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Nuevas Experiencias - 7

en Grandes Series

La semana siguiente

 

1

El fin de semana lo pasamos básicamente, follando. Nico estaba literalmente encantado con lo sucedido esa tarde del jueves entre Jorge y yo. El domingo por la noche, tras cenar y cuando estábamos tranquilamente en la cama, ya, más calmada, pude preguntarle sobre aquello.

—¿De verdad que no te importa?

—No solo no me importa, sino que me encanta. Esa mezcla de celos y de excitación, de pensar que estás con él, me hace desearte con más fuerza. No te imaginas lo que me puede llegar a excitar esto.

—¿Y los celos? Me dices que tienes, pero no te importa que te cuente las veces que se la he chupado, dónde hemos follado, cómo me he corrido…

—Tengo unos celos enormes, pero me puede la excitación que me produce saber que estás o has estado con él follando. No te puedo explicar mejor el tema…

—Pero son cuernos… y bien puestos, Nico —le dije, temiendo que aquello lo enfadara.

—Sí, la verdad es que sí… —me sonrió con tranquilidad—. Son unos cuernos de cojones… Pero en verdad, yo no lo veo así. Me gusta lo que haces, ¿cómo voy a enfadarme si fui yo quien te lo propuso?

—¿Y ahora? ¿Qué hacemos? —dije unos segundos más tarde, procesando lo que mi novio me acababa de decir.

—¿Ahora? Puedes follar con él cuando quieras…

—¿Más? —Le dije abriendo los ojos como platos.

—¿No te gustaría volver a verlo?

No sabía qué responder. Si decía sí, significaba que me había gustado mucho estar con otro y aunque Nico me dijera que no pasaba nada, temía por su reacción. Pero si decía que no, me daba miedo frustrarlo. Decidí ser sincera, aunque no tomara claramente partido.

—Vamos a ver… Entiéndeme. Fue un experiencia brutal, excelente, por lo que visto desde ese punto, y que a ti no te importa, sí me gustaría volver a verlo, la verdad… Pero por otra parte me da miedo.

—¿Miedo a qué?

—Nico —le miré sorprendida—, estamos hablando de follarme a un tío… Otra vez —remarqué.

—Por eso… Ya lo conoces. Te sería más fácil.

—¿De verdad quieres que me lo vuelva a follar? —no daba crédito a mi novio.

—Sí, claro que sí, preciosa. Es un buen tipo y me he informado de él.

—¿Informado? —volví a quedarme de piedra.

—Sí. Es sano, no tiene antecedentes y nunca ha tenido problemas en su trabajo. Ni de modelo, ni cuando estuvo empleado en el departamento de marketing de una empresa de seguridad, y trabaja, no solo de escort

—¿Trabaja…? Pero bueno, me dejas alucinada… ¿Cómo sabes tanto de él?

—Me he informado, preciosa. No te iba a traer panga, cuando tú eres caviar.

—¿Y a qué se dedica?

—A eso…

—¿A qué?

—Al caviar… —mi chico sonrió con ganas.

—¿Al caviar? ¿Trae caviar ruso, iraní…?

—No… Americano. De California. Un amigo ha invertido dinero allí y él lo está vendiendo a algunos restaurantes y tiendas gourmet de Madrid.

—Joder… —susurré.

—¿Ves como es un buen tío? ¿Entonces quieres volver a verlo?

—No sé Nico… lo del otro día estuvo bien… Pero me da cosa…

—Bueno, lo vemos tranquilamente mañana. Ahora, preciosa, me has vuelto a poner a tope —me dijo acercándose y buscando mi vientre y mis tetas.

Fue el décimo polvo del fin de semana. Nunca habíamos follado tanto, la verdad, pero lo cierto era que él me lo hizo mejor que el resto de días y yo me notaba más atrevida y dispuesta. Veinte minutos más tarde, ambos desnudos, respirábamos agotados tumbados boca arriba.

—Vas a acabar conmigo… —le dije sonriendo de satisfacción.

—Por hoy ya está bien, que mañana tengo mucho lío en el despacho. —Me dijo—. Pero quiero que sepas que seguiría preguntándote para volver a excitarme. No pararía de follar contigo, hasta que se me cayera la piel de la polla a tiras…

—¿Tanto te pone?

—Ni te lo imaginas…

Yo también me dormí pronto, pero me quedé intranquila. No había sido totalmente sincera. Sí, tenía miedo, pero me había gustado mucho follar con Jorge, y si mi chico no me ponía trabas, ¿por qué no probarlo de nuevo? Era aquella duda la que me atormentaba. ¿Cómo podía recordar a un tío con el que había estado follando, mientras estaba enamorada y quería a mi novio? ¿Se podía ser tan golfa?

El lunes cuando fui a trabajar, me encontré con un ramo de rosas sin tarjeta. ¿Quién era? ¿Nico, o se le habría ocurrido decirle a Jorge dónde trabajaba y convencerlo para que me enviara rosas? En el fondo, me excitaba la idea de que fuera él pero no me olvidaba que era un escort, un profesional de esto y que lo del jueves no había sido nada más que un trabajo. Un buen trabajo, ciertamente.

Fui la comidilla de la agencia y todos especularon con quién era mi admirador secreto. Hubo hasta una especie de apuesta. Y se barajaron nombres y posibilidades: desde uno de los guardias de seguridad del edificio que siempre se mostraba muy galante conmigo, hasta el director de la agencia de seguros y reaseguros que teníamos dos plantas más abajo y que en su momento, se había empeñado en que fuera yo quien les llevara la cuenta. Uno de los creativos gays, de los más osados y víboras, dejó caer que también podía ser una mujer. Yo las puse en la mesa que ocupaba, tan contenta y sin querer saber muy bien quién de ellos había sido.

Sin decir nada a nadie, fisgoneé un poco por la información de la empresa de escorts, intentando saber algo más de él. Pero no encontré su ficha. O no la habían mandado o no trabajaba en esa empresa. Me quedé mosqueada, la verdad.

A la hora de la comida, quedé con una amiga que trabajaba en un banco en la misma zona de Madrid que yo. Cinco o seis días atrás me hubiera parecido una comida normal de chicas, donde nos contábamos nuestras cosas, las manías de los chicos, tal o cual cosa de esta o de aquella, pero ese día estaba distraída, despistada. Me revoloteaba aun lo sucedido el jueves en mi casa, la reacción de mi chico y los diez polvos que habíamos echado el fin de semana. Que si sumaba los tres del jueves, dos con Jorge y uno con Nico, hacían la cifra de doce más uno en cuatro días. Todo un récord.

Cuando llegué a casa le pregunté a Nico por las flores, pero solo me sonrió y me dio un beso, por lo que no me sacó totalmente de dudas. Pensaba que había sido él, pero no las tenía todas conmigo. No volví a insistirle y dejé que mi imaginación volara desde mi novio hasta a Jorge.

Llegó el martes y pasó el miércoles. Tuve mucho trabajo que me hizo estar más distraída y pensé menos en lo sucedido el fin de semana y el lunes.

Pero llegó el jueves de nuevo.