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Nuevas experiencias - 15

en Hetero: Infidelidad

Dormimos juntos, como una pareja de novios. Él se durmió pronto, un poco antes de las doce, y me quedé observándolo respirar. Su pecho, amplio y fuerte, subía y bajaba emitiendo un suave ronquido que no molestaba. Pensé en mi chico, en Jorge. En mí. Quería a Nico, de eso estaba segura. Y tampoco dudaba de que Jorge me atraía mucho. Era obvio e indiscutible que me encantaba el sexo con él y nos complementábamos perfectamente, como si lleváramos haciéndolo años. En algunos momentos dudaba si ya no era únicamente una pasión sexual. Lo cierto era que me gustaba mucho, y quería seguir follando con él todo lo que pudiera.

Pasé mi dedo por sus pectorales fenomenalmente esculpidos, su cuello, ancho y fuerte, sus abdominales marcados sin exageraciones, sus torneados bíceps, su barba de tres días y por sus labios finos y suaves. Noté su respiración tranquila y me gustó su placentera quietud. Lo abracé, recosté mi cabeza en su pecho y escuchando los latidos de su corazón me imaginé cómo sería una vida con él.

Me dormí poco después, pero algo hizo que me despertara a las dos horas, de golpe. Casi nunca lo hacía, porque yo por suerte, tenía un sueño tranquilo y sin interrupciones. La razón era que entraba una ligera brisa a la habitación por la puerta abierta de la terraza y movía las cortinas. Palpé el lado en donde dormía Jorge, pero no estaba. Me levanté y miré al exterior. Allí estaba, con los codos apoyado en la barandilla de la terraza y la cabeza baja. Me dio la sensación de que pensaba en algo.

Dudé si acercarme o no y lo observé unos instantes. Parecía meditar y tenía el gesto preocupado y serio. Me acerqué a él arrebujándome en una camisola que utilizaba para andar por casa. A pesar del verano, corría un vientecillo que por la madrugada, y estando semidesnuda, me hacía sentir un poco de destemple.

Cuando llegué, lo abracé con delicadeza por la espalda y él me acarició el antebrazo. Recosté en ella mi cara y aspiré el olor de su piel.

—¿Qué haces? —le pregunté.

—Me he desvelado…

—¿Te pasa algo?

—No… —pero no me miró. Continuó con la vista en algún lugar de las luces de Madrid.

—¿En serio? ¿Te ha molestado algo? Te pido disculpas, si lo que te he preguntado antes…

—Mamen, no has hecho nada —me cortó con suavidad y rapidez, volviendo a acariciar mi antebrazo y llevándoselo a los labios.

—Vuelve a la cama, anda —Le pasé las manos por su pecho y le besé repetidas veces en la espalda. Él suspiró y agachó la cabeza.

—Voy ahora mismo.

—Me quedo aquí contigo.

Se volvió y me miró otra vez con esa mirada algo triste. Me observó unos segundos.

—Eres preciosa… —susurró despacio y muy bajito.

Me alcé de puntillas y lo besé y abracé con ternura.

Cuando separamos los labios, fue a decirle algo, pero yo puse mi dedo índice en sus labios. Le tomé de la mano y me siguió dócilmente al dormitorio.

Amanecimos a eso de las nueve y media de la mañana. Yo no soy muy madrugadora y por lo que sabía por el día que durmió en casa, Jorge tampoco. Ambos con ocho horas, teníamos suficiente. Había recibido un mensaje de Nico, diciéndome que a las seis y media aterrizaba en Madrid. Bueno, y también me comentaba el último vídeo, yo llena de semen de Jorge. Me recordaba que le había prometido una sorpresa el domingo cuando llegara. Sonreí maliciosamente al pensar en mi idea.

A las once y poco, nos duchamos juntos y follamos de nuevo. Yo le comí la polla en medio del agua cayéndonos a ambos y él me folló contra una de las paredes de la ducha de nuevo en el culo y con una mezcla de jabón y lubricante, consiguiendo, más o menos, el mismo resultado que el día anterior. Ninguno tuvimos problemas en corrernos, pero esta vez, dejé que lo hiciera dentro de mí, me apetecía sentirle dentro, y lo hice.

Nico, a eso de las seis y media, me avisó de que estaba a punto de llegar. Jorge y yo nos habíamos estado riendo mientras imaginábamos la tortura para mi chico que debía venir deseando vernos en acción.

A las siete sonó el telefonillo.

Le abrí, desnuda y con taconazo. Esta vez unas sandalias color beige. Le sonreí abiertamente.

—Hola cari.

—Buf… qué ganas tengo de verte…

—De vernos… —le corregí cerrando la puerta y dándole un beso.

—Bueno eso… ¿Jorge sigue aquí?

Asentí.

—Te estamos esperando. En el dormitorio… —le dije todo lo sensual que pude en su oído.

—Me ducho…

—Tse, tse… No te da tiempo cariño, salvo que te quieras perder la follada.

—¿No me da tiempo?

—Tú verás… —Y me encaminé despacio y dejando que sonaran los taconazos en el suelo de nuestro piso. Cuando iba a tomar el primer escalón para subir nuestro dormitorio, Nico dejó la maleta y me siguió con una sonrisa.

Cuando entró, se quedó, literalmente de piedra. Yo avancé hasta nuestra cama con tranquilidad, y me senté en ella mientras me quitaba las sandalias y posteriormente gateaba hasta situarme entre ellos.

Sí. Esa era la razón por la que mi chico no salía de su asombro. No solo estaba Jorge, sino que un segundo hombre de parecidas características, solo que más moreno de piel, sonreía a mi novio desde la cama mientras me acariciaba un pecho y me besaba en la mejilla.

—Este es Willy. —Lo señalé un tanto displicente—. Es un amigo de Jorge… —lo besé en la boca con una sonrisa malvada—. Ya si eso, cariño, te lo presento luego y charláis cuando terminemos. ¿Podemos liarnos ya, corazón?

Nico tenía los ojos abiertos como pocas veces lo había visto así. No pude evitar reírme y soltar una pequeña carcajada. No contestó, porque solo miraba a uno y a otro, y después a mí que lo contemplaba sonriente, divertida por su inacción y resuelta a follarme a dos tipos delante de él.

—Aunque no diga nada, creo que podemos empezar —les susurré a Jorge y a Willy en una media voz, y lo suficientemente alta para hacerlos sonreír y que mi chico lo escuchara, que era a quien en verdad iba dirigida mi broma.

A partir de eso momento, casi me olvidé de que estaba mi chico y empecé a chuparle la polla y los huevos al tal Willy, un mulato claro, dominicano de nacimiento, pero que llevaba en España varios años de monitor de zumba. Bueno, y escort cuando se terciaba, como ahora. La tenía también grande, de menos grosor, pero de parecida longitud a la de Jorge. De hecho, cuando le propuse ayuda a Jorge para preparar y sorprender ese domingo a Nico, una de las cosas que le pedí es que fuera un tipo guapo, de buen cuerpo y bien dotado. No tardamos mucho en dar con él, proponerle el tema, y que aceptara encantado en cuanto vio mi foto.

Fue una muy buena follada, tal y como le prometí a mi novio el viernes por la noche. Me corrí la primera vez cuando Willy, que era un huracán, me empaló por atrás, mientras me tragaba con deleite todo lo que mi boca podía abarcar del miembro de Jorge, y no dejó de bombear con una regularidad y aceleración que me dejaron asombradas. De hecho, en un momento dado, tuve que sacarme el pene de mi muñeco de la boca, porque los empellones y la velocidad del dominicano me estaban llevando directamente a la gloria y temía hacerle daño a Jorge en un momento dado, si alcanzaba el éxtasis como todo parecía indicar.

No tardé mucho en alcanzar un orgasmo largo, templado y que paulatinamente me recorrió entera. Cuando me corrí, aun mantuvo unas pocas acometidas, porque también él alcanzó el orgasmo instantes después. Fue una buena corrida, sin duda, y me duchó la espalda de semen. Habíamos decidido que ninguno usara condón, tampoco el dominicano por muy nuevo que fuera para mí.

Willy, se tomó un ligero descanso y nos dejó a Jorge y a mí continuar follando, pero de forma suave, porque yo quería mantener el trío y que Nico me viera disfrutar con los dos. Así que, contuve a Jorge todo lo que pude, y durante quince minutos, se la chupé a los dos, me la metieron ambos en diferentes posturas y Jorge me acarició el clítoris para ir ascendiendo mi excitación.

Hice el misionero con Willy y con Jorge, los dos me embistieron como sementales estando yo a gatas y cabalgué como una auténtica amazona a mi muñeco, mientras sostenía la polla del dominicano en una mano y la pajeaba, haciéndola volver a crecer. Lo conseguí, aunque ya se había corrido encima mío.

Jorge me avisó entonces, para sacar su pene de mi vagina, pero se lo negué levemente con mi cabeza y lo besé en el cuello, en medio de la cabalgada frenética y salvaje que le estaba propinando. Se corrió dentro de mi otra vez con un fuerte espasmo y un gruñido de satisfacción enorme. Cuando se relajó, lo besé de nuevo con pasión. Nico, se percató de que Jorge no eyaculaba encima de mí, ni en mi cara, ni en pecho, y que a los pocos segundos, se deslizaba fuera de mi vagina, lentamente su semen. Me miró sorprendido, a lo que yo le contesté con un ligero alzamiento de hombros.

—No es la primera vez, cielo… —Nos reímos Jorge, Willy y yo. Mi chico tardaba en reaccionar con estas bromas.

Sentado en el butacón, no daba crédito y se acariciaba la entrepierna, ya con un empalme brutal. Al dominicano, que se había venido arriba al ver la escena, tuve que chupársela un par de minutos después, y pajearle para que me regara una segunda vez con su esperma, pero esta vez en mis tetas y en mi tersa tripa. En este mes, y no me extraña, había adelgazado casi un kilo y medio. No fue una descarga grande, porque acababa de correrse hacía poco, pero al menos, lo conseguí. Me miró complacido, y con una sonrisa abierta y descomunal. Acercó sus labios a mi nuca y me dio un rápido beso en ella. Luego levantó un pulgar a mi chico y a Jorge.

En premio por su esfuerzo, también le lamí la polla recogiendo los dos últimas gotas de su semen, que sabía algo menos agrio que el de Jorge y era más tibio. Cuando terminamos, miré a mi chico, de nuevo cubierta de semen y con una amplia sonrisa.

—Buf… ¿bien, no?

Seguía alucinado, sentado en una silla, con su pene en la mano y sin saber muy bien si pajearse o no.

—Yo que tú, me aguantaba… ya te la termino yo luego, cielo —le dije con un mohín picarón, mientras le tiraba un beso y recogía con la lengua otra gota de esperma de Willy que había aparecido en su glande.

—No iba a desperdiciarla… —Willy se rio con ganas, yo también. Jorge algo menos y Nico no sabía bien qué hacer ni a lo que atenerse.

****

A las nueve ya solo estábamos en nuestra casa Nico y yo. Yo me estaba tomando un yogur y terminando el poco caviar que quedaba. No tenía mucha hambre a pesar de no haber comido mucho y de estar realmente cansada de tanto ejercicio sexual. Sí me abrí una Coca Cola Zero y no pude evitar acordarme de Jorge. Había sido un fin de semana maravilloso, pleno de sexo sin ataduras y de cosas nuevas. Ya me había estrenado en el sexo anal, en los tríos y en la raza negra. Sonreí maliciosamente para mí pensando en que apenas un mes antes, le había puesto pegas a un chulazo como Jorge en ese mismo salón el día que mi chico lo contrató por primera vez.

Respiré complacida. No veía a mi chico, por lo que subía nuestro dormitorio, que ya estaba presentable y no revuelto y con evidente olor a sexo, como hacía menos de una hora antes.

Estaba en la terraza y hablaba con alguien por el móvil Me quedé apoyada en la puerta recostando uno de mis hombros. Era y es un buen hombre; cariñoso, comprensivo, trabajador, se comportaba bien en la cama —aunque no se podía comparar con Jorge, o con Willy, que resultó ser una gratísima sorpresa, porque ellos jugaban en otra liga—, me cuidaba, estaba atento a mí… Y encima me había proporcionado a quien me estaba dando el mejor sexo que se pudiera imaginar.

Y era mono. Un sol. No se podía tampoco comparar con Jorge que era un pibón, pero mi chico tenía también su punto, con su cara de niño grande, su cuerpo a medio camino entre el gimnasio y el chiringuito, delgado y falto de cierta musculatura por falta de ejercicio, pero sensible y cariñoso. Lo quería, y me entraron una ganas enormes de abrazarlo y achucharlo en ese momento, pero seguía hablando. Bueno, más bien escuchaba.

Colgó y me vio apoyada en la puerta de nuestro dormitorio que daba acceso a la terraza. Me sonrió durante unos segundos. Lo llamé. Cuando lo tuve frente a mí, le acerqué una cucharada del yogur y le manché la nariz aposta. Le di un lametazo en ella y lo besé. Era mi chico, y lo sería siempre.

A la hora del té, que en verano tenía que ser pasadas las diez, cuando ya era de noche y empezaba a refrescar algo, salimos a la terraza a charlar.

—¿Qué tal en Canarias? —alargué mis piernas hasta dejar mis pies en sus rodillas como hacia casi siempre. Él me lo acariciaba y a mí, me encantaba.

—Bien… El tema saldrá. Es un buen contrato. —Bebió de su taza de té y se quedó callado mirando hacia Madrid. Curiosamente hacia la misma zona donde me había encontrado a Jorge en mitad de la noche.

—¿No me vas a preguntar nada…? —le dije acariciando con mi pie su entrepierna y mirándolo con toda intención.

Él me sonrió. Y dejó que yo manejara los dedos de mi pie derecho en su virilidad que empezaba a encabritarse.

—Esto empieza a crecer… Y aún no te he dicho nada.

—Ven —palmeó sus rodillas y me hizo sentarme en ellas—. Claro que quiero que me cuentes todo. Lo estoy deseando, pero ya sabes que me excita más si eres tú quien empieza.

Sí, lo sabía. Y por eso lo había hecho. Le acaricié el pelo y se lo alboroté por la frente. Lo besé con verdadero cariño.

—Ha sido un fin de semana bestial, cielo… —susurré en su oreja derecha, mientras le mordía ligeramente el lóbulo.

—¿Cuántos? —me preguntó.

—Pues… —hice como si tuviera que recordar—, cinco. Bueno en verdad seis.

—¿Te has corrido seis veces en día y medio?

Asentí despacio mientras le daba un ligero lametón en los labios.

—Bueno… cinco, y luego seis.

—¿Cómo que cinco y luego seis?

—Jorge me lo hizo por… —señalé mi trasero— y tuve un orgasmo pequeño, pero que no estuvo nada mal. Luego, me folló por el otro lado hasta correrme…

Mi novio me miraba con los ojos como platos otra vez. Reprimí una carcajada, me hacía mucha gracia verlo así, como atontado, mientras procesaba lo que le decía…

—También por el culo… —susurró.

—Bueno… vamos a ver. No toda, un poco así. —Le marqué el tamaño con mi pulgar y el índice de mi mano derecha. Quizá fue un poco más de lo que Jorge me había dicho, pero sabía que aquello excitaría a mi chico.

Se quedó boquiabierto.

Me reí de nuevo, ya sin disimulo mientras asentí despacio otra vez mientras volvía a colocar mis brazos alrededor de su cuello y empezaba a notar que su miembro se endurecía.

—Pues sí que ha sido un buen fin de semana…

—Brutal, te lo aseguro. El mejor…

—¿El mejor?

—¿De sexo? Sin ninguna duda, cielo…

—¿Lo repetirías?

—No lo dudes que en el próximo viaje que tengas, tampoco voy a parar de follar con Jorge. Bueno, invitaría a Willy todo el domingo, para el primer polvo. Ese también… —me señalé el culo.

—¿También por detrás?

Asentí despacio y con una amplia sonrisa

—Pero, ¿cuántas veces te la metido por el culo? —mi chico no salía de su asombro. Su gesto era de excitación y algo de dureza. Lo achaqué al asombro.

—Vamos a dejarlo que… en varias —le paseé la lengua por sus labios, los entreabrió e introduje mi lengua.

—Así me lo hace para calentarme…

—Y te gusta…

—Me pone muy cachonda, cari…

—O sea que el finde ha tenido de todo. Por los videos, me lo imaginaba… ¿Y lo del trío? —Su sonrisa era algo tensa.

—¿No te ha gustado? —puse una cara exagerada de sorpresa e incomprensión.

—Me he quedado sin habla cuando he visto a…

—Willy.

—Ese… buf.

—Y qué manera de follar, cielo… Es una máquina.

—¿Mejor que Jorge?

Meneé la cabeza dubitativamente.

—Son distintos. Jorge es más de carrera de fondo. Willy, velocista.

Mi chico sonrió con la respuesta.

—Por el culo, trío… Ya te queda poco por probar.

—Y no te olvides, que Willy es morenito. No muy negro, pero puedo considerarlo interracial, ¿o no?

—Sí… es verdad —se quedó pensativo—. Te gusto follarte a los dos…

—Mucho, cielo… —le susurré—. Mucho…

—He visto que Jorge se ha corrido dentro de ti…

—Tomo la píldora… —me encogí de hombros—. Y en este fin de semana lo ha hecho más veces… —Puse cara de inocente.

—Y que le has lamido la polla recién corrida a Willy… —¿Era una queja? Me pareció entrever algo de las sombras de ese día en la cocina…

—Se está convirtiendo en una costumbre, la verdad es que sí… —le pasé la lengua por el cuello muy despacio.

—Eres increíble. —Mi chico me besó.

—¿Tú lo has pasado bien? —le pregunté acariciándole la cara—. No quiero verte sufrir. A lo mejor me paso, como cuando te llevé esta tarde a la habitación y estaba Willy también. Son solo bromas, cielo, no pretendo herirte, ni humillarte. Te lo prometo. Creo que te excita… Y solo pretendo eso.

—Lo sé.

—Me entra la vena cachonda…

—Y estás cachonda en ese momento…

—Sí, también…

—Me gusta verte así…

—A este polla —se la acaricié—, hay que darla un premio, ¿no crees?