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Mis amigas y su webcam

en Hetero: General

Sandra y Miriam han sido como mis hermanas desde la primaria. Vamos juntos a todos lados, hasta el punto que todos nos apodan “Los Tres Mosqueperros” (no por la obra maestra de Dumas, sino por la serie de dibujos animados…). Los otros chavales se ríen de mí por tener dos chicas como mejores amigas.

La verdad que nos da igual lo que digan, estamos muy unidos y lo pasamos siempre genial, poco nos importa lo que piensen los demás. Desde pequeños hemos tenido una química especial entre nosotros, y se ha mantenido siempre incluso ahora en plena adolescencia.

Sandra y yo somos los más mayores, nacimos con solo diez días de diferencia. Miriam es unos meses más pequeña, pero está en el mismo curso que nosotros. Es por eso que Sandra y yo siempre nos metemos con ella en broma, tratándola como una cría, cosa que a ella le molesta mucho y se pone a pegarnos. Eso nos hace reír aún más porque es tan pequeñita y delgada que no tiene fuerza alguna para hacernos daño.

Sandra por el contrario está muy desarrollada, tiene unos pechos firmes y unas curvas muy pronunciadas. Miriam y yo nos metemos con ella llamándola “tetas-gordas”, a lo que ella nos responde llamando a Miriam la “sin-tetas” y a mí “picha-corta”. La verdad es que nos tenemos tanta confianza que muchas veces incluso nos pasamos más con los insultos, pero siempre acabamos partiendonos de risa juntos.

Yo soy más bien un chico del montón, no destaco para nada entre mis compañeros de clase. Supongo que ninguno de nosotros tres destacamos demasiado por nuestra belleza. Pero irónicamente los tres somos bastante deportistas. Desde muy pequeños vamos a clases de natación, e incluso Sandra y yo hemos participado en campeonatos regionales.

Como os decía, para mí son como hermanas, y nunca me planteé tener rollo con ninguna de las dos. Pero para qué engañarnos, soy un mozo en plena efervescencia sexual, y más de una vez me he calentado jugando y peleando con ellas, sobretodo con Sandra que és la que está más cañón.

Durante los años hemos hecho varias pijamadas, y sin ánimo de parecer un pervertido, las he visto en braguitas muchas veces. Incluso Miriam, que siempre actúa de manera más inocente, a veces va si quiera con camiseta. Como apenas tiene tetas, nunca le he dado mucha importancia. Como os digo, para mí son como hermanas y siempre las he visto así, sin ninguna malicia.

En las clases de natación paso mucho más tiempo con Sandra, ya que Miriam está en un grupo menos avanzado. Normalmente hacemos pareja cuando los ejercicios lo requieren. Eso hace que más de una vez he rozado y tocado lo que no debía bajo el agua, por accidente. Sandra no se lo toma a mal, sabe que no es adrede. Pero reconozco que alguna vez me ha calentado; sus tetas y su culo son tan blanditos y mullidos que en más de una ocasión me he pajeado pensando en esos accidentes en la piscina.

La razón por la que escribo esta historia, es porque hace poco descubrí una faceta nueva de mis amigas que me tenían escondida por completo. Fue un viernes por la noche después de la clase de natación. Normalmente nos encontramos a la salida después de ducharnos y nos acompañamos mutuamente a casa. Miriam siempre se queda en casa de Sandra un rato, porque sus padres llegan más tarde a casa y lo tienen arreglado así ya que son casi vecinas. Yo por el contrario siempre me voy para mi casa, porque mis padres me esperan para cenar.

Ese día excepcionalmente, mis padres estaban de viaje, así que acordaron con los padres de Sandra que me quedaría a cenar con ellos y esperaría a que mi hermano mayor pasara a buscarme después de su trabajo, a eso de las diez de la noche. A mi me fastidiaba que mis padres me trataran como un niño, ya era suficientemente mayor y podía cuidar de mí mismo; pero tampoco le dí mil vueltas, prefería pasar la tarde con mis amigas que quedarme solo en casa.

Dicho y hecho, ése viernes después de natación nos fuimos los tres a casa de Sandra, como siempre haciendo el idiota por la calle. Al llegar su madre nos tenía preparada la cena, y sin tardar la devoramos ferozmente. Siempre acabamos con mucha hambre después de nadar.

Cuando terminamos, ayudamos a recoger la mesa y con permiso de su mamá nos encerramos en la habitación de Sandra.

–¡No pongáis la música muy fuerte! ¡Y no rompáis nada! –gritó la madre de Sandra desde la cocina, que ya estaba acostumbrada a nuestras locuras.

Yo del tirón me estiré en la cama de Sandra y me puse a leer uno de sus cómics que me gustaban y mis padres no me dejaban comprar. Sandra y Miriam se sentaron delante del ordenador, poniendo videos en youtube y buscando en google fotos de One Direction o yo que sé quién. Entonces una ventana de skype se abrió con el típico sonido que va con ello, y me hizo mirar la pantalla.

–Mira éste el Jona del que te hablaba –dijo Sandra a Miriam –. Es un pesao. Dice mi hermana que lo envíe a la mierda, que es un gilipollas que está más salido que el pico de una plancha.

Miriam y Sandra se rieron, pero ví como empezaban a responder al chat del tal Jona. No le dí más importancia y continué leyendo mi cómic.

–Pon la cam –oí decir a Miriam al cabo de un rato.

–Qué dices tía, estás loca –dijo Sandra.

–Que sí ya verás, le vamos a gastar una broma –replicó Miriam.

–Vale, pero no le pongo sonido, que me da corte –dijo Sandra.

Acto seguido veo la cara de ese tal Jona en la pantalla del ordenador. En un rápido juicio totalmente superficial, lo clasifiqué como el típico tío que va de guaperas sin serlo, con el pelo de punta y gafas de sol de Terminator. Por si fuera poco, además el chaval iba sin camiseta, intentando enseñar unos músculos que apenas tenía.

Sandra y Miriam estaban riendo entre ellas mientras le escribían cosas por el chat. El tío se notaba que se colocaba adrede en poses premeditadas para exhibirse delante de las chicas. Vaya pardillo, pensé, intentando ligar con chicas de mi edad, sí que debía estar desesperado.

–Bueno, si quiere ver tetas, verá tetas –oí decir a Miriam entonces.

¿Cómo? ¿Perdón? ¿De qué iba eso que acababa de oír? Me quedé perplejo mirando a mi amiga. Miriam se puso delante de la cam y se subió la camiseta. Llevaba un sujetador gris tipo deportivo, de esos que llevan las chicas con poco pecho. Me quedé helado, clavado en mi sitio, cuando ví que Miriam no se paró ahí y también se levantó el sujetador, dejando a la vista de ese idiota sus incipientes senos. Sandra se estaba partiendo de la risa al mismo tiempo.

–Creo que se refería a MIS tetas… Ja, ja, ja… –dijo Sandra.

–¿Són tetas no? –dijo Miriam también riendo–. Ha dicho que quería ver tetas, no ha dicho cuáles.

Se ve que ese tal Jona estaba intentando ligarse a Sandra desde hace tiempo, pero mi amiga pasaba de él. Miriam quiso vacilarle y jugar un poco con él, y el chaval, envalentonado, se pensaba que las tenía en el bote.

Miriam se había vuelto a sentar, tapándose otra vez y seguían chateando. No paraban de reír nerviosas, por lo que fuera que se escribían. Yo desde mi lugar no me atreví a decir nada, pero ya no conseguí volver concentrarme en mi cómic. Mis amigas hacían comentarios como “estás loca tía”, “éste tío está fatal”, “es un degenerado”... Me entró curiosidad de saber cómo iba a terminar eso, me esperaba cualquier locura viniendo de mis amigas, pero no exactamente lo que siguió.

–Qué más da, si no lo conozco –oí decir a Miriam.

–Ya tía, pero y si le dice algo a mi hermana –continuó Sandra.

–Tú pregúntaselo –replicó Miriam.

–No se va a atrever –dijo Sandra.

–Tu ponlo, a ver qué hace –dijo Miriam.

–Joder, tía, joder… –dijo Sandra mientras escribía algo en el chat.

Unos segundos más tarde ví como el Jona agarraba su cam y la apuntaba hacia sus pantalones. Observé incrédulo cómo el chaval se desabrochó los pantalones, y sin reparo tiró de ellos para abajo dejando expuesto su paquete bajo unos bóxers negros. Para flipar, y mis amigas se partían la caja. Pero no se paró ahí, ese pervertido se bajó los calzoncillos mostrando a mis queridas amigas sus genitales.

Sandra y Miriam casi se caen de sus sillas riendo. Lo alucinante es que parecían haberse olvidado de que yo estaba allí. No les había visto hacer ese tipo de cosas antes, y me pregunté si era la primera vez que lo hacían o no. Estaban completamente descontroladas. Si no hubiera pasado toda la tarde con ellas en la piscina y cenado con ellas, habría jurado que se habían tomado un litro de calimocho cada una. Estaban como borrachas, no podían parar de reír y se las veía sonrojadas y acaloradas.

Entonces Miriam volvió a quitarse la camiseta y esta vez se quitó directamente el sujetador, enseñando sus pequeñas tetas otra vez.

–Estás loca tía – dijo Sandra, pero acto seguido ella también se sacó la camiseta quedando con el sujetador a la vista.

Era un sujetador normal, aunque a duras penas podía contener las voluptuosas tetas de mi amiga. En ese punto, me di cuenta que podía salir beneficiado de la situación, así que sin decir ni pío, me acomodé silencioso en la cama y me propuse a ver el espectáculo.

Vaya tetas que tiene Sandra, nada en el mundo me habría hecho apartar la mirada de aquellas peras. Sí, como dije, la quería como una hermana, pero ante todo mis hormonas adolescentes controlaban mis más básicos instintos. Miriam por su parte seguía luciendo sus pequeñas tetas, y aunque yo ya la había visto así antes, nunca lo había percibido de manera sensual. Pero en este nuevo contexto, en medio de sus juegos eróticos con ese desconocido, me calentó de una extraña manera, y me quedé embobado mirando sus pezones.

Seguían chateando con el tal Jona, aunque no conseguía leer lo que decían desde mi posición. Lo único que sé es que mis amigas no podían parar de reír. Para el colmo, el tío ese empezó a tocarse la polla. Increíble, se estaba masturbando delante de mis amigas.

Entonces un sudor frío me invadió; los padres de Sandra estaban allí al lado en el salón, mirando una película. Si se les ocurría entrar en la habitación en ese momento habrían flipado. Muy difícil de justificar lo que estaba pasando allí.

Pero Sandra y Miriam parecían no estar preocupadas por eso. Quizá como estaban acostumbradas a pasar las tardes de los viernes encerradas en su habitación, sabían que los padres de Sandra no se molestaban en comprobar qué se llevaban entre manos.

–Ala tía, no. No te pases –oí decir a Sandra entonces.

Miriam se levantó, empezando a bajar los leggings que llevaba puestos, y en un santiamén se quedó tan sólo en braguitas. Se puso a hacer un bailecito enfrente de la cam. Sandra a su lado se partía de la risa. Miriam, danzando y bailando, empezó a jugar con el elástico de sus braguitas, bajándoselas un pelín por delante y por detrás.

Continuando su baile, se giró para mostrarle el culo a ese desconocido, y en ese momento, alzando su vista me encontró ahí, completamente helado sobre la cama. Adiviné por su sorpresa, que se había olvidado de que yo estaba allí. Se quedó parada un momento, pero luego como si tal cosa continuó con lo suyo, bajando definitivamente las braguitas para enseñarle el culo por la cam a ese chaval.

–¿Qué tal el cómic? –me preguntó Miriam entonces, sin dejar de hacer su bailecito.

–Es una mierda –contesté–. ¿Qué coño hacéis? –pregunté yo a mi turno.

–Nada, cachondear al pavo éste, para pasar el rato –contestó Miriam con toda naturalidad.

–Vale –dije muy seco–. Por mí no os cortéis… –dije sarcásticamente.

Sandra, que creo también se había olvidado de mi presencia, me miraba bastante más avergonzada. Tenía la cara toda roja, pero no podía esconder una gran sonrisa. Se lo estaba pasando de puta madre con ese juego que se llevaban las dos. Sandra y Miriam me miraban, una a cada lado de la pantalla del PC, donde todavía podía ver a ese pardillo pajeándose a gusto con el espectáculo. Miriam había quedado con las braguitas bajadas justo por debajo de su culo, y por delante podía ver su monte de venus, con una muy fina capa de vello rubio que apenas cubría la rajita de su vulva.

–¿Te has puesto cachondo? –me preguntó entonces Miriam, cosa que me fastidió porque era evidente que sí, y decidí contraatacar.

–¿Por verte las tetas? Qué dices, si no hay nada que ver; primero tendría que encontrarlas –repliqué con retintín.

Sandra estalló con una sonante carcajada.

–De todas maneras no podría saberlo –replicó Miriam sin arrugarse–, tienes la picha tan corta que es imposible saber si se te empina.

Sandra se cayó al suelo de la risa. Un par de segundos más tarde Miriam y yo tampoco pudimos aguantar más y también empezamos a reírnos sin control.

–Estáis como una cabra –les dije, y como si eso fuera mi aprobación, se volvieron hacia el PC para seguir con lo suyo.

Parecía que el tío iba pidiendo a mis amigas cosas que hacer por la cam. Ellas se levantaban, dando vueltas para enseñar su trasero, y se juntaban las tetas con las manos para hacerlas sobresalir más. Yo estaba embobado con Sandra. Al contrario que Miriam, Sandra se resistía a quitarse más prendas, y me tuve que conformar con verla en sujetador un buen rato.

Pero la paciencia tiene su recompensa, y finalmente Sandra se levantó y empezó a bajarse sus pantalones vaqueros, dejando a la vista unas bonitas braguitas negras, a juego con su sostén. Qué buena que está mi amiga, era todo un espectáculo verla así. No pude resistirlo y empecé a tocarme un poco por encima del pantalón. De todas maneras mis amigas seguían con lo suyo, y no se fijaban en lo que yo hacía, así que no me preocupé demasiado de que me vieran.

Miré la hora, eran las nueve y cuarto, mi hermano tardaría como mínimo una hora más en pasar a buscarme, así que tenía entretenimiento para rato.

–¡Miriam! –se oyó de repente la voz de la mamá de Sandra gritar desde el salón, y yo casi me muero del susto– ¡Tu madre al teléfono, dice que si te vas ya para casa!

–¡Sí! ¡Sólo un rato más! ¡Media hora! –gritó mi amiga, prácticamente en bolas.

–¡Vaaaale! –gritó la madre de Sandra.

Y sin más mis amigas continuaron con toda naturalidad, ajenas al riesgo de ser descubiertas. A esas alturas mis amigas iban tan cachondas del juego que se llevaban que no creo que hubieran parado por nada del mundo. Hasta el punto que finalmente incluso Sandra se deshizo de su sujetador sin rechistar, mostrándonos esos magníficos senos en toda su gloria.

Yo estaba también a tope, me dolía mi pene bajo mis shorts, y me mordía los labios para contener mi excitación. Miriam se alteró también mucho cuando al final Sandra se sacó el sujetador.

–¡Uuuuh! ¡Mira que par de tetas! –empezó a decir–. ¡Yuu huu! –siguió exclamando, al mismo tiempo que agarró entre sus manos las tetas de su amiga para estrujarlas y mostrarlas al Jona, que para ese entonces se masturbaba como un gorila.

También se dirigió a mí, lo que me descolocó un poco.

–Mira que tetas, que te parecen, éstas sí que las ves ¿eeeeh? –me dijo provocándome.

No contesté, era evidente que estaba excitado y ellas lo sabían. Sandra se dejaba hacer y me miraba ruborizada. Entonces las dos se levantaron y juntas se pusieron a hacer otro bailecito para la cam, siempre jugando con los elásticos de sus braguitas. Y esas eran las últimas prendas que les quedaban puestas.

Me dolía la polla y necesitaba sacármela para masturbarme, pero no me atrevía delante de mis amigas. Que envidia me daba el capullo ese al otro lado de la webcam. El chaval por cierto estaba a puntito, y cuando tanto Miriam como Sandra se bajaron un poco las braguitas enseñando lo justito de su culito y monte de Venus, el pavo se corrió de lo lindo, cosa que mis amigas celebraron como si acabaran de ganar algo.

Miriam decidió que la sesión de chat había terminado, y en un par de clicks cerró todas las ventanas y ese tío desapareció de nuestra vista. Entonces se giró otra vez más hacia mí y me dijo:

–¿Por qué no te haces una paja tú también?

–¿Estás loca? –repliqué.

–Va, no me jodas, seguro que te mueres de ganas –insitió.

–Que no, de qué vas… –contesté.

Entonces Sandra añadió:

–Quiero vértela, enséñanos cómo te haces una paja –dijo bastante excitada.

Yo me quedé pasmado, no sabía qué hacer. Una parte de mí quería aprovecharse de la situación, pero la otra me hacía estar avergonzado por ser mis amigas de toda la vida.

–Habrá que convencerlo –dijo Miriam, y acto seguido prosiguió con su bailecito, descendiendo las braguitas y mostrando ligeramente su sexo y culo alternadamente.

Sandra la imitó y en poco tiempo las tenía a las dos al lado de la cama provocándome casi desnudas, y al mismo tiempo riéndose alocadas. Cuando Sandra se bajaba un poco las braguitas por delante dejaba ver sus oscuros vellos púbicos que cubrían su monte de Venus, más espesos que los de Miriam.

–Joder, joder… –murmuré, y finalmente acabé por darles lo que querían.

Me bajé los shorts hasta los tobillos, acompañados de los calzoncillos, y por primera vez en mi vida dejé expuestos mis atributos delante de mis amigas. Ellas celebraron el gesto, y atentas se acercaron un poco más para verlo de cerca.

Empecé a tocarme, no podía aguantarlo más, después de tanto jueguito me dolían los huevos y estaba a punto de estallar. Me bastaron un par de minutos para correrme a lado de mis amigas casi desnudas, lo que causó gran impresión en las chicas, y derramé toda mi hombría sobre la cama de Sandra.

–Joder, lo siento… lo he dejado todo perdido –dije cuando pude calmarme.

–Bah, no te preocupes, luego lo limpio yo con un kleenex y ya está –contestó Sandra.

–Bueno, esto ha molado mucho chicos, pero tengo que irme –dijo Miriam con una naturalidad alucinante.

Todos decidimos reponer nuestras ropas, excepto Sandra que directamente se puso un pijama ya que eran casi las diez de la noche. Miriam se despidió de nosotros y se fue para su casa.

Yo esperaba que mi hermano llegara en cualquier momento, pero entonces llamaron a la puerta de la habitación. Era la madre de Sandra, que entró sin esperar respuesta. Joder, si llega a hacer eso 15 minutos antes nos habría encontrado con las manos en la masa.

–Oye, acaba de llamar tu madre –me dijo–. Se vé que tu hermano se ha hecho un corte muy feo en la mano en el trabajo y se lo han llevado a urgencias. No es grave pero no va a poder venir a por tí, se tendrá que quedar en el hospital esta noche. Ya lo he arreglado todo con tu madre, te quedarás a dormir aquí, ¿vale?

–Vale… –respondí mientras absorbía toda la información.

–Voy a buscarte un pijama y unas sábanas limpias, y tú, Sandra, pon el colchón –terminó diciendo antes de salir de la habitación.

Como ya expliqué, no era la primera vez que me quedaba a dormir en casa de Sandra. Habíamos hecho varias pijamadas también en su casa, y no era extraño que me dejaran dormir en su habitación, aunque normalmente éramos nosotros tres, no sólo Sandra y yo. Y después de lo ocurrido, la verdad me excitó pensar en dormir tan cerca de mi amiga.

Ayudé a Sandra a sacar el segundo colchón de debajo de su cama, en unos minutos todo estaba listo para mí. Finalmente la madre me dió un pijama de su esposo, algo grande para mí, y nos dijo:

–Venga, ya son horas de dormir, no habléis mucho y al saco enseguida, ¿eh? –y de un portazo se volvió al salón para seguir con su película.

Fuí un momento al baño y aproveché para ponerme ese pijama que era tres tallas más grande que la mía, apenas el elástico del pantalón conseguía aguantar en mi cintura. Al volver a la habitación Sandra estaba ya metida dentro de su cama. Yo hice lo propio y me instalé en el colchón del suelo.

–Buenas noches –me dijo.

–Buenas noches –contesté.

Pasaron bastantes minutos, y no conseguía dormirme, y creo que Sandra igual porque la oía dar vueltas en su cama. Yo seguía pensando en lo ocurrido, y en las implicaciones que tendría en nuestra amistad. Al cabo de un rato empecé a oír una especie de sollozos, más bien suspiros. No estaba seguro si Sandra estaba haciendo esos ruidos durmiendo, en algún tipo de sueño. Pero entonces la oí:

–¿Estás dormido? –dijo casi susurrando.

–No –respondí igual de bajo.

–Ven un momento –dijo ella.

–¿A tu cama? –pregunté algo sorprendido.

–Sí, ven aquí un momento –repitió.

Me acerqué a su cama, y ella haciendo sitio apartó el edredón para dejar que me acostara a su lado.

–Ayúdame –dijo, sin yo entender muy bien a lo que se refería.

Entonces agarró mi mano derecha y la llevó hacia su sexo. Me sorprendió notar que no llevaba puesto el pantalón del pijama ni las braguitas. Directamente sentí con mis propios dedos el vello de su pubis, el calor que emanaba, y la humedad que envolvía su vulva.

Con suaves movimientos dirigía mi mano sobre su coño, hundiendo mis dedos entre sus labios y restregando todo el exterior, esparciendo los jugos que desprendía al mismo tiempo. Ella gemía suavemente de una forma muy sensual, y como era de esperar, yo también me puse a mil por hora.

–Hmmm… hazlo tú –dijo, soltando por fin mi mano y dándome la libertad de tocarla por mi solo.

No dudé en explorar con todo detalle su hendidura, y con poca dificultad mis dedos encontraron el camino hacia el interior. Ella se mordía los labios para no gritar, y me pregunté si estaba teniendo un orgasmo. Sin parar de suspirar profundamente, su cuerpo se tensó y me volvió a agarrar la mano con fuerza, aprisionándola contra su sexo.

–Quítate el pijama –dijo entonces Sandra.

–Pero… –balbuceé.

–Quítatelo –repitió con autoridad.

Acaté, sacándolo bajo la colcha y lo tiré al suelo. Ella a su turno también se quitó la camiseta de su pijama, quedando completamente desnuda como yo. Sin pensarlo dos veces agarró mi polla y empezó un vaivén que me paralizó. Estaba en la gloria, no me podía creer que eso me estuviera pasando.

Sandra volvió a tomar mi mano para dirigirla a su coño, de manera que nos masturbáramos mutuamente. Seguimos un par de minutos así, ella seguía gimiendo de gusto, y en ese punto la temperatura bajo el edredón había subido a niveles máximos. Podía sentir el calor radiando del cuerpo de mi amiga, y sentía su sudor con cada roce de su piel.

–Quiero probar algo, no te muevas –dijo entonces Sandra.

Apartó la colcha destapándonos a los dos, y en un rápido movimiento se montó encima mío, de manera que su culo aplastaba mi polla. La observé con la poca luz que había en la habitación. Me fascinaron una vez más sus hermosos senos, y me retuve para no estrujarlos con mis manos.

Sandra bajó su cuerpo sobre mí, posando esas maravillosas tetas sobre mi pecho y quedando su rostro muy cerca del mío. Tuve como un acto reflejo e hice un ademán con intención de besarla. Ella no me dejó, solamente dijo:

–No digas nada, no te muevas.

Notaba su chocho impregnar de sus jugos mi polla, que estaba ahora directamente en contacto con ella. Con un suave movimiento empezó a rozar nuestros sexos juntos, masturbándonos mutuamente de esa forma. Podía sentir sus pelitos acariciando mi glande, y sus labios vaginales se abrían para acomodar el resto de mi pene entre ellos.

No dudé en poner mi manos sobre su trasero, y me dediqué a masajearlo al compás de sus movimientos de cadera. Ella no se quejó, y seguía dándonos placer con su vaivén, que acompañaba a su vez con más gemidos que me ponían a mil.

Al acercarse a otro orgasmo, sus movimientos se volvieron un poco más intensos y exagerados, yendo más lejos hacia atrás y hacia delante. En uno de esos, por accidente, mi glande encontró el camino hacia el interior de su gruta. Ella lo notó y dió un salto, apartándose rápidamente.

Pero no la hizo parar, y seguidamente colocó mi polla debidamente al exterior de su sexo y continuó con el vaivén. Pero inevitablemente el “accidente” se repitió varias veces, lo que casi provocó que me corriera. Era una maravilla sentir la apertura de su suave coño sobre mi glande, y la facilidad con la que me atraía al interior. Pero sin falta cada vez ella se apartaba para que no la penetrara.

Fué en una de esas que Sandra tuvo otro orgasmo, y quedando como paralizada, mi pene se quedó clavado un poquito en su interior, dejándome sentir la barrera de su himen. Eso fue demasiado para mí y sentí un río de placer atravesarme el cuerpo de pies a cabeza. Descargué abundantemente justo a la entrada de su sexo, dejándolo completamente impregnado.

Nos dejamos caer y nos relajamos los dos uno al lado del otro. Nunca me había sentido tan bien, y un placentero sueño me invadió.

Sandra me despertó unos minutos más tarde. Se había vuelto a poner el pijama y me daba unos golpecitos en el hombro para que volviera en sí.

–Será mejor que te vistas y vuelvas a tu cama –me dijo.

–Sí, mejor –dije–. ¿Me dejas hacer sólo una cosa antes?

–Sí, claro, ¿el qué? –preguntó Sandra.

No respondí, simplemente llevé mis manos a sus tetas y las sobé a gusto a través de la fina tela de su pijama. Me recreé en su agradable tacto y tamaño, y pellizqué sus grandes pezones.

–Serás tonto... –dijo Sandra riendo.

–Bueno, me van la tetas gordas –dije yo con algo de retintín mientras seguía amasándolas.  

–Y a mí las pichas cortas –dijo riéndose, y me dió un beso en la mejilla.

Ahí se terminó esa noche, pero desde entonces nuestra relación de amigos ha cambiado mucho; tanto con Sandra como con Miriam, que se ha revelado como una verdadera exhibicionista, y no le cuesta nada despelotarse con cualquier excusa. Hemos vuelto más o menos a la normalidad, pero muchas veces se nos alteran las hormonas y terminamos haciendo alguna guarrada juntos. Aunque eso son otras historias, que quizá debería contar en otro relato si a alguien le interesa.