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Dos sesiones de fotos

en Hetero: General

Nota: Estas historias no son mías, pero decidí reescribirlas ya que los originales (de autor anónimo), parecen ser malas traducciones del inglés, como si las hubieran pasado por un traductor automático. A pesar de ello, me gustaron bastante y me pareció buena idea ponerlas un poco al día, en buen castellano, además de añadirles algún toque personal y extra de morbo. Espero que os gusten.

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Sofía en bikini

Todo fue su culpa. Todo porque mi mejor amiga, Lucía, me convenció para que la acompañara a una de sus sesiones de modelaje. Yo ni siquiera quería ir. No soy modelo, como ella. Aunque mucha gente me dice que podría serlo.

Me llamo Sofía, y debo admitir que soy bastante llamativa, si puedo permitirme decirlo. Mis cabellos rubios me llegan cerca de las caderas, haciendo resaltar aún más mi cintura esbelta y realzado trasero. Mi naricita puntiaguda y pronunciada sonrisa, pasan a un segundo plano en comparación con mis grandes ojos verdes. Pero sin duda, mi mayor atractivo son mis tetas.

Me empezaron a crecer en primaria, y con el cuerpecito que tenía yo en ese entonces pronto se hizo evidente su inusual tamaño. Solía avergonzarme por el modo en que los chicos me las miraban. Pero solo hasta el día en el que me di cuenta de que me gustaba que lo hicieran. Sabiendo que todos tenían sus ojos sobre mí, comencé a usar camisetas ajustadas, y sin querer “olvidaba” ponerme sujetador. Todo para ver cómo me seguían con sus ojos por los pasillos, mientras que mis pezones se ponían duros bajo sus atentas miradas.

Pronto me di cuenta de lo mucho que me humedecía pensar en lo que les “pasaba” a ellos mientras admiraban mis cualidades naturales. Tenía que frotarme por las noches para apaciguar los picores que me provocaban sus ojos clavados en mis tetas durante todo el día. Y me excitaba aún más imaginando a mis compañeros de escuela pelándoselas en la oscuridad de sus habitaciones, recordando mis pezoncitos visibles a través de la fina tela de mis camisetitas.

Creo que justamente por eso nunca me decidí a hacer de modelo, porque sabiendo lo exhibicionista que puedo llegar a ser, tenía miedo de que se me fuera de las manos a la que empezara a desnudarme delante de las cámaras. Y claro, lo que pasó el otro día lo confirma plenamente.

Tan solo entrar en aquel lugar, debí darme cuenta del enredo en el que mi amiga me había metido. Varias chicas prácticamente desnudas paseaban por los pasillos vestidas de la manera más grotesca y atrevida que había visto nunca. Trajes de baño minúsculos de formas rarísimas; vestiditos tan cortos que apenas tapaban algo; y todo tipo de prendas semitransparentes que dejaban entrever los encantos de todas esas modelos despampanantes.

Di media vuelta y me dispuse a salir de allí, pero Lucía, como de costumbre, me arrastró hacia dentro llegando hasta la recepción, donde una mujer con cara de pocos amigos apuntó sus datos. La hicieron esperar en un sofá de piel rojo, y allí me senté yo con ella esperando a que la llamaran. Seguía un poco turbada viendo desfilar a ese particular grupo de féminas medio desnudas.

—¿Lucía… estás segura de que éste es el lugar? —pregunté al fin, justo cuando una morena muy tetona pasaba cerca nuestro, vistiendo una especie de body de piel negro y una boa de plumas rojas alrededor del cuello.

—Claro, Sofía —dijo sacudiendo frente a mi cara un pequeño recorte del periódico—. Ésta es la dirección, lo pone aquí.

—Ya… pero es que… ¿Has visto a estas chicas? ¿De verdad te van a hacer fotos vestida así?

—Claro, tonta, es mi trabajo —dijo tajante—. Luego en las fotos no se ve nada, no te preocupes. Además, esto es normal en este mundillo, ¿no has visto lo extravagantes que pueden llegar a ser los desfiles de alta costura?

—Si claro, si tú lo dices… —murmuré.

Luego ví pasar a una pelirroja con una especie de traje chaqueta, pero que en vez de tela estaba hecho como de un plástico completamente transparente, dejando ver que no llevaba nada más debajo. No quería estar más tiempo allí, era demasiado, seguro que mi amiga lo entendería. Ella estaba acostumbrada a esas cosas y podría valerse por sí misma.

Hice ademán de levantarme, pero justo en ese momento un hombre alto y apuesto, con un cabello castaño claro bien engominado y unas gafas de diseño italiano, se acercó a nosotras.

—Hola chicas, ¿así que estáis aquí para la sesión de fotos que anunciamos en el periódico? —preguntó mientras consultaba unos papeles.

—Sí, para eso hemos venido —respondió Lucía, sonriéndome y sin corregir el error de aquel hombre.

Antes de que pudiera explicar que yo tan solo estaba allí para darle apoyo moral a mi amiga, y nada más, el hombre levantó por fin la mirada de sus papeles y con voz asertiva dijo:

—¡Tú! —señalando a Lucía—. Ve a ver a Manuel y le dices que Marcos te ha dicho que eres perfecta para la ropa interior.

Luego le indicó por cual de las puertas tenía que ir y por allí desapareció mi amiga, no sin antes dibujarme una sonrisa malévola, la muy cabrona.

—¡Y tú! —prosiguió el hombre, que deduje se llamaba Marcos—, deja que te vea…

No sé por qué le hice caso. Creo que el hecho de que me pidiera verme, despertó mi vena exhibicionista y sin mediar palabra alguna me levanté para él. Me tomó una mano y sujetándola en alto me hizo dar un par de vueltas mientras escrutaba mi cuerpo en detalle. Sentí un escalofrío sabiéndome observada por ese desconocido, que rastreaba cada rincón de mi cuerpo con descaro. Además, como siempre, había salido de casa sin sujetador. Pude sentir cómo los pezones se me endurecían y presionaban contra la fina tela de mi blusa ante su atenta mirada.

—Tú… Hmmm… —murmuró entonces—. Tú fuiste creada para ser modelo de bikinis.

—¿En serio…? —pregunté en voz baja, como halagada, olvidando que yo no había ido allí para hacer de modelo.

Marcos puso una de sus grandes manos en mi brazo, que acarició levemente haciéndome sentir el caliente y áspero tacto su piel en la mía.

—¡Sígueme! —dijo tirando de mí con firmeza, pero sin llegar a ser agresivo.

Me condujo por unas pequeñas escaleras de caracol a una especie de ático. Allí había otro pasillo con solo dos puertas. Me arrastró hasta la habitación más alejada, cerrando la puerta detrás nuestro. En el interior había un decorado que simulaba una playa, con un mar azul pintado en el fondo, arena en el suelo, y unos pocos accesorios como una tumbona de rayas azules y blancas, así como una pelota hinchable y una tabla de surf.

También había una serie de materiales de fotografía, como luces y pantallas blancas para iluminar la escenografía. Detrás de ese tinglado trajinaba un hombre con una cámara en la mano, como haciendo pruebas. Marcos me presentó al fotógrafo, Joaquín, casi tan alto como él, moreno, con unos ojos penetrantes que se clavaron en mis tetas antes que en mi cara.

Sin apenas darme pie a saludar o comentar nada, Marcos me empujó detrás de un pequeño biombo diciendo:

—Elige algo que te guste, lo que quieras, y te pones allí sobre la arena.

Había allí una buena variedad de trajes de baño en un colgador, algunos de ellos tan pequeños que apenas me dí cuenta de lo que eran.

—Dios mío… —pensé, pasando los dedos entre las telas y tiras que formaban esos diminutos bikinis—. ¿Qué mente perversa ha diseñado estas prendas?

Me decidí por uno que me pareció bastante normal, aunque después de desnudarme y ponérmelo, me di cuenta de que tampoco lo era tanto. El top era bastante clásico, amarillo, con dos triángulos que me cubrían bastante pero dado el tamaño de mis pechos apenas llegaban a sujetarlos. La braguita ya no era tan normal. Era un tanga de hilo que por delante tenía la forma como de una “uve”, lo que hacía que cubría justo mi rajita, pero dejaba el resto de mi pubis al descubierto. Me alegré de haberme depilado justo esa mañana.

—¿Todo bien? —oí a Joaquín gritar del otro lado— ¿Estás lista?

—Ya voy… —contesté tímidamente.

Asomé la cabeza detrás del biombo y los ví, expectantes, esperando a que saliera. Me entró algo de vergüenza y casi no me atreví a salir delante de esos dos desconocidos vestida con un bikini tan revelador. Pero me armé de valor y con la cabeza bien alta salí de todos modos, sintiendo mis pezones endurecerse tal y como siempre me pasa cuando estoy excitada.

—Mmm… fantástico… —dijo Marcos, con una voz grave y bajando su vista sobre mi cuerpo.

Apenas me coloqué sobre la arena empecé a oír los “clics” de la cámara de Joaquín, tomando docenas de fotografías en apenas unos segundos. Solamente paraba cuando se acercaba para darme algunas indicaciones de cómo ponerme. Se notaba que tenía mano, y sabía perfectamente cómo ayudarme a colocarme para hacer resaltar lo mejor posible todos mis encantos.

Me ponía de rodillas sentada sobre mis tobillos, haciendo una pose sexy apretando mis tetas entre mis brazos, lo que realmente hacía que se vieran enormes. También me pedía que me girara de espaldas a la cámara sacando al máximo mi culo hacia fuera, que apenas cubierto por esa fina tira del tanga seguro que se veía espectacular.

Con cada pose nueva se acercaba y me ayudaba a colocarme, rozándome con sus manos y provocando que mis pelos se erizaran. Incluso algunas veces se permitía colocar bien los pequeños trozos de tela sobre mis pezones, o ajustaba la tira del tanga que se iba por un lado, ya que con cada nueva postura parecía que debían ajustarlos.

Mi vena exhibicionista empezó a picarme, y me empezaba a calentar mostrándome delante de Marcos y Joaquín con ese traje de baño tan breve. Probaba poses cada vez más atrevidas, abriendo mis piernas considerablemente, o poniéndome en cuatro sobre la arena dejando ante la cámara mis más íntimos encantos apenas tapados por esa pequeña prenda.

Marcos lo miraba todo desde detrás de la cámara, y después de intercambiar un par de observaciones con Joaquín, decidieron que era momento de cambiar de modelo de bañador. Pasé de nuevo detrás del biombo mientras ellos esperaban expectantes para descubrir qué nuevo bikini iba a elegir. Confieso que me sentía bastante excitada, así que omití el resto de bikinis más convencionales y directamente me dirigí al colgador con los trajes más pequeños. Había visto alguna vez ese tipo de diseños por internet, pero nunca me atreví a comprarlos. ¿”Micro bikinis” creo que los llaman?

Apenas cubren nada. El que escogí era uno de color fucsia muy llamativo, con una tela sintética de lo más suave. Aunque tela había poca, a decir verdad. La parte superior eran apenas dos trocitos suficientemente anchos para tapar mis pezones y nada más. La parte de abajo consistía en un pedazo de tela alargada que difícilmente servía para cubrir los labios de mi coño, el resto quedaba todo expuesto.

Sentí los latidos de mi corazón acelerarse, excitada por la anticipación de mostrarme a esos tipos prácticamente en pelotas. Nunca me había puesto nada tan atrevido, y la verdad empezaba a gustarme esa sensación. Me dije que para el próximo verano tenía que conseguir uno de esos.

Aparecí de nuevo delante de las luces, mordiéndome el labio inferior para contener mi nerviosismo. Marcos y Joaquín apenas dijeron nada al verme, pero pude ver en sus miradas una lascivia que me calentó todavía más. Como en mis viejos tiempos de primaria, me excité pensando en la reacción que les debía estar provocando dentro de sus pantalones.

Joaquín volvió a colocarme en varias posiciones, similares a las anteriores, solo que ahora sospechaba que se verían bastante más atrevidas. Constantemente mis pezones se escapaban de esos pequeños triangulitos de tela, y a veces oía muchos “clics” antes de darme cuenta. Cuando sacaba mi culito hacia atrás, no sabía hasta qué punto ese pedacito de tela llegaba a taparme, sintiendo cómo se apretaba contra mi rajita.

Marcos lo observaba todo desde atrás, y empezó a hacer sugerencias de cómo ponerme, aunque no parecían que fueran poses tan artísticas como las que proponía Joaquín. Por ejemplo, me pedía que me echara sobre la tumbona con las piernas muy abiertas, haciendo que la pequeña braguita se me apretara incluso más.

—Muy, muy, lindo… se te ve increíble —animaba Joaquín—. Ahora probemos con el “look mojado”.

—¿Look mojado…? —pregunté tímidamente mientras veía a Marcos acercarse con un vaso de agua en la mano.

—Éste fabricante de bikinis requiere que le enviemos fotos de las modelos como si acabaran de bañarse —dijo él sonriendo—. No te preocupes… el agua está caliente.

Me quedé quieta y dejé que vertiera sobre mis pechos el vaso de agua, que efectivamente no estaba fría. Incluso abrí un poco las piernas haciendo que un chorrito mojara la tela que cubría mi rajita. Cuando terminó, pude ver que la tela se volvió prácticamente transparente. Mis pezones eran claramente visibles, e incluso se podían ver mis regordetes labios vaginales, haciendo que mi coño se dibujara perfectamente contra el fino pedazo de tela.

—Perfecto, éstas quedarán de diez… —dijo Marcos sonriente, satisfecho del resultado.

Volví a repetir una sucesión de poses, aunque ahora con el bikini completamente mojado y transparente seguro debían parecer prácticamente pornográficas. Marcos volvió a sugerir que me sentara sobre la tumbona con las piernas muy abiertas. Se acercó con Joaquín delante mío y le sugirió que sacara algunos primeros planos del pequeño tanga.

—Así quedarán mejor… —dijo.

Era vergonzoso, pero también me ponía muy caliente sentir sus ojos sobre mí, escuchando cada “clic” de la cámara tomando incontables fotos de mi coñito, sobresaliendo para ellos bajo el fino bikini. Me sentía cada vez más y más húmeda, esperando que no se dieran cuenta y pensaran que tan solo se trataba del agua que Marcos me había tirado por encima.

Al cabo de unos minutos, me pidieran que eligiera otro traje. Ya sin timidez, me dirigí detrás del biombo y me desnudé al completo mientras buscaba la próxima prenda. No sé lo que me obligó a hacerlo, pero escogí una prenda aún más pequeña que la anterior. A ésta creo que la llaman “microkini”. Era un trajecito de color blanco, del cual los pequeños triángulos que debían cubrir mis pezones estaban hechos de una red transparente. La parte baja… bueno, la parte de abajo ni siquiera la entendía. Ese tanga no era lo suficientemente grande ni siquiera para tapar mi raja. Según como la colocaba, siempre dejaba mis labios al descubierto, o si intentaba taparlos entonces mi rajita quedaba a la vista.

—Tardas mucho… ¿Pasa algo? —preguntó Marcos desde el otro lado.

Ruborizada, le expliqué mi problema.

—Mejor sal aquí y te ayudo —dijo entonces—. No te preocupes, Joaquín y yo hemos visto de todo —dijo como intentando tranquilizarme.

Salí despacio hasta mostrarme ante ellos. Marcos se acercó y me mostró cómo tenía que colocarme la prenda. Se suponía que debía tapar apenas mi rajita y mi clítoris, prácticamente desapareciendo entre mis labios y creando lo que llamó un efecto “cameltoe”. Me ayudó a colocarla mientras me lo explicaba, tocando mi piel con sus dedos cálidos y suaves, y asegurándose de que la tela quedara escondida colocándola cuidadosamente entre mis labios.

De pié como estaba, abrí un poco las piernas para él, mientras manipulaba el bikini para dejarlo en la posición óptima para las fotos. Se me abrieron los labios vaginales al hacerlo y por accidente acarició mi clítoris, provocando un hormigueo que se me subió por la espalda. Era una situación vergonzosa, todo mientras Joaquín nos miraba al mismo tiempo que Marcos manipulaba mi tanguita sobre mi sexo. Me pregunté si desde su posición podía darse cuenta de lo mojada que estaba, y del placer que su amigo me estaba dando sin querer.

—¿Cómo se siente? —preguntó Marcos, que seguía agachado delante mío con su mirada entre mis piernas, acabando de ajustar la tela que desaparecía entre el pliegue de mi periné.

—Yo… creo que bien… —murmuré, disfrutando la forma en que sus largos dedos acariciaron una última vez mi clítoris.

—Excelente —dijo sonriendo, y seguidamente me volvió a acompañar sobre la escena de playa.

Repetimos una serie de poses, ahora sabiendo que los labios de mi coño estaban completamente expuestos, y ese tanga que desaparecía entre ellos apenas tapaba mi rajita. Cuando me puse en cuatro, pude sentir esa tirita de tela presionar contra mi sexo, y seguro que la vista que capturaba la cámara era de lo más increíble.

Me volvieron a sentar en la tumbona con las piernas abiertas. Joaquín murmuró algo con cara de aprobación mientras se acercaba para hacerme más fotos. Con cada “clic” iba inmortalizando de cerca mis pezones y mi coño abultado que quedaba expuesto con el cachito de tela que se perdía dentro de él, y que yo sentía como apretaba cada vez más.

Mi coño estaba tan mojado e hinchado que ésta vez no les haría falta usar el vaso de agua para simular el “look mojado”. Sentí que al separar las piernas delante de ellos mi vagina se abría, y la tirita de tela apenas podía cumplir su misión de taparla dejando ver un poco de mi interior rosado y brillante por sus jugos.

Entonces Joaquín y Marcos intercambiaron una mirada extraña y luego se acercaron a mí muy serios y sin sacar ninguna foto.

—¿Qué te parecería si… bueno, si tomáramos algunas fotos con “exposición extra” —preguntó entonces Marcos.

—¿Qué significa eso? —pregunté.

¿Qué podía ser incluso más expuesto que eso? Me sentí a la vez nerviosa y caliente imaginando la respuesta.

—Verás, a éste fabricante de bikinis le gusta mostrar algunas de estas fotos especiales en su página web. Simplemente tiramos del traje un poco, apartándolo hacia un lado —explicó—. Es como cuando vas a la playa y te inclinas ajustando el tanguita, apartas un poco la tela para colocarlo bien y sin querer muestras un poco más. Sería lo mismo, solo que aguantando un rato más largo para que tomemos las fotos.

—Ajá… —murmuré.

—¿Te importaría? —prosiguió—. Además, estas fotos se pagan mejor que las normales.

La verdad que en ese momento el dinero era la última cosa que pasaba por mi mente. Me estaba excitando más a cada momento, embriagada de la sensación de calor que me provocaba estar exponiendo mi tetas y mi coño para las fotos. Además, la idea de que, no solo Marcos y Joaquín, sino que un sinfín de hombres me vieran por internet, me hacía calentarme sobremanera.

Siguiendo las instrucciones de Marcos, saqué el poquito de tela fuera de mi coño brillante, haciendo como si estuviera tratando de ajustarlo. Estaba tan húmeda e hinchada que mis labios vaginales se abrieron como una flor. Joaquín hizo varias fotos de mi interior rosado, sin nada de por medio, así como de mi palpitante clítoris que se veía inflado.

Después de varias tomas, llegó el momento de cambiar de traje de baño otra vez, y Marcos sugirió que probara algo más atrevido. No podía imaginar que existiera nada más pequeño que lo que ya tenía puesto, pero entonces Marcos fue detrás del biombo para encontrar algo que se llama “bikini invisible”.

La parte superior era tan solo una serie de tiras de color rosa neón que realzaban mis pechos en lugar de cubrirlos, y el triángulo que se suponía que tenía que tapar mis pezones simplemente no existía, era un espacio vacío que tan solo los enmarcaba. La parte de abajo era parecida. También imitaba la forma de una tanguita de bikini normal, solo que no había nada de tela, no había nada más que las tiras. Al quedar éstas a cada lado de mi coño, éste se veía completamente desnudo en el centro, sin esconder nada.

Ni siquiera me molesté en pasar detrás del biombo para cambiarme, y me puse el nuevo traje de baño ante la atenta mirada de esos dos hombres a los que acababa de conocer. Marcos volvió a ayudarme a ajustarme la prenda, solo que esta vez, uno de sus dedos se le resbaló hasta el final de mi húmedo y caliente coño.

—Ups… vaya… —dijo sonriendo—. Se me ha escapado…

—No pasa nada… —respondí tímida.

Me ayudó a sentarme otra vez sobre la tumbona, y decidió que debía ajustarme un poco mejor la prenda para las fotos, que Joaquín no dejaba de sacar. Sin falta, otra vez su dedo se hundió dentro de mí. Hizo como que lo sacaba, pero con cada gesto que hacía para colocarme la “braguita”, se le volvía a deslizar hasta lo más hondo. Sabía que me estaba follando con su dedo, y no solo ayudándome a ajustar el traje, pero me vi incapaz de decirle que se detuviera.

—¿Te gusta? —preguntó presionando un segundo dedo hacia mi interior, y sintiendo lo apretado que estaba mi coñito—. ¿Te gusta lucirte frente a la cámara…?

—Sí… —susurré con un hilo de voz y abriendo mis piernas un poco más.

Con mi coño chorreando, Joaquín me sacó docenas de fotos en ese bikini invisible, y con cada nueva posición Marcos aprovechaba para “ajustar” la prenda, especialmente la tanguita. Entonces me contó que había otro tipo de fotografías que podían hacer conmigo, y que se pagaban aún mejor.

Como dije, el dinero era la última cosa que me pasaba por la mente en ese momento, y le dije que sí casi antes de que terminara de explicármelo. Me pusieron en cuatro sobre mis manos y rodillas en la arena. Marcos se colocó detrás de mí, abriendo con sus dedos mis labios hinchados y empapados delante de la cámara.

—Solo voy a posar con la cabeza de mi polla en la entrada de tu coño —explicó—, de esta manera parece que estamos follando.

—Bien… —acepté, casi sin aliento, mientras abría más mis piernas para él.

Me puse a temblar por la anticipación de sentir su miembro. Escuché el sonido de la cremallera de sus jeans. Luego, una cabeza ancha en forma de hongo empezó a presionar levemente sobre mi rajita mojada y abierta. Su polla me frotaba de arriba a abajo, sintiéndola por toda mi resbaladiza raja, mientras que Joaquín sacaba foto tras foto sin perderse nada de lo que hacíamos.

Me sentía tan caliente y excitada, con mis tetas colgando como frutas maduras, y con mi culo en pompa mientras este hombre, al que apenas acababa de conocer hacía unos minutos, frotaba su pene contra mi coñito estrecho. Pensé que iba a explotar en cualquier momento.

Al cabo de un rato Marcos dijo:

—Vamos a intentar algo diferente. Voy a abrir tu coño con los dedos, para que se vea bien, y yo voy a meter solo la cabeza dentro de tí. De esta forma parecerá como que acabo de follarte y te estoy dejando el coñito lleno de mi semen.

Sus palabras me calentaban tanto que sentí que me quedaba sin respiración. Miré por encima de mi hombro a esos dos tipos, expectantes, esperando a que les diera mi consentimiento.

—Vale… —murmuré, con ganas de sentirlo dentro de mí, aunque fuera solo la cabeza.

Me incliné echando mi pelvis hacia atrás y abrí todo lo que pude mis muslos, sintiéndome lo más caliente que había sentido en toda mi vida.

Cuando Marcos presionó la cabeza de su gorda polla contra mi apretada entrada, sentí una sensación estremecedora. Poco a poco su glande fue entrando en mi cálido agujero. Pero entonces sucedió. Estaba demasiado caliente, todo lo que había pasado había hecho que mi coño se humedeciera tanto que era muy resbaladizo. Cuando Marcos trató de poner solo la cabeza de su polla dentro de mí, más de la mitad de su miembro se deslizó sin querer en mi interior.

Sabía que eso estaba mal, pero en ese momento no me importaba nada. Me ayudé con mis brazos y empujé hacia atrás, acogiendo el resto de su dura polla dentro de mí. Cuando sentí la cabeza de su pene presionando con fuerza contra el final de mi estrecho pero escurridizo canal, no pude evitar soltar un gemido.

—Gghhmmmm… hazlo —susurré—. Fóllame.

Marcos también gimió, y agarrando mis caderas empezó un vaivén, hundiendo su gruesa polla hasta lo más hondo de mi coño una y otra vez. Incrementó el ritmo y la intensidad, y antes de que me diera cuenta me estaba follando de forma muy dura, golpeando mis nalgas con cada embestida y haciendo que las notara calientes y enrojecidas.

Joaquín estaba ocupado sacando fotos, pero no dejaba de de frotarse el bulto prominente que se adivinaba bajo sus pantalones. Seguro que estaba haciendo un reportaje de lo más completo y excitante. Se aproximaba a nosotros y nos fotografiaba desde todos los ángulos mientras su amigo me penetraba una y otra vez con vigor.

Pronto sentí que me llegaba un largo e intenso orgasmo, que aún disfruté más viendo cómo Joaquín sacaba primeros planos de mi cara con mis mejillas sonrojadas y mis cabellos descompuestos, gimiendo incontrolablemente de placer.

Mi canal vaginal se contraía una y otra vez envolviendo la polla de Marcos, que a su vez empezó a hincharse aún más. Me folló con fuerza con su miembro más grande que nunca, hasta que me endiñó una última embestida, enterrándolo dentro mi coño tanto como pudo. Una sensación de calor y humedad me invadió, y supe que se estaba corriendo dentro de mí sin ninguna protección. Fue tan intenso que me provocó un segundo orgasmo, y sentí cómo mi coño empapado lo succionaba y apretaba como si tratara de exprimir hasta la última gota.

Sin prisa fue retirando su pene de mi interior, dejando un vacío gigante en mi coño. Joaquín tomó fotos de cada instante, poco a poco, hasta que Marcos terminó de sacar su polla del todo. Me imaginé a los miles de espectadores en internet que iban a ver mis fotos, viendo ese semen blanco y espeso saliendo de mi rajita abierta, dejando bien claro que acababa de ser follada por una enorme polla.

Marcos me ayudó a limpiarme con una toallitas húmedas. Muy caballeroso enjuagó todos los restos de esa mezcla de semen y mis propios jugos que brotaban de mi coñito y se escurrian por mis muslos. Apenas me había bajado el calentón, y disfruté del calor de su mano pasando por cada rincón, desde la raja de mi culo hasta mis rodillas.

Cuando terminó, me ayudó a levantarme y me estrechó la mano de la manera más profesional. Antes de irse me felicitó, ya que, según me dijo, fue una de las mejores sesiones que habían hecho en mucho tiempo. Me dirigí detrás del biombo para vestirme, aunque aún estaba desnuda cuando Joaquín se me acercó para despedirse. Poco me importó. Me rozó la piel una última vez al darme un par de besos, y estuve a punto de pedirle que no se fuera.

Antes de darme la oportunidad, me dijo que estaba impaciente y se iba a poner a trabajar enseguida con las fotos, que también dijo eran muy buenas. Me lo imaginé delante de su ordenador con su polla en la mano, pajeándose a gusto con cada una de las fotos tan “buenas” que me había sacado.

Completamente sudada terminé de vestirme y saliendo del estudio bajé las escaleras con la mayor dignidad posible. Me dirigí hacia el mismo sofá en el que mi amiga Lucía me había “traicionado” hacía apenas una hora, pero la mujer en la recepción me llamó antes de darme tiempo a sentarme. Justo terminaba de colgar el teléfono mientras me miraba con cierto desdén. Escribió un garabato en un cheque que luego me ofreció sin mediar palabra.

Una cifra de lo más generosa, pensé, y me planteé seriamente si no debía dedicarme a eso profesionalmente. Sin duda me iría bien un ingreso como ese de vez en cuando. Me quedé observando el papelito satisfecha, aún sintiendo cómo el semen de Marcos se deslizaba hacia el exterior de mi coño empapando mis braguitas.

Un par de minutos más tarde, ví a Lucía salir por la misma puerta por la que había visto desaparecer antes de mi sesión. Escondí el cheque rápidamente en mi bolso para que no lo viera, y la recibí con la mayor de mis sonrisas. Ella, como yo, también se veía sudorosa y sonrojada.

—Ufff… Sofía —dijo resoplando—, ha sido una sesión de lo más dura…

Sonreí.

—Ni que lo digas.

 

 

 

 

Lucía en lencería

Crucé la puerta que aquel hombre me había indicado, encontrándome con una habitación que servía de estudio fotográfico. Me quedé pensando un momento en Sofía, a la que había dejado sola a traición, preguntándome si por fín se habría atrevido a posar para las cámaras. Llevaba años intentando convencerla sin ningún éxito, y por fín este anuncio en el periódico me brindó la oportunidad perfecta para embaucarla.

Cuando éramos pequeñas jugábamos mucho a ser modelos, y sinceramente siempre creí que sería ella la que se lanzaría a hacerlo mucho antes que yo. Cuando venía a jugar a mi casa, le encantaba hacer desfiles en toda clase de atuendos que nos inventábamos. A ella no le costaba nada, pero yo era mucho más tímida y no me atrevía tanto. Sobre todo cuando lo hacíamos delante de otra gente. Era ella la que tenía que convencerme a desfilar para los familiares que venían por mi casa.

Me acuerdo de una vez que hicimos un desfile para mis primos, para el cual se inventó una especie de traje de baño hecho con unos velos semitransparentes que simplemente enrolló alrededor de su cuerpo. Para ese entonces ya habíamos empezado a “crecer”, especialmente ella, a quien se le notaba mucho más pecho que a mí. Intentó persuadirme para que me pusiera uno igual que ella, pero solo lo acepté guardando mi ropa interior debajo, cosa que ella no hizo.

Es por eso que siempre me ha sorprendido mucho que no hiciera como yo y se decidiera a hacer pruebas de modelo. De las dos, ella es la que tiene un cuerpo más espectacular, y aunque yo no me quedo atrás, no me puedo comparar con ella. Yo soy morena y ella es rubia; yo tengo los ojos marrones y ella verdes; yo uso sostenes de talla 85 y ella 95; solo por poner algunos ejemplos.

Pero sobretodo, como decía, porque yo soy la más tímida y a la que me cuesta más mostrarme delante de los demás. Ella disfruta enseñando su cuerpo a la gente. Le encanta exhibirse cuando vamos a la playa, por ejemplo, y además casi nunca usa sujetador. No me malinterpreten, ella es mi mejor amiga, pero también es un poco puta.

Yo, por el contrario, aún y siendo modelo siempre cuido mucho cómo trabajo. No hay nada malo en mostrar tus “cualidades naturales”, como las llama Sofía, pero siempre y cuando sepas marcar bien los límites. Tengo una regla muy sencilla; nada de enseñar los pezones ni, obviamente, tampoco mi coño. Incluso he llegado a tomar fotos que se podrían calificar de eróticas, pero siempre respetando esa regla.

Además, puedo estar tranquila cuando sé que trabajo con buenos profesionales, que saben cómo mostrar lo mejor de mi cuerpo pero con mucha sensibilidad y gusto. Reconozco que esa era la primera vez que respondía directamente a un anuncio del periódico sin pasar por mi agencia. Pero no tenía por qué preocuparme, al fin y al cabo todo parecía de lo más normal, nada que no hubiera visto antes.

El estudio en el que entré estaba claramente ambientado para hacer una sesión de lencería, decorado como un dormitorio de lujo, con una gran cama con dosel de encaje en el centro. Un hombre de mediana edad trajinaba con unas luces para iluminarla correctamente. Cuando oyó la puerta del estudio cerrarse detrás mío exclamó:

—¡Oh! ¡Por fín, la modelo está aquí!

Tenía un pelo muy espeso y negro, igual que sus ojos, y no dejaba de mirar su reloj frunciendo el ceño y murmurando algo nervioso. Cuando se acercó y entré en su campo de visión se paró para verme, y su rostro se transformó en una sonrisa.

—Bueno, veo que ha valido la pena la espera —dijo observándome.

—Hola, me llamo Lucía… —empecé a presentarme tímidamente—. Me dijeron que le dijera que yo podría valer para la sesión de lencería…

—¡Pues claro! ¿Para qué te piensas que estamos aquí? —me cortó el hombre, severo—. Venga, vamos a empezar que no tenemos todo el día.

Examiné el resto de la habitación intentando identificar por qué puerta se llegaba a los vestuarios. Me puse nerviosa cuando ví que no había más puerta que por la que yo había entrado.

—¿No hay un departamento de vestuario o algo así? — Pregunté nerviosa.

El hombre se echó a reír. Su risa resonó potente en su fuerte y peludo pecho que sobresalía de la camisa blanca medio abierta que vestía.

—¿Dónde crees que estás, mi amor? ¿Hollywood? —dijo señalando un pequeño biombo en una esquina—. Allí está el “vestuario”. Ponte el blanco primero, ¿de acuerdo?

Me sentí un poco nerviosa al tener que cambiarme prácticamente frente a él. Estaba acostumbrada a tener mi propio vestuario, así como alguna asistente que me ayudara a peinarme y maquillarme. Pero, ¿qué otra cosa podía hacer? No me iba a echar atrás después de lo que me había costado convencer a mi amiga Sofía. Me fui detrás de aquella pantalla que apenas se aguantaba, y empecé a quitarme la ropa. Toda ella.

 

El atuendo “blanco” al que se refirió, resultó ser un sostén de encaje y unas bragas a juego. Las copas del sujetador eran tan bajas que casi se sobresalían mis pezones por arriba. Las bragas también eran de corte muy pequeño, apenas llegando a tapar los pelitos recortados que adornan mi pubis.

Como mi regla principal para ser modelo es no enseñar mis pezones ni mi coño, nunca me preocupé de depilarme completamente. Pero ese conjunto rozaba realmente el límite y me quedé dudando, sin decidirme si salir o no.

Justo estaba en ese debate mental cuando Manuel, que así se llamaba ese hombre, empezó a pedirme que me diera prisa, que ya era tarde y no teníamos todo el día. Entre su insistencia y mis nervios, al final me decidí a salir delante suyo con ese revelador atuendo. Sus ojos se clavaron en mí mientras me instruía que me colocara sobre la cama.

Me senté en el borde con la piernas bien cerradas y los brazos cruzados tapando mis pechos. Manuel tomó unas pocas fotos mientras ajustaba reglajes en su cámara, y al ver que no me relajaba, dejó su cámara de lado y se aproximó sentándose a mi lado.

—¿Qué pasa, Lucía, cariño? —preguntó con mucha suavidad, completamente dejando atrás la severidad con la que se había mostrado desde que llegué—. Eres muy hermosa, y me parece que ésta no es la primera vez que haces de modelo… ¿verdad?

Negué con la cabeza sin atreverme a mirarlo, y me ruboricé cuando le expliqué que nunca había tenido que modelar con una prenda tan pequeña como esa. Manuel pasó su brazo por mi cintura, dejándome sentir el tacto de sus manos rudas y secas en mi delicada piel, blanca como la nieve.

—Pero Lucía, bonita… —dijo con una gran sonrisa—. Puedes ser tan atrevida como quieras, por que mira, entre tú y yo, al final en estas imágenes no se va a ver tu cara.

Me quedé mirándolo, extrañada.

—Verás —continuó—. La marca de ropa interior que vas a llevar hoy no quiere que se vean las cabezas de las modelos en las escenas, ya que prefieren que los clientes se fijen en sus productos. Así que si crees que sus diseños son un poco atrevidos, piensa que nadie va a saber nunca que eres tú quien los lleva. Lo único que se va a ver es ese cuerpo tan sensual que tienes pero sin enseñar tu rostro.

Después de que me contara eso, me tranquilicé un poco más. ¿Qué daño podía hacer? Técnicamente no estaba saltándome mis reglas, y al fin y al cabo, solo sería mi cuerpo el que se vería en la imagen, nadie podría saber nunca que era yo la modelo.

Comenzamos la sesión conmigo recostada sobre un costado, de modo que mis pechos quedaban comprimidos entre mis brazos. Luego Manuel me pidió que abriera ligeramente mis piernas para sacar algunas fotos de las bragas. Con la luz brillante de los focos, me di cuenta de que el encaje blanco transparentaba un poco y se adivinaba la sombra de mi vello púbico. En otras circunstancias me habría negado a continuar, pero dado que al final no se me vería la cara, lo dejé pasar.

Probamos varias posiciones, siempre procurando que quedaran el sujetador y las braguitas en primer plano. Al cabo de unos minutos Manuel hizo una sugerencia.

—Lucía —dijo, inclinando su cabeza de lado como si estuviera pensando—. La gracia de este sujetador es su diseño de copa baja. ¿Por qué no lo bajas un poquito más para que asomen un poco tus pezones? Solo un poco, con clase, para que hagan contraste con la tela de encaje.

Ruborizada, le expliqué mi regla básica, nada de enseñar mis pezones o mi coño delante de la cámara. ¿Qué pasaría si alguien se enterara de que soy yo en esas fotos?

—Pero Lucía, guapa, nadie va a saber que eres tú —insistió—. No se ve tu cara en las fotos, y si apareciera en alguna por descuido luego yo la cortaría antes de entregársela al cliente, no te preocupes.

Lo miré, sonrojada, solamente medio convencida.

—Mira, vamos a hacer esto… —dijo usando su voz más suave y paternal, que contrastaba con su aspecto recio y viril—. Bajas las copas como te decía, pero te cubres los pezones con los dedos. Quedará muy sexy y sin mostrar nada, solo la curva de tus pechos. Pero lo más importante es demostrar el diseño del sujetador —entonces continuó bajando el tono, casi susurrando—. Además… ¿sabes qué…? El cliente pagará más dinero por estas fotos. Las fotos que son un poco más atrevidas y eróticas son más valiosas, ya que atraen a la clientela masculina que compra para sus parejas.

Pensé en lo que decía, y la verdad tenía mucho sentido. De todas formas nadie me vería la cara, y si me tapaba los pezones con los dedos tampoco rompería ninguna regla. Además, tenía atrasado un mes de alquiler y eso de cobrar más dinero me sonó muy bien en ese momento.

Temblorosa descendí el sostén, dejando completamente al descubierto mis senos delante de mi fotógrafo. Tan pronto como tapé mis pezones con la punta de los dedos, Manuel se puso a sacar muchas fotos, tanto de lejos como de cerca, dirigiéndome y sugiriendo poses distintas. Me gustó la sensación, rozando los límites que siempre me había marcado y sintiéndome más sexy y deseada que nunca. Y es que nunca antes mea habían pedido hacer algo como eso, y la verdad, me moriría antes de admitirlo, pero me estaba poniendo un poco caliente.

Después de varias fotos con mis pechos como protagonistas, Manuel me preguntó que qué pensaba si hacíamos lo mismo pero con lo de abajo.

—Pero… ¿Qué quieres decir? —pregunté tímidamente—. Ya te dije que no quiero enseñar mi coño cuando trabajo…

—Bueno… técnicamente no lo enseñarías —comentó con su tono dulce—. Es decir, está claro que no quieres enseñar el interior rosado de tu pequeño coñito, ¿verdad? Pero… ¿qué pasa con el exterior?

La verdad, nunca había hecho ninguna distinción entre lo de dentro y lo de fuera, pero cuando Manuel me explicó en detalle lo que quería hacer, vi que tenía sentido. Primero me tendí en la cama y abrí mis piernas para que pudiera tomar fotos de la pequeña braguita de encaje blanco muy de cerca. Luego, siguiendo sus instrucciones, me bajé la ropa interior de manera que la línea de vello que tenía recortada justo encima de mi rajita quedó al descubierto, rozando el límite donde comenzaba mi vulva.

—Mmm… muy bonito —comentó— ¿Te lo arreglas tú?

Asentí a la vez que Manuel empezaba a sacarme más fotos. Sentí cómo me humedecía mientras me iba haciendo cambiar de posición, siempre apuntando su objetivo a mi pubis apenas medio cubierto por esa pequeña braguita de encaje, enseñando mis pelitos oscuros.

—Déjame ver, creo que puede verse incluso más sexy —dijo entonces, acercándose entre mis piernas.

Sin darme oportunidad a oponerme, sentí sus manos agarrar la tela de las braguitas y tirar de ella hacia arriba, haciendo que se introdujera entre mis labios vaginales. Ahora la tela quedaba metida entre ellos, dejándolos desnudos, y se veía un poco abultada justo donde cubría mis labios menores y mi clítoris.

—¿Ves? —dijo con un tono calmado—. Sigo sin poder ver tu rajita, solamente se ve la parte exterior.

—Ya pero… —empezé a objetar débilmente.

—Mira —me interrumpió—, no voy a sacar ninguna foto si tú no quieres. Nunca haría nada que tú no quisieras. Pero recuerda, estas fotos se pagan mucho mejor y técnicamente no estás rompiendo ninguna de tus reglas.

Su voz era tan agradable y sonaba tan sincero que me hice atrás y dejé que hiciera lo que quería. Empezó a tomar varias fotos de mis labios vaginales ahora expuestos. También se veía aún gran parte de los pelitos de mi coño, que la braguita arrugada y metida entre mi vulva no llegaba a tapar.

—Al fabricante de estas prendas le gusta cuando se puede adivinar el contorno del clítoris en las bragas —comentó después—. Es como si la mujer que las lleva dijera “Mira, esta ropa interior es tan sexy que me excito al usarla”. Son fotos así las que funcionan mejor, y nuestros clientes las prefieren.

Iba a responderle, pero de repente me quedé sin aliento al sentir sus manos sobre mí. Apartó mis labios mayores con sus dedos y alisó la tela sobre mi rajita, acariciando mi hinchado clítoris para asegurarse que las braguitas se ajustaban al máximo sobre él. Sus dedos gruesos se sentían calientes, y me avergoncé pensando que podría sentir la humedad que empezaba a inundar mi sexo mientras me iba frotando de arriba abajo la rajita sobre la fina tela de encaje.

—Hmm… ahora. Así está perfecto —dijo al fín con satisfacción.

Tomó unas cuantas fotos más, siempre centrándose en mi coño. Me pidió que repitiéramos muchas de las poses que habíamos hecho, pero de tanto moverme se veía obligado a volver a ajustar la prenda sobre mi coño para que quedara como él quería. Me calenté pensando que sus dedos debían estar mojándose con mis jugos, que poco a poco iban empapando más la tela de las braguitas.

—Ehem… —carraspeó al fin—. Muy bien, ahora toca cambiar de atuendo. Ponte “el negro”, por favor.

“El negro” resultó ser una especie de babydoll muy transparente, también adornado con encaje, que tenía una gran apertura justo debajo de mis senos dejando toda mi barriguita al descubierto. Una tanguita negra iba a conjunto, aún más pequeña que las braguitas blancas de antes. Apenas había suficiente tela para cubrir la raja de mi coño, lo que dejaba mis labios bastante expuestos.

Cuando me lo puse y ví que mis pezones eran claramente visibles a través del babydoll, y que además prácticamente toda mi vulva estaba al descubierto, le comenté a Manuel lo que pasaba y que no estaba segura de poder continuar con eso, que ese atuendo iba demasiado lejos.

—Venga, Lucía… —me decía suavemente desde el otro lado del biombo—. Si ya has mostrado prácticamente lo mismo con el conjunto anterior. Además, recuerda que en ningún momento se va a ver tu rostro.

Tenía razón, después de todo, no cambiaba tanto de las fotos que me acababa de sacar. Tímidamente me presenté ante él, mostrándole cómo me quedaba el provocador atuendo. Como antes, me indicó que me pusiera sobre la cama. Me sentí sexy y provocadora, sabiendo que se veían perfectamente mis tetas a través de la tela bajo la intensa luz de mis focos. Abrí mis muslos ligeramente para que la tanguita quedara en la mejor posición posible para las fotos. Me calenté viendo cómo se sobresalían mis abultados labios vaginales por cada lado de la pequeña prenda.

Justo en ese momento, se abrió la puerta del estudio y entró otro hombre. Era un poco más alto y delgado que Manuel, con el pelo rubio y unos ojos azules muy penetrantes que enseguida se clavaron en mí, que seguía tendida sobre la cama prácticamente desnuda. Instintivamente me cubrí cerrando las piernas y tapándome los pechos con los brazos.

—¡Ah! —grito Manuel—. Lucía, este es Javier, mi asistente. Le he pedido que venga porque le estoy enseñando cómo funciona todo esto y cómo se trabaja con las modelos. ¿No te importa que mire, verdad?

Lo pensé y la verdad ya no me importaba demasiado. Además, Javier era muy guapo y casi tan apuesto como Manuel, además de bastante más joven. Poco a poco me solté y volví a relajarme, dejándole verme vestida con ese diminuto conjunto negro. Manuel continuó con la sesión, dirigiéndome en toda clase de poses, pero ahora también bajo la atenta mirada de Javier, que seguía todo muy de cerca y pronto se animó y empezó a hacer sus propias sugerencias.

—¿Por qué no te sacas la parte superior? —dijo, con una voz que me sonó incluso más suave que la de Manuel—. Así se verán mejor esos hermosos pezones que tienes y a nuestros clientes seguro que les encantarán.

Manuel empezó a contarle todo sobre mis reglas, que por qué no podía ser y no podía hacerlo, pero en mitad de su explicación lo detuve.

—No pasa nada —dije intentando ocultar la excitación en mi voz—. Solo por por esta vez…

Sintiéndome traviesa y más caliente que nunca, me quité el babydoll y aparecieron ante ellos mis pechos desnudos. Dejé que tomaran todas las fotos que quisieron. A veces incluso se acercaban para sacar primeros planos de mis tetas, y pensé que ni siquiera les servirían para publicitar esa lencería. Pero estaba tan excitada que ya me daba igual.

Luego Javier propuso algunas poses más, algunas de ellas eran muy atrevidas, como por ejemplo ponerme en cuatro apuntando mi culo en dirección a la cámara. Me puse en posición pero luego me sentí muy avergonzada, con mi culo en pompa y mis tetas colgando sin protección alguna.

De repente me sobresalté, sintiendo cómo unos dedos agarraban la tirita del pequeño tanga que quedaba entre mis nalgas.

—Hay que colocarla bien, porque así como está no te tapa el agujerito del culo —dijo Javier, que descubrí era el que me estaba tocando.

Al parecer, con el movimiento de posición en posición, la tirita del tanga se había desplazado a un lado y se veía el ojete. Pregunté por qué no me habían avisado antes, pero Manuel me recordó que eso no formaba parte de mis reglas. Además, protestó ya que le gustaba más como estaba antes. Lo estuvo discutiendo con Javier mientras éste iba tirando de la tira del tanguita de un lado para otro. Lo iban hablando y probando, y yo me calentaba sintiendo sus calientes dedos rozando toda la raja de mi culo hasta mi periné, casi llegando a tocar mi húmedo coñito.

Otra de las posiciones que se le ocurrieron a Javier, era recostada y con las dos piernas muy abiertas formando dos puentes, como si estuviera sentada en la silla del ginecólogo. Dijo que así se vería mejor como se ajusta la tanguita sobre mi coño, dejando mis labios completamente expuestos y sin tapar la tira de vello púbico.

Esta vez fue Manuel quien se acercó a ajustarme la pequeña ropa interior. Tal como hizo antes con la braguita blanca, se aseguró que quedara justo cubriendo mi clítoris. Abrió mis labios desnudos con sus dedos, y con la otra mano ajustó la tela casi transparente sobre mis labios menores y mi hinchado clítoris. Por descontado que a esas alturas mi coño estaba chorreando.

—Mmm… estás muy mojada —murmuró Manuel.

Me puse nerviosa e intenté cerrar las piernas, pero él me paró con sus fuertes manos y negando con la cabeza.

—No, no… Lucía, mi amor, no te preocupes. Esto es bueno —dijo con su voz suavemente—. Deja que se lo muestre a Javier para que sepa lo que tiene que buscar en el futuro.

Javier se acercó mientras Manuel apartaba la braguita de mi rajita para mostrarle lo mojada que estaba. Me estremeció ver a esos dos hombres desconocidos, altos y apuestos, mirando mi coñito abierto tan de cerca.

—¿Ves? —comentó Manuel—. Esto es lo que buscamos en las fotos. Los clientes tienen que pensar que cuando compran estas prendas para sus esposas, ésto es lo que van a conseguir, un coñito bien caliente y mojado listo para ser follado.

—¿Pero no sería mejor si pudiéramos ver más la humedad? —preguntó Javier—. Quiero decir, las bragas tendrían que estar también empapadas.

—Tienes razón —prosiguió Manuel—, deberían verse relucientes llenas de flujo vaginal. Lo que habría que hacer es extenderlo todo alrededor —entonces se detuvo y dirigiéndose a mí preguntó amablemente—. ¿Te molesta si le enseño a Javier lo que quiero decir?

—Claro… —balbuceé nerviosa.

—Gracias —dijo Manuel, y entonces se volvió hacia Javier—. Tiene que verse así…

Comenzó a presionar la telita negra de la ropa interior contra el interior de mi rajita mojada, provocando que soltara un gemido que intenté reprimir lo mejor posible.

—Si es necesario, incluso se puede humedecer más toda la zona —añadió, y justo después sentí sus gordos dedos directamente en mi coño para recoger mi humedad y extenderla por toda la zona, mis labios vaginales y mi pubis, asegurándose de que el tanga también quedara completamente empapado.

—Hmm… ya veo lo que quieres decir —dijo Javier, que siguió el ejemplo y probó él mismo la manera de extender mis jugos vaginales por mi vulva, hinchada y sonrojada.

Casi llego al límite cuando sentí sus gruesos dedos entrando dentro de mí, aunque solo un poquito, haciendo que mi rajita se abriera más ante sus maniuplaciones. Solo paraban de tocarme para sacar más fotos, todas muy de cerca tomando primeros planos de mi coño completamente inundado.

—Vamos a tomar algunas fotos así —dijo Manuel—. Quiero decir, de cómo lo preparamos.

No me pareció que eso estuviera bien, pero la verdad es que apenas opuse resistencia cuando Manuel empezó a sacar fotos de Javier abriendo con sus dedos mi coño bajo la ropa interior. Hicieron fotos de él acariciando mi hinchado clítoris, algunas con sus dedos medio enterrados en mi rajita, esparciendo mis jugos por toda mi vulvita. Solté un grito cuando sentí uno de sus dedos completamente dentro de mi apretado coño. Se sentía tan bien…

Pensé que llegaría a correrme con el toqueteo de Javier, y casi me quejé cuando Manuel nos interrumpió y anunció que era hora de probar un nuevo atuendo.

—Ponte el rosa —dijo—. El de los anillos.

El “rosa” resultó ser una especie de bikini con unos anillos de metal dorados que quedaban justo sobre mis pezones, muy endurecidos a esas alturas. Justo quedaban sobresaliendo en el centro de cada uno de ellos. Se ataba con unas cuerdecitas de color rosa. Lo de abajo era aún peor, y solo había un anillo y un montón de cuerdas atadas que no entendí cómo me tenía que poner.

—Sal y yo te muestro —dijo Manuel, cuando le informé de que no sabía cómo usarlo.

Aparecí de detrás del biombo ante ellos sin nada en la parte de abajo, apenas cubriendo mi pubis con una mano mientras con la otra ofrecía la braguita a Manuel para que me enseñara cómo ponérmela.

Resultó que el anillo tenía que quedar justo rodeando mi clítoris palpitante. Una de las cuerdas pasaba entre mis labios hasta juntarse por detrás con la otra cuerda, que sujetaba la prenda a mi cintura. Nunca me había sentido tan expuesta en mi vida, y sin embargo, me encantó. Me pregunté si eso era lo que sentía mi amiga Sofía cada vez que se exhibía delante de otros hombres.

—Mmm… muy bonito —dijo Javier con aprobación, mientras Manuel me acariciaba el clítoris para asegurarse de que estuviera suficientemente duro en medio de la anilla—. ¿Sabes qué pienso? —siguió—, creo que deberíamos darle a Lucía la oportunidad de hacer algunas fotos muy especiales… ya sabes.

—Sí… ya lo creo —dijo Manuel, que justo terminaba de ajustarme la tanguita—. Ya sabes, cariño, los clientes pagan más cuanto más sexys sean las fotos…

Los dos se miraron asintiendo con la cabeza.

—Sí —dijo Javier—. Definitivamente tiene la apariencia adecuada.

—Es una gran idea —comentó Manuel— ¿A tí qué te parece, preciosa?

Apenas dije nada, mi aspecto lo decia todo. Mis piernas me temblaban de gusto, sintiendo esos anillos presionar contra mi clítoris y mis pezones. Apenas podía reprimir mis gemidos, con un calor que me consumía. Mi coño chorreaba de placer, y mi piel, que normalmente es muy blanca, se veía de un color rosado, completamente sonrojada y sudorosa.

Entre los dos me colocaron sobre la cama, en la misma posición de antes, en cuatro sobre mis manos y rodillas. Estaba un poco nerviosa, no sabía lo que pretendían hacer. Me sentí excitada sin saber de qué se trataban esas fotos “muy especiales”. Volví a sentir sus manos sobre mi culo mientras Manuel iba sacando fotos.

Javier introducía sus dedos en mi coño y esparcía mi humedad por toda mi entrepierna. Se me escapó un aullido cuando sentí que presionaba sobre mi cerrado anito, que nunca había sido invadido por nada ni nadie. Con la ayuda de mis flujos, consiguió enterrar un dedo completamente en él, provocando un pequeño orgasmo que debilitó mis piernas.

Para las siguientes fotos, me explicaron que lo que íbamos a hacer era lo que llamaron una “falsa follada”. Manuel y Javier posarían conmigo en las fotos, pero en realidad no pasaría nada. La idea era que las gente que viera las fotos pensaran que algo estaba a punto de ocurrir, o que justo acababa de suceder.

Me notaron nerviosa, pero una vez me lo explicaron bien, me relajé y empecé a disfrutarlo de nuevo. Manuel se puso detrás de mí con la cámara y Javier delante justo a la altura de mi cara. Los dos abrieron las cremalleras de sus pantalones a la vez. No sabía lo que iba a pasar, pero me emocioné cuando ví cómo sacaban sus pollas, las más grandes que jamás había visto.

—Lucía —dijo Javier en voz baja—, ahora finge que estás a punto de besar la cabeza de mi polla mientras Manuel te saca la foto.

Hizo lo que me dijo y acerqué mis labios a su glande que se veía brillante. Mientras oía los “clics” de la cámara me fui acercando cada vez más hasta que al final, de hecho, la besé un poquito.

—Mmm… —murmuró Javier—. Está muy bien. Quedará muy bien, seguro que el cliente estará muy satisfecho. Vamos a sacar alguna más.

Volví a acercarme varias veces, balanceándome sobre mis extremidades y haciendo unos pequeños besitos rozando su polla con mis labios ardientes. Noté que al mismo tiempo algo duro que golpeaba la cara interna de mis muslos. Era Manuel que al acercarse para tomar las fotos mías con Javier, no paraba de rozarme cerca de mi culo.

—Ahora vamos a hacer lo mismo por detrás —dijo entonces Manuel—. Voy a poner la cabeza de mi polla entre tus piernas para que se vea más real —aseguró—. De hecho, se vería mejor si te abres un poco más para conseguir una foto donde se vea como estoy rozando los labios de tu coño.

Hice tal y como me dijo, abrí mis muslos y besé de nuevo la polla de Javier mientras Manuel frotaba la cabeza de su polla contra mi rajita abierta. Mi clítoris hinchado latía en el interior del anillo de metal.

—Está quedando muy bien —dijo Manuel, que no dejaba de sacar fotos de todo lo que pasaba—. ¿Y si ahora finges como si estuvieras chupándole la polla a Javier? Saldrán unas fotos muy picantes…

Estuve de acuerdo, así que abrí la boca y sentí la polla de Javier entrando en mi boca hasta posarse sobre mi lengua en el interior. Casi sin poder evitarlo, lamí su cabeza y chupé un poco presionando mis labios contra su falo. Javier movió un poco sus caderas mientras Manuel sacaba las fotos, que seguro debían verse como si se la estuviera mamando de verdad. Pronto sentí como la punta presionaba sobre mi garganta una y otra vez, mientras que Javier posaba una mano sobre mi nunca para que pareciera más real.

—Delicioso… estas fotos son maravillosas —comentó Manuel desde atrás, que seguía rozándome sin parar, humedeciendo mis muslos con la punta de su pene—. Ahora voy a sacar algunas por aquí atrás, frotando mi polla contra el anillo y tu clítoris… —comentó.

Tal cual lo hizo, haciendo presión sobre el arito de metal y restregando su polla sobre la tira del tanga que apenas tapaba mi rajita.

—Creo que puede quedar mejor si pongo la cabeza de mi polla entre tus labios, ¿qué te parece? —comentó.

Tiró del tanguita hacia un lado a la vez que sentí como su gruesa y dura cabeza rozaba la entrada de mi coñito prieto. Se resbalaba con facilidad por toda mi raja, ya que ahora no tenía la molesta tira de tela de por medio.

Entonces Manuel tuvo la idea de poner la cabeza de su polla dentro de mi coño, todo mientras Javier insistía en seguir con su polla en mi boca para que pudieran seguir sacando fotos de los dos. Me puse un poco nerviosa al principio, se parecía mucho a estar follando, pero luego me prometió que sería tan solo la cabeza. Me dijo que las fotos se verían tan calientes que se pagarían muy bien, así que accedí.

Me sentí como si llevara horas posando sobre mis manos y rodillas, lamiendo la cabeza de la polla de Javier como un helado, mientras que Manuel presionaba con la gorda cabeza de la suya, moviéndola dentro y fuera de mi coño, que estaba apretado y más mojado que nunca. Estaba convencida de que ya tenían un montón de buenas fotos, pero entonces Manuel dijo que se podían mejorar aún más.

—Lo que hará que estas fotos se vean realmente auténticas, es si estamos todos bien húmedos —dijo—. Necesitamos algunas fotos contigo como corriéndote, con todo muy mojado. ¿Y si pongo toda mi polla en tu coño hasta el fondo, solo una vez para que se humedezca, y luego la saco? ¿Parecerá como que realmente te estoy follando?

Me dije que por una vez no haría daño, así que accedí. Pude sentir la polla Manuel empujando lentamente hasta el fondo de mi estrecho y húmedo coño. Por primera vez, ese hombre desconocido, había penetrado mi joven coñito con su grande y experimentada polla. Se sentía mucho mejor que tan solo teniendo la cabeza dentro de mí. La manera en que su polla forzaba las paredes de mi vagina, extendiendo y calentando mi estrecho agujero, casi me hizo estallar. Pronto tocó el fondo en mi interior, y me asusté cuando “accidentalmente” se le escaparon algunos “clics” de la cámara.

—No te preocupes… éstas luego las borro —dijo con un tono excitado.

De hecho, sacó algunas fotos más mientras mantenía todo su eje enterrado en lo más hondo de mí. La polla de Javier volvió a hacerse camino dentro de mi boca, hasta que también tocó fondo rozando mi garganta. Ahora tenía sus dos grandes pollas dentro de mí, una a cada extremo, y sin poder evitarlo un placer muy intenso recorrió mi columna vertebral desde mi pelvis hasta mi nuca.

Solté un gemido profundo que solo fue apagado por la polla que tenía dentro de mi boca, y sin poder evitarlo mi coño se empezó a contraer, atrapando el gran mástil que tenía enterrado hasta el fondo. Descompuesta por el orgasmo que acababa de tener, empecé un vaivén provocando que esos dos pollones, uno de cada lado, empezaran a entrar y salir de mi interior intermitentemente.

Manuel y Javier también se abandonaron al placer, y agarrándome fuerte por los cabellos y por el culo, empezaron a embestir con ganas cada uno por su agujero. Me estaban volviendo loca de gusto, y ya sin importarme que cualquiera me pudiera oír, empecé a gritar y gemir sin control.

Al cabo de un rato me paré, y por una vez fuí yo quien dió las instrucciones para las posiciones. Empujé a Javier dejándolo tirado boca arriba sobre la cama, y de un golpe me clavé su polla en mi coño, que ya se notaba bastante abierto gracias a la polla de Manuel. Éste se colocó de pie en frente mío y sin perder un segundo engullí su miembro churrupando todos los jugos que se escurrían por él con mi lengua.

Estuve cabalgando a Javier al mismo tiempo que me comía la polla de Manuel. Fueron unos largos minutos, tiempo durante el cual éste último no cesó de sacar incontables fotos de esa “falsa follada”.

Fue Javier el que se corrió primero, inundando mi pequeño coñito con litros de semen blanco y espeso que pronto empezó a brotar como si se tratara de una fuente. A los pocos segundos fue Manuel quien explotó en mi boca, y como una niña buena intenté tragarme todo sin desperdiciar nada, aunque era casi imposible por la cantidad que vació en mi garganta.

Descansé unos minutos sobre la cama, tiempo que Javier y Manuel aprovecharon para limpiarse y volver a guardar sus pollas, ahora flácidas, dentro de sus pantalones. Me lo agradecieron mientras se despedían de una forma muy profesional, asegurándome que las fotos eran muy buenas y que se iban a vender muy bien.

Me dirigí detrás del biombo y me limpié con unas toallitas húmedas que guardaba en el bolso. Me sentía aún muy calurosa y sonrojada. Me vestí y viendo que había pasado un poco más de una hora me apresuré a salir esperando que mi amiga Sofía no se hubiera cansado de esperar y se hubiera ido.

Cruzé la puerta y allí la vi, esperando en el mismo sofá de piel rojo donde la había visto la última vez.

—Ufff… Sofía —dije resoplando—, ha sido una sesión de lo más dura…

—Ni que lo digas —respondió ella con una sonrisa sospechosa.

 

 

 

FIN