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Nuevas experiencias -9

en Hetero: Infidelidad

Llegamos a los postres.

—¿Qué quieres hacer? —me dijo.

—¿Yo? Nada. ¿Y tú?

—Ya lo sabes…

—Jorge, no seas malo, por Dios… No me incites… —protesté ligeramente, con una sonrisa que desacreditaba mi anterior reparo, y mientras me quitaba el pelo de la cara llevándolo detrás de mi oreja derecha.

—¿No te apetece?

Otra vez esa sonrisa arrebatadora y esa mirada azul de cuento de hadas…

—Claro que sí… Me gustas, y mucho, la verdad. Me lo pasé de cine contigo, pero no está bien. —Bajé la voz.

Abrió las manos en señal de asentimiento o concesión.

—Tú decides. Siempre.

—¿Has hablado con mi novio? —le pregunté intrigada y pensando en ese momento si el silencio de Nico era por ese motivo.

—¿Eso importa?

—Claro que importa, ¿cómo no me va a importar? —Me reí un tanto nerviosa al asumir que Nico y el tío con el que había estado follando hacía una semana, se comunicaran entre sí con total tranquilidad.

—¿Te refieres a si he hablado hoy con él?

—Sí. Yo no he podido localizarle —miré mi móvil otra vez. Seguía con los dos ticks en gris—. Mira, no me ha leído el mensaje —le mostré la pantalla de mi teléfono.

—No, hoy no he hablado con Nico —me dijo una vez que miró el mensaje en el chat de mi chico.

—No sé por qué no me contesta…

—Tú sabes que se puede quitar lo de las verificaciones azules, ¿no?

—¿Las ha quitado? —pregunté sorprendida intuyendo que podía saber algo más que yo acerca de ese detalle.

—No lo sé… Solo digo que se puede hacer. Bueno, ¿entonces? Tienes su permiso y yo quiero estar contigo. Solo falta que te decidas para que estemos todos contentos.

—Jorge… —escondí la cabeza entre mis manos—, no debo…

Se quedó callado mirándome mientras yo alternaba sus ojos con mis dudas. Volvía a tener esa sonrisa que me atrapaba y el sedal de sus azules ojos me iba enredando de nuevo.

—Vamos a hacer una cosa. Si te parece bien, vas a tu casa, y yo, en un par de horas o así, me acerco. Si quieres, me abres y si no, me voy tranquilamente. ¿De acuerdo?

—No va a pasar nada… —tuve un amago de sensatez y de decisión, pero que yo misma intuía que no sería muy duradero.

—Como quieras… Y se levantó haciendo que yo lo imitara—. Te veo en tu casa… O no. —Y me dio un ligero beso en la mejilla.

Aspiré su olor. Tabaco y cuero. Le vi irse hacia el maître y pagar la cuenta con una tarjeta de crédito. Luego se volvió hacia mí y sonrió de nuevo como solo él parecía saber hacerlo.

3

Seis y media. El timbre del telefonillo sonó una hora y cincuenta minutos más tarde de que nos despidiéramos en el restaurante. Yo estaba impaciente y a la vez enfadada conmigo misma. Por una parte esperaba que Jorge viniera y por otra deseaba que no lo hiciera.

Cerrando los ojos, y sabiendo que mis defensas se habían derrumbado, pulsé el botón de apertura y me maldije. Cuando lo vi allí plantado en la puerta de mi casa, ya sabía que me lo iba a follar sin detenerme a pensar en nada más que en disfrutar.

Nos fuimos directamente al salón y lo besé con pasión. Él se quitó la americana, la camisa y los pantalones, mientras yo hacía lo mismo, quedándome totalmente desnuda en apenas un minuto. Me senté en el sofá y le palpé la entrepierna por fuera, acariciando el bulto que ya era de considerables dimensiones. Él seguía de pie, y delante de mis ojos se esculpían unos abdominales bien plantados, pero no exagerados, unas caderas fuertes que yo ya sabía que empujaban firmes y unos muslos bien cincelados. Llevaba calzoncillos de marca, bastante ajustados, que apenas ya eran capaces de aguantar lo que escondían. Se los bajé muy despacio y su polla me dio en la cara.

—Buff… Madre mía —suspiré al verla tan cerca, tan grande y tan dura ya.

Ambos nos reímos. Comencé a lamer despacio su glande, rosado, poderoso. Pasé la lengua por su tronco, acaricié sus testículos y volví a lamer despacio aquel capullo enorme y retador. Cerré los ojos y muy despacio me la metí en la boca saboreando cada centímetro que me tragaba.

Unos segundos más tarde me alzó y me puso de pie mientras me miraba a los ojos. Me besó con cierta pasión mientras yo no dejaba de tocarle el pene ya totalmente empalmado.

Con la mano izquierda que tenía libre, le palpé los bíceps. Eran fuertes y bien formados. Le besé en sus tetillas y pasé la mano por su pecho depilado.

—Estás fuerte… —le susurré mientras buscaba de nuevo su boca.

Entonces sonrió, sentí sus manos en mi cintura y, sin apenas esfuerzo me volteó, provocándome un grito de sorpresa que se tornó en risa a los pocos segundos. Yo estaba boca abajo, con su pene casi al lado de mi boca y mi sexo en la suya. Sus fuertes brazos me rodearon la cintura manteniéndome en esa postura invertida sin que le molestara mi peso. Jorge era un hombre fuerte, de alrededor de uno ochenta y sin duda, mis cincuenta kilos escasos significaban poca cosa para él.

Sentí sus primeras lengüetadas en mi vagina y gemí de gusto. Inmediatamente, me volví a meter en la boca su polla, mientras que con la mano derecha la agarraba y con la izquierda me aferraba a su cintura. Mis piernas le abrazaron el cuello. Así, en esa postura, mientras él me lamía con suavidad mi clítoris y yo paseaba mi lengua por su glande sin sacármelo de la boca, subimos al dormitorio.

Una vez allí, me depositó con suavidad en el lecho, quedando mi cabeza colgada de los pies de la cama y muy cerca de nuevo de sus huevos y su polla. Sacó un condón mientras yo lamía su pene con unas ganas infernales y sus pelotas, que ya estaban hinchadas y listas.

Un besazo, 

Lola.

Estaré unos días de vacaciones, por lo que no sé la frecuencia con la que podréir subiendo la continuación. Poco a poco, iréis notando como Mamen va cada vez más por libre y Nico, en fin... ahora lo asume. Pero queda mucha historia...