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Como aman los dioses (XX) - Juguetes de la carne.

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Como aman los dioses (Capítulo XX) – Juguetes de la carne.

[Elodie]

—Te dije que no voy a ver esa mamada Elodie—

—¡Pero tu prometiste que vendrías al cine conmigo pelmazo!—

—¡Y por supuesto que vine estúpida!, Estoy aquí ¿No? Podemos ver cualquier cosa, menos esa mariconada de película—refunfuñaba.

—Vamos, no seas idiota, es solo una película de amor, ¿Qué tienes en contra?—

—Oh en serio, ¿Te hago una lista de razones?—me decía con sarcasmo.

—Ejemmm—carraspeaba la chica de la boletería, ya se le estaba acabando la paciencia—Chicos, necesito que se decidan ya, tengo una fila enorme justo detrás de ustedes—decía volteando los ojos y mascando chicle.

     Jordan y yo volteamos, teníamos un ejército de clientes detrás de nosotros, parecía que querían lincharnos por lo absurdo que nos veíamos discutiendo que pelicular ver. Una mujer independiente no debe dejar que un hombre decida por ella pensé, así que arranqué los billetes de la mano de Jordan y se los entregué a la chica.

—Dos para la de los robots camiones asesinos extraterrestres o lo que sea—dije con fastidio.

—Disfruten la función—dijo aliviada. Jordan me miraba sorprendido.

—¿Qué acabas de hacer?—

—¿Qué crees que hice?, complacerte bobo…—

—Pero ahora tú no vas a disfrutar la función tonta—dijo de mala gana.

—Pfff… Quien te entiende, si hubieses querido que disfrutara la función me habrías dejado escoger la peli romántica—

—¿Ahora yo soy el culpable?, tú me trajiste engatusado, no me dijiste que era una película melosa, además… Tú sabes que no estoy para esas cosas ahorita—dijo enojado. Yo me volteé, le di la espalda y me crucé de brazos, quería que se disculpara por lo pesado que andaba, es decir, no estaba molesta con él ni nada por el estilo, es solo que se me hacía divertido castigarlo, o bueno, alguna chica tenía que ponerlo en cintura. Nada como una mano femenina bien recia para dominar a un hombre, aunque fuera gay.

—Vamos Elodie… No te pongas así, no seas boba, tú fuiste la que cediste y… Su voz se fue desvaneciendo dentro de mí cabeza, dejé de prestarle atención porque vi una silueta conocida bajando de un taxi en el edificio de al lado—Y no se me hace justo que andes aprovechándote de mí nobleza Elodie Mórton—continuaba sermoneándome, pero le corté.

—Jordan—volteé.

—¿Qué?—dijo confundido por el tono sereno de mi voz.

—Adelántate y has la fila para las palomitas ¿Sí?, creo que vi a mi tía Juliane, ahorita vuelvo—le dejé allí en la entrada del cine luego de entregarle su entrada y caminé en dirección al hotel que quedaba al lado del cine.

—NO TE VAYAS A TARDAR, LA FUNCIÓN COMIENZA EN QUINCE MINUTOS—

—¡ESTÁ BIEN!—le respondí ya a lo lejos, “Le Fritz” ponía el nombre en una elegante y sobria valla en la entrada, subí los escalones energéticamente y entré. El recibidor del lugar era moderno y sobrio, escaneé rápidamente entre las personas y vi la figura conocida de espaldas a mí, hablaba con el recepcionista. Esperé prudentemente a que terminaran de hablar y me acerqué cuando vi mi oportunidad. Era él, entregaba su maleta agradeciendo a un botones.

—Evan—dije tocándole al hombro, volteó y se sorprendió al verme.

—¡Elodie!, Hey ¿Qué tal?—dijo dándome un abrazo fugaz—¿Qué onda?, ¿Qué haces aquí?—dijo nervioso.

—Yo pues bien, es solo que me pareció ver alguien parecido a ti entrando a este hotel y pues… Mira que el instinto no me falló—respondí sonriendo de forma incomoda.

—Vaya tienes ojo de águila chica, ¿Y qué andabas haciendo por estos lares?—preguntó perspicaz.

—Es que vine al cine que queda al lado a ver una peli, te invitaría, pero creo que Jordan me pondría el bote de palomitas en la cabeza y te lanzaría la soda a ti—reí.

—Tranquila, no hace falta que te molestes, yo comprendo, no quiero ocasionarte problemas con él—

—¡Sí!, le dije que me pareció ver a una tía para despistarle—respondí vacilante, pero decidí a no irme con la duda—Y oye Evan…—

—¿Sí?—

—Sé que no es asunto mío y peco de metiche, pero… ¿Y tú?, ¿Qué haces aquí?, jajaja no me tomes a mal, es obvio que te vas a hospedar, vi la maleta y eso… Me refiero a ¿Y eso?, ¿Por qué?—

—Oh… Estem… Veras…—decía nervioso—Lo que sucede es que el papá de Seymour llegó y se está quedando en la casa con él y pues no quería estorbar, por eso vine a quedarme acá—

—Oh, qué bien… Espera, ¿QUE?, ¿ESCUCHÉ BIEN?, dijiste ¿Qué… VOLVIO EL PAPÁ DE SEYMOUR?—le miré boquiabierta.

—Así mismo—asintió—Créeme que ambos quedamos igual o más sorprendidos que tú al verle—

—Mmm… Entiendo, ¿Y Seymour?, ¿Cómo lo tomó?—pregunté preocupada.

—Él está bien, en la casa. Obvio que sigue choqueado y así, pero se lo está tomando bastante bien—dijo con una sonrisa que para mi pesar se me hizo muy falsa, yo sonreí por cortesía aunque era obvio que Evan no podía tapar el sol con un dedo, era muy malo mintiendo—Y bueno, así también aprovecho para tomar el impulso que necesitaba para conseguirme un sitio para mí solo, algo propio. Claro, solo me hospedaré aquí hasta que consiga un piso o algo, y es que Seymour me ha ayudado muchísimo y la verdad es que ya no puedo seguir abusando de su amabilidad—

—Quizás pueda ayudarte, tú tienes mi número Evan, si necesitas hablar con alguien y así… Respecto a lo de conseguirte un lugar me refiero—Seymour me miró directamente, parecía que se había dado cuenta de que no me estaba creyendo su cuento. Y su mandíbula, no había reparado en ella, estaba roja, casi morada, estaba claro que había sido un golpe, algo le había pasado que no me quería decir.

     De repente una tímida gota de sangre salió de entre sus labios y resbaló sigilosa por su mandíbula, él la sintió y se limpió apresuradamente con la manga de su camisa. Me miró sintiéndose descubierto, sostuvimos las miradas en silencio durante unos segundos, esperé que diera el primer paso y me contara lo que sucedía.

—Bueno… Supongo que no tomaré más minutos de tu tiempo, ¿A qué hora es tu función?—dijo torciendo el tema.

—A las 9:30—respondí con impotencia, al parecer me iba a quedar con la intriga.

—Pues son las 9 y 28 Elodie—dijo mirando la pantalla de su móvil.

—¡MALDICIÓN!, ¡Te veo después Evan!, un placer verte—

     Y corrí hasta el cine, de seguro Jordan estaba que me mataba. Llegué y estaba parado allí esperándome fuera de la sala con una bandeja de palomitas grandes, gaseosas y golosinas. Me miró fastidiado y dijo.

—Sostén esto y dame tu entrada—dijo pasándome la bandeja, yo le entregué mi boleto sin entender muy bien que quería hacer, acto seguido sacó la suya y rompió ambas entradas.

—ESPERAAAAA, ¿QUE HACES CAVERNICOLA?, ¿TE HAS VUELTO LOCO?—dije histérica.

     Me miró con tranquilidad y sacó otro nuevo par de entradas de su bolsillo, él tomó una y me tendió la otra tras volver a tomar la bandeja en sus manos. Leí la entrada, el muy idiota había comprado otro par para la película romántica que yo quería ver. Sonreí tontamente y él me sonrió a mí, luego entramos y disfrutamos la película. Su gesto me hizo entender una cosa, que al parecer siempre hay esperanzas para que vuelva a germinar el amor, incluso para Jordan.

[Mike]

     Saqué un cigarro de mi chaqueta y el encendedor plateado brilló ante el neón de la marquesina, “Sodoma” ponía. No sabía que carajos estaba haciendo y el gorila de la entrada no me quitaba los ojos de encima. Yo permanecía meditando sentado dentro del auto, llevaba unos diez minutos en un debate interno, estaba cagado por lo que quería hacer. Me sentí asustado la primera vez que me corrí al ver porno gay, me había invadido un sentimiento de asco y suciedad al terminar, pero ya eso era cuento viejo, lo había superado. El problema era que ya los videos en internet no me saciaban, por lo que intenté probar suerte otra vez con Seymour… Mejor ni lo hubiese hecho, aun intentaba sacar sus palabras de mi cabeza.

     De repente una parvada de maricones escandalosos pasaron cerca de mí, iban a entrar en Sodoma y me silbaron con descaro. Me sentí incomodo, le di una fuerte calada al cigarrillo y el humo terso relajó todo en mi interior. Me le quedé viendo a uno de ellos porque tenía un culo de alto calibre pero en una de esas volteó, se había dado cuenta y me sonrió, al verme descubierto entré en pánico y el cigarrillo cayó sobre mi regazo amenazando con calentar las cosas de más, intenté apagarlo con desesperación y con la palma de la mano abierta. Me quemé, y el ardor hizo que maldijera en voz alta, lo suficientemente alto como para escuchar una risilla a lo lejos, el gorila de la entrada disfrutaba el espectáculo de bufón que estaba haciendo… Pero, ¿Realmente que era lo que estaba haciendo? No iba a permitir que la opinión de un mariquita como Seymour me intimidara ¡Joder!, ¡Yo era Mike Johnson! Y lo repetiría las veces que fueran necesarias para recobrar mi confianza.   

     Me bajé y arreglé mi cabello en un movimiento coqueto, me quité la chaqueta de cuero quedándome solo con la camiseta blanca sin mangas y los vaqueros negros ajustados, caminé decidido hasta la puerta ante la atenta mirada del gorila. No iba a permitir tampoco que un club de maricas me amedrentara, yo estaba muy por encima de eso.

—Cover e identificación—dijo el gorila con una voz poderosamente gruesa. Yo le tendí los billetes.

—Identificación—dijo retante.

—Oh vamos… No te parece que ya soy un poco mayor, eso no será necesario—dije con una sonrisa burlona con la intención de entrar, pero el opuso su brazo que era casi el doble de grueso que el mío.

—Identificación o no pasas rubito—

     Yo reí con chulería y me regresé al auto a buscarla, para luego estamparle la identificación en el pecho, este le echó un par de miradas a mí y al carnet.

—Contra la pared—dijo serio, yo volví a reír burlón pero me tomó con brusquedad y me puso contra la pared. Luego comenzó a tocar con ambas manos mis brazos, tronco y luego la cintura. Que digo tocar, me manoseó el muy hijo de puta, tocó descaradamente mi paquete y nalgas, pero se detuvo justo allí, ni siquiera revisó mis piernas o tobillos, maldito aprovechado.

     Finalmente me hizo una seña burlona para que pasara, le miré con odio y luego comencé a sentir el boom y la vibración bajo mis pies a medida que avanzaba. Tragué saliva y abrí la puerta, un mundo totalmente diferente al de afuera se desnudaba ante mí, luces epilépticas y láseres de colores, humo, olor a sudor, tipos sin camisa bailando frenéticos entre sí y el ritmo eterno que nunca descansa y solo muere al amanecer, para renacer cuando la oscuridad se apoderaba del mundo otra vez, cuando los pecadores salen a pecar. Caminé entre ellos, los hijos de la noche, había de todas las formas y tamaños, jóvenes, viejos, gordos, machitos musculosos y maricas en regla, eran todos diferentes entre sí, pero algo tenían en común, todos sus ojos no dejaban de seguirme allá a donde quiera que fuese.

     Me dirigí a la barra y pedí un trago, me atendió un chico pecoso con el pelo rizado, como el de Seymour. De inmediato me recordó a él, solo que sus ojos no eran azules, eran de un bonito color avellana. Bajo su mandil se adivinaba un buen cuerpo, me sirvió con agilidad y la maestría que solo se consiguen con la práctica, pero no dijo nada en ningún momento, solo sonrió y me dio el cambio. Incluso él se dejaba llevar por el golpeteo de los beats, se notaba que disfrutaba de su trabajo. Iba a decirle lo que seguro iba a sonar como alguna babosada pero se fue a atender a los demás sin darme oportunidad a abrir mi bocota. 

     Pasé de trago en trago con impaciencia y con la esperanza de que me atendiera él otra vez, pero en su lugar lo hacía otro tipo equis. No paraba de sentir las miradas sobre mi espalda, algunos disimulaban, pero otro montón sostenía las miradas descaradamente, se podía entrever en sus ojos el sopor del alcohol que limpiaba de todo pudor a los impuros, y la lujuria, pero no había nada que fuera digno de mí, solo juguetes de segunda mano. Poco a poco sentía como mi propio cuerpo caía ante los encantos del etanol, perdía la noción del tiempo.

     Nunca había visto un lugar igual, no había ni una sola chica, solo pitos a donde quiera que se mirara, perversión, ligues y deseo… Joder, si así es el infierno en realidad resultaría que tenemos un mal concepto de donde queda el paraíso mismo. Disfruté de la atención y bebí insistentemente hasta que el chico al fin volvió y me sirvió, esta vez le sonreí y él me sonrió a mí en retribución.

—¿Cómo te llamas?—pregunté por encima de la música, casi gritando.

—William—respondió sonriendo mientras bailaba y mezclaba tragos, se le veía muy feliz.

—Yo me llamo Mike—le dije sonriendo de forma chula.

—Un placer Mike—

—Oye precioso, ¿Estás solo?—me dijo de repente un tipo que se me acercó, William miró divertido la situación.

—Si estoy solo, y pretendo seguirlo manteniendo de esa manera, ¡Así que piérdete Freak!—respondí tajante y dándole otro trago a mi bebida.

—¡Que te den!, ¡Maricón!—me respondió antes de irse.

—Pues admiradores no te faltan ¿Eh?—dijo William divertido.

—Que te puedo decir, yo no pedí esta cara, es una trampa atrapamoscas—dije con chulería.

—Jajajajaja, pues sí, se nota lo mucho que sufres por ello, de seguro ha de dolerte la cara y toda la cosa—me dijo con sarcasmo.

—Algo… ¿Pero y que tal tú?—

—¿Yo que?—dijo mientras secaba unos vasos.

—¿Te dolió mucho cuando te caíste del cielo?—

     Él comenzó a reírse estrepitosamente, o por lo menos le vi reírse porque la música estaba muy fuerte y a duras penas se escuchaba algo de lo que decíamos. Se me quedó mirando con una risa incrédula y yo se la devolví pero mucho más coqueta, ¡Joder!, ¡Que chico más guapo! Se le hacían unos hoyuelos al sonreír, su mandíbula era fuerte y tenía la barbilla partida. De repente sentí un par de brazos en mis hombros, volteé con la intención de rechazar la propuesta de algún otro pendejo, pero me sorprendí al verle.

—¡Que si no lo veo y me lo cuentan no lo creo Capí!, ¿Tu en un sitio como este?—dijo riendo. William se nos quedó mirando con discreción.

—¿QUÉ?, ¿Te debo?, ¿No tienes clientes que atender acaso?... ¡Shu!—le dijo a William con pedantería, este último se retiró sin decir una palabra, yo volteé los ojos, maldije mi suerte y tomé otro trago—¿Acaso no te alegras de verme capi?—dijo directo a mi oído de forma seductora.

     Yo me puse de pie, tomé mi trago y me puse a caminar entre la gente, pero Daniel se me pegó atrás con su risa irritante.

—¿Acaso no piensas hablarme?—preguntó fingiendo inocencia.

—¿Acaso no piensas dejarme tranquilo?—contraataqué con desinterés mientras seguía esquivando gente.

—Oh vamos, que esto ha de ser un mensaje del destino capi, tú en una discoteca de maricones, que esto está de no creerse y justo nos topamos en la misma, y créeme cuando te digo que hay muchas en toda la ciudad—

—¿Y eso a mí que?—

—Que quizás deberíamos bailar un poco, ¿No te parece?, limar asperezas y divertirnos, te veo algo apagado—

—Pff… Estás loco, ¿Y contigo?, ¡Ni hablar!—

—¡Vamos!, mira no te juzgo, me da igual si ya abrazaste la homosexualidad o no, solo quiero pasar un buen rato con mi capitán, ¿Hay algo malo con eso?—

—No creo que sea buena idea Daniel—dije fastidiado. La única parte buena de la noche había sido con William el barman y justo llegó este idiota como castigo divino para espantármelo.

—Sabes, te he visto bailar y la verdad no lo haces tan mal capi…—

—¿Tan mal?—Bufé—Deliras Daniel, yo bailo de puta madre—le dije dándole otro sorbo a mi bebida.

—Sí, pero en comparación a mí pues eres eso… Un “no tan mal”—dijo de forma retante, conocía su estrategia y definitivamente no iba a caer en su juego.

—Mira, tú tendrías que volver a nacer antes de llegar a superarme en algo…—le respondí molesto.

—Me parece que más bien tienes miedo a que te deje en ridículo—

—¿Lo apuestas?—pregunté maliciosamente.

—Puedo apostarlo, ¡Y es que estoy tan seguro de que voy a ganar! Que tendrías que ofrecerme tu cuerpo como trofeo en caso de que llegues a perder—Arqueé una ceja incrédulo de la risa.

—Me parece que estas pecando de confiado y estúpido, ¿Y yo que obtengo en caso de ganar?—pregunté mordiendo el anzuelo tontamente, no podía evitarlo, era muy competitivo.

—Mi cuerpo sería tuyo por esta noche para hacer lo que tú quisieras—dijo de forma seductora. ¡Maldito!, me ofrecía justo lo que venía buscando a este lugar. Pero iba a dejarle con las ganas, iba a ganar para después no reclamar mi premio, eso seguro le cabrearía.

—Trato—respondí confiado y con una sonrisa—Que la gente sea el juez—

—Ven—y me arrastró del brazo con una facilidad inmensa que me sorprendió, el alcohol hacía su trabajo ya estaba muy tomado. Daniel nos llevó hasta la cabina del Dj.

—Toca “Over”—

—¿De Gus Gus?—preguntó el Dj.

—Sí, este cree que baila mejor que yo—dijo riendo y le picó un ojo al Dj, al parecer le conocía, de seguro no sería la primera vez que acudía a un sitio como este.

     De repente la música se cortó abruptamente y un tímido beat de House le desplazó y fue cobrando fuerza, apoderándose del lugar hasta volverse un estruendo potente con notas de Techno. La gente celebró la nueva pista y Daniel sonrió de forma confiada, hizo un gesto con sus brazos y abrió un circulo entre la gente, luego comenzó un vaivén hipnótico con sus caderas que pronto atrajo más atención de la que pude desear, sacó a relucir un conjunto de pasos sensuales bien ejecutados que me impresionaron bastante, no conocía ese lado de él, a decir verdad nunca me interesó demasiado.

     Hacía gestos muy sugestivos y alarde de una gran flexibilidad y soltura, además de alguna que otra pirueta al ritmo de la música, de pronto teníamos un gran círculo de gente alrededor haciéndole porras, él mezclaba pasos relajados con algunos clásicos de la música disco. El maldito se estaba luciendo, pero no me iba a dejar vencer. Le pasé mi vaso a algún desconocido y me lancé a por todo, solo dejé que mis pies obedecieran y se encadenaran al ritmo, pronto mi cabeza, comencé a sacudirla para calentar. Daniel se me acercó e hizo un gesto con sus manos de forma burlona, como atrayéndome a jugar con él, yo reí y pronto fue mi espalda la que comenzó a contornearse de forma sexy, escuchaba a la pavada de maricas vitoreándome, un par de golpeteos con mi cadera y los tenía locos por mí, no se la iba a poner tan fácil.

     Daniel sintió la amenaza de la derrota a lo que se postró de rodillas a la pista inclinando su cabeza hacia atrás y moviendo su vientre cual víbora, la camisa se le levantaba y permitía ver su abdomen bien trabajado, se marcaban cada uno de los abdominales y una gota de sudor bajaba uniéndose a la película brillante que cubría todo su cuerpo, su piel brillaba blanca como armiño, no me había fijado que sobre nosotros se posaban luces cual reflectores, estábamos dando un espectáculo.      

     La riña se estaba acalorando al igual que la temperatura subía en nuestro cuerpos. Ya no era yo, era el alcohol haciéndose espacio en mis venas, apoderándose de mi cuerpo como en un pacto de solo una noche, el alcohol bailaría por mí. Los ojos acaramelados de Daniel se proyectaban directo en los míos, preveía deseo bajo su muesca de seriedad masculina, bailábamos y nos turnábamos recibiendo las puntuaciones como vítores y aplausos, los minutos pasaban y los músculos quemaban, todo me daba vueltas, pero la estaba pasando de puta madre, al parecer el ritmo nunca moriría.

    En una artimaña sucia por reclamarme como su premio comenzó a jugar con el botón de su pantalón, ilusionando a los maricones desafortunados que no podían ser como nosotros. Dejó ver el elástico de su ropa interior y un camino de vellos que bajaban por su vientre, metió la mano de forma descarada en su polla mientras mantenía el tempo vivo en sí mismo, saco la mano de sus pantalones y la olió extasiado, saciado de sí mismo, casi podía oír los estómagos rugir de hambre ante semejante entretenimiento. Un estallido de celebración pretendía coronar al ganador de la noche pero saqué mi carta bajo la manga, en pleno éxtasis musical tensé todos mis músculos mientras me meneaba, hice un par de volteretas mortales en el aire y rasgué sin piedad mi camiseta dejando que todos vieran lo que se ocultaba bajo ella, fue su fin y me coronaron como su ganador.

     La satisfacción dibujó una sonrisa en mi rostro y Daniel aplaudió de forma sarcástica para luego perderse entre la gente, pero eso no iba a quedar así, necesitaba restregarle en la cara que aun en su propio medio podía seguir derrotándole. Le seguí haciéndome espacio en la multitud entre empujones, más de uno me manoseo al pasar, pero me valía. Le divisé entrando al baño, había una larga fila de tipos esperando para entrar y a él no le importó, pasó sin permiso del de seguridad dejando un montón de quejas tras de sí, suponía que este último estaba allí para evitar orgias en el baño. Caminé a toda prisa, el de seguridad me iba a detener, pero yo le detuve con una mano en su rostro y le empujé dejando otra estelas de quejas tras de mí, ya nada importaba. Entré al baño y cerré la puerta, estaba prácticamente vacío a excepción de nosotros dos, vi sus pies que entre salían por debajo de un cubículo, la puerta estaba medio cerrada, abrí y le vi dándose un pase, aspirando un polvo blanco en su nariz, no me sorprendía en lo absoluto viniendo de él.

—Que predecible eres—dije con saña.

—Felicidades—Esnifó sacudiéndose la nariz—Ganador, ahora eres el rey de los maricas—dijo saliendo del cubículo, ahora puedes reclamar tu premio dijo acercándose más, clavándome esos ojos suyos. El color miel había sido consumido por la inmensa oscuridad de sus pupilas dilatadas, se acercó a mi rostro con la intención de besarme, pero le esquivé y en su lugar le tomé por el cuello y le hice bajar hasta mis pectorales, chupó y pasó la lengua con desesperación sobre mi piel, su boca se sentía suave y caliente, no se contuvo y de repente mordió uno de mis pezones.

—AHGG…—grité del dolor y le lancé una cachetada fuerte para que me soltara.

     Le miré sorprendido pues contrarió a lo que imaginé ahora me miraba con vicio, al parecer eso le causo morbo.

—Hazlo de nuevo—Y le volví a abofetear. Esto me tenía fuera de mí, por lo general las chicas se quejaban si las trataba con rudeza.

—Eres una puta—le dije con morbo.

—Esta noche soy lo que quiera que necesites—dijo bajando a mi abdomen dejando tras de sí una estela de saliva sobre mi piel, cerré los ojos y disfruté de las sensaciones. Él se detuvo en mis abdominales, los besaba con adoración, me tenía jadeando y su cuello presionaba mi paquete, lo sentía reventar.

—Buff—resoplé.

     Seguía entretenido en mi abdomen y luego oí como bajaba el cierre de su pantalón, me hizo sentar sobre el lavamanos de granito, se puso de rodillas ante mí y bajó su pantalón a medias, lo justo y necesario para hacer que quedara su culo al aire. Ante mí se alzaron dos mazas de carne firme y redondeadas, blancas y brillantes por el sudor. Daniel jadeaba como loco y sin previo aviso metió la mano dentro de mi bóxer, sentí un chispazo de corriente que ascendió desde mis muslos hasta la espalda, me tenía a su merced. Le tomé por el pelo y le hice hundir su rostro en mi ingle, el muy cerdo aspiró mi paquete.

—Ufff que rico, hueles a macho, no sabes cuánto tiempo llevo deseando esto capi—

—Cierra la boca—le dije dándole otra cachetada, él se relamía los labios ante la agresión. Estaba a reventar, sentía que en cualquier momento mi polla atravesaría la tela del pantalón, así que no le di más larga a la situación y la liberé de su prisión. Quise ver su reacción, él permanecía quiero y bufando, mirándola con deseo, no se anduvo con muchas pretensiones y la tomó por la base mientras me miraba directamente a los ojos, dio el primer lametón y sentí la gloria hecha carne. Así continuó, dando pequeños lametones y jugando con mi glande que ardía rojo como las brasas.

     No soporté más y con un rápido jalón se la hundí hasta la garganta, ni siquiera le miré, llevé mi cara allá hasta donde se supone que están las estrellas y cerré los ojos disfrutando de la profundidad de su garganta, eso hasta que oí como se ahogaba, se la saqué. Le miré directo a los ojos, los tenía rojos y llenos de lágrimas, con saliva espesa escapando a borbotones de su boca, en cuanto pudo tomó una gran bocanada de aire y volvió a la faena, chupando como un ternero recién nacido, yo centré mi atención a su culo que seguía al aire dispuesto a obtener algo de atención. Le di una fuerte nalgada que resonó en todo el baño, él gimió y comenzó a masturbarse con necesidad a la vez que me daba placer con sus labios, a continuación escupí en mis manos y comencé a hundir dedo tras dedo dentro de sí para dilatarle, uno a uno fueron entrando sin mucha compasión entre chillidos sus chillidos y mi alucinación hasta que sentí como su cavidad boqueó por más. 

     Me bajé del lavamanos y tiré mis pantalones hasta mis tobillos quedándome con el bóxer a media nalga, le tomé del piso por el cuello de la camisa y lo postré en cuatro frente al espejo del lavamanos, él arqueó su espalda dejando su culo en pompa. Me puse en cuclillas por un par de segundos para tener una visión más clara de mi premio, su trasero era redondo y firme, su ano era completamente rosado y estaba cubierto de escasos vellos castaños. Metí tres dedos de golpe y le empotré con ellos en un rápido vaivén, con saña y él comenzó a gemir como una perra.

—Ya, déjate de mariconadas… ¡METEMELA!—suplicó.

     Le complací y me puse de pie, apunté la cúspide de mi polla a su culito y acaricie con ella su perineo dibujando círculos torturándole mientras le veía a través del espejo del lavabo, su cara era de éxtasis y mantenía los ojos cerrados, pero luego los abrió para suplicar una vez más.

—Por favor…—chilló.

     De golpe hundí casi la mitad de mi polla dentro del él, se le cortó el aire, su cara pareció quebrarse del dolor y sentí sus piernas flaquear a lo que tuve que sostenerle pasándole un brazo por la cintura para evitar que cayera y con el otro le halé del pelo arqueándole la espalda hasta que su espalda chocó con mi cuerpo. Pese al dolor tomó mi polla decidido y la apunto hacía su culito, esta vez y por cuenta propia fue acercando nuestros cuerpos poco a poco hasta que sentí como sus nalgas chocaron contra mi pubis, que pasada. Comencé a bombear lentamente, y poco a poco el ritmo fue creciendo así como el volumen de nuestros propios jadeos. Él desgraciado estaba apretado y muy caliente por dentro, yo gemía con voz gutural y él pedía más y más, era insaciable. Repetía “Así capi, tómame, hazme tu putita” y cuanta babosada le pasara por la cabeza, eso me dio luz verde y el vaivén de nuestras caderas hizo música que se mezcló con el cantico de nuestros gimoteos.

     Escuchamos casi por encima de la música como llamaban a la puerta, pero poco nos importaba ya lo que ocurriese fuera de nuestros propios cuerpos. Yo seguía en lo mío, le tomaba del cuello y le apretaba, eso le encantaba. Así pasaron los minutos y el calor de las carnes nos bañó en sudor, por mi frente competían entre si las gotas para ver cuál era la más veloz en bajar, y el golpeteo de caderas fue haciéndose cada vez más salvaje, eso era puro instinto, parecíamos dos animales.

—Me voy a correr capi, AHGGG-AHGGG…—y así fue, se masturbó con frenesí hasta que sentí como su trasero estranguló mi miembro. Aceleré el ritmo pese a mi cansancio y me sentí desfallecer, perdí más y más de mí que fue a parar dentro de él, gruñí como un león y caímos al piso jadeando. Como pude subí mis pantalones y los abotoné con una sonrisa estúpida en la cara y los ojos cerrados, que puta noche. De allí no supe más de mí ni de nadie, me dejé llevar y caí presa del sueño.  

[…]

     Abrí los ojos con mucha dificultad, los rayos de un nuevo sol inundaban mis ojos, que huraños se negaban a despertar. Un dolor agudo se acentuó en mi cabeza y el sabor de lo que seguro era un aliento asqueroso moraba en mi boca. Tenía sed, definitivamente me había pasado de tragos, estaba tan noqueado que tardé un rato en recomponerme para llevarme la sorpresa de que estaba en una cama ajena, un lugar ajeno. No recordaba muy bien lo que había pasado anoche, llevaba puesta casi toda mi ropa a excepción de mi camiseta, la busqué hasta que la vi sobre un buró junto a la cama donde había dormido, la tomé, estaba hecha jirones, recordé de inmediato lo que había hecho en la pista, sonreí avergonzado.

—¡Despertaste!—dijo una voz acabando con el silencio de la mañana, era William, ¿Qué carajos había pasado?

     Traía consigo dos tazas de café humeante, el olor le delató. Me tendió una con una sonrisa cansada, yo la tomé algo desconfiado.

—Tranquilo, solo sirvo alcohol durante las noches jajaja—y dio un sorbo a su café—¿Lo ves?—dijo riendo—No tiene Alcohol ni nada extraño, solo café—

     Yo asentí sonriendo tontamente y le di un sorbo, fue como un golpe a la somnolencia.

—¿Este es…?—

—Mi apartamento—me interrumpió—Tranquilo, no es un secuestro y tampoco te violé jajaja—

—¿Cómo llegué aquí?—

—Anoche te pasaste de copas e hiciste un espectáculo en la pista… Bailas muy bien por cierto jajaja—yo sentí como el calor de la sangre subía y se estancaba en mis mejillas, di otro sorbo al café—Luego de eso fuiste y te encerraste en el baño con tu amigo ejemm…—carraspeo, sentí vergüenza—Para cuando los de seguridad consiguieron abrir la puerta te vieron allí tirado en el suelo dormido y borracho, estaban a punto de echarte porque estabas casi inconsciente, pero yo lo evité y te dejaron dormir en el cuarto de los empleados con la esperanza de que estuvieras sobrio para el amanecer, pero nunca despertaste, roncabas como tronco así que no me quedó otra que traerte conmigo cuando cerramos. Espero que no te moleste el haberme tomado esa libertad, era eso o dejarte tirado en la calle como vagabundo—se justificó.

     De inmediato me puse de pie y me disculpé, le dije que estaba en deuda con él, que por ahora no tenía forma de agradecérselo. Yo me tambaleé un poco y casi me caigo, él llegó a mi auxilio, me sostuvo y ayudó a que me sentara en la cama de nuevo, era más bajito y mucho menos acuerpado que yo, me di cuenta que traía otro uniforme y olía delicioso, como a cítricos, se veía muy lindo y recién duchado.

—Creo que aún no se te ha pasado el efecto—dijo colocándose una mochila encima—Si gustas puedes quedarte durmiendo hasta que te sientas mejor y cuando gustes te vas, yo confío en ti jajajaja, no creas que hago esto por todos los borrachos del club… Tu… ¡No sé!, simplemente me salió ayudarte—dijo poniéndose colorado—Yo voy de salida al trabajo por lo que no me puedo quedar contigo, cualquier cosa que necesites puedes pedírsela a Vanessa—

—¿Tienes otro trabajo?—dije sorprendido, pues al parecer ni siquiera había dormido nada desde la noche.

—Claro, de alguna forma tengo que pagar las cuentas—dijo riendo y se le marcaron sus hermosos hoyuelos, tras ello salió despidiéndose alegremente.

     Ese chico sí que era encantador, como un sueño y tenía un cuerpo que se adivinaba bien aún debajo de sus uniformes. Aparte se había tomado la molestia de cuidarme, nunca nadie había hecho nada así por mí, definitivamente quería saber más de él, conocerle. De repente salió una chica con pelo negro y largo, de piel morena y bonito cuerpo delgado, me dedicó una sonrisa.

—Hola, eres Mike, ¿No?—dijo estrechándome la mano, yo le correspondí avergonzado cubriendo mi pecho con una de las mantas de la cama, ella soltó una risilla.

—Claro, un placer. Disculpa las fachas, tú debes ser Vanessa?, ¿No?—pregunté.

—Sí, Vanessa. Cualquier cosa que necesites me lo dices, William dijo que eres un amigo al que tenía mucho tiempo sin ver—

—Oh, muchas gracias, ¡Claro!... Mucho tiempo…—dije siguiéndole la corriente—Él nunca me llegó a hablar de ti… ¿Tu eres su…?—me disculpé.

—Que tonto es… Yo soy su novia—dijo sonriente.

     Mi sonrisa luchó por no quebrarse frente a ella, ¡Maldita sea!, ese puto ángel tenía novia, era hetero… Bueno, yo hace no mucho también lo era, o eso creía pero… Él tenía novia, sucumbí ante la desilusión.

[Evan]

     Viernes, y la semana se había pasado volando, eso era bueno, estuve tan ocupado que no me dio tiempo de pensar en todo lo que me estaba ocurriendo últimamente. Poco a poco mi vida adquiría nuevas formas y yo me amoldaba a ellas sin mucho problema, la rutina se hacía y deshacía. Ya había aprendido a moverme por la ciudad con naturalidad, del hotel a la escuela y de la escuela de nuevo al hotel y de allí al trabajo, todo se mezclaba y se entretejía con nudos complicados que lograba desenredar uno a uno por jornada. Si al final del día había logrado hacer todo lo que tenía planeado me alegraba y simplemente me tiraba exhausto en la cama a mirar el techo y a pensar. Pensar, pensar era peligroso.

     ¿En qué clase de enredo se había transformado mi vida? Y pensaba en Seymour… Seymour, no había vuelto a clases desde ese día, no sabía nada de él, me preocupaba y por momentos me sentía tentado a ir a verle a su casa, escribirle o quizás llamarle, pero la escena volvía a mi mente una y otra vez, y me hacía sentir asqueado. Me prometí a mí mismo que jamás permitiría que alguien me volviese a tratar así, yo era mucho más que un pedazo de carne. Hailan y Jyrki intentaron averiguar preguntándome el por qué Seymour no había vuelto a clase, fueron implacables y creo que no tardaron mucho en adivinar que algo había pasado entre nosotros dos. Me limité a decirles “es complicado” y parecieron comprender, dejaron de intentarlo y disimulamos juntos que todo estaba normal.

     Elodie me dedicaba alguna que otra mirada cómplice entre clases, a veces solo nos sonreíamos y otras no sabía que pensar de ella, se ponía incómodo. Sabía que ella lo quería, moría por averiguar que hacía viviendo en un hotel, era obvio que mi historia no le había convencido, pero tendría que conformarse con ello. A pesar de lo que Seymour me hizo no le iba a regresar la cachetada malogrando su reputación con sus amigos, si es que aún eran amigos, yo no era así. Pronto me dije a mi mismo “Si está tan preocupada ¿Por qué no intenta ir a preguntarle a él en vez de a mí?”.  

     Las clases iban bien, por ratos me sentía perdido y oxidado, pero ya le iba cogiendo el ritmo a los estudios de nuevo. He de admitir que tenía tiempo sin sentir eso… Ser solo un joven otra vez, ir al colegio y pasar los ratos entre risas con tus compañeros. Supongo que abandonar las clases y saltar de trabajo en trabajo desde que estaba en Grecia me había envejecido… Y entre todos mis compañeros había uno…. ¡Él!, Descuidado y con los cabellos color trigo revoloteando en deportes, o sus irreales ojos turquesa analizándolo todo en ciencias, a veces con aquella frescura tonta y altanería juvenil con la que le hacía la vida de cuadritos a Marcanty en clases. En cada materia resalta por alguna razón. Llama la atención y eso parece no importarle en lo absoluto, y él llama mi atención y le veo, y él sabe que le veo, me atrapa mirándole y me ve y yo volteo otra vez, es tan estúpido eso… Pero es magnético y me resulta tan familiar, como si ya le conociera, sé que todos hemos pasado por eso, ver a alguien y saber que se le conoce de algún lado. Él me dijo que también era griego, creo que cualquiera me diría que el asunto quedaría cerrado con ese dato, pero… Es mucho más que eso, una cara así no se olvida, unos ojos así, azules como la profundidad del mediterráneo, jamás podría sacármelos de la cabeza ¿Quién era él?, ¿Quién es Magnus? ¿Y por qué es así?

     Y me mira otra vez, me desnuda con una mirada, está de pie y a su espalda la imponente fachada del instituto, ya es de tarde, hora de irnos y el cielo se abre, los rayos del sol derriten las nubes, las apartan y su cabeza se corona con el astro rey, eso solo le hace lucir más benevolente, más pacífico. Su cuerpo resplandece en un cálido color dorado y su cabello se deja mecer por la brisa, me sonríe y se despide con una mano alzada, suspiro y luego siento un manotazo en mi nuca.  

—¿Y tú no estabas muy apurado porque tenías que ir a trabajar?—me espeta Jyrki.

—¡MIERDA!, ¡Sí!, ¡El trabajo!, nos vemos el lunes—me despido casi trotando y él se queda allí de pie, riéndose de mí.

—¡SÍ!, PERO QUE NO SE TE OLVIDE QUE TENEMOS QUE HACER EL INFORME DE MARCANTY PARA EL LUNES—me grita a lo lejos y yo le respondo:

—¡CLARO!, NO TE PREOCUPES, YO LES ESCRIBO PARA REUNIRNOS—

     No sé qué me sucede, estoy tan embobecido, había olvidado el informe por completo, ya me las arreglaría porque aún quedaba todo el fin de semana para eso. Y de una mañana de escuela pasé a una tarde de trabajo, no sin antes hacer una parada rápida en el hotel para cambiarme y tomar algo para comer… Definitivamente me estaba volviendo un nómada, o gitano, algo así.

     Me habían cambiado de piso, ahora tenía una especie de pequeña oficina para mi solito, ahora trataba con compañeros que solo había conocido de vista. Céfiro iba y venía sin mucha preocupación, no todos los días iba a la empresa y yo me encargaba de todo, básicamente me tocaba organizar sus juntas de trabajo, recados y cosas pendientes, era muy amable conmigo. Francamente esperaba que fuese peor que Armund, pero ambos eran muy diferentes, no sé por qué todos le hacen fama de dictador fascista, si a mí me trataba muy bien. Céfiro siempre sonríe, siempre anda alegre y se toma las cosas con calma. 

     La tarde estaba tranquila, hoy no había mucho trabajo en la empresa, o por lo menos yo estaba bastante despejado, estaba en mi escritorio, tecleaba en el ordenador, organizaba encuentros y reuniones para Céfiro. Una de las chicas de la oficina adjunta se acercó sonriendo y me dejó un café sobre el escritorio, le agradecí y se fue, que raro era todo, ahora incluso tenía un escritorio. Lo cierto es que desde el repentino ascenso todos me trataban de las mil maravillas, no es que antes me trataran mal, si no que… No estaba acostumbrado a tantas atenciones y sonrisas de desconocidos, supongo que todo era producto del interés, cochino interés.

     Esperé un rato a que el café se templara, porque era lo suficientemente tonto como para quemarme la boca con bebidas calientes, pero tenía una técnica especial, reunía en mi boca la mayor cantidad de saliva posible a modo de barrera y así no me quemaba. Finalmente tomé el café tras verificar que hubiese dejado de hervir, exageré. Di un par de sorbos y sin querer levanté la tapa mal cerrada con mi boca, intenté volver a cerrarla y no medí la fuerza, una lluvia de café saltó fuera del envase, una parte fue a parar a mi camisa blanca, ¡Genial!, ¡Lo que necesitaba! Me entretuve poniéndome de pie para evitar que el aromático líquido escurriera a mis pantalones, no quería que pensaran que me había orinado. Luego noté que una parte cayó en el escritorio y fluía como un rio amenazante en dirección a una pila de documentos que recién había impreso ¡Maldición!

     No sabía qué hacer, así que reaccioné rápido tomando la punta de mi corbata y comencé secar el café torpemente, pero no era suficiente, el líquido avanzaba rápido así que comencé a soltar el nudo con prisa para sacármela entera, cuando de repente una montaña de documentos pesados aterrizaron justo encima del charco de café, consiguiendo salpicarme la cara con él. Miré a ver quién era el inoportuno hijo de puta, no podía ser otro que él, maldije al titiritero supremo que controla nuestro destino.

—Necesito que Céfiro apruebe estas formas para hoy, es de suma importancia—dijo con su irritante voz carrasposa, era Armund Voltier, mi ex jefe. Rodé los ojos en mis cuencas.

—Céfiro no ha llegado—le dije con fastidio.

—Eso no es mi problema, eres su asistente, ¿No?, ¡Soluciónalo!—me espetó de forma arrogante. Gracias al cielo que no dijo nada más y simplemente salió de allí, al parecer nunca iba a librarme de ese xenofóbico hijo de perra.

     Di un largo suspiro mirando la nueva torre de documentos, se me arruinó la tarde, y yo que pensé que iba a salir temprano del trabajo. Me puse manos a la obra luego de limpiar el reguero del café y las horas se ralentizaron, la tarde caía en sopor y todos se iban a medida que terminaban sus cosas, claro, todos menos yo.

—¿Mucho trabajo?—dijo una voz picará frente a mí. Levanté la mirada de entre mis papeles y le vi, tan relajado, pulcro y sonriente, era muy difícil comerse la idea de que era más que un cincuentón con esa carita de niño travieso.

—Si señor Astraios, estoy ordenando estas formas para que usted las apruebe, es solo que no sabía cuándo iba a poder entregárselas… Como no vino hoy—dije con cierto deje de reproche que no pude evitar. Estaba estresado y cansado por tanto trabajo y hoy no había parado desde que salió el sol.

—En primer lugar ya te dije que no me digas así, jajaja me haces sentir viejo, llámame Céfiro, ¿O acaso me veo viejo?—y se carcajeó, yo negué con la cabeza divertido dándole crédito a su buen humor—¿En segundo lugar me pareció oler algo de reproché?—preguntó divertido.

—Lo siento—dije apenado, él me intimidaba un poco, no pude evitar sentir como se me calentaban las orejas de la vergüenza.

—No te disculpes, jajaja solo bromeo—

—Es que tengo tanto trabajo que hacer y aun me falta mucho—dije con cansancio.

—Pues debo admitir que me impresionas, esto está prácticamente vacío… Al edificio me refiero. Yo ya me hubiese dado a la fuga, más aun si mi jefe no está para supervisarme—eso me causó gracia.

—Es que quiero hacer las cosas bien, me siento honrado por el puesto que me dio—

—¡Que te di!, tutéame—dijo con falsa exasperación levantando las manos de forma dramática.

—Que me diste—reí—Y bueno, con un gran poder viene una gran responsabilidad—

—Parece que sabes mucho acerca de ser una persona poderosa, ¿Eh?—

—Que va… Nunca he tenido un cargo tan importante como este, solo tonterías antes de esto, eso era algo que solían decir mis padres—dije con ademán de continuar con el papeleo, no quería que se me hiciera más tarde.

—Personas muy sabías—dijo caminando de forma pensativa alrededor del escritorio—Oye, ¿Qué te parece si mejor dejamos el trabajo por hoy y salimos a distraernos un rato?—me dijo de forma sorpresiva.

     Admito que tuve que contener mi sarcasmo “Dejamos el trabajo”, ¡Patrañas! Es el jefe y toda la cosa, pero casi nunca le veo trabajando ¿Salir a divertirnos?, ¿Yo con él? Se esfuerza más de lo normal por caerme bien, ¿Me pregunto si habrá sido así como todos sus asistentes?

—¿Pero y las formas?, Armund me las pidió para hoy—

—¡Armund puede ir a que le den!, ¿Por qué crees que se ve viejo?, se estresa demasiado por el trabajo, deja que le consuma… ¿Por qué crees que me veo tan joven?—

—Es fácil decirlo cuando usted es el jefe, si quiere puede dejar a alguien haciendo el trabajo por usted—contraataqué.  

—¡Vaya!, pero sí cobras confianza bien rápido—y se carcajeo fuerte, yo también reí—Y no es “usted”, es ¡Tu!, ¡Tutéame por amor a Dios!—se quejó.

—Lo siento—

—No lo sientas, solo tutéame—dijo con una gran sonrisa y se me quedó mirando con sus ojos color avellana, pasaron un par de segundos viéndome fijamente, pero yo no pude sostener la mirada y la bajé a los papeles.

     De repente tomó los documentos dejándome con la vista en la madera desnuda del escritorio y se fue caminando a dejarlos en otra oficina.

—Pues parece que por hoy ya no tienes trabajo que hacer… ¡Vamos! Salgamos de aquí, un rostro como el tuyo no merece envejecer—dijo con algo de ¿Seducción? Me ruboricé, juro que sentí ponerme rojo como un tomate, que raro sentir las sensaciones de un color en específico en una parte específica del cuerpo.

—Vamos…—dijo saliendo de la oficina.

     Suspiré resignado, no me quedó otra opción que seguirle, si bien quería salir de aquí lo deseaba pero con el trabajo completamente terminado y directo al hotel a caer rendido como un tronco, ha sido una semana cansada. Pero que otra opción me quedaba, no podía hacerle un desplante al jefe. Tomé mis cosas y salimos del edificio, abajo en la calle nos esperaba aparcado RoboCop, al parecer era algo de familia el conseguirse a los choferes más extraños del mercado, aunque por lo menos Arthur gruñía o hacía gestos ácidos, Ferdinand ni siquiera hacía gestos, era como una estatua viviente con cara de póker ¡Indescifrable! Supongo que iba con cara nerviosa porque Céfiro dijo lo siguiente:

—Relájate, no te preocupes, si es por el trabajo que no te dejé hacer se lo lanzamos a otro para que lo haga… De algo me tiene que servir ser el jefe, ¿No?—

—Supongo… Si ust—

—Ejemm…—carraspeó.

—Si tú lo dices—corregí y me sonrió.

     Ferdinand condujo y nos dejó en un centro comercial, caminamos y compramos helados, yo insistí en pagar el mío y el terminó cediendo.

—¿Sabes?, Técnicamente el helado te los estás pagando con el sueldo que yo te pago, así que me doy por satisfecho—yo le saqué la lengua y el pareció impresionado y me correspondió haciendo lo mismo. Me encontré sorprendido de mí mismo haciéndome amigo de mi jefe, conocer ese carácter juvenil que tiene fuera de los dominios de la empresa le hacía un poco más asequible. Puede que fuese el mandamás y tuviera un millón de años, pero se ve de mi edad y se comporta como alguien de mi edad, la verdad no me costó mucho aprender a tutearlo después de un rato caminando.

—Oye Evan—

—¿Si?—respondí dándole otra lamida a mi cono de barquilla.

—Me disculpas si me meto en lo que no me importa—

—Adelante, si me dejas que te tutee creo que lo mínimo que debo retribuirte es confianza—Mejor ni hubiese dicho eso, había olvidado por completo que era padre de cierta personita.

—¿Qué sucedió entre Seymour y tú?—me dijo de forma algo brusca, tragué un gran trozo de helado de la impresión, se me congeló el cerebro por unos segundos.

—¿Qué sucedió de qué forma?—¿Forma?, ¿Acaso le estaba confesando que habían varias formas?, que estúpido soy.

—Me refiero a que decidiste irte de la casa de repente y estos días Seymour ha estado, pues básicamente confinado a su habitación y él no me quiere decir nada de lo que le ocurre—   

     Respiré hondo, por un momento creí que Seymour le había contado lo que sucedió entre nosotros, aunque no lo creo lo suficientemente estúpido como para decirle a su papá que intentó violarme, ni siquiera creo que le haya dicho que es gay, o por lo menos no él directamente, Arthur ¡Coff!-¡Coff!

—Pues, lo que sucede es que ya era hora de que me independizara y dejara de aprovecharme de la amabilidad de Seymour, no sé qué le haya contado de mi—respondí al fin.

—No mucho—

—Sí, lo que sucede es que soy inmigrante en este país, soy de Grecia en realidad, y él me tendió la mano cuando me echaron de mi último trabajo, se quedaron con todos mis papeles los muy hijos de puta—

—Lo lamento—

—No te preocupes—

—¿Y a que te dedicabas allí?—

—Cantaba—

—¡Ah! ¿Cantas?—dijo sorprendido.

—Sí—respondí apenado.

—Te importaría…—

—Oh no por favor, me avergüenza mucho, además hay mucha gente aquí—

—Soy tu jefe—dijo de forma juguetona.

—Sí, pero solo en la empresa eres mi jefe—contraataqué.

—Touché—

—Quizás algún día me anime—

—Eso espero… ¿Entonces eres de Grecia?—

—Sí—proseguí—Y cómo te decía me parece que ya era hora de buscar un sitio para mi ahora que tengo un buen trabajo—me sonrió—Y luego llegaste tú también y me pareció correcto dejarles espacio a ambos—

—Eso no era necesario Evan… La casa es lo suficientemente grande como para los tres, y bueno, si quieres yo puedo ayudarte a conseguir una casa o apartamento, o lo que tú quieras…—

—No podría aceptarlo, tú y tu hijo ya han hecho mucho por mí—

—Igual sabes que cuentas con nosotros para lo que sea que necesites, aunque sigo sin comprender por qué mi hijo está así—

—¿Ya intentó preguntarle? Es una buena forma de saber qué le pasa, ¡Disculpa! sé que sonó estúpido, no quiero enseñarte a como ser padre—me retracté, eso sonó muy grosero, pero a él pareció no importarle.

—Claro, le pregunté, pero no es muy comunicativo conmigo, siempre ha sido muy… “Introvertido”. Incluso conmigo que soy su padre, y por más que intento entablar una relación con él se niega poner de su parte—

     Eso último me sonó tan extraño, era totalmente lo contrario a la versión de la historia de Seymour, ya no sabía ni a quién creerle.

—Quizás su actitud sea porque le afecto verte después de tanto tiempo—

—Quizás… Creo que podría ser por eso, porque siempre le pregunté si quería que viniese a verle, pero nunca quiso. Supongo que siempre le afectó que le dedicara tanto tiempo a la empresa… Un acto de rebeldía posiblemente—

     Y esto me terminó de confundir, cada uno tenía una versión diferente de la historia, pero me decidí a no creerle a ninguno de los dos, simplemente ser imparcial y mantenerme al margen. Y sostener la cordialidad hasta lo estrictamente necesario con ambos, ya que de todas formas veré al padre en el trabajo y al hijo en la escuela.

     Luego de ello Céfiro y yo fuimos al cine, vimos una película de acción y nos atragantamos de palomitas y golosinas, dijo que “No se ofrecería a pagarme las golosinas porque sabía que me iba a negar, que en lugar de eso iba a subirme el sueldo que era exactamente lo mismo”, yo me burlé de su mala estrategia y le dije que de todas formas él salía perdiendo a lo que refutó alegando “Que si se trataba de beneficiar a alguien tan magnético como yo entonces nunca sería una perdida”. Eso me dejó descolocado, fue más que un alago y poco menos directo que un piropo.

     El resto de la película pasó sin mayor complicación, a decir verdad la disfruté bastante a excepción de algunos momentos de tensión entre Céfiro y yo. Por ejemplo cuando estiró el brazo y lo descansó en el espaldar de mi asiento a lo que tuve que sentarme bien derecho sin apoyarme para no rozarnos entre nosotros, o que intentaba tomar palomitas justo cuando yo lo hacía y nos tocamos las manos un par de veces, parecía premeditado y yo me moría de vergüenza, a él parecía no importarle y solo sonreía.

     Luego de ello salimos y seguimos caminando por el centro comercial, charlando de cosas poco trascendentales, sobre mi vida y así. Le conté sobre Grecia, mis padres y mis estudios, él se limitaba a mostrarse interesado en mí y compartió poco sobre sí mismo. Miré la hora y ya se estaba haciendo bastante tarde, como era natural se ofreció a llevarme a mi hotel, obviamente me negué y llamé a un taxi a que viniera por mí, “En 10 minutos estaré allí” dijo la voz desconocida desde el otro lado del teléfono.

     Céfiro se ofreció acompañarme a la entrada del centro comercial y de camino pasamos por una tienda donde vendían relojes y joyas, él se detuvo conmigo a apreciar lo expuesto en la vitrina, todo era hermoso, llamó particularmente mi atención unos pequeños pearcings para los lóbulos de las orejas. Eran discretos y tenían incrustados alguna especie de gema negruzca que tiraba destellos de un intenso color azul tirando a ultra violeta, llamativos pero serios al mismo tiempo. Me interesé tanto por ellos que entré al mostrador de la tienda y le pregunté a la chica que atendía, Céfiro me siguió.

     Pregunté por los pearcings, la chica buscó los de la vitrina y me los mostró, me explicó que eran túneles para hombre que tenían incrustados ópalos negros australianos. Los tomé en mis manos y los llevé hacia mis orejas, la chica trajo un pequeño espejo y observé como se me verían, la chica algo ruborizada dijo que parecían hechos para mí, Céfiro soltó un par de risitas discretas y dijo que le gustaba como se me veían, que tenía su consentimiento para usarlos en el trabajo. Yo sonreí gustoso y pedí el precio, creo que tuve que recoger mi cara rota de la vergüenza del suelo, pues quizás tendría que prostituirme luego del sueldo de un año de trabajo para completar lo que valían esos pendientes. Agradecí a la chica y procedí a retirarme humillado de clase media baja, pero Céfiro seguía de pie ante la chica con la intención de pasar su tarjeta de crédito, tuve que disculparme con ella y casi arrastrar del brazo a Céfiro para que saliera de la tienda.

—¿Qué haces?—preguntó.

—¿Qué haces tú?—

—Yo iba a comprarlos para ti, creo que es obvio que no están dentro de tu presupuesto…—

—¡Sí!, por supuesto que están fuera de mis posibilidades, pero eso no significa que tengas que comprarlos para mí—

—Pero tú los quieres—refutó.

—Los quiero, ¡Sí!, pero no puedo permitírmelos y tampoco puedo aceptar que tú pagues tanto por ellos, además no sería correcto—

—¿Por qué no sería correcto?—dijo acercándose más de lo usual a mí—¿Quién decide que es correcto y que no?—

—Yo lo decido—dije separándome de él para mirar mi reloj—Ya debo irme, el taxi ha de estar por llegar—

—Entiendo, ¿No habrá fuerza humana que te haga cambiar de parecer?—yo negué con la cabeza—¿Y qué tal algo inhumano?—

—Ni humano ni inhumano—

—Está bien, lo dejaremos así por ahora, pero créeme, no puedes hacer aseveraciones de lo que no conoces—

—¿A qué te refieres?—dije extrañado.

—A lo inhumano—

—¿Oookey?—dije extrañado soltando una corta risilla—Ya es hora de irme—dije estrechándole la mano, le agradecí por todo y a continuación caminé hacía la calle a esperar el taxi. Sentí su mirada detrás de mí en todo momento, no volteé pero sabía que sus ojos estaban sobre mí. Que tipo más extraño, agradable pero extraño. Medité lo que hablamos acerca de Seymour mientras el conductor me llevaba hacia el hotel, le di tantas vueltas al asunto que solo logré cansarme mentalmente también, ahora todo yo, cada partícula de mi estaba cansada. Me decidí a no entrometerme entre ellos dos, eran sus asuntos y yo no era un terapeuta ni nada por el estilo.

     Llegué al hotel, cené, me di una ducha caliente y sin querer me quedé dormido en la bañera, me sorprende que no me haya ahogado allí como un pendejo, quizás dormí por un par de horas y de repente el sonido de mi teléfono me sacó del letargo, una llamada entrante.

—Hola—

—Sí, hola, ¿Quién habla?—

—¿Evan?, ¡Es Magnus!, ¿Qué tal?, buenas noches—de repente se me espantó el sueño y me incorporé desnudo a caminar por la habitación, tenía la mala costumbre de caminar en círculos cuando hablaba por teléfono, luego encendí la calefacción.

—Sí, yo bien ¿Y tú?, ¿Cómo estás?—inquirí nervioso—¿Cómo conseguiste mi número?—

—Estem… Tú me lo diste, ¿Recuerdas?—dijo riendo. Yo me maldije, seguro que ahora pensaría que era un estúpido con retardo, no recordaba haberle dado el número por lo molesto que estaba con Seymour en ese momento.

—Sí, lo siento, es que no recordaba, discúlpame—

—¡No!, no, tranquilo, no hay nada de que disculparse, te llamaba para avisarte que me puse en contacto con los otros chicos de nuestro grupo y quedamos para hacer el informe de Marcanty el domingo, si no te molesta…—

—No hay problema… Por supuesto, ¿Dónde nos veremos y a qué hora?—pregunté mientras me secaba el cuerpo con la toalla.

—Ese es el único problema, Hailan y Jyrki dicen que en sus casas no se puede, yo en lo particular les diría para ir a la mía, pero mi familia es un poco… Complicada. Y el otro chico, Seymour—y presté aún más atención a lo que decía—Le estuve llamando y nunca atendió, le dejé mensajes pero tampoco ha respondido—

—Vaya… Pues supongo que no queda de otra que hacerlo aquí donde yo vivo—

—¿Y dónde vives?—esa pregunta me mató, tragué saliva, me avergonzaba decirle donde estaba viviendo.

—Estoy viviendo en el hotel “Le Fritz”, te puedo enviar la dirección por mensaje—le dije luego de unos segundos de silencio incómodo. Esperé a que me dijera algo o que se burlara, pero no pasó.

—Está bien, ¿Se puede a las 2:30pm?—

—Sí, a esa hora está perfecto—

—Genial, llevaré algo para merendar, nos vemos allá, que tengas bonita noche—y colgó.

     No sé por qué motivo, pero sentí algo en el estómago, muchas personas me intimidaban ahora que lo pensaba, muchas incluyendo a Magnus, pero él tenía algo que se mecía entre el respeto, la admiración y la confianza. Nadie quería trabajar con él por miedo a represalias de Marcanty, pero la verdad es que yo opinaba que era alguien simplemente genial y valiente, eso sí, le encanta que todos escuchen lo que tiene que decir, eso lo vuelve apasionado y además es muy inteligente. Domingo, te esperaré ansioso domingo.  

 [Nota del Autor]

     En la anterior me extendí mucho, así que en esta trataré de ser breve. Les amo por escribirme, animarme y apoyarme, tanto en esta obra como en mis tragedias personales, son lo máximo. ¿Qué tal el capítulo 20?, cuando comencé a escribir esta historia nunca pensé que llegaría a ser tan larga, me doy cuenta de que he mejorado mi gramática, léxico, ortografía etc… Me esmeré por sacar este capítulo hoy mismo, mañana reanudo mis clases en la universidad, sí, otra vez me perderé hasta las vacaciones, sin embargo intentaré hacer lo posible para que no sea así, no quiero que piensen que morí otra vez XD.

Siempre vuestro, Klisman.