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Nuevas experiencias - 13

en Hetero: Infidelidad

(Antes de que empecéis a leer, me gustaría comentar algunas cosas. No tenéis que olvidar que el relato es solo desde el punto de vista de Mamen. No de Nico. Por lo tanto, las sensaciones de que todo es miel sobre hojuelas, y que ella disfruta a topo, es del punto de vista de Mamen. Las reacciones e Nico aui son descritas desde los ojos de Mamen. EL relato es en primera persona, no en tercera. Y entonces ¿qué pasa con Nico? pues se verá. En otro orden de cosas, voy a ir subiendo capítulos un más largos, porque el trabajo me tiene bastante liada, y no publico aquí con la rapidez y frecuencia que debería. Os pido perdón por ello. Así las cosas, queda poco para ver el final de la historia. Intentarñe que sea en tresentregas. Bueno, el final de esta parte de la historia... Como siempre, un beso a todos. Lola)

Era viernes por la noche y Nico estaba preparándose para un viaje de trabajo. Jorge había estado conmigo el miércoles en un hotelito de las afueras, por lo que ese día, y sabiendo que mi chico se iría temprano al día siguiente, pensé que lo mejor era no quedar con él. Tenía todo el fin de semana, porque Nico no regresaba hasta el domingo por la tarde. El viaje era a Canarias, para la construcción de un complejo hotelero en donde su estudio llevaba una parte.

Terminamos de cenar y nos subimos a la terraza. Las noches eran muy buenas, sin todavía el calor de verano abochornante de Madrid y con un ligero viento que corría y refrescaba.

Me subí mi té y el de mi novio que a esa hora siempre regaba las plantas. Eran las diez y cuarto pasadas. Nos sentamos en la mesa y yo estiré los pies embutidos en una manoletinas para andar por casa. Eché la cabeza hacia atrás y respiré la buena noche que hacía. Mi chico me descalzó y cogió mis pies con sus manos masajeándoles ligeramente. Me gustaba mucho si no llegaban a hacerme cosquillas y él sabía el punto exacto cuando me empezaban.

—¿Verás a Jorge mañana? —me preguntó en voz queda.

Lo miré. Intenté ver si esa pregunta encerraba algo más que el simple comentario.

—Supongo que sí… —dije bebiendo un sorbo de mi taza de té.

—¿Solo supones? —sonrió un poco nervioso.

—Sí, bueno, nos veremos. Ya lo hemos hablado, cari.

—Tienes la casa para ti sola. —Volví a notar un punto de nerviosismo en su voz.

—¿Me incitas a tener un fin de semana de sexo con un tipo guapísimo en casa mientras tú viajas? —le pregunté con una pequeña dosis de guasa.

—Bueno… entiendo que te apetece.

No dije nada, pero sonreía pensando en ello.

—No me dices nada… —insistió Nico pasados unos minutos.

—Claro que me apetece a follar con él, cielo —bajé un poco la voz y miré a ambos lados—. Pero nos van a oír los de al lado.

—El vecino más próximo está a treinta metros. No nos oye.

—¿Quieres que te lo diga para ponerte cachondo? —le dije acariciando con mi pie derecho su entrepierna y metiéndolo por una de las mangas de su pantalón corto.

—Reconozco que me pone, sí…

Me senté a horcajadas en sus piernas y me desabroché la camiseta del pijama dejando una buena abertura para que viera o tocara mis tetas.

—Voy a follar con él seguro. Todos lo que pueda. Y el domingo cuando regreses, seguiremos follando. —Lo besé y mi chico gimió de excitación. Yo sabía que le gustaba escuchar eso.

Por eso le di a mis palabras un toque de sensualidad exagerada buscando la excitación de Nico, que respondió enseguida. Lo bueno o malo, según se mirara, era que no mentía. Esos eran mis planes. De hecho, había dejado el fin de semana libre, sin pádel, ni piscina, ni gimnasio, ni comidas, ni cenas con amigas. Pretendía que fuera dos días de sexo total, de desenfreno y de lujuria desatada.

Empecé a besarle despacio, tiernamente. Recorriendo su cuello hasta llegar al lóbulo de su oreja, mientras apretaba mis tetas contra él. Pero me detuvo. Extrañada, le miré a los ojos.

—Me da miedo dejarte a solas con él… —me dijo evitando mis pupilas y en un susurro, pasados unos segundos, mientras me rodeaba con los brazos por dentro de la camiseta y recostaba su cabeza en mi pecho.

—¿Por qué?

—Cuando te veo con él, cómo lo miras, cómo follas, cómo bromeas, cómo hablas… Siento que puedo perderte.

Su voz sonaba apagada, triste.

—Cielo, ni se te ocurra pensar en eso. Yo te quiero a ti.

—Lo sé. Pero también soy consciente de que Jorge no es solo un escort con quien follas… Te gusta y… El otro día en el desayuno… Fue humillante tu guasa.

—Cari, no era mi intención herirte, te lo juro, solo divertirnos…

—… déjame terminar —mi chico resopló ligeramente, bajó la voz y respiró—. Sé que disfrutas con él más que conmigo, que deseas verlo, que este fin de semana te vas a hartar a follar, saldrás a tomar una copa, a cenar… No sé. Por un lado me atrae, pero empiezo a sentir algo de miedo.

—¿Quieres que deje de verlo?

No me contestó.

Tomé su cara con ambas manos e hice que me mirara. Tenía un halo de tristeza en los ojos.

—¿Quieres que deje de verlo? —repetí acariciándolo con los dos pulgares de mis manos sus mejillas.

—No lo sé… me excita tanto verte con él que creo que sería incapaz de pedírtelo. Me fascina verte tan cachonda con él, cuando me cuentas lo que hacéis, o cuando participo… Es sublime, de verdad. Sé que no lo entiendes, pero disfruto. Lo que pasa es que creo que hay algo más que sexo con él. Esa mañana, cuando durmió aquí y os subisteis a follar otra vez, pensé en no ir con vosotros. Ne sentía mal… abochornado. —Se detuvo y yo le deje continuar—. Es raro lo que me pasa. Me excita y me da miedo… —Respiró y calló un instante—. Por la noche, cuando llegué de la partida de póker, os escuché y no te puedes imaginar lo que me excitó. Te oí entrar al cuarto, pero ya me la había… —hizo el movimiento de hacerse una paja.

—¿Te la cascaste? —Abrí mucho los ojos sorprendida.

Asintió.

—Cari, no hagas eso… —le di una ligera palmada en su hombro fingiendo enfado—. Me gusta que nos veas y que participes.

—Esa noche, no parecías muy dispuesta a ello…

—Llegaste en medio de la follada… estaba muy caliente, y… Disculpa, tienes razón, se me fue la cabeza —terminé admitiendo.

—A eso me refiero… Hay momentos en que te dejas llevar y… no sé. Me duele cuando te veo así con él y lo comparo conmigo. —Vi pena, lástima y temor en sus ojos.

—Siento que lo pasaras mal esa noche y en el desayuno. Te pido perdón, mi amor. No volverá a pasar. Y de verdad… son bromas porque pienso que te excita. Posiblemente no sean muy oportunas. Te pido perdón, cari. —Lo besé en los labios y lo abracé.

—Vale. Olvidémoslo. A mí me gusta que te lo montes con él y que seas hoy mucho más viciosa y perversa que hace un mes… —Se encogió de hombros—. Qué le voy a hacer…

—Nico, cuando estoy metida en el tema… Me es muy difícil parar. No me controlo. Me conoces y sabes que soy así. Pero no lo hago con malicia.

Se encogió de hombros.

—Ya… sé que eres así. Pero, no sé… Me gustaría que en determinados momentos te cortaras un poco.

Asentí despacio. Sabía que era mucho más fácil decirlo que de hacerlo…

—De verdad, Nico. Tú eres mucho más importante que él. ¿No te importa que siga viéndolo? Dime la verdad… Pero en serio. Por favor.

Negó despacio con una pequeña y amarga sonrisa en la cara. 

—No quiero que sufras… ni que lo pases mal. Por favor dime que pare cuando me esté pasando porque sé que pierdo el control a veces. Esto era para divertirnos, ¿no?

—En el fondo me divierto… A mi manera. Tú a la tuya, yo… de otra forma. Pero tengo miedo a que termines enganchándote de él.

—Cielo… me da cosa verte así. Dejo de verlo y punto. Terminemos con esto y volvamos a nuestra vida, Nico. No nos hace falta.

Él se quedó mirando a un punto indeterminado del cielo. Pensaba o rumiaba alguna respuesta sin duda.

—Mamen —respiró e hincho el pecho—. Quiero que sigas follando con él, me gusta que te haga disfrutar, que seas capaz de hacer cosas que antes ni te imaginabas, que te atrevas a probar, la especie de trío que hicimos. —Le costaba continuar hablando—. Solo quiero que no traspasemos los límites de nuestra convivencia. Que tengamos respeto el uno por el otro. Y si por un casual, nos hacemos daño, que seamos capaces de pedir perdón… Pero sobre todo, quiero que recuerdes que te quiero y que me dejes participar en esta fantasía…

—Te quiero, mi amor. Con locura. Siempre te querré.

Nos quedamos en silencio. Él me abrazó. Yo me quede pensando en sus palabras. Nico me importaba, sin ninguna duda era mi hombre. Pero no podía evitar que Jorge me tenía, de alguna forma, enganchada a través de ese sexo tan magnífico.

—¿Entonces, este fin de semana…? —Pregunté— ¿Quieres que lo vea o no? Nico, dime la verdad…

—Bueno… A fin de cuentas no voy a estar aquí. No voy a ver lo que hacéis. —Se quedó callado de nuevo—. Solo quiero que no te olvides de mí, que esto solo sea sexo y que, si en un momento nos daña de verdad. Lo dejemos.

—Cielo… Si prefieres que no lo vea, me voy contigo a Canarias. Me quedo en el hotel, tomo el sol, salimos a cenar… Lo que sea. De verdad, Nico.

—Como te digo, me excita mucho pensar en que estás con él. Solo busco… No sé cómo explicarlo. Tener algo de decisión en esta experiencia. Que no vayamos por libre…

Noté que usaba el plural para no acusarme a mí directamente de haberlo hecho.

—Prometido, Nico. No volverá a pasar. Y en cuanto me digas que lo deje, se acabó Jorge.

Él asintió con una sonrisa amplia. Me abrazó.

—…y que el domingo cuando llegue, sigáis aquí y me dejes participar. —Dijo riéndose al fin para terminar con esa conversación

—El domingo vamos a tener la mejor follada de nuestra vida… Te lo prometo. Y ahora, cari, vamos a la cama, que ese empalme que llevas hay que bajarlo como sea.

No podía negar que iba contenta. Sabía que aquel pensamiento no era el más adecuado, pero deseaba ver a Jorge y tenerlo el fin de semana para mí sola. Y sí, quería a Nico, mucho. Pero las cosas son como son…