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Nuevas Responsabilidades X - El Infierno de Rupper

en Sadomaso

El Infierno de Ruppert

Han transcurrido plácidamente los días y por fin es el momento de entregar a las bellas esclavas, y al desecho thai, a Ruppert. Van a pasar desde el momento de hoy hasta mañana a las 24:00 en casa de Ruppert siendo sometidas a todas las torturas imaginables, y algunas inimaginables.

Las chicas se presentan en mi habitación para despedirse, las cuatro se alinean a los pies de la cama mientras Aline, la maravillosa pelirroja que ha provocado el terrible sufrimiento al que serán sometidas se dedica a lamer y succionar mi enhiesto miembro.

-          Chicas, hoy seréis entregadas a uno de los amos más crueles que he conocido, sabéis que sois castigadas porque vuestro rendimiento ha sido en absoluto satisfactorio y esta es una muestra de lo que pasará si en un futuro próximo no percibo que dicho rendimiento aumenta de manera espectacular.

Las chicas, temblorosas y cabizbajas asienten:

-          SI, Amo.

De repente la bella Svet se arrodilla en el suelo y me suplica:

-          Por favor, Amo, no me mande con Ruppert, es un demonio y además sabe que me tiene inquina, yo le ayudé a ganar a la zorra pelirroja que tiene en la cama, no es justo.

Cuando me estoy incorporando de la cama para castigar tal falta de respeto, Ashanti iza a la bella bielorrusa de los pelos y le suelta dos tremendos guantazos que hacen que la cabeza de Svet dance locamente de un lado a otro, con los ojos inyectados de furia y asumiendo su papel de tutora le grita a Svet:

-          Putilla asquerosa, ¿quién eres tú para decidir si la decisión del Amo es justa?, las decisiones del amo siempre son justas.

-          Gracias, Ashanti –la interrumpo mientras me incorporo – se que el castigo de estos dos días va a ser tremendamente duro, pero si no tengo queja de Ruppert os aseguro que seréis recompensadas ampliamente. Vosotras vais a ser la élite de mi cuadra y como tal élite debéis dar ejemplo al resto de esclavos, ni en mil años sería capaz de trataros como os va a tratar Ruppert en estos dos días, pero una vez lo hayáis superado sabré que sois las indicadas para vuestro puesto, que no habrá prueba que no podáis superar y una vida de placeres os espera, también a ti Ashanti, que serás reintegrada a un puesto de mando. También os puedo asegurar que si me avergonzáis y no superáis esta cruel prueba el único futuro que os espera es que cada día sea un nuevo infierno, así que id y no avergonzarme. Mandingo os acercará en el coche.

Las temblorosas y pálidas muchachas abandonan el cuarto en dirección a su cruel destino. El resto de la historia os lo puedo contar ya que obligué a que Ruppert a darme el acceso a todas las cámaras de su casa y que toda la acción se desarrolle siempre bajo el soporte de al menos una de ellas. Es una medida de seguridad para mis esclavas, ya que en ningún momento puede poner en peligro la integridad física de las mismas provocándoles lesiones permanentes o incluso yendo más allá.

Como os he comentado Ruppert es el amo más cruel que he conocido, pero también es uno de los más imaginativos y el que mejor sabe utilizar el terror sicológico, es capaz de llevar a los sumisos hasta niveles de terror inimaginables.

Al llegar a la mansión de Ruppert, no se ha conformado con un simple pisito como el mío, no, tienen ínfulas de grandeza y ha comprado una casa señorial que tiene amueblada de forma oscura y tenebrosa, con un toque decadente. En cada una de las salas se respira terror y parece que las paredes transmitan el sufrimiento de los esclavos que han sido torturados en ellas. Ruppert dice que le reconforta este ambiente.

Al entrar por la puerta de la mansión al gran vestíbulo nuestras desvalidas esclavas se encuentran de repente a Ruppert vestido con toda la parafernalia nazi, gorra de plato, chaqueta, botas, una temible fusta es su mano y sin pantalones, allí donde debieran estar los pantalones y los calzoncillos se encuentra su virilidad desplegada en toda su inmensidad, Ruppert está muy bien dotado debe calzar una polla de unos 22 cm de largo y unos 6 cm de diámetro, una polla considerable se mire por donde se mire, la imagen que en concreto a mi me parece patética seguro que a las esclavas en esos momentos le resultó pavorosa, más cuando Ruppert se encuentra flanqueado por dos fieros dobermanns negros que enseñan sus dientes y gruñen a las muchachas que se mantienen en apiñado grupo en la puerta.

-          Amo Ruppert, nos envía como presente el Amo John para servirle en cuanto usted disponga –intenta decir con voz clara Ashanti, pero le sale apenas un hilillo de voz.

-          Muy bien putillas desnudaros y acercaros.

Las cuatro esclavas se desnudan dejando pulcramente dobladas sus vestimentas al lado de la puerta de entrada, vestimentas que no necesitarán en los siguientes dos días en los que únicamente el dolor y la desesperación cubrirán sus cuerpos.

Cuando se disponen a avanzar hacia Ruppert que se encuentra a unos 10 metros, la verdad es que el hall de la casa es impresionante, éste les grita:

-          No tan deprisa putillas, habréis notado que hay cuatro cuerdas que se dirigen desde la entrada hacia mí.

Ruppert, o algún esclavo suyo, ha tendido 4 sogas que van desde la pared de la entrada hasta las escaleras del hall en las que se encuentra, las 4 sogas está tendidas a una altura de unos 150 cm del suelo y bastante tensas.

-          La entrada a mis aposentos no pueden ser placenteras para una esclava por lo que accederéis a los mismos por “el sendero del sufrimiento”, debéis “montar” la misma e ir avanzando hacia mí.

Las cuatro esclavas pasan una pierna por encima de la cuerda y queda cada una de ellas “montando” la misma, la cuerda aunque tensa cede ligeramente ante el peso de las esclavas y se clava dolorosamente en sus tersos coños, a cada paso que dan la áspera cuerda de esparto frota cruelmente su coño, pero por si esta tortura no fuera suficiente cada 50 cm la cuerda tiene un nudo de grosor extremo, cuando la esclava pase por encima del mismo el nudo castigará aun más duramente el ya dolorido coño por el roce de la cuerda.

-          Además quiero que lo hagáis rapidito –continua disertando Ruppert - las esclavas deben estar deseosas de entregarse al Amo y no deben hacerle esperar. John me ha dicho que una de vuestras carencias es la falta de competitividad, el instinto ganador, y esto es fácilmente solucionable, algunos piensan que con premios, pobre palurdos, lo único que entiende una esclava es el castigo y el dolor, mucho dolor. No se recompensa el triunfo, lo que se castiga es el fracaso y esto es lo que le pasará a la última esclava que llegue hasta mí, castigo, castigo, castigo –repite mientras se golpea la botas con la fusta -. Preparadas, listas, ya

Las esclavas se apresuran a avanzar por la cuerda que clavándose entre sus labios castiga con su áspero rozamiento sus suaves coños. Ashanti, Svet e Ira tienen cierta ventaja ya que son de una envergadura imponente y sus largas y esculturales piernas hacen que el rozamiento de la cuerda aunque doloroso sea soportable, por lo que entre gruñidos y lágrimas de dolor que le arrancan la terrible cuerda, sobre todo cuando han de sobrepasar un nudo que hiere terriblemente sus coños, más mal que bien, con rictus de dolor en sus caras y los labios apretados, llegan al final de la cuerda.

En cambio Yuki tiene todas las de perder, bajita, apenas llega con los pies al suelo y eso a costa de que la cuerda se clave con toda su fuerza en el coño pareciendo que va a partirla en dos. Apenas llega con los pies al suelo y debe avanzar de puntillas. Sobrepasar cualquiera de los nudos es un doloroso tormento, se le antojan tan inexpugnables como un 7000 a un alpinista, son dolorosas montañas que se cruzan en su camino y que solo pueden ser conquistadas a base de dolor.

Sollozando, asustada al ver que sus compañeras ya han llegado al final y a ella aún le quedan tres cuartas partes del camino por recorrer, Yuki se da por vencida, hace un ademán de de “desmontar” la sádica trampa a la que ha sido sometida cuando se oye un alarido de Ruppert:

-          Ni se te ocurra, ¿quién te ha dado permiso? Pass auf –le grita a los dos imponentes dobermanns. Los perros se lanzan al ataque y rodean ladrando a una totalmente aterrorizada Yuki.

-          Si te bajas de la cuerda o te paras los perros te destrozarán, si ya sé que debo respetar vuestra integridad, ¿pero que crees que dirá John si te destrozo y a cambio le dejo elegir a alguna de mis bellas esclavas?  Oh John ha sido un terrible accidente, estoy consternado, permíteme que te resarza, como muestra de mi buena voluntad escoge a cualquiera de mis esclavas –parodia Ruppert poniendo voz afligida.

-          Beissen –ordena a los perros que inmediatamente empiezan a gruñir y a lanzar mordiscos a Yuki.

Una temblorosísima y aterrada Yuki avanza con los ojos anegados en lágrimas, prácticamente histérica, entre pavorosos gritos de terror cada vez que un perro lanza una dentellada demasiado cerca de su coño. La estrategia de Ruppert tiene su resultado y trabajosamente la menuda esclava thai llega al final de la cuerda y se derrumba rota, tanto física como emocionalmente a los pies del cruel Amo que es Ruppert.

-          Bien, bien, bien –se explaya Ruppert golpeándose nuevamente las botas con la temible fusta-. ¿Veis como con la motivación adecuada cualquier esclava es capaz de superar ampliamente sus límites? Bien Yuki prometí mucho dolor para la esclava que perdiera, se castiga el fracaso no se recompensa el triunfo, y esto es lo que vas a tener. Ira, Svet coged a vuestra compañera y seguidme. Ashanti tu también síguenos.

Ira y Svet dulcemente agarran a Yuki por los sobacos y la levantan en volandas del suelo. El pequeño cuerpo de la thai luce desvalido en comparación con las dos imponentes esclavas que aunque con el coño dolorido como muestra su andar dificultoso y el rictus de dolor en sus caras, no puede compararse con el desmadejamiento de la  pequeña Yuki que sigue sollozando histéricamente.

Ruppert se introduce en una de las habitaciones que da al hall, en el centro de la misma e iluminado como si se encontrara en una clínica se encuentra un sillón ginecológico.

-          Abridla bien de piernas e inmovilizadla totalmente.

Yuki, aun ausente de la realidad queda totalmente inmovilizada.

-          Mierda thai -se dirige Ruppert a la pequeña asiática soltándole un terrible fustazo en el coño.

Yuki vuelve dolorosamente a la realidad y enfoca como puede a la persona que le ha provocado ese terrible dolor en su ya maltrecho coño.

-          Bien Yuki, el castigo va a tener varias partes, la primera incluso puede que en algún momento te proporcione placer. Vosotras tres acercaros –indica Ruppert a las tres esclavas.

Entregándole a cada una de ellas una bomba succionadora, les ordena:

-          Svet, pezón derecho, Ira pezón izquierdo, Ashanti clítoris

Las tres esclavas, sabiendo perfectamente lo que se espera de ellas proceden a humedecer y excitar con sus lenguas los pezones y clítoris de la esclava que inmovilizada solo puede dejarse llevar por este mínimo instante de placer, seguro que su irritado y caliente coño agradece la suave lengua de Ashanti humedeciéndolo y refrescándolo.

Una vez los pezones y clítoris de Yuki han sido excitados y están íntegramente cubiertos de una capa de saliva de las esclavas que ayudará a que las bombas hagan un vacio perfecto Ruppert ordena:

-          Proceded a colocar las bombas.

Las tres bombas son tres tubitos de cristal, bastante estrechos y largos que se adaptan perfectamente a los escasos pezones y clítoris de Yuki, el objetivo de las mismas no es como en el castigo que anteriormente sufrió Yuki agrandar sus patéticos senos sino estirar hasta el límite el clítoris y los pezones de la sumisa thai.

Una vez las bombas están colocadas Ruppert acciona los potentes motores de los diabólicos aparatitos y se empieza a realizar el vacio en los mismos.

Poco a poco se ve como el clítoris repta hacia arriba por el tubito saliendo de su capuchón, y lo mismo pasa con los pezones que poco a poco avanzan llenando sus tubitos.

Yuki debido a que está inmovilizada tan solo puede mover la cabeza de un lado hacia otro gritando entre sollozos.

-          No, por favor, me está arrancando el clítoris

De vez en cuando Ruppert afloja la presión para que vuelvan a su estado casi natural para volver a ejercerla aun con mayor potencia, una vez le pregunté porque hacía esta maniobra y me contesto:

-          John por dos motivos, uno para que finalmente tanto pezones como clítoris se elonguen lo máximo de forma totalmente uniforme y sobretodo porque así la esclava no puede acostumbrase al dolor ya que éste varía y cada nuevo estirón le parece aun más cruel que el anterior.

Todo un maestro en el arte de la tortura.

Entre alaridos de dolor y súplicas para que la tortura termine, Yuki debe sentir como intentan arrancarle los pezones y el clítoris. Tanto unos como otro acaban alcanzando su máxima elongación. En ese momento Ruppert acercándose a la cara de Yuki le susurra:

-          Queridísima Yuki, ¿sabes que he puesto en el borde los tubitos?

-          No, Amo Ruppert – susurra aun más bajo una agotada Yuki tras haberse dejado el coño en la cuerda, haber sufrido el pavor de un posible ataque de los dos fieros perros y sentir como unas invisibles pero poderosas garras aferran y estiran su clítoris y pezones hasta casi separarlos de cuajo.

-          Unas bonitas bandas elásticas.

-          No, por favor Amo no lo soportaré, Yuki buena haré todo lo que me pida, se lo ruego –gime Yuki.

-          Si, si lo soportarás, y ¿sabes por qué? Porque no tienes otra opción, no eres dueña de tu cuerpo solo existes para mi placer. Y mi placer es verte sufrir –susurra Ruppert en la cara de Yuki mientras con sus dedos empuja las gomitas de los succionadores de los pezones que se deslizan fuera del tubito para aprisionar fuertemente los mismos.

Un terrible alarido inunda la sala mientras el cuerpo de Yuki se arquea salvajemente pese a las solidas ataduras y golpea su cabeza contra el respaldo del sillón como queriendo perder la consciencia, o tal vez sea una forma de poder sobrellevar el inenarrable dolor al que están sometidos en estos momentos sus pezones que se encuentran prácticamente divididos en dos debido a la terrible presión que ejerce un adminículo tan humilde como una simple banda elástica.

Poco a poco el cuerpo de Yuki asimila el dolor que siente en sus pezones y sollozante se calma ligeramente, lo suficiente como para no luchar contra las ataduras que la inmovilizan sólidamente. Dirigiéndose a Ashanti Ruppert le grita:

-          Puta negra vieja acércate aquí a ver si sirves para algo.

-          Si, Amo Ruppert – responde quedamente Ashanti abandonando a unas aterrorizadas Svet e Ira viendo los tormentos que está sufriendo su compañera.

-          Puta negra la mierda thai está aquí por tu inutilidad, has sido incapaz de educarles y ahora están pagando tus faltas. Ahora vas a enseñar a Yuki una de las peores formas de dolor que existen. Desliza la goma del tubito del clítoris hacia abajo.

-          No, Amo, por favor, no lo haga –gime desesperada Yuki

-          Por favor, Amo, se lo ruego sea benevolente – intenta interceder Ashanti

Ruppert dispara su mano derecha al cuello de Ashanti y haciendo presión se la acerca hasta que sus caras quedan separadas por escasos centímetros.

-          Si aprecias tu miserable existencia ésta es la última vez que abres tu sucia boca sin mi permiso. –le suelta Ruppert con los ojos encendidos de ira mientras apreta inmisericorde el cuello de Ashanti a la que se ve boquear buscando aire.

Ruppert la mantiene así hasta prácticamente el borde de la asfixia, mientras la indefensa negra se debate en busca del preciado oxígeno que le falta, hasta que poniendo los ojos en blanco se derrumba en el suelo prácticamente desmayada.

Mientras boquea en el suelo en busca del vital elemento Ruppert descarga severos golpes con su inseparable fusta azuzándole.

-          Levántate negra de mierda -le grita directamente a su oído inclinándose sobre ella y dominándola con su altura, mientras sigue castigando fustazo tras fustazo el bello cuerpo de la sufrida esclava.

Los ojos de Ashanti reflejan terror, está más allá del miedo. Espero no tener que lamentar haber mandado a las esclavas a esta terrible experiencia.

-          Acércate y desliza la puta goma de una vez sobre el clítoris de Yuki –le continúa gritando Ruppert.

-          Maestra, por favor –suplica Yuki a Ashanti – no lo haga,  no lo soportaré.

-          Pequeña –le dice tiernamente Ashanti – somos esclavas, los deseos del Amo están por encima de nosotras –mientras con lágrimas en los ojos desliza la temible goma hasta el clítoris de la pequeña asiática.

Nuevamente gritos de desesperación invaden la sala, las convulsiones de Yuki son tales que el pequeño cuerpo consigue mover el pesado sillón ginecológico, la cabeza golpea una y otra vez contra el respaldo mientras la pequeña grita y llora sumida en un dolor impensable antes de llegar a este puto infierno. Las pequeñas no se merecen tan terrible castigo pero ahora no puedo hacer nada por ellas, tan solo recompensarlas a su vuelta.

Al igual que pasó con las bandas de los pezones y aunque parezca increíble, Yuki acaba interiorizando la cruel tortura que está soportando y la extrema tensión de su cuerpo va cediendo entre lloros hasta que se derrumba derrotada en el sillín.

-          Querida Yuki, lo estás haciendo muy bien y tan solo te queda una última prueba. Vas a tener que morder esta cuerda –le muestra Ruppert una cuerda a Yuki que sube por una polea – que acaba en una pesa de 15 Kg, y la vas a tener que aguantar con tus dientes mientras descargo diez fustazos en tus tetas. Esto es para dejar de oir tus jodidos gritos. Pero el extremo de la cuerda que muerdes también irá atado a la cuerdecita que hay en la banda que sujeta tu clítoris. Si en algún momento gritas y tus dientes dejan escapar la cuerda la pesa caerá de golpe, pondrá en tirante la cuerdecita de tu clítoris y te lo arrancará de cuajo. Sencillamente te quedarás sin clítoris.

-          No Amo, no –grita desesperada Yuki-

-          Muerde la cuerda o le digo a mis dobermann que te arranquen el coño a mordiscos –grita Ruppert a tan solo unos centímetros de los aterrorizados ojos de Yuki.

Yuki muerde fuertemente la cuerda. Mientras tanto Ruppert cubre con un extraño aparato la parte de clítoris que sobresale por encima de la banda elástica. El resto de esclavas abrazadas entre sí para infundirse ánimos siguen la escena aterrorizadas sin atreverse a decir nada.

-          Bien Yuki , empezamos –dice pausadamente Ruppert mientras alza la diabólica fusta y descarga un tremendo trallazo en el aprisionado pezón derecho de Yuki.

Yuki deja escapar un gutural sonido de dolor entre sus dientes mientras arquea el cuerpo. El dolor del golpe se multiplica por mil al estar el pezón severamente aprisionado hace ya algunos minutos.

-          Uno, maravilloso pequeña.

Nuevamente se oye el silbido de la fusta rompiendo el aire y esta vez impacta en el pezón izquierdo.

Yuki soporta la tortura como puede y cierra fuertemente los dientes sobre la temida cuerda.

-          Van dos.

Nuevo silbido y nuevo impacto sobre el pezón derecho, que aun no se debe haber recuperado del impacto anterior.

Yuki no lo va a conseguir, pienso, está acostumbrada a sesiones de placer y dolor, pero este hijo de puta tan solo les está proporcionando dolor, y en grado sumo. Mi pobre niña no podrá soportar esto.

-          Tres

Nuevo silbido y un nuevo y atroz impacto sobre el pezón izquierdo, metódicamente Ruppert va alternado de pezón.

-          Cuatro

La cara de Yuki es una máscara de dolor en estado puro, los dientes fuertemente apretados contra la cuerda, la mandíbula tensa y los ojos anegados en lágrimas. Su cuerpo totalmente tenso debido al dolor que sufre y cubierto del sudor por el dolor y el terror que siente.

Los inmisericordes azotes se van alternando cinco –pezón derecho- seis –pezón izquierdo. Ánimo ya solo quedan cuatro, mi querida Yuki puede hacerlo.

Entonces Ruppert cambia de estrategia y repite golpe sobre el pezón izquierdo, que aun palpita de dolor por el anterior fustazo. El cambio de ritmo ha descolocado totalmente a Yuki que grita abriendo la boca, la cuerda se escapa de entre sus dientes, pero en un alarde felino se lanza contra la misma y en un último segundo consigue con la punta de los dientes retener unos pequeños hilillos de la deshilachada cuerda.

Yuki debe mantener fuertemente apretados los dientes, ya que ahora no muerde la cuerda sino los trozillos deshilachados en los que acaba el cabo. La cara está bañada en lágrimas de dolor y el sudor del esfuerzo que está realizando resbala sobre la misma martirizando sus ojos.

-          Yuki vas a ser incapaz de aguantar cuatro fustazos en estas condiciones, deja escapar el cabo y resígnate a tu suerte –le dice suavemente Ruppert.

Incapaz de moverse la pequeña esclava mantiene obstinadamente los dientes apretados en torno a la escasa cuerda que aún queda en su boca.

-          Hasta los cojones me tienes puta chinita –le increpa Ruppert mientras descarga los cuatro fustazos restantes sin solución de continuidad en los doloridos pezones de la sufrida esclava.

Entre alaridos de dolor Yuki suelta la cuerda y percibe el tirón en su delicado clítoris. Yuki entra en un paroxismo de terror. Lágrimas ruedan por su cara, grita no, no, no intentando negar lo evidente, se mea encima incapaz de controlar su cuerpo.

El resto de esclavas también están llorando, abrazadas entre si y ocultando sus cabezas las unas en los hombros de las otras sin atreverse a mirar la dantesca escena.

Muy poco a poco Yuki se recupera del tremendo síncope y mira a su entrepierna, cuando con un suspiro de alivio ve que su clítoris sigue en su sitio.

-          Yuki, no puedo arrancarte el clítoris, aunque de buena gana lo haría. La segunda cuerda estaba trucada y se mantiene unida por dos imanes, en el momento en que cae la pesa los imanes se separan y dejan tu clítoris intacto.

-          Gracias Amo, gracias –agradece entre lágrimas Yuki.

Tengo que reconocer la maestría de Ruppert, acaba de torturar de la forma más cruel e inimaginable a mi esclava y ésta le está dando las gracias de forma sincera. Maneja estupendamente el terror sicológico, los perros, la puesta en escena nazi, el hacerle creer que le habían arrancado el clítoris, pobre niña.

Al oír esto las esclavas se abrazan alborozadas, cuando de repente un nuevo alarido de Yuki inunda la sala mientras la pequeña esclava cae inconsciente.

-          Por supuesto Yuki ha fracasado y no podía dejarla sin castigo –se dirige Ruppert a unas atónitas esclavas – El aparato que le he puesto anteriormente en el clítoris está cargado con tres agujas que acaban de atravesarlo de parte a parte.

Las esclavas reculan aterrorizadas mientras Ruppert dirigiéndose a ellas les dice:

-          Tengo una bonita prueba para vosotros mientras vuestra compañera descansa.

Pobres niñas, y aun no han pasado dos horas desde que ingresaron en este infierno.

Nota: Presento a Ruppert como la némesis de John ya que este relato es terriblemente cruel y cualquier Amo como John no haría pasar a una esclava por este suplicio, es una forma de explorar caminos pero lo que ocurre en este capítulo poco tienen que ver con el sado, no es sano –la mente de Ruppert no es la de un Amo es la de un sicópata sin empatía -, no es seguro -lleva a la esclava más allá de sus límites sicológicos pudiendo quedar severamente dañada- y por supuesto no es consensuado.

En función de la valoración y los comentarios que me hagáis llegar tanto a través de todorelatos como a mi correo reconduciré la serie de una forma u otra.