pues ya no recordaba que había quedado con él. Daniel era un tío del barrio, de 22 años, con el que a veces follaba. 

 

-Ah... Hola, ya sé que habíamos quedado, pero no me encuentro muy bien. 

-Va Lucía, déjame subir un ratito y estamos juntos. 

-Bueno... Si quieres sube, pero ya te digo que me encuentro mal y no vamos hacer nada. 

 

Dije mientras apretaba el botón que abría la puerta del portal. Lo esperé en el recibidor y en menos de un minuto ya estaba allí. 

 

-Hola...

-Mmm como me pones con el uniforme, nena. 

 

Dijo mientras se abalanzaba sobre mí intentando besarme. Me aparté. 

 

-Ya te he dicho que no vamos a hacer nada. 

-Va... Con lo perro que me pones con el uniforme. Quiero follarte con él puesto, nena. 

 

Sin hacerle caso me dirigí hacia mi habitación y me tiré boca abajo sobre mi cama, ya que era de la única forma que podía. Daniel me miraba desde la puerta. 

 

-¿Puedo acostarme contigo? 

-Si quieres...

 

Se acostó a mi lado, yo me puse de lado mirando hacia él y empezó a acariciarme la cara... 

 

-¿Qué te pasa, Lucía? 

-Ya te dije que no me encuentro bien. 

-Yo lo puedo solucionar. 

 

Dijo mientras empezó a tocarme las tetas. 

 

-¡Para!

-Va, perra si te encanta. 

-Daniel, por favor para. 

 

Me puso boca arriba sentándose él sobre mí y siguió manoseandolas. Me rompió la camisa y empezó a escupir en mis tetas. 

 

Yo intentaba quitármelo de encima, pero era inútil. 

 

-Mira como la tengo, Lucía. No me vas a dejar así. 

 

Dijo mientras dejaba su polla al aire y me cogía de la cara para besarme. 

 

-Chupamela un poquito. 

-...

-¿No quieres? 

-No. 

-Bueno... Pues por algún sitio la tengo que meter. 

 

Dijo mientras se arrastraba por mi cuerpo hasta colocar su polla erecta en la entrada de mi coño. 

 

-¿Qué ha

 

No me dio tiempo a acabar de preguntar que ya me había clavado toda la polla en mi coñito cerrado. Me la había metido hasta el fondo y del tirón, sin ningún cuidado. El dolor era insoportable. Daniel la dejo dentro un rato, pero no tardó mucho en empezar a moverla, primero iba despacio, pero luego ya cogió un ritmo frenético que me mataba de dolor. Yo no podía parar de gritar mientras él me la metía y me la sacaba rápidamente. 

 

-¿Te duele, puta? 

-Sí...

-Mmmm como me ponte que te duela, zorra. Y follarte con el uniforme ya ni te cuento...

 

Siguió follandome como un loco mientras me mordía las tetas y yo lo único que podía hacer era chillar y chillar, pues no me podía mover. 

 

Bajo el ritmo y empezó a clavármela. Cada pollazo era insoportable. 

 

-¿Te gusta, puta? 

 

Decía cada vez que me la clavaba, pero yo no contestaba. 

 

-Te he preguntado que si te gusta, pedazo de puta!!!!!

 

Yo seguía sin contestar y Daniel empezó a darme bofetones mientras seguía torturando mi coñito. 

 

-Me voy a correr, zorra. 

 

La sacó de mi coño dolorido, me sentó en la cama tirándome del pelo y me la puso en la boca. 

 

-Abre la boca, zorrita. 

 

No la abrí y empezaron a caerme hostias por todos lados hasta que finalmente consiguió lo que quería. Abrí la boca y me la metió entera. Me cogió de la cabeza y empezó a follarme la boca. No podía ni respirar. De golpe paró, la sacó rápidamente y enseguida tuve toda su corrida en mi cara. Con su polla la restregó por toda mi cara. 

 

-Mmmm putita. ¿Ha estado bien, verdad? 

-...

-Bueno... Yo ya me voy, Lucía. Adiós. 

 

Daniel se fue y yo me quedé tirada en mi cama con la cara llena de semen. Estuve tirada un buen rato hasta que decidí levantarme. 

Me miré en el espejo de mi habitación y era realmente una puta. Me sentía muy sucia.

 

Me metí en la ducha y allí estuve un buen rato pensando en todo lo que me había pasado hoy. No podía creerlo, deseaba que el día terminara ya.

 

En la ducha empecé a tocarme mi chochito para relajarme y olvidarme por un momento de todo lo que me había pasado.   

 

Me lo toqué lentamente. Primero por fuera, rodeé mi clítoris con mis dedos. Ummm el calentón iba subiendo... Me metí un dedito dentro. Lo moví un poco y lo sacé. Cuando ya estuve bien mojada y cachonda pasé a mi clítoris. Coloqué mi dedo índice sobre él y no pare de moverlo hasta que tuve un orgasmo brutal. 

 

Cuando salí de la ducha mi madre estaba abriendo la puerta de casa. Me puse el pijama y salí a saludarla. 

 

-Hola, mamá. 

-Hola, Lucía. Tenemos que hablar. 

-Dime. 

-He estado hablando con tu tutor, por eso llego tan tarde. Estuve en el colegio hasta ahora. 

 

No me lo podía creer. 

 

-¿Te llamó él? 

-Sí, me dijo que tenía que hablar conmigo con urgencia. Me ha dicho que llevas realmente mal este curso y me ha aconsejado internarte. 

-¡¿Quéééé?! ¡No, mamá!

-Lo he estado pensando mientras venía para casa y creo que es lo mejor para ti, Lucía. Estás muy descentrada. 

-No, mamá. Por favor... No puedes hacerme esto. 

-Lo siento, Lucía. Tú te lo has buscado sacando estas notas. 

-Mamá... 

-No hay nada más que hablar. Haz la maleta, ingresas esta misma noche. 

 

Me puse a llorar por lo que se me venía encima. De qué manera iban a por mí y yo no podía a hacer nada. 

 

-No llores, por favor.  Solo serán unos meses y cuando te quieras dar cuenta ya habrán pasado. 

Ve a hacer la maleta. 

 

 

Mi madre me mandaba directa al infierno. Hice la maleta y nos subimos al coche. 

No intercambiamos ni una sola palabra en todo el trayecto. 

 

Llegamos al colegio y allí estaba Lorenzo esperándome. 

 

-(Mamá) Hola, ya le dije que no habría problemas. 

-(Lorenzo) Hola, Lucía. 

-(Yo)...

-(Lorenzo) Lucía... Su madre y yo hacemos esto por su bien. Ahora está enfadada, pero ya verá como no es para tanto. 

Bien, ya está todo listo para que se incorpore. Despídase y acompáñeme. 

 

Así lo hice. Nos detuvimos en una puerta a la que Lorenzo llamó. Al abrirse apareció Joaquín. 

 

-(Lorenzo) Aquí te la dejo. 

-(Joaquín) Hola Lucía, pase. 

 

Pasé a la habitación sin decir nada. Era una habitación bastante grande  y espaciosa. No había muchas cosas, solo lo necesario y el escritorio estaba bastante desordenado. Vi que en una esquina de la habitación había algo bastante grande tapado con una sábana, pero no le di mucha importancia, ya que cuando llevé mi vista hacia el techo vi que había un gancho en el centro y anillas sobre la cama...

 

-(Joaquín) Bien putita. Le explico; como todo esto ha sido muy rápido su habitación todavía no está lista, así que dormirá aquí hasta que lo esté. No se preocupe, lo vamos a pasar muy bien. 

Para empezar solo podrá salir de la habitación para ir a clase y mientras esté en la habitación debe ir desnuda y a cuatro patas. Ah... Y, sobre todo, no puede hablar si no le doy permiso. ¿Entendido? 

-(Yo) Sí...

-(Joaquín) Ya puede empezar, Lucía. 

 

Sin más preámbulos empecé a desnudarme. Empecé quitándome la camisa, desabrochando uno a uno sus botones hasta que brotaron de ella mis dos enormes tetas.... Seguí con la falda y finalmente me quité los zapatos, los calcetines y me puse a cuatro patas. 

 

-(Joaquín) Muy bien... Acérquese. 

 

Así lo hice y puso al rededor de mi cuello un collar negro para perras que iba atado a una correa metálica. 

 

-(Joaquín) Perfecto. Sígame. 

Dijo a la vez que estiraba de la correa. 

 

Lo seguí hasta el lavabo donde al lado del retrete vi una cama de perro con dos cuencos.. Uno lleno de agua y otro de comida para perros. 

 

-(Joaquín) Aquí está su cama, perrita. 

¡Vamos!

 

Salió del cuarto de baño, se puso al lado de la cama y volvió a tirar de la correa como señal para que subiera a ella y así lo hice. 

 

-(Joaquín) Pongase boca arriba y abra bien las piernas perra. 

 

Así lo hice. Joaquín se quedó mirándome, estaba como dubitativo. 

 

-(Joaquín) Bien... Tengo que prepararle para esta noche, pero creo que antes le voy a follar un poquito ese chochito de puta que tan cerrado debe estar ahora. Mmmm cómo me pone tener una perra para mí solo aunque pensándolo bien va a ser usted quien me folle para que sienta cada centímetro de mi polla hundiéndose en su interior. 

 

Joaquín se desnudó rápidamente y se tiró sobre la cama. Tenía la polla totalmente dura. Cogió la correa y me indicó que empezara. Me coloqué sobre él cogí su polla con la mano y busque la entrada de mi coño. 

 

-(Lucía) ¡Ay!

-(Joaquín) Shhh perra. 

 

Dijo mientras tiraba de la correa. La punta ya estaba dentro de mí. Poco a poco me la iba mentiendo un poco más. 

 

-(Joaquín) Va muy despacio, puta. 

 

Acto seguido Joaquín me agarró de las caderas y tiró de ellas para abajo mentiendome así toda su polla de golpe en mi coño cerrado. No me dejó asimilar el dolor, pues inmediatamente levantó sus piernas y empezó a follarme sin parar mientras mordía mis pezones. 

 

-(Yo) Me hace daño, profesor. 

-(Joaquín) Cállese, zorra!!!!!

 

Dijo mientras me abofeteaba la cara y no paraba de reventarme el coño. Me estaba haciendo mucho daño y como no podía ser de otra manera mis ojos se llenaron de lágrimas. 

 

-(Joaquín) ¿Ya está llorando, putita? Mmmmm sí. 

¿Le duele mucho?

¿Eh, puta? ¿Le duele mucho? ¡Cómo me pone!

 

Me quedé callada. Mientras, poco a poco, mi coño ya se iba haciendo a la polla de Joaquín, quien me había echado sobre él y no paraba de metérmela mientras me clavada las uñas en las nalgas. De repente, me volteó con violencia y me siguió follando muy rápido mientras me lamía toda la cara. 

 

-(Joaquín) Putita... ¿Dónde me corro? ¿En su coñito? Mmmm

-(Lucía) No, por favor...

-(Joaquín) ¿Por qué? ¿No quiere que la preñe como a una perrita? ¿Eh? 

-(Lucía) No...

 

Joaquín soltó una carcajada, me cogío por el cuello y empezó a follarme todavía más rápido mientras me miraba fijamente a los ojos. Parecía un loco y yo intentaba evitar que mi mirada se cruzará con la suya. 

 

-¡Míreme zorra!

 

Tras eso, sentí su corrida en mi coñito...

 

-(Joaquín) ¡Pfff, qué gusto da follarse a una puta, joder! 

 

Exclamó mientras la sacaba. 

 

-(Joaquín) ¡Limpiamela, perra! 

 

Me incorporé y empecé a pasar mi lengua por su polla llena de mis flujos y su corrida. La lamí entera y me la metí en la boca hasta que estuvo bien limpia. 

 

-(Joaquín) Muy bien, perra. Ahora estírese boca arriba en la cama. 

 

Así lo hice. Joaquín me cogió las piernas y empezó a estirar de mí hasta dejar mi culo al borde de la cama. Separó bien mis piernas y las ató a las anillas del techo. Hizo lo mismo con mis brazos, atándolos a la cabecera de la cama, y, finalmente, me puso una mordaza. Se dirigió hacia el rincón de la habitación donde había algo bastante grande tapado con una sabana y lo trajo hasta el centro, poniéndolo justamente enfrente mío. Lo destapó y una sonrisa se dibujó en su cara. Era una especie de máquina, que tenía una barra de metal y esta en uno de sus extremos tenía una polla a la que Joaquín le colocó un anillo. Acercó la máquina hacia mí, hasta que la polla rozó mi vagina y entonces la accionó. ¡Joder! La máquina me penetró de un solo golpe y no paraba de entrar y salir. Iba muy rápido y no podía evitar estremecerme cada vez que el anillo que le había colocado Joaquín me tocaba el clítoris. 

 

-(Joaquín) Debe estar bien abierta para esta noche, putita. Ahora la dejo sola. ¡Qué disfrute! 

 

Joaquín me dejo sola en esa habitación, atada, amordazada y follada por una máquina y cada vez estaba más cachonda por culpa de ese maldito anillo. Era inevitable que me acabara corriendo.

 

Parecía todo un detalle de Joaquín, pero pronto descubrí que no era así. Tuve un orgasmo brutal, me tembló todo el cuerpo, pero que yo me corriera no significaba que eso se parara. La máquina siguió follandome al mismo ritmo y el anillo dándome en mi clítoris, lo que se convirtió en una tortura, pues al acabarme de correr lo tenía muy sensible. 

 

El roce del anillo era insoportable, intentaba moverme y chillar pero no podía. Era un dolor terrible. 

 

Pasó un rato y mi clítoris se calmó, volviendo así a sentir placer. Me volví a correr y otra vez se repitió el mismo dolor. 

 

Intentaba no correrme, pero era imposible. No sé cuántas veces me corrí, pero fueron muchas. 

 

De repente, se abrió la puerta y entró una mujer. Era Cecilia, la directora. 

Me miró sorprendida y negó con la cabeza. 

 

-(Cecilia)Estos hombres son un desastre. ¿Verdad, cariño? 

 

Dijo mientras paraba la máquina y la apartaba de mí. 

 

-(Cecilia) Les he dicho mil veces que no me gustan estas prácticas. 

 

Acto seguido me desató, me quitó la correa y me dio mi ropa. 

 

-(Cecilia) Anda, vámonos.