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S. Juan. Comportamiento.

en Dominación

S. Juan. Comportamiento.

2016.04.18

- Esa foto es para mi Profesor? - Pregunto Soledad.

De forma excepcional se había permitido a las alumnas de ultimo año en el colegio de S. Juan conservar sus teléfonos móviles. El numero de teléfono de los profesores asistentes motivaba tan excepcional medida. Ellos serian los que refinarían las ultimas etapas de su educación antes de graduarse.

Soledad llevaba casi una semana intentado llamar la atención de su aun desconocido tutor. Le había enviado mensajes demostrando su ingenio y sensualidad. Fotos cada vez mas insinuantes en las que había explotado con talento las largas piernas y generosos pechos que la enorgullecían. Incluso había intentado llamarle sin que el aceptara la llamada. Finalmente, cuando casi se había resignado a suspender, llego la foto.

El estaba desnudo frente al espejo de una habitación que daba pocas pistas sobre su identidad u ocupación. La imagen mostraba un hombre de mediana edad con el pelo bastante corto. Con un físico algo descuidado pero natural que despertaba un cosquilleo juguetón en sus entrañas. En una mano sostenía el teléfono y en la otra una verga que sobresalía generosa de la mano.

- Para animarte a preparar las clases de “comportamiento”. - Fue la sorprendentemente rápida respuesta.- Recuerdas lo que una chica bien educada tiene que hacer cuando un hombre la honra con su atención?

- No se. Hace mucho que vimos eso. ¿Me ayuda profe? - Contesto atropellada y torpemente.

- Veo que no has estudiado mucho. Una buena chica DEMUESTRA AGRADECIMIENTO y EXCITACION.

- Muchas gracias por la fotografía. Hace que le esperé aún con más impaciencia. Mis pezones se han hinchado con tan solo ver la imagen. - Redacto con mas cuidado la chica.

- Bien. Mucho mejor. Se que las monjas priorizan la disciplina pero yo prefiero incentivar el esfuerzo. ¿Quieres compartir algo mas hoy?

Soledad preparo con mas cuidado su respuesta. Tomo prestado el sujetador deportivo de una de sus compañeras mas jóvenes y consiguió embutir en el la mitad superior de sus senos. Mas de la mitad de sus aureolas asomaban por la parte inferior de la prenda. Los pezones, tal y como había escrito, se notaban excitados.

A diferencia de las tutorias reservadas para los mecenas, los profesores asistentes no accedían a esa condición gracias al dinero. Solo su capacidad para completar el curricullum de las internas les permitía mantener esa posición, Lucas podía aportar ese valor educativo.

Poco antes de la hora de comer recogió a Soledad en el internado para una excursión educativa. Todavía con el uniforme de la escuela la joven subió al modesto turismo del hombre. Durante el corto trayecto la joven disfruto de las sutiles pero excitantes caricias de su tutor. Estacionados ya en una zona comercial él se apropio enérgicamente de su boca y su sexo arrancándole contenidos suspiros. Un alto todoterreno estaciono junto a ellos y ella reacciono cerrando instintivamente las piernas. Consciente de su error rectifico de inmediato, pero él ya había bajado del coche.

- Como ya te dije. Prefiero incentivar el esfuerzo. - Susurro mientras se detenía en un cruce poco concurrido pero totalmente expuesto. Se apropio del cuerpo de la joven en ese expuesto lugar. Disfruto sin recato de la firmeza de sus nalgas, exploro los secretos bajo su ropa interior, y sintió el corazon de la joven acelerarse cuando su boca apreso el tierno cuello.

- Por favor. - Pidió ella. - ¿Podríamos buscar un lugar mas discreto?

Tomándola paternalmente de la mano retomaron su camino. - Explícate.

 

 

- Me da un poco de vergüenza. No me siento cómoda con el uniforme fuera del internado.

Firmemente la empujo hacia un portal. - Cualquier conjunto que un hombre se moleste en elegir para ti debería enorgullecerte. Recordarte la belleza que posees y el placer que produces. - Soltó un par botones de la blusa alzo la cintura de la ya reveladora falda un par de centímetros mas. - Vas a caminar por delante de mi hasta la pasarela. Te aseguras de atraer el deseo o la envidia de todos aquellos con los que te cruces. Y me esperaras sentada en los escalones. - Ordeno mientras que con un azote la animaba a ponerse en marcha.

Insoportablemente nerviosa Soledad se esforzó por recordar sus primeras clases. Acorto sus pasos e intento imprimirles sensualidad. Pero tenia la sensación de estar dando infantiles saltitos. Mientras la ahora mas corta falda mostraba sus candorosas braguitas blancas. Sentarse supuso tal liberación que no le importo la eternidad que un anciano invirtió en pasar junto a ella mientras disfrutaba del espectáculo de sus piernas casi desnudas y su expuesto escote.

- Mucho mejor. - Reconoció Lucas en pie. Con su paquete casi rozando la cara de la muchacha. - Ahora vas a entrar en la hamburguesería. Elegirás una mesa que me permita sentarme en otra desde donde pueda verte y me vas a seducir. Haz lo que quieras, pero no puedes hablarme ni acercarte. Cuando te lo ganes yo me sentare en tu mesa. - Explico con voz firme y clara sin importarle que cualquiera que pasase a su lado escuchase sus instrucciones.

Tras recibir un billete de Lucas se adelanto hacia el local. El hombre le concedió un tiempo prudencial pero cuando la siguió todavía esperaba en el mostrador. Ella le sonrió y se agito nerviosa cuando paso a su lado en dirección al baño. Cuando salio la muchacha estaba todavía esperando, mientras el hacia su pedido ella se esforzó en atraer su atención. Se estiro coqueta en el mostrador alzándose sobre las puntas de sus pies. Y camino con pretendida sensualidad hasta el lugar donde había servilletas a disposición de los clientes. - ¿Quieres una? - Pregunto sintiendo los ojos de su tutor clavados en ella. La severa mirada del hombre le hizo recordar las pautas del ejercicio.

Por fortuna su menú ya estaba servido y pudo huir hacia la discreta mesa que había elegido en una de las esquinas del local. Otra pareja se sentó casi en el lado opuesto del local. El chico estaba de espaldas. Pero soledad sentía los ojos de la chica acechándola bajo los cristales de las gafas que llevaba. Lucas por fin se sentó a un par de mesas de distancia. La muchacha, consciente de los ojos femeninos que la observaban discreta pero insistentemente, se intento concentrar en su tarea.

Utilizo su móvil a modo de improvisado espejo y pinto sus labios de forma deliberadamente pausada. Sonrió con descaro a su profesor, mientras liberaba otro de los botones de su blusa. Se estiro en el asiento tensando peligrosamente la tela sobre su generoso pecho. Y sus ojos destellearon cuando observo como el parecía usar su móvil para grabarla. Fingió limpiar una imaginaria mancha para acariciar sensualmente su seno. Y cuando observo con excitada satisfacción como el palpaba discretamente su miembro, separo obscenamente sus piernas deseando haber elegido una prenda menos pueril que sus braguitas de algodón blanco.

Su propia excitación, la reticencia de Lucas a acercarse, y las ocasionales miradas de la voyeur con gafas empezaban a desesperarla. Finalmente se sentó de lado y acaricio con sensual detenimiento sus piernas. - No sabia que calentaran la carne fuera de la cocina. - Fue la, torpe, frase que le dedico el cuando finalmente decidió sentarse con ella. Confundida ella fue incapaz de articular una respuesta coherente. Aunque lentamente lograron comenzar una conversación trivial mientras compartían sus menús.

- Hasta ahora no lo has hecho mal, pero tienes que ser mas atenta. Te di unas instrucciones concretas. - Ella bajo la vista avergonzada recordando como específicamente le había indicado que no le hablase. - Esta bien, no te preocupes, todos los errores pueden compensarse. - Explico el mientras despejaba una pequeña sección de la mesa entre los envoltorios de comida y las servilletas. - Ahora vas a quitarte tus braguitas y ponerlas encima de la mesa. - Instintivamente ella miro a su admiradora mientras sentía un chispazo de placer en su entrepierna. - ¿Ahora? ¿Aquí? - Pregunto recibiendo por toda respuesta una paciente mirada de su acompañante.

Con toda la discreción que pudo conseguir Soledad alzo la falda y deslizo la prenda intima hasta sus nalgas. Fingió buscar algo en su mochilita y satisfecha alcanzo las rodillas al inclinarse sobre ella. Pero una de sus coletas engancho la cremallera y por unos instantes perdió el control, imaginando lo embarazoso de atraer la atención con su lencería enrollada en torno a las rodillas. Pero la risa amable primero de Lucas y luego de ella misma le tranquilizo lo bastante como para liberarse. Todavía con ojos chispeantes permitió que la prenda se deslizara hasta los tobillos y alzo el pie para tomarla en sus manos. Con gesto orgulloso, y rostro ruborizado, doblo cuidadosamente el trofeo y lo deposito en el lugar que Lucas le había indicado.

¿Puedo ir al baño? - Pidió sintiendo que la emoción y el zumo no eran buenos compañeros. - Antes tendrás que tomar una decisión. - Respondió depositando dos paquetes en la mesa. - Puedes ir al baño y ponerte esto allí. - Indico mostrando una larga tira de latex con una docena de bolas de pequeño pero creciente tamaño, que la educación de Soledad permitía identificar como destinadas a su ano. - O ponerte esto aquí. - Continuo descubriendo unas bolas chinas. - ¿Puedo ir al baño antes por favor? - ¿Entonces quieres estas? - Pregunto el hombre señalando las bolas tailandesas. - No. Quiero que me vea ponérmelas. ¿Se sentara a mi lado cuando vuelva por favor?

Con un gesto el se mostró de acuerdo y ella no resistió la tentación de mostrarle su desnudo trasero cuando se levanto. Al cruzarse con su admiradora le regalo una sonrisa cargada de intención que fue recompensada por un inmediato rubor en las mejillas de la desconocida. Y al volver, tal y como había prometido, Lucas se sentó a su lado. Concediéndole, como había planeado, algo de intimidad adicional respecto al local.

Recogió el juguete de la mesa y primero intento introducirlo mientras se sentaba en el extremo del banco. Pero finalmente desistió y alzando una de sus piernas le mostró a su profesor su desnudo sexo mientras vorazmente acogía en el las dos bolas enlazadas. Satisfecha y nerviosa recibió la intima caricia con que su instructor la recompenso. Mientras que, con sentimientos encontrados, observaba como la chica de las gafas abandonaba el local con su pareja.

Dedicaron un rato todavía a evaluar el ejercicio mientras acababan la comida. - Creo que te mereces un diploma. - Dijo el finalmente sacando un cascabel de su chaqueta. - Siéntate en el borde. - Ordeno antes de unirlo al cordel de las bolas chinas. - Creo que ya podemos irnos.

Y el cascabel tintineo alegre cuando la chica se levanto. Como si fuese consciente del agradable paseo de vuelta al coche que disfrutaría entre las piernas de la hermosa estudiante.

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