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Hartwell Academy

en Dominación

Allí estaba yo, a mis 52 años lamiendo delicadamente el dulce y juvenil coñito de Miss Samantha.

Permitid que me presente, mi nombre es John y según mi contrato soy asistente personal de la renombrada Hartwell Academy, una gloriosa institución cuyos orígenes se remontan a la época victoriana.

La Hartwel Academy fue fundada en 1.852, en plena época victoriana, por Miss Violet como una academia en la que las señoritas de alta alcurnia pudieran formarse. En aquella época eran normales e incluso estaban socialmente bien aceptados los castigos corporales por lo que las niñas se llevaban sus buena zurras de las maestras y éstas descargaban su ira en el servicio doméstico de la academia.

Miss Isolina, digna sucesora de Miss Violet, sufragista convencida y líder del movimiento de Liberación Femenina minimizó los castigos a las alumnas pero a cambio intensificó los castigos al personal de servicio doméstico, que paulatinamente fue cambiando de personal femenino a personal masculino.

Miss Elisabeth se encontró casi todo el camino hecho para mutar la Hartwell Academy en una verdadera academia Femdom a la que actualmente asisten jovencitas entre los 18 y los 25 años para formarse académicamente pero también para aprender las artes de la dominación femenina.

A esta academia solo pueden acceder señoritas de las más prestigiosas familias británicas, ya que aparte del exorbitante coste, unos 90.000€ al año, la nueva alumna debe venir recomendada por al menos tres exalumnas. Esto hace que prácticamente en la totalidad de las familias de las alumnas actuales sean férreos matriarcados gobernados por la firme mano de una mujer que es la dueña absoluta. Esto por supuesto también incluye los hombres que se hayan a su alrededor.

A principio de curso a cada jovencita se le asigna lo que la academia designa eufemísticamente un asistente personal. Algunos de mis amigos piensan que en realidad soy un mayordomo de las jovencitas pero la realidad es mucho peor y más humillante eres su esclavo para que la niña se vaya habituando a mandar y ser obedecida sin ningún tipo de miramiento.

Ayer se inició el curso y este año soy el esclavo de Miss Samantha, una bellísima pero como ya he podido comprobar caprichosa jovencita de 18 años. Este es mi primer año en la academia pero según me contó Miss Rowena, la actual SchoolMistress, Miss Constance la madre de Miss Samantha pasó por esta insigne institución hace 22 años y llegó a ser célebre por su crueldad y por el exquisito manejo del látigo que adquirió  a base de muchísima práctica.

Ayer inmediatamente después de ser asignado me personé en la habitación de Miss Samantha y tras presentarme respetuosamente indicándole que era su asistente personal, hizo que me apoyara en el respaldo de la silla y bajándome los pantalones y calzoncillos me propinó una terrible paliza con el cinturón, 50 severos y dolorosísimos azotes que fueron aplicados mientras en su bella y angelical cara se iluminaba con una sonrisa. Tras tan gratuita azotaina me  informó que tan cruel castigo era tan solo para que me hiciera una idea de lo que podría llegarme a suceder si no tenía todo de su agrado.

Al ver que Miss Samantha se va desperezando intensifico las caricias de mi lengua en el clítoris de la jovencita.

-          Muy bien perrito, tengo ganas de orinar pero no tengo ganas de levantarme de la cama aún.

Sin previo aviso deja escapar un abundante chorro de orina, por suerte puedo aplicar prontamente mi boca al sabroso coñito de la niña y a duras penas consigo tragarme toda su orina para posteriormente con mi lengua limpiar suavemente su delicado coño. Aunque me repugna no quiero arriesgarme a recibir otra paliza como la de ayer, aun siento el culo tremendamente dolorido.

Con cara traviesa me tira cuatro dados de colores y me dice lánzalos. Tres dados son los típicos de seis caras y el otro es un dodecaedro de doce caras.

-          ¿Qué ha salido? –me pregunta curiosa

-          En el dodecaedro un ocho en el rojo un cinco, el azul un dos y el verde un seis.

-          Acércate al armario de castigo y ábrelo.

El armario de castigo es un pequeño armario de pared que contiene material para que las alumnas puedan castigarnos, fustas, palas, pinzas… Todas las habitaciones está preparadas para poder inmovilizarnos, atarnos a la cama, a la pared, suspendernos del techo…

-          Ayer mientras te esperaba me entretuve etiquetando algunas herramientas del armarito y verás también una lista.

-          Si Miss Samantha –le digo mientras me dirijo al armario temiéndome que esto no va a acabar en nada bueno para mí.

-          A ver el dado rojo había sacado un cinco. ¿Cuál es el instrumento marcado con un cinco? –me pregunta Miss Samantha desde la cama.

Al verlo me quedo lívido, es una terrible y pesada paleta agujereada y con protuberancias.

-          La paleta Miss Samantha –me apresuro a responder.

-          ¿Qué bien? Uno de mis instrumentos favoritos –me responde dando palmas con una resplandeciente sonrisa en su cara, igual que una niña desenvolviendo los regalos de navidad.

-          El azul un dos. Verás una lista pegada en la puertecita del armario ¿que pone en el segundo lugar?

-          Culo, Miss Samantha –respondo mientas un intenso escalofrío de terror recorre mi cuerpo, los azotes de la terrible palmeta en mi culo maltrecho tras la gratuita paliza de ayer van a ser terribles.

-          Vamos a ver el dodecaedro indica el número de golpes. Ocho

Bueno, pienso, va a ser doloroso pero ocho golpes los puedo aguantar, podría haber sido peor y haber sacado un doce.

-          Y finalmente tenemos el dado verde. ¿Qué había sacado?

-          Un seis Miss Samantha

-          Bien seis por ocho. Cuarenta y ocho si no me equivoco. ¿No es así? Reclínate sobre el escritorio –me ordena mientras de un salto se pone en pie.

-          Por favor Miss Samantha –replico en un balbuceo mientras el miedo hace que rompa a sudar comprendiendo el pavoroso castigo al que me enfrento –no puedo, tenga piedad –le digo mientras me lanzo al suelo e intento besar sus pies en busca de clemencia.

-          Gusano –me replica mientras noto como una descarga eléctrica recorre mi escroto y me deja paralizado de dolor.

Es un método de seguridad que llevamos implementados todos los esclavos, ya que algunos no estamos aquí por voluntad propia. Yo mismo hasta la semana pasada era un triunfador. Disfrutaba de una vida estupenda, era el dueño de una pequeña cafetería, tan solo tenía una cocinera Lisseth y una camarera Pam, dos rubitas de muy buen ver a las que me follaba reclinadas contra alguna mesa del restaurante o tenían que engullir mi polla si querían cobrar a final de mes la parte de salario que les pagaba en negro.

Hace un año me subieron el alquiler y para colmo de males abrió un Starbucks con su estética cool. Todo empezó a ir de mal en peor. Me entrampé reformando el local intentado ser más cool, dejé de pagar a proveedores y a Lisseth y Pam. Finalmente me acusaron de quiebra fraudulenta y en el juicio esas dos zorras contaron todo sobre mí, que les pagaba en negro, que abusaba sexualmente de ellas...

En el acto de conciliación previo la jueza que instruyó mi caso me recomendó encarecidamente que pagara a las dos zorras de mis camareras los sueldos atrasados más una cuantiosa indemnización por los abusos cometidos, o pasaría los siguientes 25 años de mi vida en la cárcel.

Al replicarle que estaba totalmente arruinado me proporcionó el nombre de esta academia. El trato que me propusieron, según ellos en deferencia a la jueza, notable ex alumna de tan insigne institución, era adelantarme los salarios de los siguientes cinco años para enjuagar la deuda y dado que en la institución tenía alojamiento y manutención gratis al cabo de cinco años sería pobre como una rata pero la otra opción era prisión prácticamente de por vida.

Iluso de mí pensé que cinco años en un colegio de señoritas como asistente personal serían humillantes pero ni en mis peores pesadillas pensé que estaría a total disposición de los designios de una niña caprichosa. Tras firmar los papeles y enjuagar la deuda Miss Rowena me aclaró exactamente cuál era mi cometido, a lo que me opuse enérgicamente pero una llamada a la jueza me puso en mi sitio, me indicó que si era tan gilipollas de tomar un trabajo sin informarme y encima gastarme el sueldo de los siguientes cinco años ahora no tenía escapatoria, si renunciaba al trabajo haría que el resto de mi vida transcurriera en las cárceles más duras del Reino Unido.

Como detalle curioso decir que el nombre de la jueza no es otro que Miss Constance, la madre de Miss Samantha.

Por supuesto en estos momentos yo no podía pensar en esto, tan solo gemía desde el suelo suplicando piedad a una sádica Miss Samantha para que dejara de propinarme las dolorosísimas descargas que me hacían retorcer entre terribles calambrazos celebrados con grandes carcajadas por parte de la cruel jovencita.

-          ¿Ves perrito? Enfadar a tu Ama es malo para ti –me dijo con voz de nenita malcriada.

-          Si, Ama, por favor Ama déjeme adoptar la posición para que pueda castigarme –supliqué lloroso, mientras terriblemente dolorido apoyo mi torso en el escritorio para que mis nalgas queden a disposición de la terrible paleta.

-          Bien, ve contando los azotes –me dice Miss Samantha mientras lanza el primer zurriagazo.

El impacto es terrible, muerde mis ya laceradas carnes, la palmeta es diabólica, terriblemente pesada, Miss Samantha apenas tiene que hacer esfuerzo para que golpee violentamente mis carnes, los agujeros hacen que corte fácilmente el aire y el rozamiento apenas la frena.

Al impactar siento como en mi culo estalla un festival de dolores, primero se nota un dolor sordo, intenso, debido a la tremenda fuerza con la que golpea mis nalgas, inmediatamente aparecen multitud de pinchazos que se reparten por todo el culo debido a las protuberancias que se han clavado firmemente en mis carnes y finalmente un dolor lacerante, intenso, donde los bordes de la palmeta y sus agujeros han mordido la carne.

-          Uno, Miss Samantha –consigo decir apretando los dientes.

-          Perrito te voy a contar una de las más preciadas reglas de mi madre –me dice Miss Samantha mientras un nuevo azote hace que una oleada de dolor invada mi cerebro.

-          Dos, Miss Samantha.

-          Cada mañana vas a tirar los dados – prosigue mientras un nuevo golpe me hace ver las estrellas.

-          Tres, Miss Samantha.

-          Y cada mañana te vas a llevar un castigo aleatorio –nuevo azote.

-          Cuatro, Miss Samantha.

-          Totalmente gratuito, sin que hayas hecho nada para merecerlo–nuevo azote.

-          Cinco, Miss Samantha –consigo decir entre lágrimas.

-          Para que sepas que estás a merced de mi capricho y del azar –otro azote tortura mis carnes.

-          Seis, Miss Samanta –me siento desvanecer de dolor, no voy a poder aguantar este pavoroso castigo.

-          Esto te recordará cada día que eres un esclavo –la palmeta cae implacable sobre mi dolorido trasero.

-          Siete, Miss Samantha.

De repente suena la campana que indica que en media hora las alumnas tienen que estar en el comedor para desayunar. Entre la niebla que el dolor produce en mi cabeza pienso, salvado.

-          Perrito, no hace falta que los cuentes, ya lo hago yo por ti –me dice Miss Samantha

Y de repente los azotes empiezan a caer rápidamente sobre mi culo, el ritmo es tan intenso que no hay un mínimo intervalo de respiro entre uno y otro, mi culo es un hervidero de avispas, me contorsiono intentando huir de los crueles azotes, pero milagrosamente consigo mantener las manos aferradas al escritorio.

Apenas percibo el chorro de orina caliente que resbala por mis piernas, me he meado como un perro apaleado. Esto no parece importarle a Miss Samantha que continúa implacable el castigo.

Poco a poco mi cerebro se nubla incapaz de asimilar tanto dolor, todo se desdibuja a mí alrededor  y cuando me abandono a la bendita inconsciencia noto como una mano me aferra del pelo y me tira al suelo ordenándome:

-          Limpia todo este desaguisado y espera aquí a que vuelva de las clases –me ordena Miss Samantha mientras se dirige al baño para vestirse.

Mientras me intento recuperar pienso que cuesta creer que una chica tan preciosa sea tan cruel.

-          Hasta luego perrito –me dice mientras me da un fugaz beso en los labios que me deja anonadado y me sabe a gloria, apenas ha sido un ligero roce de sus labios con los míos, su fresca fragancia me ha invadido y he podido sentir la suave piel de sus jugosos labios.

Absorto en mis pensamientos de repente un mensaje aparece en mi pulsera localizadora. “Preséntate inmediatamente en dirección”. Me apresuré a cumplir dicha orden y en unos minutos me encontraba golpeando la puerta del despacho de Miss Rowena.

-          ¿Se puede? –interrogué mientras abría la puerta.

-          Pasa y acércate –me dice amablemente Miss Rowena que se levanta de detrás de su impresionante escritorio.

Al acercarse a mí de repente siento un pitido en mi oído izquierdo y un sordo dolor en el lado izquierdo de mi cara, sin pestañear y sin ningún aviso previo Miss Rowena me ha soltado un tremendo bofetón.

-          ¿Quién te ha ordenado hablar cuando has llegado?

Mientras el oido que ahora me zumba es el derecho, ya que ha acompañado la frase con otro fortísimo guantazo, esta vez con el revés de su mano.

-          En mi presencia siempre debes estar desnudo.

Y acompaña la orden con un nuevo sopapo.

-          Y de rodillas.

Y como podéis imaginar me calza una nueva ostia para recalcar la orden.

-          Ya

Mientras sin ningún esfuerzo aparente incrusta su rodilla en mis huevos haciendo que me doble de dolor y caiga al suelo. Resoplando intento cumplir lo más rápidamente posible sus órdenes y me despojo de mis ropas quedando de rodillas ante la impresionante Schoolmistress.

Los verdes ojos de Miss Rowena centellean de ira mientras me mira. Es una impresionante hembra pelirroja de unos 180 cm de altura a los que hay que añadir quince centímetros de sus altísimas botas. Hace que un hombre como yo de 175 cm parezca escoria a su lado.

Los tirabuzones de la salvaje y frondosa melena pelirroja se desparraman como fuego alrededor de sus suaves facciones. En la nívea piel de su cara resalta una nariz recta, unos profundos ojos verdes que recuerdan a un mar embravecido y unos jugosos y colmados labios apetecibles cual fruta madura.

A sus treinta y poco años Miss Rowena goza de un cuerpo de diosa hecha para el pecado. La blusa blanca aprisiona sus dos impresionantes pechos que se muestran maduros y plenos. Debido a su subyugadora altura cuando acerca a mí prácticamente avasallan mi cara y antes del primer sopapo he podido disfrutar de una breve visión de la parte superior que deja entrever su escote abierto, níveos como toda ella pero salpicados por graciosas pecas. La cintura estrecha se abre a unas vigorosas caderas de briosa potranca y un macizo culo que tensa hasta límites insospechados la falda negra de tubo que se desliza por sus infinitas piernas para acabar justo por encima de sus rodillas. Casi lamiendo el final de la falda aparecen unas altísimas botas negras con un vertiginoso tacón de 15 cm que realzan al máximo las esculturales piernas de Miss Rowena.

Arrodillado a los pies de tan extraordinaria hembra me encontraba tembloroso, sin saber porque me había ordenado venir ni que me depararía esta visita.

-          Bien, perro. Esta mañana Sam ha tenido que accionar el “reductor de esclavos” – me dice haciendo el signo de comillas con sus delicadas manos- las niñas saben que no es un juguete y que solo lo deben utilizar para su protección personal, lo que me hace suponer que has cometido alguna falta imperdonable. ¡Explícate perro!

-          Miss Rowena, Miss Samantha ha utilizado alevosamente el dispositivo cuando estaba rogándole que no me castigara, le juro que no he hecho nada malo –intento convencer a Miss Rowena.

-          Por suerte he llamado a Sam. Sam pasa –eleva ligeramente la voz Miss Rowena y Miss Samantha con cara angelical entra en el despacho.

-          Usted dirá, Miss Rowena –se presenta modosita Miss Samantha.

-          ¿Qué ha pasado esta mañana para que tuvieras que utilizar el reductor? Sabes que está severamente castigado hacer uso de él sin motivo justificado, y este perro dice que lo has utilizado mientas estaba suplicándote –le interroga severamente Miss Rowena.

-          Es que me ha asustado –miente descaradamente Miss Samantha poniendo vocecita de niña y haciendo pucheros – se ha tirado violentamente a mis pies y en un acto reflejo he pensado que quería atacarme y he pulsado el reductor. Es que soy tan asustadiza –dice con dulce voz y la mirada baja- por eso mamá me ha mandado a esta noble institución, para que bajo su sabia dirección aprenda a ser una mujer fuerte como usted y como mamá –seduce Miss Samantha a Miss Rowena.

-          Pero es mentira – replico desde mi humillante posición

En mis huevos explota el terrible dolor de una nueva descarga eléctrica, ha sido un breve calambrazo pero dolorosamente intenso que corta cualquier réplica que pudiera hacer.

-          ¡Cállate sabandija! –me ordena Miss Rowena o mantendré pulsado el botón bastante más tiempo.

Miss Rowena se ha encarado hacia mí y a sus espaldas Miss Samantha como una niña traviesa me saca burlonamente la lengua.

-          Por esta vez seré indulgente –prosigue Miss Rowena.

-          Buff, me he librado –pienso internamente para mí.

-          Tan solo serán cincuenta azotes con la caña en vez de cien.

Resignado acepto el castigo, poco a poco veo cual va a ser mi futuro en esta institución y sé que nada de lo que diga va a poder cambiar las cosas, mi ya maltratado culo va a ser castigado injustamente de nuevo, aun no llevo 24 horas y ya he probado el pesado cinturón, la temible palmeta y ahora se van a cebar conmigo con la odiosa caña.

-          Súbete en el potro –me indica Miss Rowena mientras recalca la orden dando unos suaves golpes en el mismo con la caña que ha seleccionado de entre la interminable colección de fustas que adornan las paredes de sus despacho.

El potro es un aparato siniestro, en forma de L te atan a él las piernas, los muslos, el torso y los brazos inmovilizándote totalmente al tiempo que te deja el culo totalmente expuesto a los feroces ataques del cinto, fusta, caña… No hay forma posible de escapar del castigo y te sientes tremendamente impotente ya que no puedes hacer absolutamente nada para evitarlo tan solo dejar que el castigo transcurra encontrándote totalmente a merced de tu dueña.

-          Vaya, veo que no has estado ociosa –le dice Miss Rowena a Miss Samantha mientras da unos suaves golpecitos en mi maltrecho culo con la caña.

-          Ya sabe la filosofía de mamá, a los esclavos hay que castigarlos diariamente para que no se relajen –replica Miss Samantha con voz de niña sabihonda.

-          Ah sí, Constance, tu madre, coincidí con ella un año en esta noble institución y aún recuerdo su máxima de aquella época–replica Miss Rowena- Si dudas si has castigado demasiado a un esclavo

-           Sigue un ratito más –estallan las dos bellas mujeres entre grandes carcajadas.

-          Veo que aún no has utilizado la caña

-          No, Miss Rowena, es un instrumento delicado y no lo he utilizado nunca.

-          Bueno pues ya va siendo hora, acércate a la pared de enfrente y coge la de más abajo. Como verás es totalmente distinta a la mía. La tuya es una caña de bambú, con ella deberás golpear fuertemente ya que es extremadamente ligera y de tan solo 100 cm de largo. Es una caña para principiantes.

-          ¿Y la que utiliza usted? –pregunta interesadísima Miss Samantha

-          Ah, la mía es el top de las cañas, es la caña reina, una caña para profesionales, alma de acero, recubierta de fibra de vidrio y acabada en un finísimo cuero, empuñadura ergonómica y unos impresionantes 150 cm de longitud–replica Miss Rowena con una profunda y sensual voz

Tan solo oir describir a Miss Rowena el infernal instrumento de castigo hace que se me pongan los pelos de punta, pero notar que su sensual voz se vuelve ronca de excitación cuando habla de la misma hace que escalofríos de otro tipo recorran mi cuerpo, esta impresionante mujer adora la sensación de poder que le otorga tan terrible instrumento.

Gracias a un espejo que tengo enfrente de mí veo que Miss Rowena se coloca a mi derecha y Miss Samantha a mi izquierda.

Miss Samantha apenas sobrepasa el metro sesenta, tiene una belleza angelical, la melena rubia se desborda alrededor de su cara en la que resaltan unos vívidos ojos azules, de un azul intensísimo y unos labios delicados que acostumbran a hacer pucheros en un gracioso mohín cuando algo no le satisface. El cuerpo es delicado, aún no del todo formado, es el cuerpo de una adolescente de dieciséis años, pechos pequeños pero firmes que se dejan entrever a través de su blusa de colegiala  generosamente abierta, cintura esbelta no tiene un solo gramo de grasa. Lo mejor de ella es su lindo culo, firme, no muy grande pero terso debido a la juventud. La falda de colegiala apenas llega a cubrirlo, mostrando unas piernas esbeltas, bien formadas, que acaban en unos lindos zapatos de salón con sus buenos diez centímetros de tacón. Nadie creería que este bello y delicado ángel rubio pueda ser tan despiadado y disfrute tanto causando dolor y humillación.

El contraste entre las dos es extraordinario Miss Samantha, con su pelo rubio y delicado cuerpo parece un ángel al que hay que adorar. Miss Rowena con su salvaje melena pelirroja y su presencia apabullante parece una diablesa hecha para caer en el pecado.

También hay gran contraste en su actitud. La serena madurez de Miss Rowena frente a la alegría exorbitante de la juventud de Miss Samantha, el tremendo aplomo de una con la aterradora fusta entre sus manos que maneja como si fuera una parte más de su cuerpo, frente a la inseguridad de qué hacer con ella de la otra.

Ensimismado en mis pensamientos oigo como Miss Rowena instruye a Miss Samantha:

-          Sam, apunta al centro del culo e intenta que el golpe sea paralelo al suelo abarcando las dos nalgas.

Se oye como el suave silbido de la caña corta el aire y siento como si un centenar de avispas me hubieran picado, el escozor es tremendo.

-          Bien, no ha estado mal, pero en el próximo golpe ayúdate de un giro de cadera para darle más fuerza. Mira como lo hago yo –continua instruyendo Miss Rowena

No sé si debido al miedo mis sentidos se han agudizado, pero antes de sentir el azote vuelvo a oír el silbido de la caña y es totalmente distinto al anterior, más grave, solo con oírlo se nota que esta caña corta más rápidamente el aire y que es más pesada.

Si el azote anterior fue como si un centenar de avispas picotearan superficialmente mi culo, ahora un tsunami de dolor estalla en él y se transmite inmediatamente por todo mi cuerpo, el azote de la terrible caña de Miss Rowena es profundo, el dolor duradero, la caña ha descargado la tremenda energía del golpe a lo largo de toda la superficie en la que ha impactado. Noto un aterrador cordón de dolor claramente definido en mi culo, sin necesidad de verlo siento nítidamente cada una de las células que ha golpeado atrozmente, noto como palpitan de dolor y como éste persiste mientras un rugido sale de mi garganta y mi cuerpo se tensa.

-          Uala –se ilusiona Miss Samantha- justo por encima del mío, pero el suyo es más bonito, el mío tan solo ha dejado una ligera marca mientras que el suyo ha quedado nítido, definido, espero algún día poder llegar a manejar la caña como usted Miss Rowena.

-          Práctica querida niña, práctica, así que vamos.

Una tremendamente motivada Miss Samantha descarga un nuevo golpe y se nota que sigue los consejos de la schoolmistress ya que es bastante más doloroso que el primero.

Un nuevo azote de Miss Rowena y mis ojos se llenan de lágrimas mientras mi garganta se rompe por el rugido de dolor que escapa de ella.

El castigo prosigue lentamente, me encuentro totalmente roto, firmemente atado al potro, derrumbado de dolor, tan solo puedo sollozar y suplicar piedad a estas dos inmisericordes amas que prosiguen de forma implacable el cruel castigo.

En algún momento del castigo debido al tremendo dolor se me ha ido la cabeza y poco a poco vuelvo a recuperarla, con apenas fuerzas miro por el espejo y la imagen que me devuelve éste es impresionante.

En el fragor del castigo la camisa de Miss Rowena se ha desabrochado y muestra sus inmensos pechos, realzados por un sujetador de media copa que apenas cubre el pezón y deja ver su excitante parte superior, la falda de tubo ha reptado por sus caderas ofreciendo una bellísima visión de sus mulos, pero lo más interesante es el salvaje fulgor de sus ojos, la melena alborotada por el ejercicio realizado y los labios sensualmente entreabiertos, sus níveos dientes muerden sensualmente su labio inferior disfrutando de cada golpe.

Al igual que con Miss Rowena, los movimientos han hecho que la camisa de Miss Samantha también se haya desabrochado y sin pudor enseña su juvenil cuerpo, la mínima falda adquiere vuelo en cada golpe y deja atisbar sus fabulosos muslos. Ella también refleja excitación en su cara, concentrada antes de cada golpe muerde su rosada lengua que sobresale entre sus inmaculados dientes. En su límpida mirada se observa la alegría que le produce cada azote.

Os parecerá increíble pero en estos momentos me siento un hombre afortunado, ya que estas dos impresionantes mujeres están disfrutando con mi cuerpo, me siento orgulloso del placer que les proporciono y paralelamente a pesar de los terribles dolores de mi cuerpo noto como mi polla empieza a endurecerse ¿Será posible que habiendo recibido tres brutales palizas me haya excitado la visión de las dos sensuales hembras?

-          Lo has hecho muy bien Sam, desátalo –oigo a Miss Rowena, y caso siento pena porque tan tremenda paliza haya finalizado.

-          ¡Miss Rowena, el muy cerdo se ha excitado! – grita Miss Samantha al desatarme y verme con la polla en todo su esplendor.

-          Algunas veces pasa, mi querida niña –me dice Miss Rowena acercándose a mí.

El miedo me inmoviliza, estoy aterrado por las consecuencias que pueda traer mi inoportuna erección. Curiosa la adolescente coge mi polla y ésta empieza a soltar chorros de semen. Una gran carcajada sale de la garganta de Miss Rowena.

-          Tan solo ha hecho falta un ligero roce en su polla para que se corra como un inexperto colegial.

Tremendamente avergonzado intento disculparme:

-          Lo lamento Miss Rowena, Miss Samantha

-          Perro a cuatro patas –corta mis disculpas Miss Rowena – id a vuestra habitación que ya mandaré yo arreglar este estropicio, valiente eyaculador precoz tenemos. Sam te ha tocado un esclavo pichafloja.

-          Es que es un perrito muy viejo y se hace sus cositas encima–replica desdeñosamente Miss Samantha mientras me saca la lengua.

Totalmente humillado por este jovencita nos dirigimos a su dormitorio, ella caminando altiva y yo siguiéndola como puedo a cuatro patas con el culo en carne viva mostrando las señales de los castigos recibidos.

Al llegar a la habitación:

-          Has de controlar tus eyaculaciones, y para que aprendas a estar atento a tus pelotas vamos a jugar a un juego muuuuuy divertido. De pie y manos a la espalda–me reprende Miss Samantha con cara de niña traviesa.

Cogiendo unas esposas del armarito encadena fuertemente mis manos a la espalda y con una soga hace un nudo corredizo que aprisiona mis testículos.

Cogiendo un gran plástico lo extiende debajo de una polea que hay en el suelo y me dice mientras me guiña un ojo:

-          No queremos dejarlo todo lleno de sangre si hay un accidente

Cada vez estoy más asustado, con los huevos atados por una soga y las manos inmovilizadas la sonrisa de esta niña me produce escalofríos. Miss Samantha pone en el suelo, justo debajo de la polea, dos tacos de madera de 30 cm de alto  y de 10 por 10 de superficie me ordena.

-          Sube

De puntillas apoyando tan solo la parte delantera del pie mantengo un precario equilibrio sobre los tacos, si me caigo la ostia con las manos atadas puede ser de campeonato. Cuando pensaba que esto iba a ser duro la dulce niña pasa el extremo de la soga por la anilla del techo y la ata a la pared.

De repente me encuentro en inestable equilibrio de puntillas sobre dos tacos y con los huevos atados a la pared.

-          Ves perrito, si no aguantas la posición te vas a castrar tu mismo. Para que veas que soy buena he puesto el plástico para que no tengas que limpiar la sangre.

-          Por favor, Miss Samantha, azóteme por haberle fallado pero no me haga esto –le suplico, quien iba  a decirme hace 24 horas que iba a estar suplicándole a una adolescente que me golpeara.

-          Estoy cansada de tus súplicas lastimeras –me dice mientras se pone unos cascos a través de los cuales se oye la música que ha puesto a todo volumen.

Los minutos se hacen interminables, terriblemente cansado por las palizas recibidas mis piernas apenas me sostienen y empiezan a temblar.

-          Por favor Miss Samantha –suplico.

Como puedo giro ligeramente la cabeza para ver a la bella jovencita y aterrado veo que se ha dormido. El sudor del miedo cubre todo mi cuerpo.

Al final sucede lo inevitable y en un momento pierdo el equilibrio de un pie y doy con mis huesos en el suelo. Un terrible grito agónico sale de mi garganta y rompo a llorar histérico, me han castrado.

-          Tranquilo perrito –me dice Miss Samantha.

Apenas la oigo, sigo sollozando histéricamente. Miss Samantha me arrea dos tremendos bofetones que hacen que vuelva a la realidad.

-          Aun conservas tu mierda de huevos –me dice mientras me muestra un trozo de cuerda- en realidad son dos cuerdas unidas por imanes y cuando te has caído se han separado dejando libres tus huevos –me explica.

-          Gracias Miss, gracias –sollozo agradecido mientras beso fervorosamente sus zapatos.

-          Aun no es el momento de castrarte perrito, pero ya llegará el día –me responde la despiadada jovencita – ahora voy a dormir la siesta que estoy cansada.

Tumbado en el suelo, roto física y anímicamente, pienso que si en menos de 24 horas he recibido tres atroces castigos y me han torturado sicológicamente hasta dejarme hecho un guiñapo, cinco años se van a hacer muy largos, pero al mismo tiempo tengo una tremenda erección, lástima que esté esposado.