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Nuevas experiencias - 10

en Hetero: Infidelidad

 

Sentí la puerta abriéndose. Nico llegaba del trabajo a casa. Miré el reloj de mi mesilla: las siete y cuarto de la tarde. Jorge seguía en nuestra cama, y justo en ese momento, nos estábamos preparando para el segundo polvo. El ruido de la puerta, de hecho, me sorprendió con más de media polla suya en mi boca y los dedos de su mano derecha, me acariciaban mi clítoris.

—Nico… —dije sorprendida y sin poder evitar un susto.

—Tranquila —me dijo Jorge—. Sabe que follamos. Y lo permite, ¿de qué te preocupas?

Era verdad. Aun así, y a pesar de que volví a meterme de nuevo su polla en la boca, no podía dejar de escuchar los ruidos de mi chico en la entrada. De nuevo mi ropa estaba tirada en el salón y en el recibidor, sin duda lo había visto otra vez y sabía que estaba con Jorge. Porque la suya también estaba con la mía.

—¿Preciosa? ¿Estás en casa? —sonó su voz llamándome.

Me saqué nuevamente la polla de Jorge de mi boca y lo miré. «¿Qué hago?» Le dije con mis ojos. Él se encogió de hombros y puso cara de resignación. De pronto, tuve una idea. Mi chico sabía que había estado, otra vez, follando con Jorge. De eso no me cabía duda. ¿Y si le sorprendía? Sonreí pícara y traviesa, le di un beso al pene de Jorge y me incorporé.

—No te relajes, bombón, que voy a ver si le damos un buen espectáculo —luego lo besé de nuevo en la boca.

Me fui a poner un albornoz y también, casi de inmediato, cambié de idea, abrí mi armario y saqué las sandalias negras de tacón alto del primer día que estuve con Jorge.

—¿Mamen? ¿Dónde estás? —volvió a preguntar mi chico desde la planta de abajo.

Mire a Jorge que entendió lo que quería hacer y sonrió.

—Eres perversa… —me dijo en voz baja.

Le tiré un beso y empecé a bajar las escaleras. El sonido de los tacones me pareció ensordecedor y tuve que apoyarme en las paredes de la escalera para no caer. A pesar de mi aparente seguridad, iba nerviosa y el corazón me palpitaba con inusitada fuerza. Y era lo normal: iba a saludar a mi chico, totalmente desnuda, salvo con unos tacones de doce centímetros, mientras me esperaba un tío guapísimo en la cama para seguir follando con él. Y lo mejor, que tenía el permiso de mi pareja.

Nico se volvió hacia la escalera al escuchar el sonido de los tacones. Su cara era todo un poema cuando me vio aparecer sonriente. Seguramente no esperaba ver a su novia desnuda, totalmente tranquila y relajada, acercándose a él con una gran sonrisa tras haber follado con otro.

—Hola preciosa… Estás… —bufó en silencio.

No le dejé continuar y le planté un beso con lengua sin mediar palabra.

—Veo que Jorge y tú habéis vuelto a pasarlo muy bien —me señaló la ropa de nuevo esparcida en el salón—. Me encanta, preciosa…

—¿Sí? —volví a besarlo—. ¿Y te gustaría que me lo volviera a follar?

—Claro…

—Pues si quieres subir… Estábamos a punto de ir a por el segundo polvo.

Mi chico dudó y puso cara de bobo. No sé si esperaba esto o si le costaba admitir que podía subir al dormitorio y ver en primera fila como follábamos Jorge y yo.

—Bueno, si no quieres verlo… —y me giré dándole la espalda.

—Sí, sí… espera.

Me volví con una sonrisa cargada de sensualidad. Le cogí de la mano y tiré de él hacia nuestro dormitorio. Subimos los seis peldaños que lo separaban de la planta baja sin decir una palabra. Iba mudo, expectante, excitado…

Cuando entramos en nuestro cuarto, que no tenía echada las persianas, tan solo las cortinas, por lo que se veía perfectamente, vio a Jorge tumbado a medias en la cama, con la espalda apoyada en el cabecero y totalmente desnudo. Mi novio abrió los ojos como platos, pero continuaba dejándose llevar. Llegamos al lado de la cama, le solté la mano y gateé hasta situarme al lado de Jorge. Le cogí la polla, acariciando sus enormes pelotas y miré a mi chico. Puse de nuevo la cara más pícara y sensual que pude y le dije elevando las cejas:

—¿Puedo empezar ya?

—Sí… —balbuceó Nico mientras se llevaba una mano al paquete.

Miré a Jorge, lo besé en los labios y bajé mi cabeza hasta engullir casi la mitad de su polla. Sus dedos volvieron a trabajarme mi vulva.

Estuve chupándosela algo así como un minuto, gimiendo ligeramente y lanzando lascivas miradas de vez en cuando a mi novio que se había desabrochado el pantalón, pero no sabía qué más debía hacer. Me saqué la polla de Jorge de mi boca, la lamí un par de veces con una sonrisa triunfal y me dirigí a Nico.

—Puedes desnudarte, cari. Con el empalme que tienes, te van a estallar los pantalones… —solté una risita—. ¿Le dejamos Jorge? —le miré burlona.

—Tú mandas… —Me contestó, y yo volví a tragarme su polla.

En un momento dado, me apiadé de mi chico. Estaba allí, como un pasmarote, aguantándose el orgasmo y mirando como un semental se follaba a su novia sin contemplaciones. Y lo que era mejor —o peor—, viendo como yo disfrutaba y no solo no me afectaba en absoluto su presencia, sino que me empujaba a ser más golfa y zorra.

En un momento dado, yo estaba a cuatro patas, recibiendo los embates de Jorge y con él justo enfrente. Hacía ya algunos minutos que ni lo miraba y solo me concentraba en chupar y follar al máximo, gozando todo lo que pudiera.

Le hice una seña a Nico con el dedo, indicándole que podía acercarse. Jorge intuyó mis intenciones y bombeó un poco menos duro, lo que me permitió meterme la polla de mi chico en la boca y chuparla. Nunca había estado con dos hombres a la vez, y ni siquiera ahora lo pensé. Pero la verdad fue que mientras Jorge me follaba a cuatro patas, yo tenía una segunda polla en mi boca, la de Nico. La sentí, por primera vez, y comparando con la de Jorge, más pequeña y manejable. Y quizás, menos atractiva, también. Noté su excitación y que me empezaba a dirigirme la cabeza para regular mi succión. No tardaría en correrse, y yo tampoco. De hecho, a la quinta o sexta embestida de Jorge, caí desfallecida y dejando escapar varios gemidos de auténtico placer, pero que me hicieron soltar la polla de mi chico que se quedó a medias. Jorge también estaba excitado —yo lo notaba cuando me agarraba con más fuerza mis caderas—, por lo que tenía dos pollas cercanas a correrse. Me giré, me tumbé en la cama boca abajo y balanceé mis piernas con los tacones para que los pudieran ver perfectamente ambos. Me dirigí a la polla de mi muñeco, pero primero giré lentamente la cabeza hacia donde estaba mi chico y le hice la misma seña de antes, invitándole a que diera la vuelta a la cama y se situara donde esperaba con la polla tiesa y dura como una piedra, Jorge. Alterné ambas chupándolas unos segundos cada una. Nico, al poco, comenzó a crispar la espalda y noté que su corrida era inminente. Me la saqué un par de segundos antes de que saliera su chorro de semen que aterrizó en mi brazo y parte de la espalda. Ni me inmuté. Yo ya tenía la de Jorge en la boca y succionaba todo lo mejor que podía para provocarle el orgasmo. Me avisó con un ligero toque en mi mejilla, pero no me quité, aposta dejé que se corriera parte en mi boca y parte en mi cara. Su semen sabía salado, agrio, pero no era desagradable, o a mí no me lo pareció. Le miré sonriente, mientras notaba que la parte más fluida de su esperma me recorría desde cerca de un ojo hasta la comisura de los labios. Recogí esa gota con la lengua, y le lamí la que colgaba de la punta de su glande. Luego, me lo volví a meter en la boca, provocándole ligeros espasmos y recibiendo las últimas secreciones que salían de su polla.

Miré a Nico que me no me quitaba ojo, presa de una especie de alucinación. Nunca le había dejado correrse en la boca, y tan solo en alguna ocasión, que había sido por la rapidez de la eyaculación, su semen había alcanzado mi barbilla o una de mis mejillas. Pero nunca como hoy había hecho con Jorge, recibiendo una buena corrida en cuello, barbilla, mejillas y boca. Y menos, lamerle las últimas gotas de semen.

Le guiñé un ojo a mi chico que seguía embobado. Me alcé y me quité los tacones, que ya empezaban a molestar, acaricié a Jorge, volví a besar su polla que iniciaba su flacidez, pasé mis dedos por la de mi chico y me fui al baño tan tranquila. Estaba exultante, feliz y seguía excitada a pesar de mi reciente orgasmo.