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Como aman los dioses (VII) - Las conspiraciones.

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Como aman los dioses (Capítulo VII) – Las conspiraciones.

[Giselle]

     Las nubes pasaban rápidas, como si estuviesen compitiendo entre ellas, la tarde moría lentamente, meciéndose al son de la suave y delicada brisa. Las monjas con sus trajes de pingüinos revoloteaban de un lado a otro en los pasillos, entrando y saliendo por las desgastadas puertas de madera del convento, haciendo ruido por doquier, mientras yo permanecía sentada con un libro entre las manos. Como no habían más personas de mi edad me ignoraban, y el único grupo en el que me hallaba en este hogar, era junto a las estatuas de las vírgenes y los santos. ¡Sí!, eso era para todas las monjas aquí, un pedazo de yeso inmóvil, yeso oscuro. Es decir, si me ausentaba de este convento, que es mi hogar, por al menos una semana, la única persona que notaría mi desaparición sería mi tía, y eso si su alzhéimer se lo permitía.

     Los años no habían pasado en vano sobre ella, la dulce monja que me crió desde pequeña. Esa mujer que me trajo a vivir en este convento se veía desgastada, su piel ahora estaba cubierta de arrugas, el pelo yacía plateado bajo su velo, los recuerdos y memorias de una larga vida, cada vez se volvían más difíciles de retener. Yo en cambio era aún muy joven, con la cabeza llena de ideas abstractas y cuentos de hadas, con ideas de salir, y vivir las aventuras que había leído en ese mar de libros. Por el contrario, las hermanas se empeñaban en que eran ideas peligrosas para una jovencita de mi edad, que el mundo allá afuera era hostil y que todas las fantasías con las que me llenaba la cabeza eran falsas.

     Ellas tenían razón, hasta cierto punto. El mundo si era hostil, pero las historias de fantasías eran reales, o por lo menos las de los griegos. “¿Mitos?”, esa palabra fue eliminada de mi vocabulario el día que desperté con unos gordos y peludos muslos de ciervo. Por supuesto las escandalosas mojas intentaron sacarme de la habitación entre gritos y desorden cuando me vieron convertida en esa bestia, obviamente no podía decirles que era yo, Giselle, porque ignoraba incluso el hecho de que los ciervos hicieran algún tipo de ruido, no podía hablar. Cuando escuche el fabuloso plan de llamar a control de animales no lo pensé ni dos veces y escapé de aquí. 

     La ciudad tampoco era lugar para un animal tan grande y llamativo, por lo que me hice un camino hasta áreas más rurales, donde experimenté por primera vez lo que se sentía ser un vegetariano en regla. Me deprimí porque sabía que eso no era producto de alguna clase de sueño extremo. Todo se sentía real, el sonido de los cascos cuando caminaba en cuatro patas, y mi inminente necesidad de dejar las ramas de los arboles vacías, esas cosas dejaban en claro lo real que había sido mi metamorfosis. Vagué por días sin saber qué hacer con mi existencia, e incluso llegué a considerar suicidio, pero ni siquiera sabía cómo hacerlo con un cuerpo así…

     Una noche estrellada, mientras intentaba dormir escuche la voz de una mujer llamando a mi nombre. No provenía de entre los árboles o matorrales, eso lo comprobé porque me levanté y comencé a buscarla por los senderos verdes. Me pareció muy extraño que la voz no perdiera su intensidad mientras caminaba, como si me persiguiera a todos lados. Hasta que al fin lo comprendí, la única cosa que me perseguía en la noche, a donde quiera que fuese, era la luna. Ella estaba allí arriba, clara, llena, sencilla e imponente. Cuando sentía que no podía estar más loca por creer eso, el susurro de mi nombre fue mitigado por otras palabras.

—Yo soy la señora de los bosques Giselle…—pronunció la voz femenina con claridad—La dueña de la luna, de los animales silvestres, de las praderas y matorrales. La virgen de los arcos y la sangre fresca derramada—

     Como no podía hablar, y lo único que tenía eran mis pensamientos, me dije a mi misma—“Ni de coña sé quién eres mujer”—

—Puedo escuchar lo que piensas, y esa no es la mejor forma de tratar a una Diosa, menos tratándose de la que te transformó en ciervo—

— “¿Quién es usted?”—pregunté entre pensamientos.

—Yo soy la hija de Zeus y Leto, una de los doce olímpicos, la Diosa melliza—respondió la mujer—Sé que estas asustada y también sé que te estas preguntando si esto es real, si yo soy real. Y la respuesta es sí mi niña—

—“¿Por qué me hizo esto?”—inquirí.

—Porque te necesito, necesito una cierva que sea mis ojos, manos y oídos en el mundo... Yo seré tu señora, y debes obedecer mis órdenes sin poner algún pero o dudar de mis palabras, porque de lo contrario será mejor que tú misma encuentres la manera de acabar con tu vida en esa forma… ¡Claro!, si aún te sientes inconforme con ese cuerpo, con esa vida. ¡Aunque dudo que lo hagas!, te escogí porque eres una humana muy lista, llevo un tiempo observándote —

—“¿Qué debo hacer para que me regrese a mi forma humana?”—

—Necesito que busques y espíes a un humano—

[…]

    Así comenzó todo este lio, tuve que perseguir a ese chico griego, y observarlo de lejos. Intentar averiguar todo lo que pudiera de él, incluso sus pensamientos. No me fue sencillo, el chico era muy problemático, escurridizo y difícil de seguir, y ni se diga de andar en las calles de la ciudad con un disfraz real de ciervo, era algo a lo que la gente no estaba acostumbrada a ver, por lo que se me complicó aún más. De vez en cuando escuchaba la voz de la Diosa, que me recordaba mi deber… Hasta esa noche fría donde me encontré de frente con el chico. No esperaba que ese vagabundo corriera hacía donde yo me ocultaba, él chico quedó paralizado ante mí, e inmediatamente llamé a la diosa con mis pensamientos.

      La luna apareció sobre nosotros, y tras unos segundos ella solo pronunció “Es suficiente, descansa y prepárate para rendirme cuentas en persona”. Al día siguiente, recibí las ordenes, de seguir la señal de la luna cuando esta se me apareciera, para ir hacia su hogar. La tuve difícil, porque justo esa noche les dio a los cazadores por cazar. Fue una experiencia surrealista visitar el lugar donde ella moraba. También me produjo temor el descubrir que existen criaturas ancestrales y supremas, era totalmente intimidante. Sus presencias me hacían sentir inferior, pero no al nivel que te produce un humano vanidoso, esto estaba a un nivel completamente diferente.   

     Lo que realmente me pareció peligroso, es que esos seres definitivos eran como niños caprichosos, que juegan con la vida y con el mundo a su antojo y conveniencia. Algo así como los políticos corruptos, pero con inmortalidad y poderes sobrenaturales. Yo ahora era parte de ese gobierno corrupto, una cómplice que trabajaba para ella como espía. Me preguntaba porque tenían tanto interés en ese muchacho, quitándole el hecho de que era muy guapo, también era un hombre común y corriente como los demás. ¿Y que era todo ese asunto de profecías de oráculos, extinciones de flores, leyes de dioses, y padres árbitros?, era todo un enigma.

     Siempre me había quejado de lo aburrida que era mi vida en este convento, de que quería aventuras y cosas interesantes que marcaran mi vida. Mi deseo al parecer se cumplió, pero el que haya estado encargado de volverlo realidad exageró un poco. ¡Dioses griegos reales! A cualquiera en mi lugar le parecería muy afortunada de tener la oportunidad de tratar con esos seres famosos que aparecen en los libros de historia, pero jugarte la vida para cumplir sus caprichos era algo lejano a ser afortunado. Aún permanecía sentada viendo a las monjas hacer sus quehaceres y era abismal la diferencia y los contrastes de mi nueva doble vida. La cotidianidad de haber crecido creyendo en un solo Dios, ahora tenía poco sentido para mí.

     Ella me ha encargado seguir vigilando al muchacho por estos días, y me dijo que necesita verme justamente hoy, en las montañas que quedan a unos cuantos kilómetros de aquí. Quiere que le cuente lo último que ha hecho el muchacho, que le rinda cuentas. Ya estaba preparada de cierta forma para verla, me había puesto a investigar bastante sobre mitología griega, y había aprendido un montón de cosas sobre Artemisa. No sabía si eran ciertas esas historias que aparecían sobre ella, pero lo que si daba por sentado es que era una diosa lunar, y eso, según mi experiencia, era más que obvio. También arquera prodigio y patrona de los bosques… Una cazadora virgen.

     En los mitos se hace mucho énfasis sobre su virginidad, lo mucho que adora y protege a las personas puras y castas. Sospecho que el hecho de que yo viva en un convento tiene que ver con que de tantas jóvenes inteligentes me haya elegido a mí. Si es así, y si estoy en lo cierto sería un poco discriminatorio de su parte. Que yo viva en un convento no me hace virgen automáticamente, bueno en realidad si lo soy, pero eso no tiene nada que ver…

—Ya es hora, prepárate…— escuche de repente en mi cabeza.

     Esa voz femenina, ya me era inconfundible. ¡Prepararme!, odiaba “prepararme”, con eso se refería a que me transformaría en animal, y eso implicaba escabullirme de nuevo del convento, bueno esa era la parte fácil, porque yo era invisible. Pero además tenía que ir a una parte desolada donde pudiese librarme de mis vestiduras mortales para que nadie viese mi metamorfosis. Al parecer ellos intentan ocultar su mundo de la humanidad. Según lo que entendí la última vez que la vi, esas son sus leyes, y las rige un Dios que es superior a todos ellos, “el padre”. Si los libros de mitología son fieles a esta realidad, ya me podía hacer una idea de quien era “el padre”.

     Me levante de la acera donde estaba sentada, frente a la placilla central del convento, me dirigí a la cocina y hurté un par de hogazas de pan, aprovechando el aura de invisibilidad que me perseguía a donde quiera que yo iba. Fui hasta mi pequeña y modesta habitación, preparé una mochila, porque esta vez me iría preparada. Metí un frasco de mermelada de guayaba, algunos botes de leche y las hogazas de pan, un par de prendas y listo, estaba lista para partir. Me asomé por la rendija de mi puerta y vi que no había nadie en el pasillo, a hurtadillas y con una naturalidad profesional me propuse a salir de allí.

     Antes de bajar las escaleras y abandonar la sección de dormitorios me detuve frente a la habitación de mi tía. Giré la perilla con paciencia y me asomé, ella dormía plácidamente en su cama, me acerqué y besé tiernamente su mejilla. La adoraba y temía que en algún momento ella olvidara mi nombre, me olvidara mientras yo no esté aquí. Sin que nadie me viera, salí de su habitación y bajé. Pasé desapercibida frente a las oficinas principales. Esa hora de la tarde en particular, era la favorita de ciertas monjas de edad avanzada para echarse una siesta en las oficinas, cuando no había a nadie a quien atender. Continúe y crucé la ya algo solitaria placilla, empujé el enorme portón intentando hacer el menor ruido posible y salí del convento.

     En mi cara brilló la dorada luz del atardecer, que aún delineaba el contorno de las colinas, y el olor a viejo del convento fue desplazado por el aroma de los pinos. Emprendí mi camino por un sendero natural, este se adentraba por la terrosa y ligera ladera de las montañas. Caminé por una hora aproximadamente y me detuve en las ruinas de lo que había sido una casona colonial. Ya esta se encontraba a merced de la naturaleza, las enredaderas ya habían conquistado las paredes agrietadas y los techos ya casi habían perecido. Saqué la comida y preparé los panes, los unté con mermelada, y al final limpié mi paladar con la leche. Cuando estuve saciada me desnudé, dejé la ropa bien doblada dentro de la mochila, y la resguardé de los elementos en una habitación que aún conservaba el amparo de su techo, casi en totalidad.

     De inmediato los mosquitos comenzaron a picarme, así que sin esperar nada en lo absoluto la llamé con plegarias en mi mente. Al cabo de un minuto empecé a sentir el distintivo hormigueo de la transformación, pero esta vez fue diferente. Sentí como mis piernas comenzaron a acortarse, y de repente la casona comenzó a crecer ante mí. También  sentí dolor en mis brazos y estos comenzaron a estirarse, mi visión se agudizó y se volvió increíblemente nítida, los colores se volvieron más intensos, y podía percibir con agilidad cualquier movimiento a mí alrededor. Incluso podía seguir con facilidad el rápido aletear de una mosca. Sin duda esta era una de las partes más interesantes de ser su esclava personal, habitar una piel diferente.

        Por lo general y hasta ahora, ella había jugado a transfórmame de humano a cuadrúpedo, pero esta vez la sensación era diferente. Ahora era más pequeña que un ciervo, podía ver mucho mejor, y por alguna razón sentía con mayor ternura al viento cuando surcaba mis brazos. Agité estos últimos para eliminar las cosquillas que me producía la brisa y me sorprendí a mí misma cuando despegué del suelo. No podía ser cierto, observé mis extremidades con más detalle y al fin vi las plumas, ¡Era un puto pájaro!, ¡ME HABÍA TRANFORMADO EN UN PUTO PAJARO! Ya me había acostumbrado a la estabilidad de cuatro patas, ¿Porque carajos me había transformado en un puto pájaro?

     En realidad ni entendía cuál era el empeño de esa mujer en transfórmame en animal, yo podía espiar perfectamente al muchacho como humana. Claro, algunas veces me lo había permitido, y era un problema porque siempre terminaba en pelotas. No lograba  entender este fetiche suyo por verme cubierta de pelo, o bueno, en este caso de plumas…

—Ven hacía mi—le escuché decir.

     Tenía algo de miedo por volar, pero más miedo le tenía a ella. Así que extendí toda la envergadura de las alas y comencé a mecerlas con fuerza. Pensé que iba a ser pesado levantar vuelo, pero mi cuerpo era sorprendentemente ligero. En un par de segundos ya estaba yo en el cielo, literalmente. Las agité con más velocidad  y cada vez el suelo se alejaba más de mí. Sentí el vértigo atravesarme como una centella, y con el vértigo vino la adrenalina. No pude evitar sentir libertad, y fue como si mi cuerpo le sonriera a la sensación. En unos minutos alcancé la cima de los picos, me posé sobre el más alto y contemplé la majestuosidad de la creación, era una obra de arte verde y perfecta.

     Después de todo ser un ave no era menos que ser un ciervo o ser una humano, no había mucho que envidiarle a los alados. Tienen algo que los terrestres nunca tendremos, alas, libertad, el poder de la decisión de ir a donde quieras cuando lo desees. Sin límites, sin preocupaciones por triunfar en un mundo competitivo y salvaje, solo tú y la creación. Debía bajar al valle para ver a la señora, así que tomé un respiro, puse mi mente en blanco y simplemente me dejé caer de la cima. No me sentí sola, pues fue caer tomada de la mano de la paz más pura, sin importar la escarpada y filosa caída que tenía cerca de mí, que simbolizaba a la muerte, que esperaba un descuido para morderme.

     Abrí las alas y planeé, la corriente de aire gélida golpeó mi rostro con fuerza, y mi cuerpo experimentó velocidades que nunca antes imaginó, todo el valle pasó muy rápido ante mí. Me sentí viva, me sentí en éxtasis, en este punto estaba bastante maravillada con la experiencia, por un momento deseé haber nacido ave. Es algo parecido a la mecha y la pólvora, arden en su máximo esplendor, viven en éxtasis y libertad máxima, pero pagan un alto precio, porque sus vidas arden rápido.

[…]

     Cuando llegué al recóndito valle, supe que ella estaba allí, pues mi cuerpo volvió a transmutar a humana, igual que la última vez que la vi. Desnuda, comencé a explorar el lugar… Arroyos, riachuelos y una suave vegetación de bosque, un edén virgen, digno de una diosa. Las estrellas comenzaban a dominar el firmamento, y yo ya me estaba desesperando un poco, no veía ninguna señal de ella, estaba perdida, pero de pronto escuché el eco de unas risas escandalosas. Seguí el sonido de la algarabía y me topé con una paradisiaca cascada que caía en una especie de manantial, allí había un grupo de chicas jóvenes y desnudas animando el lugar, riendo, cantando y nadando.

     Todas y cada una de ellas hacían gala de una belleza anormal, no me fue difícil asumir que no se trataba de chicas comunes y corrientes, menos tratándose de un lugar tan virgen, remoto y alejado de cualquier rastro de la civilización. A cualquier humano le resultaría todo un reto acceder a este valle a pie, ya entendía el porqué de un ave. Las observé por un par de segundos, maravillada con la jovial algarabía de tan preciosas criaturas, hasta que una de ellas notó mi presencia.

— ¡Chicas!, ¡Chicas!, ¡Silencio!—pronuncio una de las doncellas, esta se encontraba sumergida en el manantial, e hizo callar el bullicio de las demás— ¡Miren!, creo que es ella—

—Sí, yo también creo que es—dijo otra de las chicas, mientras acariciaba su colorido cabello violeta, sentada sobre una musgosa piedra verde.

—Pero es muy oscura, ¿Ustedes creen que sea la humana?—preguntó otra de ellas, mirándome de arriba abajo.

—Mmm… ¡Quizás lo sea!, así como quizás no—dijo la que tenía el pelo color cobrizo— Su piel es muy oscura, a lo mejor no es la chica, de seguro es una esclava—

— ¡Chicas, no sean maleducadas con la mortal!, ¿Y si mejor le preguntamos?—pronunció finalmente una de cabellos negros—Dinos chiquilla de piel oscura, ¿Qué haces por aquí?, ¿Te perdiste?, ¿Eres esclava de alguien?, ¿Dónde está tu amo?—me preguntó risueña de la curiosidad.

     Las otras muchachas dejaron lo que estaban haciendo y se acercaron a mí con expectación, estudiándome. Recordé que ellas no eran las únicas que estaban desnudas, y me avergoncé. Rápidamente cubrí mis senos y entrepierna, después de esa distracción recordé sus comentarios racistas, que me cayeron de la patada. Sus hermosas apariencias blancas y luminosas, hicieron añicos la confianza en mí mi misma, la misma que disfruté hace un rato cuando navegué los cielos.

— ¡No soy ninguna esclava!—aseveré con orgullo.

—Entonces, ¿Si no eres esclava con esa piel tan negra?, ¿Que eres?—preguntó la que nadaba en el manantial.

— ¡SOY UNA PERSONA!—contesté indignada de tanta ignorancia— ¿Ustedes que son? —contraataque medio molesta.

—Somos Náyades, espíritus del agua que animan este valle—contestó la pelo negro— ¿A qué vienes a este lugar, humana?—

—Busco a la Diosa Artemisa—respondí.

—Mmm… Entonces si es la chica—exclamo la de cabellos violetas a sus compañeras.

     Inmediatamente se acercaron entre ellas y comenzaron a cuchichear entre sí. Parloteaban todas al mismo tiempo, reían, y no disimulaban para nada que la conversación girase en torno a mí. Para ser espíritus eran bastante mal educadas, y para colmo racistas. Me preguntaba si todos los seres de ese mundo eran igual de tóxicos. Ya iban para un minuto aproximadamente haciendo escándalo entre ellas, ignorando completamente mi presencia al igual que el resto del mundo. Parecía que mi hipótesis estaba en lo correcto, lo único que las diferenciaba de los humanos era su belleza física, y que sus cuerpos lo iluminaban todo en la oscuridad, como linternas fluorescentes. Eran tan imperfectas como los humanos.

— ¿Serían tan amables de decirme donde está la señora Artemisa?—volví a inquirir con más fuerza en mi voz.

—Llegamos a la conclusión de que eres una impostora… De seguro serás una esclava que anda desorientada y pérdida—respondió petulante la nayáde de pelo negro— ¡No nos explicamos como una humana común llegó hasta aquí!, pero de seguro que eres una impostora, porque tu piel es muy negra y tu cabello muy feo, como para ser la chica a la que estamos esperando—

— ¡Por favor vete!, que la señora debe estar por llegar y no le gustará saber que hablamos con una impostora—sentencio arrogante la de cabellos violeta.

— ¿No me gustará saber qué hablaron con una impostora?—preguntó de la nada, la distintiva voz de mujer—Oh mis doncellas… No sean tan ingenuas, ¡Utilicen con sabiduría sus cabezas!, e intenten recordar cuantos humanos vienen a estas montañas—

     Con temor, las ninfas callaron y rápidamente se postraron en reverencia, yo les imité colocándome de rodillas y a continuación comprobé que la voz provenía de la intimidante diosa de piel luminosa y cabellos dorados que conocí aquel día. En un estruendo de luz divina se materializó la mujer de cuerpo delicado y ropajes vaporosos, en la oscuridad del manantial. La luna llenó el lugar con su luz azulada y ella se posó de pie sobré las aguas.

— ¿Con cuántos humanos se han topado a través de las eras?, ¡Respóndanme!—espetó con firmeza.

—Con ninguno mi señora—respondió temblorosa una de las náyades.

—Entonces no era tan difícil suponer que esta era la muchacha que esperaba—sentenció la diosa con desaprobación—Retírense…—ordenó intentando contener su paciencia.

     Con desesperación por obedecer huyeron rápidamente las ninfas del lugar, algunas corrieron deslizándose por el bosque a una velocidad asombrosa, otras saltaron al agua y subieron por la cascada, dejando todas tras de sí, una estela de luminosidad fluorescente, que se desvanecía a los pocos segundos.

—Adelante cierva mía, acércate y cuéntame lo que has visto—me dijo Artemisa, cuando al fin nos encontramos a solas.

     Le obedecí y me acerqué con la cabeza gacha, evitando siempre la profundidad de su mirada, los ojos negros que me causaban pavor.

—Señora, el muchacho no cayó ante los brazos del otro. Después del beso en la playa el muchacho quedó completamente confundido, me atrevería a decir que hasta algo aturdido, creo que el beso fue muy repentino para él—

— ¿Eso crees? —preguntó dudativa—Te escucho—aseveró.

—Lo que sucede es lo siguiente, el chico rico, ¡Seymour! Le ha tratado de tal forma que le ha hecho sentirse como en casa, como si él fuese su familia. Es por eso que le chocó demasiado ese beso, no porque se lo haya dado otro hombre, si no por el hecho de que él ya lo consideraba su único familiar en el mundo —

—Eso tiene sentido… ¿Tu consideras que haya que intervenir de alguna manera para que Evan se enamore de Seymour?—preguntó la diosa.

     Esa pregunta me pareció extraña por dos razones… La primera, porque al parecer ella tenía un extraño interés específico por saber si la relación de esos dos muchachos florecía. Me resultaba desconcertante, ya que por la conversación que ella mantuvo ese día con su hermano, me di cuenta de que el que demostraba genuino interés por la vida de Evan, era su hermano, la voz extraña que ardió en el cielo. Y que ella no era más que una intermediaria para la información que yo obtenía ¿Cuál era su interés por la relación entre esos dos chicos? Y en segundo lugar me pareció muy ingenua su pregunta. Para ser una diosa parecía que conoce poco de las relaciones humanas. Este era mi momento para averiguar más, disimuladamente claro.

—Dudo mucho que Evan se enamore de él señora, por si solo sería difícil. En cambio, sí lo rechazara por tratarse de un hombre, o si Evan no lo quisiese de alguna forma, creo que ya hubiese buscado la manera de irse lejos de él, quizás hasta irse del país. Pero respondiendo a su pregunta, y si lo que desea es que se enamoren, yo opino que una intervención ligera sería el empuje ideal para que el chico deje sus dudas, y caiga en los brazos del otro…—le contesté dejando lo último servido sobre la mesa, a ver si caía en mi juego.

—Tu opinión parece correcta. Creo que no me equivoqué al elegirte, eres una chica muy lista, y además pareces muy confiada en tu hipótesis… ¿Crees que serías capaz de encontrar la forma para que Evan le corresponda a Seymour?—preguntó ella con mirada altiva, como si me estuviese retando.

     De seguro intentaba incentivarme con un sutil reto, para que yo hiciera mi mejor trabajo, motivada a probarle mis capacidades… Pero lo que ella no sabía es que estaba a punto de morder el anzuelo para contarme todo.

—Sí señora, yo sería completamente capaz…—le dije con confianza, levantando la cabeza y al fin mirándola a los ojos.

— ¡Entonces hazlo!—respondió Artemisa, con una imponente sonrisa de satisfacción.

     Pero lo que la orgullosa diosa no sabía, es que había pescado el anzuelo y había caído en mi juego. Ahora sí que me iba a enterar de que trataba todo este lio en el que me había metido…

[Fiamma]

     ¿QUIÉNES ERAN ELLOS?, ¿En que momento pasaron las hormigas a hacer llorar a un león?, ¿En qué momento los sublevados adquirieron tanta valentía? Yo estaba hecha un mar de sentimientos, a punto de un colapso nervioso, estaba indignada, ¡Me sentía humillada!, porque ellos arrastraron esa imagen que me había esforzado tanto en crear, trapearon el piso conmigo frente a toda la escuela…Mis manos derecha e izquierda, Victoria y Mary habían intentado tranquilizarme, restarle importancia a lo que pasó. Ese día después de salir de clase, ellas se quedaron a dormir en mi casa para darme ánimos y apoyarme, para no dejarme sola, porque mi mamá como era de esperarse trabajaría toda la noche en alguno de sus casos…

     Nunca tenía tiempo para mí, y cuando lo tenía lo único que buscaba era corregir “mi mala actitud”. Decía que yo ya no era la dulce niña que ella había criado, pero olvidaba el hecho de que yo me tuve que criar sola, por mi cuenta. Porque su trabajo como jueza nunca dejaba siquiera migajas de tiempo para mí, por lo que siempre me dejaba sola en casa casi todo el día, casi todos los días. Por eso cuando comencé a ir a la escuela me esforcé por crear mi propio mundo, uno en donde yo figurara, uno donde le importara a la gente. Por ese motivo me dolía tanto lo que había pasado con la desgraciada esa y su amiguito, porque con una simple cachetada ella amenazaba con derrumbar todo mi mundo. 

     Ni se diga de intentar manchar la imagen de mi novio, ¡Tacharlo de maricón! Creían que con eso iban a lograr derogar nuestra posición privilegiada en el instituto. Pero yo no se los iba a permitir, por mera envidia querían arrebatarme el único mundo donde yo era feliz, donde yo era alguien al fin. ¡Ni loca se los iba a permitir! No volvería a ser una perdedora, un fenómeno, una marginada. Ya yo había probado lo que se sentía ser una rechazada, y no volvería tropezar con la misma piedra. Incluso renuncié a mi propia naturaleza para conseguir esta segunda oportunidad, y sentía que lo estaba logrando. Mis compañeros me veían como una líder, como un ejemplo a seguir.

     Tenía amigas que se preocupaban por mí, por lo que yo sentía, y también tenía un novio guapo que me hacía creer en el amor, que me apoyaba en todo lo que me proponía lograr y que siempre se había esforzado por hacerme sentir especial, por hacerme sentir feliz. Por eso me resultaba algo tan bajo intentar quitarme mi lugar difamando a mi novio. Ellos nos tenían envidia, “¡Sí!, ¡Eso es! ¡ENVIDIA!”, me dije a mi misma entendiéndolo todo al fin. Por eso ella y su grupito de raros se empeñaban por llevarme siempre la contraria, porque tenían envidia de mi belleza, ¡De que yo tuviese al novio perfecto!, ahora al fin lo entendía todo.

     Después de tantos años odiando a esa niña caprichosa ahora la entendía. Tenía que admitir que si bien me hizo sentir mejor el saber que mis amigas tenían razón, que lo que pasó no era gran cosa para preocuparse, ahora me sentía algo mal, porque ella, Elodie, estaba tan sumergida en su envidia, que no lograba ver sus acciones que nos hacían daño. Ahora me sentía como mala persona porque yo la había visto todo este tiempo como una rival, cuando en realidad era una persona que se sentía inconforme con su vida, ahora sentía lastima por ella. Ya había encontrado la verdad y todo se solucionaría, solo había que hacerlos ver su realidad para que dejasen de oponerse a nosotros…

     Debía contárselo a las chicas, pero primero tenía que ir a decirle todo esto a Mike, para que me ayudara y que juntos solucionáramos esto. Decirle que todo lo que les hicimos en el pasado falló porque ellos realmente no eran malos, simplemente estaban hundidos hasta el cuello en esos sentimientos tóxicos, estaban ciegos de envidia. Ahora que lo veía con otros ojos me parecía hasta graciosa la idea, de que mi novio fuera homosexual y estuviese enamorado de Seymour, debía darles el crédito de que todo ese maquillaje que se puso Jordan encima para fingir lo de la pelea fue un toque profesional, digno de un Oscar. Después de que solucionemos todo esto les pediré que se unan al club de teatro, creo que allí hallaran toda la atención que necesitan, en este mundo hay espacio para todos.

[…]

     Había peinado mis cabellos rojos, pintado y maquillado mi rostro. Me coloqué un hermoso vestido corto blanco y rocié el perfume dulce de miel sobre mí. Quería verme hermosa y fuerte para él, que viese todo lo que soy y que se sienta afortunado de tenerme, además ansiaba el calor de sus brazos, el arrulló de su sonrisa que siempre me hace sentir segura. Al principio pretendía ir a verlo para exigirle una venganza por lo que me hicieron en la escuela, pero ahora ya no me sentía así, porque todo se solucionaría, todos tendrían su espacio para ser felices. Esos últimos días él no asistió a clases porque estaba enfermo, y yo fui egoísta, me sumergí tanto en mis pensamientos apocalípticos que ni siquiera le fui a ver.

     Subí al descapotado, me coloqué los lentes de sol y conduje. Le subí el volumen a la radio, me encantaba Fergie, era tan hermosa. El sol estaba delicioso y yo me sentía positiva, alegre porque mi mundo seguía estable, si bien no todo era perfecto, se le acercaba bastante. Casarme, ser una actriz famosa, tener muchos hijos con él, todo iba a salir fenomenal. Llegué hasta la vigilancia de su urbanización, el guardia me iba a pedir identificación pero solo tuve que bajar un poco mis gafas para que viese mi rostro, me reconoció y con una sonrisa coqueta que ignoré me permitió el paso, me abrí camino entre todas las casas enormes y lujosas hasta que llegué a la de él.

     Antes de bajar del auto me miré en el espejo retrovisor, me acomodé un mechón rebelde y listo, estaba más que perfecta. Toqué al timbre, esperé un poco y su mamá abrió la puerta.

—Querida, ¡Que hermosa estas!, que sorpresa tenerte por aquí, Mike no me dijo que vendrías, pasa, pasa, adelante, estás en tu casa—me dijo ella con una deliciosa sonrisa.

—Oh creo que exagera señora Johnson, usted está mucho mejor—le respondí avergonzada—Usted es como el vino, mejora con la edad, ya quisiera yo tener la dicha de verme como usted a su edad, pero no tengo su genética…—

—Jajajaja, que chica tan adorable, pero en esta casa no toleramos tales mentiras—me dijo con bastante humildad, amaba a esa señora, era como una madre— ¿Quieres un poco de limonada y galletas antes de subir a su habitación?—preguntó.

—Oh claro—le respondí, y ella me indicó que le siguiese hasta la cocina.

—Me alegra que te hayas decidido a venir, yo sabía que eras una muchacha súper sensata e inteligente, la perfecta para mi Mike—me dijo picándome el ojo mientras servía la limonada y me la tendía.

—Pues sí, gracias, eso espero, llegar muy lejos a su lado, pero no me tome por tonta por favor, es solo que no entiendo a qué se refiere con ser sensata—le dije un poco confundida bebiendo el primer sorbo de limonada.

—Oh bueno querida, no le vayas a decir que te conté porque se molestaría conmigo, pero ya sabes las mujeres tenemos que apoyarnos en este mundo de hombres—me dijo bajando la voz.

—Oh claro, por supuesto, puede confiar en mi—le respondí aún más confundida que antes.

—Bueno, es que Mike me dijo lo que sucedió entre ustedes, y también me contó que estabas molesta y no habías querido venir a visitarlo, porque tú le advertiste que no peleara con los del equipo contrario cuando te faltaron al respeto. Pero me alegra mucho que seas tan madura en esa parte y hayas decido venir a verle, después de todo ninguno de sus amigos ha venido a visitarlo en su estado—me contó con una sonrisa de confidencia en sus labios.

—Pues sí señora, decidí hacer lo correcto y cambiar de opinión—le mentí siguiéndole el juego.

—Bueno hermosa, te dejo porque tengo que salir a hacer mercado, siéntete como en tu casa, ya sabes dónde queda su cuarto, si necesitan que les traiga algo me llaman porque se quedaran solos—me dijo con picardía y se fue de allí.

     Esperé a escuchar que saliera por la puerta frontal, y me dispuse a subir las escaleras a toda prisa, sin importar que mis tacones resbalasen con la madera. ¡No podía ser cierto!, ¡Él estaba enfermo!, por eso no había ido a clases. Lo que esos subnormales me contaron no podía ser cierto, a él no le gustaban los hombres, él estaba enamorado de mí, me ha prometido la vida que yo siento merecer. Su mamá seguro me estaba jugando una broma, él nunca me sería desleal, nunca me mentiría. Cuando al fin estuve frente a su puerta me detuve, tenía miedo de abrir y encontrarme con otra realidad diferente a la mía.

     Giré la perilla lentamente con el corazón a punto de salirse de mí, pero me calmé por un momento, la luz estaba apagada en su habitación y no pude ver nada allí, por un momento si creí que todo lo que dijo su mamá era una broma, pero cuando encontré el apagador y encendí la luz mi corazón se rompió en mil pedazos. Él estaba recostado en su cama, con un montón de vendas por su cuerpo, con muchos hematomas, con la ceja rota y la mandíbula bastante hinchada, su cara reflejó sorpresa, no esperaba verme allí, no esperaba mi presencia. Sentí un escozor en mi garganta, un nudo que me impedía articular palabras.

     Adolorido intentó levantarse, también intentaba explicar su estado, que por supuesto no coincidía con su supuesta enfermedad. Disparaba palabras a diestra y siniestra intentando excusarse, pero ya yo no podía oír nada. Si le veía frente a mí, pero era como si ninguna palabra saliese de su boca, no escuchaba nada a mí alrededor excepto mis propios lamentos. Sentí las lágrimas calentándose en mis ojos, hirviendo, furiosas por salir de mí. Ellos tenían razón, él no me amaba como yo lo amaba a él y eso fue lo que más me dolió de todo.

—No pronuncies una palabra más…—le dije con lentitud, conteniendo mi odio cuando al fin regreso mi voz.

—Cachorrita, no sé qué te dijeron, pero yo puedo explicarlo todo yo…—

—No hace falta que me lo expliques, ya el amiguito de Elodie me lo contó todo—le dije interrumpiéndolo entre sollozos—Y yo que me humillé frente a toda la escuela para defender tu honor—

—Amor enserio, lo que te dijeron son puras menti…—

—Y tú resultaste ser un asqueroso marica, ¡Me das asco!—le dije sintiendo un profundo dolor al encarar la realidad.

— ¡Por favor no le cuentes a nadie!—me suplicó—Sabes que me sacarían del equi…—

     No le dejé terminar, y casi podría afirmar que su cabeza dio un giro entero cuando le di esa cachetada, no pude contener más mi ira, mi asco. No le dejé terminar y salí huyendo de allí, él con mucho dolor intentó seguirme, pero yo corrí más rápido y subí a mi auto. Frente al volante al fin las dejé salir y ellas corrieron furiosas, quemando mi rostro, brotando vapor de ellas, estaba fuera de mi misma, tenía ganar de morir. Él salió de su casa e intentó llegar a mi auto pero pisé el acelerador y no volteé atrás. No sé cuánto tiempo pasó, pero llegué en una pieza a mi casa, esta yacía inerte, fría y vacía, siempre se sentía así.

     Necesitaba drenar todos estos sentimientos que me asfixiaban, por lo que llamé a mis dos mejores amigas. Vi que el teléfono tenía una increíble cantidad de llamadas perdidas de él, pero las ignoré. En menos de media hora tocaron el timbre y yo salí apresurada a abrir.

—No puede ser… ¿Que sucedió?, ¿Tu mamá de nuevo?—preguntó Mary preocupada de pie frente a la puerta cuando me vio.

     Yo solo salté a ella en busca de sus brazos, y ella me consoló con su abrazo. Yo me sentía perdida, herida, traicionada, ¿Por qué el destino se empeñaba en hacerme sufrir?

—No, no fue su mamá—le escuché decir a Victoria con frialdad—Vamos a su habitación, tu encárgate de prepararle un té—le indicó a Mary.

     Esta obedeció y se fue directo a la cocina. Victoria me ayudo a subir las escaleras, yo estaba fuera de mi misma, había caído en un estado en el que reprimía mis propias lagrimas para no causarme más daño físico, me vi en el espejo de mi baño personal y mi cara se veía pálida, sin expresión, sin algún tipo de sentimiento. Pero por dentro solo yo sabía el fuego iracundo que ardía en mi interior, mi mundo se estaba derrumbando. Victoria me pidió que le contara lo que sucedió y con una calma sepulcral le conté cada detalle de la traición, ella solo asentía con seriedad mientras me escuchaba, esperó que le terminase de contar, le pregunté que debía hacer en esta situación, porque en ese estado apenas si podía hablar como autómata, menos pensar, mi mente había quedado en blanco después de tanto lamento. Mary llegó con el té, y se sentó sobre la cama a escuchar.

—Lo único que te podría aconsejar, es que amarres a tu caballo, antes de que se termine de desbocar. ¡Doblégalo!, póstralo de rodillas ante ti de nuevo, pero no solo a él, somete a los sublevados con todo el peso de tu ley, porque ellos son los culpables de tus desgracias, si no lo haces todo se te terminará de salir de las manos—dijo victoria, con una frialdad incalculable, pronunciando cada palabra con seguridad como si hubiese sido previamente ensayado.

—Pero esa no sería la solución—dijo Mary con una voz apenas audible, con timidez—Yo creo que eso solo podría ocasionar más problemas, porqu…—

— ¡Silencio!—la interrumpí—Victoria tiene razón Mary, ellos son los culpables de mi desgracia, ellos enredaron a Mike en su juego sucio por envidia, él me ama aun. Pero tienes razón Victoria, es hora de recordarles cual es mi ley—

     Dije segura de la decisión que había tomado. Victoria tenía razón, si lo único que hiciese fuera echarme a llorar por mi mala suerte, el mundo por el que había luchado para crear se derrumbaría ante mis ojos. Mary calló completamente y Victoria sonrió con malicia.

—Las necesitaré a mi lado chicas, porque esto no se va a quedar así, es tiempo de responder la ofensa, todos recibirán lo que merecen, parece que a todos se les olvidó quien es Fiamma Blair—

[Nota del Autor]

     Aquí se encuentra el capítulo siete de la entrega, espero lo disfruten y encuentren allí muchas pistas de lo que se avecina. Como es habitual les invito a escribirme por donde ustedes gusten, soy bastante receptivo, y aprovecho la oportunidad para invitarles a leer la novela por Wattpad (los que gusten), me emociona bastante la plataforma sobre todo porque allí pude publicar la portada, que yo mismo dibujé con estas manitos para la novela (sí, también dibujo).

Link: https://www.wattpad.com/story/116897168-como-aman-los-dioses?utm_source=web&utm_medium=facebook&utm_content=share_info

Siempre vuestro, Klisman.