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Nuevas experiencias 14

en Hetero: Infidelidad

Quedé con Jorge a las once y media del sábado en nuestra casa. Tenía que estar atenta porque no quería que le vieran vecinos. Iba a estar conmigo un fin de semana entero y aunque en mi portal solo éramos ocho viviendas, no había que fiarse. Y un tipo como Jorge, destacaba mucho.

        Estaba en la ventana del salón cuando lo vi llegar en su coche. Conducía un todoterreno de tamaño medio nada ostentoso, de color gris oscuro. Llevaba una maleta pequeña y una caja de champán y algo de caviar. Me había prometido a mí misma que lo terminaría bebiendo ese fin de semana.

        Abrí la puerta antes de que llamara al timbre. Cuando estuvo dentro lo abracé y besé. Tenía ganas de verlo. Estaba guapísimo, con un ligero moreno que hacía que los ojos, el pelo y los dientes resaltaran más aún.

        —Te comía… —le dije justo antes de besarlo otra vez.

        —Vaya recibimiento… Estoy por salir de nuevo y que lo repitas.

        —Ni se te ocurra… de aquí ya no te vas.

        —¿Y qué vamos a hacer todo el fin de semana encerrados?

        —Follar, ¿algún problema?

        —Ninguno —se rio y me elevó llevando mi cara hasta la suya. Me dio un beso suave, tranquilo.

Ambos sabíamos que había tiempo de sobra y no había prisa por empezar con la maratón de sexo, pero también que no nos aguantaríamos mucho sin tocarnos ni follar.

Nos contuvimos hasta casi la hora de comer, pero un poco antes de las dos, yo ya no podía más. Deseaba tocarlo y que me la metiera hasta el fondo. Le vi desde la cocina, sentado en el salón mirando a la televisión. Me fui hasta él despacio, quitándome las camiseta y dejando las manoletinas por el piso en uno de mis pasos. Me desabroché el pantaloncito corto blanco, lo dejé caer junto a mis bragas y avancé hacia él. Me miró, sonrió y se puso de pie.

—Cariño, no aguanto más sin que me la metas…

—Pues no se hable más —me dijo despojándose del pantalón corto que llevaba y dejando al aire su polla aún morcillona.

Le llevé de la mano al sofá, a ese en donde me había follado por primera vez a gatas. Se sentó y yo empecé a besarlo y a acariciarle el pene y los huevos. Me encantaba sentirla tan grande en mi mano, como crecía y se endurecía. En ese momento sonó la entrada de un mensaje de Whatsapp. Al principio no hice el menor movimiento y seguí con las caricias a Jorge.

—Cógelo, no sea que se trate de algo importante.

Sin dejar de tener su polla en mi mano, alargué la otra para coger el móvil. Era Nico.

—Es mi novio… —dije contestando a los mensajes para tranquilizarlo.

—¿Qué te dice? —se lo enseñé y Jorge leyó con una sonrisa.

Nico

«Hola, preciosa. Qué tal todo?»

 

Mamen

«Hola cari»

 

Nico

«Todo bien?»

«Estás ya con Jorge?»

 

Mamen

«Sí»

 

Nico

«Y?»

       

Había dejado ahí la conversación y preferí que pasará el tiempo. En mi cabeza bullía una nueva travesura que esperaba que le gustara a mi novio.

        —Hazme un vídeo —le dije a Jorge mientras agarraba bien su polla y la empezaba a chupar de nuevo.

        —¿Un video comiéndomela…? —Jorge puso cara de extrañeza.

        —Nico me ha pedido que le mande alguno.

        —Y eso…

        —No lo sé. Morbo, supongo.

        —Preferiría no salir… —me dijo algo preocupado.

        —Tranquilo… Solo me quiere ver a mí.

        Jorge asintió. Aunque noté que le extrañaba aquello, aunque no le di la menor importancia.

Situó el móvil a la altura que pensó era suficiente y empezó a grabarme. Yo tenía el miembro de Jorge en la boca, subía y bajaba mi cabeza hasta que notaba el glande. Lo estaba haciendo despacio, más lento de lo habitual para que no se perdiera detalle Nico. Pasaron doce segundos.

        —Vamos a verlo… —le dije a Jorge divertida. 

En el video se me veía perfectamente cómo le estaba comiendo la polla a Jorge. Incluso daba la sensación de hacerlo lentamente, y parecer más viciosa, a propósito. Mi boca estaba llena, rodeando mis labios todo el grosor de su pene.

Nico

«Dime algo!!!»

—Voy a mandarle el vídeo… —dije manipulando el móvil y enviándoselo a mi chico.

Lo dejé encima de la mesa y seguí a lo mío sin importarme la respuesta

Nico

«Eres la mejor, preciosa»

«Vaya mamada!»

«Primer polvo?»

 

Cogí el móvil y tecleé un poco exasperada por su insistencia.

Mamen

«Sí»

 

—Es que si no le contesto, no nos deja follar en paz… —le dije a Jorge interrumpiendo la mamada que había reiniciado y dejando de nuevo el móvil en la mesa.

—Pobre… Dale al menos esa satisfacción. Venga, contéstale. Y no te pases con él…

—De acuerdo… —lo cogí de nuevo—. Pero voy a hartarle a vídeos… —dije sonriendo

Mamen

«Te gusta?»

 

Nico

«Mucho!!»

«Quiero más!!»

 

Mamen

«Buf… ahora no puedo.

Voy a follar corazón…»

 

        En efecto, nos pusimos a ello aunque sonaron algunos pitidos más en el móvil demandando Nico más información. Jorge estaba también ansioso, lo notaba en la manera en que me bombeaba con ritmo más acusado y profundo. Noté que no tardaría en correrse.

        —Aguanta un poco cielo… Quiero más de ti —le susurré

Detuvo sus acometidas y me cogió en vilo.  Se recolocó la polla dentro de mí y empezó a penetrarme, él de pie y yo abrazada a él como un koala, con brazos y piernas. La notaba muy dentro, como si llegara hasta el final de mi cavidad vaginal. Jorge bombeaba con firmeza, empujándome por la cintura y haciendo que sus huevos casi chocaran contra mis muslos. Empecé a gemir de placer, y él aumentó el ritmo al estar yo ya muy mojada. Me corrí sin remedio, abrazada a él y besándolo. Había sido un orgasmo de primera. Muy bueno.

Me dejó en el suelo, pero yo seguía con un ligero temblor en las piernas.

—¿Qué te pasa?

—Cielo, me he corrido como nunca lo había hecho… Eres el mejor, un sol… ¡Cómo me gustas! Y ahora te toca a ti, déjame que me recupere un poco.

—No te preocupes. Puedo esperar.

Me quedé sentada en el sofá, respirando, con una sonrisa y mirando a Jorge embelesada. Tenía la polla todavía erecta, pero me costaba erguirme e ir a por ella.

—Me das unos minutos y te hago la mejor mamada de tu vida, te lo juro…

Se sentó a mi lado y me rodeó con su brazo derecho. Yo fui a acariciarle el pene, pero me quitó la mano. Solamente me besó. Un beso limpio, largo, tierno.

—Esperemos a tu segundo.

—Eres un sol.

Vi el móvil y los menajes de mi chico. Pero en ese momento no estaba para mandarle nada. Decidí esperar, entonarme y que la broma o la travesura me saliera sola.

Unos minutos después, tecleé.

Mamen

«Polvazo…»

«Me va a costar

superarlo

el domingo.

Bsss»

******

A las seis de la tarde, echamos el segundo polvo. Empezamos en la cocina y terminamos en el salón de nuevo. Jorge me lamió el culo y me metió los dedos. Primero uno, luego dos y hasta tres. Me gustaba la mezcla de presión y gusto. Dudaba que me pudiera ensartar su polla ahí, pero lo deseaba.

        Yo me corrí otra vez antes que él, me masajeó el clítoris durante unos minutos para estar a tono, pero no lo conseguí hasta que me la metió a gatas en el sofá del salón, igual que aquel primer polvo que echamos, por lo que me preparé a darle una mamada brutal.

Le pedí de nuevo que colocara el móvil para grabar y mandársela a Nico. Hice que Jorge se sentara en el respaldo del sofá y yo me puse de rodillas en los cojines. Empecé a chuparla concentrándome en hacerlo lo mejor posible. Le manoseé los huevos, se los lamí y me ayudé con la mano para pajearle mientras la chupaba. De nuevo me avisó de la corrida, pero me quedé, dejando que otra vez su semen me salpicara, la cara, las tetas, el cuello y la boca.

        Le lamí otra vez las gotas que quedaron diseminadas por su miembro con una sonrisa, y me la engullí de nuevo degustando ese sabor salado y penetrante de su esperma. Luego miré a la cámara, y lancé un beso con la mano.

        —Le pondré a cien… —dije mientras me secaba el semen del cuello y mis tetas con papel de cocina—. Me gusta lamerte la polla cuando te corres.

        —Eres fantástica.

        Y sin más preámbulo, le mandé el video a Nico que no tardó en responder. 

*****

Por la noche, después de cenar algo de caviar, salmón marinado y de tomar champán —conseguí que Jorge tomara una copa y me reconociera que le gustaba—, nos subimos a la terraza. Apagamos la luces para que no vieran quiénes éramos y si oían voces que pensaran eran mías y de Nico.

        Me senté enfrente de Jorge y le puse los pies en sus piernas. No tengo que decir que solo buscaba empezar a calentarlo para volver a follar. Me los tocó con suavidad. Él hablaba bajo, en un medio susurro.

        —¿Te puedo preguntar algo serio? —le dije.

        —Claro.

        —¿Has estado con muchas mujeres?

        —¿Cuántas son muchas…?

—No sé… cien, por ejemplo.

—¿Eso importa…? —Me dijo tras un corto silencio.

—Es simple curiosidad.

—He estado con bastantes. Sí. —Admitió unos instantes después.

Me entró una especie de desazón. Era un sentimiento absurdo, cercano a una especie de celos de cría que me resultaba complicado de asumir.

—Y gente como yo… quiero decir, comprometidas, con novio o casadas —insistí.

Asintió otra vez.

Volvió a recorrerme ese pequeño látigo de rabia.

—Pero no como tú… —añadió un segundo más tarde.

—¿Por qué yo soy diferente? —le pregunté, obviamente halagada.

—Eres guapa, inteligente, tienes elegancia, estilo… Muy sensual. Si quisieras, tendrías a muchos hombres a tus pies.

Me acerqué a él, me senté en sus rodillas y lo abracé.

—¿Te tengo a ti? —lo miré a los ojos con ternura buscando algo que yo misma evitaba definir. Pero deseaba una respuesta.

—Estoy aquí contigo…

—¿Eso qué significa?

No me contestó, pero a su vez me miró profundamente y por primera vez vi algo de duda en sus ojos. No sabría explicarlo, pero le sentí débil y necesitado. Me acarició mis mejillas mientras me seguía mirando en silencio. Lo besé con toda la ternura que pude. Jugueteamos con nuestras lenguas un rato y lo abracé, poniendo mi cabeza en su cuello y sintiendo su pecho y sus latidos en el mío. Me sentía muy a gusto así con Jorge. Entonces me acordé de lo que Nico me había dicho. Sí, era cierto. Me gustaba mucho, y no solo follar con él.

Sentí sus manos en mi espalda, bajando hasta mi culo. Empecé a besarle por el cuello y a pasarle lentamente la lengua. Le gustaba y sabía que lo entonaba. Al poco, él también busco mi boca para besarme y uno de sus dedos se deslizó hasta mi ano, empezando a masajearlo. Gemí de placer. Sin mediar palabra, me cogió en vilo y nos metimos en el dormitorio.

—Me gustaría que me la metieras por detrás… —le susurré al oído.

Nos desnudamos, y me colocó a gatas mientras que me trabajaba el ano. Lo lamió, lo chupó, metió la lengua y luego uno y varios dedos. Estaba gozando mucho, con una mezcla de gusto y de pequeños brotes de dolor contenido y en cierta medida, agradable. Paró un momento y le vi masajearse su pene, untando algo en él. Luego lo hizo en mi ano. Un segundo más tarde, sentí la presión de su glande en mi estrecha apertura. Le miré por encina de mi hombro.

—¿Va a caber?

No me dijo nada, me acarició la espalda y siguió empujando con suavidad. Notaba como milímetro a milímetro su glande entraba en mi culo. Lo estaba haciendo despacio, con cuidado de no lastimarme. Yo sentía una gran presión en mi conducto anal, pero aunque me oprimía, también sentía un placer muy profundo y electrizante.

Volvió a untar en mi ano aquella especie de gel o de lubricante y sentí de nuevo un pequeño avance dentro de mí. Empezó a bombear con mucho cuidado, despacio, casi con mimo.

—¿Qué tal?

—Bien… —susurré—. ¿Ya está dentro?

—Bastante… pero no sé si puedo seguir, te falta dilatación y me da miedo empujar.

—Inténtalo un poquito más. Me gusta…

Empujaba muy despacio, milímetro a milímetro consiguiendo aumentar mi satisfacción y placer. Al poco, tras unas ligeros y suaves golpes de cadera de Jorge, sentí que me invadía una espasmo seguido de una especie de orgasmo corto y muy penetrante. Tras varios gemidos de placer, me quedé sintiéndolo aún dentro de mí. Me tomé un respiro y le miré complacida por encima de mi hombro.

—¿Ya? —me preguntó sin aún sacarla de mi culo.

—Por ahí sí… —le dije invitándole a continuar por la vagina—. Métemela en el coño…

Noté que la sacó, me volteó y me puso mirando hacia él. Me penetró después de limpiarse bien la polla y me embistió con fuerza en repetidas ocasiones llegando hasta el fondo. No tardé en correrme de nuevo soltando un suspiró prolongado y ronco desde lo más profundo de mí. Me sentía plena, exhausta y satisfecha.

Jorge se sacó la polla y empezó a pajearse, colocándose con las rodillas a la altura de mi vientre. Yo tenía su pene cerca de mis tetas. Cuando noté que ya iba a correrse, elevé un poco la cara y el pecho ayudándome con los codos. A los pocos segundos, una cascada de semen me salpicó el canalillo y parte de la cara. Se limpió las últimas gotas de esperma en mi ombligo, porque no me dejó lamérsela.

—No creo que sepa muy bien con el lubricante anal —me explicó.

Se quedó de rodillas en la cama, sin llegar a descargar su peso en mí y le acaricié los muslos.

—¿Me la has metido entera?

—Entera no, pero un tanto así, sí —me hizo un gesto con el índice y el pulgar. Alrededor de unos cuatro o cinco centímetros.

—No es mucho…

—Algo es algo… —Y se rio abiertamente, imitándole yo.

Me alcé, y aún toda regada de semen suyo, me tiré a su boca, besándolo con intensidad.

—Lo teníamos que haber grabado para Nico. Le hubiera encantado, estoy segura… —le dije riéndome.

—Eres muy morbosa…

—Mucho, cielo —volví a besarlo—. Tenemos que pensar en una maldad para cuando venga el domingo.

—¿Y eso? No te pases con el pobre Nico. No se merece que te rías de él…

—No me río. Son bromas… Lo hemos hablado, tranquilo, cielo. Además, él me lo ha pedido —protesté dándole una ligera palmada en el hombro.

—¿Qué te ha pedido?

—Pues que le mande algún vídeo. Ya te lo dije...

—¿Crees que le gustará…? --pregunto extrañado.

—Sí… Él también tiene su lado morboso.

Noté que se quedó pensativo. Luego me miró con una sonrisa.

—¿Pasa algo?

—No… que me extraña lo de los vídeos. Simple curiosidad… —Se encogió de hombros.

—Pues eso… que hay que prepararle una sorpresa.

—Una sorpresa, ¿de qué tipo…? Ya nos ha visto follar, has estado con los dos… ¿Una chica? —se rio moviendo su tableta.

—Ni de coña… No me va nada el rollo bollo. No sé, algo que le pueda poner mucho… —De pronto, empecé a sonreír con lentitud—. Se me ocurre una cosa, pero necesito tu ayuda, cielo.

—Te temo cuando te ríes así…

Le expuse mi idea.